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Sobre
la
seguridad
a
uno
y
otro
lado
del
Atlántico………………………………………
p.
4
¿Quién
ha
de
proteger
al
consumidor?
Él
mismo………………………………………...
p.
9
La
política
exterior
y
Europa…………………………………………………………………….
p.
13
El
apagón………………………………………………………………………………………………..
p.
17
Sobre
los
acuerdos
y
los
consensos
(I)………………………………………………………
p.
19
Sobre
los
acuerdos
y
los
consensos
(II)…………………………………………………….
p.
23
Transporte
público………………………………………………………………………………….
p.
27
Lo
del
tren………………………………………………………………………………………………
p.
29
El
incidente
de
Chile:
tres
perspectivas………………………………………………….….
p.
31
La
Unión
Europea
y
los
tópicos………………………………………………………………...
p.
34
La
energía
nuclear…………………………………………………………………………………...
p.
36
¿Representa
el
Congreso
a
los
españoles?......................................................................
p.
37
España
sí
se
rompe………………………………………………………………………………….
p.
38
La
reforma
del
sistema
electoral………………………………………………………………
p.
43
El
2
de
mayo……………………………………………………………………………………………
p.
47
Lo
que
opinan
los
expertos………………………………………………………………………
p.
50
Pensamiento
crítico,
pensamiento
dogmático…………………………………………...
p.
52
Lo
de
Bombay………………………………………………………………………………………….
p.
54
No
es
el
mejor
día…
……………………………………………………………………………….
p.
55
Pensamiento
único,
pensamiento
corporativo…………………………………………...
p.
56
Política‐ficción…………………………………………………………………………………………
p.
62
Hablando
de
Europa
en
serio……………………………………………………………………
p.
66
Decepción
y
preocupación………………………………………………………………………..
p.
71
El
Tour
en
Barcelona………………………………………………………………………………..
p.
73
Afganistán…………………………………………………………………………………………...…..
p.
75
Pequeños
detalles……………………………………………………………………………………..
p.
77
¿Madrid
2020?..............................................................................................................................
p.
79
Ser
Ministro
hoy………………………………………………………………………………………..
p.
82
Poder
fáctico,
poder
político………………………………………………………………………
p.
85
Una
mica
de
seny……………………………………………………………………………………..
p.
89
Ya
no
entiendo
nada………………………………………………………………………………….
p.
94
Revisitando
la
Transición…………………………………………………………………………..
p.
97
Un
artículo
de
Francesc
de
Carreras…………………………………………………………...
p.
100
Política
de
verdad……………………………………………………………………………………...
p.
102
La
ley
de
las
películas………………………………………………………………………………...
p.
103
La
verdadera
naturaleza
de
Europa…………………………………………………………...
p.
106
Se
acerca
el
2012………………………………………………………………………………………
p.
109
El
Tribunal
Constitucional
y
el
Estatut……………………………………………………….
p.
111
¿Qué
está
pasando?....................................................................................................................
p.
116
No
se
puede
desaprovechar
la
crisis…………………………………………………………..
p.
121
La
utilidad
del
Derecho
internacional………………………………………………………..
p.
124
Fallo
al
fin
y
sigo
sin
entender
nada……………………………………………………….…
p.
128
Una
ley
del
cine
del
siglo
XVII…………………………………………………………………..
p.
130
No
hay
mal
que
por
bien
no
venga……………………………………………………………
p.
132
La
sentencia
sobre
Kosovo……………………………………………………………………….
p.
134
Lo
público
en
“La
elegancia
del
erizo”……………………………………………………….
p.
136
2
Sobre
procedimientos
de
independencia…………………………………………………
p.
138
¿Federalismo?...........................................................................................................................
p.
143
¿A
dónde
vamos?.....................................................................................................................
p.
146
Una
foto
y
un
comentario……………………………………………………………………….
p.
149
Una
pregunta…………………………………………………………………………………………
p.
150
La
obra
del
tripartito……………………………………………………………………………..
p.
151
¿Existe
España?........................................................................................................................
p.
152
Felicitaciones
navideñas……………………………………………………………………...…
p.
154
Idioma
y
nación
en
el
Bachillerato…………………………………………………………..
p.
155
La
Constitución
de
Cádiz……………………………………………………………………….
p.
158
¡Son
los
transportes,
estúpido!........................................................................................
p.
160
Políticas
coherentes………………………………………………………………………………
p.
162
De
salarios
y
pensiones…………………………………………………………………………
p.
165
¿Contención
salarial?...........................................................................................................
p.
169
El
debate
de
ayer…………………………………………………………………………………..
p.
171
El
principio
del
fin
de
la
sanidad
pública………………………………………………..
p.
175
Sobre
opciones
de
audio……………………………...……………………………………….
p.
178
Y
tras
el
15M
¿qué?..............................................................................................................
p.
180
3
Sobre la seguridad a uno y otro lado del Atlántico
(5 de junio de 2007)
4
Mundial en el escenario Occidental, o en la Guerra Civil española o en las
Guerras Balcánicas; esos prólogos sangrientos de lo que sería la Gran
Carnicería. Esa experiencia dolorosa nos ha curtido y aportado una sabiduría,
un "seny", que diríamos en catalán, del que carecen los americanos.
Este sentimiento del inconsciente colectivo esta presente en nuestra
visión del Mundo y de las relaciones transatlánticas. Así, por ejemplo, el 11-S
dio origen en Europa a la mayor ola de solidaridad y proamericanismo que
recuerdo. En los días que siguieron a aquella tragedia la sincera voluntad de
ayudar a Estados Unidos y cooperar con ellos frente a lo que es un enemigo
común se extendió por todos los países europeos, incluso en círculos
tradicionalmente muy antiamericanos (OTAN, no, bases fuera, yankees go
home, y cosas semejantes). Sigo pensando que fue un gran error por parte de
Estados Unidos no aprovechar aquel momento para admitir una colaboración
mayor de los países europeos en la lucha contra los terroristas; pero, bueno,
eso es otra historia. Lo cierto, y a esto venía, es que junto a este sentimiento
de solidaridad y dolor se percibía también un cierto aire de triunfo. Algo así
como si se dijera: "veis, por imponente que sea vuestro ejército es imposible
garantizar la seguridad, teníamos razón los europeos, es preciso aprender a
convivir con la inseguridad. Venid y os enseñaremos cómo hacerlo".
Quizá a finales del 2001 se pensaba en Europa que los americanos
habrían aprendido la lección y modificarían su concepción de la seguridad.
Como sabemos seis años después esto no ha sucedido. Los Estados Unidos
mantienen su visión originaria sobre este problema y su análisis se reduce,
básicamente, a que no habían hecho lo suficiente en la materia. De ahí que
hayan reforzado los servicios de inteligencia y los controles en las fronteras,
en los vuelos y demás escenarios peligrosos, tal como hemos experimentado
casi todos en los últimos tiempos.
A este lado del Atlántico, por tanto, nos lamentamos de que los
americanos no hayan aprendido la lección; pero yo me pregunto ¿la hemos
5
aprendido nosotros? ¿Somos capaces los europeos de un cierto ejercicio de
humildad e intentar plantearnos que, quizás, no tenemos toda la razón? Quizá
los americanos están equivocados al querer construir una fortaleza
inexpugnable, pero podría ser que los europeos actuáramos de forma
inconsciente al despreciar como lo hacemos las cuestiones relativas a
seguridad y defensa.
Hace unos días Putin amenazaba con apuntar sus misiles nucleares contra
Europa (o sea, nosotros). La noticia nos ha dejado casi indiferentes. ¿Es ésta
una actitud racional? Enseguida se me dirá: "No pensarás en serio que Putin
iniciará una guerra nuclear. Eso es imposible". Pues ni lo pienso ni lo dejo de
pensar, pero es una posibilidad. Estamos acostumbrados a una forma de
razonar que procede de la época de la Guerra Fría en la que cualquier
utilización de armas nucleares se consideraba que conduciría a una guerra
nuclear total. En estas circunstancias el temor a las consecuencias de una
confrontación de esta naturaleza hacía altamente improbable que se pudiese
dar dicha utilización del arma nuclear. Pero ahora el escenario ha cambiado.
Desde hace unos años se habla con mayor libertad de utilización local de
armas nucleares, y no hace mucho el entonces presidente Chirac amenazó
explícitamente con su utilización si Francia era objeto de ataques terroristas.
La posibilidad de una utilización limitada de armas nucleares es ahora más
factible que hace veinte años. En estas circunstancias supongamos que los
rusos atacan Berlín o Rota (la mayor base naval americana en Europa)
¿responderían los franceses, ingleses o americanos a dicho ataque
arriesgándose a que sus propios países fueran atacados? No me importa tanto
la respuesta como la mera circunstancia de que se pueda plantear supone un
elemento de inseguridad para los países que no tienen armamento nuclear.
Podrían darse circunstancias en que quienes sí tienen ese armamento
especularan acerca de un ataque no respondido. Los europeos podemos vivir
con esta inseguridad, para los americanos sería absolutamente intolerable.
6
¿Y qué pasa con las armas convencionales? Veamos el caso de Yugoslavia.
Para quienes vimos "Un globo, dos globos, tres globos", la Casa de la Pradera
o el Mundial de México, Yugoslavia era un país con el que nos
identificábamos: era un país comunista, pero menos; igual que España era un
país capitalista, pero diferente. Como nuestra renta per cápita era más baja que
la de los europeos "de verdad" y la suya más alta que la de los "auténticos"
comunistas nos veíamos parejos, y para acabar de redondear las cosas, tanto a
nivel de selecciones (fútbol, baloncesto, balonmano) como de clubes (¡Ah!
aquellos partidos Real Madrid - Zibona de Zagreb, con el inolvidable
Petrovic!) nos enfrentábamos constantemente. Un país casi como nosotros,
vaya. Como sabemos, a partir de los años 90 todo esto cambia. El país se
comienza a dividir, tema en el que ahora no entraré, y a finales de los 90 nos
encontramos con que lo que queda de él comienza a hacer cosas que no
gustan a la comunidad internacional (esto es, a la Unión Europea y a Estados
Unidos). Ciertamente lo que sucedía en Kosovo era grave y no cuestionaré la
intervención en el conflicto; pero ahora quiero llamar la atención sobre la
circunstancia de que fuera o no fuera grave la situación, al país no le quedó
más remedio que someterse al dictado exterior. Un país como España de
pronto se vio abocado o al sometimiento o a una guerra que perdió sin haber
conseguido causar una sola baja al enemigo. El hecho de que eso nos pueda
pasar a cualquier otro país de similar porte habría de causarnos cierta
preocupación. No digo que tengamos que dejar de dormir por ello; pero no
me parece normal que se obvie totalmente la posibilidad, simplemente como
si no existiera. De nuevo aquí se observa la diferencia de percepción entre
europeos y americanos. Nosotros podemos vivir sabiendo que dependemos
de la voluntad de otros, que cuando sacamos las tropas de Irak un submarino
nuclear americano entra en la bahía de Cádiz rememorando la época de las
cañoneras, que estamos a merced de las decisiones que se toman en sitios muy
alejados de Madrid o Barcelona. La inseguridad no nos mata. Para un
7
americano una situación así sería sencillamente insoportable.
Alguien podrá decir: "¿Y qué podemos hacer?". Pues no lo sé, pero de
momento preocuparnos.
8
¿Quién ha de proteger al consumidor? Él mismo
(30 de junio de 2007)
9
mismo que protestemos o no porque saben que, en última instancia, no
acudiremos a los tribunales a demandarlos, y que en caso de que algún loco así
lo haga al final lo que obtenga no alterará la cuenta de resultados de la
empresa. La consecuencia de todo ello es que muchas compañías de servicios
especulan con el incumplimiento. No temen dejar de cumplir sus
compromisos porque las hipotéticas sanciones en las que incurran serán
inferiores a lo que obtienen ofreciendo unos servicios peores que aquéllos a
los que tendríamos derecho.
El consumidor se encuentra, pues, en una situación de indefensión. Los
mecanismos de los que dispone para presionar a quien le suministra servicios
no son lo bastante peligrosos como para que quienes gestionan esos servicios
se sientan amenazados. Ante esta situación al consumidor sólo le queda
confiar en la administración; pero ¡menuda esperanza! En alguna ocasión en
que me dirigí a la Consejería de Industria para protestar por el mal servicio
eléctrico que recibo se me contestó que la compañía eléctrica era una
compañía privada y no un ente público, y fuí yo quien tuve que recordar a la
administración lo que es un servicio público, aunque esté gestionado por
empresas privadas. La tutela de la administración no es solución. Además, si
todo ha sido privatizado (energía, telefonía, agua, carreteras, etc.) ¿por qué
razón el control del correcto funcionamiento de todos estos servicios ha de
quedar en manos de la Administración? ¿No sería más lógico que el control
también se privatizara en favor de los usuarios de estos servicios?
Para conseguir esta privatización debería dotarse a los consumidores de
recursos que realmente fueran amenazantes para las compañías que prestan
servicios. Estos recursos podrían pasar por una figura desconocida en Europa,
pero muy popular en Estados Unidos: los daños punitivos. ¿En qué consiste
esto de los daños punitivos? Veamos un ejemplo. El otro día asistí en una
aeropuerto español a la siguiente situación: un avión tenía que salir de la
Barcelona para llegar a Granada, el vuelo a Granada tenía que llegar a eso de
10
las 22:00 para despegar de nuevo hacia las 23:00 y regresar a Barcelona. El
vuelo salía con retraso de Barcelona, de tal manera que no llegaría a Granada
hasta pasada la medianoche. Como el aeropuerto de Granada cerraba poco
después de la medianoche resultaba que el avión no podría despegar de
Granada hasta el día siguiente. Seguramente esta circunstancia impediría que
ese avión cubriera el servicio que tenía asignado a primera hora del día
siguiente, lo que obligaría a la compañía a buscar alternativas costosas; pero
qué se le va a hacer, pensé yo. Ningún problema había para que el avión que
salía de Barcelona aterrizase en Granada por lo que en ningún momento
pensé que podía suceder cosa distinta a la llegada tardía del vuelo de
Barcelona. Pues no, la compañía decidió desviar el avión a Málaga, de dónde
sí podía volver a despegar. La compañía cubría así su previsión, y si los
pasajeros protestan por mandarlos a Málaga en vez de a Granada, pues se les
indemniza con la miseria prevista por las molestias causadas y en paz.
¿Qué tienen que ver los daños punitivos con todo esto? Si en nuestro
sistema existieran los daños punitivos el pasajero que quisiera reclamar
judicialmente en este caso podría verse favorecido con una indemnización que
fuera mucho más allá de los daños que a él se le causaron. Se le impondría una
multa civil a la compañía de un montante elevado, hasta el punto de que fuera
disuasoria, y que iría al bolsillo del ciudadano reclamante. Así, por ejemplo, el
importe de todos los pasajes gestionados por la compañía infractora durante
una semana. Una cantidad que podría alcanzar cientos de miles o millones de
euros. Esta figura existe en Estados Unidos y explica algunas de las
millonarias (en dólares) indemnizaciones concedidas por los tribunales de
aquél país. La ventaja de los daños punitivos es doble: por una parte el
consumidor tiene un incentivo para reclamar, pues no estamos hablando de
unos cientos o pocos miles de euros, sino de cantidades muy superiores. Por
otro lado, las compañías temen estas condenas, a diferencia de las que les
pueden imponer en nuestro sistema legal, lo que hace que sean más
11
cuidadosas a la hora de especular con el incumplimiento.
Nunca podremos estar seguros de si una determinada empresa hace todo
lo posible por ofrecer un servicio de calidad, pero debemos de dotarnos de los
medios adecuados para que no sea económicamente rentable operar de otra
forma. En la actualidad la compañía que cumple -si hay alguna que lo hace- es
por altruismo, no porque el sistema legal la obligue a ello más allá de la pura
formalidad.
12
La política exterior y Europa
(23 de julio de 2007)
13
a coordinar las políticas exteriores de los Estados. De esta forma, quienes
seguirán ejerciendo las funciones propias de la política exterior serán los
Estados, pero de acuerdo con las instrucciones o planteamientos que hayan
sido adoptados en el seno de las instituciones europeas. En este último caso
las políticas de los diferentes Estados serían solamente instrumentos en
manos de las instituciones comunitarias, quienes ejercerían por medio de los
Estados un papel en el ámbito internacional que superaría sus limitaciones
como organización internacional.
Este planteamiento y las alternativas que ofrece creo que son muestra de
una manera de razonar que está en fase de superación. La política exterior no
es una añadido al resto de políticas, sino la cara externa de todas ellas. Es por
esto que todos los entes con poder político tenderán a asumir, por unos
medios u otros, cierta acción exterior. En España podemos ver cómo las
Comunidades Autónomas pugnan por tener un papel en las relaciones
internacionales, superando la competencia exclusiva del Estado en esta
materia, y ello porque no pueden desconocer que esta política exterior
condiciona las políticas internas. Cómo se haga realidad esta política es otra
cuestión. Bien pudiera ser que esta vocación exterior de los entes infraestatales
se canalice a través de órganos estatales, o también puede suceder que estos
mecanismos se consideren como insuficientes y se planteen alternativas. Las
posibilidades son muchas, pero aquí quiero destacar únicamente que es
ingenuo pretender que los entes diferentes del Estado pueden renunciar a
ejercer competencias exteriores por el hecho de que tradicionalmente ésta
haya sido una competencia atribuida en exclusiva al Estado.
Esta es la situación en la que se encuentra Europa. Europa es un ente
diferente de los Estados que lo componen. Ejerce ciertas políticas y posee una
dinámica propia. En estas circunstancias es inevitable que tenga una política
exterior, y de hecho la tiene. Como es sabido desde hace mucho no se discute
que en el ámbito comercial la Comunidad Europea desempeña una actividad
14
exterior muy destacable. Esta dinámica comercial, a su vez, debe generar
competencias en otros ámbitos, pues resulta también ingenuo pretender que
los acuerdos comerciales dependen únicamente de las cuestiones comerciales.
En la actualidad, sin embargo, esta dimensión "política" de la actuación
exterior comunitaria es fruto de las presiones y maniobras de los Estados, que
utilizan de esta forma a la Comunidad en beneficio de sus propias políticas.
Y es aquí donde llegamos al punto al que quería llegar. Es lógico,
razonable y deseable que la política exterior británica se decida en Londres;
pero creo que no lo es que sea también en Londres (o en París o en Madrid o
en Varsovia... o en La Valetta) donde se decida al política exterior europea.
Actualmente, al carecer la Unión Europea de órganos propios que puedan
actuar con suficiente margen en este ámbito es la situación que nos
encontramos. La construcción de una política exterior europea no se ha de
plantear como un ejercicio de renuncia de los Estados a ámbitos
competenciales que les son propios, sino como el reconocimiento de que la
asunción de las competencias que ya tiene la Unión Europea obliga a dotarla
de instrumentos para poder desarrollar su actuación también en el ámbito
exterior. No se trata de un juego de suma cero. La creación de una auténtica
política exterior europea no debería necesariamente mermar el poder actual de
los Estados miembros de la Unión, sino que, al contrario, aumentaría éste al
dotarles de un poderoso aliado en las confrontaciones a las que nos tenemos
que enfrentar en un mundo globalizado.
Claro está -y éste es el problema de fondo- que la creación de esta política
exterior limitaría las posibilidades de utilizar la política exterior (¡y de defensa!)
de los Estados europeos en contra de otros Estados europeos. Por desgracia
la situación en la que nos encontramos actualmente es la de que muchos
Estados miembros de la Unión, sino todos, aún mantienen en sus Ministerios
de Asuntos Exteriores la lógica de que ha de debilitarse a los tradicionales
rivales, que ahora son también aliados en el seno de la Unión. No soy
15
ingenuo, y sé que mientras esta orientación no cambie nadie se tomará en
serio la construcción de esta política europea. En ese sentido la frase de Blair
es, de nuevo, tremendamente significativa.
16
El apagón
(24 de julio de 2007)
17
tarea de todos nosotros exigir en todo momento y circunstancia que la
Administración actúe con intensidad y contundencia en la defensa de los
intereses de los ciudadanos, en este caso de los consumidores. No es tolerable
el que solamente se alce la voz cuando la faena es de campanillas, como la que
nos está afectando estos días.
Pero es que, además, esta inactividad de las administraciones contribuye a
que se den situaciones como ésta. Las compañías eléctricas saben que nada les
pasará en caso de que dejen a un barrio o dos sin electricidad durante unas
horas. Algunas míseras indemnizaciones y unas cuantas llamadas de protesta.
En estas condiciones es más lógico aguantar el chaparrón de los usuarios
cuando cae la línea que adoptar medidas para evitar que caiga. Lo que sucede
es que cuando se juega con fuego te puedes acabar quemando. Si la actuación
de las administraciones fuera contundente con los "pequeños" incidentes que
se suceden casi a diario en nuestros pueblos (cortes, averías, subidas o bajadas
de tensión) quizá se hicieran las mejoras necesarias para que no sucedieran
desastres como el que afecta a Barcelona estos días. En el cuidado de lo
pequeño está el germen de la salud de lo grande.
18
Sobre los acuerdos y los consensos (I)
(24 de agosto de 2007)
Pongo ejemplos que tienen significado para mí. Cada cual, seguramente,
tendrá los suyos. En lo que se refiere a "solidaridad", fue la aparición del
sindicato en Polonia a principios de los años 80 del siglo XX lo que
popularizó la palabra, que era evidentemente, conocida, pero poco
pronunciada. Yo todavía recuerdo cómo nos trabábamos al decirla. Una vez
adquirida soltura, sin embargo, debimos pensar que un esfuerzo como aquél
debía de ser aprovechado, y la palabra prosperó, hasta el punto de que hoy en
día cuesta encontrar un sólo párrafo que pretenda despertar los buenos
sentimientos que no la utilice varias veces. Los empates técnicos proceden, si
no me equivoco, de las elecciones generales de 1993. La igualdad en los
19
sondeos entre el PSOE y el PP hizo que fuera frecuente la aparición en los
medios de los responsables de las encuestas, quienes, con frecuencia, se
referían a la situación como "un empate técnico", queriendo significar algo así
como que el margen de error que tiene cada sondeo era mayor que la
diferencia en la intención de voto entre ambos partidos, lo que impedía
determinar quién sería el ganador de las elecciones. La expresión gustó, y
desde entonces hemos sufridos empates técnicos insospechados (cuando un
partido de fútbol acaba con el resultado de 2-2 ¿nos encontramos ante un
empate técnico o se trata de un simple empate, mondo y lirondo?).
Dejo para el final el consenso, que es el término el que hoy me quiero detener.
En mi memoria la proliferación del término se remonta a la transición. En
aquella época se empleó con frecuencia, asociándose a las complejas
negociaciones entre las distintas fuerzas políticas que tuvieron como resultado
la democracia en la que hoy vivimos. Pese a que el diccionario no diferencia
en exceso entre acuerdo y consenso, los que, aún como niños, fuimos testigos
de aquellos años podemos percibir una diferencia entre ambos términos.
Cuando se hablaba de consensos y no de acuerdos se transmitía la impresión
de una complicidad entre las partes que puede no darse en el acuerdo. El
acuerdo supone una regulación que conviene, en un momento y
circunstancias dadas, a quienes llegan a él. En los años 70 del siglo XX
percibíamos el consenso como algo más profundo. El encuentro de aquellos
puntos en los que el parecer y el sentimiento coincidían. En un acuerdo no es
preciso que sus autores piensen que lo acordado es correcto. Tras concluirlo
ambos pueden pensar de forma diametralmente opuesta habiéndose
conseguido tan solo un instrumento útil para fines que interesan a ambos.
Cuando hablamos de un consenso debemos ir más allá. No se trata de
determinar hasta dónde puedo llegar en la negociación para conseguir el
máximo provecho para mis intereses, sino encontrar aquellos puntos o
planteamientos en los que existe una coincidencia. El consenso permite, por
20
tanto, identificar lo que de común hay entre quienes sostienes opiniones
divergentes. Este punto común ya no precisa ser acordado, porque es el
mismo para todos.
Ahora, treinta años después he de confesar que echo de menos ese consenso.
