You are on page 1of 17

Kant y la ilustración

ROBERTO R. ARAMAYO
Instituto de Filosofía, CSIC

El siglo XVIII es conocido en términos his- Su Contestación a la pregunta: ¿Qué es


toriográficos como «el Siglo de las Luces». la ilustración? es publicado en 1784 por
Los pensadores de aquella época estaban la Berlinische Monatsschrift, la Revista men-
convencidos de poder acabar con las tinie- sual de Berlín. Kant ha cumplido sesenta
blas del oscurantismo y entendieron que años y es bien conocido como el autor de
su misión consistía en alumbrar al género la Crítica de la razón pura, cuya primera
humano con la luz del pensamiento racio- edición data de 1781. Además, aunque no
nal. Tal era el fantasma que recorría la ha publicado nada en la década de los
Europa de aquel entonces. En Inglaterra setenta, su fama como docente universi-
se llamaban freethinker, en Francia philo- tario había transcendido las fronteras de
sophes y en Alemania Aufklärer. Pero ya su Königsberg natal, confiriéndole un
fueran librepensadores ingleses, filósofos enorme prestigio en toda Europa. Su pro-
franceses o ilustrados alemanes, todos ellos pósito en el aula no era enseñar filosofía,
compartían un mismo culto: el confiar en sino aprender a filosofar, tal como seña-
que con las luces de la razón podían com- laba en el anuncio de los cursos que impar-
batir toda superstición y transformar el tía sobre las más variopintas materias:
orden establecido «civilizando a la huma- antropología, ética, filosofía del derecho,
filosofía de la religión, geografía, lógica,
nidad», por utilizar la expresión de Vol-
pedagogía o metafísica.
taire. Mientras Diderot impulsa el magno
Un antiguo discípulo suyo —nada
proyecto de la Enciclopedia, Kant empren-
menos que Herder— nos comenta lo
de su crítica de la razón, instituyendo un
siguiente a propósito del magisterio kan-
tribunal que garantice sus pretensiones
tiano: «Tuve la suerte de tener como pro-
legítimas y cancele cualquier presunción
fesor a un gran filósofo al que considero
infundada, no mediante argumentos de un auténtico maestro de la humanidad. Este
autoridad, sino a través de las leyes eternas hombre poseía por aquel entonces la vive-
e inmutables que la propia razón posee. za propia de un muchacho, cualidad que
Todo ha de someterse al dictamen de parece no haberle abandonado en su
semejante tribunal presidido por la razón madurez. Su ancha frente, hecha para pen-
humana y aquello que pretenda zafarse de sar, era la sede de un gozo y de una ame-
tal crítica, como sería el caso de la religión nidad inagotables; de sus labios fluía un
revelada o la legislación codificada, suscita discurso pletórico de pensamientos. Las
una justificada sospecha en contra suya, anécdotas, el humor y el ingenio se halla-
pues la razón sólo dispensa su respeto ban constantemente a su servicio, de mane-
hacia «lo que puede resistir un examen ra que sus lecciones resultaban siempre tan
público y libre» (KrV, A xi-xii). Este dic- instructivas como entretenidas. En sus cla-
tamen, contenido en el prólogo a la pri- ses se analizaban las últimas obras de
mera edición de su Crítica de la razón pura Rousseau con un entusiasmo sólo compa-
(1781), anuncia las líneas maestras del rable a la minuciosidad aplicada al examen
razonamiento seguido por Kant en el opús- de las doctrinas de Leibniz, Wolff, Baum-
culo que nos ocupa. garten o Hume, por no mentar la pers-

ISEGORÍA/25 (2001) pp. 293-309 293


TEXTOS Y DOCUMENTOS

picacia derrochada a la hora de exponer terio supremo de la verdad; y la máxima


las leyes naturales concebidas por Kepler de pensar siempre por sí mismo es lo que
y Newton; ningún hallazgo era menospre- mejor define a la ilustración. La ilustración
ciado para mejor explicar el conocimiento no consiste, como muchos se figuran, en
de la Naturaleza y el valor moral del ser acumular conocimientos, sino que supone
humano. La historia del hombre, de los más bien un principio negativo en el uso
pueblos y de la Naturaleza, las ciencias de la propia capacidad cognoscitiva, pues
naturales, las matemáticas y la experiencia: con mucha frecuencia quien anda más hol-
tales eran las fuentes con que este filósofo gado de saberes es el menos ilustrado en
animaba sus lecciones y su trato. Nada dig- el uso de los mismos. Servirse de la propia
no de ser conocido le era indiferente; nin- razón no significa otra cosa que pregun-
guna cábala o secta, así como tampoco ven- tarse a sí mismo si uno encuentra factible
taja ni ambición algunas empañaron jamás convertir en principio universal del uso de
su insobornable pasión por dilucidar y su razón el fundamento por el cual admite
difundir la verdad. Sus alumnos no recibían algo o también la regla resultante de aque-
otra consigna salvo la de pensar por cuenta llo que asume. Esta prueba puede aplicarla
propia; nada le fue nunca más ajeno que cualquiera consigo mismo; y con dicho exa-
el despotismo. Este hombre, cuyo nombre men verá desaparecer al momento la
invoco con la mayor gratitud y el máximo superstición y el fanatismo, aun cuando no
respeto, no es otro que Immanuel Kant» posea ni de lejos los conocimientos que
(Cartas relativas al fomento de la huma- le permitirían rebatir ambos con argumen-
nidad, 79; SW XVII, 404). tos objetivos. Implantar la ilustración en
Así pues, al querer definir el término sujetos individuales mediante la educación
«ilustración», Kant viene a identificarla es relativamente sencillo, pues basta con
con su propio quehacer como profesor uni- que los jóvenes se vayan acostumbrando
versitario. Sus alumnos —según el testi- a esta reflexión desde una temprana edad.
monio de Herder— no recibían otra con- Pero ilustrar a toda una época es cuestión
signa que la de pensar por sí mismos y de mucho tiempo, pues hay muchos obs-
ésa será justamente la divisa del movimien- táculos externos que dificultan e impiden
to ilustrado: ¡atreverse a pensar! Acostum- ese tipo de educación» (Ak. VIII, 146-147
brarse a ejercitar nuestra propia inteligen- nota).
cia sin seguir necesariamente las pautas Pensar por sí mismo sigue siendo lo que
determinadas por cualquier otro. El hom- mejor define a la ilustración. Además no
bre debe aprender a emanciparse de toda hay que confundir a ésta con una simple
tutela y alcanzar una madurez intelectual acumulación de conocimientos. El ilustra-
que suele rehuir por simple comodidad. do no tiene por qué ser necesariamente
un erudito, sino alguien que sepa utilizar
convenientemente sus recursos intelectua-
1. Otras definiciones kantianas les y se interrogue a sí mismo por las razo-
del término «ilustración» nes que le hacen asumir una determinada
pauta de conducta, preguntándose tan sólo
Una definición muy similar es reiterada si dicha regla podría ser asumida por cual-
por Kant sólo dos años después en una quier otro como un principio de actuación
nota del escrito titulado ¿Qué significa universal. Después de todo, ésa es la esen-
orientarse al pensar?, el cual fue publicado cia del criterio ético acuñado por Kant en
en 1786. «Pensar por cuenta propia —es- su Fundamentación para una metafísica de
cribe allí— significa buscar dentro de uno las costumbres (1785), compulsar si mi
mismo (o sea, en la propia razón) el cri- máxima pudiera valer como ley universal,

