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Trabajo Práctico “Cuerpo y Modernidad”

Alumnos: Cristian Arana y Shirly Yael Cohen

Profesor: Víctor Lenarduzzi

Materia: Teorías y Prácticas de la Comunicación I

Cátedra: Entel

Comisión: 26

Año: 2010

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La imagen fue recortada de la presentación introductoria que aparece en
todos los capítulos de la serie de televisión estadounidense Nip/Tuck. Creada
por Ryan Murphy y estrenada el 22 de julio de 2003, relata la vida de dos
cirujanos plásticos de Miami. La trama cuenta las peripecias de dichos
personajes en donde sus vidas comienzan a desmoronarse a causa del estrés,
la envidia, la lujuria y el crimen. Mientras que cada capítulo aborda un nuevo
conflicto en la vida personal de los protagonistas, se muestra también un caso
de un paciente que se presenta en el consultorio para solicitar una intervención
quirúrgica. La cita comienza con los cirujanos preguntándole al paciente qué es
lo que no le gusta sobre sí mismo.

El iluminismo, que desde la revolución francesa con su filosofía


humanista, iluminó al mundo durante los dos siglos siguientes, hoy parece
cuestionado por las múltiples circunstancias adversas en las que vive el
hombre de nuestro tiempo. La razón traicionó su ideal emancipatorio y forjó
nuevos mitos.
El programa del iluminismo consistía en liberar al mundo de la magia, se
proponía, mediante la ciencia, disolver los mitos y confutar la imaginación y
alcanzar el dominio integral de la naturaleza y de los hombres. Con el emblema

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de la libertad, la igualdad y la fraternidad, proponían el uso de la razón como
método para acceder al conocimiento. El saber, que conlleva poder, se halla a
la disposición tanto de todos los fines de la economía burguesa, en la fábrica y
en el campo de batalla, como de todos los que quieran manipularlo, sin
distinción de sus orígenes. Es entonces que, el intelecto que vence a la
superstición debe ser el amo de la naturaleza desencantada.
La modernidad acumuló aquella larga lista de promesas no cumplidas:
entre ellas fracasó el pretendido dominio completo de la naturaleza, el
planeamiento y construcción de una sociedad racional, la secularización de
ésta y, de nuestro particular interés, la liberación del cuerpo. Había que abolir
la dualidad cristiana de alma y cuerpo para que pudiera nacer la famosa
libertad de los modernos.
Una crítica ética adicional a la dualidad cristiana era su carácter
inhumano, ya que la dualidad no se inventó para apreciar a los seres humanos
en su humanidad, sino más bien con el fin de sacarlos de su fragilidad humana
y elevarlos al nivel de lo divino. La mayoría de los humanistas del
Renacimiento creían en la fusión de lo corpóreo, que ellos llamaban espiritual,
bajo la primacía y tutela de esto último. La diferencia entre el alma y lo
espiritual es bastante significativa. El alma se concibió como el firme opuesto
del cuerpo sin posible mediación entre ellos; a pesar de estar obligado a
habitar en esa vasija tan impropia. En cambio el cuerpo era una morada digna
para lo espiritual, puesto que la estructura humana tenía un rango elevado
entre las formas naturales. El cuerpo humano era la fuente suprema de la
belleza.
Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del cuerpo son
tributarios de un estado social, de una visión del mundo y, dentro de esta
última, de una definición de la persona. Sin el cuerpo, que le proporciona un
rostro, el hombre no existiría. Vivir consiste en reducir continuamente el
mundo al cuerpo, a través de lo simbólico que éste encarna.
Nuestras actuales concepciones del cuerpo están vinculadas con el
ascenso del individualismo como estructura social a partir del Renacimiento,
con la emergencia de un pensamiento racional positivo y laico sobre la
naturaleza, con la regresión de las tradiciones populares locales y, también,

