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Toda relación jurídica media entre sujetos, que son los titulares de los derechos y los
deberes correspondientes a aquella relación. El titular es, ciertamente, sujeto de aquel
derecho, pero para poder serlo de aquel, ha de ser, antecedentemente, sujeto de derechos, o
lo que es lo mismo, ha de ser persona. Son personas, en primer lugar, y por antonomasia,
todos los seres humanos, hombres y mujeres. Hoy, en nuestro ordenamiento, como en el de
todos los países civilizados, todo hombre es sujeto de derechos. Suprimidas la esclavitud y
la muerte civil, la calidad de ser humano asume inmediatamente la de persona, y en
consecuencia la de sujeto. Como exige la Declaración universal de los derechos humanos
“todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad
jurídica”. El Derecho concede aptitud para ser titular de derechos y obligaciones a los
grupos y a ciertos fines humanos institucionalizados que cumplan los requisitos legales: son
conocidos con el nombre de personas jurídicas y a ellos nos referiremos en otro lugar.
La dignidad del hombre implica en él la posesión ineludible de unos bienes jurídicos
resultantes inmediatamente de ese “ser persona” implícito en su ser mismo. Frente a las
personas que son los únicos posibles sujetos de derechos los demás entes tienen para el
Derecho la condición de objeto, medios ordenados a la satisfacción de necesidades e
intereses humanos.
El artículo 29, tras establecer que el nacimiento determina la personalidad, continúa: pero el
concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean favorables, siempre que
nazca con las condiciones que expresa el artículo siguiente. De modo que la existencia del
meramente concebido en el claustro materno no es irrelevante para el ordenamiento. Este
deja pendiente el derecho que se le atribuirá o podrá adquirir cuando nazca. Con ocasión de
leyes que despenalizan la interrupción voluntaria del embarazo, no han faltado quienes
defiendan la consideración de persona para el ser humano desde el momento de la
concepción, como premisa para exigir respeto absoluto a su derecho a la vida. Otra cosa es
el reconocimiento que el embrión merece como vida humana. Dice el TC que la vida del
nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental, constituye un bien jurídico cuya
protección encuentra fundamento constitucional, pero sin que pueda afirmarse que el
nasciturus sea el titular de este derecho fundamental. La STC de 116/1999 de 17 de junio,
reitera que titulares del derecho fundamental a la vida son solo los nacidos, sin que quepa
extender esta titularidad a los nascituri.
Los derechos sucesorios: El problema que pretende resolver el artículo 29 mediante la
ficción de subjetividad del concebido es principalmente el de la herencia paterna del hijo
póstumo. Para se heredero, se requiere existir al tiempo de la muerte del causante y esta
coexistencia falta en relación al último hijo, cuando fallece el padre quedando la madre
embarazada. Como sería injusto que tal hijo no heredase, se entendió que vive ya al morir
su padre y hereda luego de nacer. Para conseguir este justo resultado, el Cc. deja las cosas
en suspenso hasta que el concebido nazca, sin conferir, no obstante, una atribución
inmediata en su favor. La división de la herencia en la que participará el concebido si nace,
queda en suspenso, y los bienes quedan en poder de un administrador que ofrece garantías
de imparcialidad a todos los herederos posibles hasta que la incertidumbre se disipe.
Las donaciones: El problema se plantea también en los negocios inter vivos. Mientras que
estuviere la criatura en el vientre de su madre, de toda cosa que se haga o diga en provecho
de ella, aprovechase ende, bien así como si fuese nacida, mas lo que fuese dicho o fecho a
daño de su persona o de sus cosas no lo empecé. En cuanto a las donaciones hechas a los
concebidos y no nacidos, dice el artículo 627 Cc. que podrán ser aceptadas por las personas
que legítimamente los representarían, que serán de ordinario, el padre y la madre, quienes
aceptarán la donación, dejando vinculado al donante. Para el Cc., el concebido puede ser
legitimario, heredero legal o testamentario, legatario y donatario.
Capacidad para ser parte en el proceso: el artículo 6.2 Lec., siguiendo la opinión de algunos
procesalistas, ha admitido que puede ser parte en los procesos ante los tribunales civiles el
concebido no nacido, para todos los efectos que le sean favorables. Se ha puesto como
ejemplo de posible aplicación de esta norma procesal una reclamación de cantidad debida al
padre del fallecido cuya acción esté próxima a prescribir, pero se olvida con ello que el
concebido no nacido no es heredero ni podrá serlo mientras no nazca. En cualquier caso,
todo lo actuado en el pleito queda sujeto al evento incierto del nacimiento del concebido. Si
se ha dictado sentencia y el nacimiento no tiene lugar, la sentencia deviene ineficaz, pues no
habrá sujeto a que pueda afectar.
