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Martin mcdonag

PERSONAJES

Tupolski

Katurian

Ariel

Michal

Madre

Padre

Niño

Niña
PRIMER ACTO

Escena uno

Cuarto de interrogatorios de la policía. Katurian, sentado en una mesa, al


centro, con los ojos vendados. Tupolski y Ariel entran y se sientan
enfrente de él. Tupolski trae un archivador que contiene un enorme fajo de
papeles.

TUPOLSKI: Señor Katurian, él es el detective Ariel. Yo soy el detective


Tupolski…¿Quién le puso eso?

KATURIAN: ¿Qué?

Tupolski le quita el vendaje.

TUPOLSKI: ¿Quién le puso esto?

KATURIAN: Mmm….el señor.

TUPOLSKI: ¿Y por qué no se lo quitó? Se ve estúpido.

KATURIAN: No pensé que se pudiera.

TUPOLSKI: Se ve realmente estúpido.

KATURIAN: (pausa) Sí.

TUPOLSKI: (pausa) Como decía, él es el Detective Ariel y yo soy el


Detective Tupolski.

KATURIAN: Bueno, lo primero que quiero decir es que tengo un respeto


absoluto por ustedes y por lo que hacen y tengo mucho gusto en ayudarlos
de la manera en que me sea posible. Les tengo un respeto absoluto.

TUPOLSKI: Que bueno oír eso.

KATURIAN: No soy como uno de esos…¿si me entiende?

TUPOLSKI: ¿Uno de esos qué? No le entiendo.


KATURIAN: Uno de esos tipos de gente que no respeta a la policía.
Nunca he tenido problemas con la policía. Nunca en mi vida. Y yo…

ARIEL: Nunca ha tenido problemas hasta ahora, querrá decir.

KATURIAN: ¿Ah?

ARIEL: Repito. Nunca ha tenido problemas hasta ahora, querrá decir.

KATURIAN: ¿Tengo problemas con la policía ahora?

ARIEL: ¿Qué está haciendo aquí si no?

KATURIAN: Ayudándolos con sus investigaciones, pensé.

ARIEL: ¿Entonces somos amigos y lo trajimos acá para hacer visita social
como si fuéramos amigos?

KATURIAN: No, ustedes no son mis amigos…

ARIEL: Le leyeron sus derechos. Lo sacaron de su casa. Le vendaron los


putos ojos. ¿Cree que así tratamos a nuestros amigos?

KATURIAN: No, no somos amigos. Pero así mismo, espero que tampoco
seamos enemigos.

ARIEL: (pausa) Le voy a dar bien duro en su puta cabeza.

KATURIAN: (pausa) ¿Qué?

ARIEL: ¿Estoy hablando trabado? Tupolski, ¿estoy hablando trabado?

TUPOLSKI: No, no estás hablando trabado. Eres bastante claro.

ARIEL: No pensé que estuviera hablando trabado.

KATURIAN: No vayan a… Voy a responder todo lo que quieran. No


tienen que…

ARIEL: “Va a responder todo lo que queramos”. No ha habido una


pregunta. “Va a responder todo lo que queramos”. Sí ha habido una
pregunta: “¿Qué tanto va a hacer que lo volvamos mierda?” Esa es la
pregunta.

KATURIAN: Voy a tratar de hacer que no me vuelvan mierda para nada


porque voy a responder a todo.

TUPOLSKI: Buen comienzo, ¿no?

Viendo a Katurian, Ariel se dirige vagamente hacia una de las paredes;


fuma un cigarro.

¿Por qué cree que lo trajimos aquí? Debe tener alguna sospecha.

ARIEL: ¿Por qué no empezamos a torturarlo de una vez y acabamos con


toda esta mierda?

KATURIAN: ¿Qué….?

TUPOLSKI: Aquí quién manda Ariel: ¿tú o yo? (Pausa.) Gracias. No le


haga caso. Retomando, ¿por qué cree que lo trajimos aquí?

KATURIAN: Me estoy rompiendo la cabeza, pero no puedo pensar.

TUPOLSKI: ¿Se está rompiendo la cabeza, pero no puede pensar?

KATURIAN: No.

TUPOLSKI: Bueno, ¿sí o no?

KATURIAN: Sí.

TUPOLSKI: ¿Qué?

KATURIAN: Que nunca he hecho nada. Nunca he hecho nada contra la


policía. Nunca he hecho nada contra el estado…

TUPOLSKI: ¿Se está rompiendo la cabeza pero no puede pensar en una


sóla razón por la que lo trajimos aquí?

KATURIAN: Puedo pensar en una razón, o más bien no en una razón sino
en una cosa, y asumo que hay un vínculo, aunque no veo cómo puede haber
un vínculo.
TUPOLSKI: ¿Vínculo de qué? ¿de qué con qué? o ¿de qué a qué?

KATURIAN: Pues que también se llevaron mis cuentos cuando me


arrestaron, y que ahí los tienen; esa es la cosa.

TUPOLSKI: ¿Los tengo dónde? ¿Ha estado leyendo los papeles que tengo
enfrente?

KATURIAN: No he estado leyendo…

TUPOLSKI: Papeles que, por si no sabe, pueden haber sido clasificados


como una cosa muy muy secreta.

KATURIAN: Alcancé a ver los títulos, de un vistazo.

TUPOLSKI: ¿Ah, con su visión periférica?

KATURIAN: Sí.

TUPOLSKI: Pero, un momento, si hubiera sido su visión periférica tendría


que estar volteado como para este lado… (Tupolski se voltea echando un
vistazo a los papeles.) ¿Si ve? Así. Como mirando de reojo.

KATURIAN: Lo que quería decir es …

TUPOLSKI: ¿Si ve? Así. Como mirando de reojo.

KATURIAN: Es que hablo de la visión periférica por debajo de mis ojos.

TUPOLSKI: Ahh, la visión periférica por debajo de sus ojos.

KATURIAN: No sé si exista una palabra para eso.

TUPOLSKI: No existe. (Pausa.) ¿Por qué habría un vínculo? Sus cuentos,


su arresto… No es un crimen escribir un cuento.

KATURIAN: Eso pensé.

TUPOLSKI: Dadas ciertas restricciones.

KATURIAN: Claro.
TUPOLSKI: La seguridad del Estado, la seguridad general del como sea
que se llame. Ni siquiera las llamaría restricciones.

KATURIAN: Yo tampoco las llamaría restricciones.

TUPOLSKI: Las llamaría indicaciones.

KATURIAN: Sí, indicaciones.

TUPOLSKI: Dadas ciertas indicaciones para la seguridad del como sea


que se llame, no es un crimen escribir un cuento.

KATURIAN: Eso pensé. Eso es todo.

TUPOLSKI: ¿Qué es todo?

KATURIAN: Mejor dicho, que estoy de acuerdo. Ustedes leyeron estas


cosas, estas “historias”, supuestamente “la policía es así”, “el gobierno es
asá”. La cosa política … o cómo se llame… “El gobierno debería hacer
tal cosa”. Por favor. A la mierda. ¿Sabe qué? Si tuviera un interés
político, si tuviera alguna cosa política, mejor escribo un puto ensayo y ya.
¡Quédense con su izquierda y con su derecha y cuénteme una puta historia!
¿Sabe una cosa? Un gran hombre dijo una vez: “el primer deber de un
narrador es contar una historia” y lo creo absolutamente: “el primer deber
de un narrador es contar una historia. ¿O más bien era: “el único deber de
un narrador es contar una historia”? Sí, era: “el único deber de un narrador
es contar una historia”. Ya ni me acuerdo, pero en cualquier caso, eso es lo
que hago, cuento historias. No tengo ningún interés personal ni social en
absoluto. Y por eso no puedo ver por qué me trajeron aquí, no puedo verlo,
a no ser que algo político se haya colado por accidente, o que algo que
pueda parecer político se haya metido, en cuyo caso muéstrenme dónde
está. Muéstrenme dónde está el hijueputa. Lo saco y lo quemo. ¿No?

Pausa. Tupolski se queda mirándolo.

¿Si me entiende?

TUPOLSKI: Tengo que llenar este formulario. Es por si acaso le llega a


pasar algo malo bajo custodia. (Pausa.) Creo que hay un error con su
nombre. Su apellido es Katurian, ¿no?

KATURIAN: Sí.
TUPOLSKI: Teníamos Katurian como su nombre.

KATURIAN: Mi nombre es Katurian.

TUPOLSKI: (pausa) ¿Su nombre es Katurian?

KATURIAN: Sí.

TUPOLSKI: ¿Y su apellido es Katurian?

KATURIAN: Sí.

TUPOLSKI: ¿Se llama Katurian Katurian?

KATURIAN: Mis padres eran gente rara.

TUPOLSKI: Mmm, ¿y la inicial de la mitad?

KATURIAN: K.

Tupolski lo mira. Katurian asiente con la cabeza y se encoge de hombros.

TUPOLSKI: ¿Se llama Katurian Katurian Katurian?

KATURIAN: Como le dije, mis padres eran gente rara.

TUPOLSKI: Mmm, por “rara” entiendo “totales imbéciles”.

KATURIAN: No lo contradigo.

TUPOLSKI: ¿Su dirección es Kamenice 4443?

KATURIAN: Sí.

TUPOLSKI: ¿Con quién vive?

KATURIAN: Con mi hermano, Michal.

TUPOLSKI: Ah, Michal. ¡Por lo menos no es otro puto Katurian!

ARIEL: Es retrasado, ¿no?

KATURIAN: No, no es retrasado. Es un poco lento a veces.


ARIEL: Un poco lento. Ok.

TUPOLSKI: ¿Su pariente más cercano?

KATURIAN: Michal. ¿Mi pariente más cercano?

TUPOLSKI: Sólo son formalidades, Katurian. ¿Si me entiende? (Pausa.)


Lugar de trabajo.

KATURIAN: Matadero de Kamenice.

ARIEL: Qué escritor.

KATURIAN: No está tan mal.

TUPOLSKI: ¿Le gusta trabajar allá?

KATURIAN: No, pero no está tan mal.

ARIEL: Despedazar animales.

KATURIAN: No los despedazo. Yo sólo limpio.

ARIEL: Ah, no los despedaza. Usted sólo limpia.

KATURIAN: Sí.

ARIEL: Ya veo.

KATURIAN: Sólo limpio.

ARIEL: Sólo limpia. No despedaza.

KATURIAN: Sí.

ARIEL: Ya veo.

Pausa. Tupolski suelta su pluma y parte en dos la forma que ha estado


llenando.

TUPOLSKI: No era un formulario por si le sucedía algo malo bajo


custodia. Estaba bromeando.
KATURIAN: ¿Qué era?

TUPOLSKI: Era una hoja de papel que iba a romper en dos.

Tupolski busca entre el fajo de cuentos hasta que encuentra el que busca.

Muy bien, aquí está “Los hombrecitos manzana”.

KATURIAN: ¿Qué pasa con eso?

Ariel se dirige vagamente a la mesa, se sienta y saca un cigarrillo mientras


Tupolski familiariza con el relato.

No es de mis mejores. (Pausa.) Aunque es bastante bueno.

TUPOLSKI: Es un cuento, empieza con que hay una niñita y su papá la


trata mal.

KATURIAN: La cachetea y eso. Él es un…

TUPOLSKI: Parece que tiene muchas… ¿Él es un qué?

KATURIAN: ¿Qué?

TUPOLSKI: El papá.

ARIEL: Dijo “él es un…” algo.

TUPOLSKI: Representa algo, ¿no?

KATURIAN: Representa a un mal padre. Es un mal padre. ¿Qué quieren


decir con “representa”?

TUPOLSKI: Es un mal padre.

KATURIAN: Sí. Le pega a la niñita.

TUPOLSKI: Por eso es un mal padre.

KATURIAN: Sí.
TUPOLSKI: ¿Qué más le hace a la niñita si es “un mal padre”?

KATURIAN: Creo que todo lo que dice el cuento es que el papá trata mal
a la niñita. Ustedes pueden sacar sus propias conclusiones.

ARIEL: Ah, entonces podemos sacar nuestras propias conclusiones, ¿no?

KATURIAN: ¿Eh?

ARIEL: Nos está diciendo que entonces podemos sacar nuestras propias
conclusiones, ¿no es así?

KATURIAN: ¡No! ¡Sí!

ARIEL: Sabemos que podemos sacar nuestras propias conclusiones.

KATURIAN: Yo sé.

ARIEL: ¿Eh?

KATURIAN: Yo sé.

ARIEL: Montándola…¿eh?

Ariel se levanta y se pone a caminar.

TUPOLSKI: Ariel está un poco molesto porque “sacar nuestras propias


conclusiones” es, de cierta forma, nuestro trabajo. (Pausa) Y la primera
conclusión que sacamos es exactamente en cuántos cuentos suyos
“maltratan a una niñita” o “maltratan a un niñito”..

KATURIAN: En algunos. En algunos.

ARIEL: “En algunos”. Yo diría que en un puto montón. ¡En los primeros
veinte cuentos que leí había una niñita jodida de una manera o un niñito
jodido de otra manera…!

KATURIAN: Pero eso no quiere decir nada, no estoy tratando de decir


nada…

ARIEL: ¿No está qué?


KATURIAN: ¿Qué?

ARIEL: No, ¿qué?

KATURIAN: ¿Qué? ¿Están tratando de decir que yo estoy tratando de


decir que los niños representan algo?

ARIEL: “¿…que yo estoy tratando de decir…?”

KATURIAN: ¿Que los niños representan al Pueblo o algo?

ARIEL: (aproximándose) “que yo estoy tratando de decir”. Está poniendo


palabras en mi puta boca, “que yo estoy tratando de decir”. Ahora va a
sacar nuestras propias putas conclusiones…

KATURIAN: ¡No…!

ARIEL: ¡Ya nosotros no podemos ni hablar, según este imbécil de hombre!


¡Baje sus putas manos!

Ariel levanta a Katurian de su silla jalándolo del pelo, lo arrodilla frente a


él y pega en la cara. Tupolski mira esto, suspira.

TUPOLSKI: ¿Listo en todo momento, no Ariel?

Ariel se detiene. Respirando pesadamente, se regresa a su asiento.

(a Katurian) Retome su silla, por favor.

Adolorido, Katurian lo hace.

TUPOLSKI: Ah, casi se me olvida decirlo… Yo soy el policía bueno, él es


el malo. (Pausa.) Pero regresemos a la literatura. El padre, como
habíamos dicho, trata mal a la niñita, y un día la niña coje unas manzanas y
talla unos hombrecitos en ellas, con deditos, ojitos y con deditos de los
pies, y se los da a su padre, pero le dice que no son para comer, que son
para guardar como recuerdo de juventud de su única hijita, y naturalmente,
el padre que era un cerdo se los traga todos de un bocado, sólo para
fastidiarla, y como había cuchillas de afeitar adentro, agoniza y se muere.

KATURIAN: Y ese podría ser el final del cuento, ese debería ser el final
del cuento, el papá se lleva su merecido. Pero sigue.
TUPOLSKI: Pero sigue. La niña se despierta esa noche. Una grupo de
hombrecitos-manzana se trepan sobre su pecho. Le abren la boca. Le
dicen…

KATURIAN: (con una vocecita) “Mataste a nuestros hermanitos…”

TUPOLSKI: “Mataste a nuestros hermanitos”. Se le meten por la garganta


y se ahoga en su propia sangre. Fin.

KATURIAN: Es un giro. Parece que fuera una secuencia sueño. Pero no.
(Pausa.) ¿Qué? Dije que no era el mejor.

ARIEL: ¿Va mucho al barrio judío, Katurian?

KATURIAN: ¿Al barrio judío? No. De vez en cuando paso por ahí.
Recojo a mi hermano en el distrito de Lamenec, en su colegio. No es en el
barrio judío. Se pasa por el barrio judío.

ARIEL: Usted recoge a su hermano, él es mayor que usted, ¿todavía va al


colegio?

KATURIAN: Es un colegio especial. Para problemas de aprendizaje.


(Pausa.) ¿Pasa algo con los judíos? No conozco a ningún judío.

ARIEL: ¿No conoce a ningún judío?

KATURIAN: No tengo nada en contra de los judíos, pero no conozco a


ningún judío.

ARIEL: ¿Pero no tiene nada en contra de los judíos?

KATURIAN: No. ¿Debería?

TUPOLSKI: “¿Debería?” Buena respuesta. “¿Debería?” Cobarde y servil


por un lado y vagamente sarcástico y provocativo por el otro. “¿Debería?”

KATURIAN: No trataba de ser provocativo.

TUPOLSKI: ¿Estaba tratando de ser servil?

KATURIAN: No.
TUPOLSKI: Entonces estaba tratando de ser provocativo. Y ahora Ariel le
va a volver a pegar…

KATURIAN: Oigan, no entiendo qué estoy haciendo aquí. No sé qué es lo


que quieren que diga. No tengo nada en contra de nadie. Ni contra los
judíos, ni contra ustedes, ni contra nadie. Yo sólo escribo cuentos. Eso es
lo único que hago. Esa es mi vida. Me quedo en mi casa y escribo
cuentos. Eso es todo.

Ariel se pone de pie y va hacia la puerta.

ARIEL: Eso me acuerda. Voy a hablar con el hermano.

Ariel sale, Tupolski sonríe, Katurian se queda pasmado, asustado.

KATURIAN: Mi hermano está en el colegio.

TUPOLSKI: Ariel y yo tenemos un chiste, siempre decimos “eso me


acuerda” cuando no hay nada que nos acuerde lo que decimos que nos
acordamos. Es muy chistoso.

KATURIAN: Mi hermano está en el colegio.

TUPOLSKI: Su hermano está a una puerta de acá.

KATURIAN: (pausa) Pero se va a asustar…

TUPOLSKI: Quien parece un poco asustado es usted.

KATURIAN: Estoy un poco asustado.

TUPOLSKI: ¿De qué está asustado?

KATURIAN: ¡Estoy asustado de que mi hermano esté solo en un lugar


extraño, y me asusta que su amigo vaya a volverlo mierda, y me asusta que
él regrese y me vuelva mierda a mí otra vez, aunque si lo hace, está bien;
digo, preferiría que no lo hiciera, pero si hay algo en estos cuentos que no
les gusta, adelante, vénganse contra mí, pero mi hermano se asusta con
mucha facilidad, y no entiende estas cosas, y no tiene nada que ver con
estos cuentos de todas maneras. Yo sólo si acaso se los leí; así que me
parece totalmente injusto que lo hayan traído hasta acá, y creo que deberían
de una puta vez ir y sacarlo de ahí en este puto instante! ¡En este mismo
puto instante!
TUPOLSKI: (pausa) Apuesto a que ahora es adrenalina pura, o no. ¡Ah!,
le grité a la policía, ¡ah!, no debí haberlo hecho, ¡ah!, pero estaba
verdaderamente exasperado. ¡Ah!cálmese de una puta vez. ¿De acuerdo?
¿Cree que somos animales?

KATURIAN: No.

TUPOLSKI: Pues no, no somos animales. A veces tratamos con animales.


Pero no somos animales. (Pausa.) Su hermano va a estar bien. Le doy mi
palabra.

Tupolski mira otro cuento dentro del montón.

“El cuento de las tres horcas”. Éste no contiene su tema, por lo visto.

KATURIAN: ¿Qué tema?

TUPOLSKI: Ya sabe, su tema: “algún pobre niño a quien vuelven mierda”.


Su tema.

KATURIAN: Ese no es un tema. Algunos han tenido ese resultado. Ese


no es un tema.

TUPOLSKI: Aunque quizás contiene su tema de manera tangencial.

KATURIAN: No tengo temas. He escrito ¿cuántos? cuatrocientos


cuentos, y tal vez diez o veinte tienen niños en ellos.

TUPOLSKI: Niños asesinados.

KATURIAN: ¿Entonces todo esto es sobre cuentos de niños asesinados?


¿Usted cree que estoy tratando de decir que “vayan y maten niños”?

TUPOLSKI: ¡No! ¡Para nada! Ni en chiste. No estoy diciendo que usted


diga que “vayan y maten niños”. (Pausa.) ¿Está tratando de decir que
“vayan y maten niños”?

