Professional Documents
Culture Documents
PERSONAJES
Tupolski
Katurian
Ariel
Michal
Madre
Padre
Niño
Niña
PRIMER ACTO
Escena uno
KATURIAN: ¿Qué?
KATURIAN: ¿Ah?
ARIEL: ¿Entonces somos amigos y lo trajimos acá para hacer visita social
como si fuéramos amigos?
KATURIAN: No, no somos amigos. Pero así mismo, espero que tampoco
seamos enemigos.
¿Por qué cree que lo trajimos aquí? Debe tener alguna sospecha.
KATURIAN: ¿Qué….?
KATURIAN: No.
KATURIAN: Sí.
TUPOLSKI: ¿Qué?
KATURIAN: Puedo pensar en una razón, o más bien no en una razón sino
en una cosa, y asumo que hay un vínculo, aunque no veo cómo puede haber
un vínculo.
TUPOLSKI: ¿Vínculo de qué? ¿de qué con qué? o ¿de qué a qué?
TUPOLSKI: ¿Los tengo dónde? ¿Ha estado leyendo los papeles que tengo
enfrente?
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: Claro.
TUPOLSKI: La seguridad del Estado, la seguridad general del como sea
que se llame. Ni siquiera las llamaría restricciones.
¿Si me entiende?
KATURIAN: Sí.
TUPOLSKI: Teníamos Katurian como su nombre.
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: K.
KATURIAN: No lo contradigo.
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: Sí.
ARIEL: Ya veo.
KATURIAN: Sí.
ARIEL: Ya veo.
Tupolski busca entre el fajo de cuentos hasta que encuentra el que busca.
KATURIAN: ¿Qué?
TUPOLSKI: El papá.
KATURIAN: Sí.
TUPOLSKI: ¿Qué más le hace a la niñita si es “un mal padre”?
KATURIAN: Creo que todo lo que dice el cuento es que el papá trata mal
a la niñita. Ustedes pueden sacar sus propias conclusiones.
KATURIAN: ¿Eh?
ARIEL: Nos está diciendo que entonces podemos sacar nuestras propias
conclusiones, ¿no es así?
KATURIAN: Yo sé.
ARIEL: ¿Eh?
KATURIAN: Yo sé.
ARIEL: Montándola…¿eh?
ARIEL: “En algunos”. Yo diría que en un puto montón. ¡En los primeros
veinte cuentos que leí había una niñita jodida de una manera o un niñito
jodido de otra manera…!
KATURIAN: ¡No…!
KATURIAN: Y ese podría ser el final del cuento, ese debería ser el final
del cuento, el papá se lleva su merecido. Pero sigue.
TUPOLSKI: Pero sigue. La niña se despierta esa noche. Una grupo de
hombrecitos-manzana se trepan sobre su pecho. Le abren la boca. Le
dicen…
KATURIAN: Es un giro. Parece que fuera una secuencia sueño. Pero no.
(Pausa.) ¿Qué? Dije que no era el mejor.
KATURIAN: ¿Al barrio judío? No. De vez en cuando paso por ahí.
Recojo a mi hermano en el distrito de Lamenec, en su colegio. No es en el
barrio judío. Se pasa por el barrio judío.
KATURIAN: No.
TUPOLSKI: Entonces estaba tratando de ser provocativo. Y ahora Ariel le
va a volver a pegar…
KATURIAN: No.
“El cuento de las tres horcas”. Éste no contiene su tema, por lo visto.
TUPOLSKI: …bla, bla, bla, ya lo sé. “El cuento de las tres horcas”…
TUPOLSKI: ¡Y, por la puta que lo pareó, lo está haciendo otra vez! ¿Le
pregunté algo directamente? ¿Le indiqué con mis ojos: “a ver, diga algo”?
KATURIAN: No.
TUPOLSKI: No, no lo hice, ¿no? (Pausa.) ¿No? Mire, esta sí fue una
pregunta directa y sí le indiqué con mis ojos: “a ver, diga algo”.
KATURIAN: Lo sé.
TUPOLSKI: (pausa) “El cuento de las tres horcas”. ¿Qué está tratando de
decirnos en este cuento?
TUPOLSKI: Yo creo que sí hay una solución. Pero, claro, yo soy muy
inteligente.
KATURIAN: Ah.
KATURIAN: Ah.
KATURIAN: Sí. (Pausa.) Mi mejor cuento es “El pueblo sobre el río”. “El
cuento del pueblo sobre el río”.
TUPOLSKI: ¿El mejor es “El cuento del pueblo sobre el río”? Espere,
espere, espere, espere, espere, espere, espere, espere, …
Espere… Aquí está. Ajá. Esto me dice algo, “este es su mejor cuento.
KATURIAN: Sí.
TUPOLSKI: La Libertad.
KATURIAN: No la leo.
TUPOLSKI: No la lee.
KATURIAN: No.
TUPOLSKI: Léamelo.
KATURIAN: ¿Todo?
