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Universidad Autónoma de Sinaloa

Facultad de Historia

Maestría en Historia

CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS


DURANTE LA COLONIA

Tesis que presenta

Luis Guillermo Ibarra Ramírez

Para optar por el grado de Maestro en Historia

Director de Tesis

Dr. Carlos Maciel Sánchez

Enero de 2009

1
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . 4

CAPITULO I. Un edicto de rostros disueltos . . . . . 14


El pregón . . . . . . . . . . . 14
La plaza . . . . . . . . . . . 17
El pregonero en la Nueva España . . . . . . 19
Los edictos . . . . . . . . . . 20
Un pasado de calamidades . . . . . . . 26
La Nueva España y los nuevos caminos a la villa . . . . 28
Los cronistas y la Inquisición . . . . . . . 32
La ciudad letrada . . . . . . . . . 34
El edicto en la ciudad escriturada . . . . . . . 36
La Guadiana y la Inquisición . . . . . . . 38
Si hemos de hablar de papeles . . . . . . . 39

CAPITULO II. Respuestas al edicto . . . . . . 41


Las respuestas discursivas de dos hombres . . . . . 41
De adivinos y oráculos . . . . . . . . 43
Ciencia y creencias . . . . . . . . . 45
Respuestas discursivas de mujeres . . . . . . 46
La rama dorada . . . . . . . . . 48
Más respuestas . . . . . . . . . 50
Entre gentes las más bárbaras y fieras . . . . . . 52
El discurso diseminado . . . . . . . . 54
Majestades . . . . . . . . . . 56
Por que tenían miedo todos asistieron . . . . . . 57
Otras respuestas a la inquisición , otras latitudes . . . . 59
Las respuestas discursivas en la historiografía . . . . . 63
Los discursos en la Villa de Culiacán . . . . . . 65

CAPITULO III. Un edicto, proclamas y papeles . . . . 67


Un siglo partido en dos . . . . . . . . 67

2
Reformas borbónicas y el Santo Oficio . . . . . . 69
Un puñado de libros franceses . . . . . . . 73
Edictos en las regiones . . . . . . . . 75
Un edicto y un nombre . . . . . . . . 76
Pequeña educación sentimental de Hidalgo . . . . . 78
Hidalgo entre los perseguidos . . . . . . . 79
El edicto . . . . . . . . . . . 80
Edictos y más edictos . . . . . . . . 82
Radiografía del papel o el hombre de la contradicción monstruosa . . 84
Miguel Hidalgo, el documento . . . . . . . 88

CAPITULO IV. La rebelión discursiva o los silencios que hablan . . 92


El edicto en Pánuco . . . . . . . . 92
Responder al edicto . . . . . . . . 94
Llegar a Pánuco . . . . . . . . . 96
Respuestas ritualizadas . . . . . . . . 98
La guerra de papel y papel . . . . . . . 100
El discurso teatralizado . . . . . . . . 103
Adiós a las armas . . . . . . . . . 104
Panfleto o discurso extremo . . . . . . . 105
Textos y espacio . . . . . . . . . 107
Dos siglos, todo igual y diferente . . . . . . . 108

CONCLUSIÓN . . . . . . . . . 110
BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . 115

3
INTRODUCCIÓN

Esta es la historia de unos textos dispersos en el tiempo. En esta historia están


presentes muchos actores: hombres y mujeres, discursos de poder y
mecanismos calculados o improvisados de defensa. Está también presente una
institución que tuvo una extensa vida que invadió, por medio de sus
dispositivos de temor y castigos criminales, la vida de muchos hombres: El
Tribunal de Inquisición. La relación de estos textos se genera por medio de su
divergencia y su similitud. Todos ellos son textos inquisitoriales; edictos
algunos, otros testimonios de acusados; pero son también escritos en los que
están presentes las variadas respuestas que dan algunos hombres a los
discursos de instituciones y del poder en un determinado tiempo histórico. Lo
que dicen estos hombres, lo que hablan y algo de lo que sienten y sostienen,
quedará sellado por medio de la escritura inquisitorial.
De la Inquisición se han escrito infinidad de artículos, libros y tesis; se
han suscitado las más diversas posturas. Ya en España, durante el siglo XVIII,
en plena efervescencia de las Luces, se habían originado una serie de debates
que traerían nuevas miradas a las acciones cometidas por el Tribunal
Inquisitorial. Años más tarde, en el tintero de la reflexión, estaban los efectos
de su censura, el desmoronamiento de la tranquilidad que habían sufrido
durante siglos muchos seres humanos y la muerte despiadada que había
tocado la puerta de millones de inocentes bajo el pretexto que fuese.
Gaspar Núñez de Arce, en más de una ocasión, dejó sentir su total
desdén hacia la Inquisición. Para el prolífico español, la historia de este
Tribunal había contribuido al atraso científico y filosófico en España. Sin
embargo las respuestas favorables al trabajo que había realizado el Santo
Oficio no se hacían esperar. Estas respuestas no eran efectuadas por
personajes irrelevantes. Menéndez Pelayo ponderaría el trabajo realizado por
el Tribunal, incluso, argumentaría que este jamás había impedido los progresos
de la razón moderna. En un afán de justificar los mecanismos de intolerancia
diría: “La llamada tolerancia es virtud fácil; digámoslo más claro: es enfermedad
de épocas de escepticismo o fe nulas: el que nada cree ni espera nada, ni se

4
afana ni acongoja por la salvación o perdición de las almas, fácil puede ser
tolerante”.1
No es de extrañarse que en el México del siglo XIX, uno de los puntos
en los que explayaron sus divergencias ideológicas los conservadores y los
liberales estuviera centrado en la crítica o en la aceptación del Santo Oficio. En
ese debate se exaltan perseguidos por la Inquisición, se levantan monumentos
verbales en contra o a favor de los inquisidores. Los liberales son los
promotores de este dictamen oficial que se legitimará por medio de leyendas
que, los vaivenes políticos y religiosos no borrarán fácilmente del imaginario
colectivo.2 Los liberales inventan su versión histórica. Esta versión histórica con
el tiempo se vuelve una versión oficial, versión que sin embargo será menos
absurda que la defensa a ultranza al manto inquisitorial. “Gracias a los liberales
y a México a través de los siglos, la Santa Inquisición o el Santo Oficio, que
comienza en México en el siglo XVI, se convierte en la magna institución del
sojuzgamiento de las almas. Persigue, tortura y ejecuta (la hoguera como
didacta) a protestantes, judíos o judaizantes, hechiceros, indios relapsos. Es la
crueldad en pos de la salvación”.3
De los liberales, Vicente Riva Palacio es el escritor que representa con
mayor destreza todo el conjunto de crueldades de la Inquisición. Los miles de
documentos inquisitoriales que estuvieron en su poder se transformaron, por
medio de su talento, en obras de ficción (Monja y casada, virgen y mártir,
Martín Garatuza y memorias de un impostor, Don Guillén de Lampart, Rey de
México) que representarían una forma de asomarse a la Colonia en el siglo
XIX. Para el escritor mexicano no había mediaciones: al poder inquisitorial se le
debían muchos de los males que sucedieron durante la colonia.
La herencia de Vicente Riva Palacio es bien recibida por el escritor
Artemio de Valle Arizpe.4 Sus novelas, crónicas y ensayos serán una nueva
extensión de las prolíficas hazañas del escritor decimonónico. No sin
verdaderos rasgos de grandilocuencia, Valle Arizpe nos entrega un corpus
1
M. Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, V. Suárez, Madrid, 1917 Vol.
II, p. 290-291.
2
José Ortiz Monasterio, Historia y ficción. Los dramas y novelas de Vicente Riva Palacio,
México, Universidad Iberoamericana, 1993.
3
Carlos Monsiváis, Las herencias ocultas de la reforma liberal del siglo XIX, México, Editorial
Debate 2006, p.149.
4
Papeles amarillentos, México, Editorial Patria, 1954, 242; Fray Servando, México, Espasa-
Calpe, 1951, 208 p; Inquisición y crímenes, México, Editorial Diana, 1978, 218 p.

5
narrativo en el que está presente la crueldad inquisitorial; las acciones de esta
institución se traducen en una atmósfera que invade la vida cotidiana de los
hombres y mujeres durante el México colonial, sobre todo en el centro de la
Nueva España.
Si el velo de la Inquisición, como tema de muchas de sus novelas, ya lo
habían descorrido los escritores, en mucho ayudó la profesionalización de la
historia durante el siglo XX. Nuevos dilemas, nuevas discusiones, se empiezan
ventilar entre los académicos dedicados al quehacer de la historia. Temas
como el de la censura inquisitorial, la lectura y los libros prohibidos, son
apartados que parecen inagotables en la historiografía de la Inquisición.
Ya en 1886, el prolífico hombre de letras Joaquín García Izcabalceta se
había encargado de hacer una de las más copiosas y organizadas bibliografías
de la Nueva España. Bibliografía Mexicana del siglo XVI5 no sólo atendía la
razón de ser un manual de aquello que se había leído en el siglo XVI, era
también un libro que abría un diálogo entre las creencias de la sociedad y los
libros que marcaban nuevas pautas a esas creencias. En este libro, Izcabalceta
no dejó escapar la oportunidad de referirse a aquellos libros que prohibió la
Inquisición, pero que fueron una inevitable tentación de muchos lectores. Por la
misma época, el polígrafo chileno José Toribio Medina también empieza a
realizar una serie de investigaciones sobre los documentos del Santo Oficio6.
Aunque se pueda criticar a Medina y a Izcabalceta, admitir la limitación de sus
trabajos “ya que no someten a la crítica el documento”,7 es innegable la
sistematización documental que realizaron en sus libros, misma que serviría
para futuras investigaciones.
Si los libros forman parte de ese resguardo inquisitorial, no lo serán
menos otras formas de comunicación escrita u oral. Por ejemplo las cartas, los
sermones, las historias orales, las declaratorias, los poemas satíricos. Algunas
de estas manifestaciones sólo son escuchadas por testigos que se convierten
en acusadores. Estos textos marginales serán la extensión gráfica u oral que

5
Joaquín García Izcabalceta, Bibliografía mexicana del siglo XVI, México, Fondo de Cultura
Económica, 1954.
6
José Toribio Medina nace en Santiago el 21 de octubre de 1852 y muere el 11 de diciembre
de 1930. Su trabajo más destacado sobre la Inquisición es Historia del tribunal del Santo Oficio
de la Inquisición en Lima publicado por primera vez en 1887 por la Imprenta Gutemberg.
7
Paulino Castañeda y Pilar Hernández, La Inquisición de Lima (1570-1635), Madrid, Deimos
1989, p. XXI-XXII.

6
penetrará en muchos estratos de la sociedad de Nueva España. Muchos de
estos textos serán señalados por la Inquisición; por sus rasgos supuestamente
heréticos y profanatorios se volverán Literatura perseguida por el Santo Oficio.8
Los hombres y los textos perseguidos por la Inquisición se transformarán
en escritura. La exigencia de los edictos inquisitoriales era la de ver a un
hombre convertido en un signo inmóvil, hecho de palabras preestablecidas. Los
que gesticularon, los que descreyeron en las huestes que les marcaba el
temor, los que se conflictuaron con el reino más cercano (o más lejano) de la
religión o del poder, los hombres de los que se dudó, aún sin haber infringido
ninguna regla, se transformaron en caso, en actores de un juicio que resistió
los más variados desenlaces, desde el arrepentimiento a la muerte.
El anecdotario que es recogido en los textos de inquisición es vasto y
fragmentado, con sus respectivas oscuridades y puntos inasibles. Muchos de
los testimonios que dieron algunos inculpados tienen como pauta el mecanismo
de inducción del inquisidor. La pluma se adhiere al método marcado por el
Manual de Inquisición, se elaboran preguntas a respuestas predecibles. Es fácil
conceder dudas al testimonio que dan los hombres, pero es difícil sostener que
no hay verdades que se pueden reconstruir desde la escritura inquisitorial.
Si existe la posibilidad de medir a las obras historiográficas por sus
grandes aportaciones teóricas ¿En dónde podrían caber estos textos
inquisitoriales? Una respuesta parcial nos las ha entregado ya Monalisa Lina
Marchand. En 1945 publica el libro Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en
México a través de los papeles de la Inquisición. La importancia de su trabajo
sería la de no ver a estos documentos como entidades marginales en el sentido
de sus aportaciones para la historiografía. La historiadora explicaría que para
“reseñar la evolución de una determinada época, no son menos necesarias que
las grandes cumbres del pensamiento las mentalidades menores, ya que estas
llenan las lagunas que deja o subestima el genio.”9 Los archivos inquisitoriales,
según la historiadora, resguardaban mucho del polvo del sentido de los hechos
durante la Colonia novohispana. Los documentos son fragmentos que le
ayudan a reconstruir una ideología que se gesta en la Nueva España durante el

8
Pablo González Casanova, La literatura perseguida en la crisis de la colonia, México,
Secretaría de Educación Pública, 1986.
9
Monelisa Lina Pérez Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México a través de
los papeles de Inquisición, México, El Colegio de México, P. 29.

7
siglo XVIII; ideología que en los primeros sesenta años la determina la
naturaleza conservadora de la censura, mientras que en la segunda parte del
siglo la establece “la plasmación de una conciencia de nuevas realidades…
que quiere iniciarse en el conocimiento de aquello que hasta entonces le había
sido desconocido”.10
Siguiendo la herencia de Toribio de Medina, Izcabalceta y Edmundo O’
Gordman, a María Agueda Méndez le interesa adentrarse en la investigación
de los textos inquisitoriales. Su Catálogo de textos marginados novohispanos11
es la culminación de la organización de un conjunto de valiosos documentos. Al
hacer la división de estos textos marginales—denominados así de acuerdo a la
distancia formal que guardan con los géneros literarios establecidos---, la
investigadora coloca en un primer nivel los poemas, los textos dramáticos, los
textos narrativos, textos retóricos y textos mágicos. En la primera clasificación
incluye poemas amorosos, heroicos, didácticos, descriptivos, satíricos y
obscenos. La segunda clasificación la conforman autos, coloquios, églogas,
loas, entremeses, pasos, bailes, pasos, farsas, jácaras, pastorelas, tragedias y
comedias. De la tercera clasificación formarán parte los relatos de ficción
intencional, de intención histórica y de intención hagiográfica. La cuarta incluirá
disertaciones discursos y sermones. En la quinta estarán conjuros, hechizos,
ensalmos, textos demonológicos y evocaciones. Al igual que Lina Marchand,
Águeda Méndez establece cortes, divisiones temporales, señala
transformaciones de la sociedad novohispana, y no pone reparos en afirmar
que “los registros históricos que con más claridad nos presentan estos cambios
son los del Tribunal de Santo Oficio de la Inquisición”.12
Bajo diversas ópticas se le mira a la Inquisición. Algunos historiadores
tomarán como elementos claves de su obra las idolatrías, los sortilegios, las
supersticiones y los ritos de los gentiles,13 o bien, develarán el porqué de la

10
Monelisa Lina Pérez Marchand, op. cit. p. 181.
11
María Agueda Méndez, Catálogo de textos marginados novohispanos; Inquisición, siglo XVII,
México, Colegio de México-UNAM, 1997.
12
María Agueda Méndez y George Baudot, Amores prohibidos. La palabra condenada en el
México de los virreyes, México, Siglo XXI, 1997. p. 9.
13
Richard Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, Madrid, José Porrúa
Terrazas, 1985.