En estos treinta años el mundo ha cambiado y el país ha cambiado. Quizás sea
esta la causa de que ciertos elementos de aquél consenso de la transición estén
sometidos a escrutinio. La forma del Estado (la monarquía parlamentaria) y la
estructura de éste (el estado autonómico) están siendo cuestionados en los
últimos años. No es que haya una propuesta formal para cambiar la forma o la
estructura del Estado, o al menos las formulaciones explícitas y expresas de
esta pretensión no han traspasado más que la epidermis de la sociedad y la
política española; pero sí se percibe la duda sobre ambos extremos, duda que
es visible tanto en el discurso político como en los medios de comunicación o
en las conversaciones ante el café del ciudadano común. Es una percepción
subjetiva, pero que no creo que se aleje excesivamente de la realidad. Además,
cuando estamos hablando de consensos casi tan importante como el
contenido del acuerdo es la percepción del mismo. Cuando se aprecia que
existen dudas en el discurso público sobre el mismo gran parte del efecto de
estabilidad que se le presumen se volatiliza.
21
Ciertamente, este debilitamiento del consenso, que a mi personalmente me
preocupa y disgusta, puede ser positivo. El cambio a una situación diferente a
la actual precisa la ruptura del consenso, y para quien esté interesado en llegar
a ese escenario este cuestionamiento será percibido como positivo. No
discuto que esta percepción sea tan valiosa, al menos, como la mía, y no
pretendo que haya elementos objetivos que nos permitan averiguar cuál es
mejor; aquí me limito a ponerlo de relieve para, a continuación, y en otra
entrada, reflexionar mínimamente sobre algunas de las consecuencias de esta
situación.
22
Sobre los acuerdos y los consensos (II)
(25 de agosto de 2007)
23
surgido en los años 70. Los puntos que deberían abordarse en ese debate son
muchos, evidentemente, pero aquí destacaré solamente dos, que me parecen
cruciales: la competencia impositiva y la política exterior. En lo que se refiere
al primero mi reflexión es la de que resulta poco coherente que cuando son las
Comunidades Autónomas las que asumen la mayoría del gasto público
(competencias en materia de educación, sanidad, parte de las infraestructuras,
etc.), sea el Estado central el que mantenga un casi monopolio en materia de
ingresos, esto es, impuestos. Una mayor responsabilidad de las Comunidades
Autónomas en materia impositiva me parece ineludible. En el segundo de los
ámbitos, sin embargo, creo que resultaría conveniente fortalecer la posición
del Estado central. La política exterior actual sigue siendo un coto casi cerrado
a los Estados, y, desde mi desconocimiento, tengo la impresión de que flaco
favor se hace a nuestros intereses debilitando la posición exterior de la
diplomacia española. Ahora bien, esto no quita para que esta misma
diplomacia y, en general, la acción exterior del Estado, haya de ser
extraordinariamente cuidadosa con los intereses de todas las Comunidades
Autónomas, debiendo establecerse cauces eficaces para que nuestra política
exterior sea leal a todos los españoles.
El proceso de reforma de los Estatutos de Autonomía que estamos
experimentando desde hace unos años debería ser el lugar idóneo para que se
produjera esta actualización de la estructura del Estado. Mi impresión, sin
embargo, es la de que este proceso no va por estos derroteros. Más bien se ha
asemejado a un regateo competencial con un déficit claro de reflexión. Las
causas de este fracaso (fracaso para mí, evidentemente, son muchos los que se
muestran satisfechos con lo conseguido) son varias; pero una de ellas creo que
es precisamente la ruptura del consenso a la que me he estado refiriendo. Me
explico: si existiera un auténtico consenso sobre la estructura del Estado, esto
es, si no se discutiera la unidad de España, se podría reformular el sistema
competencial sobre bases objetivas, determinando lo que debe ser estatal o
24
autonómico únicamente sobra la base de criterios de eficiciencia y
racionalidad. De existir ese consenso tanto el Estado como las Comunidades
Autónomas partirían de la misma base para, sobre ella construir el acuerdo.
Sucede, sin embargo, que para ciertas fuerzas políticas el proceso de reforma
estatutaria es entendido como una fase más en la consecución del objetivo
final que es la independencia de la Comunidad Autónoma (País Vasco,
Cataluña, Galicia). Desde esta planteamiento cuantas más competencias se
asuman, mejor, siempre mejor, y si esa asunción plantea problemas de eficacia
o no existen recursos para poder ejecutar las acciones que implica la
competencia o, simplemente, se trata de competencias que objetivamente es
mejor no tener (léase, competencia penitenciaria), da igual. Todos estos
problemas son considerados como menores en tanto en cuanto el objetivo
principal es la reivindicación de cuantos ámbitos de poder se pueda.
Desde la perspectiva del Estado central, en cambio, una vez que se pone
de manifiesto que el objetivo final puede ser la independencia, el proceso de
atribución competencial se examina de una forma cuidadosa. Ahora el
objetivo pasa a ser ceder cuantas menos competencias mejor y, desde luego,
retener aquéllas que resulten más significativas. Cualquier cesión en materia
impositiva será extraordinariamente difícil de conseguir, por ejemplo. El
resultado es que la final el reparto es más fruto del mercadeo que de la
reflexión sin que se lleguen a afrontar los auténticos problemas que afectan a
la organización de los poderes públicos en el mundo complejo en el que nos
toca vivir.
Se trata, para mí, de un resultado descorazonador, no tanto porque tema
que se pueda llegar finalmente a la pérdida de la unidad del Estado (lo que
desde mi perspectiva tampoco sería una buena noticia), como porque conduce
a un discurso y una reflexión incoherentes. Al perder las bases del
razonamiento, de nuevo el consenso que tanto echo de menos, se produce un
debate deslavazado, lleno de vaguedades y confusiones. Pondré un ejemplo: la
25
tan traída y llevada incoherencia del Partido Popular al impugnar ante el
Tribunal Constitucional determinados preceptos del Estatuto de Cataluña que
son idénticos a ciertos preceptos del Estatuto de Andalucía que fue aprobado
con los votos del PP. Aparentemente se trata de una incoherencia que,
además, arrastra otras consigo; pero solamente es tal si nos quedamos en el
discurso más formal. Si se analiza el proceso en la clave que aquí defiendo la
actitud del PP es coherente. En Andalucía ninguna fuerza política significativa
reclama la independencia de la Comunidad, por lo que no existe problema en
que se trasladen ciertas competencias del Estado a la Comunidad y que se
adopte un determinado lenguaje (la famosa nacionalidad histórica). En
Cataluña, en cambio, la situación es diferente; resulta, por tanto, necesario
limitar la ampliación de competencias de una Comunidad Autónoma en la que
muchos desean dar un nuevo paso hacia la independencia lo más pronto que
resulte posible.
En definitiva, nos encontramos en un cruce de caminos. Yo no digo para
donde debamos tirar, pero no podemos quedarnos indefinidamente aquí, o de
nuevo seremos atropellados por quienes circulan más rápidos y seguros que
nosotros.
26
Transporte público
(13 de octubre de 2007)
27
un desplazamiento en transporte público entre dos puntos del área
metropolitana, uno de los cuales no sea Barcelona, que utilizar el automóvil o
la moto. Pondré un ejemplo que padecí el 11 de octubre.
Tenía que desplazarme desde Granollers hasta la UAB, en Bellaterra. A
las 8:30 inicie mi viaje. No llegué a la UAB hasta las 10:20, incluyendo aquí el
desplazamiento a pie hasta la estación de Granollers y la conexión, también a
pie, entre la estación de cercanías del Paseo de Gracia y la de los Ferrocarriles
de la Generalitat de la calle Provenza. Es cierto que podía haberme
equivocado y no haber optado por la mejor combinación. Es por eso que
antes de escribir esto consulté lo que me proponía la web de Cercanías.
Introduje los datos de mi recorrido y el resultado es que podría estar en la
Estación de la UAB a las 9:59. Como la estación de la RENFE me queda
bastante más lejos de mi destino final en la UAB que la de los Ferrocarriles de
la Generalitat, no encontré ventaja significativa entre la opción que me
proponía la web de RENFE y la que yo había tomado. Algo más de hora y
media para un desplazamiento que en línea recta no son más de veinte
kilómetros.
El mismo 11 de octubre por la tarde hice el desplazamiento entre
Granollers y la UAB en automóvil. Salí de Granollers a las 16:25 y llegué a la
UAB a las 16:45.
¿Alguien en su sano juicio optará por el transporte público en estas
condiciones?
28
Lo del tren
(25 de octubre de 2007)
29
de aislamiento del núcleo del área metropolitana, ya no hablamos de cómo
podemos mejorar lo que tenemos, sino de que corremos el riesgo de hacer
quebrar la situación actual. No se trata sólo de molestias para los usuarios o de
cabreo, sino de un problema con graves consecuencias económicas y sociales.
30
El incidente de Chile: tres perspectivas
(14 de noviembre de 2007)
31
debilitamiento de ciertos consensos en España. Ahora se puede comprobar
que este progresivo cuestionamiento de ciertas reglas básicas se extiende
también a la esfera internacional. Los escasos minutos que duró el
enfrentamiento entre Chávez, Zapatero y el Rey fueron fuente de varias
situaciones insólitas en el ámbito diplomático. De hecho, el incidente, con la
retirada posterior del Rey durante la intervención de Daniel Ortega fue
calificado como un hecho "sin precedentes", y últimamente no son pocas las
veces en que alguna situación tiene el "honor" de recibir este calificativo. Creo
que no es una casualidad, sino muestra de que estamos abandonando a
velocidad de vértigo el marco tradicional de las relaciones internacionales.
Como no sabemos a dónde nos dirigimos y soy timorato la percepción de este
movimiento acelerado hacia lo desconocido me produce cierta inquietud.
En tercer lugar, y es, para mí, lo menos importante, puesto que es lo más
coyuntural; muestra que las relaciones entre España y los países Latino
americanos están cambiando. Existe una tensión entre diferentes formas de
entender la forma en que ha de dirigirse el desarrollo de estos países, y en esta
ocasión el debate coge (y aquí empleo la expresión en el doble sentido que
tiene a ambos lados del Atlántico) a España en medio. Es lógico. En los
últimos veinte años el papel de España y de las empresas españolas se ha
hecho más relevante; ahora España es un agente que tiene cierta capacidad de
influencia, tanto política como económica. En este último aspecto las
empresas españolas se han instalado en muchos países latino americanos y,
por lo que me cuentan, no en todos los casos su ejecutoria ha sido ejemplar.
Incluso sin tener esto último en cuenta, y con que simplemente se comporten
allí como se comportan aquí, es fácil entender ciertos ataques de ira. En
España también nos quejamos de las comisiones de los bancos, de lo mal que
funcionan las compañías eléctricas y de las tácticas que utilizan las compañías
telefónicas; pero aquí no podemos recurrir a echarle la culpa a otro país; al
otro lado del Atlántico sí que tienen ese recurso.
32
En definitiva, ignorancia, incertidumbre e ira. Y encima no acabo de
entender las claves de la situación ¿se entiende por qué estoy preocupado?
33
La Unión Europea y los tópicos
(21 de enero de 2008)
34
que hay detrás de la redacción, y que no es otra cosa que un claro respaldo a
los tópicos más rancios. Los alemanes son industriosos y desarrollados,
Francia es también un país industrializado, pero mantiene aún un importante
sector agrícola, que hay que calificar de "eficiente", supongo que para no
confundirlo con el sector equivalente de países "menos desarrollados"; y
España es una nación eminentemente agrícola. En el caso de Portugal no hay
ninguna mención a su economía (¿será que para los burócratas de Bruselas no
existe la economía portuguesa?).
Sorprende esta defensa de los tópicos en una institución como la Unión
Europea; pero que nadie piense que es inocente. La Unión Europea no es más
que un club de Estados, y cada uno intenta tomar posiciones en beneficio
propio. La imagen que se tenga del país que uno representa o del que procede
es más importante de lo que pudiera pensarse. Cuidado con estas
imprecisiones aparentemente ingenuas, porque no son más que la superficie
de un mar oscuro y peligroso.
Además, el tópico contribuye a la separación, al aislamiento. Quien se
instala en el tópico se negará a interpretar la realidad de una manera diferente
a la que le marca el tópico. El tópico no es más que un prejuicio y como tal
contribuye a la ignorancia y profundiza en el desconocimiento. Si queremos
construir Europa desterremos los tópicos y, ¡por favor! que la Unión Europea
dé ejemplo.
35
La energía nuclear
(24 de febrero de 2008)
36
¿Representa el Congreso a los españoles?
(12 de marzo de 2008)
37
España sí se rompe
(12 de marzo de 2008)
No hace falta ser médico o ver House cada martes para saber que una de
las formas más rápidas de llenar los cementerios es confundir el síntoma con
la enfermedad. "Doctor, tengo fiebre". "No se preocupe que ahora mismo se
la quito". Ibuprofeno en vena y otra vez treinta y seis grados y medio.
Mientras tanto, la infección va tranquilamente necrosando los pulmones y el
enfermo se muere sin saber siquiera que le está pasando. "Pero si ya no tengo
fiebre". Fueron sus últimas palabras.
Con la tan manida ruptura de España pasa algo parecido. A raíz de unas
reformas estatutarias una parte de la opinión pública, de los medios de
comunicación y de los políticos ha mantenido un discurso alarmista que ha
jugado con la idea de que la ruptura de España está próxima. Mi
planteamiento, ya lo adelanto, es de que sí que existe una tendencia a la
disgregación que conviene analizar; pero dicha tendencia no puede
identificarse con el proceso de cambio de los Estatutos de Autonomía que
hemos vivido en los últimos años ni puede limitarse en el análisis a vaivenes
políticos coyunturales. Estos fenómenos son síntomas nada más de una fuerza
de mayor calado. Solamente deteniéndose en "la enfermedad" y no en los
síntomas podremos llegar a la cura. Aunque también adelanto que, quizás
después del análisis lleguemos a la conclusión de que en realidad no se trata de
una enfermedad. "Doctor, me encuentro muy mal, mareada, somnolienta, con
poca energía ¿qué me pasa?". "Pues que está usted embarazada, señora".
Como decía, existe una tendencia a la disgregación. No solamente en
España, las tensiones descentralizadoras o directamente secesionistas afecta a
una pluralidad de países. Se pueden citar los ejemplos, claros, de la Unión
Soviética, Checoslovaquia y Yugoslavia; pero tampoco pueden desconocerse
las tensiones que se vivieron en Italia en los años 90 y la demanda de mayor
38
autonomía en Escocia, dentro del Reino Unido; aparte del propio caso
español, claro. Se trata de una tendencia que, curiosamente, se vincula, al
menos en parte, con la globalización. Sí, sí, con la globalización. Ya sé que
puede resultar curioso y que muchos recurren al machacón discurso de "en
estos tiempos de unidad en Europa y en el Mundo los nacionalismos
desintegradores son cosa del pasado", etc.; pero lo cierto es que ese
transcendental fenómeno de integración mundial lleva ínsitos mecanismos que
favorecen la descentralización e, incluso, la fragmentación de los Estados.
Aquí no me puedo detener en el desarrollo de este tema, pero para quien esté
interesado recomiendo la lectura de M. Castells, La era de la información, vol. II,
Madrid, Alianza Editorial, 3ª ed. 2001, pp. 300-301.
Así pues, nos encontramos ante una tendencia generalizada a la
descentralización que, en el caso de España presenta caracteres singulares, tal
como vamos a ver a continuación. En primer lugar, esta tendencia, propia del
fin del siglo XX se encuentra en España con una estructura política
descentralizada fruto del Estado de las Autonomías. El Estado autonómico
que diseña la Constitución de 1978 no es un producto de esta tendencia, sino
que su explicación se encuentra en la Historia de España; pero lo cierto es que
cuando se dan las circunstancias globales que cuestionan las estructuras
centralistas, en nuestro país se encuentran con un armazón político y
administrativo que les ofrece un extraordinario caldo de cultivo. El resultado
es que en pocos años la estructura del país se ha visto profundamente
transformada. En la actualidad las Comunidades Autónomas juegan un papel
en la vida diaria de las personas muy superior al que tiene el Estado central. Y
la transformación ha sido muy rápida. No hace mucho, cuando era alumno
universitario, recuerdo una conferencia del entonces presidente del Principado
de Asturias, Pedro de Silva, en la que justificaba la existencia de la Comunidad
Autónoma en la elaboración de informes que se elevaban a Madrid, donde se
encontraba el auténtico poder de decisión. Ahora las Comunidades
39
Autónomas gestionan educación, sanidad, universidades, parte de las
infraestructuras y un largo etcétera de cuestiones de importancia capital. El
resultado es que las redes de poder ya no son centrales, sino que la red central
ha de convivir con las que se han creado en torno a las estructuras
autonómicas. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero no creo que sea
necesario, puesto que es una realidad fácilmente constatable. Solamente la
rémora de muchos siglos de centralismo explican que la realidad no sea aún
vista así por gran parte de la población, que piensa que son más importantes
las elecciones generales que las de su Comunidad Autónoma, cuando ya no es
así, al menos si la importancia la medimos por la incidencia en la vida de los
individuos.
La transformación de las estructuras de poder en España consecuencia de
la descentralización supone un riesgo (o una posibilidad, según se mire) real
de fragmentación del Estado. No tendría que ser necesariamente así, pues los
Estados federales existen y en muchos de ellos no se plantea, al menos de
momento, ninguna secesión; pero en el caso de España se ha de añadir otro
factor, que es el de la históricamente insuficiente consolidación del Estado.
Me explico. El Estado-nación es, evidentemente un invento, y además un
invento reciente, que data de la Edad Moderna. No es la única estructura
posible para la articulación de las sociedades y, de hecho, ha sido un producto
específico de Europa occidental. Sucede, sin embargo, que ha sido un
producto extraordinariamente útil en los últimos tres siglos, hasta el punto de
que una de las claves del predominio de Europa en la Edad Moderna ha de
encontrarse en el Estado-nación. La estructuración de la sociedad en torno a
un poder político que aglutinaba capacidad de incidencia en la política
económica y poder militar fue un factor decisivo en la pujanza de Occidente.
Esta nueva estructura política necesitaba legitimación, y ahí la idea de Nación
fue útil. La construcción intelectual de la nación y su expansión, sobre todo a
través de la educación pública a partir del siglo XIX fue un elemento esencial
40
en la consolidación del Estado (sobre esto puede leerse Los orígenes del Mundo
moderno, libro escrito por R.B. Marks y publicado en España por Crítica en el
año 2007, esp. pp. 207 y ss.). Pues bien, en el caso de España esta
construcción intelectual del Estado no llegó a concluirse. Las razones para ello
se me escapan. Supongo que existirán estudios sobre el particular, pero yo no
he llegado a ellos; es por eso que sólo puedo especular. Quizás las guerras
carlistas hicieron daño en un momento clave para esta construcción, quizá la
coincidencia de ese momento clave (siglo XIX) con una época de crisis en
España (pérdida de las colonias americanas, pronunciamientos militares...). No
lo sé, pero lo cierto es que España como Estado no llegó a consolidarse
plenamente desde un punto de vista intelectual. Como un pastel que sacas del
horno antes de tiempo si se me permite el símil.
Y ante esto ¿cuál es la situación? El tema de la falta de asunción de la idea
de Nación en el Estado español creo que puede llegar a ser importante, sobre
todo si tenemos en cuenta que en algunas Comunidades Autónomas sí se ha
venido tomando en serio esta idea de construcción intelectual de la Nación
(en este caso ya no española, sino vasca, catalana o gallega). Los recursos que
pusieron en marcha los Estados en el siglo XIX (educación, intelectualidad)
son ahora utilizados por las estructuras de poder descentralizado para
construir un referente ideológico y sentimental que dé cobertura a la
estructura política periférica ya existente. En estas circunstancias la
profundización en la separación entre estas estructuras y el Estado central es
una tendencia que se sobrepone, como adelantaba al comienzo a vaivenes
políticos coyunturales o a reformas estatutarias que tienen mucho de bandera
y símbolo.
Hasta aquí la descripción de lo que hay tal como yo lo veo. No me
manifiesto ni a favor ni en contra, sólo pretendo hacer el diagnóstico de la
situación, que para algunos será enfermedad y para otros oportunidad. Sea
como sea, tómese como se tome, lo que sí que creo es que un fenómeno tan
41
interesante, complejo e importante como es esta tensión entre globalización y
descentralización debe abordarse con seriedad, huyendo de maniqueismos y
teniendo como objetivo llegar a las soluciones que sean mejores para los
ciudadanos. Nos jugamos mucho.
42
La reforma del sistema electoral
(22 de marzo de 2008)
Tras las elecciones del 9 de marzo unos cuantos (no sé si muchos) han
comenzado a agitar la bandera del cambio del sistema electoral. El argumento
para ello es que con el actual sistema puede ser que quien tenga más votos no
tenga más escaños. Así, por ejemplo, en las últimas elecciones IU obtuvo
963.000 votos que se tradujeron en 2 escaños; el PNV, con 303.000 votos
llegó a los 6 escaños y UPD, con algún voto más que el PNV, se quedó en 1
escaño. En el instituto no era del todo malo en matemáticas; pero estos
números cuestan de entender:
http://www1.izquierda-unida.es./leyelectoral.htm
43
Ya son varios los análisis realizados sobre la situación, y circula una
propuesta de la Universidad de Granada para mejorar la proporcionalidad del
sistema electoral; esto es, que el número de diputados se corresponda con la
proporción de votos obtenidos en mayor medida que lo que sucede en la
actualidad. En La Comunidad de blogs de "El País" existen varias entradas y
comentarios sobre el tema. El debate se cifra en si es posible conseguir una
mejora del sistema electoral en el sentido apuntado mediante una mera
modificación de la Ley Electoral o es preciso cambiar la Constitución, y
también si el responsable de esta situación es el sistema D'Hondt por el que se
realiza en nuestro país la atribución de escaños, o el que la circunscripción
electoral sea la provincia.
Mi posición sobre este tema es que la clave del problema está en la
circunscripción provincial. El sistema D'Hondt de atribución de escaños
respeta la proporcionalidad, y si se proyectase sobre una única circunscripción
los resultados serían aceptables. Así, en las últimas elecciones generales la
utilización del sistema D'Hondt sobre los votos emitidos, contando España
como una única circunscripción, daría los siguientes resultados:
44
El reparto de escaños se ajustaría bastante a la proporción de votos
obtenido por cada lista electoral. Así pues, la solución para las deficiencias del
actual sistema electoral pasa por sustituir las circunscripciones provinciales
por una sóla circunscripción nacional para las elecciones al Congreso. Ahora
bien, este cambio no puede hacerse sin modificar la Constitución, que en su
art. 68 es muy clara a este respecto, estableciendo como circunscripciones
electorales las provincias, Ceuta y Melilla. No cabe en el actual texto
constitucional una circunscripción nacional para las elecciones al Congreso.
El hecho de que se tenga que reformar la Constitución para llegar al
resultado deseado, un sistema electoral más justo, puede parecer a primera
vista un inconveniente, pues la reforma de la Constitución exige un trámite
más complejo que la reforma de una Ley; ahora bien, también presenta una
ventaja y es la de que tal reforma, de llevarse a cabo, podría aprovecharse para
trasladar este principio de mayor justicia y proporcionalidad a las elecciones
autonómicas, ya que las deficiencias que se derivan de un sistema electoral
basado en la provincia se proyectan también sobre las elecciones a los
Parlamentos de las Comunidades Autónomas. Ciertamente, es probable que
aquí los cambios que se derivaran del paso de la circunscripción provincial a la
autonómica no fuesen tan significativos como lo son a nivel estatal; pero no
dejarían de darse. Me he entretenido en proyectar los resultados de las últimas
elecciones en Cataluña a una circunscripción única para toda Cataluña y el
resultado es el siguiente:
CiU: 48 escaños
PSC: 37 escaños
ERC: 21 escaños
PP: 14 escaños
45
IC: 12 escaños
C's: 3 escaños
Con una única circunscripción para toda Cataluña y con los resultados
obtenidos por las distintas listas en el año 2006 la composición del Parlamento
de Cataluña sería la siguiente:
CiU: 45 escaños
PSC: 38 escaños
ERC: 20 escaños
PP: 15 escaños
IC: 13 escaños
C's: 4 escaños
46
El 2 de mayo
(3 de mayo de 2008)
47
campo y el ejército del derrotado se retiraba como si realmente le hubiesen
vencido.
Cuando llega la Edad Moderna la cosa cambia un poco. En esa época
cada país elegía unos representantes, unos cuantos miles, a los que disfrazaba
de forma graciosa y enviaba al campo de batalla. Allí esos representantes de la
nación se enfrentaban a los representantes, también ridículamente vestidos, de
la nación enemiga y en el curso de una batalla -que normalmente no duraba
más de un día- se decidía quien ganaba la guerra. El país de los soldados que
habían sido derrotados se sometía al que había vencido y las cosas seguían
más o menos igual en uno y otro.
Así estaban las cosas cuando a principios del siglo XIX algo cambió.