Katurian se levanta.
KATURIAN: Me siento como si estuviera en el colegio.
De Hamelin, ¿ve?
TUPOLSKI: De Hamelin.
TUPOLSKI: Ya sé.
KATURIAN: Es un giro.
Tupolski va hacia os cajones del archivero, saca una caja de metal del
tamaño de una caja de galletas, se sienta y la pone sobre la mesa en medio
de ellos.
Ese es mi hermano.
TUPOLSKI: Yo no lo he tocado.
TUPOLSKI: Pues bien, Ariel tuvo una infancia difícil, ¿ve? Y tiende a
desquitarse con todos los retrasados que llegan a nuestra custodia. Es algo
muy malo, si se pienda bien.
KATURIAN: ¿Qué le hizo?
TUPOLSKI: No, no lo es. ¿Sabe quién sí? Andrea Jovacovic. ¿Sabe quién
era?
TUPOLSKI: Sólo por los periódicos. ¿Qué sabe de ella “sólo por los
periódicos”?
KATURIAN: No.
KATURIAN: No.
KATURIAN: Lo que les haya dicho, hicieron que se los dijera. Él no habla
con extraños.
KATURIAN: ¿Eh?
KATURIAN: ¡No!
ARIEL: Esos son los dedos de ese pobre niñito judío, y los encontraron en
su casa, ¿y no tienen nada qué ver con usted?
TUPOLSKI: ¿Perdón?
Ariel arroja los dedos al piso y sale malhumorado. Tupolski recoge los
dedos y los vuelve a meter en la caja.
Pausa.
TUPOLSKI: ¿No? Pues esto es lo que pasa desde las 5:15 p.m. del lunes
cuatro. Junto a la evidencia que encontramos en su casa, su hermano,
tarado o no, bajo presión o no, admitió lo suficiente sobre los asesinatos
para ser ejecutado antes antes de que amanezca, pero, como dijo Ariel, él
difícilmente es el autor intelectual, así que queremos que confiese usted
también. Nos gusta ejecutar escritores. A los iditoas los podemos ejecutar
cualquier día. Y lo hacemos. Pero, al ejecutar a un escritor se manda un
mensaje, ¿si entiende? (Pausa.) No sé qué mensaje será, esa no es mi
especialidad, pero se manda un mensaje. (Pausa.) No, ya sé. Ya sé qué
mensaje se manda. Se manda el mensaje: “NO…ANDE… POR AHÍ…
MATANDO…A… LOS…NIÑOS” (Pausa.) ¿Dónde está la niña muda?
Su hermano no quiso soltar la LENGUA.
Había una vez un niñito a quien su papá y su mamá no cubrían sino con
amor, dulzura, calidez y todas esas cosas. Tenía su propio cuartico en una
casa grande, en la mitad de un hermoso bosque. No le hacía falta nada:
todos los juguetes del mundo eran suyos, todas las pinturas, todos los
libros, todo el papel, todos los lápices. Todas las semillas de la creatividad
habían sido implantadas en él desde muy temprana edad; y la escritura se
convirtió en su gran amor: cuentos cortos, cuentos de hadas, pequeñas
novelas, todas cosas felices y coloridas sobre ositos, marranitos, ángeles y
todas esas cosas, y algunos eran buenos; otros, muy buenos. El
experimento de sus padres había funcionado. La primera parte del
experimento de sus padres había funcionado.
…y sus cuentos se volvían más y más y más oscuros. Se volvían cada vez
mejores gracias a tanto amor y a tanto estímulo, como suele suceder, pero
también se volvían más y más oscuros, gracias al sonido constante de
tortura infantil, como suele suceder.
Fue el día en que cumplió catorce años, el día en que esperaba el resultado
de un concurso literario en el que estaba inscrito, que una nota apareció por
debajo de la puerta del condenado cuarto…
…con el cadáver de un niño de catorce años que habían dejado ahí para que
se pudriera, sin casi un solo hueso que no estuviera roto o quemado, y en
cuyas manos había un cuento, garabateado con sangre. Y el niño leyó ese
cuento, un cuento que sólo podría haber sido escrito bajo la más enferma de
las circunstancias; y era la cosa más dulce y más delicada con que jamás se
había encontrado; pero, lo peor de todo es que era mejor que cualquier cosa
que él mismo hubiera podido escribir. O fuera capaz escribir.
Así que quemó el cuento, cubrió de nuevo a su hermano y nunca le dijo una
palabra de lo que había visto a nadie. Ni a sus padres, ni a sus editores, ni a
nadie.
La parte final del experimento de sus padres había terminado.
Las luces bajan en el otro cuarto, pero suben ligeramente para iluminar la
cama en la cual la madre y el padre todavía siguen acostados.
