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La experiencia on-line:

(Re)simbolizacion y transculturalidad.
@JorgeSerbal

En nuestro presente el contacto con Internet ha aumentado considerablemente, pasando de 17.2


millones de usuarios en 2005 a 34.7 millones, según las estimaciones de la Asociación Mexicana de
Internet (AMIPCI, 2011) y aunque representa menos de un tercio de la población del país, quienes
tienen acceso no se encuentran únicamente concentrados en las grandes ciudades, sino que
también se localizan en poblaciones rurales (el 20% de las comunidades con menos de 5 mil
habitantes cuentan con acceso a este servicio).

A la par del crecimiento de usuarios de Internet en México, el tiempo que una persona pasa en
línea (on-line) también ha aumentado, llegando a un promedio diario de 3 horas con 32 minutos
(AMIPCI, 2011) lo que significaría viajar una distancia de 280 km a una velocidad de 80km/hr. Algo
así como ir desde el D.F. hasta Chilpancingo, Gro. y un poco más.

En este tiempo que le dedicamos los mexicanos a la navegación por el ciberespacio, se tiene
acceso a una gran cantidad de contenidos ahí almacenados e incluso se colabora con el
crecimiento del “acervo mundial” de información, subiendo cualquier cantidad de datos.

Sin detenernos más en los números y las estadísticas, lo que no se puede negar es que ese
aumento de la vida on-line, va teniendo un impacto cada vez más notorio en la llamada vida off-
line, pues aunque sea un espacio virtual, lo que se experimenta allí alcanza a la realidad (objetiva y
subjetiva), transformándola.

La “inversión” de tiempo frente a los ordenadores o dispositivos móviles para lograr acceder a la
Web, también significará un tiempo en el que la atención, los pensamientos y las emociones se
ponen en juego, en el movimiento en el que se entreteje con la vida psíquica de los sujetos.

Una red de identidades.

Existen sin duda múltiples maneras de vivir la experiencia on-line de acuerdo al tipo de sitios Web
que se visiten, sin embargo, no hay manera de que como sujetos, nos desentendamos de las
distintas expresiones de nuestra subjetividad. Cada vez con mayor definición, la vida on-line va
ocupando buena parte de nuestros recursos intrapsíquicos, a la vez que se va constituyendo como
un espacio de proyección de lo que somos.

Sin importar del tipo de plataforma que se acostumbre usar, múltiples expresiones identitarias se
van entretejiendo en el ciberespacio, ya sea por la elección de una selección musical, la lectura de
una cadena enviada por e-mail o la elección de un avatar (imagen representativa de un perfil de
usuario) para alguna red social, cada cibernauta va construyendo una experiencia que no le es
ajena, sino que es una expresión del sí-mismo.

La Internet, una de las principales tecnologías de intercambio de información, no se limita a ser un


canal donde únicamente transiten mensajes funcionales, también es un medio que se anuda a lo
inconsciente, recogiendo/plasmando signos y símbolos que se condensan, desplazan e interactúan
entre sí.

Por ejemplo, en la apertura de una cuenta de correo electrónico, el usuario decide el tipo de
información que desea compartir con el servidor de correo al que se esté registrando, así como la
veracidad de la misma, sin embargo, el registro de esa información (corroborable o no en la vida
off-line) no deja de ser un aproximado de lo que se cree que se es o de lo que se desea ser. Así, la
elección de una combinación alfanumérica para la dirección del buzón personal de correo
electrónico, es una suerte de ejercicio de auto-nominación, donde cada persona se renombra a sí
misma, para efecto de conseguir comunicación con otras personas vía la arroba (@).

Ya sea con juego de iniciales, fechas de nacimiento, apodos o combinaciones casi ininteligibles, el
nombre de correo electrónico será además de una herramienta de comunicación con otras
personas, una tarjeta de presentación y llave de acceso a las “islas cerradas” cada vez más
comunes en el ciberespacio. (Sobre “Islas cerradas” pueden consultarse las críticas que Tim
Berners-Lee, el llamado padre de la web por haber desarrollado el protocolo Http, ha hecho contra
plataformas concentradoras de usuarios como Google o Facebook y que desde su punto de vista
atentan contra la neutralidad de Internet).