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con la historia de la medicina que representa, en nuestras sociedades, un
saber en alguna medida oficial sobre el cuerpo.
En las sociedades tradicionales, de composición holística, el cuerpo no se
distingue de la persona. Las materias primas que componen el espesor del
hombre son las mismas que le dan consistencia al cosmos, a la naturaleza, por
lo que es imposible escindir al hombre de éstas y de la comunidad.
La noción moderna del cuerpo es de otro orden, es un efecto de la
estructura individualista del campo social, una consecuencia de la ruptura de la
solidaridad que mezcla la persona con la colectividad, con el cosmos a través
de un tejido de correspondencias en el que todo se sostiene y consigo mismo
(poseer un cuerpo más que ser su cuerpo).
Estamos inmersos en el marco del capitalismo que, con los fundamentos
de la igualdad y la libertad, sostenía el libre mercado, la igualdad de
oportunidades en lo jurídico y un modelo democrático liberal como marco
político, trajo aparejado inherentemente el surgimiento del individualismo.
Como figura central dentro del régimen capitalista nos encontramos con el
personaje del burgués, empresario o comerciante, prototipo del individuo
moderno, que convierte al interés personal en el móvil de las acciones, aún en
detrimento del bien general.
El ascenso del individualismo occidental logrará, poco a poco, discernir,
de manera dualista, entre el hombre y el cuerpo, no desde una perspectiva
directamente religiosa, sino en un plano profano. Allí se encuentra el origen del
dualismo contemporáneo que comprende, también de manera implícita, al
cuerpo aisladamente, en una especie de indiferencia respecto del hombre que
le presta el rostro. El cuerpo se asocia al poseer y no al ser.
En las sociedades occidentales, entonces, el cuerpo es el signo del
individuo, el lugar de su diferencia, de su distinción. Factor de individuación, el
cuerpo se convierte en la frontera precisa que marca la diferencia entre un
hombre y otro. Paradójicamente, al mismo tiempo está disociado de él a causa
de la herencia dualista que sigue pesando sobre su caracterización occidental.
Así, es posible hablar, como si fuese una frase hecha, de la liberación del
cuerpo, enunciado típicamente dualista que olvida que la condición humana es
corporal, que el hombre es indiscernible del cuerpo que le otorga espesor y
sensibilidad de su ser en el mundo.
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Un nuevo imaginario del cuerpo surgió en los años sesenta. El hombre
occidental descubre que tiene un cuerpo y la noticia se difunde y genera
discursos y prácticas marcados por el aura de los medios masivos de
comunicación. Éstos crean una nueva forma de ver el cuerpo, donde se
privilegia el bienestar físico y la belleza. La preocupación moderna por el
cuerpo es un inductor incansable de imaginario y de prácticas, de un nuevo
estilo de vida moderno.
Las industrias culturales impusieron prácticas tales como la cirugía
estética, la utilización de cremas para el cuidado del cuerpo, la prevención del
envejecimiento y antiarrugas, y el uso de cosméticos en pos de una cultura que
enaltece las formas del buen parecer. Junto con éstas prácticas, también se
asignó una particular importancia al bienestar físico, a través de la promoción
de los deportes, la pasión por el esfuerzo y por el riesgo, en actividades de
aventura, maratones, gimnasios, etc.; y la adquisición de una dieta saludable
con productos dietéticos.
Se crea un estereotipo de belleza dado en la industria de la moda que
exige un cuerpo esbelto, alto, delgado y una cara con rasgos que se ajusten al
prototipo de belleza occidental. Si existe un cuerpo liberado es el cuerpo joven,
hermoso, sin ningún problema físico. En este sentido, sólo habrá liberación del
cuerpo cuando haya desaparecido la preocupación por el cuerpo. Pero, dadas
las circunstancias, con la nueva mentalidad occidental estamos muy lejos de
esto, por lo que se evidencia de qué modo la modernidad incumplió su
promesa de la liberación del cuerpo.
A través de innumerables agencias de la producción de masas y su
cultura, le inculcan al individuo los estilos obligados de conducta,
presentándolos como los únicos naturales, decorosos y razonables. La moda
como parte activa de la industria cultural, es especialmente promotora de la
repetición de lo igual. Para ser posible la producción en serie de ropa y
accesorios para las masas, es necesario, además de sacrificar la originalidad, la
estandarización y la homogeneización de los gustos y de los comportamientos
de los individuos. Por efecto de la estandarización todo resulta previsible, lo
que posibilita la manipulación y los negocios.
No sólo la ropa y los accesorios son producidos en serie, sino también los
cuerpos, que deben responder a la estandarización. Los individuos que
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ambicionan llegar a lo que se considera hoy en día uno de los propósitos
supremos en la vida humana, el de trascender en tiempo y espacio, a través de
la fama, en el camino se produce la pérdida de su identidad y su individualidad,