El cuento de Katurian, “El escritor y su hermano”, se acaba ahí de manera
moderna y deprimente, sin hablar sobre los un poco más comprometedores
detalles de la historia real, en la que después de haber leído la nota escrita
con sangre y de haber entrado al cuarto vecino, fue en realidad…
…y, después de despertarla por un instante para que viera a su marido azul
y muerto, sujetó otra vez una almohada sobre la cabeza de su madre,
también por un pequeño instante.
Escena uno
Una celda. Michal está sentado sobre una silla de madera, dándose
golpecitos sobre los muslos, mientras escucha los gritos intermitentes de
su hermano, Katurian, que está siendo torturado en otro cuarto. Sobre un
delgado colchón, a unos metros, una colcha y una almohada.
Katurian vuelve a gritar. Michal lo imita hasta que desaparecen los gritos.
“Había una vez, en un sitio lejos, muy lejos de acá, un marranito verde.
Había un marranito verde. Que era verde. Um…
“Había una vez, en un sitio lejos, muy lejos de acá, un marranito verde…”
¿Sí era en un sitio lejos, muy lejos de acá? ¿Dónde es que era? (Pausa.) Sí,
sí era en un sitio lejos, muy lejos de acá y había un marranito verde…
Se oye que abren el cerrojo del otro cuarto. Michal escucha. La celda de
Michal no tiene llave y Katurian, ensangrentado y sin aliento, es arrojado
por Ariel.
ARIEL: Volveremos a trabajar en usted en un minuto. Voy por mi comida.
MICHAL: Hola.
¿Qué haces?
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: ¿A ti te dolió?
KATURIAN: ¿Qué?
MICHAL: Sí, me pidió que gritara. Me dijo que lo hacía muy bien.
MICHAL: Sí.
KATURIAN: (pausa) Júrame por tu vida que no mataste a esos tres niños.
MICHAL: Ah, zafarnos de ser ejecutados por matar a tres niños. Sería
buenísimo, ¿cómo?
KATURIAN: ¿Por qué estamos siendo tan estúpidos? ¿Por qué nos
estamos creyendo todo lo que nos dicen?
MICHAL: Yo sé.
MICHAL: Sí.
MICHAL: No.
KATURIAN: No. ¿Sabemos que el hermano confesó que mató a los tres
niños?
MICHAL: No.
MICHAL: ¿Qué?
MICHAL: No…
MICHAL: Sí. Me pica mucho el culo hoy. No sé por qué. ¿Nos queda un
poco del talco ese?
KATURIAN: Cierto.
KATURIAN: Sí, y por favor sígue hablándome del tema pues sí que me
levanta el ánimo.
MICHAL: ¿En serio? No, no seas bobo. Un culo no puede levantarte el
ánimo ¿o sí?
KATURIAN: Muy bien. ¡Dios! (pausa) Había una vez… un hombre que
no parecía un hombre normal. Medía casi tres metros…
KATURIAN: Da lo mismo.
Katurian hace una enorme sonrisa idiota. Michal le toca suavemente los
labios y las mejillas.
KATURIAN: Bueno, el Pillowman tenía que verse así, tenía que verse
blandito e inofensivo, porque su trabajo, porque su trabajo era muy triste y
muy difícil…
KATURIAN: Cada vez que un hombre o una mujer estuviera muy, muy
triste por haber tenido una vida dura y horrible, y quisiera acabar con todo,
quitándose la vida para ahogar el dolor; bueno, cada vez que alguien
estuviera a punto de hacerlo ya fuera con una navaja, con una bala, con gas
o…
MICHAL: Mm, ¿podrías saltarte hasta el final, por favor? Esta parte es un
poco jarta.
MICHAL: La caja con los dedos del pie del niñito. Pensé que la había
escondido lo suficientemente bien. Primero la puse debajo de mis medias y
mis pantalones en el cajón, donde, acepto, no estaba muy bien escondida,
pero cuando empezaron a oler la escondía entre la tierra de la matera del
árbol de Navidad que está guardado en el ático, porque sabía que no
íbamos a sacar el árbol de Navidad en años. O digamos, que hasta
Navidad. Y eso les hubiera dado bastante tiempo para que se
enmohecieran. Ya estaban medio enmohecidos.
¿Estaban medio enmohecidos cuando los viste?
Deben haber usado perros rastreadores o algo. ¿Sabes cuáles son los perros
rastreadores? Deben haberlos usado. Porque no había de otra, los escondí
brillantemente. En la matera del árbol de Navidad. Sólo se saca una vez al
año.
MICHAL: No. Lo que te acabo de decir es que llegó un tipo y me dijo que
me iba a torturar si no le decía que había matado a esos niños, así que le
dije que había matado a esos niños. Eso no quiere decir que no haya
matado a esos niños. Yo sí maté a esos niños.
MICHAL: Ah. Lo de: “júrame por tu vida que no mataste a esos tres
niños”, era por molestar. Perdón, Katurian.
