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PSICOLOGIA SOCIAL Y DEPORTE. EL FENOMENO DEL FUTBOL


Ana P. de Quiroga

La Psicología Social se define como tal desde una concepción de la subjetividad, del
psiquismo, de la conducta, como social e históricamente determinados. El sujeto es
entendido desde esta perspectiva como emergente, síntesis o centro de anudamiento de
una complejísima red de vínculos y relaciones sociales en las que se desarrolla su
experiencia, en un interjuego fundante entre necesidad y satisfacción. Desde allí que
nuestra reflexión científica y nuestra tarea en el campo de la salud mental tome como
punto de partida el análisis de los hombres concretos en sus condiciones concretas de
existencia.

La Psicología Social se inscribe, en consecuencia, en una corriente de pensamiento


desarrollada en el último siglo en el ámbito de las ciencias del hombre: la crítica de la
cotidianidad. Critica entendida como análisis objetivo, científico, desmitificador, de la
vida cotidiana.

Cabe aquí un interrogante: ¿.qué se entiende por vida cotidiana o cotidianidad? La


manifestación inmediata, en un tiempo, en un ritmo vital, en un espacio, de las
complejas relaciones sociales que regulan la vida de los hombres, en una época
histórica, bajo un sistema social determinado: esclavismo, feudalismo, capitalismo, etc.

La cotidianidad, conjunto de hechos heterogéneos entre sí, como lo son la vida familiar,
las formas de consumo, de producción, la revista que leemos, los medios de transporte
que utilizamos, la definición y modalidades de vivir el sexo, el trabajo, el juego, etc.,
expresa en una unidad latente el modo de organización social y material de la vida, de la
experiencia humana, y tiene como fundamento ultimo, como sustancia, las relaciones
que los hombres guardan entre sí y con la naturaleza en función de sus necesidades.

Subyacen a la cotidianidad y la determinan en sus formas, las relaciones que los


hombres guardan con sus necesidades en cada organización social. Es decir, que la vida
c3tidiana se estructura como un interjuego entre las necesidades human as y las
respuestas socialmente organizadas a esas necesidades. ¿Qué queremos decir con
respuestas socialmente organizadas? El concepto abarca desde las modalidades de
descodificación y reconocimiento o desconocimiento de esas necesidades, la
significación positiva o negativa que se atribuye alas mismas, y las metas socialmente
propuestas, socialmente disponibles.

Desde la perspectiva de la salud mental, entendida como una adaptación activa a la


realidad, como la posibilidad de una relación libre, creativa entre el sujeto y el mundo,
nos interesa en forma particular el análisis del destino social de las necesidades
humanas. Destino que puede ser de satisfacción, de saturación, de obturación, de
manipuleo, de frustración. Y este interés surge de la constatación sistemática de que en
todo tipo de organización relacional, interaccional, sea familiar, grupal, institucional o
comunitaria, allí donde las necesidades son sistemáticamente desconocidas, negadas o
distorsionadas, se genera patolog1a, trastornos del aprendizaje y la comunicación.

Al analizar la cotidianidad distinguiremos, con H. Lefebvre, tres regiones o áreas de


emergencia, encodificación y desarrollo de las necesidades humanas. Estas áreas son: la

Ana P. de Quiroga, Enfoques y perspectivas en Psicología Social, Bs. As., Ediciones Cinco, 1986
del trabajo social, la de la vida familiar y la de tiempo libre. La interconexión entre estas
regiones de lo cotidiano es profunda y el análisis de una necesariamente remite a la
indagación de las otras. Pero, pese a la unidad subyacente a la cotidianidad en una época
histórica y en un sistema social, existen espacios y tiempos que revisten cierta
peculiaridad, en que emergen necesidades y se desarrollan acciones diferenciadas. Es en
el interjuego de estas distintas esferas, trabajo, familia, tiempo libre, que se determina el
individuo concreto.

