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Virginia Contreras
Quienes pensaron que la tradicional política del garrote había terminado por parte
de dicho organismo jurisdiccional, simplemente por haber facilitado éste la
escogencia al mandatario colombiano del país de destino en la extradición del
delincuente Walid Makled, parecieran olvidar los dramáticos desencuentros entre
este Tribunal y su gobernante anterior, Álvaro Uribe. Tal situación ha llevado hasta
a la iniciación de procesos judiciales en contra de personalidades vinculadas a dicho
gobernante. En el argot popular, esto no sería más que la tradicional estrategia de
´la zanahoria y el garroteµ, y habría que ser muy ingenuo para no verlo.
El caso de las computadoras ha sido tan trillado, que de no ser por la gravedad de la
información allí suministrada, uno preferiría olvidarlo. Obtenida esta información
por parte de las autoridades colombianas, éstas tomaron la iniciativa de interponer
acciones judiciales en contra de ciertas personalidades del mundo político, y social
de ese país, e incluso de algunas extranjeras, de las cuales se presume su
vinculación con el referido grupo guerrillero.
Dentro de los aspectos más relevantes de la referida decisión, existen dos que
pueden ser considerados como fundamentales. El primero se refiere a la calificación
de ´ilegalesµ de las pruebas vinculadas directamente con los mencionados
computadores, recabados en territorio ecuatoriano. A juicio del Alto Tribunal,
"Ninguna autoridad colombiana tiene competencia, o está facultada, para practicar
en el extranjero inspecciones y recoger elementos por fuera de los mecanismos de
cooperación internacional«µ (sic.)
En el caso específico de Ecuador, la Ley 519, de 1999, hizo suyo el contenido del
"Convenio de Cooperación Judicial y Asistencia Mutua en Materia Penal entre la
República de Colombia y la República del Ecuador", de diciembre de 1996. En este
instrumento jurídico, ambas partes ´se obligan a prestarse asistencia recíproca, de
conformidad con las disposiciones del presente Convenio y de sus respectivos
ordenamientos jurídicos, en la realización de investigaciones y de procedimientos
judicialesµ (ordinal 1. artículo 20).
Visto así, ninguna duda cabría respecto a la ineludible obligación para las
autoridades colombianas y/o de Ecuador, de requerir la ´asistencia jurídica del otro
Estadoµ, de acuerdo a sus respectivos ordenamientos jurídicos para la realización de
investigaciones y procedimientos judiciales. Dicho de otra forma: en un caso ´típicoµ,
de la comisión de un delito en el cual uno de los dos Estados estuviere interesado en
investigar en territorio del otro, (por cuanto se presume la existencia de elementos
vitales para las investigaciones), el Estado interesado deberá notificar al otro
Estado, y solicitar su colaboración, a los fines de que las pruebas recabadas se ciñan
a lo que sobre la materia establezca la legislación de este último Estado.
No obstante, los hechos que dieron origen al proceso judicial decidido por el Máximo
Tribunal en su controvertida decisión, obedecen a una situación sui generis,
producto del conflicto de violencia que ha padecido la sociedad colombiana desde
hace más de 50 años, como consecuencia de la acción guerrillera.
El caso es que Raúl Reyes, comandante de las FARC, utilizaba toda serie de
subterfugios para garantizarse la impunidad de sus crímenes; entre ellos el de
trasladarse permanentemente, desde Colombia hacia territorios extranjeros, como
Venezuela y Ecuador, (e incluso se le menciona a veces con la frontera brasileña), a
fin de evadir la persecución de la cual era objeto. El primero de marzo de 2008, el
gobierno colombiano, estando en conocimiento de la presencia de Reyes en la
frontera ecuatoriana, ordenó el bombardeo del campamento en el cual se
encontraba, hecho que ocasionó la muerte, tanto del comandante guerrillero, como
de sus secuaces. Dicha situación facilitó la incautación de todos los bienes que allí se
encontraban (entre ellos ciertas computadoras), las cuales, por estar ´en posesiónµ
del grupo guerrillero, representaban la ´propiedadµ de las mismas.
Tal y como era su obligación, los efectivos militares y los miembros de la Policía
Nacional allí presentes, procedieron a incautarlas. Respecto a los efectivos militares,
su función correspondió a la persecución de los elementos guerrilleros. En el caso de
los miembros de la Policía Nacional, su actuación obedeció a su condición de
´miembros de policía judicial permanenteµ. En estos términos, tal y como lo
establece el artículo 201 del Código de Procedimiento Penal de Colombia, ´Ejercen
permanentemente las funciones de policía judicial los servidores investidos de esa
función, pertenecientes al Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía General de
la Nación, a la Policía Nacional y al Departamento Administrativo de Seguridad,
por intermedio de sus dependencias especializadasµ.