8
imposibilidad de la censura religiosa; la forma en que una sociedad rasga la
cortina prohibitiva de Dios.14
Los textos de inquisición dicen muchas cosas, y dicen más bajo óptica
de los nuevos dilemas de la interpretación de ellos. Resguardan claves
susceptibles de ser utilizadas en las más variadas formas de hacer historia.
Solange Alberro es quizá una de las historiadoras que ha penetrado con mayor
profundidad en ellos, su trabajo Inquisición y sociedad en México (1571-1700)
no sólo es una síntesis personal, es también un trabajo que corona de manera
cabal los cien años de historiografía inquisitorial iniciados por Izcabalceta y
Toribio Medina. Alberro es la historiadora de las mentalidades que disecciona
los diversos estratos en los que penetra el Santo Oficio. En su largo estudio
tiende puentes entre las instituciones de la Nueva España y todos los
elementos que conforman esa sociedad. Su investigación es abarcadora,
totalizante y comprende casi 130 años. Alberro considera los componentes
regionales y étnicos de la sociedad novohispana. En su trabajo están presentes
los grupos de influencia, así como las fluctuaciones en los momentos críticos
en el siglo XVII. Sin embargo la historiadora centra su atención en los casos
límite, interesándose de manera preferente por los casos de corrupción y
degradación moral, que, a decir verdad, no fueron pocos en la Nueva España.
Los nuevos estudios de las mentalidades, la subalternidad, la
microhistoria, se interesarán por las épocas oscuras y las regiones en las que
aparentemente no sucede nada, pero que en realidad suceden muchas cosas.
Microcosmos será la región desde donde se puede ver el mundo a partir de un
caso determinado. Sin embargo habrá pueblos con su génesis propia; pueblos
que, supuestamente, no los aturden ni los mueven las noticias del mundanal
ruido. La Inquisición, la censura, también cobra un interés. Los casos atípicos
son las fichas perdidas que ayudan describir una época. Cambia el objeto de
estudio. Los textos, por ejemplo, que lee una sociedad determinada, se pueden
estudiar de nuevas formas. Los textos no se reducen, su análisis los expande a
partir de conceptos como “Circularidad”, “Representación”, “Materialidad” y

14
Sergio Ortega, De la santidad a la perversión: O de porqué no se cumplía la Ley de Dios en
la sociedad novohispana, México, Editorial Grijalbo, 1996.

9
“Producción”, conceptos que ayudan a dar una mayor solvencia a la historia
cultural.
Sabemos que las formas de censura inquisitoriales no eran las únicas,
sin embargo fueron las que tenían una mayor sistematización, fueron las que
fomentaron el estímulo de la autocensura, además el de la prevención de
algunos actos y de cierto tipo de discursos. El texto inquisitorial esconde el
nudo de estas situaciones. Textos dentro de un mismo texto, albergando
amenazas, historiales trágicos —justificados para el tribunal— testimonios y
respuestas, muchas respuestas a los discursos de poder.
Si el proceso histórico de la Inquisición, por su extensión temporal y
geográfica, por todo el conjunto de su burocracia, está muy lejos de ser un
proceso unificado y rectilíneo, lo es también por las respuestas a los discursos
de poder. Esta historia centra buena parte de su atención en esas respuestas
que nos darán algunos documentos inquisitoriales. Algunos de estos
documentos nos remiten a casos que se desarrollan en el espacio geográfico
de lo que será Sinaloa. Los personajes que aquí se mencionan realizaron una
lectura de lo que decía la Inquisición en su momento. La extensión de sus
mandatos provocó en ellos a veces el temor, otras la furia y el coraje. Su
actitud algunas veces fue representativa, cercana a algunos de los
movimientos progresistas que se generaron en la Nueva España, en otras
ocasiones fue símbolo de atraso y de conformismo, de permanencia ideológica
o religiosa.
El trabajo está conformado por cuatro capítulos. El primero de ellos se
sitúa en 1627. El hilo conductor es la voz de un pregonero que se encarga de
dar a conocer un edicto en la Villa de Culiacán.15 Alrededor de esta voz hay un
conjunto de situaciones que nos remiten al pasado y a la forma en que los
espacios se van conformando e inventando en una serie de textos. El segundo
capítulo trata de las respuestas que manifiestan algunos habitantes de la Villa
al pregonero. La oralidad, el discurso diseminado, se vuelve en estos dos
capítulos el conector de un espacio geográfico. Se lee un discurso

15
Archivo General de la Nación (AGN), Ramo Indias (RI), Vol. 360, Exp. X, fs. 473.

10
diseminado16 que se vuelve respuesta general. No hay castigo, hay un temor
que se equilibra y se vuelve sometimiento discursivo.17
El tercer capítulo gira en torno al edicto de Inquisitorial de Miguel Hidalgo
y Costilla, publicado en la catedral metropolitana, un mes después del
levantamiento armado. Este edicto se distribuye por varias regiones de la
Nueva España, llega a Pánuco, pueblo de Concordia, Sinaloa.
El cuarto capítulo aborda el caso de los Hermanos Nicolás y José de
Jesús Hidalgo y Costilla, a quienes acusa el Santo Oficio de infidencia, robo,
participación en la lucha insurgente, aparte que el primero de ellos arrancó,
públicamente y con lujo de violencia, de la puerta de la iglesia de Pánuco, el
edicto donde se excomulgaba al principal autor de la rebelión insurgente, el
primo de ellos, Miguel Hidalgo.18 Aquí las respuestas son silencios discursivos,
silencios que hablan y se transforman en rebelión; en torno a esos discursos
silenciosos, hay también otras respuestas discursivas de resistencia o de
aceptación a los edictos inquisitoriales.
Como vemos el trabajo abrirá con un edicto y cerrará con un edicto. El
lapso que trascurre entre la publicación de los dos textos son alrededor de 220
años. En el primero es la voz la que discurre como aviso en la población de
Culiacán, los súbditos acatan el llamado, un acuerdo inconsciente los une. El
último es un texto escrito con dedicatoria de excomunión y de condena hacia
determinados personajes. Si en el primer capítulo se acata el llamado de
manera colectiva, en este último se presenta el rechazo rotundo de manera
individual.
Sabemos de antemano que las grandes creaciones literarias de la
Nueva España fueron resultado de polémicas. Hernán Cortés, Sor Juana Inés,
Francisco Xavier Clavijero, convirtieron en obras, en grandes obras, sus
respuestas a determinados ataques personales. Por lo mismo me he propuesto
no rechazar como método de análisis la relación que existe entre estas obras y
los textos de inquisición seleccionados. Alternar, siguiendo los consejos Arlette
Farge, los planos de análisis de los diversos espacios discursivos a partir de los
16
Discursos diseminados serán aquel o aquellos discursos que se extienden, de manera oral o
escrita, en una colectividad y que determina rasgos y características espaciales.
17
Sometimiento discursivo es aquella respuesta al discurso inquisitorial que no tiene el mínimo
deseo de apelación.
18
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Sección de Fondos Especiales, Ramo Civil, C 24-
11-39.

11
cuales se generan los textos.19 La forma de relacionarlos, no busca solamente
causalidad directa, busca también los rasgos de divergencia y de contradicción,
entre los momentos en que fueron creados las canónicas obras y los textos de
Inquisición.
A pesar de que el hilo conductor de esta historia son dos textos
inquisitoriales que circulan en Sinaloa, el objetivo de este trabajo no es realizar
una historia de la Inquisición en este estado. Estas páginas presentan la
historia de las respuestas discursivas20 de unos hombres a la Inquisición, las
formas cómo estos respondieron a la censura y a los dictados de otros
hombres que representaban al Tribunal del Santo Oficio. El objeto de estudio
son los textos y los inculpados que se encuentran en los textos. Hombres que
se volvieron la versión escrita de un Tribunal. Transgresores, respondones,
pasivos o temerosos, su actuar fue una inevitable forma de vincular sus
palabras con el poder y con sus deseos. El discurso—a decir de Foucault—no
fue sólo el manifiesto de sus deseos, muchas veces se convirtió en el objeto
del deseo.21
Si a lo largo de la historia se le ha atribuido a la Inquisición un carácter
de secuela maldita en la historia del Occidente y de la Nueva España, de
elaboradora de una modernidad, de tentáculo del poder religioso y político a lo
largo de cinco siglos—menos de tres en la Nueva España—, es necesario
observar la dimensión de ciertas particularidades a través del diálogo —sordo a
veces— que se establece entre el Tribunal y los inculpados. La historia de la
Inquisición no sólo fue el clamor de la llama, el eco de sus crueldades, fue
también el despertar de una conciencia discursiva de hombres y mujeres
acusados y ofendidos. Términos como “herejía”, “subversión”, “excomunión”
anunciaron la sorpresa de un llamado, que tuvo diferentes formas de
responder. La Inquisición no sólo fue el castigo, fue también la respuesta a la
vigilancia y a la amenaza del poder institucional.
Solange Alberro, al realizar un trabajo inquisitorial sobre Zacatecas,
afirmaría: “la distancia, el alejamiento geográfico, el alejamiento en una estera
infinita facilitaban los relajamientos, los deslices, prácticamente asegurados de

19
Arlette Fargge, La vida frágil, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora,
1994, 310 pp.
20
Todo ese conjunto de respuestas variables que se le da al discurso Inquisitorial.
21
Michael Foucault, El orden del discurso, Madrid, Editorial Tusquets, 2004, p. 15.

12
verse impunes. Ya hemos visto como todos los sectores de la sociedad
parecen afectados por esta situación. Pero es significativo que las
notabilidades y los eclesiásticos ostenten actitudes descaradas de irreverencia
y soberbia”.22 Las palabras de Alberro rebelan una tesis circunstancial,
específica y no generalizante, es una tesis que se desvanece ante otros
ejemplos regionales. Me atrevo a pensar que las distancias no dibujan los
contornos de las respuestas discursivas, son esos discursos los que abren una
nueva perspectiva para mirar, inventariar e inventar a las regiones.
La Inquisición nos entregó una serie de textos en donde quedaba
sumergida aquella ciudad letrada y escriturada de la que nos habló Ángel
Rama. Estadística oculta en la que quedaban escriturados personajes que se
volvían estereotipos, espejismos y objetos antes que voz. Esta historia es la
pretensión de darle una nueva voz a esos textos de inquisición. Y de buscar en
las respuestas de los acusados, los ejes conductores de la relación que se
entabla entre ellos y la autoridad; la relación que se entabla entre la región de
lo que hoy es Sinaloa y el centro de la Nueva España. Esta es la historia que
quiero contar.

22
Solange Alberro, Zacatecas, Zona frontera según los documentos inquisitoriales, siglo XVI y
XVII, p. 151.

13
CAPÍTULO 1.
UN EDICTO DE ROSTROS DISUELTOS

En 1627, a la Villa de Culiacán, después de sufrir una serie de


desgracias, la tranquilidad le tiende una mano gratificante. Buen momento para
una villa que, a pesar de sus difíciles caminos de acceso, empiece a ser
visitada por comerciantes y jesuitas que traen noticias de mundos muy lejanos.
Entre las cosas que llegan a este lugar está también la palabra escrita
instituida por el Tribunal de Inquisición. Un hombre llamado Juan de San Diego
es el encargado de dar a conocer los mandatos y las exigencias del edicto de
este Tribunal. La escritura se vuelve oralidad en donde se hace mención de
palabras como “herejía”, “temor”, “dios”; palabras que hacen alusión a seres de
rostros disueltos, a culpables posibles.

EL PREGÓN

Con alta e inteligible voz, quizá como le habían indicado algunos


hombres de mandato improvisado en la Villa, el pregonero dejó volar las
palabras que poco a poco fueron escuchadas por los habitantes del lugar.
Aquel hombre se llamaba Juan de San Diego,23 era negro o mulato,24 y aquel
lejano 25 de marzo de 1627, daba a conocer a los vecinos, los pormenores de
algo que se tenía que obedecer. Su misión era la de informar a aquellos
hombres lo determinado por una ley, por la religión, por Dios. Y aunque sembró
con sus palabras una inquietud mayor a la de los días normales en la vida de

23
Juan de San Diego era el nombre del pregonero que se encargaba de dar a conocer los
edictos inquisitoriales. Es una figura clave en los autos de fe de 1627.
24
“El anua de 1624, firmada por el padre Vicente del Águila, presenta una descripción detallada
de las dieciocho misiones jesuitas (con los nombres de los misioneros, de las misiones y el
número de los bautizados) que funcionaban en las provincias de Sonora y Sinaloa,
constituyendo un valioso documento para calcular dicha población. El censo de indios
conversos ascendía a 67,375. Con base en esta información, Peter Gerhard estima que para
1625 los habitantes indios llegaban a 230,000 en ambas provincias”. Benito Ramírez Meza,
Economía y sociedad en Sinaloa, 1591-1900, Culiacán, DIFOCUR-UAS, 1993, p. 9. Para
1625, Sergio Ortega, basándose en las fuentes de Peter Gerhard en La frontera norte de
Nueva España, calcula una población indígena de 6000 habitantes. Sergio Ortega Noriega,
Breve historia de Sinaloa, México, FCE, 1999, p. 104-105.

14
los lugareños, éstos jamás se imaginaron que su voz marcaba el preámbulo del
temor que por muchos días se arrojaría por Culiacán.25
El negro Juan, como más de alguno lo llamaba, no cesaba de señalar el
dictado insidioso del comisario, el jesuita Hernando de Villafañe.26 El negro
pregonaba que a pena de excomunión mayor todos los vecinos y moradores,
estantes y habitantes de dicha Villa, sin distinción, fueran hombres o mujeres,
de cualquier calidad y estado que fuesen, “sin reservación de personas, de
catorce años arriba, que el domingo que viene, 28 de marzo se hallen en la
iglesia mayor de esta villa, por la mañana a las ocho horas, porque así
conviene al servicio de Dios nuestro señor y del Santo Oficio de la
Inquisición”.27 Vaya poder el que escondía la palabra de aquel pregonero, que
propició el interés de todos.
Los que escucharon aquel aviso realizaban las más diversas labores. En
medio de un clima que les originaba un cansancio y una condición de vida
agobiante, anclada entre la rutina y las obligaciones, la palabra, era para ellos,
un punto tácito en el que cobraban vida los rudimentos de las necesidades, el
saberse informado, el saber algo de lo que les rodeaba y de quienes estaban
rodeados. Sin embargo, no es de extrañarse que estos hombres, que
dedicaban su tiempo a más de una labor práctica, vivieran sumergidos en una
realidad en la que cualquier acción novedosa, podía llevarlos al congraciado
afán de la esperanza o bien al lecho terrible de la angustia.28
La forma de vida de estos hombres se cifraba en la pesca, en la minería,
en algunas labores del campo y en el comercio. Los que se dedicaban a la
pesca, tenían a su alcance un paraíso del que sustraían el inagotable alimento
que era “el bastimento común de los españoles en esta villa”.29 Como buenas
fuentes benefactoras de la naturaleza, corrían los Ríos de Topia y Humaya,
ríos abastecedores que conformaban una irrigación de salud en la vida de los
españoles y de los indígenas.

