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Sumario:
— La conexión es una contradicción
— Un viaje de ida y vuelta
— La tabla de Mendeleiev
— Las hipótesis científicas
— El todo y sus partes
— Cambios cuantitativos y cambios cualitativos
Es muy frecuente identificar a la dialéctica de manera
exclusiva con una teoría de las contradicciones que,
indiscutiblemente, son una parte muy importante de la
dialéctica, pero no son toda la dialéctica. El núcleo de la
filosofía marxista consiste en reconocer que todo lo
existente no es sino materia en movimiento. Todas las
cosas y fenómenos del universo son modalidades
diversas de la materia que están en continua evolución y
cambio y, en expresión de Engels, cuando analizamos el
movimiento de la materia lo primero que encontramos
es la acción recíproca (1).
La materia es una e infinitamente diversa y no se puede aludir a la diversidad del mundo sin, al
mismo tiempo, poner de manifiesto su unidad que, según Engels, estriba en su materialidad (2). En
expresión de Lenin, el principio universal del desarrollo debe ser combinado, vinculado y unido al
principio universal de la unidad del mundo, de la naturaleza, del movimiento, de la materia, etc.
(3). La materia es una porque sus distintas partes componentes están en relación recíproca entre
ellas, de forma que no se puede concebir nada totalmente aislado o independiente: En la naturaleza
nada se produce aisladamente. Todo afecta y es afectado por todo (4). Los fenómenos estan
interrelacionados unos con otros y se influyen mutuamente. Incluso un cambio meramente
mecánico como el desplazamiento no es más que el cambio de lugar de un objeto con relación a los
demás. La materia inorgánica altera la orgánica, y a la inversa; los fenómenos de la naturaleza
condicionan los fenómenos sociales, y a la inversa; la situación social actúa sobre la conciencia de
las personas, y a la inversa; y así sucesivamente. Si concibiéramos las cosas de otra manera el
universo entero no formaría una unidad material sino un conglomerado disperso e inconexo de
objetos y fenómenos. Ortega y Gasset decía Yo soy yo y mi circunstancia, como si ambas cosas
estuvieran una junto a la otra sin influirse mutuamente, cuando las cirunstancias siempre influyen
sobre las personas y las personas sobre las circunstancias: Las circunstancias hacen al hombre en la
misma medida en que éste hace a las circunstancias, decían Marx y Engels (5). Por eso, tanto los
fenómenos naturales como los sociales se deben examinar siempre dentro del infinito haz de
condicionamientos que los determinan: Toda la naturaleza que nos es accesible forma un sistema,
una totalidad de cuerpos interrelacionados, dice Engels. Los objetos reaccionan unos sobre otros, y
precisamente esa reacción mutua constituye el movimiento (6) que hay que concebirlo en su sentido
más amplio como lo opuesto a la estabilidad, como cambio, desarrollo, evolución, crecimiento,
transformación y desplazamiento.
Así, la interacción entre las partículas subatómicas es la esencia misma de los fenómenos que
estudia la mecánica cuántica. Los neutrones y protones de los núcleos atómicos se convierten los
unos en los otros absorbiendo o emitiendo otras partículas más ligeras, como electrones o neutrinos.
En esas interacciones, calificadas de desintegraciones nucleares, el átomo cambia su naturaleza y,
por ejemplo, pasa de ser fósforo a convertirse en azufre.
El ejemplo de la mecánica cuántica es muy útil en este punto porque allí se estudia uno de los
objetos de la naturaleza que menos interacciona con su entorno, el neutrino, de manera que para
detectar estas partículas los físicos han tenido que introducirse en galerías subterráneas a cientos de
metros de profundidad, construyendo allí gigantescos despósitos. A pesar de que millones de ellos
están atravesando la tierra, apenas unos pocos inciden en esos depósitos porque, al no tener carga
eléctrica y con una masa muy pequeña, son capaces de traspasar cualquier obstáculo sin tropezar
con ningún átomo. Pero con paciencia alguno siempre cae en la trampa, prueba de que sí interactúan
con la naturaleza.