Nuestro análisis hoy se centrara en una región de lo cotidiano: la del tiempo libre. Y
dentro de ella haremos una aproximación al rol de un deporte, que excede su condición
de tal, en nuestro país y en casi todo el mundo, para transformarse en un fenómeno
colectivo, en un fenómeno de masas, con características contradictorias: nos referimos
al fútbol, que desde hace ya casi 50 años se plantea como objeto de investigación a
sociólogos, psicólogos, antropólogos.

Este fenómeno de masas se despliega en el tiempo libre. En consecuencia, en este


análisis no mencionaré sino tangencialmente a aquellos para quienes el fútbol se
inscribe en otra esfera vital: la del trabajo. Trataré entonces de plantear algunas
reflexiones acerca de lo que el fútbol como espectáculo propone a las necesidades
emergentes en el tiempo libre.

Theodor Adorno señala que la expresión tiempo libre indica "per se" la dependencia de
esa esfera con respecto de la esfera del trabajo social. ¿Libre de qué? De obligación, de
constricción. Tiempo libre implica tiempo libre de trabajo, tiempo propio. El tiempo
libre surge, históricamente en la sociedad capitalista por el progresivo acortamiento de
la jornada laboral (el tiempo libre tuvo otras características, por ejemplo en la sociedad
feudal, articulado can el ritmo de las estaciones, las lluvias y organizado en particular
desde el poder religioso. Era un tiempo de participación comunitaria.

Señalo esta interdependencia entre tiempo de trabajo y tiempo libre, o más estrictamente
esta subordinación del tiempo libre a la esfera del trabajo, porque a causa de ella se
desplazarán sobre el tiempo libre necesidades no cumplidas en el ámbito del trabajo,
transformando el espacio tiempo del ocio en un ámbito saturado de expectativas, y en
consecuencia, esencialmente expuesto a ser escenario de satisfacciones sustitutivas y de
frustraciones. Un fusible en situación de tensión social. Según Lefebvre el hombre de
hoy intenta una crítica, una ruptura con su cotidianidad alienante desde la misma
cotidianidad, desde el tiempo libre, destinado a ser negación de la constricción,
monotonía y frustración sistemática vivida en el ámbito del trabajo.

Por lo dicho resulta pertinente hacer un sintético abordaje de las necesidades que
emergen en la esfera del trabajo social y del destino social que encuentran esas
necesidades.

Desde un punto de vista general, abstracto, el trabajo permite el despliegue de una


capacidad y una necesidad esenciales al ser humano: cumplir sus propios fines en la
naturaleza a través de un conjunto de operaciones concientes y planificadas. El trabajo,
en abstracto, implica entonces satisfacción de necesidades como: aprendizaje, entendido
éste como apropiación instrumental de la realidad, creación de productos que nos
reflejan, nos objetivan, enriqueciendo y afianzando nuestra identidad. El trabajo
permitiría entonces un crecimiento de nosotros como sujetos, un despliegue de nuestra
creatividad, el goce, la reparación interna. Pero si por una organización social material
del trabajo el sujeto entra en una relación disociada, cosificante consigo mismo, con su
energía mental y física, en tanto vende esa fuerza de trabajo, la enajena por un tiempo
determinado; si por esa organización del trabajo se favorece una disociación del hacer,
sentir, pensar; si el cuerpo y la mente del trabajador quedan sometidos a constricción en
el proceso productivo; si el sujeto que trabaja debe renunciar a sus fines en el mundo
externo, si los productos, si la riqueza que crea no le pertenecen, si hay un desfasaje
entre la riqueza, entre los bienes que produce y lo que recibe como retribución; si tanto
el proceso de trabajo como el producto se le vuelven ajenos, gobernados por leyes en las
que no incide; si el objeto de su trabajo, aquel que debería reflejarlo-reflejarnos-,
objetivarlo y desde allí reforzar su identidad, se le sustrae, se le escapa y con él su
sentimiento de mismidad, el sujeto se cosifica. En los hechos el hombre sigue siendo el
protagonista de la construcción social, pero pierde esa conciencia de sí o no accede a
ella. Se empobrece entonces psicológicamente, humanamente, en vez de desarrollarse y
ampliar su yo y su conciencia. Se deteriora su posibilidad de comunicación, aprendizaje,
creatividad. El trabajo deja de ser un fin en sí mismo, algo que vincula positivamente
con el mundo, un goce, un acto libre, para transformarse en solo un medio y ser
vivenciado como yugo, monotonía, fatiga, aburrimiento.