KATURIAN: ¡No! ¡De ninguna maldita manera! ¿Está bromeando? ¡No


estoy tratando de decir nada de nada! Eso es todo.

TUPOLSKI: Ya sé, ya sé, eso es todo; el primer deber de un narrador es…


KATURIAN: Sí…

TUPOLSKI: …bla, bla, bla, ya lo sé. “El cuento de las tres horcas”…

KATURIAN: Si aparecen niños en ellos es de forma incidental. Si


contienen algo sobre política es incidental. Es accidental.

TUPOLSKI: Excepto, que, no me interrumpa cuando estoy hablando.

KATURIAN: No, perdón…

TUPOLSKI: Si pregunto algo directamente, está bien, o si con mis ojos le


indico: “a ver, diga algo”, entonces, diga algo, pero si estoy en la mitad de
una cosa…

KATURIAN: Yo sé, perdón…

TUPOLSKI: ¡Y, por la puta que lo pareó, lo está haciendo otra vez! ¿Le
pregunté algo directamente? ¿Le indiqué con mis ojos: “a ver, diga algo”?

KATURIAN: No.

TUPOLSKI: No, no lo hice, ¿no? (Pausa.) ¿No? Mire, esta sí fue una
pregunta directa y sí le indiqué con mis ojos: “a ver, diga algo”.

KATURIAN: Perdón. Estoy nervioso.

TUPOLSKI: Tiene derecho a estar nervioso.

KATURIAN: Lo sé.

TUPOLSKI: No, no me escuchó. Le dije: “tiene derecho … a estar


nervioso”.

KATURIAN: ¿Por qué?

TUPOLSKI: (pausa) “El cuento de las tres horcas”. ¿Qué está tratando de
decirnos en este cuento?

KATURIAN: No estoy tratando de decirles nada. Se supone que es un


acertijo sin solución.

TUPOLSKI: ¿Y cuál es la solución?


KATURIAN: No hay. Es un acertijo sin solución.

TUPOLSKI: Yo creo que sí hay una solución. Pero, claro, yo soy muy
inteligente.

KATURIAN: Bueno, pues, tiene razón, la idea es que uno se se pregunte


cuál es la solución, pero la verdad es que no hay solución, porque no hay
nada peor que las dos cosas que dice.

TUPOLSKI: ¿No hay nada peor?

KATURIAN: (pausa) ¿Lo hay?

Tupolski parafrasea el cuento.

TUPOLSKI: Un hombre se despierta en una horca de hierro, en donde lo


han abandonado para que se muera de hambre. Sabe que es culpable del
crimen por el cual se encuentra ahí, pero no se acuerda cuál era el crimen.
Al otro lado de la encrucijada hay otras dos horcas. En una hay una placa
que dice: “Violador”; en la otra, hay una placa que dice: “Asesino”. Hay un
polvoriento esqueleto dentro de la jaula del violador y, dentro de la jaula
del asesino hay un anciano moribundo. Nuestro hombre no puede leer la
placa que está fuera de su propia jaula, así que le pide al anciano que se la
lea para saber qué hizo. El anciano mira la placa, mira a nuestro hombre, y
luego le escupe a la cara con asco. (Pausa.) Pasan unas monjas. Rezan un
poco ante el violador muerto. Mmmm. Le dan agua y comida al anciano
asesino. Mmmm. Leen el crimen de nuestro hombre. Horrorizadas, se
alejan llorando. (Pausa.) Pasa un bandolero, ajá. Mira al violador con poco
interés. Ve al anciano asesino, rompe el candado de su jaula, y lo libera.
Se acerca a la jaula de nuestro hombre y lee su crimen. El bandolero sonríe
ligeramente. Nuestro hombre le devuelve la sonrisa, ligeramente. El
bandolero levanta su pistola y le dispara al corazón. Mientras se muere
nuestro hombre grita: “¡nada más díganme qué fue lo que hice!” El
bandolero se aleja sin decirle qué hizo. Las últimas palabras que nuestro
hombre dice son: “¿me iré al infierno?” Y el último sonido que escucha es
al bandolero riéndose en voz baja.

KATURIAN: Ese sí es un buen cuento. Un poco estilizado. ¿Qué tipo de


estilo? No sé. En realidad no me interesa nada el estilo, pero cuento no hay
nada malo con el cuento, ¿o sí?
TUPOLSKI: No, el cuento no tiene nada de malo. No hay nada en ese
cuento por lo cual se podría decir que la persona que lo escribió es un puto
enfermo cerdo hijo de puta. No. Este cuento es una pista.

KATURIAN: ¿Una pista?

TUPOLSKI: Una pista.

KATURIAN: Ah.

TUPOLSKI: Me dice: sobre la superficie digo esto, pero por debajo de la


superficie estoy diciendo otra cosa.

KATURIAN: Ah.

TUPOLSKI: Es una pista. ¿Entiende?

KATURIAN: Sí. Es una pista.

TUPOLSKI: Es una pista. (Pausa.) ¿Dice que es su mejor cuento?

KATURIAN: No. Es uno de mis mejores cuentos.

TUPOLSKI: Ah, es uno de sus mejores cuentos. Tienes tantos.

KATURIAN: Sí. (Pausa.) Mi mejor cuento es “El pueblo sobre el río”. “El
cuento del pueblo sobre el río”.

TUPOLSKI: ¿El mejor es “El cuento del pueblo sobre el río”? Espere,
espere, espere, espere, espere, espere, espere, espere, …

Tupolski encuentra el cuento rápidamente.

Espere… Aquí está. Ajá. Esto me dice algo, “este es su mejor cuento.

KATURIAN: ¿Qué, por qué, es una pista?

Tupolski se queda mirándolo.

Hmm. Es el único que han publicado.

TUPOLSKI: Ya sabemos que es el único que han publicado.


KATURIAN: Hasta ahora.

TUPOLSKI: (Se ríe a medias. Pausa) Lo publicaron en La Libertad.

KATURIAN: Sí.

TUPOLSKI: La Libertad.

KATURIAN: No la leo.

TUPOLSKI: No la lee.

KATURIAN: Mando los cuentos a circular, con la esperanza de que el que


quiera lo publique. No leo todos los…

TUPOLSKI: No lee La Libertad.

KATURIAN: No.

TUPOLSKI: No es ilegal que lea La libertad.

KATURIAN: Lo sé. Ni me que me hayan publicado un cuento. Yo sé.

TUPOLSKI: Contiene su tema. (Pausa.) ¿Le dieron temas en La libertad?


Como “escriba un cuento sobre un pony” o “escriba un cuento sobre algún
niñito al que lo vuelven mierda”. ¿Se los dieron?

KATURIAN: Solamente me dieron un máximo de palabras.

TUPOLSKI: ¿Fue un tema de su elección?

KATURIAN: Fue un tema de mi elección.

Tupolski le entrega a Katurian el cuento.

TUPOLSKI: Léamelo.

KATURIAN: ¿Todo?

TUPOLSKI: Todo. De pie.

Katurian se levanta.
KATURIAN: Me siento como si estuviera en el colegio.

TUPOLSKI: Mm. Excepto que en el colegio no lo ejecutaban al final.


(Pausa.) A menos que haya ido a un colegio realmente duro.

Pausa, Katurian lee el cuento, disfrutando de sus propias palabras,


detalles y giros.

KATURIAN: (pausa) Mm… “Hace mucho tiempo, en un pueblito de


calles empedradas, a orillas de un río de corriente veloz, vivía un niñito que
no se entendía con los otros niños del pueblo; lo molestaban y lo
maltrataban porque era pobre, porque sus padres eran alcohólicos, porque
se vestía con harapos y porque andaba descalzo. El niñito, sin embargo,
tenía un carácter alegre y soñador y no le importaban ni los insultos, ni las
palizas, ni su interminable soledad. Sabía que era de corazón bueno y que
estaba lleno de amor, y que algún día alguien, en algún lugar, se daría
cuenta del amor que tenía dentro y le correspondería con bondad.
Entonces, sentado una noche, mientras se curaba sus más recientes
moretones a la orilla de un puente de madera que cruzaba el río y que
conducía al pueblo, oyó que se acercaban un caballo y una carreta por la
oscura calle de piedra, y, a medida que se acercaba más vio al conductor
vestido en la más oscura de las ropas; una capucha negra le cubría el rostro
arrugado. El cuerpo del niñito se estremeció de miedo. Haciendo a un lado
el temor, el niño sacó el pequeño sánduche que tenía para comer esa noche,
y, en el mismo momento en el que la carreta estaba a punto de cruzar por
encima del puente, se lo ofreció al conductor encapuchado para ver si
quería un poco. La carreta se detuvo, el conductor asintió con la cabeza, se
bajó y se sentó junto al niño por un rato, compartiendo el sánduche y
hablando sobre esto y lo otro. El conductor le preguntó al niño por qué
estaba descalzo, en harapos y tan solo, y al contarle el niño sobre su pobre
y dura vida, logró echar un vistazo a la parte de atrás de la carreta. Tenía
apiladas un montón de jaulas de animales, pequeñas y vacías, todas sucias
y apestosas. Y cuando el niño quiso preguntarle qué clase de animales
habían estado dentro, el conductor se paró y dijo que tenía que irse. “Pero
antes de que me vaya”, susurró, “como has sido tan amable con un viajero
viejo y cansado, ofreciéndome la mitad de tu ya de por sí escasa porción,
quisiera darte algo de cuyo valor puedes hoy no darte cuenta, pero un día,
cuando seas un poco mayor, quizás, podrás realmente valorarlo y
agradecérme por ello. Ahora, cierra los ojos”. Y así, el niño hizo lo que se
le había pedido y cerró los ojos, y, de un bolsillo secreto de su ropa, el
conductor sacó un enorme, filudo y brillante cuchillo de carne;
levantándolo en el aire y dejándolo caer sobre el pie derecho del niño,
amputándole así sus cinco deditos embarrados. Y mientras el niño, sentado
en un silencio paralizante, miraba a la distancia en blanco, sin ver nada en
particular, el conductor recogió los sangrientos dedos, los lanzó a la
bandada de ratas que se habían empezado a juntar en las alcantarillas, se
montó en su carreta, y en total calma cruzó el puente, dejando al niño, a las
ratas, al río y al oscuro pueblo de Hamelin atrás para siempre”.

Katurian mira a Tupolski esperando alguna respuesta, le devuelve el


cuento y se sienta otra vez.

De Hamelin, ¿ve?

TUPOLSKI: De Hamelin.

KATURIAN: ¿No entiende? El niño es el pequeño cojo que no alcanza a


seguir al Flautista de Hamelin cuando éste regresa para llevarse a todos los
niños. Así fue como quedó cojo.

TUPOLSKI: Ya sé.

KATURIAN: Es un giro.

TUPOLSKI: Ya sé que es un giro.

KATURIAN: Él estaba detrás de los niños.

TUPOLSKI: ¿Quién estaba detrás de los niños?

KATURIAN: Detrás de los niños estaba El Flautista de Hamelin. Desde el


principio. Mi idea era que él llevó las ratas. Él llevó las ratas. Él sabía
que la gente del pueblo no le iba a pagar. Estaba detrás de los niños desde
el principio.

TUPOLSKI: (asiente con la cabeza. Pausa) Esto me acuerda.

Tupolski va hacia os cajones del archivero, saca una caja de metal del
tamaño de una caja de galletas, se sienta y la pone sobre la mesa en medio
de ellos.

KATURIAN: ¿Qué? Ah… “Esto le acuerda”, cuando no lo acuerda de


nada.

Tupolski queda mirándolo.


¿Qué hay en la caja?

Se escucha a un hombre gritando terriblemente a unos cuantos cuartos de


ahí. Katurian se pone de pie, muy nervioso.

Ese es mi hermano.

TUPOLSKI: (escuchando) Sí, creo que sí.

KATURIAN: ¿Qué le está haciendo?

TUPOLSKI: Pues algo putamente horrible. Yo no sé. ¿O sí?

KATURIAN: Me dijo que no lo iba a tocar.

TUPOLSKI: Yo no lo he tocado.

KATURIAN: Pero me dijo que iba a estar bien. Me dio su palabra.

Los gritos paran.

TUPOLSKI: Katurian, soy un policía de alto rango en una puta dictadura


totalitaria. ¿Cómo se le ocurre creer en mi palabra?

Ariel regresa, envolviendo su mano ensangrentada con un trapo blanco.

KATURIAN: ¿Qué le hizo a mi hermano?

Ariel se lleva hacia un lado a Tupolski. Hablan en un rincón por un


momento y luego se sientan.

¡Pregunté ¿qué le hizo a mi hermano?!

TUPOLSKI: ¿Ves, Ariel? Ahora es Katurian el que hace las preguntas.


Primero fue: “¿Qué hay en la caja?” –eso fue mientras torturabas al
retrasado ese-, y luego “¿qué le hizo a mi hermano?”

KATURIAN: A la mierda “qué hay en la caja”. ¿Qué le hizo a mi


hermano?

TUPOLSKI: Pues bien, Ariel tuvo una infancia difícil, ¿ve? Y tiende a
desquitarse con todos los retrasados que llegan a nuestra custodia. Es algo
muy malo, si se pienda bien.
KATURIAN: ¿Qué le hizo?

ARIEL: ¿Sabe qué? Siendo usted tan arribista y tan escandaloso


normalmente ya le hubiera roto la cara, pero como eso es lo que le estaba
haciendo a su hermano subnormal, me está doliendo la mano, así que por
ahora sólo le voy a hacer una severa advertencia.

KATURIAN: Quiero ver a mi hermano. Ahora mismo.

TUPOLSKI: Le rompiste la cara, ¿cierto, Ariel? Aunque, un momento, eso


podría clasificarse como brutalidad policíaca, ¿no? ¡Uy, no!

ARIEL: En serio que me lastimé la mano.

TUPOLSKI: ¡Mira tu pobre mano!

ARIEL: Yo sé. En serio me duele.

TUPOLSKI: ¿Cuántas veces te lo he dicho? Usa una macana, usa un cómo


se llame. ¿Con las manos no más, Ariel? ¿Y con un retrasado? Ni siquiera
va a sentir el beneficio.

KATURIAN: ¡Sólo es un niño!

ARIEL: Por el momento me voy a tomar un descanso, pero la próxima vez


que entre ahí, le voy a meter algo afilado y se lo voy girar por dentro.

TUPOLSKI: Um, Ariel, eso definitivamente se clasificaría como


“brutalidad policíaca”.

KATURIAN: ¡Quiero ver a mi hermano ahora mismo!

TUPOLSKI: ¿Qué pasó con la tercera niña?

KATURIAN: ¿Qué? (Pausa.) ¿Qué tercera niña?

ARIEL: Entonces son usted y su hermano, ¿no? ¿Son cercanos, usted y su


hermano?

KATURIAN: Es lo único que tengo.

ARIEL: Usted y su hermano tarado.


KATURIAN: No es tarado.

TUPOLSKI: “El escritor y su hermano tarado”. El título para un cuento,


Katurian.

KATURIAN: (llorando) Es sólo un niño.

TUPOLSKI: No, no lo es. ¿Sabe quién sí? Andrea Jovacovic. ¿Sabe quién
era?

KATURIAN: (pausa. Se sienta.) Sólo por los periódicos.

TUPOLSKI: Sólo por los periódicos. ¿Qué sabe de ella “sólo por los
periódicos”?

KATURIAN: Es la niña que encontraron en el cerro.

TUPOLSKI: Es la niña que encontraron en el cerro, sí. ¿Sabe cómo se


murió?

KATURIAN: No.

TUPOLSKI: ¿Por qué no sabe cómo se murió?

KATURIAN: Porque los periódicos no decían.

TUPOLSKI: Los periódicos no decían. ¿Sabe quién era Aaron Goldberg?

KATURIAN: Sólo por los periódicos.

TUPOLSKI: Sí. Era el niño que encontraron en el basurero de atrás del


barrio judío. ¿Sabe cómo se murió?

KATURIAN: No.

TUPOLSKI: No, los periódicos no decían. Los periódicos no dicen


muchas cosas. Los periódicos no dijeron nada sobre la tercera niña, una
niñita muda desaparecida hace tres días, misma zona, misma edad.

ARIEL: Los periódicos dirán algo esta noche.


TUPOLSKI: Los periódicos dirán algo esta noche. Los periódicos dirán
muchas cosas esta noche.

KATURIAN: ¿Sobre la niña muda?

TUPOLSKI: Sobre la niña muda. Sobre las confesiones. Sobre las


ejecuciones. Sobre ese tipo de cosas.

KATURIAN: Pero… no entiendo qué están tratando de decirme. ¿Están


tratando de decirme es que no debería escribir cuentos de asesinatos con
niños porque en este país existen asesinatos de niños?

ARIEL: Quiere hacernos creer que todo lo que tenemos en contra de él no


es más que un desacuerdo con su puto estilo literario. Como si no
supiéramos lo que me acaba de decir el hermano.

KATURIAN: ¿Qué le acaba de decir mi hermano?

ARIEL: Como si no supiéramos lo que hay en la caja.

KATURIAN: Lo que les haya dicho, hicieron que se los dijera. Él no habla
con extraños.

ARIEL: (ajustándose el trapo ensangrentado) Habló conmigo. Parece que


habla con extraños lo más de bien. Me dijo que usted y él sí hablan con
extraños.

KATURIAN: Quiero verlo.

ARIEL: ¿Quiere verlo?

KATURIAN: Quiero verlo. Eso dije.

ARIEL: ¿Está exigiendo verlo?

KATURIAN: Puta, sí estoy exigiendo. Quiero ver si está bien.

ARIEL: Él nunca va a estar bien.

KATURIAN: (de pie) ¡Tengo el derecho de ver a mi hermano!

ARIEL: No tiene ningún puto derecho.


TUPOLSKI: Siéntese, por favor.

ARIEL: No, ya no tiene derechos.

KATURIAN: Tengo derechos. Todo el mundo tiene derechos.

ARIEL: Usted no.

KATURIAN: ¿Por qué yo no?

TUPOLSKI: Abra la caja.

KATURIAN: ¿Eh?

ARIEL: Le voy a dar sus derechos en un minuto.

KATURIAN: Sí, como supongo que también se los dió a mi hermano.

ARIEL: A él ya le dí sus derechos muy bien dados.

KATURIAN: Me lo imagino. Por su puta vida, me lo puedo imaginar.

TUPOLSKI: Abra la caja.

ARIEL: No, soy yo quien, por mi puta vida, se lo puede imaginar.

KATURIAN: Sí, por su puta vida, se lo puede imaginar.

ARIEL: ¡No, yo, el que por mi puta vida, me lo puedo imaginar!

KATURIAN: ¡Ya sé, por su puta vida, que se lo puede imaginar…!

TUPOLSKI: (gritando) ¡Abra la puta caja!

KATURIAN: ¡Ya voy a abrir la puta caja!

Katurian, furioso arranca la tapa de la caja y horrorizado por lo que ve en


el interior, se echa hacia atrás y se va temblando a un rincón.

KATURIAN: ¿Qué es eso?

ARIEL: “¿Qué es eso?” Usted sabe qué es eso. Los encontramos en su


casa.
KATURIAN: ¡No…!

ARIEL: Sú hermano ya admitió su parte…

KATURIAN: ¡No!

ARIEL: Pero difícilmente es el autor intelectual. ¿Sabe cómo murió la niña


que encontraron en el cerro? Con dos cuchillas de afeitar en su gargantica,
cubiertas por una manzana. ¿Chistoso, no?

Tupolski se acerca a la caja…

ARIEL: ¿Sabe cómo murió el niñito judío?

…y saca cinco dedos de los pies, ensangrentados.

TUPOLSKI: Su primer dedo, su segundo dedo, sus tercer dedo, su cuarto


dedo, su quinto dedo.

ARIEL: Esos son los dedos de ese pobre niñito judío, y los encontraron en
su casa, ¿y no tienen nada qué ver con usted?

KATURIAN: (llorando) ¡Yo sólo escribo cuentos!

ARIEL: Estos dedos son un muy buen giro final. ¿no?

TUPOLSKI: Que se los trague.

Ariel arranca a Katurian de la silla.