Modo de operar la ficción: el concebido, mientras no nace, no se conduce como persona, si
bien su existencia produce ya ciertos efectos, que no alcanzan a la atribución provisional de
los bienes que le estarán destinados si obtiene la condición de persona. Una vez llegado ese
momento, se consideran las cosas como si hubiera sido persona al producirse la vocación
sucesoria o la oferta, lo cual es una ficción merced a la cual las cosas pueden funcionar con
mecanismo idéntico al de la condición suspensiva. No se le empieza a tener por nacido
antes de nacer, sino que, una vez cumplidos los requisitos del artículo 30, se finge su
condición de persona cuando no lo era todavía, pero estaba concebido. Determina la
personalidad sin perjuicio de los casos en que la ley retrotae a una fecha anterior los
derechos del nacido.
Prueba del tiempo de la concepción: Para reclamar herencias deferidas o donaciones
aceptadas antes del nacimiento es preciso estar ya concebido al tiempo de la apertura de la
herencia o de la oferta de donación. La determinación del tiempo de la concepción puede
hacerse médicamente, por la comprobación actual del embarazo o la inferencia posterior a
partir de la madurez fetal del recién nacido.
El no concebido: a favor de personas futuras todavía no concebidas, no es imposible
reservarles desde ahora derechos a una sucesión, señaladamente mediante la técnica de la
sustitución fideicomisaria, nombrando heredero o herederos anteriores a la persona futura
que se pretende favorecer. Inter vivos solo cabría favorecer a un no concebido retrasando el
momento de la atribución hasta que lo esté, lo cual puede conseguirse mediante la donación
con cláusula de reversión.
Momento: Según el artículo 32 Cc. la personalidad civil de extingue por la muerte de las
personas. En ese momento desaparece la persona en cuanto tal, cesando de ser centro de
poder y de responsabilidad. Se extinguen los derechos y relaciones personalísimos o
vitalicios que le competían y se abre la sucesión en los restantes, transformándose el
patrimonio en herencia y el cuerpo de la persona en una cosa: el cadáver. La extinción de la
personalidad tiene lugar sólo por muerte. Muere un ser vivo cuando el organismo deja de
funcionar en cuanto tal irreversiblemente. En el hombre se considera momento de la muerte
aquel en que no pueden volver a reanudarse la circulación sanguínea y fenómenos
concomitantes y su determinación se deja, en principio, a la medicina. El instante de la
muerte carece de entidad temporal, lo cual no impide que, puesto el fallecimiento de una
persona como condición o momento de la adquisición de un derecho por ella, se entienda,
por interpretación de voluntad, que la adquisición ocurre al morir.
La presunción de conmoriencia: A tenor del artículo 33 Cc., si se duda, entre dos o más
personas llamadas a sucederse, quién de ellas ha muerto primero, el que sostenga la muerte
anterior de una o de otra debe probarla. A falta de prueba, se presumen muertas al mismo
tiempo y no tiene lugar la transmisión de derechos de uno a otro. Su aplicación supone que
no ha sido posible demostrar el momento de la muerte, o al menos la anterioridad o
posterioridad de una en relación a la otra y para entonces, establece una presunción de
simultaneidad, contra la cual, evidentemente, será precisa prueba plena y no meramente
probabilística.
Prueba: El fallecimiento se inscribe en el Registro civil mediante declaración de quien
tenga conocimiento de él, corroborada por certificación médica de la existencia de señales
inequívocas de muerte. De acuerdo con el artículo 85 LRc., será necesaria certificación
médica de la existencia de señales inequívocas de muerte para proceder a la inscripción de
defunción. En los casos en que falte certificado médico o éste sea incompleto o
contradictorio, o el Encargado lo estime necesario, el médico forense adscrito al Registro
Civil, o su sustituto, emitirá dictamen sobre la causa de la muerte, incluso mediante examen
del cadáver por sí mimo. La inscripción es presupuesto de la licencia para el entierro y, si
falta el cadáver, sólo se practica mediante sentencia firme o expediente gubernativo, o bien
orden del juez que afirme sin duda el fallecimiento. La inscripción hace fe de la muerte de
una persona y de la fecha, hora y lugar en que acontece. Pero esta fe es negada por la
Sentencia de 4 de diciembre de 1948 en los casos de aplicación del artículo 33. Tal artículo
lo declara aplicable la sentencia al supuesto de unos cónyuges que se habían instituido
recíprocamente herederos y fueron fusilados durante la guerra civil, agosto de 1936, con
pocos minutos de diferencia. De las actas de inscripción de las defunciones en el Registro
civil resultaba que fue la mujer la primera en morir, lo cual, en opinión del Tribunal
Supremo, no era bastante para desvirtuar la presunción legal.
