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LA FUERZA SEMÁNTICA DEL CONFLICTO INTERNO ARMADO EN COLOMBIA

MARÍA CAROLINA OCHOA GUTIÉRREZ


Profesional en Estudios Literarios
Correctora de estilo

ESCUELA DE POSTGRADOS DE POLICÍA


―MIGUEL ANTONIO LLERAS PIZARRO‖
BOGOTA D.C.
MAYO 2011
RESUMEN

La pregunta sobre qué harán los guerrilleros o paramilitares una vez se


desmovilicen lleva a reconstruir la base de la estructura social que nos soporta.
Obliga a revisar la historia, las políticas y los marcos jurídicos que nos han traído
hasta aquí. ¿Cómo se formaron las guerrillas y los paramilitares? ¿Todavía tienen
estatus político? ¿Qué sucede ahora que sus grandes líderes han muerto o han
sido capturados? Es necesario entender que no se trata de una cuestión
inoficiosa, pues la desmovilización es un proceso real aunque apenas comience.

Por otra parte, ¿es cierto que la política de seguridad democrática gestó una
ruptura del discurso entre el Estado y los grupos insurgentes? El repentino afán
por denominar a estos grupos como amenaza terrorista aunque durante cincuenta
años constituyeron el conflicto armado colombiano, ¿obedece a una estrategia en
relación con el proceso de paz o a un afán propagandístico para captar la atención
internacional?

Ya sea una u otra, hay algo seguro: eventualmente el Estado se verá obligado a
adoptar políticas sociales y pedagógicas serias de reinserción que incluyan
sesiones de terapia psicológica y de orientación para ayudar e incentivar a los
desmovilizados una vez se reintegran a la sociedad.

Palabras clave: Conflicto armado, amenaza terrorista, discurso, seguridad


democrática, proceso de paz, desmovilizados

1
ABSTRACT

The question about what will the guerrillas or paramilitaries do once they renounce
violence leads to rebuild the social structure that supports us. Is necessary to
revise the history, policies and legal frameworks that have brought us this far. How
were the guerrillas and the paramilitaries formed? Do they still have political
status? What happens now that their great leaders have been killed or captured?
One must understand that this is not an inofficious issue since renouncing violence
is a real process nevertheless is just beginning.

Moreover, is it true that the democratic security policy created a rupture in the
speech between the government and insurgent groups? The sudden desire to
name these groups as terrorist threat despite that for fifty years they were the raw
material of the Colombian armed conflict, does it reflects a strategy on the peace
process or a propaganda effort to attract international attention?

Whether one or the other, one thing is certain: eventually the Colombian state will
be obliged to adopt serious social and educational policies for reintegrating those
individuals who renounce violence, that include psychological therapy and
orientation sessions to help and to encourage them once they reintegrate to the
society.

Keywords: Armed conflict, terrorist threat, speech, democratic security, individuals


who renounce violence.

2
LA FUERZA SEMÁNTICA DEL CONFLICTO INTERNO ARMADO EN COLOMBIA

Introducción

En el presente ensayo se expondrá, de modo muy general, el contexto social


colombiano de la actualidad, para lo cual ser harán algunas exploraciones
históricas con respecto al conflicto armado que padece el país. Aunque es
obligatoria la mención de ciertos aspectos relacionados con los grupos armados
ilegales y con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), el análisis de la
política de seguridad democrática que aquí se plantea no pretende hacer una
apología a los grupos guerrilleros o paramilitares ni atacar a la persona del
expresidente.

Tampoco es intención desacreditar las operaciones militares y policiales


ejecutadas hasta la fecha (liberación de secuestrados, muerte de líderes farianos,
extradición de líderes paramilitares, retoma de la seguridad en carreteras y
territorios, desmovilizaciones, etc.), más bien el cuestionamiento elaborado afirma
su importancia y recuerda que deben continuar desarrollándose dadas las
características estructurales de estos grupos.

Por su parte, la elección del tema se deriva de una columna de opinión titulada
―Cómo reparar lo que jamás sucedió‖1, la cual recuerda la importancia que la
política de la seguridad democrática le otorgó a la semántica y al lenguaje como
armas de confrontación.

En el mundo humano, construido a punta de significados, una


cruzada semántica puede convertirse en el delirio de un gobernante.
Por algo llamamos dictador a quien "dicta" lo que se debe decir,
pensar y, sobre todo, callar. Y viéndolo bien, cambiar las leyes para
dictar otras nuevas es un problema semántico, pues las normas son
pactos hechos "en el lenguaje" para regular las relaciones y los
significados que acordamos previamente con los otros.