294 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

o sea, que pudiera ser adoptada como pro- fácil para el hombre que sólo quiere ade-
pia por los demás bajo cualesquiera cir- cuarse a sus fines esenciales y no pretende
cunstancias. saber lo que se halla por encima de su
Quien piense por cuenta propia evitará entendimiento; ahora bien, como el afán
sucumbir tanto a la superstición como al por esto último es apenas inevitable y nun-
fanatismo, nos dice también Kant en el ca faltarán otros que prometan poder satis-
citado pasaje de ¿Qué significa orientarse facer con absoluta confianza esa curiosi-
al pensar? Algo en lo que insistirá cuatro dad, por fuerza tiene que resultar muy
años después, en 1790, cuando publique arduo alcanzar o incluso mantener, sobre
su tercera Crítica (esa Crítica del discer- todo en el ámbito de lo público, aquel sen-
nimiento que merced a Morente se suele cillo modo de pensar en que consiste la
conocer en castellano como Crítica del Jui- verdadera ilustración» (KU, Ak. V, 294
cio). En el § 40 de dicha obra Kant nos nota).
brinda una nueva definición referente a
la ilustración, si bien es cierto que lo hace
colateralmente, al hablarnos de las máxi- 2. Los tutores del pueblo y el papel
mas del sentido común, las cuales no serían de la filosofía
otras que éstas: 1) pensar por cuenta pro-
pia, 2) pensar adoptando el punto de vista Aquel que pretenda transgredir los límites
que tienen los demás y 3) mostrarse con- de su capacidad cognoscitiva se convertirá
secuente con uno mismo al pensar. Según en una presa fácil del fanatismo y la supers-
el razonamiento que Kant hace aquí, cuan- tición, pues nunca faltarán voluntarios que
do se busca un juicio que deba servir como le ofrezcan absurdas recetas para satisfacer
regla universal, nada resulta más natural esa estéril curiosidad. En ¿Qué es la ilus-
que abstraer del mismo toda emoción y tración? Kant había llamado a estos volun-
aliciente personal, para intentar tener un tarios «tutores». Dichos tutores no aspi-
juicio lo más objetivo posible. Lo contrario rarían a ser el mentor de sus pupilos para
del pensar por uno mismo equivale a dejar- orientarles y aconsejarles hasta que pue-
se guiar sin más por los prejuicios y la dan valerse por sí mismos. Bien al con-
superstición. La ilustración, por tanto, no trario, pretenderían ejercer una tutela vita-
significaría justamente sino liberarse de los licia que impidiese su plena emancipación.
prejuicios y la superstición (cfr. KU, Ak. V, Por desgracia, el diagnóstico kantiano en
294). este punto continúa siendo tan certero
Los prejuicios, la superstición y el fana- como desolador. Todavía hoy son muchos
tismo representan las cadenas de que debe los que prefieren seguir confortablemente
liberarnos esa ilustración propugnada por instalados en una suerte de infancia inte-
Kant. Para ejercitarla bastaría con aplicar lectual y moral, sin tomarse nunca la
las tres máximas del sentido común, a molestia de asumir sus propias responsa-
saber, pensar siempre por sí mismo sin per- bilidades ni mucho menos pensar por cuen-
der de vista el parecer ajeno, siendo luego ta propia, optando en todo momento por
consecuente con todo ello. De nuevo Kant seguir pautas ajenas.
recurre a una nota para explayarse sobre Desde luego, siempre nos encontrare-
la ilustración: «Pronto se advierte que la mos con alguien bien dispuesto a regular
ilustración es una cosa sencilla en cuanto nuestra existencia: un médico que nos
tesis, pero difícil y larga de cumplir como prescriba nuestra dieta, un sacerdote que
hipótesis. Pues no permanecer pasivo con nos evite apelar a nuestra conciencia o un
su razón, siendo en todo momento legis- abogado que nos dicte las normas a seguir
lador de sí mismo, es ciertamente algo muy en cada momento. Kant retomará este

ISEGORÍA/25 (2001) 295


TEXTOS Y DOCUMENTOS

argumento en la última de sus obras publi- al pueblo por representar un esfuerzo per-
cadas. Me refiero a El conflicto de las facul- sonal» (SdF, Ak. VII, 30).
tades, aparecida en 1798. Allí se refiere Pero el pueblo encuentra en los pre-
con toda mordacidad al papel jugado por ceptos recién enumerados una mala alter-
los médicos, abogados y sacerdotes como nativa para su inclinación a gozar y su aver-
instrumentos del gobierno para manejar sión a cultivarse, por lo que sus reivindi-
a sus administrados. Cualquiera de noso- caciones rezarían más o menos así, según
tros desea indudablemente tener una vida nos dice literalmente Kant: «“Lo que Vds.
tan larga como saludable, además de ver parlotean, señores filósofos, ya lo sabía por
preservado su patrimonio y encontrar algo mi cuenta desde hace mucho tiempo; lo
que nos consuele de la muerte. «Según el que a mí me interesa averiguar de vosotros
instinto natural —escribe Kant—, el médi- en vuestra condición de sabios es más bien
co habría de ser el personaje más impor- esto: ¿cómo podría, aunque hubiese vivido
tante para el hombre, al tratarse de quien como un desalmado, procurar a última
prorroga su vida, luego le seguiría en hora un billete de ingreso al reino de los
importancia el jurista, que se compromete cielos?; ¿cómo podría, aun cuando no
a velar por sus bienes materiales y sólo tuviese razón, ganar mi pleito?, y ¿cómo
en último lugar (casi en el umbral de la podría, aun cuando hubiese usado y abu-
muerte), aun cuando esté en juego la dicha sado a mi antojo de mis fuerzas físicas,
eterna, se buscaría un sacerdote; pues seguir estando sano y tener una larga vida?
incluso éste mismo, por mucho que aprecie Para eso habéis estudiado y debiérais saber
la felicidad del mundo futuro, al no tener más que cualquiera de nosotros, cuya única
ningún testimonio de la misma, le reclama pretensión es la de tener buen juicio”. Da
vehementemente al médico el permanecer la impresión —apostilla el Kant de El con-
un ratito más en este valle de lágrimas» flicto de las facultades— de que el pueblo
(SdF, Ak. VII 23). se dirigiera al especialista como a un adi-
Desgraciadamente, observa Kant, «el vino o a un hechicero familiarizado con
pueblo no cifra su máxima dicha en la liber- las cosas sobrenaturales; pues el ignorante
tad, sino en sus fines naturales», los cuales gusta de forjarse una idea exagerada del
vienen a quedar concretizados en los tres sabio a quien exige algo excesivo. Por eso
aspectos ya señalados, es decir, gozar de resulta fácil presumir que, si alguien se
buena salud, tener a salvo nuestro dinero muestra lo bastante osado como para
y superar de algún modo el temor a la hacerse pasar por taumaturgo, éste con-
muerte. La filosofía, sin embargo, «sólo quistará al pueblo y le hará abandonar con
puede admitir esos deseos a través de pres- desprecio el bando de la filosofía» (SdF,
cripciones tomadas de la razón y, perma- Ak. VII, 30-31), o sea, el de la libertad.
neciendo fiel al principio de libertad, se Esa libertad que propugna la filosofía
limita a sostener aquello que el hombre tiene un alto precio: esforzarse a pensar
debe y puede hacer; vivir honestamente, no por uno mismo sin la guía de un tutor que
cometer injusticias y mostrarse tan mode- nos pueda relevar en tan fastidiosa tarea.
rado en el goce como paciente en la enfer- Como el niño que aprende a caminar, al
medad, ateniéndose sobre todo a la espon- principio el paso es titubeante y resulta
taneidad de la naturaleza; para todo esto inevitable dar algún tropiezo, pero luego
no se requiere, claro está, una gran sabi- el paso se vuelve cada vez más firme y
duría, pues en buena medida todo se redu- seguro. Se trata de combatir la cobarde
ce al hecho de que uno refrene sus incli- pereza que nos impide caminar por nuestra
naciones y confíe la batuta a su razón, algo cuenta y riesgo, sin asir la mano del tutor
que pese a todo no le interesa en absoluto de turno. En 1784 Kant aludía genéri-