Sé que estuvo mal. De verdad. Pero fue muy interesante. El niñito era tal
como tú decías. Le amputé los dedos de los pies y ni siquiera gritó. Se
quedó sentado mirándolos. Quedó muy sorprendido. Supongo que tendría
la misma edad. Se llamaba Aaron. Tenía puesto un sombrerito chistoso y
se la pasó hablando de su mamá. Dios, cómo sangró. Nunca hubieras
pensado que hubiera tanta sangre adentro de un niño tan chiquito. Luego
dejó de sangrar y se puso azul. Pobrecito. Ahora me siento bastante mal,
parecía que era bien querido. “¿Ya me puedo ir a mi casa con mi mamá,
por favor?” En cambio la niña era una pesada. No paraba de llorar. Y no
se los quería comer. No se quería comer a los hombrecitos-manzana y me
demoré años haciéndolos. Es muy difícil meterles las cuchillas de afeitar.
En el cuento no explicas cómo se hace, ¿o sí? Yo miré. Bueno, en fin, tuve
que forzarla para que se los tragara. Con dos bastó. No es por ser malo,
pero al menos eso la dejó callada. Realmente es muy difícil que salga de la
ropa, la sangre, ¿no? Trata de lavar tu camisa al día siguiente y verás. Se
demora uno años. (Pausa.) ¿Katurian? (Pausa) Yo te la puedo lavar, si
quieres. Le estoy cogiendo el tiro.
Michal simula dar un solo tajo, moderado, sobre unos dedos imaginarios
que luego arroja…
Y…
KATURIAN: ¿Me estás diciendo que no sabes que si le cortas los dedos
de los pies a un niñito y le metes cuchillas de afeitar en la garganta a una
niñita, se mueren?
MICHAL: Sólo eso, que todas las cosas que le hice a los niños las saqué de
los cuentos que tú escribiste y me leíste.
MICHAL: Sí lo es.
KATURIAN: No lo es.
KATURIAN: Sí…
MICHAL: Eeh, mmm. ¿Tú tuviste una vida horrible desde que eras un
niño? Sí. Mmm, ¿yo tuve una vida horrible desde que era un niño? Sí.
Son dos de dos, para empezar.
MICHAL: ¿Eh?
MICHAL: Ah, sí. Pues entonces creo que no vas a ser un escritor famoso.
KATURIAN: Sí me di cuenta.
KATURIAN: Lo sé.
MICHAL: Mm.
MICHAL: Mmm… era , mmm… “La niña Jesús”. “La niña Jesús”.
MICHAL: No sé. Es lo que uno dice en momentos como éste, ¿no? “Todo
va estar bien”. Porque claro que no va a estar bien. Van a venir y nos van
a ejecutar en cualquier momento, ¿no? Eso no va a estar bien, ¿o sí? Es casi
lo contrario de estar bien. Mm. (Pausa.) ¿Nos irán a ejecutar juntos o
separados? Espero que juntos. No quisiera estar solo.
KATURIAN: ¿Y a cuál Cielo te vas a ir, Michal? ¿Al Cielo de los asesinos
infantiles?
MICHAL: Eso es lo más horrible que una persona le haya podido decir a
otra y nunca más te voy a volver te voy a volver a dirigir la palabra.
MICHAL: (pausa) ¿Qué quieres decir con “solía”? ¡Eso es todavía más
horrible que la otra cosa horrible que dijiste y eso que ya era lo más
horrible que jamás había escuchado! ¡Por Dios!
MICHAL: ¿Por qué no le pusiste un final feliz como pasó en la vida real?
MICHAL: Los enterraste detrás del pozo de los deseos y les echaste col.
KATURIAN: Les eché cal. “Les eché col”, ¿que iba a preparar una puta
ensalada de verduras? ¿Y después qué pasó?
KATURIAN: Y entonces volví nada a unos niños. ¿Cómo puede ese ser un
puto final feliz? Y después te cogieron y te ejecutaron, e hiciste que
ejecutaran a tu hermano, que no había hecho nada. ¿Cómo puede ese ser
un final feliz?
Además: ¿cuándo fue que ganaste en lanzamiento de disco? Quedaste de
cuarto en el puto lanzamiento.
MICHAL: No entiendo.
Pero, ok, estemos de acuerdo en que vas a cambiar el final del cuento “El
escritor y su hermano”. Yo quedo vivo al final, mamá y papá muertos, y
gano en lanzamiento de disco. Así queda bien, y tal vez tú simplemente
deberías quemar el cuento anterior para que nadie lo vea y crea que es el
correcto y que yo estoy muerto. Deberías simplemente quemarlo.
MICHAL: No, eso sería una tontería, quemarlos todos. No. Únicamente
los que hacen que la gente salga a matar niños. Y no te demorarías mucho
separando los que no hacen que la gente salga a matar niños, porque
solamente tienes como dos que no hacen que la gente salga a matar niños,
¿no?
MICHAL: Sí.
MICHAL: El del marranito verde. Ése es lindo. Ése no haría que nadie
saliera a matar a nadie,… y… (Pausa.) Y… (Pausa.) Creo que es el único.
“El marranito verde”.