Ahora bien, no debemos caer en el supuesto psicologista de que lo expresado ahí es puramente la
identidad (inamovible) de cada quien, como si se proyectara de manera simplista, sino que será
sólo una expresión identitaria que define una parte de las múltiples expresiones que sobre sí
mismo puede tener cada persona.

Dichas expresiones de las identidades (mutables y en movimiento) se realizan a través de símbolos


que logran anudar lo que se desea expresar de modo consciente e inconsciente. El lenguaje de los
símbolos, será el medio por el que los mensajes viajarán por la red; serán el medio dentro del
medio.

“Una de las características de Lévi-Strauss, Geertz y Turner es que definen al símbolo en sentido
amplio (la cultura como un conjunto de sistemas simbólicos, todo signo interpretable es símbolo, o
una cosa que tipifica, representa o recuerda algo; una marca, un mojón, algo que conecta lo
desconocido con lo conocido); es decir, «lo simbólico es lo semiótico, como producción de sistemas
de significación (códigos) y de procesos de comunicación» (Haidar, 1994).

Distintos signos y símbolos verterán parte de la vida psíquica de los sujetos, así como las
expresiones de los contextos culturales a los que pertenecen. Se constituirán como códigos en los
que la cultura se transmitirá llegando a espacios desconocidos y si acaso imaginados,
estableciendo un contacto con muchas otras expresiones identitarias de aquellos otros que
también navegan por esta red de simbolizaciones.

Simbolización 2.0

“La simbolización se define aquí como un conocimiento. Por lo tanto es una función intelectual. Si
bien ninguna función psíquica puede en concreto operar aislada, podemos definir teóricamente la
función simbólica como un acto del entendimiento, el cual aprehende su objeto, por analogía, en
concomitancia con la sensibilidad interna. Dicho de otro modo, la simbolización requiere de la
potencia intelectiva una profunda encarnación, pues sólo puede asimilar su objeto considerando,
en íntima unión con la sensibilidad, la experiencia, lo vivido, una realidad, en algún grado,
protagonizada.” (De Ruschi, 1997)

La manera de aprehender los símbolos viajantes entre las líneas tendidas por los protocolos
hipertextuales de la WWW se hará de acuerdo con el orden simbólico que los estructuralistas ya
han descrito, delineado y analizado, sólo que esta vez quiero hacer hincapié en un elemento al
cual debemos poner mucha atención: la desterritorialización.

Símbolos que con cierta autonomía temporal y geográfica, permanecen en el ciberespacio, como
desvinculados de su núcleo cultural de origen, a la deriva igual que una botella al mar y que
aunque el mensaje sea “leído” por sus destinatarios, dichos símbolos continúan viajando hasta
que algún sujeto perteneciente a otro núcleo cultural se percate de su presencia y los recoja e
interprete a su manera.

Lejanos de “la tierra que los vio nacer” e incluso de la cultura que los dota de sentido y catexis,
algunos símbolos pasarán por un proceso en el que viajarán como signos que únicamente al ser
reinterpretados se les dotará de un sentido en el que volverán a erigirse como símbolos. Cruzarán
fronteras, contactarán con otras culturas e intercambiarán a pedacitos, con sus interpretantes.
Serán introyectados como trocitos de una cultura “lejana” de la que se sabe a partir de su
asimilación con las estructuras del lenguaje de su lugar de arribo y de las redes identitarias que el
receptor haya tejido.

En todo internet, pero de una manera emocionalmente importante en las redes sociales, se lleva a
cabo un intercambio simbólico importante entre distintos núcleos culturales, donde la identidad
de cada sujeto es puesta en movimiento y puede alcanzar (voluntaria o involuntariamente) a
contactar con otros sujetos aunque estos se encuentren a kilómetros de distancia o su mensaje
haya sido enviado unos minutos o años atrás.

De este modo el intercambio entre distintos núcleos culturales se facilita con esta tecnología de
información, trastocando concepciones como la de identidad nacional, limitada a un contexto de
frontera geográfica, para introducir ese anudado de identidades múltiples y de simbolización de
las mismas en la ficción de la super-etnia, o la aparente homogenización cultural producto de la
globalización.
“Así como en otro tiempo las identidades eran objeto de puestas en escena en museos nacionales,
en la segunda mitad de nuestro siglo [s. XX] la transnacionalización económica y el mismo carácter
de las últimas tecnologías comunicacionales (desde la televisión hasta los satélite y las redes
ópticas), colocan en el lugar protagónico a las culturas-mundo exhibidas como espectáculo
multimedia” (García Canclini, 1995), en el que los procesos de inclusión-exclusión siguen estando
presentes como mecanismos de diferenciación de las identidades, pero con una dinámica más
instalada en la curiosidad y la empatía que en las condiciones relativas al territorio de los actores
sociales.

