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Por otra parte, ¿es cierto que la política de seguridad democrática gestó una
ruptura del discurso entre el Estado y los grupos insurgentes? El repentino afán
por denominar a estos grupos como amenaza terrorista aunque durante cincuenta
años constituyeron el conflicto armado colombiano, ¿obedece a una estrategia en
relación con el proceso de paz o a un afán propagandístico para captar la atención
internacional?
Ya sea una u otra, hay algo seguro: eventualmente el Estado se verá obligado a
adoptar políticas sociales y pedagógicas serias de reinserción que incluyan
sesiones de terapia psicológica y de orientación para ayudar e incentivar a los
desmovilizados una vez se reintegran a la sociedad.
1
ABSTRACT
The question about what will the guerrillas or paramilitaries do once they renounce
violence leads to rebuild the social structure that supports us. Is necessary to
revise the history, policies and legal frameworks that have brought us this far. How
were the guerrillas and the paramilitaries formed? Do they still have political
status? What happens now that their great leaders have been killed or captured?
One must understand that this is not an inofficious issue since renouncing violence
is a real process nevertheless is just beginning.
Moreover, is it true that the democratic security policy created a rupture in the
speech between the government and insurgent groups? The sudden desire to
name these groups as terrorist threat despite that for fifty years they were the raw
material of the Colombian armed conflict, does it reflects a strategy on the peace
process or a propaganda effort to attract international attention?
Whether one or the other, one thing is certain: eventually the Colombian state will
be obliged to adopt serious social and educational policies for reintegrating those
individuals who renounce violence, that include psychological therapy and
orientation sessions to help and to encourage them once they reintegrate to the
society.
2
LA FUERZA SEMÁNTICA DEL CONFLICTO INTERNO ARMADO EN COLOMBIA
Introducción
Por su parte, la elección del tema se deriva de una columna de opinión titulada
―Cómo reparar lo que jamás sucedió‖1, la cual recuerda la importancia que la
política de la seguridad democrática le otorgó a la semántica y al lenguaje como
armas de confrontación.
1
REYES, Yolanda. Cómo reparar lo que jamás sucedió. En: El Tiempo [en línea], domingo 15 de
mayo de 2011 [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/yolandareyes/como-reparar-lo-que-jamas-
sucedio_9358745-4>
3
mundo a imagen de su deseo, eliminó de nuestro diccionario la
expresión ‗conflicto armado‘. Prohibió decirla y escribirla, como quien
proscribe una mala palabra, no solo en documentos de Estado, sino
también en estudios y proyectos, so pena de no financiarlos. En
Colombia no hay conflicto armado, dictó la orden y punto.
Al final, en apariencia resulta que la imposibilidad de cambiar los hechos los llevó
a pretender cambiar el lenguaje sin tener en cuenta que la segunda puede llegar a
ser verdaderamente prejudicial para la primera.
4
erario, la desigualdad social, etc.; en resumen, la inmensurable crisis humanitaria
que vive el país sumido en la extrema pobreza.
Por otra parte, es probable que los argumentos presenten un sesgo mínimo que
será el ocasionado por la patología mediática de la que padeció el discurso de la
seguridad democrática.
Ahora bien, aunque es sabido que los grupos al margen de la ley, como todo
fenómeno social, mutan constantemente, hay una distinción radical que ha dado
lugar a la pregunta por el nombre que debe llevar la situación de violencia
(conflicto) en Colombia, denominación que por tanto calificaría a sus principales
gestores (guerrillas y paramilitares) como ―terroristas‖ o ―grupos insurgentes‖.
Entonces, ¿el conflicto colombiano es un conflicto interno armado o una amenaza
terrorista? El presente ensayo intentará mostrar que la política se seguridad
democrática marcó una diferencia nominal que radicalizó la relación entre el
Estado colombiano y la guerrilla en su enfrentamiento y sus consecuencias.
2
ETIENNE, Xavier. El plan matriota. El despertar de la fuerza (femenina) de transformación en
Colombia, Bogotá: Editorial Temis, 2008, p. 97.