La personalidad pretérita: Extinguida la persona, deja de ser centro de poder y de
responsabilidad, mas persiste la operancia de su voluntad pretérita (expresada en
testamento, sobre todo) y el derecho a la buena fama y la propia reputación, que pueden
hacer efectivo los herederos y los más próximos parientes. Aunque la muerte del sujeto de
derecho extingue los derecho de la personalidad, la memoria de aquel constituye una
prolongación de esta última que debe también ser tutelada por el Derecho. Otros medios de
defensa o manifestación de la personalidad pretérita son el derecho de rectificación del
artículo 1 de la Ley de 26 de marzo de 1984. El reconocimiento de la atribución de la obra
intelectual o artística al autor, o la integridad de ésta. En todos casos los herederos o
parientes reclaman derechos del difunto que subsisten en cuanto atributos de su
personalidad pretérita.
Con el término “estado civil” parte de la doctrina suele hacer referencia a dos situaciones
que se califican como de pertenencia a una comunidad, ya sea a una comunidad estatal
(nacionalidad), ya se a una familiar (matrimonio y filiación). Para otros, el estado civil
incluye también las situaciones de que depende la capacidad de obrar (edad,
incapacitaciones...). Al enumerar los hechos inscribibles deja en claro que entre ellos todos
los concernientes al estado civil de las personas, cualesquiera que falten en esa enumeración
ni pueden en caso alguno estimarse como relativos al estado civil. Los estados civiles deben
buscarse entre los referidos en el precepto en cuestión.
A tenor del artículo 1 LRc., en el Registro civil se inscribirán los hechos concernientes al
estado civil de las personas y aquellos otros que determina la Ley. Constituyen, por tanto,
su objeto: el nacimiento, la filiación, el nombre y apellidos, la emancipación y habilitación
de edad, las modificaciones judiciales de la capacidad de las personas o que éstas han sido
declaradas en concurso, quiebra o suspensión de pagos, las declaraciones de ausencia o
fallecimiento, la nacionalidad y vecindad, la patria potestad, tutela y demás
representaciones que señala la Ley, el matrimonio y la defunción. A partir de ahí cabe
considerar como estados civiles los de familia, la nacionalidad y la vecindad civil y las
situaciones generales de capacidad. Algunos de estos estados civiles determinan la
capacidad de obrar no le afectan y todos definen la situación jurídica de la persona en la
sociedad y le atribuyen determinadas facultades o acciones. Es discutible si, para el Derecho
español son solo estados civiles los aquí firmados o, acaso también otros. Es también
discutible si el legislador español acierta en el intento de tratar como estados civiles a todas
y solas las situaciones de la persona decisivas en la generalidad de sus relaciones jurídicas,
e incluso si razones de política legislativa moverían a suprimir la figura misma del estado
civil en el sentido actual. Los estados civiles se adquieren y modifican, unas veces, por
meros hechos jurídicos, otras veces, mediante decisiones de la autoridad, en particular
sentencias y, finalmente, en no pocos casos, por actos jurídicos voluntarios. Constituyen
cualidades personalísimas y fura del comercio: son intransferibles por sucesión particular y
tampoco lo son propiamente por sucesión universal. Son irrenunciables, imprescriptibles e
insusceptibles de transacción y de arbitraje.
ACCIONES DE ESTADO
El ejercicio judicial de las acciones que tiene como objeto un estado civil puede tener, bien
a la declaración del ya existente (acciones declarativas), bien a la modificación del mismo
por decisión del órgano jurisdiccional (divorcio, incapacitación). En el primer caso, puede
tratarse, ya de la reclamación de un estado civil que le es negado por otros. Ya de la
impugnación del que el demandado indebidamente ostenta. Corresponde, siempre, al
interesado, y también muchas veces, a los terceros: a todos los interesados , así como al
Ministerio Fiscal. Tales acciones son intransferibles, irrenunciables, imprescriptibles e
insusceptibles de transacción. En las sentencias sobre estado civil, matrimonio, filiación,
paternidad, maternidad e incapacitación y reintegración de la capacidad la cosa juzgada
tendrá efectos frente a todos a partir de su inscripción o anotación en el Registro Civil.
ORGANIZACIÓN
La ordenación del Registro civil es de la competencia exclusiva del Estado. Los asientos del
Registro se extienden en legua castellana.
Clases de Registros: el Registro civil depende del Ministerio de Justicia a través de la
Dirección General de los Registros y del Notariado. Se distinguen tres tipos de Registros:
- Registros municipales, a cargo hoy, de los Jueces de Primera Instancia y, por delegación
de éstos, a cargo de los Jueces de Paz, asistidos unos y otros, por sus respectivos
Secretarios. Existe un Registro por cada término municipal, salvo la Sección 4ª que es única
para todo el distrito. En las poblaciones donde hay más de un Juzgado de Primera Instancia
el Ministerio de Justicia decide si en el término municipal ha de haber un Registro único o
varios, señalándose, en este caso, la competencia de cada uno. En los Registros municipales
se inscriben los nacimientos, matrimonios y defunciones acaecidos en el respectivo término
municipal.