ARIEL: ¡¿Dónde está la niña muda?! ¡¿Dónde está la niña muda?!

Ariel trata de meter los dedos a la boca de Katurian.

TUPOLSKI: Que no se los trague, Ariel. ¿Qué hace?

ARIEL: Me dijo que se los tragara.

TUPOLSKI: ¡Sólo para asustarlo! ¡Son evidencia! ¡Tenga un poco de


sentido!
ARIEL: ¡A la mierda con “tenga un poco de sentido”! ¡No empiece
conmigo otra vez! Y también no más con la mierda esa del “problema de
infancia”.

TUPOLSKI: Pero usted sí tuvo una infancia problemática…

ARIEL: ¡No más, dije!

TUPOLSKI: Y mírese la mano, es obvio que es sangre artificial.

ARIEL: ¡Váyase a la mierda!

TUPOLSKI: ¿Perdón?

ARIEL: Dije “¡Váyase a la mierda!”

Ariel arroja los dedos al piso y sale malhumorado. Tupolski recoge los
dedos y los vuelve a meter en la caja.

TUPOLSKI: Qué mal genio.

Pausa.

KATURIAN: No entiendo absolutamente nada de lo que pasa.

TUPOLSKI: ¿No? Pues esto es lo que pasa desde las 5:15 p.m. del lunes
cuatro. Junto a la evidencia que encontramos en su casa, su hermano,
tarado o no, bajo presión o no, admitió lo suficiente sobre los asesinatos
para ser ejecutado antes antes de que amanezca, pero, como dijo Ariel, él
difícilmente es el autor intelectual, así que queremos que confiese usted
también. Nos gusta ejecutar escritores. A los iditoas los podemos ejecutar
cualquier día. Y lo hacemos. Pero, al ejecutar a un escritor se manda un
mensaje, ¿si entiende? (Pausa.) No sé qué mensaje será, esa no es mi
especialidad, pero se manda un mensaje. (Pausa.) No, ya sé. Ya sé qué
mensaje se manda. Se manda el mensaje: “NO…ANDE… POR AHÍ…
MATANDO…A… LOS…NIÑOS” (Pausa.) ¿Dónde está la niña muda?
Su hermano no quiso soltar la LENGUA.

KATURIAN: ¿Detective Tupolski?

TUPOLSKI: ¿Señor Katurian?


KATURIAN: He estado oyendo toda su mierda por un buen rato, y quiero
decirle un par de cosas. No creo que mi hermano les haya dicho una sola
palabra. Creo que están tratando de culparnos por dos razones. Una,
porque por algún motivo, no le gustan los cuentos que escribo, y dos,
porque, por alguna razón, no le gusta que que la gente discapacitada se
acumule en sus calles. Creo además que no les voy a decir ni una sola
palabra más hasta que me dejen ver a mi hermano. Así que tortúreme todo
lo que quiera, Detective Tupolski, porque no voy a decir ni una puta
palabra más.

TUPOLSKI: (pausa) Ya veo. (Pausa.) Entonces mejor voy por los


electrodos.

Tupolski sale con la caja de metal. Se cierra la puerta detrás de él. La


cabeza de Katurian se desploma.
Oscuro.
Escena dos

Katurian sentado sobre una cama, rodeado de juguetes, pinturas, plumas,


papel, en el, aproximadamente, cuarto de un niño. Al lado se encuentra
otro cuarto idéntico, hecho quizás de cristal, pero cerrado con un candado
y totalmente oscuro. Katurian relata el cuento en el que actúan él, la
madre, que lleva unos diamantes, y el padre, que usa barba de chivo y
lentes.

Había una vez un niñito a quien su papá y su mamá no cubrían sino con
amor, dulzura, calidez y todas esas cosas. Tenía su propio cuartico en una
casa grande, en la mitad de un hermoso bosque. No le hacía falta nada:
todos los juguetes del mundo eran suyos, todas las pinturas, todos los
libros, todo el papel, todos los lápices. Todas las semillas de la creatividad
habían sido implantadas en él desde muy temprana edad; y la escritura se
convirtió en su gran amor: cuentos cortos, cuentos de hadas, pequeñas
novelas, todas cosas felices y coloridas sobre ositos, marranitos, ángeles y
todas esas cosas, y algunos eran buenos; otros, muy buenos. El
experimento de sus padres había funcionado. La primera parte del
experimento de sus padres había funcionado.

La madre y el padre, después de besar y acariciar a Katurian, entran al


otro cuarto y desaparecen de la vista.

Fue en la noche de su séptimo cumpleaños cuando empezaron las


pesadillas. El cuarto contiguo al suyo había estado siempre cerrado bajo
llave y candado por razones que el niño nunca supo con certeza, y que
nunca cuestionó, hasta que el runruneo grave de taladros, el rechineo de
tornillos apretándose, el desafilado chispeo de aparatos eléctricos
desconocidos, y los gritos camuflados de un niño amordazado, empezaron
a emanar a través de la gruesa pared de ladrillo. Noche tras noche. (A la
madre, con voz infantil) “¿Qué fueron todos esos ruidos de anoche,
mamá?”(con voz normal) preguntaba después de cada larga y desesperada
noche sin sueño. A lo que la madre respondía…

MADRE: Ay mi pequeño Kat, no es más que tu maravillosa imaginación


superactiva que se burla de tí.

KATURIAN: (voz infantil) Ah. ¿Y todos los niñitos de mi edad oyen


semejantes ruidos de abominación todas las noches?

MADRE: No, mi amor. Sólo los que son extraordinariamente talentosos.


KATURIAN: (voz infantil) Ah. Chévere. (voz normal) Y así era la cosa. El
niño siguió escribiendo y sus padres se lo acolitaban con el amor más
grande, pero los ruidos y los gritos continuaban…

En el cuarto contiguo, semioscuro, se sugiere una pesadilla. Aparece, por


un segundo, un niño de ocho años amarrado a la cama y torturado con
taladros y chispas de electricidad.

…y sus cuentos se volvían más y más y más oscuros. Se volvían cada vez
mejores gracias a tanto amor y a tanto estímulo, como suele suceder, pero
también se volvían más y más oscuros, gracias al sonido constante de
tortura infantil, como suele suceder.

Se apaga la iluminación del cuarto contiguo. La madre, el padre y el niño


ya no se pueden ver. Katurian hace a un lado todos los juguetes, etc.

Fue el día en que cumplió catorce años, el día en que esperaba el resultado
de un concurso literario en el que estaba inscrito, que una nota apareció por
debajo de la puerta del condenado cuarto…

Un papel con anotaciones en rojo aparece debajo de la puerta. Katurian


lo recoge.

…una nota que decía: “A ti te han querido y a mí me han torturado durante


siete años por ninguna razón diferente a la de un experimento artístico, un
experimento artístico que ha funcionado. Ya no escribes sobre marranitos
verdes, ¿o sí? La nota estaba firmada por “tu hermano” y la nota estaba
escrita con sangre.

Con un hacha, Katurian irrumpe en el cuarto contiguo.

Con un hacha rompió la puerta para descubrir…

Se iluminan el padre y la madre solos en el cuarto, con taladros y la


grabación de los sonidos anteriormente descritos.

…a sus padres, adentro, sentados, sonriendo, y solos; su padre hacía ruidos


con un taladro, su madre daba gritos camuflados como un niño
amordazado. Había una pequeña olla con sangre de cerdo entre los dos, y
su padre le pidió que leyera el otro lado de la nota. El niño lo hizo y
descubrió que se había ganado el primer premio de cincuenta libras en el
concurso literario. Todos rieron. La segunda parte del experimento de sus
padres había culminado.

El padre y la madre se acuestan juntos a dormir en la cama de Katurian.


Las luces bajan.

Se cambiaron de casa al poco tiempo, y aunque los sonidos de las


pesadillas terminaban, sus cuentos seguían siendo extraños y retorcidos,
pero buenos, y logró estar agradecido con sus padres por toda la locura a la
que lo habían sometido. Y años después, en el día en que se publicó su
primer libro, decidió volver a visitar la casa de su infancia por primera vez
desde que se fue. Recorrió despreocupadamente su antiguo cuarto, y todos
sus juguetes y pinturas estaban aún tirados por ahí…

Katurian entra al cuarto contiguo y se sienta en la cama.

…luego entró al cuarto de al lado, en el que todavía estaban los viejos


taladros cubiertos de polvo, y los candados y los cables eléctricos, tirados
por ahí. Y sonrió pensando en cuán desquiciada era la idea en sí, pero su
sonrisa se desvaneció cuando se topó…

La superficie de la cama se ve muy irregular, como si estuviera llena de


bultos. Saca el colchón para representar el horrendo cadáver de un niño…

…con el cadáver de un niño de catorce años que habían dejado ahí para que
se pudriera, sin casi un solo hueso que no estuviera roto o quemado, y en
cuyas manos había un cuento, garabateado con sangre. Y el niño leyó ese
cuento, un cuento que sólo podría haber sido escrito bajo la más enferma de
las circunstancias; y era la cosa más dulce y más delicada con que jamás se
había encontrado; pero, lo peor de todo es que era mejor que cualquier cosa
que él mismo hubiera podido escribir. O fuera capaz escribir.

Katurian toma un encendedor y le prende fuego al cuento.

Así que quemó el cuento, cubrió de nuevo a su hermano y nunca le dijo una
palabra de lo que había visto a nadie. Ni a sus padres, ni a sus editores, ni a
nadie.
La parte final del experimento de sus padres había terminado.

Las luces bajan en el otro cuarto, pero suben ligeramente para iluminar la
cama en la cual la madre y el padre todavía siguen acostados.
El cuento de Katurian, “El escritor y su hermano”, se acaba ahí de manera
moderna y deprimente, sin hablar sobre los un poco más comprometedores
detalles de la historia real, en la que después de haber leído la nota escrita
con sangre y de haber entrado al cuarto vecino, fue en realidad…

El cadáver del niño está sentado, erguido, y sujeto sobre la cama,


respirando con dificultad.

…a su hermano a quien se encontró ahí, vivo, pero con un daño cerebral


irreversible, por lo que esa misma noche, mientras sus padres dormían, el
niño de catorce años sujetó una almohada sobre la cabeza de su padre, por
un pequeño instante.

Katurian ahoga a su padre con una almohada. Su cuerpo se sacude y


muere. Le da unos golpecitos sobre el hombro a su madre. Ésta abre sus
ojos somnolientos para ver a su marido muerto con la boca abierta.

…y, después de despertarla por un instante para que viera a su marido azul
y muerto, sujetó otra vez una almohada sobre la cabeza de su madre,
también por un pequeño instante.

Katurian, pálido, coloca una almohada sobre la cabeza de su madre que


grita. Su cuerpo se sacude con violencia, pero él mantiene con fuerza la
almohada, mientras las luces bajan lentamente hasta apagarse.
SEGUNDO ACTO

Escena uno

Una celda. Michal está sentado sobre una silla de madera, dándose
golpecitos sobre los muslos, mientras escucha los gritos intermitentes de
su hermano, Katurian, que está siendo torturado en otro cuarto. Sobre un
delgado colchón, a unos metros, una colcha y una almohada.

MICHAL: “Había una vez… en un sitio lejos, muy lejos de acá…

Katurian vuelve a gritar. Michal lo imita hasta que desaparecen los gritos.

“Había una vez, en un sitio lejos, muy lejos de acá, un marranito verde.
Había un marranito verde. Que era verde. Um…

Katurian vuelve a gritar. Michal lo imita hasta que desaparecen los


gritos, se levanta y camina vagamente.

“Había una vez, en un sitio lejos, muy lejos de acá, un marranito verde…”
¿Sí era en un sitio lejos, muy lejos de acá? ¿Dónde es que era? (Pausa.) Sí,
sí era en un sitio lejos, muy lejos de acá y había un marranito verde…

Katurian grita. Michal lo imita, pero esta vez, irritado.

¡Cállate, Katurian! ¡Estás haciendo que se me olvide el cuento del


marranito verde con toda esa gritería! (Pausa.) ¿Qué era lo que hacía el
marranito verde después? Le… le dijo a un tipo… Le dijo a un tipo:
“Hola…señor…”

Katurian grita. Michal sólo escucha.

Mmm, en todo caso no sé contar cuentos como tú. Me gustaría que se


apuraran y que dejaran de torturarte. Estoy aburrido. Este sitio es muy
aburrido. Me gustaría…

Se oye que abren el cerrojo del otro cuarto. Michal escucha. La celda de
Michal no tiene llave y Katurian, ensangrentado y sin aliento, es arrojado
por Ariel.
ARIEL: Volveremos a trabajar en usted en un minuto. Voy por mi comida.

Michal lo aprueba levantando los pulgares. Ariel cierra con llave la


puerta. Michal mira a Katurian, quien tiembla sobre el piso, va a
acariciarle la cabeza, pero no lo logra y se regresa a su silla.

MICHAL: Hola.

Katurian lo ve, gatea hacia él y se abraza a la pierna de Michal. Michal


se lo queda viendo, sintiéndose inútil.

¿Qué haces?

KATURIAN: Me estoy abrazando a tu pierna.

MICHAL: Ah. (Pausa.) ¿Para qué?

KATURIAN: ¡No sé, me duele! ¿No puedo abrazarme a la pierna de mi


hermano si tengo dolor?

MICHAL: Claro que sí, Katurian. Pero me parece raro.

KATURIAN: (pausa) En fin, ¿y tú cómo estás?

MICHAL: Muy bien. Sólo un poquito aburrido. Oye, ¡qué bochinche el


que hacían? ¿Qué hacían, torturarte?

KATURIAN: Sí.

MICHAL: (chasquea la lengua en señal de desaprobación. Pausa) ¿Te


dolió?

Katurian suelta la pierna de Michal.

KATURIAN: Si no doliera, Michal, no sería tortura, ¿o sí?

MICHAL: No, supongo.

KATURIAN: ¿A ti te dolió?

MICHAL: ¿Qué me dolió?

KATURIAN: Que te torturaran.


MICHAL: No me torturaron.

KATURIAN: ¿Qué?

Katurian lo observa por primera vez, viendo que no tiene ni cortadas, ni


moretones.

MICHAL: No. El tipo dijo que iban a torturarme, pero pensé:


“Uy no, eso puede doler mucho”, entonces le dije al tipo lo que quería oír y
todo estuvo bien.

KATURIAN: Pero te oí gritar.

MICHAL: Sí, me pidió que gritara. Me dijo que lo hacía muy bien.

KATURIAN: ¿Así que sólo te dijo qué decir y tú lo admitiste?

MICHAL: Sí.

KATURIAN: (pausa) Júrame por tu vida que no mataste a esos tres niños.

MICHAL: Te juro por mi vida que no maté a esos tres niños.

Katurian suspira aliviado, abrazándose de nuevo a la pierna de Michal.

KATURIAN: ¿Firmaste algo?

MICHAL: ¿Qué? Tú sabes que no puedo firmar nada.

KATURIAN: Entonces tal vez aún podemos zafarnos de esto.

MICHAL: ¿Zafarnos de qué?

KATURIAN: De ser ejecutados por matar a tres niños, Michal.

MICHAL: Ah, zafarnos de ser ejecutados por matar a tres niños. Sería
buenísimo, ¿cómo?

KATURIAN: Lo único que tienen en nuestra contra es lo que tú dijiste, y


las cosas que dicen que encontraron en la casa.

MICHAL: ¿Qué cosas?


KATURIAN: Una caja llena de dedos del pies. No, un momento. Dijeron
que eran dedos del pies. No parecían dedos del pies. Podrían haber sido
cualquier cosa. Mierda, viejo. (Pausa.) Además dijeron que te habían
torturado, y sus manos estaban llenas de sangre. ¿Me estás diciendo que no
te tocó para nada?

MICHAL: No, me dió un sánduche de jamón. Sólo le tuve que quitar la


lechuga. Sí.

KATURIAN: Déjame pensar un minuto. Déjame pensar un minuto.

MICHAL: Te gusta pensar, ¿no?

KATURIAN: ¿Por qué estamos siendo tan estúpidos? ¿Por qué nos
estamos creyendo todo lo que nos dicen?

MICHAL: ¿Por qué?

KATURIAN: Esto es como contando un cuento.

MICHAL: Yo sé.

KATURIAN: Un tipo entra a un cuarto y dice: “su mamá está muerta”,


¿no?

MICHAL: Ya sé que mi mamá está muerta.

KATURIAN: No, ya sé, pero en un cuento… un tipo entra a un cuarto y le


dice a otro: “su mamá está muerta”. ¿Qué sabemos? ¿Sabemos que la
mamá del otro tipo está muerta?

MICHAL: Sí.

KATURIAN: No, no lo sabemos.

MICHAL: No, no lo sabemos.

KATURIAN: Lo único que sabemos es que un tipo entra a un cuarto y le


dice a otro: “su mamá está muerta”. Eso es lo único que sabemos. La
primera regla para contar un cuento es: “no creerse todo lo que lee en los
periódicos.”
MICHAL: No leo los periódicos.

KATURIAN: Qué bueno. Estarás siempre un paso adelante de todos los


demás.

MICHAL: Creo que estoy seguro de que no sé de qué estás hablando,


Katurian. Pero, eres muy chistoso.

KATURIAN: Un tipo entra a un cuarto y dice: “Su hermano acaba de


confesar que mató a tres niños, y encontramos el dedo del pie de un niño en
una caja en su casa”. ¿Qué sabemos?

MICHAL: ¡Ajá! ¡Ya entiendo!

KATURIAN: ¿Sabemos que el hermano mató a tres niños?

MICHAL: No.

KATURIAN: No. ¿Sabemos que el hermano confesó que mató a los tres
niños?

MICHAL: No.

KATURIAN: No. ¿Sabemos que encontraron los dedos de los pies de un


niño en una caja en su casa? No. ¿Sabemos… Dios mío…

MICHAL: ¿Qué?

KATURIAN: Ni siquiera sabemos si mataron a algún niño.

MICHAL: Salió en los periódicos.

KATURIAN: ¿Quién dirige los periódicos?

MICHAL: La policía. Ah. Eres muy astuto.

KATURIAN: Dios mío. “Un escritor en un estado totalitario es


interrogado sobre el espeluznante contenido de sus cuentos y sus
semejanzas con un número de asesinatos infantiles que vienen ocurriendo
en su ciudad. Una número de asesinatos infantiles, que, de hecho,… no
están ocurriendo para nada”. (Pausa.) Me gustaría tener un esfero. Podría
escribir un cuento bastante bueno con todo esto. Si no fueran a ejecutarnos
en una hora. (Pausa.) Cualquier cosa que hagan, Michal, no importa qué,
no firmes nada. No importa lo que te hagan, no firmes nada. ¿Entendido?

MICHAL: Me hagan lo que me hagan, no firmo nada. No importa lo que


me hagan, no firmo nada. (Pausa.) ¿Puedo firmar con tu nombre?

KATURIAN: (sonriendo) Sobretodo, no firmes con mi nombre.

MICHAL: “Maté a un montón de niños”, firma Katurian Katurian. ¡Ja!

KATURIAN: Huevoncito de mierda…

MICHAL: “Y no tuvo nada que ver con su hermano, Michal, ni un


poquito”.
Firma Katurian Katurian. ¡Ja!

KATURIAN: Te voy a dar durísimo…

MICHAL: No…

Katurian lo abraza. Michal también, pero demasiado fuerte para las


heridas de Katurian.

KATURIAN: ¡Aargh, por Dios, Michal!

MICHAL: Perdón, Katurian.

KATURIAN: Está bien. (Pausa.) Vamos a estar bien, Michal. Vamos a


estar bien. Saldremos de aquí. Si nos mantenemos unidos.

MICHAL: Sí. Me pica mucho el culo hoy. No sé por qué. ¿Nos queda un
poco del talco ese?

KATURIAN: No, ya te lo acabaste. Como si no costara.

MICHAL: Mm. Y no vamos a ir a la casa en un buen rato, ¿cierto?

KATURIAN: Cierto.

MICHAL: Me va a tocar quedarme aquí sentado con rasquiña en el culo.

KATURIAN: Sí, y por favor sígue hablándome del tema pues sí que me
levanta el ánimo.
MICHAL: ¿En serio? No, no seas bobo. Un culo no puede levantarte el
ánimo ¿o sí?