Además, si la materia es una, si no hay nada fuera de ella, significa que se mueve por su propio
impulso, que el movimiento es inherente a ella y no algo externo. No se puede hablar de
interacciones internas y externas porque todas son internas. Por eso la dialéctica considera el
movimiento como un automovimiento. Nadie como Spinoza expresó mejor la profundidad de esta
idea dialéctica cuando concibió la materia como causa de sí misma y como un proceso de cambio
permanente que se está haciendo, como actividad (natura naturans). Sin embargo, el concepto
físico de estabilidad nuclear parece opuesto tanto al movimiento como al automovimiento. Los
manuales suelen decir que aunque la mayor parte de los núcleos átomicos son inestables
(radiactivos), los ligeros son estables. En realidad no es así, ya que todos son inestables, si bien los
más pesados se desintegran más rápidamente, mientras que los ligeros pueden tardar millones de
años, lo que es uno de los problemas fundamentales para la preservación del medio ambiente.
Actualmente en física la máxima expresión del automovimiento es la ley de la conservación de la
energía, de manera que en las transiciones y cambios de estado, la energía y otras propiedades
fundamentales de los objetos se mantienen constantes. Las ciencias expresan muchos factores
constantes dentro del cambio. Así, en física está la constante de la gravitación universal, en
mecánica cuántica existe el número ђ que es la constante de acción de Plank, en termodinámica κ es
la constante de Boltzmann y en la teoría de la relatividad c es la velocidad de la luz. La matemática
también conoce una serie de números omnipresentes, como el e, que tiene una presencia
generalizada en los logaritmos, aunque el más conocido es π, que expresa la proporción entre la
longitud de la circunferencia y su diámetro. A este tipo de números se les llama constantes; no
cambian nunca, expresan la unidad material del mundo, la continuidad dentro de la discontinuidad.
Pero ya hemos expuesto que ese tipo de tranformaciones nucleares son verdaderas interacciones, y
que también existe la desintegración contraria a la anterior, en la forma:
protón → neutrón + positrón + neutrino
Las ciencias están repletas de estas pequeñas tonterías que, sin embargo, en ocasiones, dan muchos
quebraderos de cabeza a sesudos pensadores cuya única preocupación es hacer difícil lo sencillo. La
lógica dialéctica y la formal abstraen las leyes más universales que se observan en todos los
fenómenos, tanto de la naturaleza como de la sociedad o del pensamiento, por lo que son comunes a
todas las ciencias. Sólo deberíamos añadir que las leyes de la dialéctica también están deducidas de
los fenómenos aparentemente más rutinarios y más vulgares de la vida. La tostadora de pan tiene
mucho que ver con la estructura del átomo.
No obstante, las ciencias no pueden profundizar en el conocimiento del universo sobre la base del
principio dialéctico de que todo afecta y es afectado por todo sino que necesitan separar ese todo en
sus distintos fragmentos, aislar cada uno de los fenómenos, buscar los lazos más intensos para
encontrar en unos la causa y en los otros el efecto.
La tabla de Mendeleiev
Quizá nada como la tabla de Mendeleiev, descubierta por este químico ruso hacia 1870, ilustra la
interrelación universal de todas las cosas, constituyendo una extraordinaria confirmación del núcleo
de la dialéctica que Marx y Engels habían establecido muy pocos años antes. La tabla es un reflejo
de la unidad material del mundo, de que todo en el mundo es materia en movimiento y de que esa
materia forma una unidad cuyas partes están íntimamente conectadas entre sí. En la tabla los
elementos químicos no aparecen aislados ni dispersos sino agrupados en función de una ley interna
que los identifica, los agrupa, los distingue a unos de otros y los transforma a los unos en los otros.
Con su tabla Mendeleiev estableció una de las leyes más importantes de todas las ciencias, un
verdadero paso de gigante entre todos los conocimientos humanos. Si en el siglo XVIII Linneo
clasificó todos los seres vivos, Mendeleiev hizo lo mismo con los muertos, con la materia
inorgánica, y no se puede descuidar que los seres vivos se componen de materia inorgánica (aunque
no se reducen a ésta).