Pese a su apariencia de hombre de acción, el ex presidente Uribe


pasará a la historia como el Emperador de la Semántica. Como si
fuera un demiurgo que recurre a las palabras para volver a crear el

1
REYES, Yolanda. Cómo reparar lo que jamás sucedió. En: El Tiempo [en línea], domingo 15 de
mayo de 2011 [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/yolandareyes/como-reparar-lo-que-jamas-
sucedio_9358745-4>

3
mundo a imagen de su deseo, eliminó de nuestro diccionario la
expresión ‗conflicto armado‘. Prohibió decirla y escribirla, como quien
proscribe una mala palabra, no solo en documentos de Estado, sino
también en estudios y proyectos, so pena de no financiarlos. En
Colombia no hay conflicto armado, dictó la orden y punto.

Así, durante ocho años, el país afrontó un vacío simbólico que se


extendió sobre todo un campo semántico. La guerra no existía,
tampoco los desplazados y nadie entendía qué hacía la Cruz Roja
Internacional en Colombia, por qué había programas
gubernamentales de Reintegración […] La negación de los hechos
se instauró en el lenguaje y lo insólito es que, en contravía de las
evidencias, jamás hubo un debate. Al no tener palabras, dejó de
existir lo que nuestros ojos veían.

Al final, en apariencia resulta que la imposibilidad de cambiar los hechos los llevó
a pretender cambiar el lenguaje sin tener en cuenta que la segunda puede llegar a
ser verdaderamente prejudicial para la primera.

El desasosiego que a diario me produce no poder confiar en mi país, no sentirme


protegida en las calles de mi ciudad, me lleva a preguntar sobre cuál podrá ser la
situación social cuando en alguna eventualidad las personas hoy enfiladas en los
grupos insurgentes decidan retornar a la vida civil, cuando se dé, por fin, el tan
mencionado ‗escenario de posconflicto‘ con el que muchos sueñan. ¿Qué es lo
que en realidad sucedería con los exguerrilleros y los exparamilitares? Antes de
plantearme esta pregunta procuro tener muy en cuenta que buena parte de ellos
son individuos que desde jóvenes han sido solados (aquí omito a los niños
reclutados) y no conocen sino la vida en el monte. ¿Qué oportunidades de hecho y
a largo plazo hay actualmente para los desmovilizados? ¿Sería posible manipular
la situación social de modo que ellos no retornen a la vida civil simplemente a
aumentar los índices de desempleo? Si el día de mañana hubiera una
desmovilización masiva o una desmilititarización de los grupos insurgentes, dudo
que el país esté preparado para ello.

Pienso que la justificación de mayor peso aquí es el devastador panorama que ha


dejado la temporada invernal en los últimos meses; no importan el porqué de las
lluvias ni cuándo habrán de detenerse, importa lo que se muestra en cada emisión
del noticiero: la precariedad del nivel de vida en casi el cien por ciento de los
municipios del país, lo cual deja al desnudo factores como el colapso de los
sistemas de alcantarillado, la permisión deliberada para la construcción de
viviendas en las riberas y en las zonas de deslizamiento, la falta planeación e
infraestructura que contengan el crecimiento poblacional, la malversación del

4
erario, la desigualdad social, etc.; en resumen, la inmensurable crisis humanitaria
que vive el país sumido en la extrema pobreza.

Por último, la mayor crítica que ha tenido el proceso de desmovilización es la


afirmación de que hay mucho riesgo de que el exguerrillero o exparamilitar vuelva
a delinquir:

Las medidas que se han previsto para [lograr el proceso] entran en


el marco de lo que se conoce como proceso de ―Verdad, justicia y
reparación‖. A estas tres palabras fundamentales, sería necesario
agregar una cuarta: transformación. El proverbio lo dice: ―Vaca
ladrona no olvida el portillo.‖ ¿Cómo es posible creer que personas
que se han habituado a atravesar la barrera del respeto, de la
humanidad y de la legalidad no lo harán de nuevo, cuando en su
nueva situación se presenten problemas difíciles (de empleo, de
seguridad)? Los campesinos saben bien que un perro que ha
mordido ovejas o reses, un perro que ha probado el sabor de la
sangre, morderá de nuevo y este perro es siempre eliminado.
¿Cómo imaginar que personas que han conocido con frecuencia el
sabor de la sangre no representarán un nuevo peligro para la
sociedad, si esta los reinserta en su seno sin transformación? 2

Por otra parte, es probable que los argumentos presenten un sesgo mínimo que
será el ocasionado por la patología mediática de la que padeció el discurso de la
seguridad democrática.

Conflicto armado colombiano

Ahora bien, aunque es sabido que los grupos al margen de la ley, como todo
fenómeno social, mutan constantemente, hay una distinción radical que ha dado
lugar a la pregunta por el nombre que debe llevar la situación de violencia
(conflicto) en Colombia, denominación que por tanto calificaría a sus principales
gestores (guerrillas y paramilitares) como ―terroristas‖ o ―grupos insurgentes‖.
Entonces, ¿el conflicto colombiano es un conflicto interno armado o una amenaza
terrorista? El presente ensayo intentará mostrar que la política se seguridad
democrática marcó una diferencia nominal que radicalizó la relación entre el
Estado colombiano y la guerrilla en su enfrentamiento y sus consecuencias.