296 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

camente a unos tutores que se ofrecen Las facultades de teología, derecho y


voluntarios para dirigir la vida de la gente, medicina representaban para Kant el ala
imposibilitando con ello que abandonen derecha del parlamento universitario, en
su «minoría de edad» y sigan precisando tanto que la de filosofía constituía su ala
andaderas ajenas. Catorce años más tarde izquierda. Mientras que las primeras han
dichos tutores quedan personificados por de salvaguardar los estatutos del gobierno,
antonomasia en los tres colectivos profe- los filósofos representarían algo así como
sionales ya mencionados, a saber: médicos, el partido de una eterna oposición, puesto
jurisconsultos y clérigos, quienes —a su que nunca estarían llamados a ejercer el
modo de ver— se mostrarían extremada- poder, aun cuando siempre deban asesorar
mente propicios a hacerse pasar por tau- a quien lo detenta (cfr. SdF, Ak. VII, 35).
maturgos ante los ojos del pueblo. Al filó- En el artículo secreto de Hacia la paz per-
sofo le tocaría oponérseles públicamente, petua (1794) Kant dejó escrito lo siguiente:
no para derribar sus doctrinas, sino para «No cabe confiar en que los reyes filosofen
desmentir esa fuerza mágica que se les atri- o esperar que los filósofos lleguen a ser
buye de un modo supersticioso. reyes, pero tampoco hay que desearlo, por-
Merced a esa supersticiosa magia el que detentar el poder corrompe inexora-
pueblo cree, por ejemplo, que gracias al blemente aquella libertad que debe carac-
cumplimiento de ciertos ritos o formali- terizar al juicio de la razón. Sin embargo,
es imprescindible que los reyes no hagan
dades religiosas pueden lavarse automá-
desaparecer o acallar a la casta de los filó-
ticamente los más execrables crímenes, con
sofos y que, por el contrario, les dejen
tal de creer a pie juntillas en unas doctrinas
hablar públicamente para que iluminen su
cuyo auténtico significado ni siquiera se
tarea» (ZeF, Ak. VIII, 369). Al entender
intenta comprender jamás o, dentro del
de Kant, ésa es justamente la misión de
ámbito jurídico, que la observancia literal
los filósofos: alumbrar el camino a todos
de una determinada ley nos impida pre-
los demás, ya se trate del gobierno, de los
guntarnos por cuál fue su espíritu inicial teólogos o de los juristas.
y, por lo tanto, si cabe acomodar éste a Suele creerse —comenta Kant— que la
unas nuevas circunstancias, por no hablar filosofía debe oficiar como sirvienta de la
del cuidado de nuestra propia salud, la cual teología, pero no se aclara si debe pre-
es encomendada ciegamente a los facul- cederla con la luz de su antorcha o seguirla
tativos del ramo. Kant derrocha toda su sujetando la cola de su regio manto. «Inclu-
ironía sobre unos tutores que se hallarían so cabría conceder a la facultad de teología
cuando menos tan encadenados como sus la arrogante pretensión de que la filosofía
pupilos a los manuales al uso. Pues el teó- sea su sierva (aunque siempre subsista la
logo bíblico no podría tomar sus doctrinas duda de si ésta precede a su graciosa seño-
de la razón, sino únicamente de la Biblia, ra portando la antorcha o va tras ella suje-
ni el profesor de derecho extraer sus teo- tándole la cola del manto), con tal de que
rías del derecho natural, teniendo que limi- no la despidan o le tapen la boca; pues
tarse a entresacarlas del código civil, al justamente esa modesta pretensión de ser
igual que un médico no habría de funda- libre, tan sólo para descubrir la verdad en
mentar su terapéutica en la fisiología del provecho de cada ciencia, debe recomen-
cuerpo humano, sino que se vería obligado darla ante el propio gobierno como nada
a consultar un vademécum de medicina sospechosa y del todo imprescindible»
convenientemente sancionado por las (SdF, Ak. VII, 28). «El jurista, que tiene
autoridades competentes (cfr. SdF, Ak. como símbolo de su oficio la balanza del
VII, 23). derecho y la espada de la justicia, se sirve

ISEGORÍA/25 (2001) 297


TEXTOS Y DOCUMENTOS

comúnmente de la espada, no sólo para como especialista en el tema, para denun-


mantener apartada de la balanza cualquier ciar las deficiencias que haya detectado y
influencia extraña, sino también para tender a subsanarlas. A la hora de pagar
ponerla en esa balanza cuando no quiere los impuestos, el ciudadano debe hacerlo
que se hunda uno de los platillos; el jurista sin rechistar, porque lo contrario podría
que no es al mismo tiempo filósofo tiene dar lugar a una insumisión fiscal genera-
la enorme tentación de hacer esto, porque lizada, pero eso no es óbice para que pos-
su cometido es aplicar si más las leyes exis- teriormente publique sus alegaciones con-
tentes, mas no indagar si precisan una tra la inconveniencia o injusticia de tales
mejora» (ZeF, Ak. VIII, 69). tributos. De igual modo, las homilías que
un párroco dirige a sus feligreses habrán
de ajustarse al credo profesado por su igle-
3. Uso privado-uso público de la razón: sia, dado que fue aceptado en su seno bajo
¿un antídoto contra las revoluciones? esa condición. Cuanto enseña en función
del puesto que desempeña será presentado
Esta indagación sería el quehacer del filó- como algo con respecto a lo cual él no
sofo, tal como señala Kant en Hacia la es libre para enseñarlo según su propio
paz perpetua (1794) y El conflicto de las criterio, habida cuenta de que ha sido
facultades (1798). Ahora bien, en ¿Qué es emplazado a exponerlo según una pres-
la ilustración? (1784) este papel lo podía cripción ajena, si bien como especialista
ejercer cualquier persona instruida (Ge- en la materia tenga plena libertad para
lehrte) que tuviese una opinión formada exponer a los lectores interesados por el
sobre un determinado asunto. La ilustra- asunto sus discrepancias y juicios perso-
ción sólo requiere libertad, la más inofen- nales al respecto.
siva de las libertades —precisa Kant—, Reparemos en la paradoja que conlleva
libertad para hacer un uso público de la este último ejemplo del distingo kantiano
propia razón, expresando por escrito nues- entre uso público y uso privado de la propia
tras críticas y argumentos ante aquel públi- razón. En cuanto sacerdote no es libre, ni
co que configura el mundo de los lectores tampoco le cabe serlo, al estar ejecutando
(Leserwelt). A este uso público Kant con- un encargo ajeno; en cambio, como alguien
trapone un uso privado, esto es, un uso docto que habla mediante sus escritos al
restringido a cierto ámbito, un uso par- público en general, esto es, al mundo,
ticular y no general. Todo aquel que forme dicho sacerdote disfruta de una libertad
parte de la maquinaria del Estado debe ilimitada para usar públicamente su razón
atenerse a este uso privado, en tanto que y hablar en su propio nombre. Al sarcástico
desempeñe una determinada función o Hamann esta distinción kantiana le pare-
encomienda. Los ejemplos que aduce Kant cerá tan cómica como distinguir entre lo
son el del soldado que cumple una orden, digno de risa y lo risible. «¿Para qué me
el de un ciudadano a la hora de pagar sus sirve —dirá Hamann en Una carta sobre
impuestos y el del sacerdote cuando pre- la ilustración— el traje de fiesta de la liber-
para sus homilías para los miembros de tad, si en casa tengo que llevar el delantal
su parroquia. de la esclavitud?» (cfr. Qué es ilustración,
Que un oficial discutiera la orden Madrid, Tecnos, 1993, p. 35).
impartida por un superior al ir a ejecutarla Sin embargo, Kant sí estaba plenamente
resquebrajaría esa disciplina que requiere convencido de que su distinción entre uso
todo ejército y por ello ha de limitarse a público y uso privado de la razón com-
cumplir sus órdenes, aun cuando luego portaba una indudable ventaja, puesto que
pueda verter sus observaciones por escrito, bien aplicada podía evitar el recurso a la