25
Aquí me refiero a los autos de fe ocurridos a finales de marzo y a principios de abril de 1627
en la Villa de Culiacán. En 1627 era comisario de la provincia de Culiacán.
26
Hernando de Villafañe fue Comisario en la Villa de San Miguel. Villafañe fue paisano y
compañero del padre Gonzalo de Tapia. Se supone que este jesuita fue, durante casi treinta
años, apóstol de los guasaves.
27 27
AGN. RI, Vol. 360, Exp. X, fs. 473
28
Raúl Dorra, Entre la voz y la letra, Puebla, Plaza y Valdez, 1997, p. 17.
29
Alonso Mota y Escobar, de Nueva Galicia, Nieva Vizcaya y Nuevo León, México, Pedro
Robredo, 1940, p. 101.

15
La labor comercial era ya una actividad que abría caminos, que
conectaba esta región del noroeste con otras latitudes de Nueva España. Basta
decir que algunos mercaderes habían tomado Culiacán como casa
momentánea, o bien como el último de los espacios para sobrevivir a sus
pasadas desfortunas. Más pobres pero más felices de lo se pudo haber sido en
otros lados, con prendas traídas de Castilla, de China y del centro, con lienzos,
vinos, aceites y otros objetos para comerciar, era posible ver, por medio del
trabajo que realizaban estos hombres, la evocación dinámica de un mundo que
se abría y que se extendía en la Nueva España hacia nuevas regiones.30
Si bien, el interés por la provincia de Culiacán había entrado en una
fase de fragor noticioso que hasta tocaba los intereses de la península ibérica,
las puertas no quedaban del todo abiertas. Aún seguía siendo un sacrificio
llegar a estos lugares contrastantes, de montes y de ríos, parecidos al paraíso
pero también al infierno según las creencias de algunos jesuitas.31 El Obispo de
Guadalajara, Mota y Escobar32 describía a principios del siglo XVII:

“… el modo de trajinar todas las cosas de esta villa, así de vituallas


como de ropa que entra y sale, todo es en recuas de mula, porque la
tierra es tan viciosa y montuosa que no se permite carretear, allende de
las muchas y ondas ciénagas que hay en estos caminos por tiempo de
aguas, que impiden la entrada y salida a esta villa por espacio de cuatro
meses cada año”.33

A pesar del trabajo, del efecto que tenían los rutinarios días, había
tiempo para contemplar cualquier amenaza, cualquier voz que irrumpiera como
amargo presagio. Los días en que la voz de Juan de San Diego dibujó los
contornos del temor en aquella provincia, era de esperarse que hubiera una
respuesta inmediata de parte de los pobladores.

30
Alonso Mota y Escobar, Ibíd., p. 100.
31
Me refiero a algunos testimonios que dejaría en el mismo siglo Pérez de Ribas.
32
Alonso Mota y Escobar era descendiente de la aristocracia de los primeros conquistadores;
alcanzó gran prestigio por su inteligencia y su capacidad como predicador; en 1597 fue
nombrado Obispo de Guadalajara, e inició por esas fechas sus primeros viajes pastorales por
una extensa región del occidente y el norte de México; en 1601 tomó parte activa en la
sofocación del levantamiento de los indios de Topia, tratando de mediar para que no se
aplastara en forma sangrienta la rebelión. De 1602 a 1605, realiza su gran obra La descripción
geográfica de los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León.
33
Alonso Mota y Escobar, op. cit. p. 100.

16
LA PLAZA

La Villa estaba construida a base de adobes. Las casas eran de sólo una
planta. Sus calles eran anchas y rectas. Una gran plaza coronada por una
iglesia mostraba la sencillez de las construcciones y de los edificios. La plaza34
era el espacio de reunión y de devoción; encuentro rituario de descanso y de
conversación. Al centro, la iglesia parroquial parecía resguardar los secretos de
aquella provincia; edificio de “cal y canto”, con tres puertas claveteadas de
cobre para recibir a los hombres y a las mujeres, para persignar la luz y
doblegar a la maldad.35
El negro Juan de San Diego salió del pequeño y pintoresco edificio
principal, enclavado en la misma plaza que se encontraba el espacio religioso.
Su pregón desplazó por un momento el comentario que hombres y mujeres
hacían sobre situaciones inmediatas; como si el tiempo se hubiera trasladado a
una nueva dimensión, escucharon las palabras del pregonero. Eran palabras
muy parecidas a las que se habían repetido por siglos,36 sin embargo aquí
parecía que quedaban encajadas en una tierra de nueva fertilidad, como si se
tratara de términos inusitados, de palabras empujadas por alguna fuerza
extraña.
Los habitantes del lugar no pusieron reparos en escuchar al hombre que
representaba y vociferaba las prédicas del poder, la insaciable mirada de una
vigilancia desconocida que quería penetrar en todos los territorios, bajo el
pretexto que fuera: el moral, el religioso, el político, el cultural.
En una época que parecía que el tiempo pasaba sin el menor quebranto,
Juan de San Diego fue el campanario de aquel día. El acto del conocido mulato
de la localidad fue para algunos una insensatez que a fin de cuentas se tenía
que acatar, para otros fue un llamado de Dios, una prebenda noticiosa que se

34
Hay que rescatar aquí la importancia que cobrara en la Nueva España la plaza como espacio
social. “Al transformarse las iglesias primitivas en parroquias y estas en catedrales, se hicieron
las adaptaciones, ampliaciones o reconstrucciones correspondientes con su nueva jerarquía.
Así, las plazas mayores adquirieron en muchos casos una creciente categoría y la arquitectura
de algunas ciudades, villas y pueblos destacó por su indudable presencia. María Luisa Sabau
García, México en el mundo de las colecciones de arte, México, CONACULTA--UNAM/SEP,
1994, p. 189.
35
Antonio Nakayama, Documentos inéditos e interesantes para la historia de Culiacán,
Culiacán, Gobierno del Estado de Sinaloa, 1952, p.83.
36
Aquí hacemos referencia a cierto tipo de edictos que a lo largo de tres siglos han cambiado
muy poco en sus contenidos.

17
les brindaba desde la capital de la Nueva España. Algunas palabras o frases
que resonaron como ecos fueron: “sospechosos de la fe”, “absolución”,
“profano”, “obedecer”, “Santo Oficio”, “hechizos”, “Dios”, “Demonio”, “prohibido”,
“sagrado”, “desgracia”, “salud”, “agüeros”, “enfermedades”, “futuros”, “fe”,
“fiscal”, “competente remedio”, “invocación”, “Nuestro señor”, “sortilegios”,
“oraciones supersticiosas”, “astrología”, “conciencia”, “Santa sede apostólica”,
“santísima virgen”, “daños y maleficios”. En estas palabras se dibujaba el
sentido del deber, la vocación de amar y temer a Dios como un acto de
urgencia y de remedio a los posibles males del futuro. Algunas de estas
palabras había que extirparlas, otras había que afianzarlas, sobre todo las
palabras piadosas, “fe” y “Dios”. Estas últimas deberían ser el cobijo de los
hombres y de las mujeres, esencia de sus vidas y de su existencia.37
Aquellas palabras fueron memorizadas por Juan de San Diego. Él las
hizo suyas y las extendió como semillas a lo largo y ancho. Un discurso
diseminado se extendía a lo largo y ancho de la Villa. La escritura del edicto se
trasmitía por medio del habla. La escritura se volvía surtidora de los sentidos y
de múltiples efectos emotivos, salía del cause directo de la lectura y se volvía
una lectura colectiva la cuál tenía respuestas por medio de la oralidad. Las
respuestas también se diseminaban en actos, en actos que también eran
discurso.38 Hablar, cumplir, actuar, delatar, confesarse, acusar, eran tan sólo
algunas de las muchas respuestas.
Al salir de aquella plaza, Juan de San Diego recorrió las torcidas
callejuelas de la pequeña Villa. Se abrió camino en medio de las reacciones
que propiciaba el llamado de su voz —si hemos de basarnos en el mandato
inquisitorial de este tipo de eventos, el Negro Juan inició su trabajo al
atardecer, cuando el sol ya no inducía al agobio—, su modulación, a pesar de
no resultar desagradable, provocó algunas pequeñas interrupciones. Es
probable que en alguna pequeña casa de adobe interrumpiera su trabajo, ya

37
AGN, RI, Vol. 360, Exp. 10, f. 473.
38
Teun A. Van Dijk, La ciencia del texto, México, Paidós, 1993, p. 82. “Uno de los
descubrimientos más importantes de la moderna filosofía de la lengua, que aporta la base del
desarrollo de la pragmática, consiste en el reconocimiento de que la utilización de la lengua no
se reduce a producir un enunciado, sino que es a la vez la ejecución de determinada acción
social. Si por ejemplo, pronuncio la oración Mañana te devolveré las dos mil pesetas, no sólo
he expresado una oración correctamente formada e interpretable, es decir, gramatical, de la
lengua castellana, sino que al mismo tiempo he hecho algo que comporta ciertas implicaciones
sociales: p. ej. He prometido algo”.

18
que algunos hombres movidos por la curiosidad no pusieron reparos en insistir
que les adelantara sobre todo aquello que vociferaba.
No es de creerse que este pregonero haya querido suscitar la duda y el
descontento, arrinconar a los hombres y a las mujeres en las pesadillas del
temor y en la cruel frecuencia del mandato divino. Este era su trabajo, el cual
cumplía quizá por necesidad, por una ideología no bien dibujada o por una
orden pesarosa como una cruz. Lo cierto es que encendía ánimos novedosos y
contradictorios entre los pobladores. Éstos captaron el mensaje y siguieron el
curso de esta orden, no fuera que un castigo mayor les cayera del cielo o les
saliera del fondo de la tierra.39

EL PREGONERO EN LA NUEVA ESPAÑA

Desde tiempo atrás, los pregoneros eran ya los transmisores de noticias en la


Nueva España. Agitadores de novedades, estos hombres —fueran indígenas o
españoles— se habían convertido en periodistas rudimentarios de su época.
Dicen que en Cholula, antes de la matanza,40 ya había algunos pregoneros que
daban avisos, que informaban o que prevenían cualquier tipo de
acontecimiento desfavorable para la población. Ser pregonero no era artificio
de la improvisación personal, al contrario, se cuenta que fue uno de los
primeros cargos en ofrecerse en la colonia. Su labor iba, en muchas ocasiones,
más allá de lo informativo. Los pregoneros organizaban formas de vida
novedosas en el centro de Nueva España.
Se cuenta que en 1524, Francisco González, el primer pregonero
conocido, dio la orden de que cada español cercara sus casas y que, además,

39
Jean Delameau, El miedo en occidente, Madrid, Taurus, 1989.
40
Se dice que “la matanza de Cholula tuvo efectos inmediatos favorables para los intereses de
Hernán Cortés y sus aliados pues causó gran impacto en el ánimo de los habitantes de los
pueblos vecinos, ya que después de aquella acción ninguno de ellos se atrevió a interponerse
en el camino. Sin embargo la matanza de Cholula, cuya justificación jamás fue comprobada,
constituyó una de las acciones más censuradas en el desarrollo de la Conquista de México, no
sólo por los enemigos de Cortés que la usaron en su contra en un juicio al que fue sometido en
1529, sino por quienes, como Fray Bartolomé de las Casas, hicieron más tarde severas críticas
contra aquellos conquistadores, cuyas atrocidades provocaron la destrucción de los pueblos de
América”. Gloria M. Delgado de Cantú, Historia de México, El proceso de gestación de un
pueblo, México, Editorial Alambra Mexicana, 1998, p. 264.

19
no criaran puercos dentro de la traza de la ciudad.41 El pregonero también
informaba de la prohibición de los juegos de azar, especialmente naipes y
dados; además daba a conocer que no se debía de portar armas de fuego, y
además del castigo que recibirían los borrachos maledicientes que injuriaban a
la autoridad y los mercaderes que alteraban pesos y medidas. Otras órdenes
que daba Francisco González era la de no salir de la ciudad sin autorización y
la de enterrar los cadáveres de indios durante las epidemias. En 1553, Juan de
Montilla quiso darle un toque de independencia al oficio, al cobrar en efectivo a
los vecinos por pregonarles las noticias.
Sin embargo la voz no era el único medio para informar. Había hojas
volantes sobre acontecimientos importantes al menos desde 1541 (se
conserva, de ese año, una relación con regusto de corrido y frescura coloquial,
del terremoto de Guatemala, compuesta por el escribano Juan Rodríguez). Al
volverse periódicas, las hojas volantes se transformaron en gacetas (hacia
1666) sobre fenómenos naturales, milagros y prodigios, monstruos, hechos de
violencias, muertes, grandes fiestas, fenómenos celestiales, volcanes,
rebeliones de indios, inundaciones, canonizaciones, exequias, flotas, piratas,
ejecuciones, sucesos de los reyes, misioneros y martirios, armadas,
endemoniados, asombros, autos de fe, arcos triunfales, batallas, a veces con
verdaderas ilustraciones (grabados de madera) .42 Mundo tumultuoso en el que
se iba construyendo por medio de la voz de los pregoneros y de los nuevos
papeles.

LOS EDICTOS

Vale la pena especificar como se desarrollaba una situación de este tipo en la


que fue protagonista el Negro Juan de San Diego. Era de suma importancia
que la gente tuviera conocimiento de la promulgación de un edicto, que
quedara de manifiesto la presencia de la Santa Inquisición y de todo su posible

41
Antonio Cortés, Hierros forjados, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y
Etnografía, 1935, p. 43.
42
. María del Carmen Ruiz Castañeda, El periodismo en México, 450 años de historia, México,
UNAM, 1980.

20
poderío, representado en sus prohibiciones y en el hecho de infundir un respeto
cabal y contundente hacia Dios.
Es claro que el afán de dominio de la Inquisición iba más allá de lo
religioso y lo moral y se extendía a los territorios del predominio de lo
económico. Sin embargo el primer eslabón en donde se conjuraba su destreza
para persuadir, convencer y atemorizar a la sociedad estaba en sus discursos.
El discurso inquisitorial se suscribía en un ámbito de poder a partir de la
publicación y de la divulgación de estos edictos. Los inquisidores abrían de
manera amplia la convocatoria para asistir de manera casi obligatoria a una
impresionante ceremonia. Dueños de estrategias que ya habían experimentado
y aplicado de diversas formas durante varios siglos, los inquisidores tenían la
finalidad de dejar grabada en el ánimo de los fieles una sensación de temor y
respeto hacia las disposiciones ordenadas por el Santo Oficio.
La duración de este tipo de eventos en la repercusión que tuviera en las
conciencias de los hombres y las mujeres del lugar donde se llevaba a cabo.
Así pues, la ceremonia iniciaba en la víspera, esto es, el sábado por la tarde,
cuando se salía por las calles de la ciudad o la villa para hacer llegar el pregón
a todos y a cada uno de los habitantes. La comitiva partía del lugar donde el
inquisidor estaba instalado y en el mismo lugar terminaba. Unos trompeteros
abrían el paso y tras de ellos iba, con el mayor lucimiento posible. Para que no
quedara duda de la presencia del Santo Oficio, iba el alguacil mayor y todos los
ministros de la inquisición. Luego de pasar por los lugares más importantes de
la ciudad, la comitiva llegaba a la plaza mayor donde se hacía la lectura del
pregón.43
En este tipo de procesos hay una diversidad de descripciones, de
visiones, de matices en los que se identifica la crueldad con la que el Santo
Oficio realizaba este tipo de eventos. En algunos de estas descripciones está
presente la elaboración del teatro del miedo de una manera insignificante, en
otras se representan los extremos represivos de la Inquisición. Carlos
Monsiváis resume los grandes baluartes literarios narrativos del siglo XIX —que
hablaron sobre la Inquisición en la Nueva España del siglo XVII— de esta
manera:

43
José Joaquín Blanco, Esplendores y miserias de los criollos. La literatura de la Nueva
España 2, México, Cal y Arena, p. 59-60.