2
ETIENNE, Xavier. El plan matriota. El despertar de la fuerza (femenina) de transformación en
Colombia, Bogotá: Editorial Temis, 2008, p. 97.

5
El lunes 31 de enero [de 2005] el presidente Álvaro Uribe se reunió
con todo el cuerpo diplomático acreditado en Colombia en el Palacio
de Nariño. En el majestuoso Salón Bolívar, el Presidente tomó la
palabra y en un tono pausado pero firme se dirigió a una treintena de
embajadores. Después de agradecer las palabras del nuncio
apostólico y hacer un completo diagnóstico sobre la problemática
nacional, Uribe remató su discurso advirtiendo que en Colombia no
había un conflicto armado sino una amenaza terrorista. Palabras que
repitió tres días después en Cartagena, durante la reunión de los 24
países y las organizaciones multilaterales que conforman la mesa de
donantes (G24). No es la primera vez que Uribe lo dice. Pero sí es
cada vez más evidente que no se trata de un capricho lingüístico del
primer mandatario sino de una concepción de cómo enfrentar el
tema de la violencia que azota el país.3

Las FARC

Debido a la hermética estructura bipartidista del sistema político en Colombia y


sus continuas afrentas, se ha generado una permanente inconformidad y
desacuerdo por parte del pueblo, cuestión que se traduce en lo que ha sido el
surgimiento de pequeñas grupos subversivos principalmente rurales. Después del
asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en un esfuerzo por recobrar el control, la
institución militar tomó poder del país bajo la figura del General Gustavo Rojas
Pinilla (1953), y les ofreció amnistía a aquellos insurgentes que decidieron
entregar las armas; sin embargo, algunas guerrillas liberales y comunistas
rechazaron la oferta y se retiraron hacia áreas aisladas del país donde continuaron
operando y organizando sus propias comunidades.

Para cuando el régimen civil retomó el poder –organizado en la coalición


bipartidista del Frente Nacional–, grupos de comunistas armados ya habían
establecido su propio gobierno local en una remota región del país: Marquetalia 4.
Luego, bajo la presión de conservadores que consideraban estos enclaves como
una amenaza, las Fuerzas Armadas de Colombia fueron ordenadas a ejercer total
control sobre el área en la denominada ―Operación Marquetalia‖.
Consecuentemente, los comunistas se dispersaron sólo para después
reorganizarse como Bloque Sur, guerrilla que posteriormente se nombraría
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo, FARC-EP
(1964).
3
Sí hay guerra, señor presidente. En: Revista Semana [en línea], domingo 6 de febrero de 2005
[recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en <http://www.semana.com/portada/guerra-senor-
presidente/84650-3.aspx>
4
Jacobo Arenas, quien posteriormente se convertiría en el fundador y líder ideológico de las
FARC, fue enviado por el Partido Comunista como activista político para ayudar a organizar las
unidades de autodefensa y guerrilla en un enclave rural durante La Violencia.

6
Realmente, las FARC adquirieron influencia política y populista por el ingreso de
extracto urbano como en el caso de Jacobo Arenas, Manuel Marulanda Vélez y
Alfonso Cano, entre otros, pues éstos eran personas estudiadas y, por decirlo de
alguna manera, ―cultas‖ en las áreas de política y filosofía; fueron ellos quienes
introdujeron el componente ideológico marxista-leninista en las filas guerrilleras y
transformaron la insurgencia en una movilización revolucionaria, que con el paso
del tiempo se afirmó dentro de la población rural como única autoridad con poder
―real‖.

Lo qué sucedió con el narcotráfico

El cartel es un tecnicismo económico para significar un ―convenio entre varias


empresas similares para evitar la mutua competencia y regular la producción,
venta y precios en determinado campo industrial‖5. Por su parte, los denominados
‗carteles de la droga‘, no son carteles propiamente, sino organizaciones criminales
cuya mira es la promoción y el control de operaciones de narcotráfico; su gama va
desde acuerdos mediocres entre varios narcotraficantes a empresas comerciales
formalizadas.

Dos años después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1950, nació en
Medellín quien sería el más grande capo del narcotráfico, Pablo Escobar. Durante
la década de 1980, el boom de consumo de droga en los Estados Unidos y Europa
disparó la demanda y, con ello, la producción masiva de droga en varios países,
incluido Colombia. A su vez, Escobar adquirió reconocimiento internacional a
medida que el Cartel de Medellín ganaba notoriedad y comenzaba a controlar
grandes porciones de la producción narcótica que entraba a los Estados Unidos,
México, Puerto Rico y República Dominicana, con cocaína traída sobre todo de
Perú y Bolivia; la red de Escobar alcanzó muchas otras naciones, en su mayoría
alrededor de las Américas, aunque se dice que incluso llegó tan lejos como Asia.