Las circunstancias de modo, tiempo y lugar en las cuales se produjeron los hechos
aquí señalados, nos permiten determinar, que a diferencia del criterio establecido
por el organismo jurisdiccional, dichos eventos no son más que la consecuencia de la
acción ejercida por las autoridades antes mencionadas dentro de un conflicto
armado, que si bien no ha sido declarado oficialmente, y no ha abarcado el ámbito
internacional, se encuentra enmarcado dentro del artículo 3., común a los cuatro
Convenios de Ginebra existentes. La Convención de Ginebra representa la
aplicabilidad de dichas normas en conflictos ´entre el Gobierno y fuerzas rebeldes, o
entre dos fuerzas rebeldes, o hacia otros conflictos que tengan todas las
características de una guerra pero que estén contenidos en un único paísµ.
Sin ánimo de confrontar la veracidad de esta afirmación, de ser ciertas las mismas,
resultarían de una gravedad tal, imposibles de asimilar de acuerdo al sentido
común que debe acompañar a todo funcionario, y persona en general, que tenga la
responsabilidad de preservar un elemento de juicio tan importante.
Esta situación contrasta con cierta información publicada por ante los medios de
comunicación colombianos, en donde se señala que supuestamente ´los
investigadores de la Dijín explicaron que buena parte de los mensajes electrónicos
fueron borrados del navegador, sin embargo, quedaron grabados en las copias de
seguridad del computador, y para hacer visible esta información se tuvo que
recurrir al formato Wordµ (sic)
Sea cual fuere la realidad de tal afirmación, incluida dentro de la referida decisión
judicial, e indistintamente de la impugnación que la Procuraduría colombiana
ejerza en contra de dicha sentencia, le corresponderá a las autoridades encargadas
de la misión de preservar esa ´cadena de custodiaµ, así como a las mismas
autoridades políticas de ese país, el aclarar al mundo si esta situación es cierta o no,
así como asumir la responsabilidad de su propia torpeza, si fuere el caso.
Son muchas las personalidades a las cuales se les vincula con la organización
terrorista, como consecuencia del análisis de dichas computadoras. En el caso de
ciudadanos colombianos, tal vez los más destacados últimamente hayan sido las ex
senadoras Piedad Córdoba y Gloria Inés Ramírez; Joaquín Pérez Becerra, recién
deportado desde Venezuela y ex director de la cadena informativa ´ANNCOLµ; el
periodista William Parra (contra quien existe una orden de captura);
y el académico Miguel Ángel Beltrán, conocido como "Cienfuegos".
Algunas de esas informaciones han sido utilizadas por parte de organismos de otros
Estados para abrir averiguaciones criminales, o tomar decisiones administrativas,
como los casos del juicio iniciado por la Real Audiencia Nacional de España, en
donde ex miembros de la organización guerrillera FARC han confesado su
vinculación con comandos del grupo terrorista ´ETAµ, así como con autoridades del
gobierno venezolano, -dentro de territorio de Venezuela- a fin de facilitar el
entrenamiento en acciones terroristas. Supuestamente, dentro de estas acciones
terroristas estaría la ´posibilidad de atentados en contra de personalidades
opositoras al régimen venezolano en ese paísµ, según informara el Diario ´The New
York Timesµ, el pasado 10 de mayo.
En todos estos casos, cada uno de los involucrados ha celebrado la decisión del
Máximo Tribunal de Justicia colombiano, en el sentido de pretender restarle
importancia a las denuncias que durante estos últimos años ha habido en su contra.
Lo curioso de toda esta situación, es que a raíz de la divulgación del contenido de las
referidas computadoras, personalidades como el propio presidente de Venezuela,
reconocieron haber mantenido relaciones con líderes de las FARC. En efecto, tal y
como manifestó el mandatario venezolano: ´Yo recibí a Raúl Reyes una vez, en
privado y en secreto, en La Casona (residencia presidencial), hablamos toda una
madrugada, porque me lo había pedido Andrés Pastrana, me lo pidió varias
veces"(sic). A lo que el propio ex presidente Pastrana respondió que "Nunca se dio
una autorización para que Chávez hablara con el señor ¶Reyes'-muerto en marzo de
2008-" (sic).
Son muchas las posibilidades que tiene la Justicia para actuar en el caso
colombiano, las cuales dependerán de la voluntad política de sus gobernantes para
impulsarla. Estos, a veces por la presión social, dejan escapar situaciones
irregulares que sirven como antesala a hechos de mayor gravedad. Es cierto que en
una Nación en donde priva el Estado de derecho, es poco lo que sus líderes políticos
puedan hacer directamente para tratar de alumbrar a la luz de la Justicia. Pero lo
que sí es pertinente recordar, es que a pesar de que a veces la verdad reste votos,
sus pueblos esperan acciones jurídicas y políticamente correctas.-