Así, un noviazgo a distancia, mediado por internet (aunque sea criticado por quienes comparten
territorio con los protagonistas) puede tener el mismo valor simbólico, en términos de
significación y de experiencia, que el mismo tipo de relación off-line. No son ficción o “virtualidad”
las rupturas amorosas que se han generado a partir del registro de intercambios interpersonales
en Facebook, ni tampoco fue virtual el derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto a partir de la
organización social generada en distintas redes sociales (principalmente Twitter con la etiqueta
#jan25).

Del #25jan en las riveras del Nilo, hasta #AcampadaSol en Madrid, donde grupos de jóvenes
acampan aún hoy, en protesta por el sistema político español, las vías del mundo on-line se
desbordan hasta lo off-line a partir de la resonancia de los símbolos comunicados por Internet
pero dotados de sentido en los contextos culturales más allá de las pantallas y de las fronteras, los
intercambios interculturales influyen en los sujetos que participan de ellos.

La #acampadaSol, sin dejar de lado a sus simpatizantes en México organizados a través de la


etiqueta #acampadaMex, son el ejemplo de la reproducción tecnificada de expresiones de
emociones, quizá similares pero con distintos motivos y orígenes, generando un eco que puede ser
transatlántico pero que no deja de vivirse con el sustrato de una cultura local. La glocalidad (lo
global + lo local) es un no lugar donde se cimienta el intercambio cultural “desde la comodidad del
sofá” que va construyendo sujetos y tejiendo sus subjetividades a ritmo de la búsqueda en
Youtube o de un smile de MSN Messenger.

Sentidos organizadores del yo, de las sociedades, de los imaginarios, de las experiencias vividas a
través de las teclas de las computadoras, de las realidades dentro y fuera de la web, la
resignificación del entorno, será posible sólo a partir del intercambio simbólico, de la generación
de mensajes que van más allá de la racionalidad y donde los inconscientes intercambian
contenidos forjadores de subjetividad y cargados de esencias provenientes de otros núcleos
culturales pero compartidos y asimilados en tiempo real aunque separados por instantes de la
territorialidad o de la apariencia corporal.

Un joven hoy en internet puede expresarse como un otaku, skateboard y gótico a la vez. Un padre
de familia puede experimentar una identidad como padre, como trabajador, como creyente
religioso e incluso como mujer si abre un perfil con características femeninas. En la experiencia
psíquica, puede ser todos ahí adentro, conviviendo en su realidad subjetiva sin ser por eso una
vivencia psicótica.
Estos símbolos nómadas generados en la interacción y/o consumo de los contenidos codificados
en línea por un lado borran algunas fronteras (geográficas, de identidad de género, etc.) mientras
delinean otras igual simbólicas en las que se cohesionan grupos o se fundan universos con el
poder creador de un click.

Referencias consultadas:

Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI), 2011. “Hábitos de los Usuarios de Internet en México”
México. Extraída el 20 de mayo de 2011, de:
http://www.amipci.org.mx/temp/Habitos2011AMIPCIPrensacomprimida-
0010959001305646317OB.pdf

BERNERS-LEE, Tim. (2010) “Long Live the Web: A Call for Continued Open Standards and
Neutrality” En: Scientific American Magazine. Extraído en:
http://www.scientificamerican.com/article.cfm?id=long-live-the-web&print=true

DE RUSCHI, Mariana. (1997) “Simbolización” en: Revista de la Fundación Argentina de Psicoterapia


Simbólica. Argentina, Extraído: el 17 de mayo de 2011 de http://www.psicoterapiasimbolica.com/

GARCÍA CANCLINI, Néstor. (1995) “Consumidores y ciudadanos”. En: Conflictos culturales de la


globalización. Ed. Grijalbo. México.

HAIDAR, Julieta. (1994) “Las prácticas culturales como prácticas semiótico-discursivas” en:
Metodología y cultura, Jorge A. González y Jesús Galindo (coords.), CONACULTA, México.

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