21
Los procesos inquisitoriales requieren de culminaciones en la hoguera,
con procesiones de gran lujo, profusión de estandartes, escudos
bordados y la vestimenta de gran pompa de las familias importantes de
la capital de la Nueva España. ¡Ah, y símbolos en profusión, símbolos
de la fe! Los espectáculos del trágico fin de los herejes se acompañan
de disputas por los mejores lugares cerca de las ceremonias del fuego y
de cánticos de elevación del espíritu. El secretario del Santo Oficio lee
el juramento de la pureza sobre un libro misal, y lo repiten el tribunal y el
pueblo entero, comprometidos a perseguir y arruinar por todas las vías
a los enemigos de la Santa Fe. 44

Sin embargo este sentido martirizante no estaba presente en la región


del Noroeste de la Nueva España. Por ejemplo, los edictos eran para la
mayoría de los habitantes de Culiacán textos que no remitían a referencias
cercanas. Sí tomamos en cuenta el analfabetismo de la época y la forma de
vida que se llevaba en la región –muy lejano de cualquier indicio de
conocimiento gráfico—, estas formas de lectura resultaban novedosas. Sin
embargo para algunos de los hombres que detentaban el poder eclesiástico, el
político, y muchas veces el económico, los edictos constituían pautas
fundamentales para establecer el orden e infundir temor.45
El brazo ejecutor del Santo Oficio utilizaba estos textos como un arma
poderosa, un arma que se esgrimía como advertencia. En ellos se
puntualizaban listas de los libros que debían expurgarse y también la de
aquéllos cuya lectura estaba totalmente prohibida. Se exhortaba a los fieles, en
los edictos de fe y bajo la pena de excomunión, a autoacusarse o acusar a los
poseedores de estos libros extraños.
La Inquisición novohispana recibió sus edictos en la provincia y publicó
otros en circunstancias netamente locales.46 Sin embargo fue en la capital del
virreinato donde estos documentos tuvieron una mayor circulación. La
Inquisición cimentó ahí, por razones obvias, su fortaleza. La importancia que

44
Carlos Monsiváis, Las herencias ocultas de la reforma liberal del siglo XIX, México, Debate,
2006, p. 150-151.
45
“La lectura, como ejercicio de lectura es, primero, un recordatorio. El censor nos refresca la
memoria de cómo deben ser las cosas. Un recordar en su nivel más elemental: recordar los
contornos y los requerimientos del orden; una llamada de atención para que no perdamos de
vista las direcciones e intenciones —que no los objetivos— del discurso hegemónico. Acto
seguido, el censor puede acceder a una pedestre venganza para alimentarse de las (a veces
suculentas) migajas del poder.” Xavier Lizárraga Cruchiaga, “Del no al exorcismo”, en Censura
y teatro novohispano, dirigido por Maya Ramos Smith, México, CONACULTA-INBA, 1998, p.
73.
46
Maya Ramos Smith, Óp. cit. p. 110.

22
tuvieron para los inquisidores algunos puntos cardinales de la provincia, se
puede descubrir por medio de la divulgación que tuvieron estos documentos.
Hay ciudades y poblados donde llega un número muy limitado de ellos.
Algunas investigaciones hablan de la circulación de 61 ejemplares en la Ciudad
de México; aunque se podría pensar que una parte se distribuyó en la capital
del virreinato y otra en las distintas parroquias diseminadas a lo largo y ancho
del territorio del arzobispado de México. Para el resto de las provincias se
enviarían 125 ejemplares; la recepción y su divulgación se hacen presentes de
manera particular en las poblaciones ubicadas en la ruta comercial más
importante del virreinato: la del correo de Veracruz.47
El noroeste de la Nueva España, por las sutiles intenciones de la
Inquisición, podría considerarse sólo como un apéndice en sus expectaciones
de resguardo político y moral. Esto se puede adjudicar a causa de su lejanía y
de su escasa población en comparación con otras ciudades. En el noroeste la
cantidad de edictos remitidos fue considerablemente menor.48 Sin embargo
esto no arrebata la importancia que tuvieron algunos acontecimientos
propiciados por el Santo Oficio en la región. Si el noroeste es una historia
menor en sus quehaceres moralizantes y de castigo, no se pueden descartar
algunos aspectos paralelos a los que surgen en otras regiones. Hay momentos,
situaciones singulares, tensiones que engendran en la sociedad un teatro del
miedo como en cualquier otra parte de la Nueva España.
En la Villa de Culiacán, la respuesta de los súbditos no sólo fue la
denuncia personal; la denuncia que también se extendía a terceros. A los más
fieles se les trata de recordar sus obligaciones religiosas y se les hace actuar
bajo una serie de normas impuestas por los inquisidores. Cada uno de los
fieles se convierte en los ojos y los oídos del Tribunal de Santo Oficio.49 “Pero

47
Jorge René González Marmolejo; Sexo y confesión, México, Plaza Valdez, 2002, p.58. Sin
embargo José Abel Ramos Soriano nos habla de una serie de 264 edictos promulgados por el
Tribunal del Santo Oficio de México entre 1576 y 1819. Los orígenes de literatura prohibida en
la Nueva España en el siglo XVIII en “Historias” no. 6, México, INAH, p. 27.
48
“Por ejemplo a Durango sólo se enviaron cuatro ejemplares y a Sinaloa dos; mientras que a
las Californias, Sonora, Nuevo México, Texas, Chihuahua, Coahuila, El Nuevo Reino de León y
Nuevo Santander, por los datos que se consignan en el correo, parecería que no les hicieron
llegar ni un solo documento, sin embargo es difícil asegurar que a estas zonas no se hay
enviado edicto”. Jorge René González Marmolejo, Ibíd., p. 58. Es obvio que sí circularon
edictos en estas zonas a pesar de la cantidad limitada.
49
Es aquí necesario hacer la anotación que fue una de las características más comunes que se
tuvo como respuesta discursiva a los edictos inquisitoriales: esta fue el hecho de delatar por

23
no sólo eso, cada persona fue el policía de toda la gente que le rodeaba y esta
a su vez, vigilaba a las demás personas”.50 La sociedad se veía así misma en
una escenificación que no sólo estimulaba las denuncias, también alentaba el
miedo.
Algunos de los edictos que habían empezado a circular a principios del
siglo XVII en Nueva Galicia,51 y más al norte, en Nueva Vizcaya, surgían desde
el centro de Nueva España, en ellos se establecían las reglas a seguir para
evitar la posible perturbación en la localidad. Por ejemplo, en un edicto que
circuló en 1616 en Culiacán, el Santo Oficio ratificaba la necesidad de temer a
Dios. Este texto comentaba de manera pormenorizada los riesgos de los que
adivinaban el futuro; dejaba en claro, la necesidad de acusar a las personas
que se dedicaran a la nigromancia, geomancia, hidromancia, brujerías y
cualquier tipo de invocación demoníaca o arte adivinatorio. En este edicto
también se plasmaba la prohibición de ciertos libros que no convenían a la
moral. Los libros de astrología, por hablar de un caso, era conveniente que
nadie los tuviera en su poder, ni los leyera, ni los vendiera ni mostrara a
persona alguna.52
Con este tipo de disposiciones, anuncios, advertencias y amenazas, es
difícil suponer que el edicto que repetía el Negro Juan en la Villa de Culiacán,
no fuera penetrando de manera inmediata en la mentalidad de todos los
hombres y las mujeres –independientemente de la actividad que realizaran--, y
sobre todo entre aquellos que asistieron a la cita programada, donde el Alcalde
Mayor53 extendió sus condenas a astrólogos y hechiceros, consumidores de

herejía o por cualquier desavenencia que se tuviera. Lo menos apropiado para la Inquisición
era callar. Todo esto será así desde que se da lectura al edicto de gracia: “Una cláusula muy
importante que puso su sello sobre todo esto, denunciarse a sí mismo como hereje no bastaba
para beneficiarse de las condiciones del edicto de gracia. También era necesario denunciar a
todos los cómplices que participaban del mismo error o que lo habían llevado a él”. Henry
Karem, La Inquisición española, Barcelona, Grijalbo, 1979, p. 180.
50
Ibíd., p. 59.
51
Hay que recordar, la isla territorial en donde se encontraba Culiacán, en medio de Nueva
Vizcaya.
52
AGN. RI, Tomo 1, 8 de marzo de 1616.
53
“Los alcaldes mayores tenían a su cargo los cuatro rubros de gobierno: justicia, guerra,
hacienda y gobierno. En lo que más cuidado pusieron fue en la recaudación de tributos y rentas
reales, así como en el cuidado y vigilancia de la población indígena, y en la de jueces. Una de
las características fundamentales de este cargo fue que se adquiría por compra. Esto propició
que los interesados en obtenerlo tuvieran como principal objetivo recuperar la cantidad
invertida, lo que hizo que este empleo fuese susceptible de una gran corrupción, que por lo
demás no fue exclusiva de este cargo, y aparentemente no alarmó ni fue lo que se juzgó más

24
peyote, pintores de niños Jesús beligerantes y otras cosas que se consideraron
heréticas.54
Para quienes no bastara el eco del rumor que todo esto despertó, los
edictos quedaron pegados en la puerta de la iglesia principal. Las palabras
marcaban las pautas a seguir. El dictado de la palabra escrita se traducía en
ley y en poder, pero también se transformaba en habla. El que no leía,
preguntaba o pregonaba según la versión que le diera su corazón o su cerebro,
su entusiasmo o su miedo.55 Los vecinos tenían un motivo más para temer o
esperanzarse, se encontraban sumergidos en un acontecimiento novedoso a
causa del Santo Oficio.
Todo elemento extraño o acontecimiento novedoso que penetra en una
sociedad determinada, tiene una serie de respuestas categóricas que estarán
vinculadas con acciones del lenguaje. Los edictos cargaban su fuerza en
supuestos, en actitudes palpables o posibles conductas que se podían dar o
que se manifestaban entre los individuos de una sociedad determinada. Estos
edictos –además de otro tipo de textos marginales de la época— eran, sin lugar
a dudas, textos esenciales en la revelación de comunidades lingüísticas.
Fundadas entre el consenso social, en las actitudes a contracorriente de
algunos hombres, en las comunidades lingüísticas se podía ver, que, después
de todo, “solidaridad y conflicto eran caras de la misma moneda”.56 Por eso la
cita a la que se convocaba aquel marzo lejano, las formas de temor que se
abrían como nuevos vuelos emotivos, tenían que ver con esa armonía y esa
tensión que detonaba la palabra.

inconveniente en estos funcionarios”. Beatriz Rojas, Breve historia de Aguascalientes, México,


el Colegio de México, 1994.
54
Vale la pena señalar los tipos de edictos que leía el Santo Oficio. “Estos solían ser de dos
tipos: generales, en donde se mostraba toda una serie de conductas que la Inquisición
consideraba contraria a las normas católicas y a la ortodoxia cristiana y especiales, en donde
se perseguía una o varias acciones en particular; estas se hacían merecedoras de privilegio de
acuerdo con el momento histórico que se vivía. Rafael Valdez Aguilar, El curanderismo en el
Culiacán del siglo XVII, Culiacán, La crónica de Culiacán, 2003.
55
Con respecto a la relación de lo escrito y lo oral cabe mencionar lo siguiente: “atravesar la
historia y la etnología con algunas preguntas, he ahí todo mi objetivo... no podríamos admitir a
la palabra y a la escritura como elementos estables, de los que bastaría analizar las alianzas y
los divorcios. Se trata de categorías que forman un sistema en el interior de conjuntos
sucesivos. Las posiciones respectivas de lo escrito y lo oral se determinan mutuamente. Sus
combinaciones que cambian lo términos así como sus relaciones, se inscriben en una sucesión
de configuraciones históricas”. Michel de Certeau, La escritura de la historia, México,
Universidad Iberoamericana, 2003. p. 203-204.
56
Peter Burke, Hablar y callar, Barcelona, GEDISA, 1996, p. 17.

25
UN PASADO DE CALAMIDADES

Hay que recordar que entre la población de la Villa de Culiacán, la idea


de catástrofe, de muerte repentina o de miedo, no era algo muy remoto. La
provincia de Culiacán había transitado en décadas pasadas momentos de
desolación, conflictos y muerte. Era una tierra agreste para algunos, paraíso
perdido e imposible para otros. Sus momentos de posible estabilidad eran los
menos, y siempre se veían exterminados; en muchas ocasiones se pasaba de
la tranquilidad a la convulsión, del reconocimiento de los otros a la rebelión
étnica. Antes de quedar habitada fue una tierra de tránsito, no sólo por el hecho
de los hombres que llegaron y se fueron, sino por las muchas vidas que fueron
interrumpidas por enfermedades y quedaron aquí sembradas como en un gran
panteón colectivo.
El despoblamiento de Culiacán se presenta por diversos motivos.
Después de 1531 el azote de la conquista hace que la población indígena
disminuya de manera drástica. En el caso de las filas de los aguerridos y
ambiciosos españoles, el castigo de las epidemias propiciaría que su estancia
fuera muy limitada, optando por la emigración. A esto factores se unió además
la hostilidad de los indios en los valles del sur de San Lorenzo y Culiacán;57 y el
clima, un clima que muchos españoles consideraban, por las altas
temperaturas, era un milagro soportar.
Muchos de estos españoles decidieron emigrar al Perú –a probar la
bonanza de las leyendas que corrían desde hacía buen tiempo en la
península– o a otras regiones lejanas hacia el sur. Lejos, muy lejos, buscaron
un destino en el que intentaron borrar sus desventuras y todas las calamidades
vividas, o un hogar en el que se materializaran los sueños de riqueza y de
ambición de los que tanto se hablaba en esa época.

57
“La villa de Culiacán sufrió mucho en sus primeros años debido a la actitud levantisca de los
aborígenes. Al principio la ineptitud y la crueldad de Diego de Proaño provocaron la rebelión de
los nativos. Después a finales de 1538, un cacique llamado Ayapín, acaudilló una nueva
rebelión contra los conquistadores tomando tales proporciones el movimiento que el alcalde
mayor Melchor Díaz tuvo que pedir el auxilio de Vázquez de Coronado, a la sazón gobernador
de Nueva Galicia. Coronado se movilizó rápidamente hasta Culiacán a donde debe haber
llegado del 20 al 22 de diciembre. Ayapín fue abatido y hecho prisionero, terminando sus días
descuartizado”. Antonio Nakayama, Óp. cit. p. 113. Atanasio G. Saravia, Obras. Apuntes para
la historia de la historia de la Nueva Vizcaya, México, UNAM, 1979. tomo II, p.