MICHAL: Sí, digo, si realmente quieres estar a salvo. Pues, tienes algunos
que probablemente harían que alguien saliera a mutilar a alguien, no a
matarlo, pero si quieres estar a salvo, el único es “El marranito verde”.
Podría hacer que alguien saliera a pintar a otro de verde; pero no más que
eso.
KATURIAN: Todo hubiera estado muy bien si los tres cuentos que
escogiste para actuar no hubieran sido los tres más repulsivos que pudiste
haber escogido. No fueron los primeros tres que te encontraste, sino los
tres que mejor se adecuaron a tu repulsiva mentecita.
MICHAL: ¿Y entonces, qué?, ¿hubiera podido actuar uno que no fuera tan
horrible? ¿Cómo cuál? ¿Cómo “La cara del sótano”? ¿Rebanarles la cara,
guardarla en un frasco, y ponerla sobre un maniquí abajo en el sótano? ¿O
“El cuarto de Shakespeare”? ¿En el que el viejo Shakespeare, cada vez que
quiere escribir una obra nueva, pica con un palo a una pigmea que tiene
encerrada en una caja?
MICHAL: Pero, ¿te das cuenta de lo que te quiero decir, Kat? Todos son
un asco. No puedes escoger uno que sea menos asqueroso que el otro.
KATURIAN: Pero, ¿por qué tenía que haber sido “La niña Jesús”?
MICHAL: Mm.
MICHAL: Exacto, podría ser el último sueño que nos echemos en un buen
tiempo. (Pausa.) Podría ser el último sueño de la vida. ¿No sería eso
terrible? Me encanta dormir. ¿Crees que uno duerma en el Cielo? Más les
vale; o si no, no voy. (Pausa.) ¿Katurian?
KATURIAN: ¿Qué?
MICHAL: Esto es como en los viejos tiempos. Los buenos viejos tiempos.
Cuentos…
MICHAL: Sí.
MICHAL: Hijueputas…
MICHAL: Porque nunca se podía quitar y nunca se podía pintar sobre ella.
¿Te gusta ese, no, Michal? (Pausa.) Ese siempre te gustaba. No hay
deditos del pie…ni cuchillas de afeitar. Es lindo. Tal vez deberías haber
representado éste. (Pausa.) No es tu culpa, Michal. No es tu culpa. (Pausa.
Llora.) Dulces sueños, bebecito. Volveré bastante pronto.
Katurian toma la almohada y la sostiene con fuerza sobre el rostro de
Michal. Michal empieza a sacudirse, pero Katurian se sienta encima de él,
manteniendo la almohada abajo. Después de un momento, Michal se
sacude más suavemente. Después de otro momento, está muerto. Una vez
que Katurian se cerciora de esto, quita la almohada, besa a Michal en los
labios, llorando, y le cierra los ojos. Va hacia la puerta, la toca
estruendosamente.
KATURIAN: Había una vez, en una tierra no muy lejana, una niñita que,
aunque sus amables padres no habían educado tan religiosamente, tenía la
firme determinación de ser la segunda encarnación del Señor Jesucristo.
Lo cual era un poco raro para una niña de seis años. Usaba una pequeña
barba y andaba de sandalias, bediciendo cosas. Se le encontraba siempre
caminando entre los pobres y los desamparados, consolando a los
borrachos y a los drogadictos, y generalmente tratando con el tipo de
personas que no le parecía adecuados a su mamá y a su papá para una niña
de seis años. Cada vez que se la separaban de esa desagradable, pataleaba,
gritaba y tiraba sus muñecas por todas partes, y cuando sus padres le
respondían que …
A sus papás no les importó eso, se sintieron aliviados de que estuviera sana
y salva, y se apresuraron a buscarla, pero en su afán, chocaron contra un
camión de carne que venía de frente, quedaron decapitados y murieron.
Ella aguantaba ese odio con un corazón feliz y los perdonaba, pero eso no
parecía funcionar. Cuando insistió en ir a la iglesia un domingo, le
quitaron sus sandalias, forzándola a caminar descalza y sola por los
caminos empinados y llenos de vidrios rotos. Sin embargo, cuando
llegaba, se arrodillaba durante horas, pidiéndole a su Padre en el Cielo que
los perdonara, sólo para que la regañaran por entrar sangrando a la iglesia.
La golpeaban por llegar tarde a casa, aunque no se hubiera fijado alguna
hora para su regreso. La golpeaban por compartir su comida con los niños
pobres en la escuela; la golpeaban por levantarles el ánimo a los niños feos;
la golpeaban por andar por ahí buscando leprosos. Su vida era una
constante tortura; sin embargo, la soportaba con una sonrisa, y eso la
volvía más fuerte, hasta que un día se encontró con un ciego limosnero en
el camino…
Katurian representa al ciego. Ella le unta tierra y baba sobre los ojos.
Los padres colocan una pesada cruz sobre la espalda de la niña. Ella
camina con dolor.