298 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

revolución. Esto lo vio muy bien Erhard abusa tiránicamente del poder. El más
en su escrito de 1795 Sobre el derecho del mínimo intento en ese sentido supone un
pueblo a una revolución: «es posible —lee- crimen de alta traición y el traidor ha de
mos allí— que las constituciones se adap- ser castigado con la muerte» (MdS, Ak.
ten a los diferentes grados de emancipa- VI, 320). Kant está repitiendo aquí los
ción, impidiendo de este modo la verda- argumentos explicitados en su Teoría y
dera revolución, hasta el extremo de que práctica de 1793: «Toda oposición contra
todo sucede poco a poco e imperceptible- el supremo poder legislativo, cualquier
mente la constitución consigue su correcta incitación que haga pasar a la acción el
forma moral. Igual que se dice que el pue- descontento de los súbditos, todo levan-
blo es culpable de su minoría de edad, tam- tamiento que estalle en rebelión es el delito
bién se puede afirmar del gobierno que supremo y más punible de una comunidad,
él fue el culpable de toda revolución, al porque destruye sus fundamentos. Y esta
no haberse sabido adaptar a la emanci- prohibición es incondicionada, de suerte
pación o no respetar los derechos humanos que, aun cuando el jefe del Estado haya
del pueblo. Feliz es el Estado en donde llegado a violar el contrato originario y a
su gobierno es constantemente tan justo perder con ello, ante los ojos del ciuda-
como para tratar al pueblo en correspon- dano, el derecho a ser legislador por auto-
dencia con lo exigido por la ilustración. rizar al gobierno para que proceda de
En tal Estado ocurre lo que pasa en otros modo absolutamente despótico y tiránico,
a través de la revolución; sin embargo, a a pesar de todo sigue sin estar permitida
este tipo de Estado se llega por la evo- ninguna oposición a título de contravio-
lución producida merced a la ilustración» lencia» (ÜdG, Ak. VIII 299).
(cfr. Qué es ilustración, Madrid, Tecnos, Estas contundentes afirmaciones en
1993, pp. 95 y 97). Kant apuesta decidi- contra de un presunto derecho a rebelarse
damente por la vía de una paulatina refor- contra el despotismo y la tiranía las vierte
ma constitucional que vaya mejorando ésta alguien que, por otra parte, simpatizó
poco a poco y haga superfluo el recurrir abiertamente con los levantamientos de
a un traumático proceso revolucionario. Irlanda o la sublevación de las colonias
«Mediante una revolución —leemos en norteamericanas, además de manifestar un
¿Qué es la ilustración? (Ak. VIII, 36)— qui- encendido entusiasmo hacia los revolucio-
zá se logre derrocar un despotismo per- narios franceses. Pero este doble rasero
sonal, así como la opresión generada por no significa que Kant sea inconsecuente
su codicia y ambición, pero nunca logrará consigo mismo, sino que aplica distintos
establecer una verdadera reforma en el enfoques a un mismo problema. Felipe
modo de pensar» ni emanciparnos, por González Vicén lo explica muy bien en su
tanto, del prejuicio y de la superstición. libro La filosofía del Estado en Kant (La
Al contrario que Erhard, Kant jamás Laguna, 1952): «El problema de resisten-
admitió que un pueblo tuviese derecho cia al poder no es tratado por Kant desde
alguno a la revolución, aunque fuera para el punto de vista histórico de su posible
derrocar a la más execrable de las tiranías. justificación o no justificación, sino sólo
En La metafísica de las costumbres (1797), como un problema de lógica jurídica. Su
Kant afirma tajantemente: «Contra el condena de toda revolución no encierra,
supremo legislador del Estado no hay nin- en realidad, un juicio valorativo; sólo dic-
guna resistencia legítima por parte del pue- tamina que un «derecho» de resistencia
blo; no existe ningún derecho de revolu- es un contrasentido en sí mismo, meras
ción para rebelarse o atentar contra su per- palabras sin contenido alguno» (op. cit.,
sona, ni siquiera bajo el pretexto de que p. 96).

ISEGORÍA/25 (2001) 299


TEXTOS Y DOCUMENTOS

Ahora bien, una cosa es que la revo- como aquél (Prusia) les gustaría realizar
lución, enfocada como un presunto dere- también esa transición, máxime si pudiera
cho a la rebelión del pueblo contra su tira- tener lugar sin una revolución violenta que
no, suponga un absurdo jurídico y otra muy no desean para sí; en parte, porque tam-
distinta es el juicio que Kant emite como poco les va tan mal y, sobre todo, porque
filósofo de la historia, cuando enjuicia des- además el enclave del Estado al que per-
de otro punto de vista los movimientos tenecen tampoco permite otra constitución
revolucionarios de su tiempo, como es el sino la monárquica sin correr el riesgo de
caso de la revolución por antonomasia, es quedar desmembrado por sus vecinos
decir, de la Revolución francesa, que Kant colindantes» (Refl. 8044, Ak. XIX, 604).
califica como un signo inequívoco del pro- Es cierto que Kant aplaude la Revo-
greso moral de la humanidad, a la vista lución francesa e incluso da en conside-
del entusiasmo que suscita en cualquier rarla un hito muy significativo para el pro-
espectador imparcial. En la segunda parte greso moral de la humanidad, pero no es
de El conflicto de las facultades, publicada menos cierto que no está demasiado inte-
en 1798 y que porta el significativo título resado en que Prusia pase por la misma
de Replanteamiento sobre la cuestión de si experiencia. Tampoco hay necesidad, pues
el género humano se halla en constante pro- no le parece tan importante la forma que
greso hacia lo mejor, Kant afirma con toda pueda tener un gobierno como el modo
contundencia lo siguiente: «La revolución de gobernar, es decir, le preocupa sobre
de un pueblo pletórico de espíritu, que todo que gobierne republicana o despó-
estamos presenciando en nuestros días, ticamente y le importa menos que la repre-
puede triunfar o fracasar, puede acumular sentación de su soberanía recaiga en uno
miserias y atrocidades en tal medida que solo (autocracia), en varios (aristocracia)
cualquier hombre sensato nunca se deci- o en toda la sociedad civil (democracia).
diese a repetir un experimento tan costoso, Es más, el se decanta por un monarca ilus-
aunque pudiera llevarlo a cabo por segun- trado como Federico II, que se considere
da vez con fundadas expectativas de éxito a sí mismo «el primer servidor del Estado»
y, sin embargo, esa revolución —a mi modo (cfr. ZeF, Ak. VIII, 352) y gobierne con
de ver— encuentra en el ánimo de todos un espíritu representativo, cumpliendo con
los espectadores (que no están compro- el deber que Kant impone a todos los
metidos en el juego) una simpatía rayana monarcas, quienes, «aunque manden auto-
en el entusiasmo, cuya manifestación lleva cráticamente, deben gobernar pese a todo
aparejado un riesgo, que no puede tener de modo republicano, esto es, deben tratar
otra causa que una disposición moral en al pueblo de acuerdo con principios con-
el género humano» (SdF, Ak. VIII, 84). formes a las leyes de la libertad, tales como
Eso sí, en una de sus Reflexiones iné- las que un pueblo se prescribiría a sí mismo
ditas, Kant celebra que dicha revolución en la madurez de su razón» (SdF, Ak. VII,
haya tenido lugar bastante lejos de su terri- 90).
torio. Al contemplar a un pueblo gober- Para gobernar de un modo republicano
nado antes por el absolutismo y cuya repu- y promulgar este tipo de leyes, el soberano
blicanización conlleva las mayores tribu- contaría con la ficción heurística del pacto
laciones, el espectador de la Revolución social que fundamenta toda sociedad civil.
francesa queda embargado por un vivo Esta idea regulativa de un contrato social
entusiasmo que le hace desear ardiente- originario tendría una indudable realidad
mente la consecución de tal empresa, «has- práctica, «la de obligar a todo legislador
ta el punto de que incluso a los habitantes a que dicte sus leyes como si éstas pudieran
de un Estado gobernado más o menos haber emanado de la voluntad unida de