La empresa de Escobar tenía una política efectiva e insondable al negociar con la


ley y el gobierno; la corrupción y la intimidación caracterizaron su trato hacia el
sistema —―plata o plomo‖—, lo cual resultó en la muerte indiscriminada de cientos
de individuos. Por otra parte, mientras era visto como enemigo por los gobiernos
de Estados Unidos y Colombia, Escobar era un héroe para muchos en Medellín,
especialmente las clases bajas, pues trabajó una atmósfera de confianza y
credibilidad entre la gente pobre. Así, (todavía) se le acredita por la construcción
de canchas polideportivas y el patrocinio de pequeñas ligas; fue responsable de la
construcción de muchas iglesias en Medellín, con lo que ganó popularidad dentro

5
Diccionario de la Real Academia Española, dRAE.

7
de la Iglesia Católica local; también, se esforzó por cultivar su imagen de ‗Robin
Hood‘ y frecuentemente distribuía dinero a los pobres proyectando viviendas y
actividades culturales. Esto hizo que durante su auge eventualmente se creara
una nueva clase social ―dependiente‖ de su negocio y llegara así a trastocar varios
aspectos de la cultura colombiana.

Han pasado ya dieciocho años desde la muerte de Pablo Escobar en 1993, y el


narcotráfico continúa vigente, bajo la implementación de nuevas formas de
distribución y producción según se ha creado necesidad. Si nos remitimos a
Colombia, el narcotráfico fue y ha sido, ante todo, un fenómeno que determinó,
condicionó y desestabilizó todas les esferas del sistema, planteando una nueva
base identitaria. Tras el fallecimiento de Escobar, se cayó una figura pero no su
contexto, que continúa rimbombante; la muerte de Gaitán y la de Escobar dejaron
sólo una masa errante, que no ha tenido otra pregunta aparte del dolor y no otra
respuesta aparte de la violencia.

Paramilitarismo

Los grupos paramilitares nacieron en Colombia en la década de 1970 constituidos


como autodefensas para proteger a hacendados, colonos, empresarios y
campesinos de los ataques perpetrados por las guerrillas; sin embargo,
eventualmente ellos mismos pasaron a ser los agresores, además de vincularse
también con el narcotráfico. Algunos de los principales grupos armados
paramilitares fueron: el PCC (Partido Comunista Colombiano), las ACCU
(Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá) y las AUC (Autodefensas de
Colombia).

Con respecto a la consolidación del paramilitarismo:

La utilización de civiles por parte del Estado colombiano para


controlar el orden público tiene antecedentes remotos. En 1914 los
alzamientos protagonizados por los indígenas del Cauca fueron
enfrentados con una autorización otorgada a los terratenientes por el
ministro de Gobierno –Miguel Abadía Méndez– para armar a sus
trabajadores y defenderse de los indios que buscaban recuperar sus
tierras [2].

Sin embargo, el carácter sistemático de la utilización de este recurso


toma fuerza a partir de 1960 en el marco de la llamada Guerra Fría,
que polariza al mundo en dos bloques implementando en los países
latinoamericanos una serie de estrategias de seguridad nacional
8
para defenderse del Comunismo [3]. Así, en la década de los
sesenta se llevan a cabo en el país diferentes conferencias de
organismos militares estadounidenses con las Fuerzas Armadas
colombianas, tras las cuales se recomienda la creación de grupos de
civiles armados bajo el control del Ejército.

A partir de esto, se expide en 1965 el Decreto 3398 [4] que definió la


defensa de la nación como ―la organización y previsión del empleo
de todos los habitantes y recursos del país, desde tiempo de paz,
para garantizar la Independencia Nacional y la estabilidad de las
instituciones‖ y legalizó temporalmente el hecho de que el Ministerio
de Defensa armara a civiles [5].

Posteriormente, en abril de 1969, se expide bajo el amparo de esta


normatividad la resolución 005 del Ministerio de defensa orientada a
―organizar en forma militar a la población civil para que se proteja
contra la acción de las guerrillas y apoye la ejecución de
operaciones de combate‖. Definiendo este tipo de organizaciones
como: ―organización de tipo militar que se hace con personal civil
seleccionado de la zona de combate que se entrena y equipa para
desarrollar acciones contra grupos de guerrilleros que aparecen en
el área o para operar en coordinación con tropas en acciones de
combate‖ [6]6