- Registros consulares, a cargo de los Cónsules de España o, en su caso, de los funcionarios
diplomáticos encargados de las Secciones consulares de la Misión diplomática. Carecen de
Secretario. Hay uno por cada demarcación consular. En ellos se inscriben los nacimientos,
matrimonios y defunciones acaecidos en el término de su jurisdicción. Las inscripciones
que abre folio se extienden por duplicado, uno de cuyos ejemplares se remite e incorpora al
Registro central.
- Registro central, a cargo de dos Magistrados, asistidos de otros tantos Secretarios
judiciales. Los Magistrados se sustituirán entre si y, en su defecto, serán sustituidos por los
Encargados del Registro civil de Madrid. En él se inscriben los hecho para cuya inscripción
no resulte competente ningún otro Registro y los que, por circunstancias excepcionales no
pueden inscribirse en el correspondiente, así como los libros formados con los duplicados
de las inscripciones consulares.
Secciones: El Registro civil está dividido en cuatro secciones, cada una de las cuales se
lleva en libros distintos. La primera, denominada Nacimientos y general. En ella se
inscriben los nacimientos en que concurran las condiciones establecidas en el artículo 30
Cc. y se hace constar la fecha, hora y lugar del nacimiento, sexo del nacido y nombre que se
le da. Se lleva también en el Registro un legajo con las declaraciones y partes del
alumbramiento de criaturas abortivas de más de ciento ochenta días de vida fetal
aproximada. En la inscripción de nacimiento constará la filiación materna siempre que en
ella coincidan la declaración y el parte médico o comprobación reglamentaria. La filiación
paterna constará por referencia a la inscripción del matrimonio de los padre o por
inscripción del reconocimiento. En la inscripción de nacimiento constará especialmente: la
hora, fecha y lugar de nacimiento. En los partos múltiples, de no conocerse la hora exacta
de cada uno, constará la prioridad entre ellos o que no ha podido determinarse; si el nacido
es varón o mujer y el nombre impuesto; los padres, cuando legalmente conste la filiación; el
número que se asigne en el legajo al parte o comprobación; la hora de inscripción. La
Sección primera no es sólo de nacimientos, sino también la general, en que se hacen constar
los hechos o actos inscribibles que afectan a la persona y no tienen señalada su inscripción
en otra sección. Al margen de la inscripción de nacimiento, se pondrá nota de referencia a
las de matrimonio, tutela, representación y defunción del nacido. La adopción, las
modificaciones judiciales de capacidad, las declaraciones de concurso, quiebra o suspensión
de pagos, ausencia o fallecimiento, los hechos relativos a la nacionalidad o vecindad, y, en
general, los demás inscribibles para los que no se establece especialmente que la inscripción
se haga en otra Sección del Registro, se inscribirán al margen de la correspondiente
inscripción de nacimiento.
La segunda, denominada Matrimonios. En ella se inscriben, tanto los celebrados en forma
civil, cuanto los celebrados en forma religiosa. El 256prevé la trascripción de los
matrimonio que consten en los documentos que enumera, entre ellos certificación expedida
por la Iglesia de confesión, cuya forma de celebración esté legalmente prevista como
suficiente por la Ley española, como ocurre con el matrimonio de la Iglesia Católica y en
virtud de acuerdos con las comunidades evangélicas, israelitas e islámicas de España. En la
inscripción se hace constar la fecha, hora y lugar en que se contrae, las menciones de
identidad de los contrayentes, nombre apellidos y cualidad del autorizante. La inscripción
de las resoluciones sobre nulidad de matrimonio canónico o de las decisiones pontificias
sobre matrimonio rato requieren que previamente su ejecución haya sido acordada por Juez
civil competente.
La tercera, denominada Defunciones. En ella se inscribe la muerte de las personas, haciendo
constar la fecha, hora y lugar en que acontece, siempre mediante certificación médica de la
existencia se señales inequívocas de la misma. También puede practicarse inscripción por
sentencia u orden de la autoridad judicial que afirme el fallecimiento. En la inscripción de
defunción constan las menciones de identidad del fallecido o, en su defecto, los nombres o
apodos, señales o defectos de conformación, edad aparente o cualquier otro dato
identificante.
La cuarta, denominada Tutelas y representaciones legales. En ella se inscriben los cargos
tutelares y de la curatela, sus modificaciones y las medidas judiciales sobre guarda o
administración o sobre vigilancia y control de aquellos cargos y, en general, las demás
representaciones legales que no sean de personas jurídicas y los cargos de albacea.
No son objeto de inscripción: la patria potestad y sus modificaciones; las representaciones
de personas jurídicas y los apoderamientos voluntarios. También se hacen constar, pero no
por anotación, los hechos y circunstancias que constituyen el Registro de tutelas.
SU VALOR JURÍDICO
- Las inscripciones son títulos declarativos del correspondiente estado civil de las personas.