26
Los españoles que resistieron, los que se hastiaron de nuevas
aventuras, los que escucharon el llamado de una misión ambiciosa o
filantrópica y creyeron que eran los indicados para fundar nuevos pueblos y
villas, establecieron nuevos esquemas organizativos en la administración de la
región. A pesar del clima y de las nuevas condiciones de vida, de las
adversidades que condicionaban la fe, en medio de la pobreza y de lo poco que
había que administrar, los españoles sabían que la pobreza bien administrada,
en esta región por lo menos, podía llevarlos a un mediano bienestar, a una
condición que matizara las inconformidades y las rebeliones constantes de los
indígenas.
En aquel entonces en la Villa de Culiacán se utilizaban como vestuario,
atuendos de algodón, holandas con muchos colores llamativos, con figuras de
animales.58 Una buena cantidad de estas prendas eran tejidas por los mismos
habitantes del lugar. Éstos eran verdaderas creaciones artesanales, en donde
se presentaba una labor práctica y artística que unificaba la tradición de los
pueblos nativos y los españoles, españoles ya radicados que se adaptaban o
inventaban una tradición, a sabiendas que, posiblemente, las próximas
generaciones serían parte de este espacio geográfico.
Estos nudos humanos que irán construyendo la Villa de Culiacán forman
parte de un proceso económico, político y religioso que estará marcado
muchas veces por la continuidad y por sus secuelas favorables y otras por sus
cuentas regresivas y por sus desastres. En retrospectiva podemos decir que al
despoblamiento de Chametla59 devino el aislamiento. Los encomenderos,60 en
su mayoría, tuvieron escasos beneficios. Casi medio siglo después de la
conquista de Culiacán, en 1583, se contaban en el distrito, quince personas

58
Alonso Mota y Escobar, Óp. cit., p. 96.
59
Vale la pena recalcar la importancia de Chametla como uno de los establecimientos básicos
de la Nueva Vizcaya. “Tanto las tierras de la provincia de Chametla como las de la provincia de
Sinaloa, se habían considerado ya conquistadas por Nuño de Guzmán, pero el abandono de
estas tierras por parte de los compañeros de Nuño había hecho que prácticamente estuvieran
fuera del dominio del gobierno español, cuando, en la séptima década del siglo XVI, Ibarra
llegó a las costas de Sinaloa después de verificada la sujeción de Topia”, Atanasio G. Saravia,
Op. Cit. p. 84.
60
Hay que recordar que Cortés se había encargado de hacer este tipo de designaciones.
“Cada encomendero se encargaría de mantener en su señorío o su encomienda, la
funcionalidad de la relación establecida así como de atajar cualquier insubordinación, y en
pago de sus servicios a la corona podría quedarse con el tributo debido en ese particular
señorío”. Bernardo García Martínez, La creación de la Nueva España en Historia General de
México, México, COLMEX, 2000, p. 243.

27
con pueblos encomendados. Vale decir que las formas de organización
manejaban el tributo. Lo que los indígenas tributaban—algodón, maíz, miel,
henequén, ostras—eran productos para consumo local. La tributación que se
recaudaba en pesos era pobre, y a pesar de haber casos, como el de la
encomienda de Hernando de Tovar61--que llegó a tener un rendimiento
recaudatorio de 500 anuales—, ésta sólo servía para “el sostenimiento de una
incipiente burocracia provincial”.62
No hay que olvidar en la conformación de esta organización a los
jesuitas. Si su participación fue fundamental en la construcción cultural de toda
la Nueva España, por su puesto que su asentamiento en tierras del noroeste
también fue muy significativo. Su labor expansiva e inagotable, no sólo va a
estar limitada al renglón religioso. Su condición organizativa no tenía límites. El
afán integrador de formas de vida de una comunidad se extendía hacia otros
ámbitos como el económico, el agrícola y el educativo, mismos que atendía con
destreza y con un no visible despotismo. Por medio del “sistema de misiones”,
los pueblos de está región pudieron permanecer interrelacionados. Llámese
devoción, misión, filantropía, cruel sumisión, interés material o espiritual, pero
para el año de 1600, con el descubrimiento de nuevos caminos y el avance de
la minería, se consolidó el establecimiento de las misiones jesuitas, blindando
de esta manera cualquier agresión de los indios del norte de la sierra.63

LA NUEVA ESPAÑA Y LOS NUEVOS CAMINOS A LA VILLA

En la capital de la Nueva España, a pesar del flujo de sus nuevas


construcciones, del icono guadalupano que marcará las creencias de muchos
durante toda la Colonia, durante la tercera década del siglo XVII habrá una

61
Hernando de Tovar, padre de Pedro de Tovar, fue cazador mayor y capitán de la guardia de
la reina doña Juana “La Loca”, y sobrino del marqués de Denia. Antonio Nakayama, Óp. cit. p.
122.
62
Ángel del Río, Colonialismo y frontera. La imposición del tributo en Sonora y Sinaloa, XII y
XIII Simposium de historia y antropología de Sonora.
63
Carmen Castañeda, La provincia de Culiacán, Culiacán, Clío, Revista de la Escuela de
Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Número 3, Mayo-agosto 91, p 20. “En 1573
había 2000 indios de paz en Culiacán…y 1455 tributarios en 1582. Muchos murieron en la
epidemia hacia 1602. Domingo Lázaro Arregui en 1621 afirma que había 1,336 tributarios y
otros 400 indios en las montañas”.

28
serie de desastres y de descontroles de la población. En 1629, año que inicia la
victoria guadalupana:

Ocurrió una gran inundación que duró cinco años, y se trajo como único
recurso a la virgen de Guadalupe a la catedral, donde reinó hasta 1634.
Cuando bajaron las aguas obtuvo, entre otras muestras de gratitud—
aunque se hubiera tardado cinco años en resolver el lío acuático—,
algunos poemas anónimos que la comparaban con el arca que salvó a
la humanidad del diluvio seguramente su devoción crecía, como lo
muestra que se construyan un nuevo y mayor templo.64

Pero no sólo serán las rotondas de la naturaleza las que hagan mella
entre los habitantes del centro de la Nueva España. La organización política a
veces se empaña con movimientos que buscan derrocar gobiernos
improvisados, enderezar, a la manera de cada quién, el rumbo de la Nueva
España. En 1624 se originará una de las pugnas políticas de mayor
trascendencia en el siglo XVII. El arzobispo de la Nueva España Juan Pérez de
Serna y el Virrey Diego Carrillo, Marqués de Gelves, son los actores principales
de las desavenencias.
Los abusos continuos de Juan Pérez de Serna en las actividades
comerciales y religiosas, motivan a Diego Carrillo tomar cartas justicieras.
Aunque ubicados ambos en la cúspide del poder de la Nueva España, el Virrey
da la primera estocada al Arzobispo, al detenerlo y encarcelarlo en San Juan
de Ulúa. Los planes del Virrey de exiliar al jefe religioso a España son
rotundamente fallidos. El 15 de enero un pueblo desbordado y enfurecido se
amotina frente a palacio para pedir la renuncia del Virrey.
El Arzobispo, después de evadirse de prisión, anuncia la ausencia de
poderío de su contrincante. Aprovechando la crisis, Pérez de Serna se
autonombra jefe absoluto y encumbra al licenciado Gaviria como Capitán
General. Ante el peligro que corra su vida y ante el claro debilitamiento de
liderazgo, Diego Carrillo tiene que escapar de un palacio en llamas.65 Tanto el
motín de 1624 como el de 1692,66 serían una muestra clara de las disidencias

64
José Joaquín Blanco, Op. Cit, p. 97.
65
Vicente Riva Palacio, Monja y casada, virgen y mártir, México, Editorial Porrúa, 1998.
66
Me refiero a los tumultos de 1692 en la Ciudad de México excelentemente investigados por
Natalia Silvia Prada, La política de una rebelión: Los indígenas frente al tumulto de 1692 en la
Ciudad de México, México, El Colegio de México, 2007.

29
sociales, políticas y culturales en medio de las cuales desarrollaría el siglo, en
donde

herejías, blasfemias, magia y hechicería, persistencia de idolatría entre


los indios, proliferación de sectas como iluminados o molinistas y toda
suerte de desviaciones de la ortodoxia, tanto política como religiosa,
mantuvieron constantemente ocupada a las autoridades civiles y a la
Inquisición, que realizó en ese siglo la mayor matanza de judíos que
hubo en América”,67 siglo petrificado, precisamente en plena caída
económica y demográfica, pero con una corte y una iglesia que hacían
como si no pasara nada.

Sin embargo estos desórdenes parecen no estar presentes en la


provincia y la Villa de Culiacán. Aquí se puede vivir con más tranquilidad, los
grandes males han pasado y se avecina una nueva etapa. Para 1627, la Villa
de Culiacán tiene una relativa recuperación. Se inician en esa época los
hallazgos de las minas de plata y oro de Santiago Carantapa,68 San Juan y real
de Vacapa,69 Los reales de Topia y San Andrés,70 centros mineros que serán
puntos cardinales que entretejen esta nueva relación con la villa.71
“La población no indígena—española, mulata, mestiza y negra—
después de casi despoblarse, comenzaba a aumentar de manera importante”.72
Después de permanecer con pocas conexiones hacia el exterior se empiezan a
entretejer rumbos y nuevas formas de sobrevivir. Se buscan caminos como
una nueva alternativa. Se comprueba que el noroeste —y específicamente
Culiacán-- era un evento representado por los conquistadores, en muchas de
sus crónicas, que sí valía la pena ser reconquistado.
Enrique Semo nos detalla de manera muy pormenorizada que los
primeros años del siglo XVII, el camino real hacia el norte que partía de
Zacatecas (denominado “de tierra adentro”), se fue delimitando por el

67
Maya Ramos Smith, Op. Cit. p.155.
68
Santiago Carantapa estaba localizado a 40 kilómetros de Culiacán, Atanasio G. Saravia, op.
cit. 96.
69
Real de Vacapa se encuentra a 20 leguas de Culiacán según nos dice Luis Navarro García.
Este lugar prueba su auge a principios del siglo XVII. Sonara y Sinaloa en el siglo XVII, México,
DIFOCUR, 1992.
70
El real de San Andrés fue fundado por mineros españoles. Sobre Real de Topia, Mota y
Escobar hace mención en su conocida descripción: “En el mismo tiempo que Nuño de Guzmán
envió al capitán Chirinos, envió también al capitán Joseph de Angulo al descubrimiento de la
serranía de Topia, la cual descubrió y juntamente desde la altura de ella reconoció los grandes
llanos que entonces llamaron Pánuco”, Mota y Escobar.
71
Rafael Valdez Aguilar, Óp. cit, p. 21.
72
Ibíd., p. 4.

30
establecimiento de nuevos poblados. En esa ola expansionista aparecieron
nuevos territorios. Por el oriente San Luis Potosí, Saltillo y Monterrey, y por
occidente, Santa Bárbara, El Parral, Chihuahua, y así hasta Nuevo México y su
camino a Santa Fe. Como uno de los centros más importantes del siglo XVII,
destacó el Parral que mantenía comunicación intermitente con Zacatecas y la
Ciudad de México. Este asentamiento además se abastecía de productos
tropicales por el camino de Topia, que pasaba por Santiago Papasquiaro y
terminaba en Culiacán.
Culiacán, este pequeño fragmento del mundo, esta lejana provincia de la
Nueva España conquistada por Nuño de Guzmán en 1531,73 fue el escenario
donde se entretejían historias consagradas a la brujería, a la astrología y a otro
tipo de herejías; fue el lugar donde se blasfemó, se adulteraron las permisiones
del matrimonio, se multiplicaron las creencias en el curanderismo, se
provocaba de manera involuntaria, sin la intención de provocar, a ese control
inquisitorial que se extendía a lugares apartados. Una Inquisición que llegaba
casando cualquier atisbo de duda, de insinuación herética que fuera contra las
leyes que imponía.74
Aunque en la Provincia de Sinaloa se habían dado una serie de
procesos inquisitoriales por poligamia, por casos de hombres que se fingían
sacerdotes para oficiar misa,75 hacía más de medio siglo que el Tribunal de
Santo Oficio no realizaba una averiguación en Culiacán. En 1572, el sacerdote
franciscano Juan Pérez había sido acusado de proposiciones heréticas.76
Aunque esta averiguación no tuvo una repercusión mayor en el acusado, ya
que se trataba de pugnas muy comunes en el siglo XVI, entre grupos
73
Como se sabe Nuño de Guzmán fue el conquistador de Culiacán en el año de 1531, fue
además presidente de la Audiencia de la Nueva España (1527-1538) y conquistador de Jalisco.
Acabó encarcelado y deportado a España por incontables delitos de crueldad, servicia y
corrupción contra los naturales y los españoles. Fausto Marín Tamayo, Nuño de Guzmán,
México, Siglo XXI editores, 1992. Herminio Martínez, Diario maldito de Nuño Guzmán, México,
Editorial Diana, 1990.
74
Serge Gruzinzki, “Del Chamán al curandero colonial”, en Introducción a la historia de las
mentalidades, México, INAH, 1979, p. 273. “El santo oficio dejaba ver su evidente preocupación
por aquellos sujetos que mostraban cierta tendencia al aislamiento, con pretensiones místicas,
porque siempre existía la posibilidad del error. Aunque la iglesia aceptaba, de buen grado, que
algunos hombres se retiraran a orar, dedicaran parte de su vida a la penitencia y dejaran todos
los bienes materiales por llevar una vida que la mayoría de las veces era producto de la
imitación de un modelo arquetípico, nunca dejaban de ejercer la vigilancia necesaria. La
frontera entre la herejía y la santidad es muy sutil y eso es algo que estaba presente en la
mentalidad católica de la época”.
75
AGN, RI, Vol. 292, Exp. 35, Fs. 439-469.
76
AGN. RI. Vol. 112, exp. 5, f. 6.

31
religiosos,77 era el antecedente de la Santa Inquisición y de la censura que se
impondría a cualquier tipo de manifestación herética en las tierras conquistadas
por Nuño de Guzmán. Una censura que despertaría por medio de los edictos
de fe de la Inquisición una serie de discursos que se diseminarían en un gran
coro de voces.