KATURIAN: Depende del culo.

MICHAL: ¿Qué? Bobo. (Pausa.) Bueno, de todas maneras me pica. Eso te


cuento. Estoy tratando de no rascarme ni nada, por lo que estás aquí, pero,
te juro que me pica. (Pausa.) Me pica el culo. (Pausa.) Cuéntanos un
cuento, Katurian. Para distraerme de….

KATURIAN: Para distraerte de la rasquiña de tu culo…

MICHAL: De la rasquiña de mi culo, sí…

KATURIAN: ¿Qué cuento quieres?

MICHAL: Mm. “El marranito verde”.

KATURIAN: No. Ese es muy idiota.

MICHAL: No es muy idiota. Es bueno. “El marranito verde”. Hace un


rato estaba tratando de acordarme de él.

KATURIAN: No, te cuento uno distinto. ¿Cuál?

MICHAL: “El Pillowman”.

KATURIAN: (sonríe) ¿Por qué “El Pillowman”?

Michal se encoge de hombros.

Uy, ese es de hace tiempos, ¿no?

MICHAL: Sí, es de hace tiempos.

KATURIAN: Veamos, ¿cómo es que empieza…?

MICHAL: “Había una vez…”

KATURIAN: Sí, ya sé, pero estoy tratando de recordar cómo es que


empieza en realidad…
MICHAL: (irritado) “Había una vez…”

KATURIAN: Muy bien. ¡Dios! (pausa) Había una vez… un hombre que
no parecía un hombre normal. Medía casi tres metros…

Michal, atento, silba silenciosamente.

Y estaba hecho de esas almohadas rosadas, suaves y blanditas: sus brazos


eran almohadas, sus piernas eran almohadas y su cuerpo era una almohada;
sus dedos eran almohaditas chiquitas y hasta su cabeza era una almohada,
una almohada grande y redonda.

MICHAL: Una almohada circular.

KATURIAN: Da lo mismo.

MICHAL: Pero yo prefiero “una almohada circular”.

KATURIAN: Su cabeza era una almohada circular. Y en la cabeza tenía


dos dos botones como ojos y una boca grande y sonriente que siempre
sonreía, para que siempre se le vieran los dientes, que también eran de
almohadas. Unas almohaditas blancas.

MICHAL: “Almohadas”. Pon tu boca como la sonrisa del Pillowman.

Katurian hace una enorme sonrisa idiota. Michal le toca suavemente los
labios y las mejillas.

KATURIAN: Bueno, el Pillowman tenía que verse así, tenía que verse
blandito e inofensivo, porque su trabajo, porque su trabajo era muy triste y
muy difícil…

MICHAL: Oh-oh, ahí viene…

KATURIAN: Cada vez que un hombre o una mujer estuviera muy, muy
triste por haber tenido una vida dura y horrible, y quisiera acabar con todo,
quitándose la vida para ahogar el dolor; bueno, cada vez que alguien
estuviera a punto de hacerlo ya fuera con una navaja, con una bala, con gas
o…

MICHAL: O saltando de algo muy alto.


KATURIAN: Sí. Por el método preferido de suicidio–“preferido” quizás no
es la mejor palabra, pero en todo caso, cada vez que alguien estuviera a
punto de hacerlo, el Pillowman se les aparecía, se sentaba con ellos, los
abrazaba suavemente y les decía: “Espera”, y el tiempo, curiosamente,
desaceleraba, y mientras desaceleraba, el Pillowman viajaba a la época en
que ese hombre o esa mujer era un niño o una niña, cuando el horror de su
vida todavía no había comenzado. Y bien, el trabajo del Pillowman era
muy muy triste, porque consistía en convencer a cada niño de matarse, para
evitar los años de dolor que vendrían, y que de todas formas terminarían de
la misma manera: frente a un horno, frente a una pistola, frente a un lago.
“Pero nunca he oído de algún niño que se mate”, podría decirse. Pues bien,
el Pillowman siempre les sugería hacerlo de manera que pareciera un
accidente trágico: les mostraba el frasco de pastillas que parecía un frasco
de dulces; les mostraba la parte del río en la que el hielo era más delgado;
les mostraba los carros parqueados en medio de lo cuales era peligroso
jugar; les mostraba las bolsas de plástico sin huecos para respirar y les
mostraba cómo apretarlas. Esto porque los papás y las mamás digieren con
más facilidad la pérdida de un niño de cinco años, en un accidente trágico,
que la perdida de un niño de cinco años que ha visto lo jodida que es la
vida y ha decidido tomar medidas para evitarla. Ahora, no todos los niños
le hacían caso al Pillowman. Había una niñita, una cosita feliz que no le
quiso creer al Pillowman cuando éste le dijo que su vida iba a ser
horrorosa. Ella lo despachó y él se fue llorando, derramando lágrimas
gigantes que formaban unos charcos así de grandes. La noche siguiente
volvieron a golpear en el cuarto de la niña y ésta dijo: “vete, Pillowman, ya
te dije que soy feliz. Siempre he sido feliz y siempre seré feliz”. Pero no
era el Pillowman. Era otro hombre. Su mamá no estaba en casa y este
hombre vendría a visitarla cada vez que su mamá no estuviera. Y muy
pronto la niña se empezó a volver muy, muy triste, y a los veintiún años,
sentada frente al horno, le dijo al Pillowman: “¿Por qué no trataste de
convencerme?” Y el Pillowman le contestó: “Traté de convencerte pero
eras demasiado feliz”. Y mientras abría por completo la llave del gas, dijo:
“Pero nunca he sido feliz. Nunca he sido feliz”.

MICHAL: Mm, ¿podrías saltarte hasta el final, por favor? Esta parte es un
poco jarta.

KATURIAN: Pues, eso me parece un poco grosero, Michal.

MICHAL: Ah. Perdón, Katurian. (Pausa.) Pero, ¿podrías saltarte hasta el


final, por favor?
KATURIAN: (pausa) Bueno… el final del Pillowman… Entonces, cada
vez que al Pillowman le iba bien en su trabajo, algún niñito se moría
horriblemente. Y cada vez que al Pillowman le iba mal en su trabajo, algún
niñito tenía una vida espantosa, y luego se convertía en un adulto quien
tenía también una vida espantosa, y luego se moría de alguna forma
espantosa. Así que el Pillowman, siendo tan alto y tan blandito, se la
pasaba llorando todo el día, y su casa vivía siempre llena de charcos por
todas partes, y entonces un buen día decidió llevar a cabo su último trabajo
final. Se fue a un sitio que quedaba al lado de una hermosa quebrada que
recordaba de tiempo atrás…

MICHAL: Me gusta esa parte.

KATURIAN: Y llevó una lata de petróleo, y había un viejo sauce llorón, y


se sentó debajo a esperar un rato, y vio que ahí mismo había un montón de
jugueticos, y…

MICHAL: Dí qué juguetes había.

KATURIAN: Había un carrito, y un perrito de juguete y un calidoscopio.

MICHAL: ¡¿Había un perrito de juguete?! ¿Ladraba?

KATURIAN: Eeh… sí. Bueno y entonces, cerca de ahí, había un pequeño


carro casa, y el Pillowman oyó que se habría su puerta y que salían unos
pasitos, y oyó la voz de un niño que decía: “Salgo un ratico a jugar, mami”
y la mamá le contestó: “Bueno, pero no vayas a llegar tarde para el té,
hijo”. “No, mamá”. El Pillowman oyó que los pasitos se acercaban, y que
se abrieron las ramas del sauce, pero no era un niño, era un pequeño niño
hecho de almohadas, un pillowboy. El Pillowboy saludó al Pillowman y el
Pillowman saludó al Pillowboy los dos jugaron con los juguetes un rato…

MICHAL: Con el carro y con el calidoscopio y con el perrito de juguete


que ladraba. Pero te apuesto que sobretodo con el perrito de juguete, ¿o
no?

KATURIAN: Y el Pillowman le contó todo lo de su triste trabajo y lo de


los niños muertos y todo eso, y el pequeño Pillowboy lo entendió
inmediatamente pues era un tipito muy feliz y lo único que quería era
ayudar a los demás, y entonces se roció con la lata de petróleo, mientras su
boquita sonriente seguía sonriendo. El Pillowman, en medio de sus
grandes lágrimas, le dijo: “gracias” al Pillowboy y el Pillowboy dijo: “No
pasa nada. ¿le dirías a mi mamá que esta noche no voy a tomar el té?” El
Pillowman le dijo: “sí, claro”, mintiendo. El Pillowboy encendió un
fósforo y el Pillowman se sentó a verlo quemarse. Y mientras el
Pillowman empezaba a desaparecerse suavemente, lo último que pudo ver
fue la boquita feliz y sonriente del Pillowboy que se derretía lentamente,
consumiéndose hacia la nada. Eso fue lo último que vio. Lo último que
oyó fue algo que ni siquiera se había imaginado. Lo último que oyó
fueron los gritos de los cientos de miles de niños a los que él había ayudado
a morir, que regresaban a la vida para lidiar con la fría y maldita existencia
que les estaba destinada, pues ahora él ya no estaría ahí para prevenírselo.
Oyó también los gritos de las tristes y autoprovocadas muertes, que esta
vez, claramente, habrían sido realizadas enteramente a solas.

MICHAL: Mmm. (Pausa.) No entiendo el pedazo del final final, pero…


ah… ¿así que el Pillowman simplemente desapareció? Ah.

KATURIAN: Simplemente desapareció, sí, como si nunca hubiera existido.

MICHAL: Hacia el aire.

KATURIAN: Hacia el aire. Hacia la nada.

MICHAL: Hacia el Cielo.

KATURIAN: No. Hacia la nada.

MICHAL: Me gusta el Pillowman. Es mi favorito.

KATURIAN: Es un poco deprimente, lo admito. ¿Ya no te pica el culo?

MICHAL: ¡No me picaba hasta que me lo recordaste! ¡Aargh! (Se


acomoda.) Mmm. Pero todavía no lo puedo entender.

KATURIAN: ¿Entender qué? ¿Entender “al Pillowman”?

MICHAL: No, pensé que la había escondido lo suficientemente bien.

KATURIAN: ¿Escondido qué lo suficientemente bien?

MICHAL: La caja con los dedos del pie del niñito. Pensé que la había
escondido lo suficientemente bien. Primero la puse debajo de mis medias y
mis pantalones en el cajón, donde, acepto, no estaba muy bien escondida,
pero cuando empezaron a oler la escondía entre la tierra de la matera del
árbol de Navidad que está guardado en el ático, porque sabía que no
íbamos a sacar el árbol de Navidad en años. O digamos, que hasta
Navidad. Y eso les hubiera dado bastante tiempo para que se
enmohecieran. Ya estaban medio enmohecidos.
¿Estaban medio enmohecidos cuando los viste?

Katurian asiente con la cabeza, exhausto.

Deben haber usado perros rastreadores o algo. ¿Sabes cuáles son los perros
rastreadores? Deben haberlos usado. Porque no había de otra, los escondí
brillantemente. En la matera del árbol de Navidad. Sólo se saca una vez al
año.

KATURIAN: Me acababas de decir…Me acababas de decir que no tocaste


a esos niños. Me acabas de mentir.

MICHAL: No. Lo que te acabo de decir es que llegó un tipo y me dijo que
me iba a torturar si no le decía que había matado a esos niños, así que le
dije que había matado a esos niños. Eso no quiere decir que no haya
matado a esos niños. Yo sí maté a esos niños.

KATURIAN: Tú me juraste por tu vida que no habías matado a esos tres


niños.

MICHAL: Ah. Lo de: “júrame por tu vida que no mataste a esos tres
niños”, era por molestar. Perdón, Katurian.

Katurian se aleja de él y se dirige al colchón.

Sé que estuvo mal. De verdad. Pero fue muy interesante. El niñito era tal
como tú decías. Le amputé los dedos de los pies y ni siquiera gritó. Se
quedó sentado mirándolos. Quedó muy sorprendido. Supongo que tendría
la misma edad. Se llamaba Aaron. Tenía puesto un sombrerito chistoso y
se la pasó hablando de su mamá. Dios, cómo sangró. Nunca hubieras
pensado que hubiera tanta sangre adentro de un niño tan chiquito. Luego
dejó de sangrar y se puso azul. Pobrecito. Ahora me siento bastante mal,
parecía que era bien querido. “¿Ya me puedo ir a mi casa con mi mamá,
por favor?” En cambio la niña era una pesada. No paraba de llorar. Y no
se los quería comer. No se quería comer a los hombrecitos-manzana y me
demoré años haciéndolos. Es muy difícil meterles las cuchillas de afeitar.
En el cuento no explicas cómo se hace, ¿o sí? Yo miré. Bueno, en fin, tuve
que forzarla para que se los tragara. Con dos bastó. No es por ser malo,
pero al menos eso la dejó callada. Realmente es muy difícil que salga de la
ropa, la sangre, ¿no? Trata de lavar tu camisa al día siguiente y verás. Se
demora uno años. (Pausa.) ¿Katurian? (Pausa) Yo te la puedo lavar, si
quieres. Le estoy cogiendo el tiro.

KATURIAN: (pausa. Quedo.) ¿Por qué lo hiciste?

MICHAL: ¿Eh? No se te entiende.

KATURIAN: (llorando) ¿Por qué lo hiciste?

MICHAL: No llores, Katurian, no llores.

Michal intenta abrazarlo. Katurian lo rechaza, disgustado.

KATURIAN: ¿Por qué lo hiciste?

MICHAL: Tú sabes por qué. Porque tú me dijiste.

KATURIAN: (pausa) ¿Porque yo qué?

MICHAL: Porque tú me dijiste.

KATURIAN: (pausa) Recuerdo haberte dicho que hicieras tus tareas a


tiempo. Recuerdo haberte dicho que te lavaras los dientes todas las
noches…

MICHAL: Yo me lavo los dientes todas las noches…

KATURIAN: No recuerdo haberte dicho que cogieras a un montón de


niños y los masacraras.

MICHAL: No los masacré. “Masacrar” sería como así…

Michal simula tasajear brutalmente a alguien.

Lo que yo hice fue más bien así…

Michal simula dar un solo tajo, moderado, sobre unos dedos imaginarios
que luego arroja…

Y…

Michal simula meter dos hombrecitos-manzana a una boca pequeña y


tragarlos.
“Masacrar”. Es un poco fuerte. Y yo no hubiera hecho nada si tú no me lo
hubieras dicho, así que no te hagas el inocente. En todos los cuentos que
cuentas, le sucede algo horrible a alguien. Sólo estaba tratando de
comprobar qué tan exagerados eran, porque siempre creí que algunos
podían ser un poco exagerados. (Pausa) ¿Y sabes qué? No son tan
exagerados.

KATURIAN: ¿Y cómo es que no representaste ninguno de los lindos?

MICHAL: Porque nunca has escrito cuentos lindos.

KATURIAN: He escrito muchos lindos.

MICHAL: Eh, sí, como dos.

KATURIAN: No. Te voy a decir por qué no representaste ninguno de los


lindos, ¿está bien?

MICHAL: Está bien.

KATURIAN: Porque eres un sádico, un maldito retrasado pervertido que


disfruta al matar niños chiquitos. Y el resultado hubiera sido el mismo si
todos los cuentos que escribí hubieran sido la cosa más dulce que uno se
pueda imaginar.

MICHAL: Pues… eso nunca lo podremos saber, ¿no? Pues no escribiste


diferente..
(Pausa) Y no disfruté matando a esos niños. Fue insoportable. Me demoré
años. Yo no quería matar a esos niños. Yo sólo quería cortarle los dedos
de los pies a uno y meterle cuchillas de afeitar en la garganta a la otra.

KATURIAN: ¿Me estás diciendo que no sabes que si le cortas los dedos
de los pies a un niñito y le metes cuchillas de afeitar en la garganta a una
niñita, se mueren?

MICHAL: Bueno, lo sé ahora.

Katurian se lleva las manos a la cabeza, tratando de pensar cómo salir de


esto.

Pues el torturador parecía estar claramente de mi lado. Parece estar de


acuerdo en que todo es tu culpa. Bueno, sobretodo tu culpa.
KATURIAN: (pausa) ¿Qué le dijiste?

MICHAL: No más que la verdad.

KATURIAN: ¿Qué verdad en específico?

MICHAL: Sólo eso, que todas las cosas que le hice a los niños las saqué de
los cuentos que tú escribiste y me leíste.

KATURIAN: ¿Le dijiste eso al policía?

MICHAL: Mm. No más que la verdad.

KATURIAN: Esa no es la verdad, Michal.

MICHAL: Sí lo es.

KATURIAN: No lo es.

MICHAL: Bueno, ¿escribiste unos cuentos en los que asesinan niños?

KATURIAN: Sí, pero…

MICHAL: Bueno, y ¿me los leíste?

KATURIAN: Sí…

MICHAL: Bueno, y ¿salí y asesiné a unos cuantos niños? (Pausa.) “Sí, lo


hice” esa la respuesta. Entonces no veo cómo lo de “esa no es la verdad”
viene al caso. Mucho menos lo del “maldito retrasado pervertido”. Tú eres
mi hermano y te quiero, pero acabas de pasar veinte minutos contándome
un cuento sobre un tipo para quien lo principal en la vida es llevarse a un
montón de niños para que, en el mejor de los casos, se prendan fuego. ¡Y
ese es el héroe! Y no te estoy criticando. Es un muy buen personaje. Es un
muy buen personaje. Me recuerda mucho a mí mismo.

KATURIAN: ¿Por qué te recuerda mucho a ti mismo?

MICHAL: Pues, porque se lleva a morir a unos niñitos. Y eso.

KATURIAN: El Pillowman nunca mató a nadie, Michal. Y todos los


niños que se murieron iban a tener unas vidas horribles en todo caso.
MICHAL: De acuerdo, todos los niños van a tener unas vidas horribles.
Uno les puede ahorrar el problema.

KATURIAN: No todos los niños van a tener unas vidas horribles.

MICHAL: Eeh, mmm. ¿Tú tuviste una vida horrible desde que eras un
niño? Sí. Mmm, ¿yo tuve una vida horrible desde que era un niño? Sí.
Son dos de dos, para empezar.

KATURIAN: El Pillowman era un hombre decente y considerado que


odiaba lo que hacía. Tú eres todo lo contrario.

MICHAL: Bueno, bien, sabes que no entiendo bien lo de los contrarios,


pero creo que entiendo lo que estás diciendo. Gracias. (Pausa) “El
Pillowman” es un buen cuento, Katurian. Es uno de tus mejores. ¿Sabes
qué? Creo que algún día vas a ser un escritor famoso, que Dios te bendiga.
Lo puedo ver.

KATURIAN: (pausa) ¿Cuándo?

MICHAL: ¿Eh?

KATURIAN: ¿Cuándo voy a ser un escritor famoso?

MICHAL: Algún día, dije.

KATURIAN: Nos van a ejecutar en una hora y media.

MICHAL: Ah, sí. Pues entonces creo que no vas a ser un escritor famoso.

KATURIAN: Van a destruir todo. Van a destruirnos, van a destruir mis


cuentos. Van a destruir todo.

MICHAL: Creo que deberíamos preocuparnos por nosotros, Katurian, no


por tus cuentos.

KATURIAN: ¿Ah, sí?

MICHAL: Sí, son sólo papel.

KATURIAN: (pausa) ¿Son sólo qué?


MICHAL: Son sólo papel.

Katurian golpea la cabeza de Michal contra el piso de piedra. Michal,


pasmado por la idea más que por el dolor, siente sangrar su cabeza.

KATURIAN: Si llegaran en este momento y dijeran: “vamos a quemar a


dos de ustedes tres –a usted, a su hermano o a sus cuentos”, les diría que te
quemaran a ti primero, después a mí, y dejaría que salvaran los cuentos.

MICHAL: Acabas de pegarme en la cabeza contra el piso.

KATURIAN: Sí me di cuenta.

MICHAL: (llorando) ¡Acabas de pegarme en la cabeza contra el piso!

KATURIAN: Dije que me di cuenta.

MICHAL: ¡Eres igualito a mamá y papá!