6
El paramilitarismo como política de Estado [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en Internet
<http://movimientodevictimas.org/~nuncamas/index.php/documentos/recomendados/25-
paramilitarismo-como-politica-de-estado.html>
[2] FAJARDO SÁNCHEZ, Luis Alfonso (et. al.). Manuel Quintín Lame y los guerreros de Juan
Tama, Madrid: Nosa y Jara Editores, 1999.
[3] Doctrina de Seguridad Nacional: ―…conjunto de concepciones derivado de verdades,
principios, normas y valores en que un Estado –a través de su experiencia y la de otros Estados-,
basado en su propia Constitución y en la realidad del país, consideraba necesario para garantizar
el desarrollo integral del hombre y de la colectividad nacional, resguardándolos de interferencias o
perturbaciones de cualquier origen‖. DEPARTAMENTO DE ESTRATEGIA Y DEFENSA
NACIONAL DE LA ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA. Consideraciones generales sobre
Doctrina de la Seguridad Nacional. En: Revista de las Fuerzas Armadas, Vol. 28, No. 83, Bogotá,
mayo-agosto de 1976, pp.205-215.
[4] Bajo estado de sitio en 1968 se le da carácter permanente a este decreto por medio de la
Ley 48 de 1968.
[5] BUITRAGO LEAL, Francisco. El oficio de la guerra, s. l., 1994, pp. 86-87.
[6] ―Para disminuir el requerimiento de unidades militares, se ha visto que es de gran ayuda el
empleo de policía civil, de unidades semi-militares y de individuos de la localidad que sean
simpatizantes de la causa amiga (…) Los individuos de la localidad de ambos sexos que han
tenido experiencia o entrenamiento como soldados, policía o guerrilleros, deben ser organizados
dentro de la policía auxiliar y las unidades de voluntarios de cada ciudad (…) necesitarán apoyo de
las fuerzas militares (…) el apoyo es normalmente necesario en el abastecimiento de armas,
municiones, alimentos, transporte y equipos de comunicaciones.‖ Manual de Contrainsurgencia del
Ejército Nacional 1962, p. 75-76. En el mismo sentido: Manual de contraguerrillas de 1979, Manual

9
Fractura del discurso político: seguridad democrática (2002-2010)

La guerrilla primitiva, la que nació como fuerza revolucionaria insurgente, como


representante del pueblo, a pesar de las evidentes transformaciones que tuvo
(financiación de dineros del narcotráfico, adopción del secuestro y la extorsión
como estrategia política, etc.), hasta el año 2002 fue enfrentada, por el Gobierno
colombiano, a manera de oposición subversiva con la que podía negociarse la paz
mediante palabras y acuerdos. En esa época no se vio que su vinculación al
narcotráfico quebraba todo su capital ideológico y la corrompía en aras del
enriquecimiento.

La administración de Álvaro Uribe interpretó que la situación de las FARC ya no


fuera la del inconformismo sociopolítico y pasó a referirlas como una ―amenaza
terrorista‖, y a dirigir una gran parte de los dineros públicos a la implementación de
pie de fuerza militar. Esto lo llevó a que en el 2003 declarara: ―No reconozco a
(sic) los grupos violentos de Colombia, ni a (sic) la guerrilla ni a (sic) los
paramilitares, la condición de combatientes; mi gobierno los señala como
terroristas. No se puede admitir dar legitimidad a una oposición armada. No se
puede reconocer en esa falsa oposición armada la calidad de combatiente, cuando
su financiación principal es la droga y su segunda financiación es la más
repugnante conducta contra la libertad humana: el secuestro.‖ Con dicha
determinación, abrió las puertas a la tenacidad de su discurso y de su lucha contra
el terror, a la que llamó ―seguridad democrática‖.

Dicen que esa perseverancia tiene origen en un hecho personal: la muerte de su


padre, asesinado por las FARC en 1983, en San Roque (Antioquia), cuando se
resistió al secuestro tras una emboscada de 18 guerrilleros que ingresaron a su
hacienda ―Guacharacas‖ en dicho municipio; también hirieron a uno de sus
hermanos7. Entonces, al ser el primer jefe de Estado en dejar atrás ―el lenguaje
diplomático, melifluo y condescendiente‖8, el expresidente supo que debía ser
también el primero en ‗derrotar‘ a la guerrilla:

Los antecesores de Uribe dedicaron sus mejores esfuerzos a


‗amansar‘ a los terroristas y a intentar una ‗solución negociada‘. Una

de combate contra bandoleros o guerrilleros, Resolución 0014 del 25 de junio de 1982,


Reglamento de combate de contraguerrillas EJC3-10 de 1987.
7
Archivo revista Semana. Muerto Alberto Uribe Sierra. En: El Mundo [en línea], miércoles junio 15
de 1983, Medellín, [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.semana.com/documents/Doc-1521_2007107.pdf>
8
GAVIRIA, José Obdulio. El embrujo terrorista. En: El Tiempo [en línea], mayo 10 de 2011,
[recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/josobduliogaviria/ARTICULO-WEB-
NEW_NOTA_INTERIOR-9322926.html>

10
carta de Samper al canciller de Alemania, Kohl, es tan tierna con los
terroristas, que parece que le estuviera hablando de algún sobrino
díscolo: ―Su Excelencia: la actividad de la guerrilla continúa
ofreciendo las mayores dificultades, sin que las propuestas de
reconciliación hayan sido consideradas. Estimaríamos de
conveniencia (...) propiciar un diálogo útil y constructivo (con FARC y
ELN) que permita alcanzar un sano entendimiento y la paz
duradera‖. 9

Puede resultar en una paradoja, cómo una política con proyecciones firmes en
torno a una meta específica puede encaminarse a resultados tan sustanciosos de
forma pero tan carentes de contenido.