Primero en España y luego en Rusia la gente normal y corriente -no los
representantes disfrazados del pueblo- decidieron rebelarse contra la
costumbre que establecía que el vencedor de la batalla era el dueño del país.
Tolstoi, en Guerra y Paz desarrolla este argumento mucho mejor que lo estoy
haciendo yo y allí remito a quien esté interesado en el tema. Surgía así la
guerra total, en la que cualquiera puede ser un soldado (ahí está Agustina de
Aragón) o sufrir los desastres de la guerra en su propia casa (véanse los
horrorosos bombardeos de Londres primero y de las ciudades alemanas
después durante la Segunda Gurra Mundial).
Así pues, el avance en la civilización ha supuesto que lo que era un asunto
de una minoría, la guerra, sea cuestión que afecte directamente a toda la
población. ¿Era realmente la Edad Media más salvaje que nuestra época
actual?
¡Ah! y ya se me olvidaba. El título de este post es el 2 de mayo, porque, de
acuerdo con lo que acabo de explicar, mi duda es la de si el 2 de mayo es una
fecha que debemos recordar con orgullo o, por el contrario, lamentarnos de
que por no sé que orgullo, furia o desatino, decidiéramos en aquel momento
destrozar nuestro país en una guerra de seis años que podríamos habernos
48
ahorrado de la misma forma que lo hicieron Holanda, los diferentes Estados
de Alemania o de Italia o Polonia, países que, en aquel momento, prefirieron
acogerse a la vieja regla de acuerdo con la cual una vez que se había perdido la
batalla campesinos, comerciantes e industriales podían seguir con su vida de
siempre, aunque fuera bajo otra bandera.
49
Lo que opinan los expertos
(8 de junio de 2008)
50
La verdad es que estoy un poco cansado de las previsiones de los
economistas. Acabo, por curiosidad, de comprobar la previsión que realizó el
FMI en septiembre de 2006 sobre la inflación en España en el año 2007. La
previsión del FMI fue del 3,4% (El País, 14 de septiembre de 2006). La
realidad es que la inflación en España en el año 2007 fue del 4,2%
(http://www.ine.es/daco/daco42/daco421/ipc1207.pdf). El error puede
parece pequeño (0.8%); pero en realidad es grande. Es el mismo que tendría
quien al redactar un presupuesto fija el coste de la obra en 34000 € y luego
resulta que el coste real es de 42000 €. El porcentaje de error del contratista
del ejemplo y del FMI es el mismo, un 23%.
Me gustaría seguir buscando ejemplos de previsiones económicas y
contrastarlos con lo que luego pasó en realidad; pero ahora me empieza a
doler la cabeza y creo que voy a dejarlo. Como muestra creo que vale.
51
Pensamiento crítico, pensamiento dogmático
(6 de agosto de 2008)
52
siglos XI y XV me decía que eso no implicaba nada y que estaba claro que la
acción del hombre era clave en el cambio climático y añadía que los que
sostuvieran otra cosa mentían. Después de varios intentos de hacer tambalear
su fé me acabó diciendo que si es verdad que había tantas dudas, mejor que la
gente no lo supiera porque podrían dejar de hacer lo que tienen que hacer
(ahorrar combustible, manifestarse contra las nucleares, consumir solamente
papel reciclado, etc.).
Llegados a este punto lo que menos me importaba ya era el cambio
climático (aunque sea un tema importante) sino la forma en que se está
educando a los jóvenes. En vez de potenciar el pensamiento crítico, el debate
y el intercambio de ideas se parte del adoctrinamiento a través de eslóganes
fáciles de recordar. Lo que he contado es una anécdota, por supuesto, pero
me llegan más indicios en este sentido, indicios de que las nuevas generaciones
están llenas de seguridades asentadas en el vacío y que carecen de la capacidad
de pensar críticamente, cuestionar el pensamiento dominante y sacar sus
propias conclusiones.
Es un mal generalizado. Muchas veces se critica la falta de profundidad
del discurso político, la falta de matices en los debates, la falta de ideas más
allá de los tópicos. Mi impresión es que la educación profundiza en este
carencia. Estoy sorprendido por ello, sorprendido y preocupado.
53
Lo de Bombay
(12 de diciembre de 2008)
54
No es el mejor día…
(24 de diciembre de 2008)
55
Pensamiento único, pensamiento corporativo
(26 de diciembre de 2008)
56
administración de justicia, por la importancia sustancial de lo que representan
y por la necesidad de una eficaz comunicación entre los distintos órganos
jurisdiccionales sería necesario que esta administración de justicia estuviera
dotada de medios excelentes, personal, equipamientos informáticos, intranets
de gestión, etc. Curiosamente, sin embargo, en nuestro país nada de esto
sucede. Es experiencia común de quien se acerca al Registro Civil, por
ejemplo, asombrarse de que en el siglo XXI aún no se haya producido la
informatización de los documentos que allí constan. Cualquiera que se pase
por un Juzgado comprueba que los legajos, papeles y escritos se acumulan
entorno a los ordenadores antediluvianos que aún conviven con máquinas de
escribir en no pocas oficinas judiciales.
No es por tanto, extraño que se extravíen papeles, que se acumulen
retrasos y que, en ocasiones, no sea hasta años después de concluido un plazo
que se dicta la decisión que era debida. Son circunstancias habituales en
nuestra administración de justicia que tienen mucho que ver con la escasez de
medios y de personal. En lo primero contaré que conozco a una magistrada
que se pasa una vez a la semana por la Audiencia, mete en una maleta los
expedientes sobre los que tiene que resolver y se va con ellos a su casa, porque
no dispone en su lugar de trabajo de una mesa. Sobre lo segundo diré que, al
menos hace unos años, cuando consulté el dato, resultaba que en Alemania el
número de jueces era cuatro veces el número de jueces de España. Teniendo
en cuenta que la población de Alemania es, aproximadamente, el doble de la
población española, resultaría que en España deberíamos tener el doble de
jueces de los que disponemos en la actualidad para que su volumen de trabajo
fuera el de un juez aleman.
La falta de personal y de medios de la justicia es uno de los tópicos más
conocidos por cualquiera que tenga el mínimo contacto con el derecho en
España, la existencia de errores, traspapeles y retrasos es también experiencia
común de todos los que tienen un mínimo conocimiento del funcionamiento
57
de los tribunales. No es nada nuevo, y año tras años se ven pasar gobiernos,
ministros y consejeros sin que se haya apreciado un interés serio por cambiar
sustancialmente la política de medios y de personal de la justicia española.
Es por todo lo anterior que me sorprende un tanto la reacción del
Gobierno en el asunto de la sanción al juez Tirado. Confieso que no tengo
conocimiento directo del asunto (como supongo que la mayoría de los que
están opinando en tertulias y periódicos sobre el mismo), por lo que me
limitaré a transmitir mis impresiones personales sobre el desarrollo de los
acontecimientos, enmendables por cualquiera que tenga más información que
yo.
Cuando se supo que el asesino de Mari Luz tenía pendiente de cumplir
una condena de prisión que no había sido ejecutada por un retraso
inexplicable de la administración de justicia no me sorprendió mucho; como
digo, cosas como éstas pasan con frecuencia, más por la falta de medios de la
justicia que por otra cosa. Lo que me comenzó a sorprender fue la
contundencia con la que entonces se manifestó el presidente del gobierno,
haciendo patente su intención de llegar al fondo del asunto. Entonces pensé:
"cuidado, porque el fondo del asunto es que debería haberse hecho hace años
una reforma de la justicia que no se ha abordado, por lo que, teniendo en
cuenta que el Presidente ya lleva cuatro años en el poder, podría resultar que
en el fondo del asunto estuviera él". Evidentemente, poco se tardó en desviar
el tema hacia la oficina judicial, y ahí el Ministro de Justicia, haciendo uso de la
potestad que tiene sobre la secretaria del juzgado, procedió a sancionarla con
dureza. Me sorprendió desagradablemente esta sanción. Aún sin conocer los
detalles del caso me parece del todo punto desproporcionado el intento de
responsabilizar de la muerte de Mari Luz al juzgado que no había ejecutado la
orden de prisión para el asesino, e injusto pretender tapar con esta
responsabilidad personal la falta de medios de la justicia.
Seguramente de ser el Ministro de Justicia competente para sancionar al
58
juez Tirado hubiera obrado con la misma contundencia que contra al
secretaria sancionada; pero, claro, al tratarse de un juez la competencia para
sancionar la tiene el Consejo General del Poder Judicial, y no el gobierno. La
sanción del Consejo ha sido más leve que la que en su día impuso el Ministro
de Justicia, más ajustada, seguramente, a la realidad del caso y alejada, por
tanto, de la tentación de un linchamiento público que viene jaleándose desde
el gobierno. En estos días asistimos a la reacción del gobierno ante esta
sanción, y es una reacción airada. Sinceramente, me preocupa.
Y me preocupa porque en esta reacción creo percibir el enfado porque el
Consejo General del Poder Judicial se haya apartado de la línea seguida por el
Gobierno. El Ministro de Justicia había marcado un camino y el Consejo
prefirió seguir por otro, como digo, seguramente más justo. El Gobierno y el
Consejo General del Poder Judicial obraban cada uno dentro de sus
competencias y creo que desde una perspectiva institucional hubiera resultado
más sano que el Gobierno se hubiera abstenido de criticar (¡y con qué dureza!)
la decisión del Consejo. ¿Qué hubiera pasado si el Consejo hubiera
reaccionado de la misma manera ante la sanción que el Ministro de Justicia
impuso a la Secretaria del Juzgado? Hubiera resultado impensable ¿verdad?
pues igual de impensable debería ser que el Presidente del Gobierno se
manifestara de la forma en que lo está haciendo ante el ejercicio legítimo de
sus competencias que hace el Consejo General del Poder Judicial.
A mi me parece grave esta injerencia del Gobierno en el Consejo, sobre
todo porque es prueba de que la falta de tolerancia de los partidos políticos
ante las mínimas muestras de discrepancia que puedan darse desde la
sociedad. Soy consciente de que acabo de hacer un salto lógico, he pasado del
Gobierno a los partidos; pero creo que es justificable. Las auténticas
estructuras de poder actual son los partidos políticos, se asciende en el partido
y de ahí se pasa al Legislativo (las Cortes, los Parlamentos autonómicos) o al
Ejecutivo y la Administración (el Gobierno de España, los gobiernos de las
59
Comunidades Autónomas, los ayuntamientos, las diputaciones). En este
sentido los Parlamentos y los gobiernos municipal, autonómico y central son
sucursales directas y evidentes de los partidos políticos. En todos estos
ámbitos los partidos colocan sin problemas, legal y legítimamente a sus
miembros; pero ya no es bastante. El Poder Judicial aún se resiste, y no
porque los Jueces sean impermiables a las ideologías o a los partidos, que no
lo son; sino porque en este ámbito no se puede colocar directamente a los
miembros del aparato del partido. No opera el Poder Judicial como un
destino directo para quienes han hecho carrera en el partido. Bueno, tras la
última renovación del Consejo General del Poder Judicial esto se podría
matizar; pero aún estamos lejos de que los tribunales se conviertan en un
equivalente de las diputaciones a estos efectos.
Tengo la impresión de que los partidos no se encuentran satisfechos con
esta situación. Ellos quieren para si a toda la sociedad en un doble sentido: en
primer lugar, para poder pagar servicios al partido y, en segundo lugar, para
tener una influencia directa en todas las esferas donde se desarrolla actividad
humana. En ese sentido allí donde hay cualquier movimiento social debe estar
el partido, parece ser esta la consigna.
Y hemos llegado al punto en que cuando alguien no se quiere plegar a las
exigencias de los partidos se arriesga a que sobre él caigan las iras del
poderoso. "Sométete o muere". Cede al pensamiento único, a la partitocracia
o atente a las consecuencias. Es por eso que las graves acusaciones de
corporativismo que desde el partido en el Gobierno se han apresurado a
lanzar sobre el Consejo General del Poder Judicial me producen escalofríos.
En la Guerra de las Galias se cuenta cómo Julio Cesar solía ofrecer a las
ciudades que sitiaba la posibilidad de rendirse. Si rechazaban su oferta eran
arrasadas sin piedad, en alguna ocasión, incluso, mató a todos sus habitantes,
pese a la tremenda pérdida que le suponía no poder venderlos como esclavos,
tal como el mismo cuenta. Las palabras de estos días me han hecho recordar
60
esos terribles episodios. Julio César parece haber dado ya la orden de atacar la
fortaleza judicial.
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Política-ficción
(22 de febrero de 2009)
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mantengo que estas políticas no tienen que basarse en la coordinación de las
políticas de defensa nacionales. Esta coordinación es imposible, tanto en lo
que se refiere a la política exterior como a la política de defensa (y si hubiera
alguna duda sobre este último punto, la colisión de hace unas semanas entre
dos submarinos nucleares francés y británico nos ha dejado claro lo eficaz de
los mecanismos actuales de coordinación entre los aliados europeos); y siendo
imposible operar medieante la armonización de las políticas estatales se hace
necesaria la creación de una política europea propia, autónoma respecto a las
que puedan desempeñar los Estados (aunque, evidentemente, intereaccionará
con ésta). A este respecto, un Presidente europeo que tenga legitimidad
directa y capacidad de acción propia tanto en materia de política exterior
como de política defensa es indispensable. Es claro, sin embargo, que este
Presidente Europeo tendrá que contar con el Parlamento Europeo para el
desarrollo de sus funciones, aunque no sea más que porque el poder fiscal
debería descansar en el Parlamento, tal como mantenía en la segunda de mis
propuestas.
El Presidente Europeo, además, podría asumir parte de las funciones de la
Comisión, en concreto las de impulso legislativo (compartida con el
Parlamento y con los Estados). Además, quizá pudiera atribuírsele también la
competencia de designar al Presidente del Banco Central Europeo; aunque
nada más fuera para identificar un responsable político a quien culpar porque
no se bajen o suban los tipos de interés del dinero.
Sobre el Parlamento Europeo:
El Parlamento Europeo debería asumir, tal como es tradicional en los
sistemas parlamentarios, la capacidad de fijar impuestos. De esta forma, el
presupuesto comunitario no dependería de la voluntad de los Estados, lo que
resulta imprescindible para que Europa pueda avanzar como organización
política. Además el Parlamento debería tener competencia legislativa plena,
como cualquier otro Parlamento, de tal forma que podría plantear iniciativas
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legislativas y resolvería tanto sobre las por el introducidas como por las
presentadas por el resto de sujetos habilitados (el Presidente Europeo, los
Estados miembros...). De esta forma el Parlamento sería un auténtico
representante del pueblo europeo y un contrapeso al Presidente europeo.
Y aquí viene el tema de la elección. Yo propongo un sistema de elección
basado en circunscripciones donde se elija un solo candidato, mientras que
Jordi plantea listas transnacionales. La diferencia no es de matiz ni técnica,
sino de objetivos propuestos. Lo que hay detrás de mi propuesta es un intento
de que no todo el poder se vaya a los partidos políticos. Si el sistema se basa
en listas en la práctica los partidos controlarán quien es o deja de ser diputado,
por lo que la legitimidad de los parlamentarios se basará en su adscripción al
partido, quedandole a los electores únicamente la posibilidad de elegir entre
unos u otros partidos. No digo que el sistema no tenga ventajas, que las tiene
y muchas; pero no me satisface. Yo preferiría que todos y cada uno de los
parlamentarios tuvieran una legitimidad popular, basada en haber ganado en la
circunscripción por la que se han presentado enfrentándose directamente a
otros candidatos en dicha circunscripción.
Y ya dentro de este esquema, el tamaño del Parlamento europeo tiene
mucho que decir. Si el Parlamento europeo acoge a 700 y pico parlamentarios,
tal como sucede ahora, cada circunscripción sería de, aproximadamente,
700.000 personas. La ciudad de Barcelona, por ejemplo, elegiría a dos
diputados al Parlamento europeo. No me parece mal. Sabríamos quien es
nuestro representante en Europa y podríamos seguir lo que hace, lo que vota,
con quien se alia. Y luego daría cuenta directa a sus electores de sus años de
servicio en Estrasburgo.
Como digo, no estaría mal; pero preferiría que el Parlamento Europeo
tuviera menos diputados. Si en vez de 700 tuviera 200 cada diputado sería
elegido por circunscripciones de unas 2.000.000 de personas. Cada
parlamentario tendría más poder y los partidos políticos dejarían de tener el
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poder omnímodo que tienen actualmente en Europa. Yo creo que esto sería
bueno porque los ciudadanos tendríamos la sensación (a lo peor solamente la
sensación) de que tenemos algo que decir en la política europea, que
actualmente se siente muy alejada de cada uno de nosotros. Si la elección al
Parlamento Europeo se hace por medio de grandes listas transnacionales
tendríamos la sensación de que todo está controlado por las grandes élites
políticas, las que tienen el poder de decidir quién va en el número 3 de la lista
y quién va en el 33.
Pero bueno, al fin y al cabo esto no es más que política ficción...
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Hablando de Europa en serio
(28 de mayo de 2009)
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podría ser útil a sus propios intereses nacionales. La política interna se
encuentra tras la construcción europea. De esta forma, el resultado es una
estructura en la que el poder último de decisión se encuentra en manos de los
Estados nacionales, sus auténticos dueños.
Esto no ha cambiado sustancialmente desde la fundación de las
Comunidades. Comisión, Parlamento, Consejo, Tribunal de Justicia..., un
complejo entramado en cuya cúspide real (a veces no aparente) se encuentra la
reunión de los Jefes de Gobierno o de los Ministros de los distintos Estados.
El paradigma que se mantiene desde hace casi sesenta años es el de que la
Unión es y ha de ser un instrumento al servicio de los Estados.
Las reformas emprendidas en los últimos lustros no cambian esto. La
fallida Constitución Europea o el Tratado de Lisboa no suponían (suponen)
un cambio de paradigma, la Unión que diseñan sigue siendo un instrumento al
servicio de los Estados. Así, por ejemplo, se crea la figura del Presidente del
Consejo, que dará visibilidad exterior a la Unión; pero esta figura es elegida
por los miembros del Consejo (los Estados) y no por el Parlamento o los
ciudadanos.
¿Es mala esta situación, este paradigma? Yo creo que no. Lo que ha
conseguido "Europa" en estos cincuenta y tantos años es impresionante:
prácticamente se ha eliminado el riesgo de confrontación bélica entre los
Estados europeos; se ha creado una economía auténticamente europea que es
la primera del Mundo; se ha profundizado en el conocimiento y comprensión
mutuos entre personas, países y culturas; se ha construido un armazón
jurídico de gran complejidad y que, con independencia de su carácter
mejorable, destaca por garantizar en alto grado los derechos fundamentales, la
protección de los consumidores y del medio ambiente; se ha concluido el
proceso de creación de una moneda única; moneda que ha sustituido, entre
otras, al franco, al marco, al florín holandés. Son tantos los logros alcanzados
que se me hace realmente incomprensible que se hable de crisis, falta de
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aliento, decepción o cosa semejante. La construcción europea es, desde el
punto de vista histórico, jurídico, político y económico una de las empresas de
más fuste de la Historia. Lo que tenemos es inmenso; y ahora, además, hay
que añadir la incorporación de la Europa Central y del Este, palabras mayores.
¿Cómo es posible, entonces, que la sensación generalizada sea la de
derrotismo, fracaso, parálisis, etc.? Mi explicación personal es la de que se ha
planteado como una reforma transcendental lo que no deja de ser un ajuste
técnico, y las dificultades de este ajuste técnico se han magnificado. Me
explico.
Tal como decía, ni la Constitución Europea ni el Tratado de Lisboa
suponen un cambio de paradigma, la Unión Europea que diseñan sigue siendo
un instrumento al servicio de los Estados. Las modificaciones que introduce
son, por tanto, únicamente ajustes relativos al funcionamiento de esta
estructura y nada más. No parece que exista tampoco voluntad de cambiar el
paradigma dominante (Europa al servicio de los Estados), por lo que creo que
lo que resulta más sensato es congratularnos de lo que tenemos (que no es
poco, como acabamos de ver), asumirlo y dar por concluido el proceso de
integración europea. De esta forma la sensación que se tendría es la de
satisfacción y no la de fracaso. Deberíamos olvidarnos de las reformas y
consagrar la situación actual.
Alguien podrá oponer a esto que es preciso reformar los mecanismos
institucionales porque no es posible funcionar en una Unión de 27 con los
instrumentos originales, pensados para tan sólo seis Estados. A esto yo digo
que, de hecho, llevamos funcionando con estas "terribles dificultades" más de
un lustro sin que la Unión se haya venido abajo. La complejidad comunitaria
no es paralizante. El funcionamiento normal de la Unión es posible sin
cambios estructurales. Es claro, sin embargo, que sin tales cambios no se
podrá avanzar; pero aquí es donde sostengo que, en contra de lo que se dice
abiertamente, no hay ninguna voluntad de realizar un cambio real, ya que casi
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nadie sostiene la conveniencia de acabar con el sometimiento de la Unión a
los Estados. Si realmente no queremos avanzar ¿para qué nos empecinamos
en querer cambiarlo todo?
Así pues, defiendo que mientras no se quiera convertir a la Unión
Europea en un actor independiente dejemos las cosas como están. El
pesimismo reinante se iría diluyendo y podríamos vivir todos un poco más
tranquilos sabiendo que en las próximas décadas el escenario en el que nos
movemos no se transformará.
La pregunta siguiente es la de si éste es el mejor escenario posible. Par la
mayoría, sí lo es, como muestra la falta de exigencia del cambio de paradigma.
Ni los Estados ni los grandes partidos se plantean un cambio en profundidad.
Supongo que será porque creen que son más los riesgos que las ventajas o
porque directamente no lo ven como algo positivo. Las razones importan
menos que la constatación de esta falta de voluntad.
Para mi, en cambio, esta falta de ambición es suicida a medio plazo. No
hay contradicción con lo que decía hace un momento. Es malo insistir en
reformas que no suponen más que dar vueltas sobre uno mismo; pero me
agradaría que sí que existiera una voluntad real de transformación del
paradigma. Sin una Unión Europea real, esto es, independiente de los Estados
que la integran; el papel de Europa en el Mundo no hará más que disminuir.
No estaremos entre quienes deciden y serán otros los que impongan sus
políticas y la forma de entender las relaciones internacionales. Ya lo estamos
empezando a ver, pero será probablemente en la próxima década cuando
acabemos de comprobar realmente que las grandes decisiones se toman de
espaldas a lo que pensamos y sin tener capacidad de imponer nuestros
intereses. Será un declive lento, pero continuo e inevitable.
Y si se quisieran cambiar las cosas, si se quisiera cambiar el paradigma
¿sería difícil? No, sería muy sencillo, lo único que es preciso es tener voluntad
para ello. Las reformas que habría que introducir son muy sencillas:
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1- Poder legislativo pleno para el Parlamento Europeo.
2- Poder fiscal pleno para el Parlamento Europeo.
3- Elección de un Presidente Europeo, bien directamente por los
ciudadanos, bien por el Parlamento Europeo. Este presidente asumiría las
funciones del Consejo (excluida la legislativa, que correspondería en exclusiva
al Parlamento) y de la Comisión; tendría las competencias en materia de
Política Exterior y de Defensa.
¡Qué fácil si se quisiera!
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Decepción y preocupación
(1 de junio de 2009)
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están más tiempo para aprender menos.
En sanidad observo con preocupación esta misma marcha del cangrejo.
Algunos de los controles que hacían los pediatras han sido transferidos a los
enfermeros; algunas de las vacunas se las tienen que pagar las familias; y no
tengo la percepción de que haya mejorado el tema de las listas de espera.
En la Universidad se notó una mejoría en el primer año del gobierno de
Maragall. En aquel momento inicial tuve la percepción de que se habían
aumentado los recursos dedicados a la enseñanza superior (nada espectacular,
pero, como digo, me preocupa mucho la identificación de las tendencias).
Ahora, sin embargo, en el momento en el que hay que poner en marcha el
proceso de Bolonia se dice que tendrá que hacerse a coste cero; que es lo
mismo que decirle a los servicios de mantenimiento del Ayuntamiento de
Barcelona que, a coste cero y sin dejar de atender sus tareas habituales, han de
construir una nueva ronda para la ciudad.
En fin, que a día de hoy mi expectativa ya no es que mejoren la sanidad, la
educación y la investigación; sino, simplemente, que se mantengan. Y esto no
es muy esperanzador que digamos.
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El Tour en Barcelona
(9 de julio de 2009)
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tan importante hacer la ola amarilla más grande de la historia, como pretenden
los organizadores de la gente que se coloque en las calles para ver el paso
fugaz de los corredores?