ya que en su intento por alcanzarla copian a aquellos que ya han llegado a la
cima y repiten lo igual en esos modelos. Además, el individuo se reduce a un
nudo o entrecruzamiento de reacciones y comportamientos convencionales
que se esperan prácticamente de él, con lo que también vive repitiendo un
modelo y siendo él mismo sólo un producto de las industrias culturales. Los
nuevos mitos apuntarían entonces a darle valor positivo y hasta de excelencia
al seguimiento casi ciego de modelos.
Adorno y Horkheimer proponen el concepto de la autoconservación, que
significa el sometimiento del individuo y que éste da más de lo que el sistema
le pide. Cuanto más se realiza el proceso de la autoconservación a través de la
división burguesa del trabajo, tanto más dicho progreso exige la autoalienación
de los individuos, que deben adecuarse en cuerpo y alma a las exigencias del
aparato técnico. El cuerpo moderno se debe adecuar a la moda y pierde su
originalidad, su personalidad y su capacidad de innovar.
El cuerpo parece algo evidente, pero no es sino el efecto de una
construcción social y cultural. La concepción que se admite con mayor
frecuencia en las sociedades occidentales encuentra su formulación en la
anatomofisiología, es decir, en el saber que viene de la medicina y la biología.
En el contexto de la modernidad, como parte de la ciencia surge la
medicina. Durante la Edad Media estaban prohibidas las disecciones y las
operaciones quirúrgicas, por considerarlas una violación al ser humano, fruto
de la creación divina. Sin embargo, luego, a partir de las primeras disecciones
oficiales, de comienzos del siglo XV, y luego, con la trivialización de la práctica
en los siglos XVI y XVII europeos, se produce uno de los momentos claves del
individualismo occidental: la invención del cuerpo en el campo de la ciencia,
con un hombre anatomizado. Con los anatomistas el cuerpo adquiere peso,
disociado del hombre, se convierte en un objeto de estudio como realidad
autónoma.
El aura del cuerpo no se sostiene más, al menos a partir de Vesalio y de
los primeros anatomistas. La ciencia y la técnica, fieles a su proyecto de
dominio del mundo, intentan con el mismo movimiento paradójico, al mismo
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tiempo, eliminar el cuerpo e imitarlo. La ciencia y la técnica se adecuan a las
necesidades de las industrias culturales al proporcionarle, con la medicina, una
nueva forma de dominación sobre lo corporal. La medicina se extiende más
allá de los límites de curación de las enfermedades que afectan al cuerpo y de
la investigación para el conocimiento en sí mismo, para acentuar el hecho de
que la promesa de la liberación del cuerpo no ha sido cumplida.
Es así como surge la cirugía estética, con el objetivo de darle a las
industrias culturales lo que ellas necesitan para que los individuos puedan
incorporarse al sistema, modificando sus cuerpos para repetir lo igual
adaptándose a la imagen mediática, suprimiéndolos. El individuo ve cercenado
su cuerpo pero se somete igualmente a dicha práctica con el fin de no quedar
excluido de la sociedad, y también, forma parte de los mitos de eterna
juventud que el hombre pretende con la proclamación iluminista de
dominación completa de la naturaleza.
La imagen arriba expuesta exhibe un maniquí marcado de la forma usual
para una cirugía plástica. Muestra justamente cómo es que a partir de la
aplicación de la cirugía en los cuerpos es que se pierde la individualización. Se
produce la paradoja antes mencionada en la que cuerpo no es liberado, sino
que por el contrario, el hombre se separa de su cuerpo, que pasa a ser una
posesión. Además, se deja someter por las industrias culturales que lo
doblegan y lo obligan a adoptar el estilo de vida moderno de lo saludable y lo
ecológico, creando nuevos mitos.
A su vez, una nueva paradoja surge de estos nuevos mitos: en la
sociedad de consumo en la que vivimos se encuentran aquellos que logran
adaptar su cuerpo a las exigencias que imponen los medios y la moda, y
aquellos que caen en la tentación y por medio de la gula es que desfiguran su
cuerpo. Y no sólo ellos, sino también, dejando de lado el lema de lo sano,
aquellos que por aspirar a lograr perfeccionar sus cuerpos acorde a lo que las
industrias culturales fijan como el estereotipo de la belleza deseable es que se
someten a procedimientos invasivos que ponen en riesgo su salud. Y por
último, en el imaginario de llegar al modelo es también que se producen
enfermedades psicológicas como la anorexia y la bulimia, en sociedades
occidentales como la nuestra en donde la sociedad misma aplica presión a los
individuos.
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A modo de conclusión podemos decir que casi todas las principales
tendencias dinámicas de la modernidad fueron contrarias al cuerpo:
infravaloraron y sometieron lo corpóreo y al mismo tiempo que procuraban
reglamentarlo y suprimirlo. La liberación del cuerpo, entonces, es muy relativa,
ya que las sociedades occidentales se siguen basando en un borramiento del
cuerpo que se traduce en múltiples situaciones rituales de la vida cotidiana.

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