KATURIAN: (riendo) ¡Dilo otra vez!

MICHAL: ¡Eres igualito a mamá y papá! ¡Me pegas y me gritas!

KATURIAN: ¿Soy igualito a mamá y papá? Déjame procesarlo…

MICHAL: Oh, no empieces con eso…

KATURIAN: Mamá y papá mantuvieron a su primer hijo encerrado en un


cuarto en el que lo torturaron durante siete años; tú hiciste que un niñito se
desangrara hasta la muerte, hiciste que una niñita se ahogara, Dios sabrá
qué fue lo que le hiciste a la otra niñita, y tú no eres como mamá y papá,
pero yo le cogí la cabeza contra el suelo a un puto imbécil una vez no más
y soy igualito a mamá y papá.

MICHAL: Sí, exacto. Exacto.

KATURIAN: Ya veo tu lógica, Michal. Ya sé de dónde viene.

MICHAL: Qué bueno, siquiera.

KATURIAN: Te voy a decir esto: si mamá y papá estuvieran viéndonos,


creo que estarían muy contentos de ver que te convertiste en el tipo de hijo
del cual podrían sentirse orgullosos.
MICHAL: ¡No digas eso!

KATURIAN: Verdaderamente orgullosos. Eres una fotocopia de ellos,


casi. Tal vez te deberías dejar crecer una chivera y ponerte unos anteojos,
como él…

MICHAL: ¡No digas eso!

KATURIAN: O ponerte muchos diamantes, como ella. Habblarr asssí, hijo


mío…

MICHAL: ¡No digas eso o te mato!

KATURIAN: No vas a matarme, Michal. ¡¡No tengo siete años!!

MICHAL: No soy como ellos. No quería lastimar a nadie. Sólo estaba


actuando tus cuentos.

KATURIAN: ¿Qué hiciste con la tercera niña?

MICHAL: Ya no te lo voy a decir. Heriste mis sentimientos. Y mi cabeza.

KATURIAN: Lo vas a decir bien rapidito cuando te agarren.

MICHAL: Puedo aguantar.

KATURIAN: No vas a poder.

MICHAL: (quedo) Tú no sabes lo que puedo aguantar.

KATURIAN: (pausa) No. Supongo que no.

MICHAL: Cuando estaba oyendo tus gritos desde el otro lado, se me


ocurrió que así debió haber sido para ti durante todos esos años. Pues
déjame decirte que de este lado es más fácil.

KATURIAN: Lo sé.

MICHAL: A ti sólo te lo hicieron durante una hora y entraste gimiendo y


con tu cabezota arrogante llena de mocos. Pruébalo durante toda una vida.

KATURIAN: Eso no justifica nada.


MICHAL: Justifica tus dos asesinatos. ¿Por qué no se van a justificar los
dos míos?

KATURIAN: Yo asesiné a dos personas que torturaron a un niño durante


siete años. Tú asesinaste a tres niños que nunca torturaron a nadie. Hay
una diferencia.

MICHAL: Hasta donde tú sabes, no torturaron a nadie, pero la niña de las


cuchillas de afeitar parecía ser una mierdita. Te apuesto que por lo menos
torturó hormigas.

KATURIAN: ¿Cómo mataste a la tercera niña, Michal? Tengo que


saberlo.
¿Estaba también dentro de un cuento?

MICHAL: Mm.

KATURIAN: ¿Qué cuento?

MICHAL: Te vas a poner bravo.

KATURIAN: No me voy a poner bravo.

MICHAL: Te vas a poner un poquito bravo.

KATURIAN: ¿Estaba dentro de qué cuento?

MICHAL: Mmm… era , mmm… “La niña Jesús”. “La niña Jesús”.

Katurian mira a Michal un momento, luego se lleva las manos al rostro y,


al visualizar los terribles detalles del cuento, empieza a llorar lentamente.
Michal intenta decir algo pero no puede. Katurian continúa llorando en
silencio.

KATURIAN: ¿Por qué ése?

MICHAL: (se encoge de hombros) Es un cuento muy bueno. Eres un buen


escritor, Katurian. No dejes que nadie te diga lo contrario.

KATURIAN: (pausa) ¿Dónde la dejaste?

MICHAL: Donde enterraste a mamá y papá. Junto al pozo de los deseos.


KATURIAN: (pausa) Pobrecita.

MICHAL: Yo sé. Es terrible.

KATURIAN: Bueno, espero que haya sido rápido.

MICHAL: Más o menos rápido.

Katurian vuelve a llorar. Michal le pone una mano en el hombro.

No llores, Kat. Todo va a estar bien.

KATURIAN: ¿Cómo va a estar bien? ¿Cómo va a poder estar bien?

MICHAL: No sé. Es lo que uno dice en momentos como éste, ¿no? “Todo
va estar bien”. Porque claro que no va a estar bien. Van a venir y nos van
a ejecutar en cualquier momento, ¿no? Eso no va a estar bien, ¿o sí? Es casi
lo contrario de estar bien. Mm. (Pausa.) ¿Nos irán a ejecutar juntos o
separados? Espero que juntos. No quisiera estar solo.

KATURIAN: Yo no he hecho nada.

MICHAL: No empieces otra vez que me enervas. Y si no nos ejecutan


juntos, seguramente nos entierran juntos para ahorrarse tener que abrir dos
huecos, pues odiaría que me enterraran solo. Sería horrible. Solo bajo
tierra, ¡aargh! Pero, por lo menos estaremos juntos en el Cielo, pase lo que
pase. Pasando tiempo con Dios. Jugando a las carreras.

KATURIAN: ¿Y a cuál Cielo te vas a ir, Michal? ¿Al Cielo de los asesinos
infantiles?

MICHAL: No, al Cielo de los asesinos infantiles no, sabelotodo. Al Cielo


normal. Como en las películas.

KATURIAN: ¿Quieres saber a dónde te vas a ir cuando te mueras?

MICHAL: ¿A dónde? Y no vayas a decir que a algún lugar horrible sólo


porque estás de mal humor.

KATURIAN: Te vas a ir a un cuartico, en una casita, en un bosquecito, y


por el resto de los tiempos no te voy a cuidar yo, sino una persona llamada
mamá y otra persona llamada papá, y te van a cuidar de la misma manera
en que siempre te cuidaron, sólo que esta vez no voy a estar yo para
rescatarte, porque yo no me voy a ir al mismo lugar que tú, porque yo
jamás masacré a unos putos niñitos.

MICHAL: Eso es lo más horrible que una persona le haya podido decir a
otra y nunca más te voy a volver te voy a volver a dirigir la palabra.

KATURIAN: Qué bueno. Entonces quedemos aquí sentados esperando en


silencio a que regresen para ejecutarnos.

MICHAL: ¡Es lo más horrible que he escuchado! Y te dije que no me


dijeras nada feo. Dije: “no digas nada feo”, ¿y qué hiciste? ¿Qué hiciste?
Me dijiste algo feo.

KATURIAN: Solía quererte tanto.

MICHAL: (pausa) ¿Qué quieres decir con “solía”? ¡Eso es todavía más
horrible que la otra cosa horrible que dijiste y eso que ya era lo más
horrible que jamás había escuchado! ¡Por Dios!

KATURIAN: Entonces quedémonos aquí sentados en silencio.

MICHAL: Estoy tratando de quedarme sentado en silencio. Tú eres el que


sigue sigue diciendo cosas horribles. (Pausa.) ¿No? (Pausa.) ¿No? Ah, ¿ya
nos quedamos sentados en silencio? Ok.

Pausa. Michal se rasca el culo. Pausa.

Aunque todavía tengo un tema espinoso a tratar contigo. Y es sobre una


basura de cuento que leí hace tiempo. Una basura de cuento que se llama
“El escritor y su hermano”, el peor cerro de basura que jamás leí.

KATURIAN: Nunca te mostré ese cuento, Michal.

MICHAL: Ya sé que nunca me lo mostraste. Y con toda la razón. Es una


basura.

KATURIAN: ¿Así que mientras estoy en trabajo, tú husmeas en mi cuarto?

MICHAL: Pues claro que husmeo en tu cuarto mientras estás en el trabajo.


¿Qué más crees que hago mientras estás en el trabajo?

KATURIAN: Masacrar niños, supongo.


MICHAL: ¿Eh? Bien, pues cuando no estoy masacrando niños, estoy
husmeando en tu cuarto, encontrándome con unos cuenticos imbéciles que
ni siquiera son verdad al final. Que son verdaderamente estúpidos al final.
Que yo me morí y que mamá y papá vivieron. Ese es final verdaderamente
estúpido.

KATURIAN: Ahora recibo asesoría literaria de Jack el Destripador.

MICHAL: ¿Por qué no le pusiste un final feliz como pasó en la vida real?

KATURIAN: No hay finales felices en la vida real.

MICHAL: ¿Qué? Mi historia tiene un final feliz. Llegaste, me rescataste y


mataste a mamá y papá. Ese fue un final feliz.

KATURIAN: ¿Y después qué pasó?

MICHAL: Los enterraste detrás del pozo de los deseos y les echaste col.

KATURIAN: Les eché cal. “Les eché col”, ¿que iba a preparar una puta
ensalada de verduras? ¿Y después qué pasó?

MICHAL: ¿Y después qué pasó? Después me empezaste a mandar a la


escuela y empecé a aprender cosas, lo cual estuvo muy bien.

KATURIAN: ¿Y después qué pasó?

MICHAL: ¿Y después qué pasó?(Pausa.) ¿Cuando gané en lanzamiento de


disco?

KATURIAN: ¿Y qué pasó hace tres semanas?

MICHAL: Ah. Hice volví nada a unos niños.

KATURIAN: Y entonces volví nada a unos niños. ¿Cómo puede ese ser un
puto final feliz? Y después te cogieron y te ejecutaron, e hiciste que
ejecutaran a tu hermano, que no había hecho nada. ¿Cómo puede ese ser
un final feliz?
Además: ¿cuándo fue que ganaste en lanzamiento de disco? Quedaste de
cuarto en el puto lanzamiento.

MICHAL: No estamos hablando de…


KATURIAN: ¡Quedaste de cuarto entre cuatro en lanzamiento! “Cuando
gané en lanzamiento de disco”.

MICHAL: ¡No estamos hablando de si gané o no en lanzamiento, estamos


hablando de lo que sería un final feliz! Que yo ganara en lanzamiento sería
un final feliz. Pero yo abandonado, muerto y podrido como en tu estúpido
cuento, no sería un final feliz.

KATURIAN: Ese si fue un final feliz.

MICHAL: (casi llorando) ¿Qué? ¿Yo muerto y podrido es un final feliz?

KATURIAN: ¿Qué tenías en la mano al morirte? Un cuento. Un cuento


que era mejor que cualquiera de los míos. En “El escritor y su hermano”…
tú eras el escritor. Yo era el hermano. Ese es un final feliz para ti.

MICHAL: Pero estaba muerto.

KATURIAN: No se trata de si estás muerto o no. Se trata de lo que dejas


detrás.

MICHAL: No entiendo.

KATURIAN: En este momento no me importa si me matan. No me


importa. Pero lo que no van a hacer es matar mis cuentos. No van a matar
mis cuentos. Eso es todo lo que tengo.

MICHAL: (pausa) Me tienes a mí.

Katurian lo mira un momento, luego baja la mirada tristemente. Michal


voltea hacia un lado, llorando.

Pero, ok, estemos de acuerdo en que vas a cambiar el final del cuento “El
escritor y su hermano”. Yo quedo vivo al final, mamá y papá muertos, y
gano en lanzamiento de disco. Así queda bien, y tal vez tú simplemente
deberías quemar el cuento anterior para que nadie lo vea y crea que es el
correcto y que yo estoy muerto. Deberías simplemente quemarlo.

KATURIAN: Ok, Michal. Voy a hacer eso.

MICHAL: ¿En serio?


KATURIAN: En serio.

MICHAL: Wow. Buenísimo. Eso fue fácil. Bueno, en ese caso,


probablemente deberías quemar muchos más de tus cuentos, porque
algunos de ellos, y no estoy molestando ni nada, pero algunos de ellos son
un poco asquerosos, de verdad.

KATURIAN: ¿Por qué mejor no los quemamos todos, Michal? Me


ahorraría mucho tiempo no ponerme a separar los que son un asco de los
que no lo son.

MICHAL: No, eso sería una tontería, quemarlos todos. No. Únicamente
los que hacen que la gente salga a matar niños. Y no te demorarías mucho
separando los que no hacen que la gente salga a matar niños, porque
solamente tienes como dos que no hacen que la gente salga a matar niños,
¿no?

KATURIAN: ¿Ah sí? ¿De verdad?

MICHAL: Sí.

KATURIAN: ¿Y cuáles serían? ¿Cuáles, de los cuatrocientos cuentos que


he escrito, te dignarías a salvar?

MICHAL: El del marranito verde. Ése es lindo. Ése no haría que nadie
saliera a matar a nadie,… y… (Pausa.) Y… (Pausa.) Creo que es el único.
“El marranito verde”.

KATURIAN: ¿Es el único?

MICHAL: Sí, digo, si realmente quieres estar a salvo. Pues, tienes algunos
que probablemente harían que alguien saliera a mutilar a alguien, no a
matarlo, pero si quieres estar a salvo, el único es “El marranito verde”.
Podría hacer que alguien saliera a pintar a otro de verde; pero no más que
eso.

KATURIAN: Todo hubiera estado muy bien si los tres cuentos que
escogiste para actuar no hubieran sido los tres más repulsivos que pudiste
haber escogido. No fueron los primeros tres que te encontraste, sino los
tres que mejor se adecuaron a tu repulsiva mentecita.

MICHAL: ¿Y entonces, qué?, ¿hubiera podido actuar uno que no fuera tan
horrible? ¿Cómo cuál? ¿Cómo “La cara del sótano”? ¿Rebanarles la cara,
guardarla en un frasco, y ponerla sobre un maniquí abajo en el sótano? ¿O
“El cuarto de Shakespeare”? ¿En el que el viejo Shakespeare, cada vez que
quiere escribir una obra nueva, pica con un palo a una pigmea que tiene
encerrada en una caja?

KATURIAN: Él no escribió todas esas obras solo.

MICHAL: Pero, ¿te das cuenta de lo que te quiero decir, Kat? Todos son
un asco. No puedes escoger uno que sea menos asqueroso que el otro.

KATURIAN: Pero, ¿por qué tenía que haber sido “La niña Jesús”?

MICHAL: Ah, Katurian, lo hecho hecho está y no se puede deshacer.


¡Tan-tan! Bueno como me está dando sueño, voy a dormirme un rato, si es
que logro distraerme de mi culo que todavía me me pica como loco, y eso
que no lo he vuelto a mencionar.

Michal se acuesta sobre el colchón.

KATURIAN: ¿Te vas a dormir?

MICHAL: Mm.

KATURIAN: Pero van a volver en cualquier momento a torturarnos y


ejecutarnos.

MICHAL: Exacto, podría ser el último sueño que nos echemos en un buen
tiempo. (Pausa.) Podría ser el último sueño de la vida. ¿No sería eso
terrible? Me encanta dormir. ¿Crees que uno duerma en el Cielo? Más les
vale; o si no, no voy. (Pausa.) ¿Katurian?

KATURIAN: ¿Qué?

MICHAL: Cuéntame un cuento.

KATURIAN: Pensé que querías quemar todos mis cuentos.

MICHAL: Cuéntame el del marranito verde. Ése no lo quiero quemar,


cuéntame ése y te perdono.

KATURIAN: ¿Me perdonas por qué?


MICHAL: Te perdono por haberme dicho todas esas cosas feas sobre
mamá y papá cuidándome para siempre en el bosque, sin que nadie viniera
a rescatarme.

KATURIAN: (pausa) No me acuerdo cómo va “El marranito verde”…

MICHAL: Sí te acuerdas cómo va Katurian, dale. La primera palabra es


“había”, le segunda es “una”. La tercera palabra es… ¿cuál es que era la
tercera?

KATURIAN: Eres muy avispadito, ¿no?

MICHAL: Ah, la tercera palabra es “vez”, ya me acordé. “Había una


vez…”

KATURIAN: Ok. Pero cálmate…

Michal se prepara, se pone la almohada debajo de la cabeza.

Había una vez…

MICHAL: Esto es como en los viejos tiempos. Los buenos viejos tiempos.
Cuentos…

KATURIAN: Había una vez, en una granja, en un país extraño y muy


lejano…

MICHAL: Muy lejano…

KATURIAN: Un marranito que era diferente a los demás marranitos que


había por ahí.

MICHAL: Era verde.

KATURIAN: ¿Quién está contando el cuento?, ¿tú o yo?

MICHAL: Tú. Perdón. Boca sellada. Shh.

KATURIAN: Era diferente de los demás marranitos porque era verde


brillante. Casi verde fosforescente.

MICHAL: Verde fosforescente. Como la pintura de los túneles del tren,


¿verde fosforescente como la pintura de los túneles del tren?
KATURIAN: Sí.

MICHAL: Sí.

KATURIAN: ¿Vamos a interrumpir o vamos a oír el cuento y a dormirnos?

MICHAL: Vamos a oír el cuento y a dormirnos.

KATURIAN: Bueno bien. Al marranito le fascinaba ser verde. No es que


no le gustara el color normal de los cerditos, el rosadito le parecía lindo y
todo, pero lo que le gustaba de verdad era ser un poquito diferente, un
poquito peculiar. A los demás marranitos no les gustaba que fuera verde.
Les daban celos y lo molestaban y hacían que su vida fuera una miseria…

MICHAL: Una miseria…

KATURIAN: Y toda esa quejadera exasperaba a los granjeros, y…

MICHAL: ¿Qué significa “exasperaba”? Perdón, Katurian.

KATURIAN: Está bien. Significa que los ponía sumamente nerviosos.

MICHAL: (bostezando) Se ponían sumamente nerviosos…

KATURIAN: Los granjeros que se ponían sumamente nerviosos.


Pensaron:
“Tenemos que hacer algo al respecto”. Así que una noche, mientras todos
los marranitos dormían al aire libre, los granjeros, salieron y atraparon al
marranito verde y se lo llevaron al granero. El marranito se puso a chillar,
mientras los demás marranitos se reían de él.

MICHAL: Hijueputas…

KATURIAN: Y cuando los granjeros lo llevaron al granero, lo que hicieron


fue abrir una gran lata de una pintura rosada muy especial, y lo metieron en
ella hasta que quedara cubierto de pies a cabeza, hasta que no quedara
ningún parche verde, y después lo colgaron para que se secara. Y lo que
era especial de esta pintura rosada es que nunca se podía quitar y tampoco
se podía pintar sobre ella. No se podía quitar y tampoco se podía pintar
sobre ella. Y el marranito verde dijo: (voz fingida) “Por favor, Dios mío,
no dejes que me vuelvan como todos los demás. Soy feliz siendo un
poquito peculiar”.
MICHAL: “Soy feliz siendo un poquito peculiar”, le dijo a Dios.

KATURIAN: Pero fue demasiado tarde, la pintura se secó y los granjeros


lo devolvieron a los potreros, y todos los marranitos rosaditos se burlaron
de él al verlo pasar para ir a sentarse en su parcelita de pasto favorita. Y
trató de entender por qué Dios no había escuchado sus oraciones, pero no
podía entenderlo, así que lloró hasta que se quedó dormido. E inclusive las
miles de lágrimas que derramó, no lograron despintar la horrible pintura
rosada porque…

MICHAL: Porque nunca se podía quitar y nunca se podía pintar sobre ella.

KATURIAN: Exacto. Y entonces se durmió. Pero esa noche, mientras


todos los marranitos del campo dormían, aparecieron unas nubes de
tormenta muy muy extrañas y empezó a llover; despacito al principio, pero
después con más y más y más fuerza. Sin embargo, no era una lluvia
normal, era una lluvia verde muy especial, tan espesa como la pintura, pero
no sólo eso, tenía otra cosa especial. No se podía quitar nunca y no se
podía pintar sobre ella. No se podía quitar …

Katurian mira a Michal. Se ha quedado dormido. Katurian continúa el


resto de la historia en voz baja.

…y no se podía pintar sobre ella. Y cuando amaneció, había escampado.