A veces tengo la impresión de que algo falla. Antes pensaba que la ciudad
estaba al servicio de los ciudadanos, ahora me parece que los ciudadanos
somos meros figurantes en lo que se pretende que sea un espectáculo
permanente.
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Afganistán
(16 de agosto de 2009)
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siglo XIX, Afganistán fue protagonista en "El Gran Juego", que enfrentó al
Imperio Británico y a Rusia por el control de Asia Central. Actualmente es
clave en una de las regiones más importantes del Mundo, por su vecindad con
Pakistán (y la India), su cercanía a China y a los recursos de Asia Central.
Entiendo que son circunstancias que deben, al menos, tenerse en cuenta si se
plantea seriamente marcharse y abandonarlo todo.
Pero es que no se trata solamente de razones estratégicas. En los años
finales del siglo XX y en el principio del XXI, antes del 11-S recuerdo la
indignación con la que casi todos recibíamos las noticias de Afganistán, la
forma en que se trataba a las mujeres, las ejecuciones públicas, la destrucción
de los símbolos de otras culturas. Ya entonces se alzaban voces planteando si
podíamos quedarnos de bazos cruzados ante atentados tan graves contra los
Derechos Humanos.
Es cierto que no parece que se haya avanzado mucho en Afganistán en el
tema de los Derechos Humanos desde que las tropas de la OTAN están allí ;
pero ¿ha llegado ya el momento de decir, no podemos hacer nada, ahí tenéis
vuestro "miserable país" (en término del Vicedirector de La Vanguardia, no
mío) y morid como mejor queráis? ¿Es que no es posible hacer nada más?
Si es así, digámoslo, pero teniendo en cuenta todas las circunstancias y
también todas las consecuencias. Si no tenemos voluntad o capacidad para
estabilizar Afganistán, dentro de unas décadas Afganistán puede estar en
nosotros, aquí.
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Pequeños detalles
(1 de octubre de 2009)
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Pero me estoy desviando del tema, que no es otro que la visita de esta
tarde al aula en la que estudia mi hija. Allí pude ver cómo en las paredes
estaban colgados unos carteles con los nombres de los meses. En grande
estaba el nombre del mes en catalán y en pequeñito el nombre del mismo mes
es castellano. La relación que se establece inmediatamente es la de que hay un
idioma más importante que el otro; curiosa forma de fomentar la diglosia. A
esto hay que añadir que se nos explicó que en castellano se trabajaría
únicamente la oralidad, no la escritura del idioma. Me parece una opción que
favorece igualmente la diglosia, pues el catalán se presenta como una lengua
no solamente oral, sino también escrita; mientras que el castellano es
percibido únicamente como una lengua hablada, lo que no deja de traslucir
una menor enjundia y profundidad del idioma. No desconozco que existen
métodos de enseñanza de las lenguas que se basan, precisamente, en
comenzar el aprendizaje por el lenguaje oral para, posteriormente, pasar al
escrito. Ahí tenemos las estupendas páginas que nos dejó Elias Canetti en su
autobiografía sobre su iniciación en el alemán. Sucede, sin embargo, que esto
no es trasladable al colegio de mi hija, donde no pocos sino la mayoría de los
alumnos tienen por lengua materna el castellano. Es decir, ya hablan el
castellano (incluso mejor que el catalán en no pocos casos) por lo que este
refuerzo de la oralidad más bien parece una limitación al desarrollo de las
potencialidades de los alumnos en una lengua que ya conocen bien todos y
que para muchos de ellos es, además, su lengua materna.
En definitiva, mi visita de hoy al colegio me ha confirmado que en
Cataluña interesa más utilizar la escuela como elemento de construcción
nacional a través del idioma que la efectiva formación de los alumnos en las
dos lenguas oficiales en el País.
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¿Madrid 2020?
(3 de octubre de 2009)
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habían trabajado bien las "adhesiones inquebrantables"; pero la elección no se
juega a una sola vuela, sino que es una carrera de eliminación, y por tanto las
segundas oportunidades, los rebotes ofensivos, si hablamos en términos de
baloncesto, son fundamentales; y ahí Madrid ha estado fatal. De los dieciocho
votos de Chicago solamente recogió uno en la segunda vuelta, y de los veinte
de Tokio solamente supo traer a su bando a tres en la final. Es decir, la
candidatura de Madrid se esforzó en encontrar miembros del COI que
pensaban que su candidatura era la mejor, pero no se dedico el mismo
esfuerzo a localizar a quienes podían pensar que Madrid era la segunda o
tercera mejor opción. Quizá no sea casualidad esta estrategia y tenga alguna
relación con la sensación de inevitabilidad en la concesión que parece planear
sobre algunos.
En cuarto lugar, no estoy seguro de que sea bueno perpetuarse como
ciudad candidata a los Juegos. Usualmente las ciudades compiten y si no
consiguen la organización se olvidan del tema durante un tiempo. Tener
permanente empeñada la ciudad en la candidatura olímpica puede hacer
perder otras oportunidades, otras formas de desarrollo. Se ha intentado en dos
ocasiones, seguramente esto ha favorecido a Madrid, pues se han construido
instalaciones, ha tenido presencia internacional y conseguido contactos en
distintos foros. Ahora quizás sería el momento de dirigirse hacia otros
objetivos, sin obsesionarse con los Juegos Olímpicos.
A veces da la impresión de que la concesión de los Juegos Olímpicos de
1992 a Barcelona han hecho pensar a algunos que tan sólo es cuestión de
tiempo que los Juegos lleguen también a Madrid. Esto, evidentemente, es un
error, porque nada tienen que ver las dos candidaturas.
La candidatura de Barcelona se enmarcaba en la celebración de todo un
país, la disculpa fue el Quinto Centenario, y por eso tenía que ser,
precisamente, en 1992; pero, evidentemente, lo que se celebraba era otra cosa,
era la consolidación de la democracia, la modernización de España, la
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incorporación a la Unión Europea (entonces todavía Comunidad Económica
Europea); y ahí los Juegos Olímpicos, junto con la Expo de Sevilla y un sinfín
de cosas más era una puesta de largo de toda la sociedad española. Había un
proyecto percibido auténticamente como común. En ese sentido los Juegos de
Barcelona se emparentan con los de Pekín o, ahora, los de Río: Olimpiadas
que quiere organizar un país para mostrar al Mundo que han cambiado y
mejorado.
La candidatura de Madrid no tiene nada que ver con esto. No hay nada
especial que celebrar y tampoco es un momento propicio para los proyectos e
impulsos comunes. España se ha vuelto mucho más local y es difícil encontrar
desafíos que impliquen con rotundidad a todo el país. Los Juegos no se
enmarcan en una celebración más amplia. ¿Quiere decir esto que son
imposibles? Ni mucho menos, de hecho creo que el espíritu olímpico encaja
más con aquellos casos en los que una ciudad (los Juegos los organiza una
ciudad, no un país) decide solicitarlos simplemente porque le apetece, le
agrada la idea de prepararse para la competencia y, en caso de ganar, organizar
un acontecimiento como son unos Juegos Olímpicos. Ahí encajan
candidaturas como la de Chicago y Juegos como los de Sydney, Atlanta o
Montreal. Madrid es una ciudad lo suficientemente importante como para
aspirar a la organización de unos Juegos, igual que, probablemente, otras
cincuenta o cien ciudades en el Mundo. Si quiere jugar a los Juegos, hágalo;
pero siendo consciente de que, por ahora, no se dan las especiales
circunstancias que concurrieron en la candidatura de Barcelona.
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Ser Ministro hoy
(12 de octubre de 2009)
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http://www.xtec.cat/ceiplaflorida/curs0809/imatges/imatges.htm
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cambian y las técnicas mejoran; pero si un médico del XIX aterrizara de
repente en un quirófano actual donde se está extirpando un apéndice podría,
seguramente, concluir la operación si el cirujano que está operando se
desmaya por la impresión que le produce la aparición del fantasma de su
colega. Si un maestro del XIX cayera en una clase actual ¿podría siquiera hacer
callar a los alumnos?
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Poder fáctico, poder político
(15 de noviembre de 2009)
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puede ser útil; pero, en cualquier caso, es excesivamente esquemática. Poderes
fácticos hay muchos; están las empresas, aisladamente o agrupadas de varias
formas, están las asociaciones de consumidores, los medios de comunicación,
las administraciones... dependiendo del ámbito en el que nos encontremos
identificaremos mil y una formas en las que quienes no tienen el poder formal
de decidir inciden en quienes sí tienen ese poder. Los ejemplos son muy
antiguos. En la Inglaterra del siglo XVIII los fabricantes de productos textiles
consiguieron imponer un fuerte arancel a los tejidos que provenían de la India
con el fin de preservar su industria; y luego decidieron, directamente, ocupar
la India y desmantelar su industria. Aquí el poder político obró como longa
manu de claros intereses económicos, los de los fabricantes ingleses de
productos textiles.
En el seno de la Unión Europea la influencia de los grupos de interés está
ampliamente contrastada y estudiada. Es muy conocido que cuando el Reino
Unido se incorporó a la Comunidad Europea presionó para que en la
normativa sobre competencia judicial se reconociera la posibilidad de que en
los contratos de grandes seguros se permitiera la elección de tribunal, cosa que
hasta entonces no estaba permitida. Las grandes aseguradoras marítimas
británicas (Lloyds) estaban detrás de esta medida. De igual forma, más
recientemente, los grupos mediáticos han presionado (y conseguido) que los
daños derivados de la difamación en medios de comunicación haya sido
excluida de la regulación comunitaria en materia de responsabilidad
extracontractual.
Los ejemplos pueden ser tantos como los que se quiera y no muestran
más que algo evidente: que todo el que tiene capacidad de influencia (mayor o
menor) intenta utilizarla frente a quien hace las leyes. Es así y ni siquiera lo
valoro negativamente, es algo que forma parte de la dinámica de toda
sociedad. Otra cosa es cómo se pretenda conseguir esa influencia. Una cosa es
intentar convencer a quien tiene el poder de las ventajas o inconvenientes de
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determinada política y otra es sobornar o coaccionar a quienes tienen la
responsabilidad política. Lo primero es saludable y lo segundo delictivo.
Ahora bien, lo que no tengo claro es que estos poderes fácticos estén
impidiendo la profundización en la construcción Europea. En primer lugar no
sé si les interesa (en el caso de que se pudiera hablar de ellos como una
unidad, cosa altamente improbable porque ¿qué tiene que ver un gran banco
con General Motors, Microsoft, Boeing o Telefónica?). Emilio apunta que lo
que no se puede colar a nivel estatal puede conseguirse por medio de una
directiva; pero esto depende mucho del ámbito y del país. En España, por
ejemplo, la regulación que tenemos de la actividad económica (control sobre
la economía) es, en gran parte, de origen comunitario. Nuestro derecho sobre
libre competencia y sobre competencia desleal, la protección al consumidor y
a los agentes comerciales no existirían sin el Derecho comunitario. En este
sentido, aquí ha pasado a la inversa. La libertad que tenían los empresarios de
acuerdo con el Derecho español se ha convertido en control por obra del
Derecho comunitario.
El esquema de regulación comunitario es complejo. No se basa en la
simple liberalización de la circulación y servicios, sino que esta liberalización
se ve equilibrada con una regulación bastante profunda de la actividad
económica con el fin de garantizar la eficacia del mercado y la protección de
los consumidores, entre otros aspectos. Este esquema no creo que responda a
ninguna maniobra oculta por parte de los poderes fácticos (¿cuáles?) sino que
es fruto de diversos factores: el pensamiento dominante en la Europa de
mediados del siglo XX y la evolución de éste desde entonces, las influencias
de agentes económicos y sociales y presiones específicas de determinados
gobiernos. A veces los intereses son muy concretos, a veces más generales;
pero, en cualquier caso, no permiten identificar una voluntad alternativa que
maquine en una u otra dirección.
Por otra parte, aunque realmente esos poderes fácticos no concretados
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tuvieran interés en no favorecer la elección directa del Presidente del Consejo
Europeo ¿tendrían capacidad para convertir sus deseos en realidad? Tendrían
que ser poderes fácticos muy poderosos, de una importancia mayor que
Microsof o Boeing, ya que estas empresas se las tienen tiesas con la
Comunidad Europea, en concreto con el Servicio de Defensa de la
Competencia. Si estas empresas no tienen capacidad para "doblar el brazo" a
la Comisión Europea en cuestiones que son fundamentales para ellas ¿van a
poder afectar de una manera tan decisiva a cuestiones políticas más generales?
Y si no estamos hablando de las mayores empresas del Mundo ¿de quién
hablamos cuando nos referimos a poderes fácticos?
No creo que exista un gobierno mundial en la sombra, y menos que ese
gobierno conspire para que Europa se mantenga en la situación en la que se
encuentra ahora, sin avanzar ni retroceder significativamente. Creo que la
sociedad es compleja, que intervienen muchos factores en cada toma de
decisión y que cada cambio es fruto de una pluralidad de circunstancias; y creo
que, en concreto, el status quo de la Comunidad Europea es responsabilidad
de unas élites políticas que se sienten cómodas en la situación actual, temen
perder poder con un cambio y no tienen claro cuáles serían las consecuencias
de crear un espacio político europeo.
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Una mica de seny
(26 de noviembre de 2009)
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depositario de la soberanía, no es más que una ficción, una forma de
legitimación del poder político. Además, ese pueblo, que se pretende anterior
al derecho, viene definido, en realidad, por el propio derecho, por normas
jurídicas. Así, por ejemplo, son normas jurídicas las que nos dicen que el
pueblo está compuesto por los nacionales (y no por los extranjeros) y son
también normas jurídicas las que nos dicen que cuando el pueblo "se expresa"
(en elecciones o referendums) solamente pueden pronunciarse quienes tienen
más de dieciocho años (u otra edad que se fije) y no estén incapacitados. Es
decir, las normas son anteriores al pueblo, y cuando se afirma lo contrario se
trata solamente de una ficción que pretende, básicamente, legitimar el sistema
político imperante. Todo esto no son ocurrencias mías, son cosas que
cualquiera que inicia los estudios de derecho sabe (o debería saber) antes,
incluso, de acabar el primer curso de carrera.
Pretender, por tanto, que el derecho ceda ante el pueblo es absurdo, una
pura contradicción. Son las normas jurídicas las que configuran las reglas del
juego en las que se incardina la participación de los electores (no del pueblo,
que, como digo, no existe) en la elaboración de las leyes y en la regulación del
poder público. Es por esto que esta pretendida preferencia del pueblo sobre el
derecho es absurda y, ademas, peligrosa. Generalmente han sido las peores
dictaduras las que han recurrido a esta llamada al pueblo para, de esta forma,
derrumbar los límites legales a su poder. Podrían ponerse muchos ejemplos,
pero el de la Alemania de Hitler creo que es suficientemente significativo;
porque, además, demuestra que no basta con que existan elecciones para que
podamos afirmar que nos encontramos ante una auténtica democracia (en el
sentido en el que la entendemos en Europa). Franco llamó a las urnas unas
cuantas veces durante su dictadura con resultados abrumadoramente
favorables a sus propuestas; y esto no convirtió su tiranía en una democracia;
y es bueno recordar que Hitler llegó al poder tras unas elecciones que ganó.
Es cierto también, que la Declaración de Independencia de Estados Unidos
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comienza haciendo una llamada al pueblo; pero es que en el caso de la
Declaración de Independencia nos encontrábamos ante una revolución, y de
esa posibilidad me ocuparé al final de esta entrada.
Así pues, y volviendo a nuestro tema, entiendo que el hecho de que el
Estatut haya sido aprobado por los electores catalanes no impide en absoluto
que puedan ser declarados inconstitucionales unos cuantos, muchos o todos
sus artículos. Es el contraste con la Constitución el que debe tenerse en cuenta
y para ello el que haya sido aprobado en referendum o no es irrelevante.
En mi opinión, por tanto, deberíamos aguardar a ver qué decide el
Tribunal Constitucional, confiando en que obre guiado por criterios jurídicos,
de acuerdo con la función que la propia Constitución le atribuye. Ahora bien,
si diéramos un paso más y nos preguntáramos: ¿podemos esperar que el
Tribunal Constitucional actúe correctamente y dicte una sentencia basada en
criterios técnicos e independiente de las presiones a las que se ve sometido?
mi respuesta sería que no, que no es probable que pase eso. Los movimientos
de los últimos meses parecen indicar que las consideraciones sobre las
consecuencias políticas de la sentencia están pesando más en los Magistrados
que las razones puramente técnicas. Todo esto (y más) me lleva a pensar que,
probablemente, la sentencia que salga será "mala" desde una perspectiva
técnica.
El que la sentencia sea "mala", o que -como se está apuntando- haya sido
dictada por un Tribunal mermado en sus efectivos y con varios miembros que
han agotado ya su período ordinario de servicio, ¿supone que se legitimaría
una "desobediencia" a la misma, una falta de acatamiento a lo dictado por el
Tribunal? En absoluto.
Así pues, aventuro que la sentencia será mala; una componenda, vaya
(ojalá me equivoque); pero, a la vez, mantengo, que ni la calidad de la
sentencia ni las particulares circunstancias de los magistrados que la dictan
legitiman una contestación a la misma o su desobediencia. Y la razón para ello
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es que las sentencias no se obedecen o cumplen porque sean justas o buenas,
sino porque así lo establecen las normas jurídicas (de nuevo el derecho, qué le
vamos a hacer). Si son buenas sentencias, mejor; pero eso no es
imprescindible para que resulten obligatorias.
Y es que los tribunales no son más que un mecanismo de resolución de
conflictos dentro de una sociedad. Jueces (o equivalentes) han existido,
probablemente, en todas o casi todas las sociedades; siendo individuos a los
que, de una forma u otra, se les concede el poder de resolver de forma
definitiva los conflictos. Para legitimar su actuación desde antiguo se
pretendió que quienes ejercían esa función judicial eran más justos, más
buenos o más sabios que los demás y que, por tanto, sus decisiones también
serían más buenas, más justas o más sabias. Pero todo esto no es más que un
mecanismo de legitimación, no tiene por qué ser real. Cuando me encuentro
con alguien que se escandaliza cuando le digo que tal o cual sentencia es un
horror y que es completamente absurda me produce la misma impresión que
un adulto que se enfadara porque le explico que los Reyes Magos no existen.
Una sociedad madura debe saber que los jueces no tienen la última palabra
porque tengan razón; sino que tienen razón porque tienen la última palabra.
Así pues, lo que digan los Magistrados del Tribunal Constitucional sobre
el Estatut bien dicho estará, aunque sea -como resulta probable que pase
finalmente- un engendro jurídico. A partir de aquí se podrá analizar y criticar
todo lo que se quiera la sentencia; pero en nada ha de afectar tal análisis o
crítica al acatamiento de la decisión. Todas las sentencias deben ser acatadas,
por injustas que sean.
Se me podrá decir que por qué razón hemos de acatar las sentencias por
injustas o malas que sean, o por qué tenemos que cumplir las leyes con las que
no estamos de acuerdo; la razón para ello es que tanto las leyes como las
sentencias nos garantizan la paz social. Si cuestionamos el acatamiento de las
decisiones del Tribunal Constitucional, si mantenemos que las leyes que hayan
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sido aprobadas por "el pueblo" no pueden ser anuladas por los tribunales, si
sostenemos -como escuché ayer en un debate en televisión- que las normas
jurídicas son un estorbo, estamos poniendo las bases para un cambio del
sistema político en el que vivimos, un cambio no ajustado a los mecanismos
previstos en el propio sistema (como también escuché ayer en televisión) y
por tanto un cambio revolucionario.
Y esto es lo que realmente me preocupa. Lo que están diciendo la mayoría
de los políticos estos días (incluido el propio presidente Montilla), lo que está
apoyando una parte significativa de la sociedad civil (incluidos los periódicos
que han publicado el editorial conjunto de hoy) es, simple y llanamente, una
llamada a la revolución.
Quizá sea porque ya tengo más de cuarenta años y familia, quizá se me
haya pasado ya la época de los ideales; pero el caso es que las revoluciones me
asustan. Es cierto que hay revoluciones pacíficas; pero cuando inicias una
nada te garantiza que será, precisamente, de las pacíficas. Cuando una
revolución se inicia no se sabe cómo va a acabar. Nadie hace nada pensando
que la consecuencia de sus actuaciones va a ser dañina o perjudicial,
seguramente todo el mundo actúa pensando que aquello que conseguirá será
mejor que lo que ahora tenemos. Quizá; pero démonos cuenta de a qué
estamos jugando. Quien arriesga su vida por una buena causa y la pierde
puede que sea un héroe; pero quien se la juega sin saber lo que hace,
pensando que no va a pasar nada es un tonto; y a mi me da la impresión de
que la sociedad española actual se está comportando como tal. Quizás
volvamos a demostrar al mundo que somos el pueblo más tonto que habita
Europa, capaces de tirarlo todo por la borda justo en el momento en el que
parecía que, por fin, volvíamos a tener una oportunidad en la Historia.
93
Ya no entiendo nada
(28 de noviembre de 2009)
"Significa [el Estatuto catalán y todos los Estatutos que se han reformado
recientemente] la plasmación de una voluntad mayoritaria de reescribir las
bases de nuestra arquitectura institucional. Es una voluntad cuasi-
constituyente. Es un pacto originario de derecho. Un nuevo pacto
constituyente que el TC no puede ni debe ignorar"
94
constitucional, que no suponía -como sostiene el PP- una modificación
encubierta de la Constitución. Y ahora, justamente cuando parece faltar poco
para la sentencia y toda la sociedad se está movilizando, ahora nos enteramos
de que nos has estado engañando, que en realidad el Estatuto sí que supone
un nuevo pacto constitucional.
Y, claro, si el Estatuto es un nuevo pacto constituyente es claro que es
inconstitucional. La Constitución prevé su modificación, nada impide que se
cambie y, de hecho ya ha sido modificada, al menos en una ocasión (seguro
que los constitucionalistas como el Dr. Vallès lo saben con más precisión que
yo). Ahora bien, para proceder a la reforma de la Constitución hay que utilizar
el procedimiento previsto en la misma. De acuerdo con dicho procedimiento
todo es posible; desde convertir España en República hasta la sustitución del
actual régimen parlamentario por un sistema presidencialista o una teocracia.
La Constitución no impone ningún límite material a su reforma; pero sí
establece unos determinados cauces para proceder a la misma. Y, desde luego,
el Estatuto de autonomía de Cataluña no ha sido tramitado como una reforma
constitucional por lo que, si el Dr. Vallès está en lo cierto y es un nuevo pacto
constituyente es claro que debería ser declarado inconstitucional. Es tan obvio
que causa casi reparo hacerlo explícito.
Ahora bien, lo anterior no quiere decir que no sea posible un cambio de la
Constitución que no se ajuste a los mecanismos previstos en la misma. Tal
cosa es posible, desde luego; pero en ese caso nos encontraríamos ante un
cambio no ajustado a la legalidad vigente. De hecho se habría sustituido el
sistema vigente por uno nuevo, utilizando para ello no los mecanismos que
rigen actualmente nuestra convivencia, sino la vía fáctica. Técnicamente nos
encontraríamos ante una revolución, tal como adelantaba hace dos días.
Mantener que el Estatuto supone un nuevo pacto constituyente y, a la vez,
pedir que el TC no lo declare inconstitucional es tanto como pedir al Tribunal
Constitucional que se una a la revolución, que sea cómplice de la misma (o
95
partícipe, según se mire). Hace tan sólo unos meses la defensa del Estatuto se
basaba en su constitucionalidad, hoy el planteamiento de que el Estatut ha de
estar por encima de la (todavía) vigente Constitución porque de otra forma...
de otra forma ¿qué pasaría?
96
Revisitando la Transición
(2 de diciembre de 2009)
97
en la forma en que quería en la Constitución de 1978 como consecuencia de la
presión de los miles de oficiales que formaban el ejército, las decenas de miles
de policías que había en España, los centenares de grandes empresarios y los
miles de curas que aún llevaban sotana; en su conjunto unos pocos cientos de
miles de personas que condicionaron la voluntad de los millones de españoles.
Eso no es cierto.
