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MERCADO DE TRABAJO EN ESPAÑA Y PORTUGAL1

Artemio Baigorri
Universidad de Extremadura

1. INTRODUCCIÓN
Este trabajo analiza la evolución y tendencias del mercado de trabajo en los dos
países que conforman la Península Ibérica. Atendiendo tanto a las variables esenciales
que componen el mercado de trabajo, como a las políticas aplicadas por ambos Estados
para luchar contra el desempleo, que hoy por hoy es valorado por la sociedad como el
principal desequilibrio económico y social.

En la primera parte se sitúa a estos países en el marco general de los países


desarrollados del planeta (grupo de la OCDE), y muy particularmente en el marco de la
Unión Europea, de cuya zona euro, o núcleo duro comunitario, forman además parte.

En la segunda parte nos adentramos en el análisis pormenorizado de la situación de


la ocupación y el desempleo en ambos países, atendiendo en primer lugar al marco
institucional, luego a la evolución y tendencias de las macromagnitudes relacionadas con
el empleo, y finalmente a las políticas de empleo.

1. MARCO GENERAL

1.1. Tendencias del empleo a nivel mundial

El marco general, o planetario, que en estos momentos debemos


considerar, no es nada favorable al empleo. Según el último informe sobre el
empleo en el mundo (OIT, 1998), que acaba de ser hecho público hace sólo
unos días por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT/ILO), habría ahora
mismo en el mundo aproximadamente 1.000 millones de trabajadores -un
tercio de la población activa- desempleados o subempleados. Más exactamen-
te, el número de personas que dicen estar buscando un trabajo se calcula en
torno a los 150 millones -teniendo en cuenta que los sistemas de conteo de
la ocupación y el desempleo son muy limitados en una buena parte del

1
Conferencia en el seminario Los Estados y las Regiones ibéricas en la Unión Europea,
Badajoz/Évora, Noviembre 1998

1
planeta- y entre 750 y 900 millones estarían subempleados, esto es con
ocupaciones que, por la escasa duración de su jornada, o el bajo precio del
trabajo, no les permite obtener lo necesario para vivir. Y todo ello a pesar de
que, en numerosos países del mundo, se mantiene un crecimiento efectivo de
las variables macroeconómicas.

De los países de los que se dispone de sistemas estadísticos fiables, se


destaca la lamentable situación de los países de Europa central y oriental, que
se constituye así en un nuevo foco de presión demográfica sobre Europa, que
viene a añadirse al tradicional flujo de inmigración desde África. Y asimismo
hay que destacar los efectos de la crisis asiática, que ha arrojado al desempleo
a 10 millones de trabajadores en Asia Oriental. Por otra parte, aunque
América Latina viene ofreciendo desde hace años persistentes tasas de
crecimiento, éstas no tienen apenas incidencia sobre el endémico desempleo,
situación que puede agudizarse a corto plazo por los efectos colaterales de la
crisis asiática y la crisis financiera subsiguiente. En fin, respecto de Asia
meridional y África el informe de la OIT subraya que el cuadro del empleo
no ha mejorado en absoluto.

Como veremos más adelante, ni siquiera la Unión Europea se libra de


estas tendencias, pues apenas consigue contener el crecimiento del desem-
pleo. Únicamente los Estados Unidos, que una vez más aparecen como los
beneficiarios directos e indirectos de la nueva recesión, se mantiene una
tendencia de crecimiento en el empleo, situándose los niveles de desempleo
(en torno a un 4%) en tasas similares a las de los años ‘70.

Por otra parte, es interesante subrayar cómo el informe de la OIT incide


en el hecho de que en paralelo al desempleo y el subempleo crecen las
tendencias a la exclusión y la marginación de un número creciente de
personas, señalando como principales protagonistas de este drama a los
desempleados de larga duración, los trabajadores de edad despedidos, los
menos cualificados, las personas con discapacidades, las minorías étnicas y,
en general, las mujeres. Por otro lado, el informe anexo sobre las relaciones
laborales en el mundo no detalla una situación mucho más optimista: nuevas
técnicas y formas organizativas de producción, creciente globalización de la

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economía, creciente individualización de las relaciones de trabajo, descenso
en los niveles de afiliación sindical, desempleo y subempleo, son variables
que parecen indisociables (OIT, 1998b).