300 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

todo un pueblo, pues ahí se halla la piedra cándole que tenga en cuenta los derechos
de toque de la legitimidad de toda ley del pueblo; lo cual no puede tener lugar
pública» (ÜdG, Ak. VIII, 297). Un sobe- sino por el camino de la publicidad» (SdF,
rano así sabría, claro está, que no es un Ak. VII, 89).
ser sobrehumano dotado de inspiración Antes, en la primera sección del mismo
celestial y, en orden a enmendar sus posi- escrito, Kant ha subrayado el hecho de que
bles errores legislativos, vería con agrado «la facultad de filosofía no puede verse
que todos los ciudadanos estuvieran facul- anclada por una interdicción del gobierno
tados para dar «a conocer públicamente sin que éste actúe en contra de su auténtico
su opinión acerca de lo que le parezca propósito. Sólo a los eclesiásticos, juriscon-
injusto con la comunidad en las disposi- sultos o médicos puede prohibírseles que,
ciones del soberano». A juicio de Kant, en el ejercicio de sus respectivas funciones,
«todo hombre tiene unos derechos inalie- contradigan públicamente las doctrinas
nables a los que no podría renunciar aun- que les han sido confiadas por el gobierno
que quisiera y sobre los cuales él mismo y se arroguen el papel del filósofo. Si los
está perfectamente capacitado para juz- predicadores o los magistrados se dejaran
gar». Por ello dictamina que «la libertad llevar por el antojo de comunicar al pueblo
de pluma es el único paladín de los dere- sus reparos y dudas frente a la legislación
chos del pueblo» (ÜdG, Ak. VIII 304) y eclesiástica o civil, le harían sublevarse con
el único camino que permite introducir las ello en contra del gobierno» (SdF, Ak. VII,
reformas necesarias para evitar una trau- 28-29). Sólo la filosofía ha de ser «inde-
mática revolución. pendiente de los mandatos del gobierno
Esta «libertad de pluma» la tendría que con respecto a sus doctrinas y ha de tener
poder ejercer cualquier ciudadano, pero la libertad, no de dar orden alguna, pero
es algo inexcusable para el filósofo, cuya sí de juzgar todo cuanto tenga que ver con
tarea consistiría en ilustrar al pueblo, a la los intereses científicos, o sea, con la ver-
par que asesora con sus razonamientos al dad, terreno en el que la razón debe tener
gobierno. «La ilustración del pueblo —es- el derecho de expresarse públicamente, ya
cribe Kant en la segunda parte de El con- que sin ello la verdad nunca llegaría a
flicto de las facultades— consiste en la ins- manifestarse en perjuicio del propio
trucción pública del mismo respecto a sus gobierno» (SdF, Ak. VII, 19-20).
derechos y deberes para con el Estado al
que pertenece. Ahora bien, como aquí sólo
se trata de los derechos naturales deriva- 4. La ingrata experiencia de Kant
dos del más elemental sentido común, sus con la censura prusiana
divulgadores e intérpretes no son los juris-
tas designados oficialmente por el gobier- Kant reclama con ardor esta libertad para
nos, sino aquellos otros que van por libre, el quehacer del filósofo, porque él mismo
o sea, los filósofos, quienes justamente por había sido víctima de la censura prusiana.
permitirse tal libertad son piedra de escán- En 1793 no pudo publicar en la Berlinische
dalo para el Estado y se ven desacredi- Monatsschrift lo que luego se convertiría
tados, como si supusieran por ello un peli- en el segundo capítulo de La religión dentro
gro, bajo el nombre de enciclopedistas o de los límites de la mera razón (1793) y
instructores (Aufklärer) del pueblo, por Kant se las ingenió para burlar a los cen-
más que su voz no se dirija confidencial- sores berlineses obteniendo el plácet para
mente al pueblo (que bien escasa o ninguna imprimirlo en otro lugar ese mismo año.
constancia tiene de sus escritos), sino que Entonces el sucesor de Federico el Gran-
se dirige respetuosamente al Estado, supli- de, que había muerto en 1786, le mandó

ISEGORÍA/25 (2001) 301


TEXTOS Y DOCUMENTOS

estas líneas que fueron redactadas por poltrona ministerial y esta indignación se
Wöllner, un clérigo que oficiaba como refleja en el primer borrador del prólogo
ministro de asuntos religiosos: «Nuestra a La religión, un texto que hubo de pulir
alta persona ha venido observando con hasta tres veces antes de hallar el tono ade-
enorme desagrado desde hace ya algún cuado para su publicación. En esa primera
tiempo cómo abusáis de vuestra filosofía versión Kant se olvida por completo de
para deformar y profanar algunos princi- hacer cualquier concesión a la diplomacia
pios capitales de la Sagrada Escritura y y derrocha una enorme mordacidad, iro-
del cristianismo, como lo habéis hecho en nizando acerca del deber que habría de
vuestro libro La religión dentro de los límites observar todo buen ciudadano, y en par-
de la mera razón. A vos mismo se os debe ticular el filósofo, de no inmiscuirse para
alcanzar cuán irresponsablemente habéis nada en los derechos ostentados por una
obrado con ello en contra de vuestro deber fe revelada, «máxime cuando esa intromi-
como maestro de la juventud y en contra sión se halla bajo la custodia e incluso la
de nuestras intenciones como soberano. interpretación de ciertos funcionarios que
Exigimos vuestra pronta y concienzuda no tienen necesidad alguna de razonar,
rectificación y esperamos que no volváis sino tan sólo de ordenar cómo debe juz-
a cometer ninguna otra falta de este tipo, garse conforme a esa fe y profesarla públi-
sino que, por el contrario, apliquéis vuestro camente. Este privilegiado colectivo tam-
ascendiente y vuestro talento a secundar bién cuenta, sin embargo, con límites a su
nuestros propósitos; de no ser así, vuestra competencia, cual es la no intromisión en
reticencia habrá de contar irremisiblemen- la actividad profesional del filósofo y pre-
te con ingratas disposiciones» (SdF, Ak. tender demostrar o impugnar sus dogmas
VII, 6). mediante la filosofía; alguno de tales fun-
En su respuesta Kant alega que las cionarios debiera comprender que no es
facultades universitarias «sí son libres para ésa su misión y desistir así de su imper-
juzgar públicamente en conciencia según tinencia» (Ak. XX, 427-428).
su leal saber y entender; únicamente los Su indignación va subiendo de tono y
maestros del pueblo situados en escuelas hacia el final del mencionado borrador iné-
y púlpitos quedan ligados a lo sancionado dito afirma: «Si se sigue por ese camino
para su exposición pública por parte de y se confiere al clero, además del poder
la autoridad gubernamental, lo que por que le ha sido concedido para llevar a cabo
otra parte no ha de ser sino el resultado su tarea, el privilegio de someter todo a
del debate mantenido por las facultades su examen, reconociéndosele asimismo el
cualificadas para ello (la teológica y la filo- derecho de juzgar si algo es o no asunto
sófica); el soberano no sólo debe aprobar de su competencia por encima de la ins-
ese debate, sino que tiene el derecho a tancia de cualquier otro tribunal, todo está
exigirles que pongan en conocimiento del perdido para las ciencias y pronto retor-
gobierno mediante sus escritos todo cuan- naríamos a los tiempos de los escolásticos,
to consideren provechoso a tal efecto» cuando no cabía ninguna otra filosofía sal-
(SdF, Ak. VII, 7). Para Kant no es lícito vo la modelada de acuerdo con los prin-
despojar a los filósofos del «deber de velar cipios aceptados por la Iglesia o, como en
porque, si bien no se diga públicamente la época de Galileo, la única astronomía
toda la verdad, sí sea verdad todo lo que posible será la consentida por el teólogo
se diga y sea establecido como principio» bíblico de turno, que nada entiende de esa
(SdF, Ak. VII, 32). materia» (Ak. XX, 431-432). Este inciden-
A Kant le indignó enormemente que te con la censura de su tiempo es lo que
un clérigo censurase sus escritos desde su le hará escribir poco después El conflicto