Lo cierto es que en el año 75, y en el 78, y aún más allá, había muchos
millones de españoles que se consideraban franquistas; o que aún no
considerándose franquistas, estaban próximos a posiciones conservadoras. Lo
que en algún momento se llamó "gente de orden". Se trataba de una parte
muy significativa de la población que no estaba tan convencida de las
bondades de una República o de la independencia entre Iglesia y Estado como
estaban los líderes de los partidos de izquierda o los cientos de miles de
militantes del PCE o de CCOO. Ahora muchos se sorprenden de que seamos
una Monarquía, pero ¿cómo íbamos a ser otra cosa si en el año 1978 la
institución más apreciada por los españoles era la Monarquía y el Rey un
referente para millones de personas que lo veían cada día en la única televisión
de la que se disponía? Se plantean algunos el anacronismo de que en la
Constitución de 1978 se haga una referencia expresa a la Iglesia Católica, pero
¿cómo no iba a haberla si en aquel momento la práctica totalidad de las
parejas se casaban por la Iglesia, bautizaban a sus hijos, estos hacían la primera
comunión, acudían a colegios religiosos y la mitad de los españoles iban a
misa cada domingo?
Lo que quiero decir es que la Transición supuso un pacto real; o, mejor,
un consenso, que alcanzó a casi todo el país. Lo que en la Constitución de
1978 se puede ver como anacronismos no son más que muestras de una
realidad sociológica en la que el franquismo estaba aún muy presente. Repito,
no fueron los cientos de miles de integrantes del ejército, la policía y la Iglesia
los que condicionaron la Transición, sino los millones de personas que, de una
98
forma u otra, consideraban que España no estaba para darle la vuelta como un
calcetín, que se debía avanzar hacia la democracia; pero manteniendo vínculos
con la tradición.
Y el resultado fue un pacto en el que, como digo, la mayoría se reconocía.
Probablemente fue un momento único en la Historia de España. Durante
unas décadas nos identificamos con una forma de ser y actuar. España había
encontrado, finalmente, un punto de unión, de acuerdo. Lo que definía a
España era la capacidad para, superando traumas fortísimos y divisiones muy
profundas, trabajar juntos en un objetivo común: la modernización de España
y su integración en Europa. Sin este horizonte común, la modernización del
País a todos los niveles, probablemente no se hubiera conseguido aquel pacto
histórico.
Creo que merece la pena recordar esto ahora que se habla tanto de nuevos
pactos constituyentes. Un pacto constituyente no es un acuerdo entre las
fuerzas mayoritarias, exige un amplísimo consenso político y social. Si lo que
se pretende es sustituir el pacto constituyente de la transición el consenso
debería ser, al menos, tan amplio como el que se consiguió en su momento. Y
esto ya no es derecho, es política; pretender un pacto constituyente en el que,
por ejemplo, no estuviera CiU o el PNV es jugar con fuego; mucho más, por
supuesto, pretender hacerlo sin contar con el PP, que consigue en torno a diez
millones de votos en cada convocatoria de elecciones generales. Nunca en mi
vida he votado al PP; pero las cosas son como son. Se pueden aprobar leyes
en contra del PP, se pueden aprobar estatutos de autonomía en contra del PP,
se pueden adoptar decisiones en materia de política exterior en contra del PP;
pero no se puede cambiar la Constitución (o el pacto constituyente) en contra
del PP, pretenderlo es meternos en el charco que con tanta habilidad y sentido
común evitaron los responsables de nuestra Transición.
99
Un artículo de Francesc de Carreras
(2 de enero de 2010)
100
La crisis del Estado explica también ciertos fenómenos de desintegración
estatal que han tenido consecuencias dramáticas (el Cáucaso, Yugoslavia) y
todavía puede ser causa de otros conflictos de similares características. A esto
hay que añadir la confrontación entre el mundo islámico y occidente. Este
enfrentamiento puede tener muchas causas latentes; pero el detonante es el
conflicto arabe-israelí; mientras ese conflicto no se solucione las tensiones
(mayores o menores según el momento serán permanentes).
Junto con esto en Europa nos enfrentamos a la pérdida de relevancia de
nuestro continente. Es algo que se venía previendo desde hace décadas, al
menos desde el final de la II Guerra Mundial, y se trata de un proceso que se
está acelerando ahora precisamente por la pérdida de relevancia del
instrumento que en mayor medida contribuyó a la hegemonía europea durante
los siglos XVIII y XIX: el estado-nación. Dado que no existe voluntad de
sustituir esta forma de organización social por una fuerte estructura europea el
declive de nuestro continente es inevitable.
A partir de aquí prever lo que sucederá en el futuro es difícil. Una cierta
"medievalización" es inevitable. Las relaciones entre grupos heterogéneos
sustituirán (ya están sustituyendo) a las relaciones entre individuos dentro de
estructuras políticas fuertes. Una cierta privatización será también inevitable.
En definitiva, un mundo más caótico, más inseguro y, probablemente, más
infeliz ¡qué se le va a hacer!
101
Política de verdad
(6 de enero de 2010)
102
La ley de las películas
(14 de febrero de 2010)
103
distribuirse en Cataluña las películas que incluyan la versión catalana en su
menú lingüístico); pero, claro, la misma norma también puede leerse así: "está
prohibida la distribución en Cataluña de películas que no incluyen en su menú
de idiomas el catalán". Aclaro que la prohibición no es general, puesto que las
películas que no hayan sido exhibidas en los cines de Cataluña no están
afectadas por esta prohibición, y tampoco lo están aquéllas que tengan como
lengua original el castellano; así como algunas películas europeas; pero hecha
la aclaración quisiera que nos fijáramos otra vez en el contenido de la norma:
¿Qué nos parecería? Escandaloso, no; pues con las películas ha de ser lo
mismo que con los libros porque, al fin y al cabo también las películas son
productos culturales, portadores y transmisores de ideas; y cualquier limitación
en su acceso debe ser meditada cuidadosamente y justificada de una forma
exhaustiva.
Que los poderes públicos se crean legitimados para limitar el acceso de los
catalanes a determinados contenidos culturales es, para mi, muestra de una
falta de conocimiento y aprecio de las libertades que raya lo inadmisible, pues
toca elementos básicos del sistema político que se ha ido construyendo
laboriosamente desde el siglo XVIII.
Es por lo anterior que la relativa tranquilidad con que se ha asimilado el
104
proyecto de ley me parece preocupante ¿estamos dejando de ser ciudadanos
para convertirnos en súbditos? ¿estamos ya en disposición que nos guíen los
que más saben dejando en sus manos que decidan lo que debemos leer o lo
que debemos ver? ¿Estamos dispuestos, en fin, a dejar de ser una sociedad
libre y democrática? Por desgracia, parece que así es.
105
La verdadera naturaleza de Europa
(9 de abril de 2010)
Hace tiempo que me obsesiona la idea -nada original, por cierto- de que
Europa (la Unión Europea) es un instrumento al servicio de los Estados y que
es este carácter auxiliar el que explica las dificultades para avanzar en la
integración. Una mayor integración supondría alterar el paradigma en el que,
de facto, se basa la construcción europea.
Si de las ideas descendemos a los intereses, resulta que Europa no está
controlada por una élite política auténticamente "europea" (la burocracia de
Bruselas) sino por las élites políticas de los Estados, y son estas últimas las que
no quieren avanzar en una mayor integración porque supondría perder cuotas
de poder. Esta segunda parte del razonamiento no es tan evidente ni tan
compartida como la primera, pero creo que también es clara si consideramos
la forma en que se mueven los actores políticos en Europa.
106
España no adoptó este papel, al menos de puertas adentro y en cuestión
de imagen. Estoy saturado de la pretendida presidencia española, presidencia
que, como digo, en realidad tiene menos contenido del que se pretende. Si
había dudas sobre esto último, aconsejo la lectura de la entrevisa a Van
Rompuy que se publica hoy en El País. En ella el Presidente del Consejo
Europeo explica, entre otras cosas, las entrevistas que tuvo con Merkel y
Sarkozy con el fin de tratar la crisis griega. El periodista le hace notar a Van
Rompuy que en esas importantes entrevistas estuvo ausente la presidencia
española a lo que Van Rompuy responde que "La presidencia española no
preside el Consejo Europeo. No hay que crear falsas expectativas". Negro
sobre blanco: no pretendan jugar a lo que no son, su papel es otro, es lo que
viene a decir Van Rompuy. Me empieza a gustar cómo actúa este hombre.
Parece ser que, sin estridencias, está poniendo a cada uno en el sitio que le
corresponde. Ahora bien, si traigo a colación este asunto no es tanto por la
forma en que se está resolviendo el caso particular sino como muestra de las
resistencias de los Estados a dejar en manos de los organismos europeos los
auténticos resortes del poder. El Gobierno español ha pretendido hacerse
autopromoción a costa de Europa, esto es utilizar la Unión en beneficio
propio.
En el caso español es, fundamentalmente, una cuestión de marketing y de
imagen; pero en otros asuntos puede ser más sustancial ¿o pensamos que
cuando Merkel o Sarkozy se reúnen con Van Rompuy no tienen en su cabeza,
ante todo, los intereses alemanes o franceses? Evidentemente que sí, y además
es su obligación como presidentes de cada uno de sus países, lo que sucede es
que cada país europeo es, además, integrante del Consejo Europeo y del
Consejo de la Unión, que son los órganos de la Unión más importantes, y la
tensión que resulta del doble papel de los gobernantes de los Estados, como
tales y, además, como órganos comunitarios, impide el avance en la
construcción europea. La única solución es crear órganos europeos con
107
legitimación directa. Si a Van Rompuy lo hubiéramos elegido entre todos los
ciudadanos europeos (o el Parlamento Europeo) veríamos grandes avances en
la construcción, y sería un cambio tan sencillo de hacer...
108
Se acerca el 2012
(10 de abril de 2010)
109
encontramos con que en una fecha tan cercana como 1829 ¡aún se reunieron
Cortes en Navarra! De esta forma resulta que la Constitución de Cádiz es la
partida de nacimiento de España. ¿Será éste motivo de celebración o, por el
contrario, causa de que el bicentenario pase con más pena que gloria?
Veremos, de momento "I do my part" y recomiendo vívamente la lectura de la
entrada del blog "Desde el Trópico de Cáncer" con la que empezaba ésta mía.
110
El Tribunal Constitucional y el Estatut
(17 de abril de 2010)
111
en que se aborda esta tarea es siempre la misma: se nombra un magistrado que
elabora un proyecto de sentencia y este proyecto de sentencia se somete a la
consideración del Tribunal. Es así como se hace en el TC y, hasta donde yo
sé, en todos los tribunales.
Una vez que el proyecto de sentencia ha sido elaborado por el ponente se
presenta, como digo, a la consideración del resto de miembros del Tribunal. Y
aquí pueden pasar dos cosas:
A) Que una mayoría de los miembros del Tribunal estén de acuerdo con
el texto presentado, en cuyo caso se acaba de formular la Sentencia y, en su
caso, los Magistrados que no estén de acuerdo emiten lo que se denomina
"Voto Particular", incluyendo en la Sentencia su propia opinión que, sin
embargo, no tiene fuerza jurídica.
B) Que una mayoría de los miembros del Tribunal rechacen el proyecto
de sentencia. En ese caso lo que se hace es que se nombra un nuevo ponente
entre los magistrados que se han opuesto al proyecto presentado por el
ponente inicial.
¿Qué es lo que ha pasado con la Sentencia del Estatut? En su momento se
nombró ponente para la Sentencia a Elisa Pérez Vera. Esta magistrada es
adscrita por la prensa al "bloque progresista" dentro del tribunal; de acuerdo
con esta misma prensa de los diez magistrados que han de decidir sobre el
Estatut cinco son "progresistas" y cinco son "conservadores", se podía dar,
por tanto, un empate (siempre según la prensa), empate que desharía el voto
de calidad de la Presidenta del TC, María Emilia Casas, también del sector
progresista (de acuerdo siempre con esta división mediática). A partir de aquí,
se ha mantenido que María Emilia Casas pretendía que la cuestión del Estatut
se decidiera por mayoría y no por su voto de calidad y, en esa línea, una vez
que Elisa Pérez Vera tenía listo el proyecto de sentencia, fue retrasando la
votación sobre el mismo con el fin de que pudiera conseguirse que más de
cinco magistrados apoyasen la ponencia. De hecho, si no estoy equivocado,
112
fue ayer cuando por primera vez se votó sobre la ponencia presentada por
Elisa Pérez Vera, las "votaciones" anteriores fueron meros tanteos con el fin
de ver si se gozaba de una mayoría suficiente para sacar adelante el texto de la
sentencia.
Y aquí nos encontramos con el primer matiz relevante a la forma en que
se presenta la actuación del TC en todo este asunto. Se dice que el TC no es
capaz de resolver el recurso de inconstitucionalidad planteado, y no es esto, lo
que sucede propiamente es que el TC no es capaz de resolver el recurso en
la línea que quiere su presidenta, y ésta, la Presidenta, ha ido retrasando el
momento en el que esto resultara patente. Lo "normal" es que una vez lista la
ponencia de la sentencia (hace meses) se hubiera votado, y si no sale adelante
simplemente se cambia el ponente y ya está. Lo que pasó ayer tenía que haber
sucedido en el momento en el que se hizo la primera "votación de tanteo" y
no haber ido retrasando el momento por si alguno de los magistrados que se
oponían cambiaba de opinión.
Y a partir de ahora ¿qué? Lo lógico sería que se presentara otra ponencia
en cuestión de semanas. Después del tiempo que los magistrados han
dedicado a estudiar este tema el nuevo ponente debería poder presentar un
nuevo proyecto de sentencia en breve. En el momento en el que el texto esté
listo debería convocarse al pleno para votar y si hay una mayoría de
magistrados que apoyan el nuevo texto ya tenemos sentencia. Sería de esperar
que el ponente pudiera ofrecer un proyecto de sentencia que diera satisfacción
a los seis magistrados que se opusieron ayer a la ponencia presentada por Elisa
Pérez Vera, aunque con un recurso tan complejo como el del Estatut no
puede asegurarse esto último.
Y lo anterior ¿cómo afectará a la Sentencia? Bien, si volvemos a recurrir a
las hipersimplificaciones resulta que en relación al Estatut nos encontraríamos
con dos bloques enfrentados en el TC, los progresistas y los conservadores.
Los segundos pretenderían "laminar" el Estatut, mientras que los primeros,
113
pese a anular algunos preceptos, entenderían que la mayoría del Estatut es
constitucional. Esta es la presentación que se hace habitualmente en los
medios del tema, de aquí también lo del previsible empate en la resolución y
de la posibilidad de que se resolviese el tema por el voto de calidad de la
Presidenta. La realidad es más compleja que todo esto, tal como se está
demostrando, y resulta que cada Magistrado tiene sus propios planteamientos,
no directa y automáticamente vinculados a las pretensiones de aquéllos que lo
han nombrado. Es curioso, por ejemplo, que se "recrimine" a Manuel Aragón
(progresista de acuerdo con esta summa divisio que han hecho los tertulianos)
que no se adscriba a las posiciones de los "progresistas". Es curioso esto
porque, dado que estos presuntos bloques no existen formalmente y son un
"invento" de la prensa, resultaría que lo que efectivamente está pasando es que
la realidad desmiente que los magistrados del TC se adscriben miméticamente
a estos presuntos bloques. La reacción de la prensa, sin embargo, no es la de
reconocer que habían hecho una representación equivocada de la realidad,
sino reprochar a los individuos que no se ajusten a lo que ellos habían
predicho. Bien es verdad que en esta reacción no hay simplemente el
"mantenella i no enmendalla" sino también una manifestación del paradigma
de acuerdo con el cual todo en la vida social y política se organiza en torno a
los partidos políticos. De acuerdo con este planteamiento, los magistrados del
TC que han sido designados (indirectamente) por el PSOE u otros partidos de
izquierda deberían adscribirse a posiciones "progresistas", obrando de otra
forma como tránsfugas. Evidentemente, cuando estamos hablando de
magistrados del TC este discurso es errado, herrado y peligroso; y deberíamos,
al contrario, congratularnos de encontrarnos con pruebas de que la tan aireada
politización de la justicia no es tan profunda como algunos creen.
Así pues, lo de la división entre progresistas y conservadores ha de
ponerse en cuarentena, y lo que nos encontramos es con un grupo de
magistrados (cuatro) que apoyaban una propuesta de Sentencia que entendía
114
que la mayoría del Estatut es acorde con la Constitución y un grupo
mayoritario de magistrados que entienden que el Estatut contiene más
reproches de constitucionalidad que los que le reconoce el grupo minoritario.
En estas condiciones, como decía antes, podría resultar que en poco tiempo
se obtuviera una propuesta de sentencia, restrictiva respecto al Estatut, pero
que contaría con mayoría de apoyos dentro del TC. Si esto sucediera ¿qué
pasaría? Bueno, que si se votara tendríamos Sentencia del Estatut; ahora bien,
para que se vote tiene que convocar la Presidenta. Si hasta ahora había ido
retrasando la votación de la ponencia preparada por Elisa Pérez Vera
(recordemos que las votaciones anteriores a la de ayer fueron simples
"tanteos", que no sé a qué venían) ¿convocará un Pleno para votar una
ponencia que puede obtener mayoría y que conduciría a una Sentencia
contraria a las posiciones que ella mantiene? Es una simple pregunta, y ya
adelanto cuál es mi respuesta: una vez que el actual ponente de la Sentencia
informe a la Presidenta del TC de que dispone de un proyecto de sentencia, la
Presidenta convocará al Pleno de forma inmediata para que se pueda llegar a
Sentencia en el recurso planteado contra el Estatut de Catalunya, sin que
motivaciones o intereses políticos vinculados a la fecha de las elecciones en
Catalunya o cualquier otro contaminen las decisiones que se tomen en el TC.
Veremos si acierto.
115
¿Qué está pasando?
(15 de mayo de 2010)
Cuando hace casi veinte años se puso en marcha la OMC pensé que,
curiosamente, a largo plazo supondría un perjuicio a los países desarrollados
en beneficio de los menos desarrollados. No soy economista (creo que se
nota) y mi razonamiento era de contar con los dedos: si, debido a la diferencia
de salarios (fundamentalmente) en los países "pobres" se podía producir más
barato que en los países "ricos" y, además, los productos de estos países
pobres podrían entrar con aranceles bajos en los países ricos ¿quién produciría
en los países ricos? Deslocalización y bajada de sueldos en los países ricos
parecía inevitable.
Durante los años 90 del siglo XX y primeros del siglo XXI se insistió
machaconamente en que la globalización perjudicaba a los países pobres y
beneficiaba a los ricos y pensé que, de alguna forma, me había equivocado. La
crisis actual, sin embargo, creo que muestra que lo que pensaba hace veinte
años era cierto, al menos en parte.
Un dato que tenemos que tener en cuenta es que la proporción de la renta
del trabajo en la riqueza nacional es cada vez menor en España y en los países
de nuestro entorno. Este dato macroecónomico tiene, en el caso de España,
un claro reflejo en la vida de cada uno de nosotros: todos experimentamos,
directamente o por conocidos y familiares, que los salarios que se pagan son
muy bajos (mileurismo). Quizás se muestre aquí una de las primeras
consecuencias de la globalización: el mecánico que ajusta tornillos en una
fábrica de Barcelona compite directamente con quien los está ajustando en
Ucrania, la India o China. En tanto en cuanto en esos países los trabajadores
están dispuestos a trabajar por mucho menos dinero que el que se paga a un
trabajador español es probable que el trabajador español tenga que bajar su
salario pues, de otra forma, la empresa se iría a esos países donde se cobra
116
menos.
La disminución de los salarios en proporción a la riqueza nacional tiene
una consecuencia bastante negativa para el conjunto del país: gravar con
impuestos las rentas del trabajo es muy fácil, nadie se escapa. Mientras las
rentas laborales fueron la mayor parte del PIB la recaudación impositiva
reflejaba la situación real del país. A medida que las rentas del trabajo pierden
peso la recaudación de impuestos se resiente. Quien no se gana la vida con un
sueldo tiene más fácil eludir el pago a Hacienda de todo lo que debe; bien
porque defrauda (y en España no es difícil que te encuentres con autónomos
que tranquilamente te confiesan que declaran mucho menos de lo que
realmente ganan. Recordemos que en España la renta declarada media de
autónomos y empresarios es inferior a la renta declarada media de los
trabajadores; venga Dios y lo vea); bien porque se aprovecha de las ventajas
que ofrece la libre circulación de capitales a nivel internacional. La ingeniería
fiscal permite a las empresas optimizar el pago de sus impuestos, cosa que no
pueden hacer los trabajadores. La consecuencia de ello es que la disminución
de los salarios supone también la disminución de los ingresos de las
administraciones públicas.
¿Ante esta situación qué hacen las administraciones públicas? En primer
lugar se plantea la reducción de los servicios públicos, la tan traída y llevada
crisis del Estado de bienestar, consecuencia no de una falta de riqueza
objetiva, sino de la dificultad que existe para traer parte de esa riqueza a las
arcas públicas. En segundo lugar, recurre a la financiación mediante deuda, lo
que hace que la estabilidad presupuestaria quede en manos de los mercados
financieros internacionales, tal como se ha visto en las últimas semanas. En
tercer lugar, hay que disminuir los costes de los servicios públicos, y aquí entra
la rebaja de los sueldos de los funcionarios, lo que merece un apartado
independiente.
Antes hemos visto cómo la globalización (entre otros factores) hace que
117
las rentas del trabajo pierdan peso en la riqueza nacional y que los salarios
bajen. Claro, los salarios que paga la administración no dependen de forma
directa de los flujos del mercado, por lo que tardan más en ajustarse. Tarde o
temprano, sin embargo, ese ajuste debe producirse; y ahora lo estamos
viviendo: si los salarios en general bajan la recaudación baja y, por tanto, los
salarios de los empleados públicos también tienen que verse disminuidos; es
triste, pero es así.
Mi impresión es que esta disminución de la riqueza de los trabajadores y
de los funcionarios, así como la rebaja del Estado de bienestar se estaba
larvando desde hace tiempo; pero se había mantenido "artificialmente" una
situación boyante. Acabo de leer que Angela Merkl ha dicho que Alemania ha
vivido por encima de sus posibilidades durante décadas. Un lector de la
noticia comenta, con mucho juicio, que cómo es esto posible si Alemania es
una país con superavit en su balanza de pagos. Quizás lo que suceda es que se
está poniendo de manifiesto que el recurso permanente a la deuda para
financiar el Estado de bienestar no se sostiene cuando no se encuentran
mecanismos para aumentar la recaudación. La brusca detención de la máquina
del crédito como consecuencia de la crisis financiera de hace unos años ha
destapado un problema mucho mayor que, de alguna forma, estaba oculto.
Y ante esto ¿qué se puede hacer? La primera posibilidad es no hacer nada,
lo que implicará que aquellos que vivan de su trabajo (en el mercado laboral o
en la función pública) serán cada vez más pobres. La competencia cada vez
mayor a todos los niveles con los países menos ricos en todos los trabajos
hará que poco a poco ninguna profesión quede excluida de la degradación. En
este escenario únicamente vivirán bien aquellos que tengan capacidad de
iniciativa, que sean capaces de crear empresas y negocios e ir modificándolos y
adaptándolos, quienes, en definitiva, sean capaces de vivir realmente en un
espacio transnacional. Esto supone un cambio de cultura importante. La
tradicional admonición de nuestros padres "estudia si quieres ser una persona
118
de provecho" dejará de tener sentido en gran parte.
La segunda posibilidad es hacer algo desde el poder público; pero esto
exige algunos cambios significativos.
En primer lugar, los poderes públicos tienen que reforzarse. En el mundo
actual cada Estado por separado tiene poca fuerza, ya que la economía se
mueve, realmente, a escala global. Hace unos meses comprobamos que
solamente podía intentarse algo en relación a la crisis desde el G20; es la
demostración de que las soluciones tienen que articularse a nivel internacional.
En lo que a nosotros toca, el refuerzo de los poderes públicos pasa por
reforzar a la Unión Europea. Si la UE fuera algo parecido a un Estado tendría
el poder suficiente como para, negociando con Estados Unidos y China,
imponer ciertas reglas, entrar en los paraísos fiscales, aumentar la recaudación
impositiva y regular de alguna forma el movimiento internacional de capitales.
En segundo lugar, hay que repensar toda la política fiscal. Quizás en las
circunstancias actuales el recurso a los impuestos directos es poco realista y se
haga necesario dotar de mayor protagonismo a los impuestos indirectos (el
mes que viene aumentará el IVA en España). Quizás sea necesario inventar
mecanismos que permitan gravar la riqueza que circula por el Mundo
evitando, a la vez, que dicha imposición se repercuta en los paganos de
siempre.
En tercer lugar. Echo en falta con frecuencia una cultura del rigor y del
esfuerzo, tanto entre nosotros, los ciudadanos de a pie, como entre los
políticos. A veces tengo la sensación de que lo mismo da hacer las cosas bien
que mal, que lo misma da saber que ignorar, que lo mismo da acertar que
equivocarse. En una situación difícil como la que vivimos esta actitud es
suicida. Deberíamos todos actuar con rigor y exigir el mismo rigor en los
responsables políticos. Si no intentamos hacer las cosas especialmente bien la
tremenda competencia del mundo en el que vivimos acabará devorándonos.
