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La Psicología Social se define como tal desde una concepción de la subjetividad, del
psiquismo, de la conducta, como social e históricamente determinados. El sujeto es
entendido desde esta perspectiva como emergente, síntesis o centro de anudamiento de
una complejísima red de vínculos y relaciones sociales en las que se desarrolla su
experiencia, en un interjuego fundante entre necesidad y satisfacción. Desde allí que
nuestra reflexión científica y nuestra tarea en el campo de la salud mental tome como
punto de partida el análisis de los hombres concretos en sus condiciones concretas de
existencia.
La cotidianidad, conjunto de hechos heterogéneos entre sí, como lo son la vida familiar,
las formas de consumo, de producción, la revista que leemos, los medios de transporte
que utilizamos, la definición y modalidades de vivir el sexo, el trabajo, el juego, etc.,
expresa en una unidad latente el modo de organización social y material de la vida, de la
experiencia humana, y tiene como fundamento ultimo, como sustancia, las relaciones
que los hombres guardan entre sí y con la naturaleza en función de sus necesidades.
Nuestro análisis hoy se centrara en una región de lo cotidiano: la del tiempo libre. Y
dentro de ella haremos una aproximación al rol de un deporte, que excede su condición
de tal, en nuestro país y en casi todo el mundo, para transformarse en un fenómeno
colectivo, en un fenómeno de masas, con características contradictorias: nos referimos
al fútbol, que desde hace ya casi 50 años se plantea como objeto de investigación a
sociólogos, psicólogos, antropólogos.
Theodor Adorno señala que la expresión tiempo libre indica "per se" la dependencia de
esa esfera con respecto de la esfera del trabajo social. ¿Libre de qué? De obligación, de
constricción. Tiempo libre implica tiempo libre de trabajo, tiempo propio. El tiempo
libre surge, históricamente en la sociedad capitalista por el progresivo acortamiento de
la jornada laboral (el tiempo libre tuvo otras características, por ejemplo en la sociedad
feudal, articulado can el ritmo de las estaciones, las lluvias y organizado en particular
desde el poder religioso. Era un tiempo de participación comunitaria.
Señalo esta interdependencia entre tiempo de trabajo y tiempo libre, o más estrictamente
esta subordinación del tiempo libre a la esfera del trabajo, porque a causa de ella se
desplazarán sobre el tiempo libre necesidades no cumplidas en el ámbito del trabajo,
transformando el espacio tiempo del ocio en un ámbito saturado de expectativas, y en
consecuencia, esencialmente expuesto a ser escenario de satisfacciones sustitutivas y de
frustraciones. Un fusible en situación de tensión social. Según Lefebvre el hombre de
hoy intenta una crítica, una ruptura con su cotidianidad alienante desde la misma
cotidianidad, desde el tiempo libre, destinado a ser negación de la constricción,
monotonía y frustración sistemática vivida en el ámbito del trabajo.
Por lo dicho resulta pertinente hacer un sintético abordaje de las necesidades que
emergen en la esfera del trabajo social y del destino social que encuentran esas
necesidades.
¿Qué es el juego para el adulto? Aunque de manera diferente que en el niño, conserva el
carácter de un espacio transicional entre su realidad cotidiana y sus fantasías. Es como
espacio lúdico, mundo de convención y transición entre un plano real y otro imaginario.
El juego es para el adulto -ya lo señaló Huizinga- un espacio permisivo, con reglas que
no son constricciones, no son vividas coercitivamente, en tanto son libremente pactadas,
y que puede abandonar también voluntariamente (espacio lúdico).
¿Qué es el fútbol, cuál es su magia, por qué esa pasión? ¿Por qué el Napoli, equipo que
nunca o casi nunca salio campeón, lleva partido a partido sesenta mil espectadores, el
Manchester cincuenta mil, el Aston Villa treinta mil? Dicen Kovoza y Leithauser en el
prólogo a “El fútbol como ideología”: "Todo aquel que asiste a un partido de fútbol,
tanto en el campo de juego como junto a un receptor, advierte que en modo alguno se
trata de un mero "acontecimiento deportivo", por el contrario, el rítmico encresparse de
las voces de aliento o decepción de los espectadores, las bocinas y las banderas señalan
que los hombres reunidos en la cancha y frente a los aparatos de radio y televisión viven
en forma masiva y colectivamente afectos de índole especial".
"Señor policía, yo voy a ser campeón, no puede echarme", decía el hincha del
Corinthians de San Pablo, el equipo de mayor "torcida", hinchada, del mundo, cuando
invadió la cancha tras el gol que convertía a su equipo en campeón después de 23 años.
¿Qué pasa con ese hombre que se siente campeón? ¿Qué pasa con esas multitudes?