Centrándonos en el grupo de países de la OCDE, el último informe


publicado por esta organización (OCDE, 1998), muestra cómo con un
crecimiento medio en 1997 del 3% -a pesar de la crisis asiática-, las
perspectivas no han mejorado mucho para los 35 millones de desempleados
contabilizados en los 29 países que actualmente forman este club. De hecho,
señala cómo a lo largo de los años ‘90 tan sólo en Australia, Dinamarca,
Irlanda, Holanda, Nueva Zelanda y Reino Unido ha descendido el desempleo
estructural (en varios de estos países a costa una creciente desprotección
social), manteniendo estable con bajos índices de desempleo sólo en los
Estados Unidos, Noruega y Japón (si bien en este último se han disparado
recientemente los niveles de desempleo).

Figure 1.- Fuente: OCDE, Statisques de la population active, OCDE, Quarterly


Labour Force Statistics y elaboración propia

En relación al mercado de trabajo nos enfrentamos, por tanto, fundamen-


talmente, a un fenómeno que, desde mediados de los años ‘70, y a pesar de

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breves, pero no completas recuperaciones, no ha dejado de incrementarse: la
globalización del desempleo. Un fenómeno cuya evolución, en Europa,
ofrece proporciones altamente preocupantes. La Figura 1 recoge la evolución
de las tasas estandarizadas de paro en la OCDE.

1.2. Tendencias en el mercado de trabajo europeo

El más reciente informe sobre el empleo en Europa (hecho público hace


apenas unas semanas) señala las profundas debilidades, junto a las potenciali-
dades, que caracterizan al mercado de trabajo en la Unión. Sobre todo,
muestra un progresivo alejamiento de las tendencias locales respecto del que,
además de ser motor de la economía mundial, es su principal competidor: los
Estados Unidos de América. “Hace veinte años, las tasas de ocupación de
la Unión y los Estados Unidos eran del mismo orden. En 1997, la diferencia
que les separa era de 14 puntos porcentuales, lo que equivale a un volumen
de 34 millones de empleos” (CE/DGV, 1998:4).

Efectivamente, la tasa de ocupación (esto es, la relación entre el número


de personas ocupadas y la población en edad de trabajar) ha caído desde el
65,5% en 1973 al 60,5% en 1997. Ciertamente, no hay que olvidar que
durante este periodo se han incorporado a la comunidad países, como los
ibéricos, que todavía mantienen tasas muy bajas de actividad entre la
población femenina; de forma que en 1997 la tasa de ocupación era de un
50,5% para las mujeres europeas, frente a un 67,5% para las mujeres
norteamericanas. Sin embargo, el problema de fondo es la persistencia de
elevadas tasas de desempleo, causa última de que las tasas de actividad
femenina no se hayan incrementado más de lo que lo han hecho.

En la última década, esto es entre 1985 y 1997, las tasas de ocupación han
tenido un crecimiento superior a la media europea en sólo seis Estados
miembros (Holanda, Irlanda, España, Portugal, Bélgica e Inglaterra); han
descendido ligeramente en Italia, Alemania y Francia, y han caído sensible-
mente en Finlandia y Austria. En el conjunto comunitario, y a pesar de que
el periodo se ha caracterizado por un crecimiento, irregular pero sostenido,
de la economía, la tasa de ocupación se ha mantenido estancada, al contrario
de lo que ha ocurrido en los Estados Unidos y Japón, donde como se muestra

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en la Figura 2 no ha dejado de incrementarse (en el caso del Japón, hasta la
reciente aparición en dicho país de una fuerte recesión).