Ahora que la fiereza discursiva de antaño está ausente, es posible entender con
claridad que la mediatización hecha al gobierno de Álvaro Uribe promulgó en la
opinión pública una falsa confianza: que la fuerza ideológica de las FARC se ha
debilitado, que el capital intelectual (jefes, líderes) está muerto. Afirmar algo así es
una cuestión que resulta ambigua, pues decir que la guerrilla ha perdido su
sentido político es una falacia: no es preciso olvidar que las FARC surgieron a
modo de respuesta al hermetismo bipartidista de finales de 1940, sistema
estructural que no ha cambiado en lo más mínimo: hoy todavía nos encontramos
fundidos con un gobierno si no bipartidista, oligárquico que impide si no la
creación, el desarrollo pleno de terceros partidos. Por esa razón, la guerrilla
todavía tiene estatus político10, condición difícil de erradicar dado su arraigo social
(está originada en la pobreza y en la falta de oportunidades).

La carencia de contenido en las proyecciones de la seguridad democrática se


explican cuando se entiende que los problemas de un país hay que erradicarlos
(arrancarlos de raíz), y estos nunca tuvieron su semilla en los jefes guerrilleros,
pues ellos como capital intelectual fueron, en su época dorada, líderes
intelectuales que enfrentaron su inconformidad por los medios equivocados. La
corrupción que el narcotráfico propició en la guerrilla es el factor que ―decepcionó‖
al pueblo colombiano y que la catapultó hacia la atmósfera del terrorismo.

Así como el discurso de la política de seguridad democrática estuvo fundamentado


en la derrota de la guerrilla, una de sus prioridades estuvo en la promoción de la
desmovilización o entrega de armas de las fuerzas paramilitares. Para lograrlo, se

9
Ibíd.
10
El estatus político no es porque se trate de grupos insurgentes reconocidos o no por el
Presidente de la República o el Gobierno, sino por el fuerte componente político que tienen en
esencia y que la política de seguridad democrática quiso invisibilizar a fin de reducirlos a su más
abyecta dimensión criminal.

11
creó el marco jurídico de la Ley 985 de 2005 o Ley de Justicia y Paz, ―por la cual
se dictan disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados
organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la
consecución de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos
humanitarios.‖11; esta, a su vez, podría también ser utilizada en procesos de
desmovilización de integrantes de los grupos guerrilleros.

La Ley de Justicia y Paz, en su Artículo 9°, habla de la desmovilización: ―Se


entiende por desmovilización el acto individual o colectivo de dejar las armas y
abandonar el grupo armado organizado al margen de la ley, realizado ante
autoridad competente.‖12 Sin embargo, el proceso de desmovilización, aparte de
dejar las armas y retirarse de las filas voluntariamente, incluye la entrega de esas
armas, una reconciliación, una reparación y una reinserción a la vida civil, una
transformación, además de dar a conocer la verdad sobre por qué aquella decisión
de ingresar a las filas y tomar el camino de las armas, y sobre cómo se dio esa
decisión, preguntas clave para reconocer que esos hechos tienen repercusiones
en la memoria colectiva de la nación colombiana.

La reconciliación debe ser un proceso permanente que cubra todas las demás
fases e involucre a las víctimas, a los victimarios, al Estado y a la misma sociedad;
esto con el fin de transformar a los individuos desmovilizados en capital humano y
social activo. Así mismo, para la reinserción a la vida civil debe haber garantías
reales de su factibilidad, todo el proceso de desmovilización debe tener un suelo
firme donde sostenerse, no puede tratarse solo de que los guerrilleros o
paramilitares dejen sus armas de fuego sobre una mesa y regresen a las ciudades
o municipios para convertirse en exguerrilleros o exparamilitares. Una vez se
reincorporan a la vida civil, la vida en las filas no puede convertirse para ellos solo
en una anécdota de un pasado personal.

Y es lamentable que sea eso precisamente lo que está sucediendo. Un guerrillero


o paramilitar decide desvincularse de su otrora ―familia‖, lo cual implica una
desestabilización de identidad, y al llegar a la vida civil se encuentra con que lo
único que realmente tiene es un pasado penoso y un estigma, en lugar de
vivienda, servicios públicos, educación, empleo, tiempo de ocio, etc. Esta situación
lo mantiene al margen y lo hace vulnerable a la ―reincidencia‖ en su
comportamiento de antaño, entonces vuelve a delinquir y su alma de nuevo se
oscurece. Por otra parte, antes de ofrecer la posibilidad de ser ―reinsertado‖, hay
que ofrecer la posibilidad de rehabilitación psicológica y social, y, si es el caso,
espiritual. Para volver a la sociedad, el exguerrillero o exparamilitar debe sentir y
entender que vale la pena, que lo merece a pesar de sus errores.