Todos los marranos se despertaron y descubrieron que todos se había
vuelto verdes y brillantes. Todos, excepto, claro, el marranito verde, que
ahora era un marranito rosado, al cual la extraña lluvia no había logrado
despintar, gracias a la pintura no pintable con la que lo habían cubierto los
granjeros. “no pintable”. (Pausa) Y cuando vio el extraño mar de
marranitos verdes que lo rodeaba, muchos de los cuales lloraban como
bebés, dio gracias a la misericordia y dio gracias a Dios, porque supo que
todavía y siempre sería un poquito peculiar.

Pausa. Katurian escucha dormir a Michal un momento, mientras le


acaricia el pelo suavemente.

¿Te gusta ese, no, Michal? (Pausa.) Ese siempre te gustaba. No hay
deditos del pie…ni cuchillas de afeitar. Es lindo. Tal vez deberías haber
representado éste. (Pausa.) No es tu culpa, Michal. No es tu culpa. (Pausa.
Llora.) Dulces sueños, bebecito. Volveré bastante pronto.
Katurian toma la almohada y la sostiene con fuerza sobre el rostro de
Michal. Michal empieza a sacudirse, pero Katurian se sienta encima de él,
manteniendo la almohada abajo. Después de un momento, Michal se
sacude más suavemente. Después de otro momento, está muerto. Una vez
que Katurian se cerciora de esto, quita la almohada, besa a Michal en los
labios, llorando, y le cierra los ojos. Va hacia la puerta, la toca
estruendosamente.

¡¿Detectives?! (Pausa.) ¡¿Detectives?! Quiero confesar mi participación en


el asesinato de seis personas. (Pausa.) Tengo una condición. (Pausa.)
Tiene que ver con mi cuentos.
Escena dos

Katurian relata el cuento en el que actúan la niña y los padres. Ligero


cambio de vestuario que marque la diferencia entre los padres elegantes y
los padres adoptivos, actuados por la misma pareja.

KATURIAN: Había una vez, en una tierra no muy lejana, una niñita que,
aunque sus amables padres no habían educado tan religiosamente, tenía la
firme determinación de ser la segunda encarnación del Señor Jesucristo.

La niña se coloca una falsa barba, unas sandalias y empieza a bendecir


las cosas, etc.

Lo cual era un poco raro para una niña de seis años. Usaba una pequeña
barba y andaba de sandalias, bediciendo cosas. Se le encontraba siempre
caminando entre los pobres y los desamparados, consolando a los
borrachos y a los drogadictos, y generalmente tratando con el tipo de
personas que no le parecía adecuados a su mamá y a su papá para una niña
de seis años. Cada vez que se la separaban de esa desagradable, pataleaba,
gritaba y tiraba sus muñecas por todas partes, y cuando sus padres le
respondían que …

PADRES: Jesús nunca pataleaba, ni gritaba, ni tiraba sus muñecas…

KATURIAN: Ella respondía: “¡Ese era el otro Jesús! ¿Entienden?” Bueno,


un día, la niñita se escapó una vez más, y durante dos horribles días sus
papás no encontraron ni señas ni pelos de ella, hasta que por fin recibieron
una angustiosa llamada de un sacerdote al que no conocían, que les decía:
“Más vale que vengan a la iglesia. Su hija está aquí dándonos una lata de
mierda. Al principio nos pareció muy linda, pero se está volviendo
realmente insoportable”.

Las luces bajan lentamente sobre los sonrientes y agradables padres.

A sus papás no les importó eso, se sintieron aliviados de que estuviera sana
y salva, y se apresuraron a buscarla, pero en su afán, chocaron contra un
camión de carne que venía de frente, quedaron decapitados y murieron.

Los agradables padres sangran, salen luces.


A la niñita le dieron la noticia, lloró sólo una lágrima, y ni una más, pues
pensó que Jesucristo así lo hubiera hecho si hubiera perdido a sus padres en
una decapitación vehicular. Y el estado la mandó a vivir en un bosque con
unos padres adoptivos abusivos …

Entran los padres adoptivos que llevan a la niña de la mano,


apretándosela muy fuerte.

…que no le habían informado al estado que eran abusivos, que odiaban la


religión, que odiaban a Jesús, que odiaban a todo el mundo que de hecho
no odiara a todo el mundo y que, como era de suponerse, odiaban a la
niñita.

Los padres adoptivos le arrancan la barba y la arrojan.

Ella aguantaba ese odio con un corazón feliz y los perdonaba, pero eso no
parecía funcionar. Cuando insistió en ir a la iglesia un domingo, le
quitaron sus sandalias, forzándola a caminar descalza y sola por los
caminos empinados y llenos de vidrios rotos. Sin embargo, cuando
llegaba, se arrodillaba durante horas, pidiéndole a su Padre en el Cielo que
los perdonara, sólo para que la regañaran por entrar sangrando a la iglesia.
La golpeaban por llegar tarde a casa, aunque no se hubiera fijado alguna
hora para su regreso. La golpeaban por compartir su comida con los niños
pobres en la escuela; la golpeaban por levantarles el ánimo a los niños feos;
la golpeaban por andar por ahí buscando leprosos. Su vida era una
constante tortura; sin embargo, la soportaba con una sonrisa, y eso la
volvía más fuerte, hasta que un día se encontró con un ciego limosnero en
el camino…

Katurian representa al ciego. Ella le unta tierra y baba sobre los ojos.

Mezcló un poco de babas y tierra y se las untó en los ojos. Él la reportó


con la policía por estarle untando babas y tierra en los ojos, y cuando sus
padres adoptivos la recogieron de la comisaría le dijeron…

PADRES ADOPTIVOS: ¿Así que lo que quieres es ser como Jesús?

KATURIAN: Y ella respondió: “¡Por fin lo entienden!” (Pausa.) Se


quedaron mirándola un momento y luego empezó todo.

Los terribles detalles a continuación son representados en escena.


Su madre adoptiva le puso una corona de espinas en la cabeza, hecha de
alambre de púas, pues le daba demasiada pereza hacer una corona de
espinas de verdad; mientras, su padre adoptivo la azotó con un látigo de
nueve colas y después de una o dos horas, cuando recobró la conciencia, le
preguntaron…

PADRES ADOPTIVOS: ¿Todavía quieres ser como Jesús?

KATURIAN: Y a través de sus lágrimas, ella dijo: “Sí”.

Los padres colocan una pesada cruz sobre la espalda de la niña. Ella
camina con dolor.

Así que la hicieron cargar una pesada cruz de madera y la hicieron caminar
cien veces alrededor de la sala hasta que se le doblaron las piernas y se le
rompieron las espinillas, y hasta que no pudiera hacer nada diferente a
mirar sus piernitas torcidas y lastimadas. Entonces le preguntaron…

PADRES ADOPTIVOS: ¿Todavía quieres ser como Jesús?

KATURIAN: Ella casi se enferma por un instante, pero se lo tragó para no


mostrar ninguna debilidad, los miró a los ojos y les dijo:
“Sí”.

Los padres la clavan a la cruz y la levantan.

Y entonces clavaron sus manos en la cruz, le doblaron las piernas en la


dirección correcta y le clavaron los pies en la cruz, y luego levantaron la
cruz para recargarla contra la pared y la dejaron ahí mientras se fueron a
ver la televisión, y cuando terminaron todos los programas buenos, la
apagaron, afilaron una lanza y le dijeron…

PADRES ADOPTIVOS: ¿Todavía quieres ser como Jesús?

KATURIAN: Y la niñita se tragó sus lágrimas, hizo una respiración


profunda y dijo: “No. No quiero ser como Jesús. ¡Soy Jesús, puta!”
(Pausa.) Y sus padres le hundieron la lanza en un costado…

Lo hacen.

… dejaron que se muriera y se fueron a la cama.

La cabeza de la niñita cae lentamente. Tiene los ojos cerrados.


Luz de día, los padres adoptivos regresan.

Pero en la mañana se quedaron sorprendidos al ver que no había muerto…

La niña abre lentamente los ojos y saluda con la cabeza. Ellos la bajan
suavemente de la cruz. Les toca el rostro como si los perdonara. La
colocan en un ataúd de cristal y sellan la tapa.

…así que la bajaron de la cruz y la sepultaron viva en un pequeño féretro,


con el suficiente aire para que sólo viviera tres días…

Echan tierra sobre la tapa del ataúd.

…y las últimas voces que escuchó fueron las de sus padres adoptivos que
desde arriba le decían…

PADRES ADOPTIVOS: Bueno, si eres Jesús, en tres días te levantarás,


¿no?

KATURIAN: Y la niñita tomó esto en consideración por un momento,


sonrió para sí y murmuró: “exacto, exacto”. (Pausa.) Y esperó. Y esperó.
Y esperó.

Las luces se van desvaneciendo sobre el féretro mientras la niña rasguña


lentamente por debajo de la tapa. Katurian se acerca.

Tres días después, un hombre, que caminaba por el bosque, se tropezó


contra una pequeña tumba recientemente cavada, pero, como el hombre
estaba bastante, bastante ciego, siguió avanzando, tristemente, sin escuchar
el horrible rasguño de hueso contra madera, un poco detrás de él, que
lentamente se desvanecía perdiéndose para siempre en la negra, negra
penumbra de un bosque vacío, vacío, vacío.

Oscuro
TERCER ACTO

Cuarto de interrogatorios de la policía. Katurian escribe de prisa una


larga confesión. Le entrega la primera página a Tupolski, que está
sentado. Ariel, de pie, fuma.

TUPOLSKI: “Por medio del presente documento, confieso mi participación


en el asesinato de seis personas; tres llevados a cabo por mí mismo y tres
llevados a cabo por mí y por mi hermano, cuando representamos algunos
de los horripilantes y perversos cuentos que escribí”. Corchetes,
“Adjuntos”, cierran corchetes. (Pausa.) “Mi más reciente asesinato es el de
mi hermano Michal…” Pues sí, gracias por esto, Katurian. Nunca
hubiéramos sido capaces de culparte por ese.
“Sostuve una almohada sobre su cabeza…” bla, bla, bla… “para salvarlo
del horror de la tortura y ejecución en manos de…” bla, bla, bla. Habla de
lo mucho que quería a su hermano. Sí, realmente lo demuestra. “Mi crimen
más reciente, anterior a éste, fue el de una niñita muda hace tres días. No
sé cuál es su nombre. Esa niñita…fue…”

ARIEL: (pausa) ¿Qué fue de esa niñita?

TUPOLSKI: Ahí termina la página.

ARIEL: Escriba más rapidamente.

TUPOLSKI: Escriba más rapidamente. (Pausa.) ¿O se dice escriba más


rápido? “Escriba más rápidamente”. “Escriba más rápido”.

ARIEL: Es “escriba más rápido”.

TUPOLSKI: Es “escriba más rápido”.

Ariel tuerce el cuello para leer de cabeza lo que está escribiendo Katurian.
Katurian, instintivamente, cubre lo que escribe con la mano. Ariel le
suelta un manotazo en la cabeza.

ARIEL: ¡No está tratando de pasar un puto examen en el colegio!

KATURIAN: Perdón…

Ariel lee por encima del hombro de Katurian.


ARIEL: “…muerta cuando representa,mos un cuento llamado… “La niña
Jesús”. ¿Cuál es “La niña Jesús”? No lo he leído…

TUPOLSKI: ¿Qué?

Ariel hojea en la caja del archivero y encuentra el cuento de “El pequeño


Jesús”.

ARIEL: Dice que la mataron como en el cuento de “La niña Jesús”. ¿Usted
ya vió ese?

TUPOLSKI: (asqueado, triste) Sí, ya.

Ariel empieza a leer el cuento. Katurian le echa una mirada a Tupolski y


se desconcierta por la mirada de éste. Le entrega la segunda página de su
confesión y continúa escribiendo.

¿En dónde dejó su cuerpo?

KATURIAN: Dibujé un mapa. Hay un pozo de los deseos a unos


doscientos metros, detrás de nuestra casa en el bosque de Kamenice. Su
cuerpo está enterrado detrás del pozo de los deseos. Con otras dos
personas. Dos adultos.

TUPOLSKI: ¿Qué otras dos personas?

KATURIAN: En eso estoy.

Tupolski checa su pistola. Katurian se da cuenta, pero sigue escribiendo.

TUPOLSKI: (a Ariel) ¿En qué parte va?

ARIEL: “Usaba una pequeña barba y andaba en sandalias”.

TUPOLSKI: Ariel, si va a leer un cuento para averiguar cómo fue


asesinado un niño, ¿no sería mejor saltarse hasta el final?

ARIEL: Ah. Sí.

TUPOLSKI: Salte hasta la parte de la corona de espinas. O salte hasta la


parte del látigo de nueve colas. O salte hasta la parte en que “cargó una
cruz alrededor de la sala hasta que sus malditas piernas se le doblaron”. O
salte hasta la parte que sigue. (Pausa.) Voy a decir que manden a los
forenses a que recojan el cuerpo.

Tupolski sale con el mapa de Katurian. Ariel termina el cuento y empieza


a llorar silenciosamente. Katurian lo mira y continúa con la confesión.
Ariel se sienta asqueado.

ARIEL: ¿Por qué tiene que haber gente como usted?

Katurian termina la página y continúa con otra. Ariel lee la primera.

“Y lo sostuve mientras mi hermano le cortaba los dedos, representando una


historia que se llama: “El cuento del pueblo del río”. Adjunto. (Pausa) “Y
la sostuve mientras la hacía comer una serie de figuritas hechas de
manzana, con cuchillas de afeitar en su interior, representando un cuento
que se llama:
“Los hombrecitos manzana”. Adjunto”. (Pausa) ¿De verdad cree que no
vamos a quemar todos sus cuentos en el momento en que lo matemos?

KATURIAN: He confesado todo honestamente, tal como se los prometí. Y


creo que van a guardar todos mis cuentos en el archivo de mi caso, y que
no se van deshacer de ellos sino cincuenta años después de mi muerte, tal
como me lo prometieron.

ARIEL: ¿Qué le hace pensar que vamos a mantener nuestra palabra?

KATURIAN: Pues creo que en el fondo son personas honorables.

ARIEL: (se pone de pie, hirviendo) ¡¿En el fondo?! ¡¿Bien en el puto


fondo…?!

KATURIAN: ¿Podría esperar y pegarme después de que termine esto?


Estoy en la parte en la que asesino a mis padres.

Katurian continúa escribiendo. Ariel enciende un cigarro.

Gracias.

ARIEL: (pausa) ¿Usted mató a sus padres?

Katurian asienta con la cabeza.

Quizás sea una pregunta ridícula, pero, ¿por qué?


KATURIAN: Mmm… hay un cuento que se llama “El escritor y su
hermano”. No sé si ya lo leyó.

ARIEL: Ya lo leí.

KATURIAN: Pues… detesto los escritos que son, incluso, vagamente,


autobiográficos. Me parece que la gente que sólo escribe sobre lo que
conoce es porque es muy bruta para poder inventarse algo; sin embargo,
“El escritor y su hermano” es, supongo, el único de mis cuentos que no es
ficción pura.

ARIEL: Ah. (Pausa) ¿Qué edad tenía él? Cuando empezaron.

KATURIAN: Él tenía ocho. Yo siete.

ARIEL: ¿Cuánto duró?

KATURIAN: Siete años.

ARIEL: ¿Y usted lo escuchaba durante todo ese tiempo?

KATURIAN: Nunca supe exactamente qué era, hasta el final, pero sí.

ARIEL: ¿Y entonces los mató?

Katurian asiente con la cabeza, entregándole la confesión ya terminada.

KATURIAN: Sostuve una almohada sobre cada una de sus cabezas y luego
los enterré detrás del pozo de los deseos, detrás de nuestra casa. Me
pareció que el pozo de los deseos era bastante conveniente. En fin, es el
mismo sitio en el que está enterrada la niña muda.

Ariel va hacia el mueble del archivero, hurga dentro.

ARIEL: ¿Sabe qué? Su infancia podría ser utilizada como una buena
defensa en la corte. Bueno, podría serlo si no nos fuéramos a pasar por alto
toda esa mierda de la corte para fusilarlo en una hora.

KATURIAN: No quiero que pasen nada por alto. Lo único que quiero es
que ustedes cumplan su palabra. Mátenme pero salven mis historias.
ARIEL: Bueno, con toda seguridad, usted puede confiar en nosotros, a
medias.

KATURIAN: Puedo confiar en ustedes.

ARIEL: ¿Cómo sabe que puede confiar en mí?

KATURIAN: No sé. Hay algo en usted. No sé qué es.

ARIEL: ¿Ah, sí? Le voy a decir qué es lo que hay en mí. Tengo un
odio…un odio…abrumador y penetrante…contra la gente como usted.
Contra la gente que se atreve a poner así sea un solo dedito…sobre los
niños. Me despierto con eso. Me despierta. Monta conmigo en el bus
cuando voy a trabajar. Me susurra: “No se van a salir con la suya”. Llego
temprano. Me aseguro de que todo lo que haya que cumplir esté listo y de
que los electrodos estén bien conectados para que no… perdamos…
tiempo. Lo admito, a veces empleo un excesivo uso de la fuerza. Y a
veces empleo un excesivo uso de la fuerza en alguna persona
completamente inocente. Pero le voy a decir algo: si una persona
completamente inocente sale de aquí, no va a considerar ni siquiera la
posibilidad de levantarle la voz a un niño, no vaya a ser que, por alguna
puta razón, yo me entere y lo arrastre hasta aquí otra vez para aplicarle otra
puta carga de excesiva fuerza. Ahora, ¿es de algún modo moralmente
cuestionable este tipo de comportamiento en un representante de la ley?
¡Por supuesto que sí! Pero, ¿sabe qué? ¡Me importa un culo! Porque
cuando yo sea viejo, ¿sabe qué? Los niños me va a rodear, van a saber mi
nombre y la causa por la que me comprometí, y me van a agradecer con
dulces, y voy a recibir esos dulces agradecido y les diré que se vayan a su
casa sin miedo, y seré feliz. No por los dulces, ni siquiera me gustan, sino
porque voy a saber…voy a saber que si yo no hubiera estado ahí, ellos
tampoco. Porque soy un buen policía. No necesariamente bueno en el
sentido de ser capaz de resolver una serie de problemas, porque no lo soy,
pero bueno en el sentido de que defiendo algo. Defiendo algo. Defiendo el
lado del bien. Puedo no siempre tener razón, pero estoy del lado del bien.
Del lado de los niños. El lado opuesto al suyo. Y, por lo tanto,
naturalmente, al enterarme de que un niño ha sido asesinado de una
forma…de una forma como esto de “La niña Jesús”… ¿sabe qué? Lo
torturaría hasta la muerte sólo por haber escrito un cuento así, ¡lo de menos
es haberlo actuado! Así que, ¿sabe qué?

Ariel saca del mueble una aterradora batería con electrodos.


…me importa un culo lo que sus papás les hicieron a su hermano y a usted.
Me importa un culo. Los hubiera torturado si los tuviera aquí, así como
ahora lo voy a torturar ahora a usted. Porque dos errores no hacen un
acierto. Dos errores no hacen un acierto. Así que arrodíllese aquí por
favor, para que lo pueda conectar a la batería.

Katurian retrocede.

KATURIAN: Por favor, otra vez no…

ARIEL: Venga para acá, por favor, he dicho…

Tupolski entra.

TUPOLSKI: ¿Qué pasa?

ARIEL: Estoy a punto de conectarlo a la batería.

TUPOLSKI: Dios, ¿y por qué no lo había hecho ya?

ARIEL: Estábamos hablando.

TUPOLSKI: ¿De qué?

ARIEL: De nada.

TUPOLSKI: ¿Se echó el sermón ese de que “los niños van a llegar a darme
dulces cuando yo sea viejo”?

ARIEL: Coma mierda.

TUPOLSKI: (hacia atrás) ¿Perdón? Es la segunda ocasión en el día en que


me…

ARIEL: (a Katurian) ¡Usted! Arrodíllese aquí por favor. Ya se lo pedí


educadamente.

Katurian se dirige lentamente hacia Ariel. Tupolski se sienta en el


escritorio y echa un vistazo al resto de la confesión. Katurian se arrodilla.