Los químicos están tan habituados a trabajar con la tabla que la tienen memorizada y no reparan en
su verdadero significado, procediendo mecánicamente a su aplicación. Incluso algunos consideran
que se trata de un mera clasificación de todos los elementos químicos conocidos, poniendo un orden
en la naturaleza que ésta, por sí misma, no presenta. Según esta concepción idealista, la tabla es
algo que nosotros ponemos en el mundo, no algo que el mundo pone en nosotros.
Creen que la tabla introduce desde fuera (desde nuestras cabezas) algo dentro del caos de la
naturaleza para comprender su funcionamiento, sin que se pueda asegurar que el orden forma parte
de ella. Por el contrario, el materialismo sostiene que es la naturaleza la que desvela determinadas
regularidades (armonía la llamaba Mendeleiev), que la tabla refleja de una forma aproximada.
Prueba de ello es que no existe otra manera de ordenar los elementos químicos más que esa, y todas
las demás son variaciones y mejoras de ella. No existe otra manera precisamente porque dicha tabla
no es sólo una clasificación pedagógica para ordenar la enorme variedad de elementos químicos,
sino que expresa una ley interna de la naturaleza, una regularidad periódica entre todos ellos.
Aunque hoy se utiliza el número atómico en la ordenación, inicialmente fue el peso atómico de los
elementos el que se adoptó como criterio. Su base es la ley periódica, que establece que las
propiedades físicas y químicas de los elementos tienden a repetirse de forma sistemática conforme
aumenta el número atómico, formando ciclos.
La clasificación y ordenación de las cosas es uno de los más potentes métodos de investigación
científica porque permite tanto la comparación como el contraste, logra que unas cosas se agrupen
con otras por su similitud, en tanto se separen de otras por su diferencia. Permite, por tanto, aislar y
clasificar pero también relacionar mutuamente y observar las transiciones y las transformaciones
entre unos objetos y otros. Ocurre con los vertebrados y los invertebrados en biología y con el
potasio y el calcio en química. Separar para unir y unir para separar.
En la famosa tabla, los elementos químicos también aparecen agrupados formando colectivos que
tienen parecidas características físicas y químicas, lo cual, al mismo tiempo, las diferencia de otros
grupos. Por ejemplo, en la columna 18 de la tabla, la última tal como se expone actualmente,
aparecen los gases inertes (como el helio, el neón o el argón) llamados así porque su última capa
electrónica está saturada de electrones y, como le ocurre a los neutrinos, interaccionan con
dificultad con otros elementos. En la primera columna está el grupo de los metales alcalinos (litio,
sodio, potasio, entre otros) que, al contrario que los anteriores, tienen gran facilidad para
combinarse con otros elementos desprendiéndose del último electrón de su capa para cederlo al otro
elemento.
órbita L M N O P Q R Z
hidrógeno 1 - - - - - - 1
litio 2 1 - - - - - 3
sodio 2 8 1 - - - - 11
potasio 2 8 8 1 - - - 19
rubidio 2 8 18 8 1 - - 37
cesio 2 8 18 18 8 1 - 55
francio 2 8 18 32 18 8 1 87
La última columna Z es la suma total de electrones, que si el átomo es neutro, es la misma que el
número de protones del núcleo y se denomina número atómico, que es el que determina su posición
en la tabla.
Todos esos elementos, salvo el hidrógeno, forman un grupo homogéneo de elementos, caracterizado
porque en su última órbita sólo tienen un electrón.
A medida que la tabla avanza, los átomos son cada vez más pesados y más complejos, tienen más
órbitas y más electrones distribuidos dentro de ellas. Para compensar la carga eléctrica creciente de
los electrones, también debe haber más protones en el núcleo. Como todos esos protones tienen la
misma carga eléctrica, aumenta la fuerza de repulsión entre ellos, que necesitan tener más neutrones
para mantener la cohesión interna entre ellos. Hasta el calcio casi todos los átomos de la tabla tienen
el mismo número de protones que de neutrones en el núcleo, pero a partir de ahí el número de
neutrones supera al de protones y los átomos se hacen muy pesados y muy grandes, de manera que
el bismuto, que tiene 126 neutrones, carece de estabilidad nuclear. En los elementos siguientes, la
repulsión interna entre los protones supera a la cohesión, y en todos los elementos se produce la
desintegración de sus núcleos.