11
Ley de Justicia y Paz. Disponible en internet <http://www.eclac.cl/oig/doc/COL2005Ley975.pdf>
12
Ibíd.

12
La situación de violencia en Colombia no es una guerra declarada, no es una
situación de exterminio, es todavía un conflicto interno negociable que ha resistido
sesenta años no porque lo financie el tráfico de droga sino porque los problemas
sociales de hoy siguen siendo los mismos de hace sesenta años. Lo que claudica
a quienes son reclutados por las FARC o por los paramilitares no es la ignorancia
o la ingenuidad, sino la necesidad.

Conclusiones y recomendaciones

Cabe arriesgarse a afirmar que el dejo pendenciero del discurso de Álvaro Uribe
(ratificado por los rumores populares y algunos comportamientos suyos) hizo que
el proceso de paz que debía tener lugar en su gobierno (como en los anteriores)
se percibiera manchado por la urgencia de destruir a la guerrilla mas no por
encaminar al país hacia la paz. En este periodo gubernamental de ocho años
ocurrieron también los denominados (por la prensa) ―falsos positivos‖ y las falsas
desmovilizaciones, dado el afán por mostrar resultados no ante el pueblo
colombiano sino ante el mismo Ministerio Público, y para alimentar la estadísticas
mediáticas y el espectro de seguridad del afamado discurso.

El calificativo de terrorista deviene, sí de la monstruosidad guerrillera y paramilitar,


pero también de la necesidad de la asistencia militar y financiera extranjera que
derivaría de su inscripción en el marco de la lucha internacional contra el
terrorismo (siguiendo el ejemplo del Plan Colombia). Y la razón por la cual se
reniega del conflicto interno armado termina por ser netamente propagandística en
vez de descriptiva de una realidad miserable.

En realidad, al igual como ocurrió con Pablo Escobar, las bajas dadas a los jefes
guerrilleros y paramilitares (ya sea por muerte o por captura) no puede
interpretarse de modo absoluto porque ante la caída de las figuras prevalece el
contexto que las creó, mucho más cuando se trata de estructuras jerárquicas en
las que el poder se relega por necesidad y estrategia:

El problema es que independiente de esa superioridad militar, que


es absoluta y evidente, las Farc todavía tienen mucha capacidad de
daño en muchas zonas del país. Pese al continuo asedio al que la
organización está sometida, mantiene todavía una línea de mando
que no es menor. Creería que si se termina de descomponer al

13
secretariado la organización se dispersaría y probablemente se
generaría un problema criminal grande. 13

No obstante, el proceso de paz no puede quedarse en las bajas guerrilleras o en


las desmovilizaciones, ni siquiera en los eventuales ―diálogos de paz‖. El proceso
de paz ―tiene la obligación‖ de trasladarse a la vida civil porque esta debe gestar
las oportunidades de una vida digna desde que es lo que se les ofrece a los
guerrilleros y paramilitares próximos a desmovilizarse. No tiene sentido esta oferta
por cuanto conocemos su nivel de precariedad, por cuanto sabemos que un alto
porcentaje de los colombianos está sin empleo, que los salarios son cada vez más
inequitativos y la desigualdad social más abismal, que los costos de la educación y
de la salud son exorbitantes, que una considerable mayoría de los sectores
urbanos carecen de los servicios públicos básicos y algunos de los ya instalados
son propensos a colapsar, y otras cuantas decenas de obstáculos derivados de la
corrupción, de la falta de planeación y del crecimiento acelerado de la población.
La respuesta a una repentina desmovilización masiva sería la misma de hace
sesenta años, darles un motivo a los colombianos para tomar las armas en pos de
un cambio porque en la vida civil no hay vida.

En últimas, también es crucial superar este discurso hermético de la ―amenaza


terrorista‖ y sus categorías selladas, que lo supere el Gobierno y que lo supere la
opinión pública, porque les hace daño a los desmovilizados señalarlos como tal y
en consecuencia le hace daño a la sociedad.

Propuesta

La posibilidad real para acceder a los medios de satisfacción de las necesidades


básicas también es una forma de libertad. Acá el objetivo es una redistribución
equitativa de bienes y propiedades. Lograr dicha satisfacción sería superar una
forma de esclavitud ―en la que se transforma de hecho la carencia de los medios
vitales mínimos y la lucha diaria por la subsistencia‖14.