Tenemos que pensar que siempre, siempre, hemos de estar atentos y
119
preparados, esforzarnos al máximo en todo lo que hacemos y no dejar pasar
oportunidades. Demasiadas veces actuamos como nuevos ricos, y ahora va
siendo evidente que no somos ni ricos ni nuevos.
En fin, este blog se llama "el jardín de las hipótesis inconclusas" y no es
por casualidad. Quería tener un espacio para desarrollar impresiones e
intuiciones sin tener que someterlas al previo estudio y a la comprobación
meticulosa de datos y razonamientos; en esta clave tiene que tomarse lo
anterior. Tengo muchas dudas en lo que planteo; pero el ponerlo por escrito
me ayuda a pensar y si, encima, alguien me saca de los errores que cometo o
me aporta los datos que ignoro, pues mejor que mejor.
120
No se puede desaprovechar la crisis
(22 de mayo de 2010)
121
manteniendo unos sueldos que, sin ser excesivos, son dignos, y una gran
estabilidad laboral. La existencia de este grupo de personas que aún mantienen
los derechos que tenían todos hace veinte o treinta años es un indeseable
ejemplo para quienes todavía se oponen a la versión más salvaje del
capitalismo depredador. Mientras existan empleados altamente cualificados
que cobran dos o tres mil euros al mes seguirá existiendo presión en las
empresas para que los sueldos suban; mientras se mantenga la estabilidad
laboral de los funcionarios habrá quien piense que el despido libre y sin
indemnización no tiene por qué ser inevitable; en definitiva, los funcionarios
dan un mal ejemplo al conjunto de la sociedad, pudiendo algunos llegar a
pensar que otro mundo es posible.
Además la función pública está integrada por personas que han llegado a
su puesto tras demostrar en ciertas pruebas su capacidad; ciertamente, el
sistema de oposiciones es perfectible, como todo lo humano; pero no deja de
ser también ejemplo de exigencia y objetividad: no se puede concurrir a una
oposición de Abogado del Estado si, previamente, no se tiene la Licenciatura
en Derecho; no se puede pretender el acceso a un puesto de cirujano en un
hospital público si no se han concluido los estudios de Medicina, superado el
MIR y los cursos de especialización posteriores, y se presentan méritos
mayores que el resto de candidatos al puesto. La función pública se convierte
así en un ejemplo de exigencia en una sociedad en la que el esfuerzo no es un
valor que cotice al alza; y es, además, muestra de objetividad, ya que la rigidez
del sistema de acceso limita la posibilidad de que los políticos coloquen a sus
fieles y amigos en esos puestos de la Administración que, a veces, parece que
son considerados botín de guerra tras unas elecciones.
De esta forma, la devaluación de la función pública tiene varias ventajas.
En primer lugar, los puestos que ahora son ocupados por personas que han
superado una oposición y que pueden tener independencia de criterio gracias
al carácter casi inamovible de su puesto de trabajo pasarían a personas
122
designadas por los partidos, creciendo esa legión de asesores (ya varios miles)
que ven recompensada su capacidad de organizar mítines o su lealtad en la
recaudación de cuotas mediante puestos directivos en empresas municipales
de recogida de residuos o con cargos de responsabilidad en materia
medioambiental, sanitaria o cualquier otra alejada de sus capacidades y
conocimientos reales. Personas fieles a la voz de su amo porque su puesto
depende de la voluntad de éste.
En segundo término, si los tres millones de funcionarios entrasen en el
mercado laboral sería más fácil todavía para los empresarios reducir salarios y
ventajas laborales. Además, y tal como se ha adelantado, se cerraría la última
puerta que quedaba abierta a un mundo en el que uno podía vivir dignamente
de su trabajo. El mileurismo podría pasar a ser paradigma sin que se
pretendiese siquiera que es posible cambiar la situación.
Es por todas estas razones que antes de que se diera por concluida la
crisis debía darse un buen golpe a la función pública. A la hora de reducir
gastos públicos no podía optarse por eliminar los miles de asesores designados
digitalmente por los partidos políticos, porque tal cosa podría poner en peligro
la profesionalización de la política que tantos beneficios ha traído al país. Al
contrario, debía aprovecharse el momento para castigar a los funcionarios;
envidiados por quienes prefirieron en su día las fiestas a hincar codos;
despreciados por los especuladores que en los momentos de bonanza loan la
iniciativa privada y cuando surgen dificultades exigen la ayuda del Estado; y
temidos por los partidos, que ven en ellos el último obstáculo para la
definitiva apropiación de lo público.
¿Existe alguna duda de que la reducción del sueldo de los funcionarios no
era solamente posible, sino también absolutamente necesaria?
123
La utilidad del Derecho internacional
(1 de junio de 2010)
124
Lo que tenemos, por tanto, es un ataque, por parte de un buque de guerra de
un Estado (Israel) a un buque de otro pabellón (Turquía) en aguas no
territoriales de Israel. La normativa básica desde la perspectiva internacional
que hemos de considerar es la Convención de las Naciones Unidas sobre
Derecho del Mar. De acuerdo con esta norma, fuera del mar territorial los
Estados ribereños solamente ejercen su soberanía en lo que se refiere a la
exploración y explotación económica en la zona económica exclusiva (art. 56
de la Convención), gozando en dicha zona el resto de Estados de los derechos
de navegación y sobrevuelo (art. 58). Es decir, salvo en lo que se refiere a los
derechos económicos del Estado ribereño, la zona económica exclusiva debe
ser considerada como alta mar. De esta forma, las facultades del Estado de
Israel sobre la flotilla, que se encontraba, repito, fuera de las aguas territoriales
de Israel, es el mismo que tendría en caso de que se encontrara en alta mar.
Insisto en esto porque conviene dejarlo claro, ante la duda que podría surgir
sobre si el ataque se produjo realmente en alta mar o en la zona económica
exclusiva de Israel. Esta duda, en tanto en cuanto el ataque no se vincula a la
pesca ilegal o a la realización de cualquier otra actividad económica por parte
de la flotilla es, por tanto, irrelevante.
Así pues, lo que tenemos que considerar es el régimen de la alta mar. De
acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas, en alta mar quien ejerce
soberanía sobre los buques es el Estado de su pabellón (art. 92 de la
Convención). ¿Quiere decir esto que resulte imposible que un Estado
diferente del Estado del pabellón ejerza su soberanía sobre un buque en alta
mar? No, la propia Convención recoge varios supuestos en los que es posible
el ejercicio de dicha soberanía. En el art. 105 se recoge la posibilidad de
apresamiento de buques piratas y de los buques y aeronaves capturados por
los piratas; en el art 109 se prevé la posibilidad de apresar buques que realicen
transmisiones no autorizadas que puedan ser captadas en el Estado que realiza
el apresamiento; y en el art. 110 se recoge el derecho de visita a los buques que
125
se sospeche que son buques piratas, que transportan esclavos, que realizan
transmisiones no autorizadas, que no tienen nacionalidad o que, en realidad,
tienen el mismo pabellón que el buque de guerra que realiza la inspección.
Los anteriores son los supuestos en los que un buque puede ser detenido
en alta mar por un buque de un Estado diferente del Estado del pabellón.
Israel no ha alegado ninguno de estos motivos para justificar su acción;
seguramente porque es altamente improbable que la flotilla que se dirigía a
Gaza pudiera, siquiera remotamente, ser incardinada en alguno de estos
supuestos. Así pues, no cabe duda de que la actuación de Israel es una
vulneración del Derecho internacional que atenta contra la soberanía
del Estado del pabellón, en este caso, Turquía. Es, como siempre se suele
decir en estos casos, opinión de quien suscribe que somete a cualquier otra
fundada en Derecho.
Lo anterior, desde luego, no agota el análisis del problema. Habría que
examinar la utilización de la fuerza dentro del buque. Israel ha alegado que los
tripulantes del buque atacaron primero a sus soldados; pero eso, incluso
aunque fuera así, lo que no está probado, no altera que quienes iniciaron la
agresión fueron las Fuerzas Armadas de Israel, al ocupar un barco sobre el
que no podían ejercer derechos soberanos y sobre el que ni siquiera podían
ejercer el derecho de visita.
Además habría que detallar las consecuencias de la infracción del Derecho
internacional cometido por Israel, las vías de las que dispone Turquía para
obtener una satisfacción, sin olvidar el papel que pudiera jugar la OTAN,
teniendo en cuenta que es un ataque sufrido por uno de sus miembros. No
me he mirado el Tratado del Atlántico Norte y, por tanto, ni siquiera hipótesis
tengo sobre qué podría derivarse de dicho Tratado; pero de lo que no tengo
dudas es de que Israel ha infringido el Derecho internacional claramente. Si se
le consiente, como apuntaba, eso ya no es culpa del Derecho Internacional,
sino de los Estados; de los Estados europeos, de Estados Unidos y también
126
de la Unión Europea, que ahora tiene el equivalente a un Ministro de Asuntos
Exteriores y que debería adoptar una posición clara en relación a este asunto.
Porque si se deja pasar esta actuación ilícita de Israel se estará legitimando
a cualquiera que quiera tomarse la justicia por su mano. Si la reglas básicas
sobre libertad de navegación en alta mar no son respetadas todos salimos
perjudicados. De hecho, si me permite ir un poco más allá, es más grave lo
ocurrido que un ataque directo contra el territorio de otro Estado, ya que en el
caso de la vulneración de la alta mar no solamente sale perjudicado el Estado
del pabellón del buque atacado, sino también todo el resto de Estados, que
son titulares del derecho a la libre navegación.
127
Fallo al fin y sigo sin entender nada
(29 de junio de 2010)
128
que los dictámenes del Consejo de Garantías Estatutarias no tendrán carácter
vinculantes y que la competencia del Síndic de Greuges en el control de la
Administración catalana no es exclusiva, sino compartido con el Defensor del
Pueblo. Se matiza el régimen de las competencias compartidas con el Estado,
incluidas las que se tienen en materias de entidades financieras, se niega que la
Generalitat pueda regular los tributos locales y, finalmente, se elimina un
inciso que obligaba a considerar si el resto de territorios realizaban un
esfuerzo similar al catalán en materia fiscal.
¿Cómo se puede mantener que lo anterior constituye un agravio que
merece una respuesta contundente por parte de la ciudadanía? Ya advierto de
que mi opinión es la de que las reglas del juego son las que son y que, por
tanto, la Sentencia del TC debería ser punto final del debate; a salvo de que se
quiera volver a empezar con el tema de la reforma del Estatut (¡no, por
favor!); pero es que, incluso aunque no se comparta esto último, la simple
lectura del fallo (a falta de la interpretación de varios preceptos, tal como decía
al comienzo) muestra que lo que se dice o bien estaba asumido desde el
comienzo del proceso (falta de valor jurídico de lo que figura en el
Preámbulo) o bien se trata de cuestiones de matiz o técnicas que no tienen
capacidad de incidencia real en la vida de las personas; al menos no hasta el
punto de justificar una movilización ciudadana.
Como ya he dicho más de una vez en relación a todo este proceso, no
entiendo nada.
129
Una ley del cine del siglo XVII
(1 de julio de 2010)
Hace unos meses escribía una entrada sobre el Proyecto de Ley del Cine
de Cataluña. Ayer se aprobaba en el Parlament la Ley. He estado buscando el
texto de la misma, pero no lo he encontrado. Supongo, sin embargo, que el
precepto que más me preocupaba, el art. 17.1.c), no habrá cambiado. Ojalá me
equivoque y, desde luego, si cuando disponga del texto de la ley compruebo
que este punto se ha modificado inmediatamente corregiré esta entrada.
Ahora bien, de momento asumiré que en este punto la ley sigue el tenor del
proyecto.
Si esto es así, como me temo, habremos dado entrada en nuestro
ordenamiento a una norma que habría de ser piedra de escándalo para
cualquiera que tuviera una mínima sensibilidad hacia las libertades de
expresión, pensamiento, opinión... en definitiva, para las libertades. Me
explico.
En los últimos meses se ha hablado mucho del tema de las salas de cine.
Aquí no me meteré con ese aspecto de la ley, sino con aquello a lo que hace
referencia este artículo 17.1.c), y que es la distribución fuera de las salas
cinematográficas; esto es, las películas a las que accedemos en un videoclub,
en el FNAC o en cualquier otra tienda. Y es que este precepto impide que
puedan ser distribuidas en Cataluña a través de estos canales los DVDs
(hablando en plata) que no incluyen en su menú de audio la versión catalana si
se trata de películas que, según el art. 18 deberían haber sido distribuidas en
Cataluña con al menos la mitad de las copias dobladas o subtituladas en
catalán. Es decir, se prohibe la distribución de películas en Cataluña que no
lleven el audio en catalán. A mi me parece inaudito. Tal como decía en el post
que escribí en febrero, qué pensaríamos de una prohibición de distribución de
libros en Cataluña que no fueran acompañados de su traducción al catalán.
130
Espeluznante ¿no? pues con las películas pasa lo mismo. Si a una distribuidora
le da la gana de sacar una determinada película solamente en versión original
para el DVD (o solamente en versión original y en francés, o inglés o lo que
sea) tal película no puede ser distribuida en Cataluña y eso quiere decir que
tampoco puedes pedirla por correo a una tienda de fuera de Cataluña y que te
la manden, porque, evidentemente, la distribución por correo es también
distribución y está afectada por la prohibición (cosa distinta es, claro, que te
pillen, pero prohibido está).
Me produce escalofríos pensar solamente en la situación: pido a una
tienda de Zaragoza que me envíe la película que quiero y que no está en las
tiendas de Cataluña y cuando les doy la dirección de envío, en la tienda de
Zaragoza me dicen que no me la pueden enviar a Cataluña porque les pueden
sancionar. ¿No nos suena a 1984 (la novela de Orwell) o, incluso peor?
Y que conste que no me preocupan tanto los problemas prácticos que se
puedan plantear como la asunción con naturalidad por parte de todo el
mundo de que no pasa nada. Sí que pasa, y en la medida que pueda no dejaré
de denunciar lo que me parece un retroceso enorme, un retroceso de varios
siglos (y de ahí el título de esta entrada), un retroceso al momento en el que se
consideraba que se podían limitar las formas de expresión del arte y de la
opinión.
Y, por favor, que nadie salga con el argumento de "mi derecho a ver
películas en catalán...", si el derecho a ver películas en catalán tiene que pasar
por la prohibición de verlas en otras lenguas mal vamos, muy mal.
131
No hay mal que por bien no venga
(2 de julio de 2010)
Ayer criticaba que la Ley del Cine aprobada por el Parlament prohiba la
distribución en Cataluña de DVDs que no tengan el audio en catalán si la
película ha sido distribuida en cines doblada o subtitulada. No me metía con la
obligación misma de que se doblen o subtitulen al catalán al menos la mitad
de las copias de las películas que se proyecten en los cines de Cataluña porque,
aunque no estoy de acuerdo con la obligación, me parece que no es una piedra
de escándalo tan grande como la que resulta de la imposibilidad de adquirir en
Cataluña películas que no tengan la opción de audio en catalán (con ciertos
matices en los que aquí no entraré).
Sucede, sin embargo, que no hay situación por mala que sea que no sea
susceptible de tener elementos positivos. Puede parecer cínico o cruel; pero es
así. En este caso ya tenemos la primera buena noticia que se deriva de la Ley
recientemente aprobada: las distribuidoras advierten de que en el próximo año
las películas que se estrenen en Cataluña lo serán en versión original, sin
doblaje y sin subtítulos. Puede parecer un boicot o una amenaza, pero tiene
cierto sentido. Hace ya un tiempo que las productoras sacan más dinero de la
venta de DVDs que de las entradas de cine y, de acuerdo con la Ley del Cine
aprobada, no hay ninguna limitación en la distribución de DVDs de películas
que hubieran sido proyectadas en Cataluña en versión original pura y dura;
esto es, sin subtítulos. De esta forma, si una película se proyecta en versión
original, luego el DVD no precisa del menú de audio en catalán.
En otros países la proyección de películas en versión original sin
subtítulos no es ninguna rareza. Cuando se estrenó "La Delgada Línea Roja",
una de mis películas favoritas, estaba en Alemania y allí la vi en versión
original sin subtítulos; y era una sala normal en un centro comercial normal,
con público de lo más normal. Si se extiende la costumbre de ver las películas
132
en versión original nuestro nivel de inglés aumentará, sin duda; y a mi me
parece que el aumento del nivel de inglés de los catalanes sí que es un objetivo
de primer orden para el desarrollo del país. Probablemente es una
consecuencia no deseada de la Ley; pero, como decía, no hay mal que por
bien no venga.
133
La sentencia sobre Kosovo
(23 de julio de 2010)
134
sobre Kosovo impuesto tras la mencionada guerra.
En definitiva, la declaración de independencia no es contraria al Derecho
internacional porque no hay norma en el Derecho internacional que prohiba
tales declaraciones y, además, quien hizo la declaración se movía fuera del
orden legal establecido, por lo que no estaba sujeto a las limitaciones que se
derivarían de éste. ¿Es esto un reconocimiento de la legalidad de la
independencia de Kosovo? Me parece que no, después de leer la sentencia,
cuando volvía a las noticias de prensa se me ocurría que estaba en una
situación kafkiana. Algo así como si hubiera sucedido lo siguiente:
1) Un fulano o fulana sale a la calle y se pone a gritar que le gustaría
acostarse con Scarlet Johansson (o con Sara Carbonero o con Iker Casillas o
con Zapatero).
2) El vecino del fulano o fulana le pregunta a un juez si es delito que
alguien salga a la calle a gritar que le gustaría acostarse con Scarlet Johansson
(o con Sara Carbonero o con Iker Casillas o con Zapatero).
3) El juez le dice que no es delito salir a la calle a gritar que a uno le
gustaría acostarse con Scarlet Johansson (o con Sara Carbonero o con Iker
Casillas o con Zapatero).
4) Los periódicos dan la noticia de que el fulano o la fulana en cuestión se
acuesta con Scarlet Johansson (o con Sara Carbonero o con Iker Casillas o
con Zapatero).
Como siempre, me preocupa más la falta de rigor y de matiz que el
contenido mismo de la decisión. Y es que sin rigor ni matiz acabaremos mal,
muy mal.
135
Lo público en “La elegancia del erizo”
(29 de agosto de 2010)
Estos días estoy leyendo "La elegancia del erizo". En el libro nos
encontramos con dos narradoras: una es la portera de una finca elegante en
París, la otra es una niña de doce años que vive en uno de los apartamentos
(de cuatrocientos metros cuadrados) de dicha finca. La niña es hija de un
político importante que, incluso, había sido ministro. Ayer me llamaba la
atención la siguiente frase, puesta en la boca (o en la pluma) de la niña
narradora: "En mi colegio (público, eso sí, al fin y al cabo mi padre ha
sido ministro de la República)"... (p. 213 de la edición que manejo: M.
Barbery, La elegancia del erizo, Barcelona, Seix Barral, 2010; trad. de I.
González-Gallarza de L'élégance du hérisson, Gallimard, 2007).
¿Por qué me ha llamado la atención esa frase? Porque denota que en
Francia se asume con naturalidad, como una evidencia, que quien asume
cargos de responsabilidad en "la República", ha de mandar a sus hijos a un
colegio público. Pareciera que fuera contradictorio que quien dirige los
asuntos públicos recurra a la educación privada. Supongo que esta misma
reflexión podría trasladarse también a la sanidad. Y me parece una reflexión
muy lógica ¿confiaríamos en el dueño de un restaurante que prefiere comer en
el de la competencia? ¿imaginaríamos que el Presidente de Mercedes Benz
prefiriera viajar en un Audi?
Aquí en España toleramos, sin embargo, que nuestros políticos, incluso
los de izquierda (en la novela de Barbery los padres de la narradora son
socialistas) manden a sus hijos a colegios privados; mostrando, además, un
desconocimiento flagrante de la realidad de la enseñanza pública (todavía
recuerdo a Montilla diciendo en una entrevista que la introducción de la sexta
hora pretendía conseguir que la enseñanza pública alcanzara el mismo nivel
que la privada ¿era consciente Montilla de que, en general, la calidad de la
136
enseñanza pública está todavía por encima de la calidad de la enseñanza
privada?. Y digo lo de todavía porque, en mi experiencia, los últimos años
hemos vivido un deterioro de la calidad de la enseñanza pública que puede
convertir en verdad la previsión del President: igualar la enseñanza pública
con la privada; pero no por arriba, sino por abajo).
¿Por qué no seremos franceses?
137
Sobre procedimientos de independencia
(8 de septiembre de 2010)
138
Y es que en todo este follón habría que diferenciar varios aspectos: en
primer lugar, está el análisis las ventajas e inconvenientes de la independencia
desde la perspectiva española y catalana. Será algo en lo que no me detendré
ahora. En segundo término, sería preciso estudiar el procedimiento de
consecución de la independencia y, finalmente, en tercer lugar, creo que
podría ser sano debatir sobre la forma en la que el debate está afectando a
Cataluña y a España.
Sobre el primer aspecto ya empiezan a existir análisis; aun insuficientes
teniendo en cuenta la transcendencia de la operación; pero, como decía, no
me voy a detener en ello. Prefiero ocuparme mínimamente del segundo
aspecto, el procedimiento, entre otras cosas porque creo que se le dedica una
atención bastante insuficiente. Quizás esta insuficiencia se deba, al menos en
parte, a la calculada ambigüedad de algunos independentistas, que parecen
querer llegar a la culminación del proceso "como si no hubiera pasado nada".
No deja de sorprenderme de que, en ocasiones, basta plantear como hipótesis
los problemas que supone el proceso de independencia para ser mirado con
animadversión, como si uno fuera un aguafiestas o, peor aún, un fascista, que
es el término comodín que se emplea para todos aquellos que no comparten el
ideario nacionalista independentista.
Sea por las razones que fuere, es necesario reflexionar sobre las vías por
las que podría conseguirse la independencia de Cataluña. No estamos
hablando de un tema menor, sino de un cambio en Europa Occidental de
gran calado y, por tanto, no es indiferente la forma en que se haga. En este
punto existen varias posibilidades.
La menos traumática sería un acuerdo pleno entre España, el resto de
países de la UE y Cataluña. Solamente de esta forma podría darse que
Cataluña tras su independencia ingresara inmediatamente en la UE. Si
previamente a la independencia se negocian las modificaciones precisas en los
Tratados Constitutivos de la UE para adaptarlos a la incorporación de
139
Cataluña sería posible que el mismo día en que Cataluña se constituyese en
Estado pasase a ser miembro de la UE. No sé si algunas de las propuestas que
se hacen sobre el procedimiento de independencia son conscientes de esto.
Todos parecen asumir que la Cataluña independiente formaría parte de la UE
automáticamente y no se menciona que esto solamente sería posible si existe
un previo acuerdo sobre este punto entre Cataluña y todos los Estados
miembros actuales de la UE, España incluida, claro.
Es decir, mi planteamiento es que una declaración unilateral de
independencia plantea serios problemas; y es por ello que no deja de
asustarme que ya se haya propuesto que el Parlamento de Catalunya realice
dicha declaración una vez que su composición lo permita. Este escenario, una
declaración unilateral de independencia sin el acuerdo previo con los Estados
miembros de la UE (incluida España, repito) sería enormemente peligrosa.
Para ello no tenemos más que visualizar qué sucedería al día siguiente de dicha
declaración.
140
Las consecuencias no serían malas únicamente para España sino también
para Cataluña porque, declarada la independencia ¿de qué fondos se surtiría la
Generalitat y los Ayuntamientos catalanes (al menos los Ayuntamientos que
no declararan su voluntad de seguir siendo parte de España; que este sería
otro tema)? Si se quiere mantener el euro como moneda está claro que no se
puede recurrir a la máquina de imprimir para crear dinero para el nuevo
Estado. Si, por el contrario, se pretende sustituir el euro por una moneda
propia ¿qué consecuencias tendría ese cambio para la economía catalana? Si se
pretende recurrir a la emisión de deuda ¿cómo reaccionarían los mercados?
¿Nos enfrentaríamos, tras la quiebra del Estados español, a la quiebra también
de las finanzas catalanas?