Significa ello que su eficacia jurídica no se limita al de un medio de prueba, sino que,
constituidos in tempore non suspecto, con garantías de legalidad, previa calificación
registral, bajo el amparo de los tribunales y con resortes ordenados a que concuerde el
Registro con la realidad, constituyen la verdad oficial de los hechos y circunstancias de que
cada inscripción da fe. Hay dos posibilidades de inexactitud: Registro incompleto y
Registro equivocado. Lo primero se resuelve, por regla general, mediante la práctica de la
inscripción omitida o instando la reconstitución del Registro. En cambio, la rectificación de
lo afirmado en los libros, dado que están bajo la salvaguardia de los tribunales y gozan de
una fuerte presunción de veracidad, exige especiales garantías: concretamente las
inscripciones sólo pueden rectificarse por sentencia firme recaída en juicio ordinario, pero
además la demanda se dirigirá contra el Ministerio Fiscal y aquellos a quienes se refiere el
asiento que no fueren demandantes. El tema de inexactitud, en un proceso dirigido a otro
propósito, únicamente puede plantearse como cuestión prejudicial y con las restricciones y
modalidades del artículo 4 LRc. Excepcionalmente, pueden corregirse los defectos más
inmediata o fácilmente subsanables de los asientos, restituyéndolos a la redacción que
debieran tener, en diversos supuestos en los que no puede haber sospecha de posible fraude.
Así, mediante expediente cabe rectificar cualquier error cuya evidencia resulte de la
confrontación con otra u otras inscripciones que hagan fe del hecho correspondiente. Las
menciones erróneas de identidad o la indicación equivocada del sexo. Tanto aquellos
errores cuya evidencia resulte de la confrontación con los documentos en cuya sola virtud
se ha practicado la inscripción, como los que procedan de documento público o eclesiástico
ulteriormente rectificado. El Registro civil es como un índice de hechos y actos que afectan
a la existencia, status y capacidad de la persona. Un instrumento para hacer constar de modo
oficial las circunstancias relativas a ellos. Por ello no es la inscripción solamente medio de
prueba, sino título de estado. Pero título, normalmente, declarativo, no constitutivo. La
causa iuris del estado civil no es el asiento sino el hecho del que toma razón, simplemente,
lo declara como verdad oficial erga omnes. Se pueden distinguir los siguientes aspectos o
grados de eficacia:
- Valor probatorio: La inscripción es, en cualquier caso, un documento público que
constituye un medio de prueba privilegiado y, en cierto sentido, único, relativo a todo su
contenido legal, no restringido a lo que el funcionario ha visto. Así, las actas del Registro
serán la prueba del estado civil, la cual sólo podrá ser suplida por otras en el caso de que no
hayan existido aquéllas o hubieran desaparecido los libros del Registro, o cuando ante los
tribunales se suscite contienda. El Registro civil constituye la prueba de los hechos
inscritos. Sólo en los casos de falta de inscripción o en los que no fuese posible certificar
del asiento, se admitirán otros medios de prueba. Pero en el primer supuesto será requisito
indispensable para su admisión que, previa o simultáneamente, se haya instado la
inscripción omitida o la reconstitución del asiento. La inscripción es medio de prueba
privilegiado en el sentido de que solamente en supuestos taxativos son admisibles otros. No
podrán impugnarse en juicio los hechos inscritos en el Registro sin que a la vez, se inste la
rectificación del asiento correspondiente. La inexactitud puede plantearse como cuestión
prejudicial. Pero la suspensión consecuente quedará sin efecto si al mes siguiente de ser
notificada no se acredita que se ha promovido el procedimiento adecuado para resolver la
inexactitud alegada.
- Publicidad material: No cabe organizar en el Registro civil un sistema de protección a la
apariencia más o menos semejante al del Registro de la propiedad. Las actas del Registro
civil son medio de información frente a terceros: un medio excepcionalmente seguro por las
precauciones de que se rodea la toma de razón de los hechos y actos inscribibles que
proporciona a los particulares una información sobre la condición civil de las personas en
que, por sus garantías jurídicas, pueden confiar. Salvo en los supuestos de la llamada
inscripción constitutiva de la que me ocupo a continuación, la adquisición y cambio de los
estados civiles no está condicionada a la inscripción. Ello no significa que ésta carezca de
un cierto significado sustantivo para la eficacia del cambio. La inscripción otorga a la
adquisición o al cambio eficacia erga onmes. Mientras no se inscriba no se puede oponer a
terceros de buena fe, por eso denominamos a la inscripción título declarativo de estado,
además de título de legitimación. Esta eficacia declarativa tiene dos manifestaciones
legales. En materia de matrimonio, se requiere la inscripción para el pleno reconocimiento
de los efectos civiles que el matrimonio produce per se.
- Efecto constitutivo: Algunas inscripciones, además de su valor como medio de prueba y
en cuanto expresión de publicidad, constituyen, a la vez, el estado civil que se inscriben y
que sin la inscripción no existe todavía. Las anotaciones no constituyen medio específico de
prueba de los hechos que refieren. Representan una copia de copia con el valor que a éstas
corresponde.