Es entonces que se establece esa cisura de lo cotidiano, la disociación trabajo - tiempo


libre vividas como posibilidades antagónicas. Frustradas en la esfera de lo laboral las
expectativas de goce, autonomía, libertad, se desplazan sobre el tiempo libre que
aparece entonces como espacio tiempo de la gratificación, como "espacio de ilusión". A
ello se suman las necesidades específicas, propias de esa esfera: las de descanso y
distensión. En el tiempo libre deben restañarse heridas sufridas en otras áreas de la
cotidianeidad. Debe reparamos de la fatiga, del costo físico y psíquico del trabajo.
Emerge allí la necesidad de encuentro, de libertad, de relación lúdica con el mundo, y
emerge buscando resolución, la problemática de la identidad. Problemática que se
expresa como necesidad de identificación, de encontrarse, reconocerse en el otro, de
pertenecer. También sobre el tiempo libre se desplaza la necesidad insatisfecha en el
ámbito laboral y frustrada muchas veces por la represión sexual vigente en la familia, en
la pareja: la de tener una relación integradora y gratificante, plena, a nivel corporal. Se
intenta una recuperación de la entidad a través de la recuperación del cuerpo, libre, en
acción y en relación con otros. El tiempo libre ya no aparece revestido con la imagen
del descanso pasivo, sino del juego, del movimiento; algo creativo, intenso, pasional.

¿Qué es el juego para el adulto? Aunque de manera diferente que en el niño, conserva el
carácter de un espacio transicional entre su realidad cotidiana y sus fantasías. Es como
espacio lúdico, mundo de convención y transición entre un plano real y otro imaginario.
El juego es para el adulto -ya lo señaló Huizinga- un espacio permisivo, con reglas que
no son constricciones, no son vividas coercitivamente, en tanto son libremente pactadas,
y que puede abandonar también voluntariamente (espacio lúdico).

Y aquí la pregunta que me parece pertinente en este Congreso: ¿cómo se organizan en


nuestro medio las respuestas sociales a las necesidades de libertad, creatividad,
distensión, autonomía, protagonismo, participación, relación libre consigo y con los
otros, identificación, encuentro, goce y pertenencia que se expresan y conjugan en el
tiempo libre? En principio podemos decir que hay empleos del tiempo libre en que esas
necesidades se satisfacen. Una de las formas de satisfacción son las actividades
comunitarias, como pueden serlo las que se desarrollan en las organizaciones políticas,
comunales, vecinales, en diversos tipo de instituciones. Después de un largo período de
parálisis y devastación de esas organizaciones, de desarticulación de las formas
organizativas y de participación popular, de inhibición de la identificación y la
participación del hombre común en la vida del país, comienza a desarrollarse
nuevamente este empleo del tiempo libre. También los hobbys, los estudios no formales
se dan otras formas satisfactorias de empleo del tiempo libre.

Pero es una ley, desgraciadamente cumplida, que en la llamada encubridoramente,


míticamente, "sociedad de consumo", toda necesidad o constelación de necesidades
deviene o debe devenir rentable. Y esto da lugar al desarrollo de una poderosísima
industria del tiempo libre.

Desde la perspectiva de la salud mental y con el objeto de crear condiciones para su


desarrollo, es imprescindible alertar sobre aquellas formas de respuesta que, tomando la
necesidad de acción, movimiento, creatividad, agonismo, relación con el cuerpo, la
metamorfosean, la vacían de contenido y la transforman en carencia a la que no se le
propone un hacer, un protagonizar, sino un contemplar. Propuestas básicamente
centradas en el consumo y la pasividad, y que transforman desde allí la vida en
espectáculo y al actor potencial en espectador.