Así que la hicieron cargar una pesada cruz de madera y la hicieron caminar
cien veces alrededor de la sala hasta que se le doblaron las piernas y se le
rompieron las espinillas, y hasta que no pudiera hacer nada diferente a
mirar sus piernitas torcidas y lastimadas. Entonces le preguntaron…
Lo hacen.
La niña abre lentamente los ojos y saluda con la cabeza. Ellos la bajan
suavemente de la cruz. Les toca el rostro como si los perdonara. La
colocan en un ataúd de cristal y sellan la tapa.
…y las últimas voces que escuchó fueron las de sus padres adoptivos que
desde arriba le decían…
Oscuro
TERCER ACTO
Ariel tuerce el cuello para leer de cabeza lo que está escribiendo Katurian.
Katurian, instintivamente, cubre lo que escribe con la mano. Ariel le
suelta un manotazo en la cabeza.
KATURIAN: Perdón…
TUPOLSKI: ¿Qué?
ARIEL: Dice que la mataron como en el cuento de “La niña Jesús”. ¿Usted
ya vió ese?
Gracias.
ARIEL: Ya lo leí.
KATURIAN: Nunca supe exactamente qué era, hasta el final, pero sí.
KATURIAN: Sostuve una almohada sobre cada una de sus cabezas y luego
los enterré detrás del pozo de los deseos, detrás de nuestra casa. Me
pareció que el pozo de los deseos era bastante conveniente. En fin, es el
mismo sitio en el que está enterrada la niña muda.
ARIEL: ¿Sabe qué? Su infancia podría ser utilizada como una buena
defensa en la corte. Bueno, podría serlo si no nos fuéramos a pasar por alto
toda esa mierda de la corte para fusilarlo en una hora.
KATURIAN: No quiero que pasen nada por alto. Lo único que quiero es
que ustedes cumplan su palabra. Mátenme pero salven mis historias.
ARIEL: Bueno, con toda seguridad, usted puede confiar en nosotros, a
medias.
ARIEL: ¿Ah, sí? Le voy a decir qué es lo que hay en mí. Tengo un
odio…un odio…abrumador y penetrante…contra la gente como usted.
Contra la gente que se atreve a poner así sea un solo dedito…sobre los
niños. Me despierto con eso. Me despierta. Monta conmigo en el bus
cuando voy a trabajar. Me susurra: “No se van a salir con la suya”. Llego
temprano. Me aseguro de que todo lo que haya que cumplir esté listo y de
que los electrodos estén bien conectados para que no… perdamos…
tiempo. Lo admito, a veces empleo un excesivo uso de la fuerza. Y a
veces empleo un excesivo uso de la fuerza en alguna persona
completamente inocente. Pero le voy a decir algo: si una persona
completamente inocente sale de aquí, no va a considerar ni siquiera la
posibilidad de levantarle la voz a un niño, no vaya a ser que, por alguna
puta razón, yo me entere y lo arrastre hasta aquí otra vez para aplicarle otra
puta carga de excesiva fuerza. Ahora, ¿es de algún modo moralmente
cuestionable este tipo de comportamiento en un representante de la ley?
¡Por supuesto que sí! Pero, ¿sabe qué? ¡Me importa un culo! Porque
cuando yo sea viejo, ¿sabe qué? Los niños me va a rodear, van a saber mi
nombre y la causa por la que me comprometí, y me van a agradecer con
dulces, y voy a recibir esos dulces agradecido y les diré que se vayan a su
casa sin miedo, y seré feliz. No por los dulces, ni siquiera me gustan, sino
porque voy a saber…voy a saber que si yo no hubiera estado ahí, ellos
tampoco. Porque soy un buen policía. No necesariamente bueno en el
sentido de ser capaz de resolver una serie de problemas, porque no lo soy,
pero bueno en el sentido de que defiendo algo. Defiendo algo. Defiendo el
lado del bien. Puedo no siempre tener razón, pero estoy del lado del bien.
Del lado de los niños. El lado opuesto al suyo. Y, por lo tanto,
naturalmente, al enterarme de que un niño ha sido asesinado de una
forma…de una forma como esto de “La niña Jesús”… ¿sabe qué? Lo
torturaría hasta la muerte sólo por haber escrito un cuento así, ¡lo de menos
es haberlo actuado! Así que, ¿sabe qué?
Katurian retrocede.
Tupolski entra.
ARIEL: De nada.
TUPOLSKI: ¿Se echó el sermón ese de que “los niños van a llegar a darme
dulces cuando yo sea viejo”?
TUPOLSKI: Mierda.
TUPOLSKI: Oh, ¿no se puso a decirle toda esa mierda de su papá?, ¿o sí,
Ariel? ¡Por Dios!
TUPOLSKI: ¿Qué frase usaría? ¿Una infancia en la que sufrió del abuso de
su papá? Esa no es una frase.