Según su clase se señalan los siguientes efectos:
- Las que informan de la interposición de una demanda o de haberse promovido expediente,
desde la fecha de la anotación los terceros no pueden ampararse ya en que hace fe el
contenido de la inscripción, pues la anotación que aparece a su lado les advierte que ha sido
impugnada o que se ha pedido su rectificación y que, por tanto, estarán a las resultas del
procedimiento anotado.
- Cuando la información sea un hecho inscribibles, pero respecto del cual falta alguna
prueba o se opone un defecto subsanable, advierte al tercero la posibilidad de existencia y
eficacia de tal derecho.
- Las de declaración con valor de simple presunción tienen el efecto correspondiente a esta
figura, teniendo en cuenta que se trata de presunción iuris tantum.
- La del hecho que afecte al estado civil según la ley extranjera, un tanto anómala, parece
simple colaboración con el juez extranjero al prepararle un elemento de prueba que facilite
la aplicación de dicha ley extranjera.
Las notas marginales carecen de valor sustantivo, las de referencia tienen el valor
instrumental de manejo del Registro, si bien en alguna ocasión pueden coadyuvar a apreciar
buena o mala fe en el tercero, tal vez inducido a error por una nota equivocada.
Las cancelaciones tienen la eficacia jurídica negativa de la del asiento que cancelan. Mas
ello sin retroactividad.
En cuanto a las indicaciones sobre régimen de bienes de la sociedad conyugal, el Registro
civil se limita a indicar su existencia y el documento donde consta, para información de
quien lo consulta.
EL PROCEDIMIENTO REGISTRAL
Principio dispositivo: Son excepcionales los casos en que el encargado, por tener en su
poder los títulos suficientes, debe practicar la inscripción. Practica de oficio la inscripción
del matrimonio civil en los supuestos normales. En otros casos el juez que interviene en
procesos o actuaciones de los que derivan actos inscribibles debe promover la inscripción
comunicándolos al Registro competente. Así ocurre respecto de las resoluciones judiciales
sobre cargos tutelares y curatela. En general, el impulso procedimental en orden a su
práctica responde al principio dispositivo: el procedimiento se pone en marcha a instancia
de parte. Lo que sucede es que, junto a personas facultadas para pedir la inscripción, la ley
señala otras que están obligadas:
- Los designados en cada caso por la ley, que son principal y respectivamente, los
siguientes: Las de nacimiento, el padre, la madre, el pariente consanguíneo hasta el cuarto
grado y afín hasta el segundo, o cualquier mayor de edad presente en el lugar del
alumbramiento, el jefe del establecimiento o el cabeza de familia de la casa en que haya
tenido lugar y, respecto de los abandonados, la persona que los haya recogido. La del
matrimonio canónico, el párroco en cuyo territorio se haya celebrado el matrimonio y los
propios contrayentes. La de defunción, los parientes del difunto o habitantes de la misma
casa, los vecinos, jefe del establecimiento o cabeza de familia de la casa en que hubiese
ocurrido o la autoridad gubernativas.
- Aquellos a quienes se refiere el hecho inscribible o sus herederos. Cuando las personas
obligadas sean capaces, recae la obligación sobre sus representantes legales.
- El Ministerio Fiscal. A éste deben, además, comunicarlos, las autoridades y funcionarios
que tengan conocimiento por razón de su cargo de los hechos inscribibles no inscritos.
Se requiere, como regla, la capacidad de obrar, pero quienes tienen capacidad para realizar
una acto de estado civil, la poseen para todas las actuaciones registrales relativas al mismo.
- Título para la inscripción son el documento en que conste el hecho inscribible o la
declaración de las personas legitimadas en los casos que señala la ley. Los documentos han
de ser auténticos, originales o testimonios, pueden ser notariales, administrativos y
judiciales, canónicos o extranjeros con fuerza en España conforme a las leyes.
- Calificación: Presentado el título, el encargado califica los hecho cuya inscripción se
solicita por lo que resulta de las declaraciones y documentos presentados o del mismo
Registro. La calificación de las declaraciones comprende la capacidad e identidad razonable
denegándolo. El acuerdo denegatorio o suspensivo se formula al pie del título, con
indicación de todos los defectos, forma de subsanarlos, si es posible y cita de las
disposiciones aplicables. La denegación o suspensión se notificará a los que promueven el
asiento y, en su caso, al Ministerio fiscal. Las decisiones del encargado son recurribles
durante 30 días en vía gubernativa ante el juez de primera instancia correspondiente, con
apelación, en igual tiempo, ante la D.G., sin que quepa ulterior recurso, salvo, cuando
corresponda, la vía judicial. Sin perjuicio de los derechos de los interesados, tiene
personalidad para entablar recurso el notario autorizante del título y, en todo caso, el
Ministerio fiscal.