La necesidad de juego, de acción, de participación y relación social, de movimiento y


cumplimiento de fines en el mundo externo situarían al deporte en un lugar de privilegio
en la esfera del tiempo libre. Y decíamos recién que entre todos los deportes se destaca
uno, que en el mundo entero aparece como una de las formas dominantes de la
organización del tiempo libre. El fútbol. Insisto en que el tema es de gran complejidad y
que me limitaré a plantear algunas líneas de análisis de un fenómeno contradictorio.

¿Qué es el fútbol, cuál es su magia, por qué esa pasión? ¿Por qué el Napoli, equipo que
nunca o casi nunca salio campeón, lleva partido a partido sesenta mil espectadores, el
Manchester cincuenta mil, el Aston Villa treinta mil? Dicen Kovoza y Leithauser en el
prólogo a “El fútbol como ideología”: "Todo aquel que asiste a un partido de fútbol,
tanto en el campo de juego como junto a un receptor, advierte que en modo alguno se
trata de un mero "acontecimiento deportivo", por el contrario, el rítmico encresparse de
las voces de aliento o decepción de los espectadores, las bocinas y las banderas señalan
que los hombres reunidos en la cancha y frente a los aparatos de radio y televisión viven
en forma masiva y colectivamente afectos de índole especial".

"Señor policía, yo voy a ser campeón, no puede echarme", decía el hincha del
Corinthians de San Pablo, el equipo de mayor "torcida", hinchada, del mundo, cuando
invadió la cancha tras el gol que convertía a su equipo en campeón después de 23 años.
¿Qué pasa con ese hombre que se siente campeón? ¿Qué pasa con esas multitudes?
¿Qué nos pasó en el Mundial, cuando en medio del dolor y la represión el pueblo salió a
la calle a festejar? ¿Cómo se desplazan sobre este deporte-espectáculo -fenómeno
social- que es el fútbol, las necesidades de libertad, creatividad, identificación,
encuentro, afianzamiento de la identidad, relación con el cuerpo, reparación? ¿Qué
transforma al fútbol en fiesta o en guerra, en explosión de alegría o de violencia,
convirtiéndolo en un verdadero barómetro social? ¿Qué determina esa intensidad de
pasiones, de depositación de expectativas que a veces permite su manipulación, y a
veces se transforma en estallido incontrolable?
Analicemos primero cómo es el fútbol en tanto juego, para intentar comprender el
porqué de esa atracción casi mágica, de esa fascinación, esa intensidad emocional. El
juego del fútbol es un hacer grupal, la exploración de un ámbito, con el desarrollo de
una acción destinada a un objetivo, que se concreta en un gol-triunfo. Como lo señala
Povina, esa meta sólo se alcanza venciendo a un adversario, la meta implica siempre un
triunfo sobre otro, sobre rivales explícitos, a los cuales nos oponemos. En consecuencia
la escena implícita al partido de fútbol es una lucha por el poder.

Como hacer grupal hay en el comunicación (pase) y aprendizaje, en tanto


reconocimiento de sí y del otro, anticipación de la acción del otro y ajuste de la propia
conducta en función de esa anticipación. Juego de alianzas y oposiciones, que implica el
desarrollo de una estrategia, el realizarla desde la acción, intento de cumplir fines en el
mundo externo, a veces logrados, a veces fallidos.

Algunos teóricos del tema, y apoyándose en buenas razones (el Mundial 78 sería un
ejemplo) ven en el fútbol sólo un instrumento de manipulación de masas (entre ellos
Adorno y Vinnay), sólo como ámbito de alineación. Frente a esto no puedo menos que
hacerme varias preguntas. ¿Por qué la magia del fútbol se mantiene aún en los breves
períodos de protagonismo de masas? Si el fútbol se ha transformado en uno de los más
eficaces "opios populares", ¿por qué declina el interés por el fútbol en los períodos de
crisis, como sucede en nuestro país, hoy? ¿Y por qué el fútbol es el que despierta esa
pasión y no es otro deporte, otro juego el que moviliza esas vivencias, esa fascinación?
Como decíamos hoy, el fenómeno es muy contradictorio. Sin duda el fútbol tal como lo
conocemos y vivimos hoy está comprometido en la más vasta industria del espectáculo
y es ámbito de alineación, ¿pero es sólo eso? Agotar el fenómeno futbolístico en
alineación y manipulación parcializa el fenómeno y empobrece su comprensión, es
simplificador.