En este punto es bueno recordar que Cataluña no es Kosovo. El PIB
catalán es del orden de cincuenta veces el de Kosovo, cinco veces el de
Lituania, un 50% más que el de Escocia o un 25% más que el de Ucrania; por
ejemplo. Y esto que pudiera parecer bueno es, en realidad, un problema en el
momento inicial, puesto que es mucho más costoso para una potencia que
tutele la independencia asumir ésta. Sostener económicamente a Kosovo está
probablmente al alcance de, al menos, media docena de países en el Mundo,
garantizar la emisión de deuda pública necesaria para Cataluña supone un
esfuerzo significativo para cualquier país (Estados Unidos incluido) y es,
probablemente, inasumible por cualquier potencia europea.
Así pues, una declaración unilateral de independencia no pactada
previamente con los países integrantes de la UE implicaría, bastante
probablemente, un serio temblor en los mercados financieros internacionales
que colocaría en una muy mala posición a España y también a Cataluña; pero,
probablemente, las consecuencias irían más allá. En los últimos meses hemos
visto como la crisis griega puso en serio peligro al euro ¿podría la moneda
única soportar la tensión que se derivaría de la crisis ibérica que, tal como
hemos visto, seguiría casi inevitablemente a una declaración unilateral de
141
independencia? En caso de que se activara el fondo de rescate del euro ¿dicho
fondo beneficiaría únicamente a España o también a Cataluña? Creo que
pocas dudas hay sobre la imposibilidad de que Cataluña accediera a dicho
fondo de rescate. A partir de ahí ¿cuál sería la situación de Cataluña en las
semanas y meses posteriores a la declaración de independencia? ¿cuál sería la
situación de un país que carecería de recursos financieros y monetarios? Es
obvio que si no se tiene un padrino poderoso que sostenga en esos primeros
momentos a Cataluña la independencia implicaría serios trastornos para la
vida diaria de los catalanes.
Así pues, una declaración de independencia unilateral, no pactada con
España y el resto de países miembros de la UE, supondría, seguramente,
serios trastornos en la economía catalana, española y europea.
¿Compensarían? Probablemente algunos piensen que sí compensan. Al fin y al
cabo no son pocos los catalanes que se sienten incómodos en España,
ninguneados y tratados como ciudadanos de segunda. Cuando los
sentimientos entran en juego puede asumirse un daño al bolsillo, sobre todo si
se piensa que se trata de una situación coyuntural que se resolvería una vez
que Cataluña fuera reconocida internacionalmente, se reorganizase su sistema
monetario e, idealmente, fuese admitida como Estado miembro de la UE. Lo
que no es de recibo es que se plantee una declaración unilateral de
independencia como si fuese una cuestión retórica o un experimento inocuo.
Es un tema muy serio y como tal ha de ser tratado.
Sería exigible, por tanto, mucha claridad en los políticos independentistas
y planes claros para eventualidades como las que aquí describo. Por desgracia
no percibo ni una ni los otros. Me temo (y espero sinceramente equivocarme)
que en unos meses o años se producirá esa declaración unilateral de
independencia y entonces lamentaré profundamente haber acertado en mis
pronósticos.
142
¿Federalismo?
(12 de septiembre de 2010)
143
como del Estado (para cubrir las necesidades que se derivan de las
competencias estatales). Es un sistema que me parece más claro y limpio que
el actual. Cada cuál sabría lo que paga a cada uno y el control por el ciudadano
de lo que se hace con su dinero sería más fácil. Acabaríamos con las eternas
discusiones, que tanto enconan los ánimos, acerca de que Comunidad
Autónoma recibe más y qué Comunidad Autónoma recibe menos en términos
absolutos o en términos per cápita.
La pregunta siguiente es la de ¿por qué no se hace esto? Yo veo dos
dificultades para llevar adelante este planteamiento. La primera es la
desconfianza del Estado hacia una mayor descentralización. Me explico. La
vida política en España se explica, en gran manera, por la tensión entre los
partidos independentistas y los centralistas. Y con partidos independentistas
me refiero a todos aquellos que se plantean como una posibilidad real, aunque
no inmediata la independencia de alguna parte del territorio español.
Evidentemente en esta lista están el PNV, Convergència Democràtica de
Catalunya (la "C" de "CiU"), ERC, EA, BNG... Con frecuencia, el reparto de
competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas es fruto de los
pactos entre unos y otros (las negociaciones actuales entre el Gobierno de
España y el PNV para la aprobación de los Presupuestos es buena prueba de
ello). De esta forma, la asunción de nuevas competencias por parte de las
Comunidades Autónomas es percibida no como una mejor estructuración del
Estado, sino como un avance hacia la independencia. Con esto quiero decir
que una ampliación de las competencias en materia fiscal por parte de las
Comunidades Autónomas sería utilizado por los partidos independentistas
como un elemento más en su estrategia desintegradora. Esto hace que
soluciones que serían racionales y eficaces vean dificultada su aprobación.
Lo anterior ¿cómo se puede resolver? Pues integrando dichas soluciones
en un consenso real y efectivo entre las fuerzas más significativas en lo que se
refiere a la estructura definitiva de España. Esto es, si el pacto se alcanza
144
debería ser con el compromiso de quienes lo firmen de que renuncian a la
independencia como objetivo. Después de treinta años de cambio constante
quizá fuera bueno que se pusiera fin al debate sobre la estructura del Estado.
Estamos dedicando una cantidad ingente de esfuerzos, tiempo y bilis a una
cuestión que en otros países no se plantea; y sería bueno que nos pudiéramos
centrar en otros problemas que también son muy relevantes.
Lo anterior no es la única dificultad con la que nos encontramos.
Evidentemente, hay intereses en mantener la situación actual. En cuanto se
habla de concierto económico o cosas semejantes siempre hay unos cuantos
políticos, de ciertas Comunidades Autónomas, que saltan a la yugular ¿por
qué, me pregunto? Cualquiera que viaje se puede dar cuenta de que
Comunidades como Andalucía o Asturias están llenas de autopistas, hospitales
modernos, colegios públicos modélicos y polígonos industriales activos.
Ciertamente motivos de queja siempre habrá. Ahora tenemos en Asturias el
tema de la minería, en Catalunya la deslocalización de las fábricas de
automóviles, en Madrid la saturación de la sanidad pública y en Andalucía
seguro que también hay algún problema; pero quizás fuera bueno que todos
asumiéramos que la solución a nuestros problemas está más cerca que lejos, y
que las transferencias "porque sí" se tienen que acabar.
145
¿A dónde vamos?
(25 de septiembre de 2010)
Pone los pelos de punta leer el reportaje de El País sobre los (pre)parados.
Una generación que ha hecho lo que se suponía que tenía que hacer (estudiar,
formarse, aprender idiomas) y que, sin embargo, no recibe de la sociedad lo
que se suponía que ésta tenía que darle: muchos no tienen trabajo estable, los
sueldos son insuficientes para vivir y la ayuda de las familias sigue siendo
imprescindible. ¿Qué es lo que ha pasado? ¿En qué nos hemos equivocado?
¿A dónde nos dirigimos?
Desde luego, es un problema complejo, que tiene muchas facetas y que,
sin duda, es difícil no solamente de resolver, sino de diagnosticar y analizar.
Lanzo aquí algunas ideas deslabazadas que me preocupan en torno a esta
situación.
Lo primero creo que es darnos cuenta de en qué punto se encuentra
nuestra sociedad, nuestro país en cuanto a nivel de desarrollo económico. Es
un tópico afirmar que la economía española el sector de la construcción y el
de la hostelería tienen un peso excesivo. Y seguramente es verdad. Antes justo
del estallido de la crisis un albañil podía ganar fácilmente el doble que un
ingeniero informático; un escayolista, el triple que un economista; un
fontanero el doble que un profesor de universidad. A mi me parece que esta
situación no es deseable; algo deberíamos cambiar para que las actividades que
potencialmente pueden generar más desarrollo para el país esten más
gratificadas. De otra forma lo que conseguiremos es que en la siguiente
generación (ya está pasando) nadie quiera formarse, visto que la formación no
es vía para el éxito personal. Así llegamos fácilmente a la generación "Ni-ni".
Hasta ahora este desequilibrio entre formación y retribución venía
enmascarado por la Administración. En las distintas administraciones seguía
funcionando (sigue todavía, no sé por cuánto tiempo) la regla de que a mayor
146
formación mejores salarios, manteniéndose en los niveles superiores de la
administración (escalas A y B) unas retribuciones dignas. Mucho me temo que
en los próximos años esto cambiará: la depauperación de los títulos alcanzará
también, por desgracia, a la Administración y es probable que en unos años
los funcionarios de los niveles superiores sean también "mileuristas" (o
equivalente).
¿Es esto lo que queremos? Me imagino que no, que la mayoría querrá un
país en el que sobre la base de un nivel de vida digno para todos, aquéllos que
estén más formados obtengan mayores retribuciones. Ahora bien, ¿qué
tendríamos que hacer para conseguirlo?
Es claro que la formación no es suficiente. Ahora mismo tenemos
muchos profesionales bien formados; pero la sociedad no es capaz de sacarles
todo el partido posible, no es capaz de transformar la formación en dinero.
¿Por qué? Quizás fuera necesario conseguir que, ya que la clase empresarial
actual no es capaz de transformar nuestra economía, potenciar una nueva
clase de empresarios. Empresarios que estén dispuestos a buscar el beneficio a
base de la calidad y no de la pillería. Para eso es fundamental facilitar los
trámites para la constitución de empresas; permitir que quien tenga una idea
sea capaz de llevarla a cabo sin grandes problemas. Ahora bien, esta
facilitación de la normativa tiene que ir acompañada de una exigencia estricta
de cumplimiento de las exigencias legales existentes. Esto es, no puede
permitirse que quienes operan de forma fraudulenta adquieran una ventaja,
porque si se permite eso al final prevalecerán los tramposos y quienes
cumplen con lo exigido se ven perjudicados. En definitiva, tenemos que
instaurar en España aquello que envidiamos de los países del norte: la cultura
del rigor.
En segundo lugar, tenemos que profundizar en la formación. En ese
sentido, el pensamiento dominante en la enseñanza no es una gran ayuda.
Creo que no debe transmitirse el mensaje de que aprender es fácil, de que
147
cuarenta horas de trabajo a la semana han de ser suficientes para superar un
curso universitario y, al contrario, debe potenciarse la competencia como una
forma de mejorar.
En tercer lugar, dado que la globalización es una realidad es fundamental
que las empresas y los profesionales puedan moverse fácilmente en ese
mundo global; para eso es imprescindible un muy buen conocimiento del
inglés. Esa es una asignatura pendiente para la educación en nuestro país. No
se acaba de conseguir que al llegar a los dieciséis o dieciocho años los
españoles dominen el inglés. Sería preciso adoptar las medidas necesarias para
que todos los estudiantes tuvieran un muy buen conocimiento del inglés al
acabar la educación obligatoria y un nivel alto de conocimiento de otra lengua
extranjera antes de empezar sus estudios universitarios. Creo que esto nos
daría una tremenda ventaja sobre otros países y nos permitiría competir en
igualdad de condiciones con aquellos países en los que sí se da esta buena
formación en idiomas (Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia...).
Quizás alguien se pueda extrañar que la receta para conseguir sueldos más
dignos pase por mejorar el inglés, la vieja receta desde hace treinta años; pero
estoy convencido de que es así. A nivel individual quien tenga un buen nivel
de inglés podrá irse al extranjero a trabajar si aquí no encuentra un puesto de
trabajo decente y a nivel colectivo la internacionalización real de nuestras
empresas no puede traer más que beneficios. Espero.
148
Una foto y un comentario
(27 de octubre de 2010)
149
Una pregunta
(7 de noviembre de 2010)
150
La obra del tripartito
(15 de noviembre de 2010)
Hace casi un año escribía que el gran vencedor del Tripartito había sido
Esquerra. ERC había conseguido que tanto CiU como el PSC se escoraran
hacia la independencia, defendiendo CiU posiciones que hace unos años eran
las de ERC, y adoptando el PSC el discurso anterior de CiU. Este domingo
Josep Ramoneda, en El País, desarrollaba una idea bastante similar.
Aprovecho la ocasión para volver sobre este tema porque creo que sería
bueno que el debate larvado, implícito, poco claro, ambiguo, sobre la posible
independencia de Catalunya se colocara en el centro del escenario político. No
puede ser que esé ajeno al debate electoral un proceso que supondría la mayor
transformación en el sur de Europa desde la unificación italiana a mediados
del siglo XIX. A veces tengo la impresión de que los independentistas juegan
a que la secesión se produzca sin que nadie se entere. A mi esto me parece una
ingenuidad y una irresponsabilidad.
151
¿Existe España?
(21 de noviembre de 2010)
152
haga algo para que las cosas cambien; para que se construya, de verdad, un
espacio en el que todos se puedan sentir identificados. Velar para que las
noticias deportivas en las televisiones estatales se dirijan al conjunto de
España y no especialmente a Madrid sería un paso, pequeñito, pero un paso.
Si no somos capaces de dar ni ése ¿cómo podremos ir más allá?
153
Felicitaciones navideñas
(27 de noviembre de 2010)
154
Idioma y nación en el Bachillerato
(28 de noviembre de 2010)
Esta tarde, después de comer, se acercó por casa un sobrino que estudia
segundo de Bachillerato, aquí, en Barcelona, en un instituto público. Mientras
jugábamos una partida de ajedrez me comentó que tenía que echarle un
vistazo a su libro de Catalán, porque le parecía que tenía alguna cosa un tanto
rara. Advierto ya que el mencionado sobrino se declara catalanista, se refiere al
2014 como el año del trescientos aniversario del inicio de la ocupación de
Cataluña y no creo que le pareciera mal que Cataluña fuera un Estado
independiente de España.
Me picó la curiosidad y le pedí que me trajera el libro (vive al lado
mismo). Lo hizo, y realmente me quedé alucinado. Voy a transcribir dos
fragmentos del mencionado libro (Teresa Guiluz i Vidal/Eduard Juanmartí i
Generès. Llengua catalana. 2 BAT. Barcelona. Enciclopèdia Catalana SAU):
(…)
155
"El sistema educatiu
156
al sistema de inmersión lingüística la afirmación de que la práctica unanimidad
de la sociedad catalana lo apoya requeriría algún contraste en cifras; práctica
unanimidad significa que el apoyo está cercano al 100% ¿es esa la situación
actual en Cataluña? Por otra parte, mantener que la inmersión es "combatida"
por opciones políticas estatales supone ignorar que en el Parlamento de
Catalunya (no en el Congreso de los Diputados de Madrid) se sientas unos
cuantos diputados que respresentan a fuerzas catalanas y que tampoco están
de acuerdo con el sistema de inmersión. De hecho, éste ha sido un punto de
debate durante la reciente campaña electoral.
157
La Constitución de Cádiz
(6 de diciembre de 2010)
158
Es claro que en aquel momento los catalanes se consideraban españoles y
entendían su lucha como una lucha con el conjunto de España. Es decir,
existía una idea de España que permitía la construcción de empresas comunes.
A esa España aún solamente imaginada es a la que da forma la
Constitución de Cádiz, convirtiendo en realidad una Nación hasta entonces
inexistente. Luego vendrían los años tenebrosos, desde la llegada de Fernando
VII en 1814 hasta la Constitución de 1978. En esos años se perdió en gran
medida el legado anterior; pero no creo que resulte imposible recuperarlo;
pero para eso es necesaria determinación e inteligencia. Aprovechar el
bicentenario de la Constitución de Cádiz para lanzar esta tarea sería síntoma
de inteligencia.
De momento no estoy excesivamente esperanzado. Esta mañana
escuchaba en la radio un programa que se ocupaba de la Constitución de
Cádiz. El presentador del mismo orientaba la charla con el alcalde de San
Fernando (creo) y con un constitucionalista cuyo nombre no pude oir por
derroteros que me desagradaban. Se hacía hincapié en el "gracejo andaluz" (al
ponerle el sobrenombre de La Pepa por el día de su promulgación) y se
pretendía descubrir su importancia, pese a su escasa vigencia, por su influencia
en Constituciones posteriores, tanto españolas como extranjeras.
No señores, la Constitución de Cádiz es mucho más que eso, la
Constitución de Cádiz es el acta de nacimiento de España. El equivalente para
nosotros de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Ni más
ni menos.
159
¡Son los transportes, estúpido!
(3 de enero de 2011)
Para los que sean muy jóvenes (tentado estaba de escribir "demasiado
jóvenes"; pero no se puede ser "demasiado" joven) aclararé que el título hace
referencia a una frase que se hizo popular en la primera mitad de los 90,
durante la campaña electoral en la que Clinton (Bill) derrotó a Bush (padre) en
su lucha por la presidencia de los Estados Unidos. Durante aquella campaña,
frente a los éxitos en política exterior de Bush, el equipo de Clinton lanzó el
slogan "it's the economy, stupid!" para indicar cuáles eran los problemas que
realmente preocupaban a los norteamericanos. Desde entonces se usa para
indicar lo importante que resulta identificar el punto neurálgico de cualquier
problema.
Hoy me he acordado de ella al leer la noticia de que el nuevo responsable
de Infraestructuras del Gobierno de Cataluña revisará el proyecto de línea 9
del metro porque "impide hacer políticas de reequilibrio territorial". Y me he
acordado porque desde hace catorce años digo a todo el que me quiere oír que
los tres principales problemas de Cataluña son el déficit de infraestructuras de
transporte, el déficit de infraestructuras de transporte y el déficit de
infraestructuras de transporte. Y lo que más me preocupa es que en la clase
política nadie lo dice claramente. Cuando llegué a Cataluña en el año 96 me
quedé profundamente sorprendido por lo limitado del transporte público. El
área metropolitana de Barcelona necesita mucho más un transporte público de
calidad que Madrid, porque en Madrid la concentración de población en el
núcleo del área metropolitana es mucho mayor que en Barcelona. En
Barcelona tan sólo millón y medio de personas viven en la ciudad de
Barcelona. En torno a ella se acumula otro millón y medio o dos millones que
permanentemente han de moverse por toda el área metropolitana, tanto desde
la periferia al centro como entre distintos puntos de la periferia. El área
160
metropolitana es una sola ciudad desde el punto de vista sociológico y
económico que, sin embargo, desde el punto de vista de los transportes sigue
tratado como un conjunto de pequeñas poblaciones, como si la vida de la
gente de Sabadell tuviera que desarrollarse fundamentalmente en Sabadell, la
de la gente de Granollers en Granollers y así sucesivamente.
Este planteamiento causa problemas a los ciudadanos, ya que los
desplazamientos son largos y llenos de transbordos, incluso sin contar con
huelgas averías y otros problemas; pero es que, además, esta limitación en el
transporte condiciona el desarrollo económico de toda el área metropolitana.
Si los transportes fueran mejores la integración económica y sociológica
dentro del área metropolitana sería mucho mayor y eso redundaría en un
mayor desarrollo, una mayor actividad económica. Es decir, no se trata tan
sólo de hacer que la vida de los ciudadanos de a pie sea mejor (lo que, a lo
mejor no preocupa excesivamente a los partidos de derechas, más interesados
en los que van en coche o en tractor que de aquéllos que tienen que utilizar (o
prefieren utilizar) el transporte público); sino de que la economía mejore. Si
queremos estallar como país (en el buen sentido de "estallar") es prioritario
mimar el mayor activo de Cataluña: su área metropolitana. Como decía en el
título ¡son los transportes, estúpido! porque, al final "¡es la economía
(estúpido)!"
161
Políticas coherentes
(26 de enero de 2011)
162
de la política de CiU en materia de transportes.
La segunda es una noticia de esta misma mañana: se ha decidido que en
caso de empate en la adjudicación de una plaza en la escuela, tendrán
preferencia (cinco puntos más) aquellos aspirantes que hayan tenido un
hermano o padre que haya estudiado en el centro. La medida es también muy
de CiU: la familia como elemento de legitimación para la obtención de
ventajas. Y no me refiero aquí a dar ventajas a familias numerosas o
monoparentales, sino a la idea de que si eres parte de una determinada familia
tienes más derechos que si eres miembro de otra familia. Pensemos, por
ejemplo, en alguno de esos colegios de prestigio concertados a los que todos
quieren llevar a sus hijos. Si concurren dos aspirantes con los mismos puntos
acabará entrando aquél cuyo padre o madre ya fueron a ese mismo colegio, en
la época en la que los crtierios para entrar eran el dinero o las relaciones. Con
este criterio se perpetúa la injusticia sobre el acceso a la educación que reinaba
hace décadas, traemos al siglo XXI las desigualdades del siglo XX.
Por último, queda por ver qué pasará con el Impuesto de Sucesiones. A
mi no me sorprendería que CiU, finalmente, lo eliminara; al fin y al cabo fue
una de las escasas cosas que concretó durante su campaña; pero, a la vez,
llamaría la atención que en un momento en el que, dicen, las cuentas públicas
están tan mal, nos privemos de una fuente de ingresos que, además, no afecta
prácticamente en nada a la actividad económica, a diferencia de lo que podría
pasar con un aumento del Impuesto de Sociedades, de la Renta, del IVA o de
otros impuestos indirectos.
En definitiva, preferencia a una presunta idea de País sobre los intereses
concretos de los ciudadanos, preferencia de los territorios sobre los
ciudadanos que se hacinan en el área metropolitana de Barcelona, preferencia
de las familias "de siempre" sobre los recien llegados y preferencia de los que
más tienen sobre el cuidado de lo público; en definitiva, lo que siempre ha
163
sido CiU. Ya digo que es una formación política que siempre ha mostrado una
coherencia envidiable.
164
De salarios y pensiones
(28 de enero de 2011)
165
justifico las descargas ilegales, sino que me limito a explicar por qué en
España, con sueldos mileuristas, hay más piratería que en otros países donde
los trabajadores tienen salarios más elevados.
Así pues, los bajos salarios son relevantes para muchas cuestiones y
también, evidentemente, para las pensiones. En primer lugar, para el cálculo
de la pensión que se cobrará, ya que ésta depende del salario percibido
durante la vida activa; pero también para las posibilidades de cobro de la
misma.
Un error muy extendido es el de pensar que lo que se cobra de pensión es
el resultado de la rentabilización de lo cotizado durante la vida activa; y eso no
es así. Lo cotizado sirve para el cálculo de la pensión, pero esas cotizaciones
no se ingresaron en su día en un fondo para que con los intereses se pudiera
pagar la pensión futura. Eso es lo que se hace con un plan de pensiones; pero
la Seguridad Social española no funciona sobre ese sistema. Si así fuera sería
imposible pagar las pensiones que se están pagando (comparativamente altas)
a partir de las comparativamente exiguas aportaciones realizadas durante la
vida laboral. Sería, quizás, conveniente, que alguien se parara a explicar a los
pensionistas lo que realmente cobrarían como resultado de la capitalización de
sus aportaciones. La mayoría se quedarían muy sorprendidos.
No, el sistema se basa en un sistema de solidaridad intergeneracional: los
que ahora son pensionistas pagaron las pensiones de quienes estaban jubilados
cuando ellos (los pensionistas actuales) trabajaban, y son los trabajadores
actuales los que pagan las jubilaciones de los actuales pensionistas. Y aquí
viene una primera paradoja: los trabajadores actuales, mileuristas como
sabemos, están contribuyendo a pagar pensiones que son, en ciertos casos,
más altas que sus propios salarios, ya que su importe se ha calculado sobre las
retribuciones proporcionalmente más altas que se cobraban hace décadas.
Está bien ser solidario; pero es causa de cierta perplejidad que el favorecido
por la solidaridad esté en mejor situación que el dador de solidaridad.
166
Y es que a medio plazo la reducción de los salarios tiene que implicar,
necesariamente, una reducción de las pensiones. Es cierto que existen
alternativas, como por ejemplo que parte de las pensiones se paguen vía
impuestos, y no necesariamente en su totalidad a cargo de las cuotas de la
Seguridad Social; pero a la larga la devaluación de los salarios ha de implicar
una devaluación de las pensiones y, como veíamos antes, una disminución del
consumo, menores ingresos vía impuestos y, por tanto, una contracción de la
Administración que, probablamente, deberá acabar por pagar también salarios
mileuristas a sus funcionarios (ya lo está haciendo con los que no son de las
escalas A y B).
¿Es éste el panorama que queremos? Supongo que no, y por eso urge
aumentar los salarios en este país. No se plantea como una prioridad y
siempre se está hablando de contención salarial; pero esa vía solamente nos
conduce al desastre. Si queremos mantener la estabilidad y desarrollo del país
hay que introducir las reformas que sean necesarias para conseguir un
aumento de los salarios.