¿Qué nos pasó en el Mundial, cuando en medio del dolor y la represión el pueblo salió a
la calle a festejar? ¿Cómo se desplazan sobre este deporte-espectáculo -fenómeno
social- que es el fútbol, las necesidades de libertad, creatividad, identificación,
encuentro, afianzamiento de la identidad, relación con el cuerpo, reparación? ¿Qué
transforma al fútbol en fiesta o en guerra, en explosión de alegría o de violencia,
convirtiéndolo en un verdadero barómetro social? ¿Qué determina esa intensidad de
pasiones, de depositación de expectativas que a veces permite su manipulación, y a
veces se transforma en estallido incontrolable?
Analicemos primero cómo es el fútbol en tanto juego, para intentar comprender el
porqué de esa atracción casi mágica, de esa fascinación, esa intensidad emocional. El
juego del fútbol es un hacer grupal, la exploración de un ámbito, con el desarrollo de
una acción destinada a un objetivo, que se concreta en un gol-triunfo. Como lo señala
Povina, esa meta sólo se alcanza venciendo a un adversario, la meta implica siempre un
triunfo sobre otro, sobre rivales explícitos, a los cuales nos oponemos. En consecuencia
la escena implícita al partido de fútbol es una lucha por el poder.
Algunos teóricos del tema, y apoyándose en buenas razones (el Mundial 78 sería un
ejemplo) ven en el fútbol sólo un instrumento de manipulación de masas (entre ellos
Adorno y Vinnay), sólo como ámbito de alineación. Frente a esto no puedo menos que
hacerme varias preguntas. ¿Por qué la magia del fútbol se mantiene aún en los breves
períodos de protagonismo de masas? Si el fútbol se ha transformado en uno de los más
eficaces "opios populares", ¿por qué declina el interés por el fútbol en los períodos de
crisis, como sucede en nuestro país, hoy? ¿Y por qué el fútbol es el que despierta esa
pasión y no es otro deporte, otro juego el que moviliza esas vivencias, esa fascinación?
Como decíamos hoy, el fenómeno es muy contradictorio. Sin duda el fútbol tal como lo
conocemos y vivimos hoy está comprometido en la más vasta industria del espectáculo
y es ámbito de alineación, ¿pero es sólo eso? Agotar el fenómeno futbolístico en
alineación y manipulación parcializa el fenómeno y empobrece su comprensión, es
simplificador.
Decíamos, al analizar las condiciones objetivas del juego, que en el fútbol hay
despliegue de fuerza, hay destreza, hay creatividad, relación, operatividad. Huizinga
señala que un rasgo esencial del juego es la tensión. En el fútbol hay tensión, equilibrio,
traba, desenlace. El juego tiene ritmo y armonía, elementos que hacen a la vivencia
estética. Dice Enrique Pichon-Riviere: "Viendo fútbol es posible lograr una fugaz
vivencia estética, a través de un sentimiento de armonía y precisión en el juego, que
aparece después de momentos de desorganización y ruptura... el fútbol se transforma en
ballet”. Esa vivencia, esa reestructuración tiene una función reparadora a nivel
psicológico, a nivel de las fantasías del sujeto, de su mundo interno.
Este somero análisis de algunos rasgos de la organización social del tiempo libre en la
cotidianidad urbana, dominada por el fenómeno de la delegación de la acción, nos
muestra que dicha organización desconoce necesidades y ofrece a las que reconoce
satisfacciones parciales o sustitutivas. Retomando una idea planteada por Pablo Vain en
el Congreso de 1978 de que el deporte-actividad, diferenciado del deporte-espectáculo
hace al desarrollo de un pueblo, en tanto atañe tanto al proceso educativo, la promoción
de la salud, la socialización, la recuperación de pacientes afectados por enfermedades
somáticas o psíquicas, es preciso planificar para el tiempo libre una organización del
deporte como actividad para todos, a partir de una planificación del deporte escolar
sistemático y del deporte comunitario asistemático. ¿Qué hacer con el fútbol-
espectáculo? Podemos cuestionar al fútbol espectáculo en tanto incluido en la industria
del tiempo libre, que no tiene en cuenta necesidad sino rentabilidad, y en tanto
excluyente del deporte - actividad. Pero el espectáculo futbolístico tiene funciones
sociales y psicológicas positivas, que merecen ser conservadas; aquellas que
denunciamos como nocivas, que refuerzan el empobrecimiento subjetivo, no son
especificas e intrínsecas al fútbol, ni siquiera al tiempo libre, sino emergentes de un
sistema de relaciones sociales que no reivindica como valor supremo al hombre. Son
esas relaciones, esas causas las que deben ser transformadas.