Decíamos, al analizar las condiciones objetivas del juego, que en el fútbol hay
despliegue de fuerza, hay destreza, hay creatividad, relación, operatividad. Huizinga
señala que un rasgo esencial del juego es la tensión. En el fútbol hay tensión, equilibrio,
traba, desenlace. El juego tiene ritmo y armonía, elementos que hacen a la vivencia
estética. Dice Enrique Pichon-Riviere: "Viendo fútbol es posible lograr una fugaz
vivencia estética, a través de un sentimiento de armonía y precisión en el juego, que
aparece después de momentos de desorganización y ruptura... el fútbol se transforma en
ballet”. Esa vivencia, esa reestructuración tiene una función reparadora a nivel
psicológico, a nivel de las fantasías del sujeto, de su mundo interno.

¿Por qué es placentera la tensión en el juego? La tensión es incertidumbre, algo va a


ocurrir, la contradicción tendrá que resolverse, se acerca el desenlace. Resulta
placentera, porque la incertidumbre, el riesgo, la lucha están encerrados, controlados en
el espacio transicional del juego. Es un mundo de metáforas. Un "como sí" que permite
el encuentro con la lucha, el triunfo, la derrota desde una distancia que abre paso a la
elaboración. Esa distancia se acorta peligrosamente cuando el monto de frustración
cotidiana se incrementa; el fútbol pierde entonces su carácter de como sí, de espacio
transicional y se transforma en una escena real. Esta sería una de las explicaciones de la
violencia en. el espectador.
El fútbol, escena grupal, en la que hay personajes, acción, desenlaces, tiene una
estructura teatral, favorecedora del interjuego entre mundo interno y mundo externo,
goza de la misma capacidad de fascinación de la escena teatral. Permite el deslizamiento
de una dramática interna, de personajes internos, convoca escenas, personajes, fantasías
de los espectadores. El fútbol tiene algo del teatro en sus orígenes, de las fiestas
dionisíacas y de los sacrificios de la Edad Media. Está sostenido desde la religación, la
participación de los miles de espectadores, conscientes de la presencia de los otros. R.
Pompeu lo señala: "el pueblo inventó con el fútbol el teatro con participación de la
platea ... " y la creatividad que tiene por escena la cancha, despierta la creatividad de los
espectadores, tiende a multiplicarse en cantos, bailes, murgas, en los que es fácil ver la
relación fútbol y política. No es una falacia hablar del jugador N° 12. Retomando a
Pompeu: "El fútbol contiene la esencia del happening, ya que cada partido es a la vez
igual y único". Y en esto tiene un rol protagónico la hinchada.

El fútbol como escena dramatiza la vida, con sus alternativas de encuentro y


desencuentro, competencias y alianzas, triunfo y derrota. De allí que permita en forma
particular la identificación. Cuando oímos a un hincha decir con tanta convicción, "yo
voy a ser campeón", "usted no puede echarme”..., que siente que esa cancha, ese gol,
ese mundo le pertenecen; estamos ante un fenómeno de identificación. No es el ese
hombre concreto el que será campeón. Es un equipo, pero en ese equipo él a la vez se
reconoce y se des-conoce, se encuentra y se pierde. Y esto nos lleva a analizar la
relación fútbol juego-deporte y fútbol espectáculo. El fútbol juego tiene sus
protagonistas, de los que nos podemos preguntar en el aquí y ahora de la organización
del fútbol como industria, de la profesionalización, hasta qué punto esos protagonistas
tienen una relación lúdica con su cuerpo y con el otro. Ya para ellos no existe la
gratuidad intrínseca al acto de jugar, al profesionalizarse y al establecerse las
remuneraciones en particular en relación a una escala de premios, ese juego es un
trabajo, sometido a otras leyes que las del juego.