5
El lunes 31 de enero [de 2005] el presidente Álvaro Uribe se reunió
con todo el cuerpo diplomático acreditado en Colombia en el Palacio
de Nariño. En el majestuoso Salón Bolívar, el Presidente tomó la
palabra y en un tono pausado pero firme se dirigió a una treintena de
embajadores. Después de agradecer las palabras del nuncio
apostólico y hacer un completo diagnóstico sobre la problemática
nacional, Uribe remató su discurso advirtiendo que en Colombia no
había un conflicto armado sino una amenaza terrorista. Palabras que
repitió tres días después en Cartagena, durante la reunión de los 24
países y las organizaciones multilaterales que conforman la mesa de
donantes (G24). No es la primera vez que Uribe lo dice. Pero sí es
cada vez más evidente que no se trata de un capricho lingüístico del
primer mandatario sino de una concepción de cómo enfrentar el
tema de la violencia que azota el país.3
Las FARC
6
Realmente, las FARC adquirieron influencia política y populista por el ingreso de
extracto urbano como en el caso de Jacobo Arenas, Manuel Marulanda Vélez y
Alfonso Cano, entre otros, pues éstos eran personas estudiadas y, por decirlo de
alguna manera, ―cultas‖ en las áreas de política y filosofía; fueron ellos quienes
introdujeron el componente ideológico marxista-leninista en las filas guerrilleras y
transformaron la insurgencia en una movilización revolucionaria, que con el paso
del tiempo se afirmó dentro de la población rural como única autoridad con poder
―real‖.
Dos años después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1950, nació en
Medellín quien sería el más grande capo del narcotráfico, Pablo Escobar. Durante
la década de 1980, el boom de consumo de droga en los Estados Unidos y Europa
disparó la demanda y, con ello, la producción masiva de droga en varios países,
incluido Colombia. A su vez, Escobar adquirió reconocimiento internacional a
medida que el Cartel de Medellín ganaba notoriedad y comenzaba a controlar
grandes porciones de la producción narcótica que entraba a los Estados Unidos,
México, Puerto Rico y República Dominicana, con cocaína traída sobre todo de
Perú y Bolivia; la red de Escobar alcanzó muchas otras naciones, en su mayoría
alrededor de las Américas, aunque se dice que incluso llegó tan lejos como Asia.
5
Diccionario de la Real Academia Española, dRAE.
7
de la Iglesia Católica local; también, se esforzó por cultivar su imagen de ‗Robin
Hood‘ y frecuentemente distribuía dinero a los pobres proyectando viviendas y
actividades culturales. Esto hizo que durante su auge eventualmente se creara
una nueva clase social ―dependiente‖ de su negocio y llegara así a trastocar varios
aspectos de la cultura colombiana.
Paramilitarismo
6
El paramilitarismo como política de Estado [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en Internet
<http://movimientodevictimas.org/~nuncamas/index.php/documentos/recomendados/25-
paramilitarismo-como-politica-de-estado.html>
[2] FAJARDO SÁNCHEZ, Luis Alfonso (et. al.). Manuel Quintín Lame y los guerreros de Juan
Tama, Madrid: Nosa y Jara Editores, 1999.
[3] Doctrina de Seguridad Nacional: ―…conjunto de concepciones derivado de verdades,
principios, normas y valores en que un Estado –a través de su experiencia y la de otros Estados-,
basado en su propia Constitución y en la realidad del país, consideraba necesario para garantizar
el desarrollo integral del hombre y de la colectividad nacional, resguardándolos de interferencias o
perturbaciones de cualquier origen‖. DEPARTAMENTO DE ESTRATEGIA Y DEFENSA
NACIONAL DE LA ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA. Consideraciones generales sobre
Doctrina de la Seguridad Nacional. En: Revista de las Fuerzas Armadas, Vol. 28, No. 83, Bogotá,
mayo-agosto de 1976, pp.205-215.