LOS CRONISTAS Y LA INQUISICIÓN

La Provincia de Culiacán, aparentemente retirada de la civilización, era


una región que formaba parte de la órbita de muchos acontecimientos. Éstos
tenían una repercusión en el centro de Nueva España, inclusive en la
península. En Culiacán terminaría la odisea de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y
muy cerca de este lugar, a Chametla, llegaría Hernán Cortés. Estos hombres,
que fueron conquistadores y revelaron sus hazañas por medio de sus
cronistas, representaron con sus palabras diversas regiones de la Nueva
España; fueron polémicos como la gran mayoría de los grandes personajes de
su siglo. Su vida estuvo en medio de la encrucijada de los intereses –sobretodo
Hernán Cortés—. Álvar Núñez Cabeza de Vaca escribe Naufragios,78 Hernán
Cortés, escribe uno de los libros claves para entender los cimientos de periodo
novohispano: sus Cartas de relación.79
Cabeza de Vaca llega a Culiacán envuelto por las grandes hazañas que
lo empujaron a descubrir nuevos territorios, con el impulso de un mesianismo
que lo llevó a descubrir lenguas y a descifrar los márgenes humanos de la vida
y la muerte por medio de la medicina herbolaria. Cabeza de Vaca llega a
Culiacán en 1536, a su llegada a estas tierras recomienda a los indios bajar de
la sierra, sentirse seguros y en paz. Su afán de conquista lo lleva a hacer
consideraciones religiosas y providenciales, participar en la construcción de
casas para nuevos habitantes y una para Dios. Insiste en la cruz como símbolo,

77
Estas diferencias entre los grupos religiosos propician la existencia de sacerdotes que por
sus creencias son incómodos al Santo Oficio. Pablo González Casanova, La literatura
perseguida en la crisis de la colonia, México, UNAM, 1986.
78
Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue publicado por vez primera en 1542 en
Zamora, España.
79
Estas cartas fueron escritas entre 1519 y 1526. Son textos fundacionales y fundamentales
para entender muchos aspectos culturales en la Colonia.

32
como objeto que pacifica a los hombres; su portación debe sustituir a las armas
y a los arcos.
Álvar Núñez Cabeza de Vaca da su versión de la favorable respuesta
que tuvieron sus recomendaciones:

… después de bautizados los niños, nos partimos para la Villa de


San Miguel, donde como fuimos llegados vinieron indios que nos
dijeron como mucha gente bajaba de la sierra y poblaban en lo llano
y hacían iglesias y cruces y todo lo que les habíamos mandado.80

Por medio de su visón escriturada de las cosas, Cabeza de Vaca, es el


narrador que se desplaza y se mira a sí mismo con la mirada que al principio
miraba a los otros.
Si hablamos de los cronistas como forjadores de una región que se
inventa en las obras y en los discursos, quizá tenga validez encadenar
sucesos en los que se relacionan las hazañas, las conquistas de estos
hombres y su palabra escrita, con la censura inquisitorial. Por lo mismo es
valido recordar que simultáneamente a la creación del cronista y cosmógrafo
oficial de las Indias (1571), la Corona prohibió a los religiosos, sus críticos más
constantes, continuaran la tarea de recoger y transmitir la historia de los
pueblos indígenas. Esta decisión era una respuesta a la postura casi
subversiva que habían adoptado los misioneros, particularmente los
franciscanos. La decisión buscaba fortalecer al poder secular, empobrecía,
obviamente, a esa inquietud que había nacido en muchos pensadores
religiosos de preservar el pasado indígena.
Los cronistas ya sufrían desde hace tiempo estas disposiciones. Carlos
Fuentes refiere que “sólo seis años después de la Conquista, la Corona
prohibió ulteriores publicaciones de las Cartas de relación de Hernán Cortés a
Carlos V. La Corona no deseaba promover el culto de la personalidad de los
conquistadores. En efecto se nos prohibió conocernos a nosotros mismos”.81
Por eso el cronista queda amarrado al príncipe o a la iglesia, su palabra se

80
Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y comentarios, México, Editorial Porrúa, 1993, p.
47.
81
Carlos Fuentes, El espejo enterrado, México, FCE, 1994, p. 153.

33
transforma en una extensión de las ideas y los intereses de éstos, el cronista
se transforma en cierta forma en un intelectual orgánico de su corporación.82

LA CIUDAD LETRADA83

En su libro, La ciudad letrada, Ángel Rama establece una serie de


divisiones por medio de la cuales se iban conformando los espacios humanos.
En este proceso de división se encuentran La ciudad ordenada, La cuidad
letrada, La ciudad modernizada, La ciudad revolucionada. El elemento
fundamental en este proceso será la forma en que los signos empiezan a tener
diferentes lecturas en los espacios y de cómo los espacios y las ciudades son a
la vez nuevos signos que “permiten que leamos una sociedad al leer el plano
de una ciudad”. Durante la Colonia se buscó la traslación del orden social a la
realidad física. Meditación y práctica que algunas veces desequilibraba la idea
de espacio entre los indígenas. Se proyecta y se raciona buscándose una
mirada al futuro. El resultado de esa nueva visión transforma a “la ciudad en el
más preciado punto de inserción en la realidad de esta configuración cultural y
nos deparó un modelo urbano de secular duración: la ciudad barroca”.84
Por eso el siglo XVI fue en algunas ciudades de la Nueva España, por el
brío y la fastuosidad de sus construcciones, el siglo de la arquitectura.85 Sin
embargo, esta escenografía de los espacios que generó en las grandes
ciudades una nueva visión del mundo, no se presentó con la misma capacidad
de grandeza en todas las latitudes. La provincia de Culiacán era para el siglo
XVII una especie de punto de referencia en medio de una tierra ruda y
vertiginosa. Ahí, la comodidad en el vivir se basaba, más que en el exceso y el
lujo de sus construcciones, en la adopción a lo elemental. Aparte de que no

82
Enrique Florescano, op. cit, p. 319.
83
Ángel Rama maneja el concepto de la “ciudad letrada” como una entidad o signo cuya
función gira en torno a la codificación de las proclamas, leyes y reglamentos durante la época
colonial, es decir, el ordenamiento textual y político de la sociedad. Me interesa en este caso la
forma en que confluyen una serie de situaciones que son representadas en textos de algunos
de los principales cronistas del siglo XVI y XVII, y también en una serie de textos menores
como serían los edictos y demás textos inquisitoriales. La ciudad letrada, Monterrey, Ediciones
del Norte, 1984, p. 57.
84
Ángel Rama, Ibíd., p. 2.
85
Octavio paz, Las trampas de la fe, México, Fondo de Cultura Económica, 1995.

34
había gran alternativa para el despilfarro, cualquier exageración arquitectónica
era vista, a causa del clima, como un estorbo.
Hacia 1627 se puede hablar de la Villa de Culiacán como un espacio que
empieza adquirir los rasgos característicos de algunas provincias
rudimentarias. Terminado el primer siglo novohispano surge un nuevo paisaje
en el que cobra vida una nueva visión del espacio geográfico. Se le canta al
paisaje, pero también se le canta a una ciudad que se edifica bajo los
preceptos de una nueva identidad. No es extraño que por las mismas fechas
que se abren caminos tierra adentro— que llegan a entrelazar algunas tierras
del noroeste en la Nueva España—, contribuya a la invención de ese nuevo
espacio geográfico el escritor Bernardo de Balbuena.86
Por azaroso que parezca, el amor, el destino, la palabra, la ciudad, se
transforman para este importante personaje en el nombre de una mujer. Isabel
de Tobar y Guzmán, hija de Pedro de Tobar, destacado personaje de su tiempo
en la Villa de San Miguel de Culiacán, es la musa inspiradora de la Grandeza
Mexicana,87 libro que se publica en el año 1604. La promesa, el torrente
amoroso entre el cura de San Pedro de Lagunillas88 y la viuda de un tal Luis de
los Ríos, sólo se consolida en una obra de gran representatividad para las
letras mexicanas. El centro y la periferia entran en contacto por medio de la
inspiración, el amor y el lenguaje; un lenguaje que será cimiento del siglo que
comienza, el siglo de la expansión y la integración.89 La Grandeza Mexicana, a
pesar de que Bernardo Balbuena llegaría a considerar la Nueva España como
un “estrecho y pequeño mundo”, en donde fuera de la capital todo era desierto,
era una obra capital en que pondría los rasgos de la invención de uno de los
tantos discursos que darían nombre a la Nueva España. La publicación de la
Grandeza Mexicana no inauguraba la creación de un discurso diverso

86
Se sabe que Balbuena llega a Nueva España en 1584 a los 22 años. Le toda aventurar en
las tierras de Culiacán en donde conoce a su musa inspiradora, Isabel de Tobar y Guzmán.
87
Bernardo de Balbuena, Grandeza mexicana, México, Editorial Porrúa, 1987.
88
San Pedro de Lagunillas fue un pueblo indígena llamado “Ximochoque”, el cual se constituyó
como uno de los caciques del reino de Jalisco. A la llegada de los españoles al mando de
Beltrán Nuño de Guzmán, en 1530, “Ximochoque” era gobernado por Masmayo. De 1592 a
1604, realizada la conquista, el fraile Bernardo de Balbuena tuvo a su cargo la administración
religiosa de las minas del Espíritu Santo y San Pedro Lagunillas, y su padre, del mismo
nombre, la administración de las propiedades de los Condes de Miravalle. Pedro López
González, Recorrido por la historia de Nayarit, México, INEA, 1986.
89
Lira, Andrés, Luis Muro, “El siglo de la integración”, Historia General de México, México,
Colegio de México.

35
volviéndose uno, sino más bien un discurso que se transforma en muchos, que
se desgrana de una manera novedosa e intensa.90
Al tomar un conjunto de textos que se van desarrollando en una ciudad
determinada, inclusive en el centro de la Nueva España, podríamos decir que
la literatura es sólo una porción de la producción letrada. Los datos que
recogen Balbuena y Sigüenza y Góngora, nos hablan de más de trecientos
poetas. Sin embargo “tales cifras no guardan relación con los potenciales
consumidores y de hecho productores y consumidores debieron ser los mismos
funcionando en circuito doblemente cerrado”; “la alta producción es ocio
remunerado por otras vías, ya que para esos productores no existía un
mercado económico y puede vincularse al despilfarro suntuario que caracterizó
a las cortes de las colonias”.
Por eso más que a la literatura en sí, Ángel Rama nos habla de dos vías
que ayudaron a fortalecer lo que sería La ciudad letrada. Las exigencias de
“una vasta administración colonial que con puntillismo llevó a cabo la
monarquía, duplicando controles y salvaguardas para restringir, en vano, el
constante fraude con que se le burlaba”. “La otra sería la exigencia de una
evangelización (transculturización) de la población indígena contada por
millones”, que algunas veces logró encuadrar en los valores europeos.91 Estas
dos enormes tareas tuvieron la necesidad de recurrir a un enorme número de
hombres letrados. De hombres a quienes tocaba certificar el triunfo de nuevas
fortalezas morales de conocimientos y de organización por encima de la
barbarie.

EL EDICTO EN CIUDAD ESCRITURADA

El edicto de Inquisición también forma parte de esta escritura que pretende


organizar villas, pueblos, ciudades o regiones más amplias. Letra escrita,
mandato, imperativo religioso, enigma, por donde se asomaban mil rostros y
90
Beverley John, “Los límites de la ciudad letrada”, México, Historia y grafía, Revista de
Historia de la UIA, Núm. 12, p. 178. Aquí sustituyo el concepto de nación por el de Nueva
España. Parto de la idea de que los discursos se diversifican a partir del siglo XVII, sobre todo
con las aportaciones del barroco mexicano y los frutos científicos y literarios que seguirán
dándose en el siglo XVIII.
91
Ángel Rama, óp. cit., p. 27.

36
nombres que no se mencionaban. El edicto de fe era “un documento de
información que señalaba las diversas herejías y como se les identificaba, ya
que le explicaba de manera detallada ritos, costumbres, ceremonias,
invocaciones, para que se reconociera a las personas heréticas y así delatarlas
al tribunal”.92 Extraña función la del edicto: señalar lo que se detentaba como
deplorable esperando culpables, personas a las que habían de colocarles en la
escritura inquisitorial, posterior a su publicación, un rostro.93 La escritura será la
mascarada del que señala y del que es señalado.
El texto que llegó a la Villa de Culiacán, del que repartió una versión
disminuida y de manera oral el negro Juan de San Diego, era un texto que se
había repetido en muchas regiones de la Nueva España y otros virreinatos a
donde había llegado el Santo Oficio. El texto iniciaba con el reconocimiento, en
primera persona, del Santo Oficio y posteriormente mencionaba los lugares en
donde este texto y la vigilancia iba a dirigirse. Decía el texto: “Nos los
Inquisidores contra la herética pravedad, y apostacia en esta ciudad, y
arzobispado de México, Estados y Provincias de la Nueva España, Nueva
Galicia, Guatemala, Nicaragua, Yacatan, Verapaz, Honduras, Islas Philipinas”.
Posteriormente se hacía la mención de la necesidad de la lectura del
edicto ya que a muchos lugares no había llegado. Luego se daba la orden de
delatar ante inquisidores, comisarios o familiares del Santo Oficio, a todas las
personas que hubieran cometido o hubieran hablado de herejías. Luego
estaban los pecados y las prohibiciones.
Es claro que la inquisición no sólo tenía intereses que se discernían en
lo económico, sin embargo durante el siglo XVII, los dados se cargaban a la
secuela de la administración moral, el interés era la supervivencia de los santos
traída desde España a la Nueva España.

92
Alicia Gojman Goldberg, “La función del edicto de fe en el proceso inquisitorial”, Memoria del
tercer congreso de historia del derecho mexicano (1983), José Luis Soberanes (Coord.),
México, UNAM, 1984, p. 263.
93
Michael Foucault, El orden del discurso, Madrid, Tusquets Editores, 2004, p.14.

37
LA GUADIANA Y LA INQUISICIÓN

En 1627, el año de los autos de fe, la jurisdicción religiosa de la Provincia y la


Villa de Culiacán recaía en el obispado de Guadiana (Durango).94 La Guadiana
no estaba exenta de amenazas inquisitoriales. También había paréntesis
humanos, hombres que hacían habitables nuevas regiones. Los libros, los
papeles, las páginas de la voz y las inconformidades étnicas, eran alcanzados
por el Santo Oficio. Estos materiales en donde se plasma la palabra se
trasforman y se les ponen adjetivos; son prohibidos y heréticos. Ahí suceden
acciones de inconformidad; estas serán las nuevas amenazas a la vocación
religiosa y administrativa de los misioneros. Los indios tepehuanes se sublevan
y se convierten en una raza maldita y dañina para la tierra.95
Hacia 1617 se habla ya de la existencia de algunos libros prohibidos en
Durango. Tan sólo tres años después se presenta en la provincia el caso de un
hombre llamado Bartolomé del Barco, que ejercita los malabares de la
hechicería por medio de la ayuda que le prestaba el libro Clavículas de
Salomón,96 uno de los tratados clásicos de la magia medieval que resulta de lo
más entretenido, y por lo mismo peligroso, para los habitantes del lugar.97
Y aunque a muy pocos les interesan los dilemas ideológicos de la
religión y los problemas de la reforma luterana, cercanos sólo a los hombres
letrados, esto no es motivo para que el Santo Oficio no coloque una barrera a

94
A partir de 1620 cambia la Jurisdicción religiosa de la provincia de Culiacán.
95
AGN, RI, Vol. 315, Exp. 4, F. 5.
96
Evidentemente, la fijación escrita y la traducción sistemática de los textos mágicos aconteció,
seguramente a la vez que la de los conocimientos cabalísticos o herméticos en la baja Edad
Media, a partir de los siglos XII y XIII. Es un momento histórico clave, pues se asiste a la
construcción de una cultura al margen de la iglesia, en torno a las universidades y abierta a
otros ámbitos culturales ajenos a la cristiandad, como el Islam. Sin embargo, los testimonios
bibliográficos más fehacientes acerca del ciclo salomónico se remontarían al siglo XIV.
Fernando Figueroa, La clavícula de Salomón: la magia como osamenta expresiva de los
miedos y deseos humanos, Cuadernos del minotauro 2, 2005, p. 102. Para darnos cuenta la
forma en que se relacionaban los textos prohibidos en los lugares lejanos, basta decir que un
libro como La clavícula de Salomón en el momento que se prohibía en Durango, también era
utilizado y prohibido en algunas partes de Europa. “El texto más perseguido fue la así llamada
La Clavícula Salomonis, bajo cuya denominación figuran diversos escritos sobre magia,
empleados para fines prácticos y atribuidos por la creencia popular y por leyendas difundidas
por todo el Mediterráneo al bíblico Salomón, cuya difusión seguirá hasta nuestros días… Si se
dirige la mirada al siglo XVII, también aquí la acción represiva parece concentrarse sobre todo
en los libros de magia y en particular sobre los manuscritos de de la Clavícula Salomonis”.
Mario Infelise, Los libros prohibidos. Una historia de censura, Buenos Aires, Editorial Nueva
Visión, 2004. p, 66.
97
AGN, RI, Vol. 328, Exp. 29, F. 128.