Pero volviendo al hincha, al espectador, decíamos que en él se da un proceso de


identificación y esto en varios sentidos: identificación como ligazón afectiva, como
reconocerse en el otro como semejante, análogo. Identificación como incorporación de
las virtudes o cualidades del otro, como un construirse a sí mismo sobre ese modelo. El
cuadro, el ídolo, Maradona, Fillol, Bertoni, Francescoli, como en su momento Kempes
o Perfumo, o yendo más lejos Labruna, de la Mata, Di Stefano, Moreno, representan la
fuerza, la destreza, la habilidad, la instrumentación, la creatividad, la potencia, la
libertad. EI otro sustituye un ideal propio no alcanzado. Entonces se liga a él
identificándose. En ese sentido decimos que a la vez reconoce y se desconoce. Porque
éste es solo un aspecto de un fenómeno muy complejo en la economía psíquica del
espectador. EI hincha, el espectador, que no juega, que contempla, que no actúa y cuya
participación es limitada aunque fundante, en otro ámbito de su vida es protagonista: en
el ámbito del trabajo actúa, hace, produce, pero por la organización social del trabajo se
le pierde, se le enajena su propia destreza; su habilidad, su propia potencia, le son
extrañas. ¿Cómo recuperarlas? Le resulta más fácil visualizarlas en otros, de su misma
clase, de su misma extracción social. No sólo ve en el ídolo los atributos que éste posee.
Proyecta en él su ideal, y proyecta también aspectos de sí mismo, lo hace depositario de
su potencia, de su habilidad. En ese aspecto podríamos decir que subjetivamente se
empobrece, se despoja. Pero no se ha dado en esa esfera del tiempo libre el
empobrecimiento del yo, sino en la laboral. Al identificarse con el ídolo, al establecer
fuertes lazos de pertenencia con el cuadro ("yo voy a ser campeón") hace un intento de
recuperación de sus atributos, de fortalecimiento de la identidad y la autoestima.
A su vez, ¿qué sucede con el ídolo? Es el soporte, depositario de las proyecciones y
expectativas de una gran masa. Está situado en un terreno peligroso, resbaladizo. ¿Por
qué? Porque en la esfera del tiempo libre, en la que emergen como ídolos el deportista,
el cantante, el actor, ese ser humano debe actuar cumpliendo las expectativas masivas y
multitudinarias de aquellos de cuyas proyecciones es soporte. En el tiempo libre, en
tanto espectáculo, se instala un mecanismo de vida, de acción por delegación. Si el
depositario no se muestra acorde con esas expectativas, si falla, es atacado,
violentamente desentronizado.

Este somero análisis de algunos rasgos de la organización social del tiempo libre en la
cotidianidad urbana, dominada por el fenómeno de la delegación de la acción, nos
muestra que dicha organización desconoce necesidades y ofrece a las que reconoce
satisfacciones parciales o sustitutivas. Retomando una idea planteada por Pablo Vain en
el Congreso de 1978 de que el deporte-actividad, diferenciado del deporte-espectáculo
hace al desarrollo de un pueblo, en tanto atañe tanto al proceso educativo, la promoción
de la salud, la socialización, la recuperación de pacientes afectados por enfermedades
somáticas o psíquicas, es preciso planificar para el tiempo libre una organización del
deporte como actividad para todos, a partir de una planificación del deporte escolar
sistemático y del deporte comunitario asistemático. ¿Qué hacer con el fútbol-
espectáculo? Podemos cuestionar al fútbol espectáculo en tanto incluido en la industria
del tiempo libre, que no tiene en cuenta necesidad sino rentabilidad, y en tanto
excluyente del deporte - actividad. Pero el espectáculo futbolístico tiene funciones
sociales y psicológicas positivas, que merecen ser conservadas; aquellas que
denunciamos como nocivas, que refuerzan el empobrecimiento subjetivo, no son
especificas e intrínsecas al fútbol, ni siquiera al tiempo libre, sino emergentes de un
sistema de relaciones sociales que no reivindica como valor supremo al hombre. Son
esas relaciones, esas causas las que deben ser transformadas.

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