[4] Bajo estado de sitio en 1968 se le da carácter permanente a este decreto por medio de la
Ley 48 de 1968.
[5] BUITRAGO LEAL, Francisco. El oficio de la guerra, s. l., 1994, pp. 86-87.
[6] ―Para disminuir el requerimiento de unidades militares, se ha visto que es de gran ayuda el
empleo de policía civil, de unidades semi-militares y de individuos de la localidad que sean
simpatizantes de la causa amiga (…) Los individuos de la localidad de ambos sexos que han
tenido experiencia o entrenamiento como soldados, policía o guerrilleros, deben ser organizados
dentro de la policía auxiliar y las unidades de voluntarios de cada ciudad (…) necesitarán apoyo de
las fuerzas militares (…) el apoyo es normalmente necesario en el abastecimiento de armas,
municiones, alimentos, transporte y equipos de comunicaciones.‖ Manual de Contrainsurgencia del
Ejército Nacional 1962, p. 75-76. En el mismo sentido: Manual de contraguerrillas de 1979, Manual
9
Fractura del discurso político: seguridad democrática (2002-2010)
10
carta de Samper al canciller de Alemania, Kohl, es tan tierna con los
terroristas, que parece que le estuviera hablando de algún sobrino
díscolo: ―Su Excelencia: la actividad de la guerrilla continúa
ofreciendo las mayores dificultades, sin que las propuestas de
reconciliación hayan sido consideradas. Estimaríamos de
conveniencia (...) propiciar un diálogo útil y constructivo (con FARC y
ELN) que permita alcanzar un sano entendimiento y la paz
duradera‖. 9
Puede resultar en una paradoja, cómo una política con proyecciones firmes en
torno a una meta específica puede encaminarse a resultados tan sustanciosos de
forma pero tan carentes de contenido.
Ahora que la fiereza discursiva de antaño está ausente, es posible entender con
claridad que la mediatización hecha al gobierno de Álvaro Uribe promulgó en la
opinión pública una falsa confianza: que la fuerza ideológica de las FARC se ha
debilitado, que el capital intelectual (jefes, líderes) está muerto. Afirmar algo así es
una cuestión que resulta ambigua, pues decir que la guerrilla ha perdido su
sentido político es una falacia: no es preciso olvidar que las FARC surgieron a
modo de respuesta al hermetismo bipartidista de finales de 1940, sistema
estructural que no ha cambiado en lo más mínimo: hoy todavía nos encontramos
fundidos con un gobierno si no bipartidista, oligárquico que impide si no la
creación, el desarrollo pleno de terceros partidos. Por esa razón, la guerrilla
todavía tiene estatus político10, condición difícil de erradicar dado su arraigo social
(está originada en la pobreza y en la falta de oportunidades).
9
Ibíd.
10
El estatus político no es porque se trate de grupos insurgentes reconocidos o no por el
Presidente de la República o el Gobierno, sino por el fuerte componente político que tienen en
esencia y que la política de seguridad democrática quiso invisibilizar a fin de reducirlos a su más
abyecta dimensión criminal.
11
creó el marco jurídico de la Ley 985 de 2005 o Ley de Justicia y Paz, ―por la cual
se dictan disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados
organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la
consecución de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos
humanitarios.‖11; esta, a su vez, podría también ser utilizada en procesos de
desmovilización de integrantes de los grupos guerrilleros.
La reconciliación debe ser un proceso permanente que cubra todas las demás
fases e involucre a las víctimas, a los victimarios, al Estado y a la misma sociedad;
esto con el fin de transformar a los individuos desmovilizados en capital humano y
social activo. Así mismo, para la reinserción a la vida civil debe haber garantías
reales de su factibilidad, todo el proceso de desmovilización debe tener un suelo
firme donde sostenerse, no puede tratarse solo de que los guerrilleros o
paramilitares dejen sus armas de fuego sobre una mesa y regresen a las ciudades
o municipios para convertirse en exguerrilleros o exparamilitares. Una vez se
reincorporan a la vida civil, la vida en las filas no puede convertirse para ellos solo
en una anécdota de un pasado personal.