TUPOLSKI: Estoy cansado de que aquí todo mundo esté utilizando su puta
infancia para justificar su puto comportamiento. Mi padre era un
alcohólico violento. ¿Soy un alcohólico violento? Sí, pero esa fue mi
elección personal. Lo admito libremente.
ARIEL: ¡Tupolski! Estaría muy mal para todos los interesados continuar
con…esta línea de conversación.
ARIEL: ¿Eh?
KATURIAN: Después.
KATURIAN: Sí.
TUPOLSKI: ¿Perdón?
KATURIAN: No sé.
Yo asumiría que está muerta. Lo asumiría. Pero no lo sé. Fue sólo una
idea que tuve cuando se lo conté a los forenses. Todo lo que usted dijo fue
que había actuado “La niña Jesús”. Eso es suficiente para Ariel. “Disculpe,
oficial, sí lo hice” ¡Pf! Para mí no es suficiente. Ariel es un policía.
Vigila. Los perros policía vigilan. Yo soy un detective. A veces me gusta
detectar.
KATURIAN: No sé.
TUPOLSKI: Se ve ridículo.
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: No.
KATURIAN: ¿Qué?
KATURIAN: Creo que es el peor título que he oído. Tiene dos comas. No
puede haber dos comas en un título. No puede haber ni una coma en un
título. Debería tener sólo un punto ese título. Ese título es casi demente.
TUPOLSKI: (pausa) Tal vez es un título que se adelanta a su tiempo.
TUPOLSKI: (pausa) Ok. Había una vez un niñito sordo, que no escuchaba
nada, como es normalmente el caso de los niños sordos. ¡Ah, sí! Y era en
China, así que era un chinito sordo. No sé por qué lo puse en China. ¡Ah,
sí! Ya sé. Me encanta la mirada de los niñitos chinos, son chistosos. (Se
ríe) En fin, una vez, volviendo a casa de algún lugar, iba caminando sobre
unas vías de ferrocarril que se extendían kilómetros y kilómetros por las
llanuras, por las llanuras chinas, ¿sabe? No había árboles, ni nada, sólo las
malditas llanuras. Venía caminando sobre las vías. Y tal vez el niñito
también era un poco retrasado. Quizás era un chinito sordo y retrasado,
porque siendo sordo venía caminando por las malditas vías del ferrocarril.
Eso era tremendamente peligroso. ¿Qué tal si le llegaba un tren por detrás?
No lo iba a oír, lo atropellaría. Así que probablemente sí era retrasado.
Ok, pues este chinito sordo y retrasado caminaba rumbo a casa, por las
largas y enormes vías del ferrocarril, y adivine qué. Un puto tren enorme
venía detrás de él. Pero como las vías eran tan largas y el tren estaba tan
lejos no lo iba a alcanzar en años; sin embargo, sí lo iba a alcanzar. El tren
iba tan rápido que incluso si el conductor lo visualizaba, no iba a lograr
frenar a tiempo. Además no es fácil ver a un niño. Y él era como uno de
esos preciosos niñitos chinos que son tan chiquititos, ¿si sabe? Con el pelo
como púas, ¿si sabe? Así como ellos. Así que el conductor no lo iba a ver.
Sin embargo, alguien lo vio. ¿Sabe quién lo vio? Bueno, pues a un
kilómetro de las vías del ferrocarril, en la dirección en la que iba el niño,
había una misteriosa y antigua torre, de cien metros de altura, y en la punta
de esa torre vivía un extraño anciano. Un extraño chino anciano, de largos
bigotes chinos y ojos entrecerrados, que usaba un gracioso sombrerito.
Algunos creían que era muy sabio, pero otros pensaban que era
espeluznante por vivir en la punta de esa maldita torre. De cualquier modo,
nadie había hablado con él en años. La gente ni siquiera sabía si estaba
vivo o muerto. Pero, por supuesto, estaba vivo, si no, no estaría en el
cuento. Así que estaba en su torre haciendo cálculos matemáticos, diseños,
dibujos, inventos y proyectos de lo que todavía no había inventado. Tenía
millones de papeles regados por el cuarto y prendidos con alfileres a las
paredes, y todo eso era su vida, todas esas cosas. El mundo lo tenía sin
cuidado. Lo único que le importaba eran sus diseños y sus cálculos
matemáticos. Y de pronto se asomó por el arco de su pequeña ventana y
vio, aproximadamente a un kilómetro de distancia, al niñito sordo que se
aproximaba, y como a dos o tres kilómetros, al estruendoso tren que venía
detrás de él. Pero el anciano analizó muy bien la situación: “Un niñito
sordo está caminando sobre las vías del ferrocarril. Ese niñito sordo no va
a escuchar que el tren viene detrás de él. Ese niñito sordo va a quedar
hecho pedazos”. Entonces…
Katurian sonríe.
TUPOLSKI: “Es muy bueno”. Es mejor que toda tu basura junta. Mil y un
maneras de descuartizar un niño de cinco años.
TUPOLSKI: Mmm.
TUPOLSKI: Sí.