KATURIAN: ¿Y quién fue el primero que te pidió que te arrodillaras,


Ariel? ¿Tu mamá o tu papá?
Ariel se paraliza. A Tupolski se le cae la quijada.

TUPOLSKI: Mierda.

KATURIAN: Supongo que tu papá, ¿cierto?

TUPOLSKI: Oh, ¿no se puso a decirle toda esa mierda de su papá?, ¿o sí,
Ariel? ¡Por Dios!

ARIEL: No, Tupolski, no me puse a decirle toda esa mierda de mi papá.

TUPOLSKI: ¿Qué? Oh. Mierda. Lo de siempre.

ARIEL: (a Tupolski) Se la pasa jodiéndome con esa mierda, ¿no? Con la


mierda del “problema de la infancia”.

TUPOLSKI: No me la paso jodiéndolo con nada. Es usted quien se la pasa


sacando su infancia problemática.

ARIEL: Nunca he dicho una palabra sobre mi infancia problemática. No


usaría la frase “infancia problemática” para describir mi infancia.

TUPOLSKI: ¿Qué frase usaría? ¿Una infancia en la que sufrió del abuso de
su papá? Esa no es una frase.

Ariel empieza a temblar levemente.

ARIEL: ¿Quiere darle un poco más de información al prisionero, Tupolski?

TUPOLSKI: Estoy cansado de que aquí todo mundo esté utilizando su puta
infancia para justificar su puto comportamiento. Mi padre era un
alcohólico violento. ¿Soy un alcohólico violento? Sí, pero esa fue mi
elección personal. Lo admito libremente.

ARIEL: Me gustaría seguir torturando al prisionero.

TUPOLSKI: Siga torturando al prisionero. Lo tiene esperando hace años.

Ariel le conecta los electrodos a Katurian.

ARIEL: Hoy sobrepasó los límites, Tupolski.


TUPOLSKI: Estoy leyendo la confesión del prisionero, Ariel, para
asegurarme de que no estamos dejando de tomar en cuenta todos los
aspectos de este caso. Estoy haciendo mi trabajo. No estoy torturando a un
condenado de mierda sólo para satisfacer mis sádicas fantasías de
venganza.

ARIEL: Bien sobrepasados los límites.

TUPOLSKI: Apúrese y torture al prisionero por favor, Ariel. Tenemos que


fusilarlo en media hora.

Ariel conecta los electrodos a la batería.

KATURIAN: ¿Dónde está tu papá ahora, Ariel?

ARIEL: ¡No diga ni una palabra, Tupolski! ¡Ni una palabra!

TUPOLSKI: No estoy diciendo ni una palabra. Estoy leyendo su


confesión. Estoy haciendo mi trabajo, como dije.

KATURIAN: ¿Está en la cárcel?

ARIEL: Y usted también cállese la boca, pervertido.

KATURIAN: ¿O qué va a hacer? ¿Me va a torturar y a ejecutar? (Pausa.)


¿Está en la cárcel?

ARIEL: Shh, shh, shh, estoy tratando de concentrarme…

TUPOLSKI: No, no está en la cárcel.

ARIEL: ¿Qué acaba de decir?

KATURIAN: ¿Nunca lo arrestaron?

TUPOLSKI: No pudieron arrestarlo.

ARIEL: ¡Tupolski! Estaría muy mal para todos los interesados continuar
con…esta línea de conversación.

TUPOLSKI: Tengo el terrible presentimiento de que tiene razón.


ARIEL: Así que voy a conectar este último electrodo aquí, y voy a conectar
este último electrodo acá…

KATURIAN: ¿Por qué no pudieron arrestarlo?

Ariel ha terminado de colocar los electrodos y está a punto de encender la


batería cuando Tupolski, en el último momento posible, habla.

TUPOLSKI: Porque Ariel ya lo había asesinado, por supuesto.

Ariel se ríe levemente, temblando otra vez. No enciende la batería.

Bueno, no fue un verdadero asesinato, ¿o sí? Fue más en defensa propia,


responsabilidad atenuada y todo eso. Digo asesinato sólo para molestarlo.
Ey, yo asesinaría a mi padre si se metiera a mi cama cada semana desde los
ocho años, ¿sabe? (Pausa.) Mm. Le puso una almohada sobre la cabeza
cuando dormía. Veo que ustedes niños tienen mucho en común.

Tupolski suelta de un golpe la confesión sobre la mesa.

ARIEL: (pausa) Voy a hablar con el Comandante ahora mismo y le voy a


informar sobre su comportamiento en esta investigación. Le ha faltado
enfoque y claridad desde el principio. Desde el principio. Como, por
ejemplo, todo ese cuento de “la visión periférica”. Todo ese cuento de “la
visión periférica por debajo de los ojos”. ¿De qué está hablando?

TUPOLSKI: Desconcertar y desestabilizar al prisionero con necedades


estúpidas viene en todos los manuales, Ariel. Ahora me gustaría seguir
interrogando al prisionero sin la ayuda de su aparatejo eléctrico, así que
desconecte al Sr. Katurian, si no le importa. Quiero que se concentre.

ARIEL: Y le voy a pedir al Comandante que los sustituya por mí como el


Número Uno de la investigación, porque ésta no es la primera vez que esto
sucede. El Comandante me estima, ya lo ha dicho, y los Número Uno han
sido sustituidos antes. Y lo van a reprender, y la conclusión del caso voy a
atarla yo. Atar los cabos sueltos me va a tocar a mí. Yo seré quien los ate.

TUPOLSKI: ¿Y cuál sería su primer paso para atar este caso?

ARIEL: Bueno, pues como lo estaba intentando, antes de que entrara y


dijera todas esas cosas, mi primer paso sería torturar al prisionero con los
susodichos electrodos.
TUPOLSKI: ¿Por qué?

ARIEL: ¿Por qué? Porque mató a esos malditos niños.

TUPOLSKI: Mi primer paso sería hacerle una serie de preguntas sobre el


asesinato de la niña muda.

ARIEL: ¿Eh?

TUPOLSKI: Mi primera pregunta sería: “¿Es cierto, Sr. Katurian…”,


lo diría así, con cierta formalidad. “¿Es cierto, Sr. Katurian, que usted y su
hermano, al representar el cuento de “La niña Jesús”, colocaron una corona
de espinas sobre la cabeza de esa niñita?

KATURIAN: Sí, es cierto.

TUPOLSKI: Es cierto. Mi segunda pregunta sería: “¿Esto sucedió antes o


después de que la azotaran con el látigo de nueve colas?”

KATURIAN: Después.

ARIEL: Eso ya lo sabíamos.

TUPOLSKI: Mi tercera pregunta sería: “¿La hicieron caminar después


cargando una pesada cruz de madera, sobre la cual procedieron luego a
crucificarla?”

KATURIAN: Sí, lo hicimos.

TUPOLSKI: Lo hicieron. Después, para finalizar, ¿le hundieron una lanza


enorme en uno de sus lindos costados?

KATURIAN: Sí, así fue. Me avergüenza.

TUPOLSKI: ¿Y después la enterraron?

KATURIAN: Sí.

ARIEL: Dije que ya sabíamos todo esto.

TUPOLSKI: En el cuento, la niñita seguía viva cuando la enterraron.


¿Todavía estaba viva esa niñita muda cuando la enterraron, o estaba
muerta?
KATURIAN: (pausa) ¿Qué?

TUPOLSKI: ¿La niñita muda estaba todavía viva cuando la enterraron o


estaba muerta?

Katurian busca una respuesta, pero no la encuentra.

KATURIAN: (quedamente) No sé.

TUPOLSKI: ¿Perdón?

KATURIAN: No sé.

TUPOLSKI: No sabe. No sabe si estaba viva o muerta. ¿Qué tal, Ariel?


Cunado vaya a hablar con el Comandante, ¿podría avisarle al equipo de
búsqueda, y hacer que se apuren en caso de que sea una niña muda viva la
que tienen que desenterrar? Gracias, corazón.

Ariel lo mira un momento, luego sale presuroso. Tupolski se acerca a


Katurian, que sigue arrodillado, y a la batería.

¿Cómo puede no saber?

KATURIAN: Era difícil saberlo. No estaba respirando tanto. Creo que


estaba muerta. Creo que sí. Ya debe estarlo, ¿no? Después de todo eso.

TUPOLSKI: ¿Sí? ¿Tendría que estarlo? No sé. Nunca he crucificado, ni


sepultado a una niña. No sé.

Tupolski empieza a jugar con los cables de la batería. Katurian se


prepara para el shock. Tupolski desconecta los electrodos y regresa a
sentarse.

Yo asumiría que está muerta. Lo asumiría. Pero no lo sé. Fue sólo una
idea que tuve cuando se lo conté a los forenses. Todo lo que usted dijo fue
que había actuado “La niña Jesús”. Eso es suficiente para Ariel. “Disculpe,
oficial, sí lo hice” ¡Pf! Para mí no es suficiente. Ariel es un policía.
Vigila. Los perros policía vigilan. Yo soy un detective. A veces me gusta
detectar.

KATURIAN: Estoy seguro de que está muerta.


TUPOLSKI: Sin embargo, no lo suficientemente seguro, ¿no? (Pausa.) Yo
también escribí un cuentico alguna vez, ¿sabe? De algún modo resumía la
visión que tengo del mundo. Bueno, en realidad no resumía la visión que
tengo del mundo. No tengo ninguna visión del mundo. Me parece que el
mundo es un cerro de mierda. Esa en realidad no es una visión del mundo,
¿o sí? ¿O sí? Mmm. (Pausa) En fin, alguna vez escribí este cuento y…
espere: ya veo, no, si no resume mi visión del mundo, lo que resume es la
visión que tengo de mi trabajo como detective y la relación del trabajo de
detective con el mundo. Eso es, sí. ¿Por qué sigue arrodillado?

KATURIAN: No sé.

TUPOLSKI: Se ve ridículo.

KATURIAN: Sí.

Tupolski le señala la silla. Katurian se quita los últimos electrodos y se


sienta en la silla.

TUPOLSKI: ¿Quiere oír mi cuento?

KATURIAN: Sí.

TUPOLSKI: Bueno, no diría que no, ¿o sí?

KATURIAN: No.

TUPOLSKI: No. Bueno, mi cuento se llama… ¿Cómo se llama? Se


llama… “El cuento del niñito sordo, en las enormes y largas vías del
ferrocarril, en China”. (Pausa.) ¿Qué?

KATURIAN: ¿Qué?

TUPOLSKI: ¿No le parece un buen título?

KATURIAN: Sí me parece que es un buen título.

TUPOLSKI: (pausa) ¿Qué piensa en realidad? Tiene mi autorización para


ser totalmente honesto, así me duela.

KATURIAN: Creo que es el peor título que he oído. Tiene dos comas. No
puede haber dos comas en un título. No puede haber ni una coma en un
título. Debería tener sólo un punto ese título. Ese título es casi demente.
TUPOLSKI: (pausa) Tal vez es un título que se adelanta a su tiempo.

KATURIAN: Tal vez. Tal vez los malos títulos sí se adelantan a su


tiempo. Tal vez esa sea la nueva tendencia.

TUPOLSKI: Tal vez.

KATURIAN: Me parece que es un pésimo título.

TUPOLSKI: ¡Quedó establecido! Ahora retiro mi autorización para que sea


totalmente honesto y ¡agradezca que no le dí un buen totazo! (Pausa.) Ok.
¿Dónde iba?

KATURIAN: En el niñito sordo, en las enormes y largas vías del


ferrocarril. (Pausa.) Perdón.

TUPOLSKI: (pausa) Ok. Había una vez un niñito sordo, que no escuchaba
nada, como es normalmente el caso de los niños sordos. ¡Ah, sí! Y era en
China, así que era un chinito sordo. No sé por qué lo puse en China. ¡Ah,
sí! Ya sé. Me encanta la mirada de los niñitos chinos, son chistosos. (Se
ríe) En fin, una vez, volviendo a casa de algún lugar, iba caminando sobre
unas vías de ferrocarril que se extendían kilómetros y kilómetros por las
llanuras, por las llanuras chinas, ¿sabe? No había árboles, ni nada, sólo las
malditas llanuras. Venía caminando sobre las vías. Y tal vez el niñito
también era un poco retrasado. Quizás era un chinito sordo y retrasado,
porque siendo sordo venía caminando por las malditas vías del ferrocarril.
Eso era tremendamente peligroso. ¿Qué tal si le llegaba un tren por detrás?
No lo iba a oír, lo atropellaría. Así que probablemente sí era retrasado.
Ok, pues este chinito sordo y retrasado caminaba rumbo a casa, por las
largas y enormes vías del ferrocarril, y adivine qué. Un puto tren enorme
venía detrás de él. Pero como las vías eran tan largas y el tren estaba tan
lejos no lo iba a alcanzar en años; sin embargo, sí lo iba a alcanzar. El tren
iba tan rápido que incluso si el conductor lo visualizaba, no iba a lograr
frenar a tiempo. Además no es fácil ver a un niño. Y él era como uno de
esos preciosos niñitos chinos que son tan chiquititos, ¿si sabe? Con el pelo
como púas, ¿si sabe? Así como ellos. Así que el conductor no lo iba a ver.
Sin embargo, alguien lo vio. ¿Sabe quién lo vio? Bueno, pues a un
kilómetro de las vías del ferrocarril, en la dirección en la que iba el niño,
había una misteriosa y antigua torre, de cien metros de altura, y en la punta
de esa torre vivía un extraño anciano. Un extraño chino anciano, de largos
bigotes chinos y ojos entrecerrados, que usaba un gracioso sombrerito.
Algunos creían que era muy sabio, pero otros pensaban que era
espeluznante por vivir en la punta de esa maldita torre. De cualquier modo,
nadie había hablado con él en años. La gente ni siquiera sabía si estaba
vivo o muerto. Pero, por supuesto, estaba vivo, si no, no estaría en el
cuento. Así que estaba en su torre haciendo cálculos matemáticos, diseños,
dibujos, inventos y proyectos de lo que todavía no había inventado. Tenía
millones de papeles regados por el cuarto y prendidos con alfileres a las
paredes, y todo eso era su vida, todas esas cosas. El mundo lo tenía sin
cuidado. Lo único que le importaba eran sus diseños y sus cálculos
matemáticos. Y de pronto se asomó por el arco de su pequeña ventana y
vio, aproximadamente a un kilómetro de distancia, al niñito sordo que se
aproximaba, y como a dos o tres kilómetros, al estruendoso tren que venía
detrás de él. Pero el anciano analizó muy bien la situación: “Un niñito
sordo está caminando sobre las vías del ferrocarril. Ese niñito sordo no va
a escuchar que el tren viene detrás de él. Ese niñito sordo va a quedar
hecho pedazos”. Entonces…

KATURIAN: ¿Cómo sabía que el niño era sordo?

TUPOLSKI: (pausa) ¿Eh?

KATURIAN: ¿Cómo sabía que el niño era sordo?

TUPOLSKI: (piensa) Porque le vio el aparato.

Katurian sonríe y asiente con la cabeza. Tupolski respira aliviado.

Me lo saqué de la manga…Entonces vio al niñito sordo y vio el tren, pero


no corrió a salvarlo, ni nada de eso, como lo hubiera hecho alguien normal,
ya que, de haberlo querido, estaba lo suficientemente cerca. ¿Qué hizo?
Nada. No hizo nada. Empezó a hacer unos cálculos en un pedazo de
papel, tan solo para divertirse. Unos cálculos basados, supongo, en la
velocidad del tren, en la longitud de las vías y en la velocidad a la que las
piernitas del niñito andaban. Unos cálculos para averiguar exactamente en
qué punto de las vías el tren iba a surcar por en medio de la maldita espalda
del pobre niñito sordo. Pues bien, el niñito siguió caminando, ajeno a todo
esto; el tren siguió y siguió, estruendoso, cada vez más cerca de él, y el
niño se encontraba como a treinta metros del pie de la torre cuando el
anciano terminó de calcular y descubrió que el tren lo iba a arrollar a diez
metros, exactamente, del pie de la torre. A diez metros del pie de la torre.
El anciano tarareó desinteresadamente, dobló la hoja de sus cálculos para
hacer un avioncito de papel, lo lanzó por la ventana y regresó a su trabajo,
sin volver a pensar más en el pobre niñito sordo. (Pausa.) A once metros
del pie de la torre, brincó el niñito sordo, saliéndose de las vías del
ferrocarril, para cojer el avioncito de papel. El tren estruendoroso pasó
detrás de él.

Katurian sonríe.

KATURIAN: Es muy bueno.

TUPOLSKI: “Es muy bueno”. Es mejor que toda tu basura junta. Mil y un
maneras de descuartizar un niño de cinco años.

KATURIAN: No, no es mejor que todo lo mío, pero es muy bueno.

TUPOLSKI: ¿Perdón? había retirado mi autorización para que me diera


cualquier lata, ¿no? Mi cuento es mejor que todos tus cuentos.

KATURIAN: Sí, lo es. Y le agradezco nuevamente por guardar mis menos


valiosos cuentos en mi archivo.

TUPOLSKI: Mmm.

KATURIAN: (pausa) ¿Pero de qué manera sintetiza ese cuento su visión


del mundo? ¿O la visión de su trabajo como detective o de lo que sea?

TUPOLSKI: ¿No entiende? (orgulloso) El viejo sabio me representa a mí.


Se la pasa todo el día en su torre haciendo cálculos, no tiene mucha
afinidad con sus semejantes. El niñito sordo y retrasado representa a mis
semejantes, ¿si ve? Anda por ahí, ajeno a todas las cosas; ni siquiera se da
cuenta de que viene un puto tren, pero yo sé que viene un puto tren, y por la
genialidad de mis cálculos, por la genialidad de haber lanzado un avioncito
de papel en ese instante, voy a salvar a ese idiota del tren, voy a salvar a los
demás de los criminales, y ni siquiera voy a recibir una palabra de
agradecimiento. El niñito sordo no le dio las gracias al anciano, ¿o sí? Se
puso a jugar con su puto avioncito. Pero eso no importa, no necesito que
me agradezcan. Todo lo que necesito es saber que, gracias a mi infatigable
trabajo como detective, ese niñito se va a salvar del tren. (Pausa.) A menos
que sea como en su caso, en el que tengo que localizar al conductor del tren
que ya cogió al pobrecito imbécil, logrando lo contrario con sus putos
semejantes.

KATURIAN: (pausa) ¿Entonces el anciano quería que el niño sordo


cogiera el avioncito?

TUPOLSKI: Sí.
KATURIAN: Ah.

TUPOLSKI: ¿Qué, no lo entendió?

KATURIAN: No, pensé que el niño lo había cojido por casualidad, por
accidente.

TUPOLSKI: No. No, el anciano quería salvar al niño. Por eso lanzó el
avión.

KATURIAN: Ooh.

TUPOLSKI: Es realmente bueno lanzando avioncitos de papel. Es


realmente bueno en todo.

KATURIAN: ¿Pero qué? ¿después no se voltea como si no le importara?

TUPOLSKI: No. Se voltea porque es tan bueno lanzando avioncitos de


papel, que ni siquiera necesita mirar adónde lo mandó; él sabe: “oh,
pequeño niño retrasado. Les encantan los avioncitos de papel, ¿no? Va a
querer saltar para cacharlo.” (Pausa.) ¿No quedó claro?

KATURIAN: Creo que podría quedar más claro.

Tupolski, asiente, considerándolo. Después retoma su postura.

Yo sé qué podría haber hecho para que quedara más claro.

TUPOLSKI: ¡Un momento! ¡No le estoy pidiendo ningún ayuda literaria!

KATURIAN: No no, yo solamente estaba tratando de…

TUPOLSKI: Creo que usted sí hubiera podido ser más claro al saber si la
puta niñita que masacró hace tres días estaba viva o muerta cuando la
enterró. Creo que eso podría quedar más claro. ¿Y podré ser más claro si
le digo que dentro de unos minutos me voy a enfurecer de verdad y le voy a
prender fuego a todos sus cuentos, a pesar de las promesas que hayamos
hecho?

Tupolski toma los cuentos y unos cerillos.