11
Ley de Justicia y Paz. Disponible en internet <http://www.eclac.cl/oig/doc/COL2005Ley975.pdf>
12
Ibíd.
12
La situación de violencia en Colombia no es una guerra declarada, no es una
situación de exterminio, es todavía un conflicto interno negociable que ha resistido
sesenta años no porque lo financie el tráfico de droga sino porque los problemas
sociales de hoy siguen siendo los mismos de hace sesenta años. Lo que claudica
a quienes son reclutados por las FARC o por los paramilitares no es la ignorancia
o la ingenuidad, sino la necesidad.
Conclusiones y recomendaciones
Cabe arriesgarse a afirmar que el dejo pendenciero del discurso de Álvaro Uribe
(ratificado por los rumores populares y algunos comportamientos suyos) hizo que
el proceso de paz que debía tener lugar en su gobierno (como en los anteriores)
se percibiera manchado por la urgencia de destruir a la guerrilla mas no por
encaminar al país hacia la paz. En este periodo gubernamental de ocho años
ocurrieron también los denominados (por la prensa) ―falsos positivos‖ y las falsas
desmovilizaciones, dado el afán por mostrar resultados no ante el pueblo
colombiano sino ante el mismo Ministerio Público, y para alimentar la estadísticas
mediáticas y el espectro de seguridad del afamado discurso.
En realidad, al igual como ocurrió con Pablo Escobar, las bajas dadas a los jefes
guerrilleros y paramilitares (ya sea por muerte o por captura) no puede
interpretarse de modo absoluto porque ante la caída de las figuras prevalece el
contexto que las creó, mucho más cuando se trata de estructuras jerárquicas en
las que el poder se relega por necesidad y estrategia:
13
secretariado la organización se dispersaría y probablemente se
generaría un problema criminal grande. 13
Propuesta
Sin embargo, una vez más, es el Estado, en cuanto Estado social de derecho,
quien puede garantizar la redistribución de la riqueza. En esta noción se
reivindican los derechos sociales y económicos para garantizar los medios para
13
FUNDACIÓN IDEAS PARA LA PAZ. Entrevista realizada por Lucía Camargo Rojas y Margareth
Figueroa, Equipo de Comunicación del CINEP, Revista Cien Dias. Disponible en Internet
<http://www.ideaspaz.org/portal/index.php?option=com_content&view=article&id=942:termometro-
de-paz&catid=147:columnas&Itemid=160>
14
Para Angelo Papacchini la libertad es el eje organizador de los derechos fundamentales y esta
forma de libertada la denomina libertad como liberación del hambre y la miseria. PAPACCHINI,
Angelo. Filosofía y derechos humanos, Cali: Universidad del Valle, 1997, p. 43.
14
poder vivir de manera digna. Se reclaman las garantías mínimas para encontrar
trabajo productivo y conservarlo; acceso a formación técnico-profesional; espacios
suficientes de descanso y tiempo libre.
15
Ibíd., p. 49.
15
Bibliografía
Archivo revista Semana. Muerto Alberto Uribe Sierra. En: El Mundo [en línea],
miércoles junio 15 de 1983, Medellín, [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible
en http://www.semana.com/documents/Doc-1521_2007107.pdf
Sí hay guerra, señor presidente. En: Revista Semana [en línea], domingo 6 de
febrero de 2005 [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.semana.com/portada/guerra-senor-presidente/84650-3.aspx>
GAVIRIA, José Obdulio. El embrujo terrorista. En: El Tiempo [en línea], mayo 10
de 2011, [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/josobduliogaviria/ARTICULO-WEB-
NEW_NOTA_INTERIOR-9322926.html
REYES, Yolanda. Cómo reparar lo que jamás sucedió. En: El Tiempo [en línea],
domingo 15 de mayo de 2011 [recuperado mayo 16 de 2011]. Disponible en
<http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/yolandareyes/como-reparar-lo-que-
jamas-sucedio_9358745-4>
16