302 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

de las facultades, donde la filosofía reclama no cabe razonar, sino que uno ha de obe-
del gobierno «limitarse a no estorbar el decer. Sin embargo, en cuanto esta parte
progreso del conocimiento y las ciencias» de la maquinaria sea considerada como
(SdF, Ak. VII, 20 nota), dado que la razón miembro de una comunidad global e inclu-
ha de tener el derecho a expresarse públi- so cosmopolita y, por lo tanto, se considere
camente, al margen de cualquier interdicto su condición de docto que se dirige sen-
gubernamental. satamente a un público mediante sus escri-
Al no poder publicar en la revista de tos, entonces resulta obvio que puede razo-
Berlín su escrito sobre la religión, Kant lo nar sin afectar con ello a esos asuntos en
sustituye por otro, cuyo título es En torno donde se vea parcialmente concernido
al tópico: «tal vez eso sea correcto en teoría, como miembro pasivo» (Ak. VIII, 37). En
pero no sirve para la práctica», aunque suele realidad Kant está transfiriendo al ámbito
ser citado con el de Teoría y práctica (1793). político el mismo esquema con que su teo-
En la segunda parte de dicho trabajo cabe ría moral ha solventado el espinoso pro-
leer lo siguiente: «En toda comunidad tiene blema de la libertad.
que haber una obediencia sujeta al meca- Recordemos cómo resuelve Kant en su
nismo de la constitución estatal, con arreglo Crítica de la razón práctica (1788) el pro-
a leyes coactivas que conciernen a todos, blema de la libertad. Cualquiera de noso-
pero a la vez tiene que haber un espíritu tros está inmerso, en cuanto fenómeno, en
de libertad, en donde cada cual, por lo que una inexorable cadena causal cuyos esla-
atañe al deber universal de la humanidad, bones va trabando el transcurso temporal
exige verse convencido de que tal coacción conforme al mecanicismo de la naturaleza,
es legítima, para no incurrir en una con- pero al mismo tiempo nos cabe conside-
tradicción consigo mismo. La obediencia rarnos, en cuanto noúmenos, como seres
sin el espíritu de libertad es la causa de libres cuya voluntad moral es capaz de for-
todas las sociedades secretas. Pues el comu- jar leyes autónomamente, al margen de
nicarse unos con otros es una vocación cualquier determinación o condiciona-
natural de la humanidad, sobre todo en lo miento causal (cfr. KpV, Ak. V, 114). De
que concierne al ser humano en general; igual modo, considerado como una parte
por lo tanto, las asociaciones clandestinas de la maquinaria del Estado, el ciudadano
dejarían de existir, si se propiciara esa liber- debe limitarse a obedecer los dictados del
tad. Y ¿por qué otro medio podría el gobierno al desempeñar el encargo que se
gobierno alcanzar los conocimientos que le ha encomendado, pero como miembro
favorecen su propio propósito más esencial, de una comunidad global o cosmopolita
salvo permitiendo que se manifieste tal tiene todo el derecho a expresar pública
espíritu de libertad?» (ÜdG, Ak. VIII, 304). y libremente sus opiniones para ir mejo-
Como puede apreciarse, Kant está reco- rando con ellas la legislación vigente.
giendo aquí la distinción entre uso privado Haciendo gala de semejante libertad,
y uso público de la razón acuñada en ¿Qué Kant denuncia en Qué es la ilustración algu-
es la ilustración? «En algunos asuntos enca- nas cosas que son sencillamente intolera-
minados al interés de la comunidad se hace bles, como el decidir que una determinada
necesario un cierto automatismo, merced confesión religiosa se autoproclame como
al cual ciertos miembros de la comunidad la única fe verdadera e intente imponer
tienen que comportarse pasivamente para para siempre a todos los ciudadanos ciertos
verse orientados por el gobierno hacia fines dogmas de su credo. «Yo mantengo —nos
públicos mediante una unanimidad artifi- dice Kant— que tal cosa es completamente
cial o, cuando menos, no perturben la con- imposible. Semejante contrato, que daría
secución de tales metas. Desde luego, aquí por cancelada para siempre cualquier ilus-

ISEGORÍA/25 (2001) 303


TEXTOS Y DOCUMENTOS

tración ulterior del género humano, es nes, enjuiciándola públicamente» (ÜdG,


absolutamente nulo e inválido, y seguiría Ak. VIII, 305).
siendo así, aun cuando quedase ratificado «Lo que a un pueblo no le resulta lícito
por el poder supremo, la dieta imperial decidir sobre sí mismo, menos aún le cabe
y los más solemnes tratados de paz. Una decidirlo a un monarca sobre el pueblo
época no puede aliarse y conjurarse para —leemos también en Qué es la ilustra-
dejar a la siguiente en un estado en que ción— porque su autoridad legisladora
no le haya de ser posible ampliar sus cono- descansa precisamente en que reúne la
cimientos, rectificar sus errores y, en gene- voluntad íntegra del pueblo en la suya pro-
ral, seguir avanzando hacia la ilustración. pia» (Ak. VIII, 39-40). El soberano debe
Tal cosa supondría un crimen contra la dejar que los ciudadanos hagan cuanto
naturaleza humana, cuyo destino primor- consideren oportuno para la salvación de
dial consiste justamente en ese progresar; su alma, pues esto es algo que no le incum-
y la posteridad estaría, por lo tanto, per- be de modo alguno; en cambio sí le com-
fectamente legitimada para recusar aquel pete impedir que unos perturben violen-
acuerdo adoptado de un modo tan incom- tamente a otros al buscar su propia sal-
petente como ultrajante. La piedra de vación o su propia felicidad, porque su
toque de todo cuanto puede acordarse misión es crear un marco jurídico de con-
como ley para un pueblo se cifra en esta vivencia donde cada cual pueda «buscar
pregunta: ¿acaso podría un pueblo impo- su bienestar según le plazca, siempre y
nerse a sí mismo semejante ley?» (Ak. cuando ello sea compatible con la libertad
VIII, 39). Hay cosas que, a juicio de Kant, ajena» (Idee, Ak. VIII 28), dado que la
«vulneran y pisotean los sagrados derechos búsqueda de la felicidad es una tarea per-
de la humanidad», como el estipular la per- sonal e intransferible. Kant se opone
sistencia de un credo que nadie pudiera rotundamente a un gobierno paternalista
poner en duda públicamente. que adoptara como principio de su legis-
lación la benevolencia para con el pueblo
Ésta es una tesis que Kant no se cansará
y se comportara con los ciudadanos como
de repetir, como podemos comprobar si
un padre lo hace con sus hijos, dando en
acudimos a Teoría y práctica o a La meta-
considerar a los ciudadanos como unos
física de las costumbres. «Lo que un pueblo
niños que, al ser menores de edad, son
no puede decidir sobre sí mismo, tampoco
incapaces de distinguir lo que más les con-
puede decidirlo el legislador sobre el pue-
viene y por eso se ven obligados a esperar
blo», aducirá Kant en 1793 (ÜdG, Ak. VIII,
que su jefe de Estado determine arbitra-
304) y en 1798 (MdS, Ak. VI, 327), para riamente cómo deban ser felices. Un
poner en cuestión que ninguna ley pueda gobierno así le parece a Kant «el mayor
disponer la perdurabilidad indefinida de despotismo imaginable» (ÜdG, Ak. VIII,
cierta constitución eclesiástica, como si 290-291), tal como señala en Teoría y
unos determinados artículos de fe y una práctica.
determinada liturgia pudieran valer para
siempre. A juicio de Kant no sería lícito
prohibir a la posteridad el enmendar posi- 5. «El siglo de Federico»
bles errores y por ello resulta claro que
tal proceder atentaría contra el destino y Kant estaba convencido de no padecer ese
los fines de la humanidad; «en consecuen- despotismo. Cuando en ¿Qué es la ilustra-
cia, una ley así dictada no se ha de con- ción? se pregunta si acaso se vivía entonces
siderar como la genuina intención del en una época ilustrada, responde a renglón
monarca y por ello cabe ponerle objecio- seguido que ciertamente no, aunque sí