¿Podría ser más claro que eso?


KATURIAN: Por favor, Tupolski. Su cuento es realmente muy bueno.

TUPOLSKI: Mi cuento es mejor que todos los suyos.

KATURIAN: Su cuento es mejor que todos los míos.

TUPOLSKI: Y sí quedó claro que el anciano quería salvar al niñito sordo.

KATURIAN: Completamente claro.

TUPOLSKI: (pausa) ¡No le gusta únicamente porque el niñito sordo no se


muere en el puto final!

KATURIAN: Sí me gusta, Tupolski. Y eso no tiene nada qué ver con nada.
Ni con que quemar mis cuentos, ni con nada. De verdad me gustó su
cuento. Yo estaría orgulloso de haberlo escrito. De verdad.

TUPOLSKI: (pausa) ¿Sí?

KATURIAN: Sí.

Pausa. Tupolski deja los cuentos.

TUPOLSKI: De todas maneras no los iba a quemar. Soy un hombre de


palabra. Si alguien mantiene su palabra, yo mantengo la mía.

KATURIAN: Lo sé. Lo respeto. Y ya sé que no le importa si lo respeto o


no, pero, de cualquier modo, lo respeto.

TUPOLSKI: Pues yo respeto que lo respete. Ah, ¿no somos divinos?


Es casi una pena que tenga que dispararle en la cabeza dentro de veinte
minutos.

Tupolski sonríe. Katurian piensa en su muerte por primera vez.

KATURIAN: Mm.

Tupolski deja de sonreír. Pausa.

TUPOLSKI: No, yo…Algunos de sus cuentos son muy buenos también.


Algunos me gustaron.
KATURIAN: ¿Cuáles?

TUPOLSKI: (pausa) Había algo en “El Pillowman” que se quedó conmigo.


Había algo suave. (Pausa.) La idea de que si un niño se moría solo por un
accidente, no estaba realmente solo. Tenía a una persona suave y amable a
su lado para darle la mano, y toda esa vaina. Y también que, de algún
modo, era la decisión del niño. Lo cual, de alguna manera, lo
tranquilizaba. Por lo tanto no era un desperdicio estúpido.

KATURIAN: (asiente. Pausa.) ¿Ha perdido a algún niño?

TUPOLSKI: (pausa) Yo no me meto, como Ariel, en ese tipo de cosas con


los condenados.

Katurian asiente. Pausa triste.

Se me ahogó un hijo. (Pausa) Pescando. (Pausa.) Una bobada.

Katurian asiente. Tupolski regresa la batería al mueble.

KATURIAN: ¿Qué sucede ahora?

TUPOLSKI: Esperamos que nos informen sobre la niña muda…

Tupolski saca una capucha negra del mueble y se la muestra con


delicadeza a Katurian, por delante y por atrás.

…le ponemos esta capucha en la cabeza, lo llevamos al cuarto de al lado y


le disparamos en la cabeza. (Pausa.) ¿Es correcto? No. Lo llevamos al
cuarto de al lado, luego le ponemos la capucha y luego le disparamos en la
cabeza. Si le pusiéramos la capucha, antes de llevarlo al cuarto de al lado,
podría tropezarse con algo y lastimarse.

KATURIAN: ¿Por qué en al cuarto de al lado? ¿Por qué no aquí?

TUPOLSKI: Es más fácil trapear el cuarto de al lado.

KATURIAN: (pausa) ¿Lo hacen así de una, de repente, o me dan un


minuto para hacer una oración o algo?

TUPOLSKI: Bueno, primero canto una canción sobre un pequeño pony y,


luego, Ariel saca su erizo. ¿Si lo conoce? el erizo para las ejecuciones? Y
con el erizo fuera, le quedan como trece o veintisiete segundos,
dependiendo del tamaño del erizo. (Pausa) ¡Si lo fuera a hacer de una, no
le voy a decir que lo voy a hacer de una, ¿o sí?! ¡Dios! ¡Para ser un
supuesto escritor psico-asesino genio, es bastante lerdo! (Pausa.) Después
de ponerle la capucha, le quedan como diez segundos. Así que reduzca tus
cantos en latín al mínimo.

KATURIAN: Gracias.

TUPOLSKI: De nada.

Tupolski avienta la capucha sobre la mesa, enfrente de Katurian. Pausa.

KATURIAN: No, solamente quiero dedicarle algunos pensamientos a mi


hermano.

TUPOLSKI: ¿Eh? ¿A su hermano? No a los tres niños que mató, sino a su


hermano.

KATURIAN: Así es. No a los tres niños que maté, sino a mi hermano.

La puerta se abre. Ariel entra, estupefacto y pálido. Se mueve lentamente


hacia Katurian.

TUPOLSKI: ¿La encontraron?

Ariel llega hasta Katurian, que se asusta. Coloca una mano sobre la
cabeza de Katurian y agarrándolo del pelo, le echa la cabeza hacia atrás
suavemente, mirándolo fijamente.

ARIEL: (silenciosamente) ¿Qué diablos le pasa? Exactamente, ¿qué


diablos le pasa a usted?

Katurian no puede contestar. Ariel lo suelta suavemente y se regresa


hacia la puerta lentamente.

TUPOLSKI: ¿Ariel?

ARIEL: ¿Mmm?

TUPOLSKI: ¿La encontraron?

ARIEL: Sí, la encontraron.


TUPOLSKI: Y estaba muerta, ¿verdad?

Ariel sigue en la puerta.

ARIEL: No.

Katurian se lleva las manos al rostro, horrorizado.

TUPOLSKI: ¿Todavía estaba viva?

Ariel le hace señas a alguien desde la puerta. Una niña muda de unos
ocho años. Su cara, su pelo, su ropa y sus zapatos están pintados
totalmente de verde brillante. Entra sonriendo felizmente. Saluda a los
dos hombres en lenguaje de señas.

ARIEL: La encontraron cerca del pozo de los deseos, en una casita de


muñecas. Tenía tres marranitos. Tenía una cantidad de comida y de agua.
De hecho, los marranitos también. Está muy feliz con todo, ¿cierto, María?

Ariel hace en señas “¿Estás feliz?”. Sonriendo, ella responde con señas,
de manera un poco extensiva.

Dice que sí, que está muy feliz, pero pregunta si se puede quedar con los
marranitos. (Pausa.) Me pidió que le preguntara.

Tupolski sólo se les queda viendo pasmado. Pausa.

Le dije que le iba a preguntar sobre a los marranitos.

TUPOLSKI: ¿Qué? Ah. Sí. Se puede quedar con los marranitos.

Ariel levanta los pulgares hacia ella. Ella empieza a saltar, gritando de
gusto. Katurian sonríe levemente.

ARIEL: Sí, sí, pero primero te vamos a limpiar y te vamos a llevar con
mamá y papá. Han estado preocupados por ti.

Ariel la toma de la mano, con la otra dice adiós felizmente a todos, y la


conduce afuera. Tupolski y Katurian voltean de la puerta hacia ellos
mismos. Después de unos segundos, Ariel regresa lentamente, cerrando la
puerta detrás de él.
Hallaron una enorme lata de pintura verde junto con ella, de esa pintura que
brilla en la oscuridad como en los túneles del tren, ¿si sabe? Hay muchas
huellas, por si las necesitamos. Y también encontraron los esqueletos de
los padres exactamente ahí donde dijo, cerca del pozo de los deseos. En
fin, el caso es que confiesa el asesinato de dos personas de las cuales no
sabíamos nada y el asesinato de una niña que, de hecho, no ha sido
asesinada.

TUPOLSKI: ¿Por qué?

ARIEL: ¿Por qué? ¿Me está preguntando por qué?

TUPOLSKI: Sí.

ARIEL: Eh-eh. Tupolski, ¿sabe qué? Usted es el Número Uno, usted


resuélvalo, puta.

TUPOLSKI: No voy a tolerar más insubordinación usted, por hoy, Ariel.

ARIEL: Eh, sí, lo hará.

TUPOLSKI: En tal caso, lo voy a reportar con el Comandante ahora


mismo.

ARIEL: ¡No parece muy contento de que la niñita muda todavía esté viva!
¡Hasta este tipo parece contento de que la niñita todavía esté viva! ¡Parece
que lo que le molesta es que le haya dañado todos sus cálculos!

Tupolski hurga entre los cuentos, busca uno en particular.

TUPOLSKI: Obviamente pintaron a la niña de verde y la rodearon de


marranitos para representar…

ARIEL: Para representar el cuento de “El marranito verde”. Genial,


Tupolski. Seguró lo dedujo por la pintura verde y por los marranitos. La
pregunta es ¿por qué? ¿Por qué no la mataron a ella también? ¿Y por qué
dijo que lo había hecho?

TUPOLSKI: Shh, estoy leyendo el cuento para ver si hay alguna pista.

ARIEL: (se ríe) ¡Se lo podríamos preguntar!

TUPOLSKI: ¡Que estoy leyendo, dije!


ARIEL: (a Katurian) ¿Podría explicarnos por qué todavía está viva la niña
muda?

KATURIAN: (pausa) No. No, no puedo. Pero me alegra que lo esté. Me


alegra.

ARIEL: Creo que sí se alegra. Creo que sí se alegra. Creo que se alegra
más usted que este otro. Le voy a hacer otra pregunta basada en un
pequeño presentimiento que acabo de tener, porque también estoy teniendo
presentimientos. Creo que las proezas detectivescas del señor Tupolski se
me están pegando. ¿De qué color era el pelo del niñito judío, al cual le
cortó los dedos y dejó que se desangrara?

KATURIAN: ¿Qué?

ARIEL: ¿De qué color era su pelo?

KATURIAN: Castaño oscuro. Era una especie de castaño oscuro.

ARIEL: “Era una especie de castaño oscuro”. Qué bien. Considerando


que era un niñito judío, “era una especie de castaño oscuro”. Muy bien.
Qué pena que su mamá fuera una irlandesa y que su hijo se pareciera
mucho a un puto setter irlandés rojo. ¿Quiere que le haga unas cuantas
preguntas sobre la niña del monte?

KATURIAN: No.

ARIEL: No. Porque usted no mató a ninguno de esos dos niños, ¿verdad?

KATURIAN: No.

ARIEL: ¿Ni siquiera los vió jamás, verdad?

KATURIAN: No.

ARIEL: ¿Le dijo a su hermano que los matara?

KATURIAN: No estaba enterado de nada de esto hasta hoy.

ARIEL: ¿Su hermano también mató a sus padres?

KATURIAN: Yo maté a mis padres.


ARIEL: El único asesinato que le podemos atribuir es el de su hermano. A
la luz de las extenuantes circunstancias, dudo seriamente que lo vayan a
ejecutar por eso. Por lo tanto, yo lo pensaría muy bien antes de admitir el
asesinato de…

KATURIAN: Yo maté a mis padres. (Pausa.) Yo maté a mis padres.

ARIEL: Le creo. (Pausa.) Pero no mató a ningún niño, ¿no?

Katurian sacude la cabeza que pende.

Su testigo, Tupolski.

Ariel enciende un cigarro. Tupolski, habiendo recuperado la serenidad,


vuelve a sentarse.

TUPOLSKI: Muy buen trabajo, Ariel.

ARIEL: Gracias, Tupolski.

TUPOLSKI: Y, por cierto, sí me alegré de que la niñita todavía estuviera


viva. Estaba tratando de evitar que mis verdaderas emociones se mostraran
en el trabajo, eso es todo.

ARIEL: Ah, ya veo…

TUPOLSKI: ¿Ya ve? (Pausa.) Mmm. Pues, mmm, sólo por curiosidad
mía, antes de que lo ejecutemos por estos tres otros crímenes, ¿por qué
confesó haber matado a los niños, Katurian?

KATURIAN: Me tenían por haber matado a Michal. Tan pronto como


encontraron a la tercera niña, me tendrían por haber matado a mis padres.
Supuse que si me involucraba en todo lo demás, tal como ustedes querían,
podría, por lo menos, salvar mis cuentos. Por lo menos tendría eso.
(Pausa) Por lo menos tendría eso.

TUPOLSKI: Mmm. Entonces es una lástima, ¿no?

KATURIAN: ¿Qué es una lástima?

TUPOLSKI: El que salváramos sus cuentos dependía de que usted


confesara honestamente lo que tiene que ver con todo este triste asunto.
Evidentemente, el que ahora diga que no mató a los otros dos niños, y
evidentemente, el que hayan regado pintura verde por todo mi puto piso,
hace que su confesión no sea del todo honesta, ¿o sí? Y, por lo tanto,
obviamente, si su confesión no fue del todo honesta, sus cuentos se van a
quemar en la hoguera.

Tupolski toma un tarro, vierte combustible y toma unos cerillos.

KATURIAN: No es en serio.

TUPOLSKI: Ahí está su capucha. Póngasela, por favor. Estoy tratando de


prender fuego.

KATURIAN: Ariel, por favor…

TUPOLSKI: ¿Ariel? ¿No es verdad que nosotros, como honorables


hombres que somos, prometimos no quemar sus cuentos si confesaba
honestamente?

ARIEL: Por Dios, Tupolski…

TUPOLSKI: ¿Es verdad, sí o no, que prometimos no quemar sus cuentos si


confesaba honestamente?

ARIEL: Sí, es verdad.

TUPOLSKI: ¿Y confesó haber matado a un niño judío al que no mató?

ARIEL: Sí, lo hizo.

TUPOLSKI: ¿Y confesó haber matado a una niña con cuchillas de afeitar, a


la cual tampoco mató?

ARIEL: Sí, lo hizo.

TUPOLSKI: ¿Y confesó haber matado a esa fastidiosa puta niña verde, que
ni siquiera está muerta?

ARIEL: Sí, lo confesó.

TUPOLSKI: ¿No debemos, pues, dentro de nuestros derechos, como


hombres honorables, quemar toda la obra del Sr. Katurian?
KATURIAN: Ariel…

ARIEL: (con tristeza) Estamos dentro de nuestros derechos.

TUPOLSKI: Estamos dentro de nuestros derechos. Tenemos alrededor de


cuatrocientos cuentos aquí, y si le sumamos algunas cuantas copias de La
Libertad, en donde tiene un cuento, sería todo el trabajo de su vida, ¿cierto?
Sería todo el trabajo de su vida.

Tupolski sopesa los cuentos en sus manos.

No pesan mucho. ¿Regaré algo de gasolina sobre sus cuentos también, o


sería un poco peligroso? Me preocupa chamuscarme.

KATURIAN: Ariel, por favor…

TUPOLSKI: Dije que se pusiera la capucha.

Tupolski prende fuego dentro del tarro, sosteniendo aún los cuentos.

KATURIAN: ¡¡Ariel!!

TUPOLSKI: (pausa) ¿Ariel?

ARIEL: (pausa) Sé que todo esto no es culpa suya. Sé que no mató a los
niños. Sé que no quería matar a tu hermano, y sé que mató a sus papás por
los motivos correctos y siento tristeza por usted. De verdad siento tristeza
por usted y nunca antes le había dicho esto a nadie bajo custodia. Pero, al
fin de cuentas, nunca me gustaron sus cuentos en un principio, ¿sabe?

Ariel le quita los cuentos a Tupolski.

Mejor póngase la capucha.

Katurian va a ponerse la capucha. Se detiene.

KATURIAN: ¿No se suponía que primero me iban a llevar al cuarto de al


lado y me la pondría allí?

TUPOLSKI : No, no, le vamos a disparar aquí. Era un chiste. Nada más
arrodíllese un poco más allá para que no me vaya a salpicar.
KATURIAN: ¿Pero me van a dar diez segundos después de que me ponga
la capucha, o también era un chiste?

TUPOLSKI: Mmm…

ARIEL: Le vamos a dar diez segundos.

TUPOLSKI: Le vamos a dar diez segundos. Era en chiste. Era en chiste.

Katurian se arrodilla. Tupolski saca su pistola y la amartilla. Katurian


mira tristemente a Ariel.

KATURIAN: Fui un buen escritor. (Pausa.) Eso es todo lo que quise ser.
(Pausa.) Y lo fui. Y lo fui.

TUPOLSKI: “Fui” siendo la palabra vigente.

KATURIAN: (pausa) Sí. “Fui” siendo la palabra vigente.

Katurian se pone la capucha. Tupolski apunta.

TUPOLSKI: Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Cinco. Cuatro…

Tupolski le dispara en la cabeza. Katurian cae al suelo, muerto. La


sangre se derrama lentamente por debajo de la capucha.

ARIEL: ¿Para qué hizo eso?

TUPOLSKI: ¿Para qué hice qué?

ARIEL: Dijo que le iba a dar diez. Eso no estuvo bien.

TUPOLSKI: Ariel, ¿qué tiene exactamente de bien el dispararle a un


hombre arrodillado con una bolsa en la cabeza?

ARIEL: Aun así.

TUPOLSKI: Escúcheme bien, ya tuve suficiente quejadera de su parte en


un solo día. ¿Qué le pasa? Piense lo que piense, resolvimos el caso, ¿no?
¿O no?

ARIEL: Supongo.
TUPOLSKI: Así va a haber más dulces para cuando tenga setenta años,
¿no?

Ariel suspira.

Oiga, termine de organizar estos papeles, limpie el cuarto y queme esos


cuentos. ¿Ok? Más vale que yo hable con los papás de esa niña muda y les
advierta lo de los marranitos.

Tupolski sale. Ariel agrega un poco más de combustible al fuego, luego


mira el fajo de cuentos que tiene entre sus manos. Katurian, muerto, se
levanta lentamente mostrando su cabeza ensangrentada y despedazada por
la bala. Observa a Ariel, que está en la mesa, y habla.

KATURIAN: Durante los siete y tres cuartos de segundos que se le


otorgaron antes de morir, Katurian Katurian trató de inventar un nuevo
cuento, en lugar de hacer una oración para su hermano. A lo que llegó fue
a hacer una nota a pie de página que dice así:

Michal aparece recargado contra la entrada, iluminado tenuemente.

Un niñito feliz y saludable, llamado Michal Katurian, en la víspera de la


noche en la que sus padres empezarían a torturarlo durante siete años
consecutivos, recibió la visita de un hombre hecho de almohadas
esponjosas que tenía una gran sonrisa. El hombre se sentó con Michal y
habló con él durante un rato, diciéndole lo horrible que iba a ser su vida y
cuál iba a ser su fin. La vida de su único y amado hermano se consumiría
en la frialdad de una prisión. El hombre le preguntó a Michal si no sería
mejor que acabara de una vez por todas con su vida para evitar todo ese
horror. Michal dijo:

MICHAL: Pero si acabo con mi vida, mi hermano no va a poder escuchar


que me torturen, ¿o sí?

KATURIAN: “No”, dijo el Pillowman.

MICHAL: Pero, si mi hermano no escucha que me torturan, nunca va a


poder escribir los cuentos que tiene que escribir, ¿o sí?

KATURIAN: “Eso es cierto”, dijo el Pillowman. Michal lo consideró por


un momento y dijo:
MICHAL: Bueno, creo que lo mejor es dejar las cosas como están. Que
me torturen y que mi hermano escuche toda esa vaina, porque creo que, en
realidad, me van a gustar los cuentos de mi hermano. Creo que, en
realidad, me van a gustar.

Las luces bajan sobre Michal.

KATURIAN: El cuento iba a acabar de manera moderna y deprimente, con


Michal pasando por todos sus tormentos y con Katurian escribiendo todos
esos cuentos para que los acabara quemando un cerdo policía. El cuento
iba a acabar así, pero fue interrumpido abruptamente por una bala que, en
dos segundos, le voló la tapa de los sesos. Y quizás haya sido mejor que no
hubiera acabado así porque hubiera tenido menos precisión. Porque, por
razones que nada más supo él, el cerdo policía decidió no quemar los
cuentos, sino guardarlos con delicadeza en el archivo del caso de Katurian,
que acabó sellando para mantenerlo así durante cincuenta largos años.

Ariel coloca los cuentos en el archivero.

Un hecho que arruina el final moderno y deprimente del autor, pero, de


algún modo, de algún modo, más afín con el espíritu de todo.

Ariel apaga el fuego con agua, mientras las luces, muy lentamente, se
oscurecen.

Fin

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