KATURIAN: Ah.
KATURIAN: No, pensé que el niño lo había cojido por casualidad, por
accidente.
TUPOLSKI: No. No, el anciano quería salvar al niño. Por eso lanzó el
avión.
KATURIAN: Ooh.
TUPOLSKI: Creo que usted sí hubiera podido ser más claro al saber si la
puta niñita que masacró hace tres días estaba viva o muerta cuando la
enterró. Creo que eso podría quedar más claro. ¿Y podré ser más claro si
le digo que dentro de unos minutos me voy a enfurecer de verdad y le voy a
prender fuego a todos sus cuentos, a pesar de las promesas que hayamos
hecho?
KATURIAN: Sí me gusta, Tupolski. Y eso no tiene nada qué ver con nada.
Ni con que quemar mis cuentos, ni con nada. De verdad me gustó su
cuento. Yo estaría orgulloso de haberlo escrito. De verdad.
KATURIAN: Sí.
KATURIAN: Mm.
KATURIAN: Gracias.
TUPOLSKI: De nada.
KATURIAN: Así es. No a los tres niños que maté, sino a mi hermano.
Ariel llega hasta Katurian, que se asusta. Coloca una mano sobre la
cabeza de Katurian y agarrándolo del pelo, le echa la cabeza hacia atrás
suavemente, mirándolo fijamente.
TUPOLSKI: ¿Ariel?
ARIEL: ¿Mmm?
ARIEL: No.
Ariel le hace señas a alguien desde la puerta. Una niña muda de unos
ocho años. Su cara, su pelo, su ropa y sus zapatos están pintados
totalmente de verde brillante. Entra sonriendo felizmente. Saluda a los
dos hombres en lenguaje de señas.
Ariel hace en señas “¿Estás feliz?”. Sonriendo, ella responde con señas,
de manera un poco extensiva.
Dice que sí, que está muy feliz, pero pregunta si se puede quedar con los
marranitos. (Pausa.) Me pidió que le preguntara.
Ariel levanta los pulgares hacia ella. Ella empieza a saltar, gritando de
gusto. Katurian sonríe levemente.
ARIEL: Sí, sí, pero primero te vamos a limpiar y te vamos a llevar con
mamá y papá. Han estado preocupados por ti.
TUPOLSKI: Sí.
ARIEL: ¡No parece muy contento de que la niñita muda todavía esté viva!
¡Hasta este tipo parece contento de que la niñita todavía esté viva! ¡Parece
que lo que le molesta es que le haya dañado todos sus cálculos!
TUPOLSKI: Shh, estoy leyendo el cuento para ver si hay alguna pista.
ARIEL: Creo que sí se alegra. Creo que sí se alegra. Creo que se alegra
más usted que este otro. Le voy a hacer otra pregunta basada en un
pequeño presentimiento que acabo de tener, porque también estoy teniendo
presentimientos. Creo que las proezas detectivescas del señor Tupolski se
me están pegando. ¿De qué color era el pelo del niñito judío, al cual le
cortó los dedos y dejó que se desangrara?
KATURIAN: ¿Qué?
KATURIAN: No.
ARIEL: No. Porque usted no mató a ninguno de esos dos niños, ¿verdad?
KATURIAN: No.
KATURIAN: No.
Su testigo, Tupolski.
TUPOLSKI: ¿Ya ve? (Pausa.) Mmm. Pues, mmm, sólo por curiosidad
mía, antes de que lo ejecutemos por estos tres otros crímenes, ¿por qué
confesó haber matado a los niños, Katurian?
KATURIAN: No es en serio.
TUPOLSKI: ¿Y confesó haber matado a esa fastidiosa puta niña verde, que
ni siquiera está muerta?
Tupolski prende fuego dentro del tarro, sosteniendo aún los cuentos.
KATURIAN: ¡¡Ariel!!
ARIEL: (pausa) Sé que todo esto no es culpa suya. Sé que no mató a los
niños. Sé que no quería matar a tu hermano, y sé que mató a sus papás por
los motivos correctos y siento tristeza por usted. De verdad siento tristeza
por usted y nunca antes le había dicho esto a nadie bajo custodia. Pero, al
fin de cuentas, nunca me gustaron sus cuentos en un principio, ¿sabe?
TUPOLSKI : No, no, le vamos a disparar aquí. Era un chiste. Nada más
arrodíllese un poco más allá para que no me vaya a salpicar.
KATURIAN: ¿Pero me van a dar diez segundos después de que me ponga
la capucha, o también era un chiste?
TUPOLSKI: Mmm…
KATURIAN: Fui un buen escritor. (Pausa.) Eso es todo lo que quise ser.
(Pausa.) Y lo fui. Y lo fui.
ARIEL: Supongo.
TUPOLSKI: Así va a haber más dulces para cuando tenga setenta años,
¿no?
Ariel suspira.
Ariel apaga el fuego con agua, mientras las luces, muy lentamente, se
oscurecen.
Fin