La pregunta del millón es cómo se puede conseguir que los salarios
aumenten. Me imagino que no existe una medida mágica que consiga esto
automáticamente; pero quizás se puede pensar en algunas orientaciones. En
primer lugar, hay que primar los sectores productivos con un mayor valor
añadido y que menos susceptibles son de competencia por parte de países en
vías de desarrollo con salarios muy bajos. A mi las ayudas a las plantas de
montaje de coches me dan cierto repelús porque intuyo que meter dinero ahí
es tirarlo a un pozo sin fondo. Hace poco se llegó en Barcelona a un acuerdo
con Nissan para mantener la empresa y un año después ya estaba otra vez la
compañía exigiendo más recortes salariales; y podrá repetir la operación todas
las veces que quiera, porque siempre puede llevarse la planta a un país donde
se cobre la mitad que en España y se acabó el problema. Por la vía de la
industria no hay nada que hacer y, por tanto, hay que limitar las ayudas a estos
167
sectores para centrarlas en aquellos otros que si que crean valor añadido; y
para esto una mayor inversión en educación e investigación es fundamental.
En segundo lugar es preciso favorecer el acceso a la actividad empresarial.
Una mayor competencia entre los empresarios favorecería la subida de
salarios; si son pocas las empresas que compiten por los trabajadores los
salarios serán reducidos, si son muchas existirá una tendencia a la subida de
los salarios.
Y, finalmente, hay que potenciar la negociación colectiva. Los sindicatos
tienen que apoyar una subida real de los salarios. Desde hace casi treinta años
permitieron que por la vía de contratos de formación, contratos temporales,
etc los más jóvenes fueran casi esclavizados. La compensación era que la
situación de los trabajadores fijos no se tocaba. Se produjo así una partición
del mercado de trabajo en España que resulta verdaderamente dramática,
sobre todo porque aquellos trabajadores fijos privilegiados se están retirando
(con buenas pensiones, por cierto) y solamente queda la inmensa masa de
mileuristas que se comenzó a formar en la época de las reformas laborales de
los años 80. De aquellos polvos, estos lodos.
168
¿Contención salarial?
(27 de febrero de 2011)
169
lógico que si un país es más rico que otro (lo que se refleja en la renta per
cápita) los salarios en el país rico sean más altos que en el país pobre; pero esta
diferencia de riqueza no justifica que la proporción del salario respecto a la
renta per cápita sea diferente. Es decir, podemos ser más o menos ricos, pero
eso no tiene por qué hacer variar la proporción que supone el salario en
relación a la riqueza nacional; y si comparamos la situación de España y
Alemania vemos que no es así.
En el año 2007, el último para el que encontré datos resultó que la renta
per cápita (RPC) en Alemania fue de 27400 euros y en España de 17800.
Evidentemente, la RPC en Alemania era (y es) mayor que en España (en
concreto, la RPC alemana es un 154% la RPC española); pero esta diferencia
se traducía en un salario medio mucho mayor en Alemania que en España. En
Alemania el salario medio fue de 40200 euros mientras que en España fue de
21890 euros. El salario medio en Alemania es un ¡183% el salario medio en
España! Fijémonos en que la RPC es "solamente" un 154% de la renta
española. Si el salario medio en Alemania guardara la misma proporción que
en España respecto a la RPC resultaría que en vez de ser de 40200 euros
tendría que ser de 33428 (tendría que bajar un 16%) y, a la inversa, si el salario
medio en España guardara respecto a la RPC la misma relación que tiene en
Alemania el salario medio en España debería subir hasta los 26522 euros; esto
es, tendría que subier ¡un 21%! Por resumir, en Alemania el salario medio es
un 146,7% de la RPC, mientras que en España el salario medio supone tan
solo el 122.9% de la RPC.
Aún se podrían añadir más datos, como el del importe de la retribución
del trabajo en cada país, tanto en términos absolutos como en relación al
Producto Interior Bruto; pero de momento creo que es suficiente para
constatar que el problema en España no es la subida de los salarios sino que el
problema es justamente el contrario; y si no somos conscientes de ello mal se
le podrá poner solución.
170
El debate de ayer
(14 de abril de 2011)
171
independentista y, al revés, votar a un partido independentista si se prefiere
que Catalunya siga siga siendo parte del Estado español; en ese sentido,
determinar la posición de cada partido en este asunto me parece fundamental;
y para ello ayer no solamente había que calibrar el sentido del voto ("sí" o
"no" a las enmiendas a la totalidad presentadas) sino el contenido del discurso
de los representantes de los partidos; y, desde luego, al menos para mí, las
expectativas se vieron cumplidas: los partidos fueron bastante claros en sus
planteamientos.
Evidentemente Solidaritat, Joan Laporta (inicialmente en Solidaritat y
ahora diputado independiente) y ERC se mostraron a favor de la
independencia ya, es decir, a favor de la propuesta. Iniciativa per Catalunya-
Verds no votó a favor de la propuesta; pero no porque estuviera en contra del
fondo de la misma, sino más bien por cuestiones de forma y oportunidad; en
cualquier caso dejó claro que consideraba un objetivo la plena
autodeterminación de Catalunya; y esto, no nos engañemos, es en el fondo
otra forma de buscar la independencia de Catalunya.
CiU también se mostró favorable a la independencia, aunque no por
ahora; lo que coincide con sus planteamientos primero implícitos y cada vez
más explícitos en favor de la separación de Catalunya del resto del Estado. De
hecho hace tiempo que vengo diciendo que Convergència es un partido
independentista, pese a lo que en ocasiones quiere aparentar; y me parece que
el tiempo me da la razón. Unió no da signos de ser independentista; pero cada
vez entiendo menos que puedan formar coalición un partido independentista
y uno que no lo es. Como decía antes hay temas que tienen tanta
transcendencia que es imposible transigir sobre ellos.
Y finalmente el PSC. Estaba muy interesado en escuchar lo que decía el
PSC sobre este tema. El martes leí un muy interesante artículo de Ferrán
Pedret en el que señalaba que el PSC ni había sido independentista ni lo era
ahora. La intervención de Tura (extraordinaria como discurso: medido, bien
172
construido, con las ideas claras y el sentimiento en su justo término) no fue,
sin embargo, en ese sentido. Se opuso a la propuesta de Solidaritat Catalana,
pero más por razones de forma que de fondo. Mantuvo que no tenían temor a
la independencia, planteó que era necesario buscar el encaje en España y que
Catalunya debía ver satisfechas sus necesidades de autogobierno, aunque
siempre en el marco legal vigente ("leyes cambian leyes" repitió en varias
ocasiones). Esto es, la forma no es la correcta; pero no es descartable que el
fondo lo sea. La verdad es que es un discurso próximo al independentismo, ya
que no plantea como un prius irrenunciable, como un axioma, la permanencia
de Catalunya en España; y la independencia a término o si se dan
determinadas condiciones es también independencia.
En el fondo, tal como dije hace unos meses, el PSC se encuentra ahora en
una situación parecida a la que ocupaba CiU hace diez años, y ésta última en
una semejante a la que tenía ERC en aquella época; esto es, el PSC está a un
paso de optar por la vía de la independencia. Ayer Montserrat Tura lo
confirmó, pues en ningún momento dio un solo argumento a favor del
mantenimiento de la unidad del Estado y sí, en cambio, hizo abundantes
referencias al deseo de autogobierno de Cataluña y a la lucha histórica de esta
Nación por sus derechos. En el fondo -interpreto- se está lanzando el mensaje
de que o se producen cambios en la estructura del Estado o Catalunya se va;
este me parece interpretar que es el discurso del PSC. En cualquier caso no es
el discurso de que el proyecto común entre Catalunya y el resto de España es
absolutamente irrenunciable y hemos de trabajar dentro de ese marco para
conseguir los avances o mejoras que sean necesarios.
A mi me parece bien, desde luego; no estoy de acuerdo pero me parece
bien; lo que no me parece tan bien es que este proyecto, que es de ruptura
condicionada o a plazos se aproveche de muchos miles de votos de personas
que piensan que cuando depositan una papeleta en favor del PSC piensan que
están "votando a Felipe". Que en los mítines del PSC para las generales se
173
diga en castellano lo que Tura dijo ayer en catalán. Me gustaría ver la reacción
si en el mitin del Sant Jordi Zapatero concluye su discurso diciendo "...porque
no tenemos miedo a la independencia de Cataluña".
Claridad, la claridad es necesaria en este tema porque no estamos
hablando de cosas sin importancia (aunque algunos parecen pensar que la
independencia es una especie de trámite intranscendente).
En contra de la independencia solo se posicionaron claramente el PP (con
un discurso patético, más por la forma que por el fondo) y Ciutdadans. No sé
si este desequilibrio entre partidarios de la independencia y partidarios de la
unidad que se vio ayer en el Parlamento responde a lo que es la sociedad
catalana; quizás no; pero me atrevo a profetizar de que sí que responde a lo
que será... y me parece que estas no son buenas noticias para casi nadie.
174
El principio del fin de la sanidad pública
(18 de abril de 2011)
Día de vacunas. Hoy tocaba que los mellizos (de dos años) se pusieran la
vacuna de recuerdo del Prevenar. Se trata de una vacuna que no asume la
sanidad pública, aunque es frecuente que los pediatras la recomienden. Claro,
si tu pediatra te dice que mejor ponérsela al niño, pues qué vas a hacer; se la
compras. Nos fuimos a la farmacia y compramos las dos dosis (cada niño ya
se ha puesto tres de estas vacunas; como digo, hoy tocaba la de recuerdo),
pagamos los 160 euros que costaban y nos fuimos al CAP. Allí la enfermera
nos dijo que desde hacía unos meses se había establecido que nos tenían que
cobrar por ponernos la vacuna. Nos quedamos un poco de pasta de boniato;
pero qué vas a hacer, le dices que adelante y ya está. A la salida nos acompañó
al mostrador de información donde nos cobraron la operación.
El precio de cada vacunación fue de 7,80 euros (15,60 los dos niños).
Todo bastante cutre. Echamos como un cuarto de hora para que salieran las
facturas, no nos hicieron recibo, sino un simple "pagado" a boli sobre la
factura y, además, nos dijeron que teníamos que abonar el precio exacto (ni
tarjeta de crédito ni vueltas ni posibilidad de pagar por transferencia). Está
claro que el sistema no está adaptado a esta nueva circunstancia, la de que los
usuarios tengan que pagar por los servicios recibidos y, como digo, todo
resultaba bastante cutre.
Ahora bien, lo que me preocupa no es lo mal montado que está todo; sino
la justificada indignación que va a producir y lo que implica para la
desaparición de la sanidad pública.
Empecemos por la indignación. Doy fe de que cuando te dicen que vas a
tener que pagar para que le pongan una vacuna a tu hijo te sienta como una
patada. Ya habíamos asumido que teníamos que comprar nosotros la vacuna,
pero que tengas que pagar la enfermera que te la pone en el CAP ya te parece
175
que es entrar en otra dimensión. Si esto se extiende (que parece ser que se
extenderá) la indignación será creciente. En una situación de crisis económica,
con mucha gente con problemas económicos que, de pronto, te encuentres
con un gasto con el que no contabas en un sector tan sensible como es el
sanitario será fuente de tensiones y problemas. No me extrañaría que se
montara más de un follón en algún CAP a causa de este motivo, pagándola los
usuarios con quien menos culpa tiene, que es el personal sanitario.
Y sigamos con lo que supone para la sanidad pública. Si en la sanidad
pública vas a tener que pagar ¿por qué no ir a una mutua? y si vas a una mutua
¿por qué tener que seguir pagando por la sanidad pública? El silogismo es
diabólico, pero evidente. Un familiar a quien le contaba este incidente
enseguida lo argumentó. Y esto es lo que resulta verdaderamente peligroso. Si
se extiende la idea de que para esto mejor no tener sanidad pública será
relativamente fácil que quienes están interesados en laminar el sistema público
de sanidad encuentren apoyos para ello. Al fin y al cabo hay muchos
interesados en favorecer a la sanidad privada, y convertir en poco atractiva la
pública es una forma de favorecer a la privada.
Esto es lo que me da verdaderamente miedo. Basta ver cómo van las
cosas en Estados Unidos, donde prácticamente no existe sanidad pública, para
comprobar lo nefasto que es un sistema sanitario que renuncia a lo público.
La sanidad pública no solamente es una exigencia básica en un Estado social;
sino que es una opción mejor que la sanidad privada. Un sistema de sanidad
privada es más caro e ineficiente que uno público; eso sí, la sanidad privada
permite que unos cuantos ganen dinero, mucho dinero.
No caigamos en la trampa, sigamos defendiendo la sanidad pública,
incluso ésta en la que te cobran por poner una inyección a tu hijo;
defendámoslo y hagamos lo posible porque la tendencia se invierta, porque la
sanidad pública sea cada vez mejor. Exijamos a los políticos que coloquen este
tema en el eje de su actuación; y exijámoslo a todos, porque el discurso de la
176
derecha mala está ahí, y la verdad es que CiU está haciendo todo lo posible
para que nos lo creamos, pero no olvidemos que los recortes ya comenzaron
en la época del Tripartito, lo que supuso para mi una tremenda decepción, tal
como escribí hace un tiempo.
177
Sobre opciones de audio
(21 de abril de 2011)
Estaba ayer viendo la final de Copa por TV3 y escucho a los locutores
informar que en una de las opciones de audio se puede seguir el partido en
aranés. El aranés es una variedad del idioma occitano hablada en el Valle de
Arán (norte de Lérida, Cataluña). Desde hace un año aproximadamente es
lengua cooficial en Cataluña, y de utilización preferente en el Valle de Arán. El
número de personas que lo tienen como lengua materna es de 2765 (datos
tomados del artículo sobre el aranés en la wikipedia).
Me llamó la atención la posibilidad de escuchar el aranés e
inmediatamente empecé a buscar en los canales de audio hasta dar con la
emisión en dicho idioma. Estuve escuchando un ratito esa lengua,
desconocida para mi, pero comprensible (bueno, se trataba de la transmisión
de un partido de fútbol, quizás me planteara más dificultades un discurso más
complejo) e, ingenuo de mi, me puse a buscar entre los otros tres o cuatro
canales de audio el canal en castellano ¡no había! De los cuatro o cinco canales
disponibles todos estaban en catalán excepto el que acababa de escuchar en
aranés.
¿Por qué no se daba el partido en TV3 en castellano en alguno de sus
canales? Sin duda se me dirá: "Si lo querías seguir en castellano podías
sintonizar la 1, que también daba el partido". Pero ese no es argumento. Si vas
con el Barça prefieres una transmisión en la que notas como el locutor suda
cuando se acerca el Madrid a la portería que ayer defendía Pinto y, por el
contrario, se alegra cuando el Barça marca un gol; prefieres seguir una
transmisión apasionada a una transmisión neutra (que supongo que es la que
se pretendía en la 1, no lo sé porque seguí el partido por TV3). ¿Por qué los
millones de catalanes que tienen por lengua materna el castellano (lengua
también oficial, de momento, en Cataluña) no pueden ver en la televisión de
178
todos los catalanes el partido en su idioma si existen recursos técnicos para
ello?
Quizá alguien piense que esto no deja de ser un tema menor; y
ciertamente lo es porque no creo que ningún castellanoparlante tuviera ayer
disgusto alguno por no poder ver el partido de "su" Barça en castellano.
Ahora bien, si es menor el tema no lo es la respuesta a la pregunta que hacía
en el párrafo anterior. La respuesta a esa pregunta sí que es importante y tiene
consecuencias que van mucho más allá de la transmisión de un partido de
fútbol. La respuesta, la tremenda respuesta es que quien tiene que decidir
sobre estas cosas piensa que el auténtico seguidor del Barça ha de sufrir o
alegrarse con él en catalán o en aranés, no en castellano; piensa que solamente
se puede ser catalán en catalán o en aranés, no en castellano; piensa y actúa
como si el idioma castellano fuera un cuerpo extraño en Cataluña. Y esto no
es un tema menor.
179
Y tras el 15M ¿qué?
(21 de mayo de 2011)
¿Islandia?
Aún hay esperanza. Unos días antes del 15 M la convocatoria era vista por
la mayoría como un ejercicio "alternativo"; un acto del que podrían apropiarse
los antisistema, un brindis al sol que no tendría mayores consecuencias. Unos
días antes en Barcelona se hablaba más de la convocatoria del día 14 contra
los recortes de la Generalitat que de la manifestación del día siguiente... en
unos días todo ha cambiado.
Ahora el 15M es un movimiento con identidad propia en el que muchos
se ven reflejados. Es una vía para mostrar la frustración por la falta de
realización de expectativas legítimas, la decepción ante los políticos y el
desacuerdo ante la forma en que se está abordando la crisis económica que,
causada por bancos y especuladores, está siendo resuelta a costa de los
trabajadores y los servicios públicos.
Ahora bien, una ve mostrada la frustración, la decepción y el desacuerdo
¿qué hacer? Parece ser que hay un modelo, el modelo islandés, en el que la
política ha pasado a la calle desarrollándose un movimiento asambleario que
ha modificado completamente la forma de hacer política en Islandia. Islandia
está detrás de mucho de lo que está pasando; pero el problema es que Islandia
es un país de poco más de 300.000 habitantes. Lo que funciona en un país que
tiene pocos más habitantes que l'Eixample, uno de los barrios de Barcelona,
puede no funcionar en uno como España que tiene 150 veces más población.
A partir de un determinado tamaño es imposible prescindir de estructuras
intermedias; en Islandia se puede prescindir de los partidos políticos; en
España probablemente, no. Siempre será necesaria alguna estructura para
canalizar la participación política.
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El problema, además, se agrava si tenemos en cuenta otro factor, la
globalización; el mundo globalizado nos obliga a tener estructuras políticas
grandes; las estructuras pequeñas no pueden ejercer un contrapeso eficaz a las
enormes fuerzas del mercado que en las últimas dos décadas han visto
incrementada su fuerza como consecuencia de la globalización.
¿Cómo conseguir, por tanto, una democracia de mayor calidad y, a la vez,
mantener estructuras políticas de gran tamaño que hacen imposible un sistema
político asambleario?
Para mi la respuesta está clara: es preciso combinar tres factores: un
sistema de democracia directa en los niveles más cercanos al ciudadano,
organizaciones intermedias transparentes y honestas que permitan el
mantenimiento de estructuras políticas de mayor tamaño y utilización masiva
de Internet para potenciar la participación del ciudadano en todos los niveles
de decisión. Pero para ver cómo podría funcionar algo semejante hay que ver
antes qué es lo que falla en el sistema actual.
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paso de la exclusión social mientras otros se enriquecen ¿por qué?
Para mi la causa está en la globalización. Nos enfrentamos a una situación
nueva, una situación que no se daba desde hacía siglos: el poder público, el
poder que no está basado en el dinero o en el mercado, sino en la
organización política, es cada vez más débil. Hace tan sólo cien años este
poder público era tremendamente poderoso y podía ejercer una función de
equilibrio del mercado. Ciertamente, no siempre ejercía esta función de
equilibrio; al fin y al cabo también el poder público podía estar "secuestrado"
por los poderosos que podían intentar utilizarlo en su beneficio; pero aunque
no ejerciera siempre su enorme poder en beneficio de los más débiles la mera
existencia de ese poder público suponía un condicionante de primer orden
para la economía. Se podía hacer la revolución para apropiarse del poder
público y, a partir de ahí, cambiar las cosas; el problema que tenemos hoy en
día es que una revolución tendría menos eficacia porque el poder público del
que se podría apropiar tiene menos influencia en el mundo que la que tenía a
principios del siglo XX.
En los primeros años del siglo XXI estamos viviendo las consecuencias
de ese debilitamiento del poder público: países enteros, potencias económicas
de primer o segundo orden tiemblan ante los rumores de los mercados;
oscuras agencias de calificación dictan a los gobiernos lo que tienen que hacer;
los ministros acuden a las redacciones de los periódicos financieros para
presentar sus planes de reforma.
Este carácter débil del poder público explica muchas cosas. Los
poderosos tienden de forma natural a apropiarse de los recursos de los más
débiles. Antes los Estados podían poner ciertos límites a este expolio de los
más pobres por parte de los más ricos; ahora los Estados no tienen ese poder;
el mercado es más poderoso que ningún Estado aislado; y esto no puede ser
obviado.
¿Cuál es la consecuencia de lo anterior? Ninguna revolución aislada en
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un país o un grupo pequeño de países podrá tener ningún efecto
duradero; solamente un cambio a nivel regional podrá ser eficaz.
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poca preparación, con poca formación, con poco curriculum "objetivo" se
han visto catapultadas a las más altas responsabilidades, presumiblemente
como pago a servicios al partido. La ciudadanía ha percibido esto como una
estafa al conjunto de los ciudadanos y los políticos han perdido el respeto, la
consideración, la admiración por parte de los ciudadanos.
En un mundo tan complejo como el que vivimos gobernar no es tarea
fácil, al revés, es muy difícil. Si alguien piensa que gobernar es fácil es que no
ha percibido la tremenda dificultad de una tarea que se asemeja a conducir un
camión ancho y pesado por un alambre tendido entre montañas; siempre con
el riesgo de precipitarse al vacío. En un mundo tan complejo como el actual se
necesita que los partidos políticos se ocupen más de pensar cómo tiene que
ser la sociedad que de ver cómo ganan las próximas elecciones. Los partidos
políticos tienen que potenciar el debate y la participación ciudadanas, los
estudios y análisis y ofrecer programas y campañas rigurosas. La devaluación
del discurso político al que hemos asistido en los últimos años es
decepcionante. Los partidos políticos tienen que abrirse a la sociedad,
ser más transparentes, facilitar que sean los mejores los que ocupen los
puestos de más responsabilidad y orientar su actividad al diseño de
políticas serias y rigurosas.
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implementar políticas eficaces que permitan gobernar la globalización. Es
urgente que Europa gane fuerza como entidad política; para ello tiene que
convertirse en un auténtico poder dependiente de los ciudadanos europeo y
no de los Estados. Uno de los objetivos prioritarios debe ser conseguir esa
transformación de Europa.
Antes decía que ningún cambio en un país aislado podría ser duradero; un
cambio a nivel europeo sí que podría ser relevante, urge crear estructuras
políticas paneuropeas, debemos darnos cuenta de que ya todos somos uno,
queramos o no; y no tener estructuras políticas comunes fuertes nos debilita
como ciudadanos y quedamos reducidos a meros consumidores.
Es necesario que la Unión Europea deje de ser un instrumento al
servicio de los Estados y que las instituciones europeas dejen de estar
tuteladas y dirigidas por los Estados. Se precisa un Parlamento
Europeo con competencia legislativa plena y competencia fiscal y un
Presidente europeo elegido directamente por los ciudadanos o por el
Parlamento europeo.
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el objetivo. Es claro que los Estados actuales son incapaces de llevar a cabo
esta tarea, por lo que la profundización en la integración europea que se
defendía hace un momento es de todo punto imprescindible.
Es necesario que las diferentes entidades políticas del Mundo, entre
ellas Europa, regulen los mercados de forma que se garanticen salarios
justos y tributos adecuados. Los paraísos fiscales deben ser eliminados.
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democracia participativa conducirá al desastre si quienes participan carecen de
formación suficiente como para adoptar las mejores decisiones en cada
momento. Una formación de calidad, una enseñanza de calidad son
imprescindibles; la democracia participativa exige también al ciudadano, el
ciudadano debe informarse y formarse para adoptar las decisiones
responsablemente. No es tarea de un día ni de dos conseguir que todos
asumamos que una mayor participación es también una mayor exigencia para
todos.
En definitiva, hay que profundizar en la democracia participativa,
lo que implica facilitar a los ciudadanos la información de la que
dispone la Administración, y establecer cauces de debate y
participación de los ciudadanos. Esta democracia participativa exige
también que los medios de comunicación sean responsables y
rigurosos, que la formación y la educación sean excelentes y que los
ciudadanos asumamos como un deber formarnos y conocer los temas
sobre los que tendremos que decidir.
Conclusión
Así pues, tras el 15M tenemos que conseguir que no solamente España,
sino todo Europa se transforme. Hay que transformar los partidos políticos
para que sean organizaciones abiertas a la sociedad, más preocupadas por el
diseño de políticas rigurosas que por ganar elección tras elección; hay que
transformar la Unión Europea para que sea una entidad al servicio de los
ciudadanos y no de los Estados; tenemos que regular los mercados mundiales
eliminando los paraísos fiscales y regulando los mercados de forma que
salarios y tributos sean los justos; finalmente, es preciso profundizar en una
democracia participativa que exige transparencia de la administración, cauces
para el debate y participación públicas; además de medios de comunicación
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rigurosos, excelentes formación y educación y asunción por los ciudadanos de
su responsabilidad como tales, lo que exige que seriamente formen opinión
propia y fundamentada sobre aquellos asuntos sobre los que se pronuncien.
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