Figure 2.- Fuente: Rapport sur les taux d’emploi 1998

Los expertos consultados por la Dirección General V, que tiene las


atribuciones sobre el empleo, han diseñado diversos indicadores que permiten
observar cómo evoluciona el mercado de trabajo, y sobre todo comparar
dicha evolución con los otros gigantes económicos del planeta, los Estados
Unidos de América y Japón.

En la Figura 3 se hace una comparación global de los cambios producidos


entre 1992 y 1997, atendiendo a un indicador sintético que tiene en cuenta
ocho factores2. En los últimos tres años asistimos a un crecimiento rápido del
PIB (de un 1,8% en 1996, un 2,7% en 1997 y previsiblemente por encima del
2% en 1998), favorecido por una demanda interna sostenida y una mejora en
la competitividad internacional (la cual a su vez se debe esencialmente,
además de a la fortaleza del dólar, al débil crecimiento de los salarios y a las
ganancias en productividad). Este crecimiento ha favorecido, en el conunto
de la Unión, una fuerte recuperación del empleo: en 1996 aumentó en unos
600.000 y en 1997 en unos 800.000, manteniéndose también en 1998 un
ritmo acelerado, de forma que se espera que la tasa de paro quede reducida

2
Se consideran ocho dimensiones a las que se atribuye la misma ponderación: la ocupación total,
el crecimiento de la ocupación, la ocupación de personas de más edad, paro total, paro juvenil, paro de larga
duración y diferencias en las tasas de ocupación y paro entre hombres y mujeres.

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a un 10% a finales de este año. Sin embargo, el volumen total de ocupación
en la Unión, 149 millones de empleados, todavía no ha logrado superar los
niveles de 1992. Sobre todo porque mucho del empleo creado lo es a tiempo
parcial, y cuando los cálculos de ocupación se hacen en términos de empleos
equivalentes a tiempo completo, esto es aplicando a cada persona ocupada
una ponderación en función de las horas trabajadas, los incrementos no son
tan optimistas. Podríamos decir que en aquellos países en donde más
intensamente se está creando empleo -como España- asistimos a un proceso
incipiente de reparto del tiempo de trabajo, pero únicamente de los nuevos
empleos y por la vía del reparto lineal del trabajo y el salario.

Figure 3.- Balance global del mercado de trabajo en Europa, USA y Japón, entre 1992 y 1997
Fuente: CE/DGV

De ahí que, como muestra el gráfico, tanto el conjunto de la Unión,


como la mayoría de los estados individualmente (excepción hecha de Irlanda,
Austria y Finlandia) presenten en 1997 una situación global peor que la de
1992, al contrario de lo que ocurre en los Estados Unidos de América. Por
otra parte, los expertos comunitarios señalan que, del mismo modo que ha
afectado seriamente a Japón (cuya situación global puede observarse que ha
empeorado sensiblemente respecto de 1992), la crisis financiera aparecida a
mediados de 1997 en Asia, y que poco a poco ha venido afectando a otras
regiones, ha convertido el entorno internacional en mucho menos favorable
de lo previsto.

La reciente preocupación por el empleo en la Unión, a la que luego

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haremos referencia, ha llevado a profundizar en los instrumentos de medida,
habiéndose diseñado recientemente lo que se denomina el SMOP (siglas
inglesas de lo que podemos traducir como medida de superficie del
comportamiento global), que previa transformación de una serie de indicado-
res permite representar en diagramas de diamante tanto las variaciones en el
tiempo como los diferenciales respecto de otros espacios de análisis, como
los Estados Unidos o Japón3.

Figure 4.- Comportamiento global de la UNION EUROPEA en materia de empleo y paro


Fuente: CE/DGV

La Figura 4 muestra el comportamiento de la Unión Europea en materia


de empleo, apuntando una cierta degradación entre 1992 y 1997. La razón
principal es la debilidad de la tasa de crecimiento del empleo, en compara-
ción con las tasas observadas en los años 1986-1991. Los únicos indicadores
que mejoran son los relativos a la igualdad de oportunidades entre hombres
y mujeres.