- Práctica de la inscripción: La inscripción se lleva a efecto en unidad de acto. Si se
interrumpe, hay que cancelarla y comenzar de nuevo. En las inscripciones constarán
exclusivamente los hechos de que hacen fe según su clase. Los títulos, la fecha y los
nombres de los funcionarios que los autoricen. Si el título es declaración, la suscribe quien
la hace, si es documento, constará su fecha y funcionario autorizante. Y si resolución, su
fecha y autoridad que la dicta. Se cierran con la firma del encargado y del secretario, sin que
quepan ya rectificación, adición ni alteración.
LA PUBLICIDAD FORMAL
El Registro es público para quienes tengan interés en conocer sus asientos. Interés que se
presume en quien solicita una certificación. La publicidad se realiza mediante manifestación
y examen de los libros y mediante certificación literal o en extracto, o negativa si no hubiere
asiento. La manifestación y examen tiene lugar bajo la vigilancia del encargado y previa
autorización del juez de primera instancia en los municipales y por examen directo de las
autoridades y funcionarios, cuando lo exijan los asuntos de su función. Las certificaciones
son documentos públicos expedidos por el Encargado y, por delegación suya, por el
secretario. De los extremos o asientos que puede certificarse, se dará también, sin garantía,
nota simple informativa. En Registro civil con vocación de publicidad de todos sus datos
para quien tuviera interés en conocerlos. Hoy muchos de los datos son de publicidad
restringida y se limita en todos la publicidad formal como consecuencia de que el derecho
constitucional a la intimidad funciona como un límite al derecho de acceso a los Registros.
No se dará publicidad, mediante manifestación o certificación de los asientos, sin
autorización especial concedida por el juez encargado:
- De la filiación adoptiva, de la fecha del matrimonio si fuese posterior al nacimiento o éste
se hubiese celebrado en los ciento ochenta días anteriores al alumbramiento, y del cambio
del apellido Expósito u otros análogos.
- De la rectificación del sexo, salvo al propio inscrito.
- De las causas de nulidad, separación y divorcio y de las de privación o suspensión de la
patria potestad, salvo al sujeto a ella o sus ascendientes o descendientes o herederos.
- Del legajo de abortos, salvo a los padres.
- De los documentos archivados, en cuanto a los extremos anteriores o a circunstancias
deshonrosas.
- En la certificación se hace constar el nombre del solicitante.
EL DERECHO AL NOMBRE
El derecho a tener un nombre está consagrado por el Pacto Internacional de derechos civiles
y políticos, de 19 de diciembre de 1966: todo niño será inscrito inmediatamente después de
su nacimiento y deberá tener un nombre, y en la Convención de las Naciones Unidas sobre
los Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989, según el cual el niño será inscrito
inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre. El
nombre es el apelativo mediante el cual se individualiza a la persona y se la distingue de las
demás. En la sociedad actual se sigue, para los sujetos de filiación conocida, el sistema de
asignarles el nombre o nombres de la familia. Frente a la amplia libertad con que, en épocas
anteriores, el individuo elegía y cambiaba su nombre, el Estado moderno impone la
permanencia e inmutabilidad por decisión privada de los signos lingüísticos con que se
identifica oficialmente a la persona. Las personas son designadas por su nombre y apellidos,
paterno y materno. Este sistema de identificación obedece, sobre todo, a interés público y
las normas que lo regulan son de orden público en nuestro Derecho. El uso, por el sujeto, de
su nombre legal, comporta un aspecto de deber. La ley ampara frente a todos el nombre y al
apellidos de la persona, a la que, en efecto, se atribuyen facultades para reclamar frente a la
Administración o los particulares el uso del nombre que se le niegue, o para impugnar el
uso indebido que otro haga en su daño. El nombre y los apellidos son instituciones
administrativas en cuanto que el Estado hace identificables a los ciudadanos en beneficio de
la cosa pública y de las relaciones con la Administración y entre los particulares. Los
apellidos son también signo de pertenencia a una familia del que se infieren determinadas
relaciones de filiación y parentesco: el ejercicio triunfante de las acciones de reclamación o
impugnación de la filiación conducirán a su cambio. Una vez identificada la persona, su
identidad no puede ser usurpada y, en general, sus nombres no se deben poder confundir
con los de otro personaje real o imaginario. Consideran algunos el nombre, por su
protección frente a terceros, como una especie de propiedad, entendida como paradigma de
los derechos absolutos. En realidad, nadie es dueño del apellido que lleva, ni el derecho al
nombre comporta una facultad absoluta de exclusiva. Distinta es la condición del
seudónimo o del título nobiliario, sobre los que se tiene un derecho inmaterial semejante al
llamado de propiedad industrial. Dada su finalidad y, dentro de ella, el nombre es,
evidentemente, inalienable y extra commercium: en cambio es alienable en cierta medida el
nombre comercial, que no identifica personas sino empresas.