Sin embargo, una vez más, es el Estado, en cuanto Estado social de derecho,
quien puede garantizar la redistribución de la riqueza. En esta noción se
reivindican los derechos sociales y económicos para garantizar los medios para

13
FUNDACIÓN IDEAS PARA LA PAZ. Entrevista realizada por Lucía Camargo Rojas y Margareth
Figueroa, Equipo de Comunicación del CINEP, Revista Cien Dias. Disponible en Internet
<http://www.ideaspaz.org/portal/index.php?option=com_content&view=article&id=942:termometro-
de-paz&catid=147:columnas&Itemid=160>
14
Para Angelo Papacchini la libertad es el eje organizador de los derechos fundamentales y esta
forma de libertada la denomina libertad como liberación del hambre y la miseria. PAPACCHINI,
Angelo. Filosofía y derechos humanos, Cali: Universidad del Valle, 1997, p. 43.

14
poder vivir de manera digna. Se reclaman las garantías mínimas para encontrar
trabajo productivo y conservarlo; acceso a formación técnico-profesional; espacios
suficientes de descanso y tiempo libre.

Los derechos humanos nacen como aspiraciones morales de convivencia entre


todos los seres humanos, que logran ser reconocidos por las leyes como bienes e
intereses jurídicamente protegidos. No es necesaria esta aprobación legal para
que los derechos humanos sean válidos, en el momento en que los derechos
humanos se incorporan a un sistema normativo, éstos obtienen un estatus por
encima de otros códigos como el civil, el del comercio, en tanto que son derechos
fundamentales inderogables.

Lo que de universal tienen los derechos humanos es el ―reconocimiento de todos


los humanos como sujetos y titulares de los derechos fundamentales, y el
reconocimiento generalizado por parte de la comunidad civilizada de esta igual
dignidad para todos‖15. Así pues, los derechos son para un sujeto genérico y no
para una clase específica que podría excluirse por razones de sexo, raza, estatus
social, etc.

Un futuro proceso de paz deberá centrarse en el enfrentamiento y la eliminación


sino en la influencia y la transformación, puesto que quizá la mayoría de los
miembros insurgentes están en esas filas por razones circunstanciales y solo
esperan una oportunidad para cambiar de situación. Debido a esto, el problema de
las guerrillas y los paramilitares no se soluciona con su eliminación física.

Puesto que la desmovilización entiende en su proceso una transformación


(concepto que encierra la reconciliación, la reparación y la reinserción), quizá la
única vía para lograrla sea la vía pedagógica, que iniciaría con una terapia de
rehabilitación psicológica y social, y luego pasaría a la formación técnica o
profesional con el aprendizaje de una carrera que tenga garantías laborales.
También, el Estado tendría que crear puestos de trabajo exclusivos para los
desmovilizados, en lugares donde sepan que no habrá riesgo de que sean
discriminados.

En esta propuesta pedagógica, la Policía Nacional de Colombia quizá pueda


adoptar un rol importante: el de guía y líder, dado que sus hombres y mujeres
tienen el conocimiento empírico de portar un arma y luchar en pos de un uniforme,
una bandera y un ideal. De este modo, ayudarían a que esos exguerrilleros o
exparamilitares retomaran los caminos que por necesidad se les truncaron.

15
Ibíd., p. 49.

15
Bibliografía

Archivo revista Semana. Muerto Alberto Uribe Sierra. En: El Mundo [en línea],
miércoles junio 15 de 1983, Medellín, [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible
en http://www.semana.com/documents/Doc-1521_2007107.pdf

Sí hay guerra, señor presidente. En: Revista Semana [en línea], domingo 6 de
febrero de 2005 [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.semana.com/portada/guerra-senor-presidente/84650-3.aspx>

ETIENNE, Xavier. El plan matriota. El despertar de la fuerza (femenina) de


transformación en Colombia, Bogotá: Editorial Temis, 2008, p. 97.

FUNDACIÓN IDEAS PARA LA PAZ. Entrevista realizada por Lucía Camargo


Rojas y Margareth Figueroa, Equipo de Comunicación del CINEP, Revista Cien
Dias. Disponible en Internet
<http://www.ideaspaz.org/portal/index.php?option=com_content&view=article&id=9
42:termometro-de-paz&catid=147:columnas&Itemid=160>

GAVIRIA, José Obdulio. El embrujo terrorista. En: El Tiempo [en línea], mayo 10
de 2011, [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/josobduliogaviria/ARTICULO-WEB-
NEW_NOTA_INTERIOR-9322926.html

REYES, Yolanda. Cómo reparar lo que jamás sucedió. En: El Tiempo [en línea],
domingo 15 de mayo de 2011 [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/yolandareyes/como-reparar-lo-que-
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PAPACCHINI, Angelo. Filosofía y derechos humanos, Cali: Universidad del Valle,


1997, p. 43.

El paramilitarismo como política de Estado [recuperado mayo 16 de 2011].


Disponible en Internet
<http://movimientodevictimas.org/~nuncamas/index.php/documentos/recomendad
os/25-paramilitarismo-como-politica-de-estado.html>

Ley de Justicia y Paz [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en internet


<http://www.eclac.cl/oig/doc/COL2005Ley975.pdf>

16

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