Por otra parte, esas macromagnitudes sobre la situación en la Unión


oculta las profundas diferencias existentes entre los Estados. La convergencia

3
Hay una aproximación a los aspectos metodológicos del SMOP, así como figuras comparativas
referidas a Estados Unidos y Japón, así como a todos los Estados de la Unión, en CE/DGV,1998 b: 44-45

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macroeconómica de la mayor parte de los países, consagrada con la
implantación del Euro, no se traduce hasta la fecha en una convergencia
social en la calidad y cantidad del empleo disponible.

La Tabla 1 muestra la estructura básica del mercado de trabajo en todos


los Estados de la Unión. Vemos cómo en 1997 la tasa de actividad femenina
oscilaba entre el 34,8% de Italia y el 59% de Dinamarca; cómo la tasa de
ocupación iba desde el 48,6% de España hasta el 77,5% de Dinamarca; y la
tasa de paro oscilaba entre el 2,6% de Luxemburgo y el 20,8% de España.

TABLA 1
VARIABLES DEL MERCADO DE TRABAJO
Tasa de Tasa de Tasa de
Actividad Ocupa- Paro
ción
Hom bres Mujeres 1997 1997 m ay. jun. 1998 jul. 1998 aug. 1998
1998
EU 15 66 45.3 60.5 10.7 10.2 10.1 10 10
Belgica 60.7 41 57.3 9.2 8.9 8.8 8.8 8.9
D inam a r- 72.1 59 77.5 5.5 4.6 4.5 4.6 :
ca
Alem ania 67.9 48.2 61.8 10 9.8 9.7 9.6 9.6
Grecia 62.9 36.2 56.8 9.6 : : : :
España 62.3 36.7 48.6 20.8 19 19 18.8 18.7
Francia 63.3 48.2 60.1 12.4 11.9 11.8 11.9 11.9
Irlanda 68.5 42.7 57.9 10.1 9.2 9.1 9.1 9
Italia 61.8 34.8 51.3 12.1 12.3 12.3 12.3 :
Luxem- 64.7 38.1 58.8 2.6 2.2 2.2 2.3 2.2
burgo
Holanda 71.5 50.6 66.7 5.2 4 3.9 3.8 :
Austria 69.1 48.7 70 4.4 4.5 4.5 4.5 4.5
Portugal 67.1 49.4 67.6 6.8 6.4 6.3 6.2 6.2
Finlandia 65.9 54.9 63.9 13.1 12.6 12.4 12 11.5
Suecia 65.3 56.5 69.5 9.9 8.8 8 8.6 8.2
Inglaterra 70.8 53.2 70.8 7 6.3 6.2 : :
Fuente: EUROSTAT

Pero es que las diferencias, al igual que ocurre en el interior de muchos


de los Estados de la Unión, no terminan en esas grandes macromagnitudes
del mercado de trabajo. El coste de la jornada de trabajo oscila entre los 5 y
los 25 ECUs (esto es un 500%); la proporción de costes indirectos en los
salarios oscila para la industria entre el 16% de Inglaterra y el 34% de
Bélgica; la proporción de jóvenes de entre 15 y 24 años que abandonan el

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sistema educativo sin niveles de formación apropiados oscila entre el 26% de
Alemania y el 79% de Portugal; la tasa de paro juvenil oscilaba en 1996 entre
el 6% de Austria y el 42% en España; el porcentaje de parados de larga
duración (un año o más) sobre el el total de parados oscilaba en 1996 entre
el 19% de Suecia y el 65% de Italia.

En cierto sentido, puede decirse que durante años la Unión Europea se ha


ocupado única y esencialmente de aspectos económicos, desatendiendo la
necesidad de fijar también criterios de convergencia social. Las políticas
desarrolladas por el Fondo Social Europeo, que en su denominación y
concepción ha sido un fondo claramente asistencial, han servido para mejorar
las condiciones de vida de muchos desempleados, pero en modo alguno han
contribuido a la promoción del empleo real.