- El nombre propio: Asignación, la asignación del nombre propio corresponde a quienes
ostentan la patria potestad: el padre y la madre conjuntamente, de ordinario. En último
término, impone de oficio un nombre el Encargado del Registro. Ha de expresarse en la
inscripción de nacimiento.
Límites: En la inscripción se expresará el nombre que se da al nacido, si bien podrá
consignarse más de un nombre compuesto ni más de dos simples. Quedan prohibidos los
nombres que objetivamente perjudiquen a la persona, así como los diminutivos o variantes
familiares y coloquiales que no hayan alcanzado sustantividad, los que hagan confusa la
identificación y los que induzcan en su conjunto a error en cuanto al sexo. No puede
imponerse al nacido el mismo nombre que ostente uno de sus hermanos, a no ser que
hubiere fallecido, así como tampoco su traducción usual a otra lengua.
En cuanto que no podrá imponerse más de un nombre compuesto, ni más de dos simples, ha
de tenerse en cuenta que las advocaciones marianas son nombres compuestos, a los que, por
tanto, no podrán anteponerse o posponerse ningún otro.
- Se han considerado nombres que objetivamente perjudiquen a la persona y prohibidos para
preservar su dignidad, Caín, Judas y Mandarina.
- especial dificultad tiene delimitar la prohibición de los diminutivos o variantes familiares
y coloquiales que no han alcanzado sustantividad.
Cambio: Mediando justa causa y si no hubiere perjuicio para terceros, el cambio de nombre
propio puede ser autorizado por el Juez Encargado del Registro civil, pero únicamente si el
que se lleva fue impuesto con infracción de las normas establecidas, o se trata de traducción
de nombre extranjero, o de cambiarlo por el usado habitualmente.
- Los apellidos: Determinación: Es la filiación la que determina, en primer lugar, los
apellidos de la persona. En la tradición española los apellidos son dos el primero del padre y
el primero de la madre, por este orden. Desde 1981 se admitiría que, al alcanzar la mayoría
de edad, el interesado pudiera solicitar que se alterara el orden de sus apellidos. La Ley
40/1999 de 5 de noviembre, considera más justo y menos discriminatorio para la mujer
permitir que ya inicialmente puedan los padres de común acuerdo decidir el orden de los
apellidos de sus hijos. En consecuencia, si la filiación está determinada por ambas líneas, el
padre y la madre de común acuerdo podrán decidir el orden de transmisión de su respectivo
primer apellido, antes de la inscripción registral. Si no se ejercita esta opción, primer
apellido de un español es el primero del padre y segundo apellido el primero de los
personajes de la madre, aunque sea extranjera. La opción vincula para los hijos que
posteriormente puedan tener los optantes, pues el orden de apellidos inscrito para el mayor
de los hijos regirá en las inscripciones de nacimiento posteriores de sus hermanos del
mismo vínculo. Estando determinada legalmente la filiación sólo respecto de un progenitor,
toma el hijo los dos apellidos de éste. Especialmente cuando la filiación única determinada
es la materna, este orden de apellidos puede suponer alguna desventaja o incomodidad
social, pues la coincidencia del primer apellido con el primero de la madre revela ante todos
que el sujeto carece legalmente de padre. No determinado legalmente ninguno de los
progenitores, el encargado del Registro impondrá al nacido unos apellidos de uso corriente,
que no podrá ser el de Expósito ni otro indicador de origen desconocido. Si la filiación ha
sido judicialmente determinada contra la oposición del progenitor, o éste ha sido condenado
a causa de las relaciones a que obedezca la generación, el hijo no ostentará el apellido del
progenitor en cuestión más que si lo solicita él mismo o su representante legal. Nada dice
ahora el Código sobre los apellidos del adoptado. Dada la equiparación de efectos a la
filiación por naturaleza, adquirirá los apellidos de los adoptantes, o del adoptante, con las
mismas reglas, que en la determinación de la filiación por naturaleza.
- Modificación: La modificación o cambio de los apellidos que constan en el Registro
requiere autorización del Juez de primera instancia para los casos más simples, y del
Ministerio de Justicia en los demás, siempre que se den ciertos requisitos taxativamente
enumerados. Sin ellos, pero dándose circunstancias excepcionales, podrá accederse al
cambio por Decreto a propuesta del Ministerio de Justicia, con audiencia del Consejo de
Estado. El juez de primera instancia puede otorgar el cambio del apellido Expósito u otros
análogos, así como los de todos los impuestos con infracción de las normas establecidas.
También la adecuación gráfica al español de la fonética de apellidos extranjeros. Son
requisitos necesarios de la petición de cambio de apellidos que puede autorizar el Ministerio
de Justicia los siguientes:
- Que el apellido en la forma propuesta constituya una situación de hecho no creada por el
interesado.
- Que el apellido o apellidos que se trata de unir o modificar pertenezcan legítimamente al
peticionario.
- Que provengan de la línea correspondiente al apellido que se trata de alterar.