38
todo mundo y ponga límites entre lo que se debe y no se debe creer, entre lo
que se debe y no se debe hacer. Estos mecanismos de vigilancia los recibe el
esclavo Clemente, por el simple hecho de ser prolijo en escuchar y atender el
llamado de un hombre inglés que se entusiasmó con los nuevos anatemas
religiosos de la reforma. Su entusiasmo había sido tal, que vive –por lo menos
de eso se le acusa— durante un buen tiempo en una secta de Lutero.
Al igual que en Culiacán, en el año de 1627 se presentan en Durango
algunos casos relacionados con embustes, hechicería y blasfemias. Algunos
hombres se desbocan y resultan bastante temerarios para la inquisición. Tal es
la situación que vive Nicolás de Salazar, hombre que sin la menor timidez
afirma que Mahoma, Jesucristo y Moisés son los hombres más embusteros del
mundo. Sin embargo los casos que se presentan en Durango no alcanzan a
generar la misma atmósfera de temor cotidiano que se manifiesta en la Villa de
Culiacán durante el año que Juan de San Diego marca con su voz el arpegio
del temor.

SI HEMOS DE HABLAR DE PAPELES

Si a finales de la época medieval, la lectura centró sus bases en la ritualización


silenciosa, los edictos de fe que se distribuyeron durante el siglo XVII se leerían
como una ritualización oral o pública de la lectura.98 Esto nos puede llevar a
analizar las formas de producción de estos textos que tenían como prioridad el
llegar a una gran cantidad de gente. El edicto de fe era una página volátil que
se gestaba entre las condiciones de la escritura y la oralidad, adaptándose a
las condiciones de analfabetismo de la época y, siguiendo una de las
estrategias implementadas por la Inquisición para extender sus llamados:
“lograr el mayor grado de eficacia en el menor grado de publicidad”.99
A esto, cabe agregar otro aspecto relevante para entender cómo este
discurso del edicto de fe iba quedando diseminado entre la población. La

98
Aclaro que este tipo de lecturas se van a seguir dando durante el siglo XIX y en el XX,
inclusive hasta la fecha. Las nuevas tecnologías ya nos presentan novedosas formas de
diálogo inmediato por escrito, independientemente de las distancias en las que se encuentren
dos personas.
99
Henry Kamen, Op. Cit., p. 177.

39
escritura de este edicto, que llegó a muchas partes de la Nueva España y a la
Villa de Culiacán, puede quedar circunscrita en aquello que Armando Petrucci
denominaría escritura monumental o escritura expuesta.100 Estas escrituras
monumentales tendrían como primera función “manifestar la autoridad de un
poder dominante del espacio urbano y gráfico o el poder de un linaje o de un
individuo suficientemente rico como para hacer grabar su nombre”101. Aunque
el edicto no era un manuscrito, ni un grabado, era un papel que permanecía
pegado en la puerta de una iglesia. La lectura del edicto propiciaba de alguna
manera el surgimiento de formas de sociabilidad.102
Escritura y oralidad quedaban unidos por medio de un mandato que
trataba de consolidar la hegemonía moral de las conductas entre los hombres y
las mujeres de la Villa de Culiacán. Algunos lo leyeron, a otros se los contaron,
algunos escucharon al negro Juan de San Diego que lo gritaba con alta e
inteligible voz.

100
Armando Petrucci, Formas usuales de inscripción en Italia, Siglo XI-XX, París, Editións
EEHESS, 1992, 271 pp.
101
Roger Chartier, El juego de las reglas: lecturas, México, Fondo de Cultura Económica, 2000,
p. 114.
102
La sociabilidad alude a diversas formas por medio de las cuales las personas se agrupan y
entran en contacto unas con otras. Estas formas de relación entre las personas pueden variar
de una comunidad a otra. La sociabilidad de lo cotidiano es extensa e infinitamente variada.
Pereira Teresa, “Entrevista a Maurice Aghulon y Francois Xavier Guerra”, en Revista de
Historia Universal, Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile, Núm. 10, 1990, p. 14-17.

40
CAPITULO 2.
RESPUESTAS AL EDICTO

Al llamado del negro Juan de San Diego, le siguen un número de


respuestas; casi toda la población le responde: el temor se convierte en
asentimiento. En otros lugares de la Nueva España estas órdenes del Santo
Oficio se traducen en desdén, en respuestas de rebeldía. El siglo XVII, tan
dinámico y tan oculto en las páginas de la historiografía, fue un enorme libro de
respuestas convertidas en literatura y en discursos que se convirtieron en
archivo. Muchos discursos hay en una Nueva España que se llena de noticias,
como aquella que gritaba Juan de San Diego y a la que muchos hombres
respondían.

LAS REPUESTAS DISCURSIVAS DE DOS HOMBRES

En el siglo XVII, hombres de la nota de Guillén de Lampart y Tomás Treviño de


Sobremonte hicieron de su vida un ímpetu que transgredió todas las barreras
prohibidas. Esta intensidad vital la tradujeron en hechos que proclamaron hasta
convertirse en personajes perseguidos de su tiempo. Entre una Nueva España
que se departía y se inventaba en medio de discursos diseminados, estos
hombres hicieron de las respuestas al poder inquisitorial una épica herética que
incomodaría al Santo Oficio. Eran hombres malditos que se convirtieron en un
auténtico espectáculo en el centro de la Nueva España. Guillén de Lampart
sería acusado de brujería, tratos con el demonio, infidencia al rey, desacato al
Santo Oficio, injurias contra los inquisidores; se le acusaba de contravenir las
reglas del orden religioso.103 Después de 17 años de proceso, moriría en la
hoguera en 1659. Tomás Treviño de Sobremonte había sido ejecutado nueve
años antes. Su gran pecado fue no arrepentirse de sus prácticas judeizantes.

103
Ver la novela de Vicente Riva Palacio, Memorias de un impostor: Don Guillén de Lampart,
Rey de México; México, Editorial Porrúa, 1987.

41
Treviño afirmaría antes de morir que “era un judío y que estaba decidido a vivir
y a morir en la ley de Moisés”.104
Estos hombres actuaron bajo lineamientos poco óptimos para la religión.
Más de una vez leyeron los edictos de fe y escucharon sus amenazas. Crearon
una serie de repuestas discursivas para defenderse, para resignarse, o para
insultar aquello que se les hizo una injusticia. Aquella prosa de la inquisición
fue la gota que los desahogó y que los movió hasta convertirse en hombres
trágicos.
Vaya historial el que se cumple con estos hombres. Después de una
vida trajinada por medio de galopes verbales y amenazas, sufrieron con la
muerte su última estocada. Al Santo Oficio le respondieron de muchas formas y
desde muchos lugares, sobre todo desde el templete de esa herejía verbal que
no admitió el perdón del tribunal. El teatro del temor que implementó el Santo
Oficio no bastó para que socavaran sus ideas. Una diabólica majestad guió sus
discursos sin importarles que el último testamento de sus vidas sucumbiera en
la flama y que, después, sobreviviera en los papeles de un archivo, que
escondió, dos de las vidas más extraordinarios del siglo XVII.
La atribución de terror que generó el Tribunal de Inquisición en la capital
de Nueva España se le debe a casos como el de estos hombres. Casos en
donde los extremos se tocaron, en donde un discurso del poder inquisitorial
rindió a través de la violencia a repuestas discursivas que fueran incómodas. El
de estos hombres fue un discurso de resistencia abierta, encaminada a romper
formas cotidianas de resistencia o de aceptación105 que respaldaban muchas
veces los hombres de su tiempo, hombres que en su mayoría pertenecían a
“una sociedad en apariencia tan estática y coactiva, y que parecía no dar
cabida a los individuos como primeros protagonistas, sino como encargados de
un papel social determinado”.106
Entre autos de fe e inquisidores, familias que tejían una red que se
ampliaba hasta los rescoldos más ocultos de las Nueva España, es seguro que
algunas veces quedara reducido el dominio de la Inquisición por medio de
respuestas discursivas que quedaban ocultas. Por eso no podemos negar la

104
Lira Andrés y Muro Luis, “El siglo de la integración” en Historia General de México, México,
COLMEX, 2000, p. 351.
105
James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia, México, Editorial Era, 2003, p. 45.
106
Andrés Lira y Luis Muro, op. cit., p. 351

42
validez de de las palabras de James C. Scott en el sentido que “el discurso
oculto no es sólo refunfuños y quejas tras bambalinas: se realiza en un
conjunto de estratagemas tan concretas como discretas, cuyo fin es minimizar
la apropiación”.107 Estos discursos eran un punto central entre esa resistencia a
boca de jarro y esa aceptación que se diseminaba como un eco enaltecedor de
los mandatos o como un último refugio de resignación. Hombres y papeles,
voces y espectros que se confundían en medio de esa magnificencia que era la
religión y el poder virreinal.

DE ADIVINOS Y ORÁCULOS

Entre esos lugares apartados a los que llegó un papel de Inquisición, mismo
que recibió también una serie de respuestas discursivas, estaba la Villa de
Culiacán. En ese entonces, la astrología, a la par de una infinidad de medios
populares para descifrar el futuro y las cosas ocultas, sería una práctica común
en muchos estratos de la sociedad. La gran mayoría no ponía ningún reparo en
hacer por medio de diversos mecanismos esa búsqueda de respuestas que
comúnmente se le denomina suerte, destino, azar.
El origen del término suerte, según nos explica Rafael Martín Soto, “se
desprende de la palabra latina sors, de la que derivaron las castellanas,
“sortiario”, “sortero”, “sortilego” y “sortilegio”; significando las tres primeras al
individuo que echa las suertes, es decir, al que adivina mediante las suertes.
“Sortilegio”, en cambio, además de definir la suerte, tiene también una acepción
más amplia, y suele identificarse a veces con el conjuro o con el hechizo”.108
Estas diversas creencias florecieron en Culiacán y fueron motor de atención en
los casos de 1627.
Cuando el negro Juan de San Diego pregonaba en la Plaza de la Villa de
Culiacán, lo escucharon muchos hombres; entre ellos Agustín de Mendoza. La
voz de aquel negro le encendió el ánimo delator y denunció públicamente, el 10

107
James C. Scott, op. cit. p. 222.
108
Rafael Martín Soto, Magia e Inquisición en el Antiguo Reino de Granada, Madrid, Editorial
Arguval, 2000, p. 125.

43
de abril, de ese mismo año, a un tal Lucas Martín de Montijo.109 Este hombre
fue uno de los personajes conductores de los acontecimientos de 1627. Fue
denunciado y se autodenunció endilgándose nuevas estafetas de
prohibiciones.
Motivado por el aura y el temor que despertó el Santo Oficio en los
nuevos lineamientos de conducta en la Villa de Culiacán, había decidido
culparse de invocar al demonio sin que se le apareciera, aparte de haber
pedido, hace ya muchos años, a un chamán indio “alguna cosa para inclinar
voluntades y alcanzar mujeres”.110 El adiestramiento de la tentación de inclinar
los deseos de la mujer por medio de objetos, lo había llevado a ser una especie
de mediador de romances y de conquistas amorosas.
Sin embargo, el mayor pecado de Lucas Martín de Montijo fue el tener
en su poder un viejo y milagroso cuadernillo. Este librillo de 40 hojas tenía
muchas de las características de aquello que condenaba el Santo Oficio; era el
espejo ideal del resumen de sus prohibiciones: era un libro de magia, de amor,
de futurología y de muchas cosas que tenían que ver con las artes
adivinatorias; por lo mismo este manuscrito estaba conectado a los renglones
de la herejía. Antes de llegar a De Montijo, se dice que perteneció a Juan
Cárdenas, él mismo lo había copiado de otro cuaderno que pertenecía a
Jerónimo Cobo.
Las autoridades inquisitoriales se enteraron de la existencia de ese
“cuadernillo” a finales de marzo de 1627. Es muy probable que la noticia de su
existencia se haya armado a partir de rumores, de pequeñas acusaciones y
alusiones a algunas personas que se dedicaban a las artes mágicas. Este
rompecabezas de denuncias se fue armando en días posteriores al pregón del
edicto; sin embargo es muy probable que durante cerca de 20 años este
cuadernillo haya estado circulado en Culiacán y en algunas regiones cercanas.
Si hemos de atender a la correlación de fuerzas y la aplicación de la
autoridad, nos daremos cuenta que éstas se basaban más en determinadas
circunstancias. Había, más que actos permisibles o prohibidos, momentos de
libertad y de permisión, momentos de tolerancia y de intolerancia, y 1627 era

109
AGN, RI, Vol. 360, Exp. Sin num. f. 18.
110
AGN, RI, Vol. 360, Exp. Sin núm. F. 2.

44
un momento en el que se abrían las secuelas de la incertidumbre, de la
intolerancia y de la desconfianza.
Las formas y las creencias que Occidente detentaba y causaban
estragos a la Inquisición también estaban presentes en las tierras de Culiacán.
Indígenas, negros, mulatos y españoles, cargaban un conjunto de creencias y
religiosidades que muchas veces no se diferenciaba al de otras regiones.

CIENCIA Y CREENCIAS

Durante el siglo XVII, hay grandes pensadores que intentan descifrar los
enigmas del espacio y del tiempo. Por dar sólo un ejemplo, en sus
disquisiciones sobre astrología, Enrico Martínez111 deja ver la causalidad de los
eventos humanos a partir de los movimientos de los astros. Según el científico
“las mudanzas de las monarquías a los efectos de las máximas y magnas
conjunciones, mayormente a la máxima que sucede de 80 a 800 años en el
signo de Aries; y para eso se fundan en algunas experiencias de casos
notables sucedidos en el mundo”.112 Visiones ingenuas y maravillosas en las
que se fundan y se entretejen la hechicería, la magia y un mundo que se quiere
asomar a nuevas formas de conocimiento.
Es importante señalar que en algunas regiones de la Nueva España la
sabiduría médica académica tiene sus inicios, sin embargo esta no constituye
uno de los campos donde se consume una ruptura con la tradición. Esto nos
ubica en la compleja pluralidad de discursos que se generan en el siglo XVII en
la Nueva España. Discursos que representarán, sin lugar a dudas, “una de las
facetas características del barroco, el mantenimiento de la tradición frente al
inicio de modernidad.”