Sin embargo, en el proceso de la construcción europea habrá que señalar


un año crucial, 1997, como el punto de inflexión en relación a las cuestiones
sociales, y más particularmente en relación a la consideración del empleo
como un asunto prioritario. En 1997, a las tradicionales advertencias de los
sindicatos y otros agentes sociales, poniendo de manifiesto que, aunque “la
Europa social no parte de cero, su insuficiencia es manifiesta, ya que
solamente tiene en cuenta la marcha forzada y comprometida en la
integración económica y monetaria” (LAPEYRE, 1997), se unieron las de
los expertos que ponían de manifiesto los riesgos de seguir desatendiendo
dichas cuestiones. El hoy premio Nobel de economía Amartya Sen señalaba
en un trabajo publicado el año pasado:
“En Europa se ha discutido mucho durante los últimos tiempos acerca de
la necesidad de reducir de forma coordinada los déficits presupuestarios
y el endeudamiento. El Tratado de Maastrich fija plazos para ello y para
establecer una moneda única europea. Pero no hay acuerdo ni plazo
oficial que exija una reducción general del desempleo en Europa, aunque
su urgencia social es innegable (...) Considerando la magnitud del
problema en casi todos los países de la Unión Europea, lo razonable tal
vez fuera que sellaran un compromiso conjunto que sobrepasara los límites
nacionales” (SEN, 1997)

El cúmulo de voces preocupadas por las malas condiciones del mercado

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de trabajo en la Unión, y por la desatención de estas cuestiones, encontró eco
en el Consejo europeo de Amsterdam, donde se modifió el Tratado de la
Unión para incorporar un título sobre el empleo, y sobre todo se convocó una
Cumbre extraordinaria sobre el empleo. Celebrada en noviembre de 1997 en
Luxemburgo, definió las líneas directrices para una política de los Estados
miembros, y fijó las condiciones que deben de cumplir los planes de acción
nacionales (PAN). Los diversos planes nacionales fueron presentados antes
del 15 de abril de 1998, y tras su análisis la Cumbre de Cardiff, a mediados
de junio, afinó las líneas maestras de una política de empleo europea. Hay,
ahora mismo, una cierta euforia en torno a los PAN, realizados por los
gobiernos con la estrecha participación de los agentes sociales (sindicatos y
patronales), y todos ellos coincidentes con los cuatro pilares que, aunque con
voluntad plurianual, el Consejo ha fijado para 1998:

1) Mejorar la capacidad de inserción profesional

2) Desarrollar el espíritu de empresa

3) Apoyar la capacidad de adaptación de las empresas y sus trabajadores

4) Reforzar las políticas de igualdad de oportunidades.

No obstante, habrá que esperar un tiempo para valorar su efectividad.

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BIBLIOGRAFÍA

OIT, 1998, Informe sobre el empleo en el mundo 1998-1999, Ediciones de la Oficina Internacional del
Trabajo, Ginebra ( http://www.ilo.org )

OIT, 1998 b, El trabajo en el mundo. Relaciones Laborales, democracia y cohesión social 1997-98,
Oficina de Prensa de la Organización Internacional del Trabajo, Ginebra

OCDE, 1998, Perspectives de l’emploi 1998, Les éditions de l’OCDE, Paris

Consejo de la Unión Europea, 1997, Les lignes directrices pour l’emploi en 1998, Resolución del
Consejo del 15 de Diciembre de 1997, Documento del Consejo nº 13300/97

Comisión Europea/DGV, 1998, Rapport sur les taux d’emploi 1998, Comisión Europea, Dirección
General V, Bruselas

Comisión Europea/DGV, 1998 b, Rapport conjoint sur l’emploi, Comisión Europea, Dirección General
V, Bruselas

SEN, Amartya, 1997, ‘Desigualdad y desempleo en la Europa contemporánea’, Revista Internacional


del Trabajo, Vol 116, nº2, pp. 169-187

LAPEYRE, Jean, 1997, ‘Retos para un sindicalismo europeo’, Project, Junio 1997

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