304 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

cupiera calificarla como una «época de ilus- (cfr. Qué es ilustración, Madrid, Tecnos,
tración», a la que también se podría llamar 1993, pp. 33-34).
«el siglo de Federico» (Ak. VIII, 40). Fede- Desde luego, como ya hemos visto
rico II de Prusia es descrito aquí por Kant Federico Guillermo II, el sucesor de Fede-
como «un príncipe que no considera indig- rico el Grande, sólo consiguió que Kant
no de sí reconocer como un deber suyo el se reafirmará en estas opiniones y echará
no prescribir a los hombres nada en cues- de menos a ese monarca ilustrado, que
tiones de religión, sino que les deja plena accedió al trono en 1740, justo el mismo
libertad para ello e incluso rehúsa el altivo año en que Kant se matriculó en la Uni-
nombre de tolerancia». Un príncipe así —si- versidad Albertina de Königsberg. El
gue diciendo— «es un príncipe ilustrado padre de Federico II, Federico Guillermo
y merece que el mundo y la posteridad se I, se había ganado el apodo de «Rey-Sar-
lo agradezcan, ensalzándolo por haber sido gento», porque los únicos gastos en que
el primero en haber librado al género no reparaba era el dinero destinado a sus
humano de la minoría de edad, cuando regimientos y, por añadidura, cifraba su
menos por parte del gobierno, dejando libre mayor orgullo en reclutar para sus tropas
a cada cual para servirse de su propia razón a soldados de una elevada estatura. Una
en todo cuanto tiene que ver con la con- de sus mayores hazañas intelectuales fue
ciencia» (Ak. VIII, 41). desterrar al filósofo que había populari-
Federico el Grande no sólo se habría zado el pensamiento leibniziano, Christian
mostrado muy liberal en materia de reli- Wolff, por entender que sus teoría en torno
gión, sino que tampoco se habría mostrado al libre albedrío podrían llegar a favorecer
reticente a favorecer una libre opinión en la deserción entre sus huestes. A pesar de
cuestiones políticas, al darse cuenta de haberlo intentado, el «Rey-Sargento» no
que, «incluso con respecto a su legislación, logró erradicar las inclinaciones literarias
tampoco entraña peligro alguno el consen- y la sensibilidad artística mostradas por el
tir a sus súbditos que hagan un uso público heredero de la corona.
de su propia razón y expongan pública- Federico era un monarca bastante atí-
mente al mundo sus pensamientos sobre pico. Le gustaba escribir versos y compo-
una mejor concepción de dicha legislación, ner una música que luego interpretaba él
aun cuando critiquen con toda franqueza mismo con su célebre flauta. En la corres-
la que ya ha sido promulgada». Según el pondencia mantenida con su admirado
Kant de 1784, Federico II sería todo un Voltaire aseguraba haber preferido ser un
pionero en este campo, porque ningún simple filósofo en lugar de rey. De hecho,
monarca le habría precedido en ese pro- publicaba sus obras como las del «Filósofo
ceder. Se trataría de un príncipe ilustrado de Sans-Souci», el palacio que se había
que «no teme a las sombras», al disponer hecho construir en Postdam, para huir de
de «un cuantioso y bien disciplinado ejér- la corte berlinesa. Y, antes de acceder al
cito para garantizar la tranquilidad pública trono, redactó una obra titulada Antima-
de los ciudadanos». Cuando leyó estas quiavelo, donde se propuso refutar capítulo
líneas, la cáustica pluma de Hamann les por capítulo las tesis de El príncipe de
dedicó este comentario: «¿Con qué con- Maquiavelo. Esta obra fue concebida como
ciencia puede reprochar un especulador, una especie de catecismo ético para gober-
apoltronado detrás de la estufa y con el nantes, pero jamás la hubiera publicado
gorro de dormir calado hasta los ojos, la una vez que se unció la corona, si no hubie-
cobardía del menor de edad, si su ciego ra sido por el empeño de Voltaire, quien
tutor tiene como fiador de su infalibilidad por otra parte la rescribió hasta convertirla
un ejército ingente y bien disciplinado?» en una obra conjunta. Muchos pensadores

ISEGORÍA/25 (2001) 305


TEXTOS Y DOCUMENTOS

europeos creyeron que Federico podía otros; ¿qué efectos producirían en el públi-
encarnar al Filósofo Rey soñado por Pla- co sus lecciones? Si ocho décimas partes
tón, pero Federico prefirió tomar como su de la nación, ocupadas en conseguir vivir,
modelo más bien a Marco Aurelio e inten- no leen nada; si otra décima no se aplica
to establecer su propia pax romana ponién- a ello por frivolidad, por libertinaje o por
dose a la cabeza de su ejército para con- ineptitud, se deduce de todo ello que el
quistar los territorios vecinos. «Pronto se buen sentido del que es capaz nuestra
vio, nos dice Voltaire, que Federico II, rey especie no puede residir más que en la
de Prusia, no era tan enemigo de Maquia- menor parte de una nación y que el resto
velo, como el príncipe heredero había no es susceptible de ello. Por tanto, estas
parecido serlo.» Y Rousseau le dedicó este consideraciones me llevan a creer que la
díptico: «Su gloria y su provecho, he ahí credulidad, la superstición y el temor timo-
su Dios y su ley. Pues piensa como filósofo rato de las almas débiles se impondrán
y se comporta como Rey.» siempre en la balanza del público, que el
Es verdad que Federico, tal como le dice número de los filósofos será pequeño y
a D’Alambert en 1770, decía cosas como que siempre una superstición cualquiera
éstas: «Yo creo que es bueno ilustrar a dominará el universo; es un gasto estéril
los hombres. Combatir el fanatismo es intentar ilustrar y, frecuentemente, esa
desarmar al monstruo más cruel y sangui- empresa es peligrosa para quienes se
nario» (Carta del 3 de abril de 1770 cit. encargan de ella. Hay que contentarse con
en ¿Es conveniente engañar al pueblo?, ser sabio para uno mismo, si se puede serlo,
p. 19). Pero también que veía ciertas difi- y abandonar al vulgo a su error, tratando
cultades para realizar esa tarea y librar a de apartarlo de los crímenes que alteran
los hombres de la superstición asentada el orden de la sociedad» (Carta del 8 de
en absurdas fábulas religiosas. En otra de enero de 1770 cit. en ¿Es conveniente enga-
sus cartas cruzadas con D’Alambert escri- ñar al pueblo?, pp. 16-17).
be lo siguiente: «La condición humana y En 1777 Federico sugiere a Fornay, el
el trabajo diario suponen un serio impe- secretario perpetuo de la Academia ber-
dimento para ilustrar a los hombres y hacer linesa, que promueva un concurso (algo
que superen los prejuicios de la educación. muy en boga por la época como testimo-
Tomemos cualquier monarquía y descon- nian los dos célebres discursos de Rous-
temos primero a los labradores, trabaja- seau) para fomentar ensayos en torno al
dores manuales, artesanos y soldados; nos tema ¿Puede ser útil engañar al pueblo? Un
quedarán unas cincuenta mil personas año después, en 1778, la Real Academia
entre hombres y mujeres; de ellas, descon- de Ciencias y Letras de Berlín convoca un
temos la mitad; el resto lo compondrá la concurso para responder a esta pregunta:
nobleza y la buena burguesía; de ellos, exa- «¿Puede ser útil para el pueblo algún tipo
minemos cuántos espíritus no cultivados de engaño, ya sea que consista en inducir
habrá, cuántos imbéciles, cuántas almas a nuevos errores o bien en mantenerlo en
pusilánimes, cuántos libertinos, y de ese los antiguos?» No habrá sólo un premio,
cálculo resultará aproximadamente que, de sino dos. Cuando en 1780 se falla el doble
lo que se llama una nación civilizada, ape- premio, recayendo sobre Rudolf Zacharias
nas encontraréis mil personas doctas, y aun Becker y Frédéric de Castillon, todo el
entre ellas, ¡qué diferencia de ingenio! mundo sabe que se ha querido contentar
Suponed, pues, que fuera posible que estos a Federico y que por eso se ha premiado
mil filósofos tuvieran todos ellos idéntico también al segundo, a pesar de haber gus-
sentimiento y estuvieran también tan des- tado más el primero. Éste había respon-
provistos de prejuicios los unos como los dido negativamente, pero el otro había

