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Nuestro intento se inicia identificando una perspectiva evolutiva e histórica, tanto del hombre
como de la naturaleza y de un proceso eminentemente humano como es la pedagogía, donde la
͞formación͟ es, de alguna forma, una ͞concentración de las fuerzas vitales sobre el eje de la evolución -
la universalidad, la autonomía y la inteligencia͟ (Flórez, 1994. P. 184), estas dos últimas asimilables a
libertad y razón.
Se entiende entonces, de acuerdo con Herder, citado por Flórez, a la formación como ͞proceso
de humanización o de ascenso a la humanidad͟, situación que sobrepasa el desarrollo de actitudes y
talentos propios del individuo y es, en realidad, un proceso interior en permanente desarrollo por el cual
͞uno se apropia por entero y perdurablemente de aquello en lo cual y por lo cual uno se forma͟ .
Esto significa que, diferente a otros seres de la naturaleza, el hombre no está determinado sino
que, paradójicamente su ͞destino͟ existencial es formarse, trascendiendo de lo obvio e inmediato hacia
la generalización: a la ͞universalidad͟ que le permita ͞convertirse en un ser espiritual capaz de asumir
sus propios deseos, necesidades e intereses͟ utilizando el trabajo o la reflexión teórica; que a su vez le
exige abrirse al otro ͞con sentido general y comunitario, con tacto y sensibilidad artística, capacidad de
buen juicio y sentido común͟.
Esta postura de Flórez, eminentemente histórica y con el soporte teórico de Heidegger, es una
franca contraposición a las concepciones racionalistas de la modernidad. Y se relaciona con una
temporalidad, que en el sentido humano y pedagógico, implica la existencia de una tradición, a la cual el
docente y el alumno se aproximan cuando constituyen la relación y la comprensión pedagógicas.
Queremos mostrar ahora la relación que entiende Flórez entre la formación y comprensión;
resaltamos el término ͞comprensión͟ pues implica en sí mismo una historicidad, un pasado y un
presente, unas anticipaciones y unas previsiones que le son propias tanto al ͞horizonte del cognoscente
y el horizonte de lo conocido ͙.que se interestructuran mutuamente͟. Esta relación, que puede originar
mal entendidos o comprensiones inadecuadas, exige a quienes están en la comprensión pedagógica, el
mantenerse abiertos a la opinión de los otros, con actitud receptiva, permitiendo que ͞la otra opinión se
presente en su alteridad͟.
Por el contrario, Flórez propone, como punto central de la comprensión de otro, una relación
donde las diferencias no sean obstáculo y ruta para eliminar al otro, sino para interpelarlo a manera de
pregunta comprensiva con la cual se le pueda conocer, dejarse hablar por él permitiéndole su alteridad,
sin menospreciar sus pretensiones; de manera que, como maestro se permita oír al alumno, que hable y
así aproximarse a su pretensión de verdad; entendiendo que exige al docente una apertura crítica
incluso de sus mismas concepciones.
Pero es esa concepción evolutiva, histórica, cultural, tradicional, crítica y comprensiva del ser del
alumno, mostrada y vivida por el maestro, la que permite la formación, pues es una franca apertura, a la
cual nos acogemos para formar a los alumnos ya que ͙͞es mucho más ejemplarizante para la verdadera
formación de los estudiantes que la ingenua imposición de valores͟; acompañada además de la
innegable ͞condición afectiva del conocimiento͟, pues consideramos que apertura y empatía son ejes
centrales de la relación y comprensión pedagógicas, bases conceptuales sobre las que este texto ha
mostrado esta compleja perspectiva de la formación.
REFERENCIA