En las propiedades de los elementos químicos de la tabla aparece, pues, la continuidad de unos
elementos con otros unida a la discontinuidad y los saltos entre ellos.
No podemos finalizar esta exposición sin glosar la figura de Dimitri Mendeleiev quien, como
escribió J.D. Bernal, fue el Copérnico del sistema atómico (19). Su gigantesca proeza científica,
construyendo para la química moderna la tabla periódica, fue posible porque él fue un opositor
contumaz al positivismo, entonces tan en boga en toda Europa. No es casualidad que fuese ruso y
que estuviera tan notoriamente influenciado por Chernichevski y las corrientes filosóficas
avanzadas de mediados del siglo XIX en aquel país. En contraste con la ramplonería positivista del
momento, nada menos que en sus famosos Principios de Química se atrevió a decir que, además de
los datos y la experiencia práctica, el tema principal de su obra estaba constituido por los principios
filosóficos de nuestra ciencia. A diferencia de los hipócritas, en sus obras científicas no dudó en
exponer abiertamente lo que calificaba como una cierta concepción del mundo porque las ciencias
ni pueden ni deben expulsar de su seno a los teóricos y a los doctrinarios. En fin, Mendeleiev no
sólo no separa la ciencia de la filosofía sino que acertadamente escribió: Las generalizaciones, las
doctrinas, las hipótesis y las teorías son el alma de las ciencias (20).
H He
Li Be B C N O F Ne
Na Mg Al Si P S Cl Ar
K Ca Sc Ti V Cr Mn Fe Co Ni Cu Zn Ga Ge As Se Br Kr
Rb Sr Y Zr Nb Mo Tc Ru Rh Pd Ag Cd In Sn Sb Te I Xe
Cs Ba La Hf Ta W Re Os Ir Pt Au Hg Tl Pb Bi Po At Rn
Fr Ra Ac Rf Db Sg Bh Hs Mt Uun Uuu Uub Uut Uuq Uup Uuh Uus Uuo
Ce Pr Nd Pm Sm Eu Gd Tb Dy Ho Er Tm Yb Lu
Th Pa U Np Pu Am Cm Bk Cf Es Fm Md No Lr
metales alcalinos (grupo 1) artificiales (periodo 7)
metales alcalinotérreos (grupo 2) lantánidos
metales de transición actínidos
otros metales gases nobles (grupo 18)
no metales semimetales
semiconductores líquidos
Notas:
(1) Dialéctica de la Naturaleza, Madrid, 1978, pg.185.
(2) «Cuadernos filosóficos», en Obras Completas, tomo 29, pg.228.
(3) Anti-Dühring, México, 1968, pg.30.
(4) Dialéctica de la Naturaleza, pg.144.
(5) La ideología alemana, Montevideo, 1959, pg.41.
(6) Dialéctica de la Naturaleza, pg.63.
(7) «Cuadernos filosóficos», pgs.204-205.
(8) «Cuadernos filosóficos», pg.207.
(9) Lenin: «Cuadernos filosóficos», pg.205.
(10) Matérialisme dialectique et matérialisme historique, París, 1980, pg.104.
(11) Geneviève Darmois: Materia, electricidad y energía, Buenos Aires, 1962, pg.96.
(12) Introducción a la lógica dialéctica, México, 5ª Edición, 1974, pg.244.
(13) D.Gorski: «Carácter anticipado del reflejo de la realidad a nivel del conocimiento humano», en
Problemas actuales de la dialéctica marxista, Moscú, 1974, pg.207.
(14) Materialismo y Empiriocriticismo, § 2, 2.
(15) Dialéctica de la naturaleza, pg.202.
(16) Lógica, Barcelona, 2002, tomo II, pgs.43 y stes.
(17) Anti-Dühring, pg.11.
(18) Dialéctica de la naturaleza, pg.169.
(19) La ciencia en la historia, México, 3ª Edición, 1979, pg.547.
(20) «Tercera carta sobre las fábricas», en Obras Completas, tomo 50, 1886, pg.177.