306 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

desgranado argumentos para mostrar cuán José Luis Villacañas), Barcelona, Alba
útil puede resultar engañar al pueblo. He Editorial, 1999.
aquí cómo era ese monarca ilustrado en
el que Kant depositó tantas esperanzas C) Otros escritos de Kant estrechamente
para ilustrar al pueblo y hacer valer sus relacionados con el texto
derechos con arreglo a la dignidad propia
de todo hombre. — Ideas para una historia universal en
clave cosmopolita y otros escritos sobre filo-
sofía de la historia (traducción de Roberto
BIBLIOGRAFÍA Rodríguez Aramayo y Concha Roldán),
Madrid, Tecnos, 1994, pp. 3-23 [Idee
A) Edición del texto en alemán (1784)].
— Teoría y práctica (traducción de Juan
— «Beantwortung der Frage: Was ist Miguel Palacios, Manuel Francisco Pérez
Aufklärung?», en Kants Werke. Akade- López y Roberto Rodríguez Aramayo),
mie-Textausgabe, vol. VIII, Berlin, Walter Madrid, Tecnos, 1986 (reimp. 1993),
de Gruyter, 1968, pp. 35-42. pp. 36-48 [ÜdG (1793)].
— «Was ist Aufklärung? Beiträge aus der — Hacia la paz perpetua. Un esbozo filo-
Berlinischen Monatsschrift (In Zussammen- sófico (traducción, introducción y notas de
arbeit mit Michael Albrecht, ausgewählt, Jacobo Muñoz), Madrid, Biblioteca Nue-
eingeleitet und mit Anmerkungen verse- va, 1999, pp. 109-110 [ZeF (1794)].
hen von Norbert Hisnke), Darmstadt, Wis- — La contienda entre las facultades de
senschaftlicher Buchgesellschaft, 1981. filosofía y teología (versión castellana de
Roberto R. Aramayo, con un estudio pre-
liminar de José Gómez Caffarena),
B) Traducciones previas al castellano Madrid, Trotta, 1999, passim [SdF (1798)].
— «Replanteamiento sobre la cuestión
1. «¿Qué es la ilustración?» (traduc- de si el género humano se halla en con-
ción de Eugenio Ímaz), en KANT, E., Filo- tinuo progreso hacia lo mejor», en KANT, I.,
sofía de la historia, El Colegio de México, Ideas para una historia universal en clave
1941; reimpresa luego en el FCE a partir cosmopolita y otros escritos sobre filosofía
de 1978. de la historia (traducción de Roberto
2. «Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Rodríguez Aramayo y Concha Roldán),
la ilustración?» (traducción de Emilio Madrid, Tecnos, 1994, pp. 86-96 [SdF
Estiú), en KANT, E., Filosofía de la Historia, (1798)].
Buenos Aires, Nova, 1964. — Kant. Antología (edición de Roberto
3. «Respuesta a la pregunta: ¿Qué es R. Aramayo), Barcelona, Península, 1991,
ilustración?» (traducción de Agapito pp. 100-107 y 163-174.
Maestre y José Romagosa), en ¿Qué es la
ilustración?, Madrid, Tecnos, 1988.
4. «Respuesta a la pregunta: ¿Qué es D) Otras ediciones castellanas de Kant
ilustración?» (traducción de J. B. Llinares), relativas a su filosofía práctica
en Materials de Filosofia, 4, Universitat de
València, 1991. — Fundamentación para una metafísica
5. «Respuesta a la pregunta: ¿Qué es de las costumbres (versión castellana, estu-
ilustración?» (traducción de Javier Alco- dio preliminar, notas e índices de Roberto
riza y Antonio Lastra), en KANT, I., En R. Aramayo), Madrid, Alianza Editorial,
defensa de la Ilustración (introducción de 2001 [Grundl. (1785)].

ISEGORÍA/25 (2001) 307


TEXTOS Y DOCUMENTOS

— Crítica de la razón práctica (versión sión castellana y notas de Roberto


castellana, estudio preliminar, notas e índi- R. Aramayo), Madrid, Centro de Estu-
ces de Roberto R. Aramayo), Madrid, dios Constitucionales, 1995; introduc-
Alianza Editorial, 2000 [KpV (1788)]. ción, pp. xv-lii.
— La religión dentro de los límites de ARAMAYO, Roberto R. (1992), Crítica de
la mera razón (traducción, prólogo y notas la razón ucrónica. Estudios en torno a
de Felipe Martínez Marzoa), Madrid, las aporías morales de Kant (con pról.
Alianza Editorial, 1991 [Rel. (1793)]. de Javier MUGUERZA), Madrid, Tecnos,
— La metafísica de las costumbres (tra- caps. 8, 9, 12, 13 y 15.
ducción de Adela Cortina y Jesús Conill; — (1997), La Quimera del Rey Filósofo, Ma-
estudio preliminar de Adela Cortina), drid, Taurus, caps. IV y V, pp. 71-132.
Madrid, Tecnos, 1989 [MdS (1797)]. — (2001), Immanuel Kant. La utopía
— Antropología en sentido pragmático moral como emancipación del azar,
(traducción de José Gaos), Madrid, Revis- Madrid, Edaf, pp. 100-131.
ta de Occidente, 1935; reimp. en Madrid, ARAMAYO, Roberto R.; MUGUERZA, Javier,
Alianza Editorial, 1991 [Anthropologie y ROLDÁN, Concha (eds.), La paz y el
(1798)]. ideal cosmopolita de la ilustración. A pro-
— Antropología práctica (edición prepa- pósito del bicentenario de «Hacia la paz
rada por Roberto Rodríguez Aramayo), perpetua» de Kant, Madrid, Tecnos,
Madrid, Tecnos, 1990. 1996, caps. 5, 9 y 14.
— Sobre pedagogía (traducción de ARAMAYO, Roberto R., y ONCINA, Faustino
Lorenzo Luzuriaga), Madrid, Daniel (eds.), Ética y antropología: un dilema
Jorro, 1911; reimp. (con prólogo y notas kantiano, Granada, Comares, 1999,
de Mariano Fernández) en Madrid, Akal, caps. 1, 2, 3 y 9.
1983.
ARAMAYO, Roberto R., y VILAR, Gerard
— Lecciones de Ética (versión castella-
(eds.), En la cumbre del criticismo. Sim-
na de Roberto Rodríguez Aramayo y Con-
posio sobre la «Crítica del Juicio» de Kant,
cha Roldán; estudio introductorio de
Barcelona, Anthropos, 1992,
Roberto Rodríguez Aramayo), Barcelona,
pp. 169-216 y 243-295.
Crítica, 1988.
MUGUERZA, Javier, «La indisciplina del
espíritu crítico (Una perspectiva filosó-
fica)», en TORRES SANTOMÉ, J. (ed.), Vol-
E) Literatura secundaria sobre Kant
ver a pensar la educación, vol. I, La Coru-
y la Ilustración
ña-Madrid, Morata, 1995, pp. 17-33.
Diccionario histórico de la ilustración, — «Kant y el sueño de la razón», en THIE-
Madrid, Alianza Editorial, 1998, pp. 415 BAUT, Carlos (ed.), La herencia ética de
y ss. la ilustración, Barcelona, Crítica, 1991,
¿Es conveniente engañar al pueblo? Política pp. 9-36.
y filosofía en la ilustración (edición crí- MUGUERZA, Javier, y RODRÍGUEZ ARAMA-
tica, traducción, notas y estudio preli- YO, Roberto (eds.), Kant después de
minar de Javier de Lucas), Madrid, Cen- Kant. En el bicentenario de la «Crítica
tro de Estudios Constitucionales, 1991; de la razón práctica», Madrid, Tecnos,
correspondencia entre Federico II y 1989, caps. 12, 13, 14 y 15.
D’Alambert, pp. 15-22. SEOANE, presentación a su antología de tex-
FEDERICO II DE PRUSIA Y VOLTAIRE, Anti- tos titulada La ilustración olvidada,
maquiavelo, o refutación del Príncipe de Madrid, Fondo de Cultura Económica,
Maquiavelo (estudio introductorio, ver- 1999, pp. 15-56.

308 ISEGORÍA/25 (2001)


TEXTOS Y DOCUMENTOS

VALDECANTOS, Antonio, «El uso público de ilustración y la sociedad moderna»,


las humanidades», en MAS, Salvador, y en ARAMAYO, Roberto R.; MUGUERZA,
VEGA, Luis (eds.), Homenaje a Emilio Javier, y VALDECANTOS, Antonio (eds.),
Lledó (en vías de publicación). El individuo y la historia, Barcelona,
VILLACAÑAS, José Luis, «Del público a Paidós, 1995, pp. 187-213.
la masa: la experiencia kantiana de la

ISEGORÍA/25 (2001) 309

You might also like