111
Enrico Martínez es uno de los grandes científicos del siglo XVII. En 1590 Enrico Martínez,
de nacionalidad alemana, llegó a la Nueva España y realizó un proyecto para el de desagüe. El
29 de noviembre de1607 el virrey Luis de Velasco inauguró trabajos para desaguar las áreas
de Ecatepec, Huehuetoca y Nochistongo. En 1613, fue enviado de España el holandés Adrián
Boot, técnico en el desagüe de lagunas, sin embargo las inundaciones siguieron sin que se
lograra el objetivo de proteger a la ciudad de México en este aspecto. En 1632 muere Enrico
Martínez y con él concluye el período más trascendente de la obra del desagüe del Valle de
México.
112
Enrico Martínez, en Historia de la ciencia en México. Estudios y textos. Siglo XVII, México,
Elías Trabulse (Coord.), p.

45
Sin embargo esto no implica que otros ámbitos del saber, “no se haya
producido un principio de rompimiento, rompimiento que dio en mayor o menor
intensidad, especialmente en aquellas disciplinas de aplicación práctica, como
fueron la matemática, física y astronomía”.113
La ciencia estará cargada de mundos imaginativos, de conceptos
mitológicos; metáforas sobre la realidad que se traducen en nuevos lenguajes
que generan la gran tradición barroca que enarbolarán en décadas posteriores
Sor Juana Inés de la Cruz y Sigüenza y Góngora.114 Sor Juana iniciaría su
Primero sueño: “Piramidal, funesta, de la tierra/ nacida sombra, el cielo
encaminaba/ de vanos obeliscos punta altiva, / escalar pretendiendo las
estrellas”.115
En un siglo dibujado con sus variantes mestizas y multiétnicas, cabe
circunscribir toda una serie de grandes aportaciones intelectuales de los
criollos; aportaciones en las que está presente el pasado indígena debidamente
mezclado con la tradición española y la religión católica. En este mundo se
mueven muchos de los casos de Inquisición que sucedieron en la Nueva
España y que ayudaron a construir un nuevo discurso.

RESPUESTAS DISCURSIVAS DE MUJERES

Sobre las fuentes de Inquisición, Ricardo García Cárcel, nos dice que el
primero de los problemas que se puede plantear es la validez de sus fuentes
procesales. “¿Hay que asumir literalmente lo que estas dicen? ¿Quién es
acusado de tal o cual delito?, ¿Es plenamente creíble todo el andamiaje
conceptual sobre el que se asienta la legitimidad inquisitorial?.”116 Las
preguntas pueden seguir, sin embargo, a pesar de la sospecha de validez que

113
Rodríguez Sala María Luisa, “Diego de Osorio y Peralta, Hombre del barroco y autor del
primer libro novohispano de anatomía como texto docente”, en Estudios Novohispanos,
México, México, Instituto de Investigaciones de la UNAM, 1997, p. 54.
114
Aunque estos personajes estarán ubicados en las postrimerías del siglo XVII, se puede
decir que pertenecen a ese mundo que se departía entre el magnetismo de las creencias y el
surgimiento de una posible voluntad del conocimiento.
115
Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, México, Editorial Porrúa, Colección Sepan
Cuantos, 1989, p. 183.
116
Ricardo García Cárcel, “¿Son creíbles la fuentes inquisitoriales?”, en Grafías del imaginario.
Representaciones culturales en América y España, México, Fondo de Cultura Económica,
2003, p. 96.

46
pueda generar el texto inquisitorial como testimonio es inevitable que por medio
de la lectura, la investigación y la reflexión de los documentos inquisitoriales de
la época, se llene mucha de esa memoria que cae en el vacío.
De aquí se desprenden muchas de las claves que alimentan a nuestro
pasado, los misterios que entrañan una acusación, las formas delictivas
incomprensibles, y, sobre todo, las respuestas que revelaban muchos de los
mecanismos de control de la época.117 El miedo, la venganza, la envidia, la
forma en que se materializan los efectos de la emoción118 y del sentimiento,
son algunos de los aspectos que nos describen los documentos. Con su
interpretación nos pueden devolver mucho de lo que se vivió en ese momento.
Por ejemplo, en el caso de los autos de fe de 1627, resulta reveladora la
importante participación que tuvieron las mujeres en estos acontecimientos.
Las mujeres serán testigos claves en los testimonios de 1627. Por medio de su
discurso, ellas elaboran el interés humano de sus pasiones. Quizá por lo
mismo, son mujeres la mayoría de los denunciantes,119 las que más se atreven,
las que más cuidan sus intereses y la integridad de los seres que les rodean
ante la emboscada inquisitorial.
La mujer se adelantaba a cualquier vaticinio que anunciara desgracia,
quería abrir caminos, responder a las preguntas básicas relacionadas con el
amor y el sexo, con su futuro y su tranquilidad.120 Las mujeres eran
proveedoras de respuestas discursivas, de acciones que las situaban en el

117
Las posibilidades de los documentos inquisitoriales como documentos historiográficos han
sido ya revisadas por muchos investigadores, por ejemplo Monelisa Lina Pérez Marchand
considera que “no hay nada posiblemente tan pleno de prometedoras sugerencias para
descubrir la evolución intelectual mexicana, como el análisis de la fraseología usada en los
edictos y en las censuras. Desde la primera ojeada que echamos al lenguaje de los edictos de
principios de siglo, hay algo que llama la atención”. Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en
México a través de los papeles de inquisición, México, COLMEX, 2005, p. 93.
118
“Emoción: se ha pronunciado la palabra que es casi tabú para quien pretende estudiar los
hechos sociales. En mi opinión, la emoción no es, como a menudo se cree, una exclusión de la
razón, ni tampoco ese sentimiento empalagoso que recubre de manera uniforme los lienzos de
la realidad redescubierta; por el contrario, es uno de los muros de apoyo sobre el que se funda
el acto de comprender, de investigar, pues por la brecha que abre entre sí y el objeto mirado se
introduce la interrogación” Arlette Farge, Op. cit., p. 10.
119
Castañeda Carmen, “Censura y universidad en la nueva España”, Carlos Alberto González
(Comp.), en Grafías del imaginario, México, FCE, 2003, p. 57, “Solange Alberto demostró que
la actividad inquisitorial siguió las tendencias de la delación, ya que no se podía ser de otro
modo”.
120
Arlette Farge, Op. cit, p. 194. “Por historia hay que entender todo tipo de relaciones
coyunturales, tales como la irrupción de sentimientos fuera de la conmiseración redentora o de
la identificación con el ajusticiado, los cuales romperían la secuencia obligada: castigo,
voluntad real, arrepentimiento, sumisión y orden público”.

47
centro de esta situación inquisitorial. Inclusive si hacemos un recuento de la
historia inquisitorial es la mujer la que mayormente se simboliza —muchas
veces de manera distorsionada— en la mitología inquisitorial.121
Entre esta cantidad de mujeres que forman parte de los testimonios de
1627, vale la pena mencionar aquí a uno de los personajes centrales en este
nudo de situaciones: Catalina González. Ella, al igual que algunos otros
hombres y otras mujeres, se presenta de manera voluntaria a la sede del Santo
Oficio en Culiacán. Esta mulata, en estado de viudez y partera por oficio, el 8
de abril de 1627 declaró tener la costumbre de quitar las reliquias que portaban
las parturientas una vez caídas las criaturas, a esto agregaba su afán de tomar
tierra de tres quicios para darlo a las parturientas.
Declaró también que esta forma de actuar la había aprendido de una
negra,122 aparte que hacía casi 16 años había recibido por medio de un indio,
una sustancia curativa en la cuál no creía; esta sustancia la había aceptado
para que el indio no reaccionara de manera violenta. En días posteriores, del 9
al 11 de abril, acudirían al mismo lugar seis españolas, un español y una
mulata para acusar a varias parteras de realizar cosas similares a las de
Catalina González.123
Estos casos relacionados con las prácticas heréticas de la partería, por
supuesto, no son los únicos. El día 12 las denuncias y autodenuncias
continúan. La Inquisición manda traer a tres mujeres que acusan a unas
parteras. Tres de las acusadas eran mulatas, una negra y una mestiza. Entre
ellas había una española que prefirió acercarse por su propio pie al tribunal. Se
acusó de haber quitado reliquias a sus dos hijas y a otras parturientas.124

LA RAMA DORADA

Muchos autores que establecieron las primeras investigaciones antropológicas


modernas, orientaron hacia este tipo de casos su interés. En 1890, J. G. Frazer
publica La rama dorada, un libro que intenta penetrar y sintetizar los registros
humanos de las creencias de muchas culturas. En este libro parecen tener

121
Ver Rianne T. Eisler, La espada y el cáliz, Santiago, Editorial Cuatro Vientos, 2003.
122
Rafael Valdez, Negritud y olvido, Culiacán, La Crónica de Culiacán, 2004.
123
AGN, Vol. 360, Exp. S/N, F. 523.
124
AGN, R.I., Vol. 360, F. 524.

48
cabida todos los talismanes, los rituales, la imaginación que se despliega desde
tiempos inmemoriales hasta nuestros días. La concepción lógica o inocente de
los objetos y de las creencias es la que organiza el universo en donde habitan
los hombres. “El salvaje puede menos de percibir cuan íntimamente está ligada
su vida a la naturaleza y como los mismos procesos que hielan los ríos y
desnudan la vegetación a la tierra y le amenazan con la extinción”.125 La
leyenda se transforma en signos, en signos que hacen eco en la vida de los
hombres.
En muchas culturas, medicina y magia se conforman como unidad, como
ritual y ejercicio que deberá ser consumado en milagro, en realidad normativa
de los hombres. La realidad entre concepciones mágicas y científicas del
universo se estrecha. La sucesión de acontecimientos queda regulada en
ambas. Las leyes parecen inmutables:

cuya actuación puede ser prevista y calculada con precisión; los


elementos de capricho, azar, accidente, son proscritos del curso natural.
Ante ambas se abre una visión, aparentemente ilimitada, de
posibilidades para los que conocen las causas de las cosas y pueden
manejar los resortes secretos que ponen en movimiento el vasto e
inextricable mecanismo del universo. De ahí la fuerte atracción que la
magia y la ciencia han ejercido sobre la mente humana; de ahí los
poderosos estímulos que han dado ambas a la consecución de la
sabiduría. Ellas animaron al fatigado inquisidor, al fatigado
investigador.126

En el tipo de casos comparativos que somete a su consideración y


analiza el antropólogo escocés J. G. Frazer, bien podrían insertarse algunos de
las situaciones que viven las mujeres de la Villa de Culiacán. Las parturientas
también realizan un acto de religiosidad por medio de los objetos. Los ritos
convocan a los deseos de una optimización de bienestar para el futuro. Los
objetos también se mueven como parte disectiva de la vida de estos seres.
Los ritos y cultos relacionados con la fertilidad serán una constante a lo
largo de la historia y quedarán atestiguados en la época orientalizante y en el
antiguo ibérico mediante el culto doméstico a los antepasados. Estos cultos se
mueven y siguen orientando creencias y formas de vida que llegan hasta al

125
J. G. Frazer, La rama dorada, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 377.
126
J. G. Frazer, op. cit., p. 75.

49
siglo XVII;127 cultos que están presentes entre los habitantes de la Villa de
Culiacán.

MÁS RESPUESTAS

Las respuestas discursivas de las mujeres al Tribunal de Inquisición en la


Nueva España se plasman de muchas maneras. Sin embargo podríamos
establecer, por lo pronto, cuatro formas: la primera sería por medio del discurso
de aceptación al discurso inquisitorial, la otra estaría representada por esas
respuestas insistentes y tenaces que se consolidaban en una Rebelión
discursiva, rebelión que sólo quedaría socavada con la muerte de algunas
mujeres. El discurso oculto, será el de la deserción que no se proclama, sin
embargo será el hilo conductor de mucha de la vida privada de la Nueva
España.
Entre estos discursos es válido señalar también el discurso intimista, un
discurso torneado por espejos y por espectros. Este será elaborado por
muchas mujeres, pero tendrá sus claves más representativas entre las novicias
y las monjas. En este tipo de discurso, ellas son escuchadas por el guía
religioso. Al morir, el prelado se encarga de escribir estas confesiones. Por lo
regular se trata de una especie de biografías en donde las monjas plasman
todo tipo de temores, deseos y ansiedades, que han constituido su educación
sentimental.
Se ha hablado de este discurso intimista como un discurso de
apropiación,128 otras veces se le ha concedido la duda al estar fluctuando entre
la religiosa real y la inventada.129 Sin embargo es necesario rescatar el fragor

127
Teresa Moneo Rodríguez, Religión Ibérica, Madrid, Real Academia de la Historia, 2003, p.
387.
128
Margarita peña, Prólogo de “Paraíso Occidental” de Carlos de Sigüenza y Góngora, México,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995, p. 15.
129129
Asunción Lavrin más que hablar de un discurso de apropiación, como es el caso de
Margarita Peña, nos habla de un diálogo entre dos modelos discusivos. Mucho en el discurso
de las religiosas es inventado y es trastocado por el autor. Uno de los aspectos que más llama
la atención en el artículo de Lavrin, es la relación que tenían con las criadas y con los
confesores. “La relación interpersonal de los confesores con las monjas se llevaba a cabo en la
reja o en locutorio, aunque tenemos información de que religiosas visitaban las celdas de las
monjas, a las que tenían acceso por la extremaunción o en casos de enfermedades que
expusieran a la profesa a morir sin sacramento. La “relajación” de algunas de esas relaciones

50
inquisitorial, que aunque no llegó hacia las monjas de una manera directa, si
elaboró una extensión de normas y códigos que se convirtió en autocensura.
Sobre este tema podemos aclarar que no faltaron devaneos entre monjas y
arzobispos, entre el poder eclesiástico que también se propone asumir nuevas
conductas y construir nuevos discursos desde el cetro de Dios.
Si hablamos de otro tipo de discursos, podríamos mencionar los
discursos del poder. La Inquisición toma a veces nombre de Felipe III, quien
condena y se indigna por la complicidad del arzobispo de México, Juan Pérez
de Serna, por permitir el uso de trajes indignos, además de dar su anuencia
para que en algunos conventos las monjas realicen representaciones. La
cortina de la santidad en muchas ocasiones quedaba rasgada por el deseo, por
“las excitaciones y los actos seculares”.130
El Tribunal de Inquisición intenta abarcarlo todo. Al intentar unificar los
códigos morales de la sociedad, se encuentra frente a un cúmulo de discursos
diseminados, discursos que tienen a la vez atribuciones que van conformando
un espacio. De muchos discursos no se entera la Inquisición, de otros se
entera pero le resulta más sencillo guardar un poco de silencio.
Se mira de arriba hacia abajo, pero también de manera horizontal. Hay
hombres comunes que delatan a hombres comunes; hombres poderosos que
acusan a arzobispos; arzobispos que acusan a gobernadores; gobernadores
que acusan a inquisidores. Al terminar el siglo XVI, en Sinaloa, dos discursos
de poder se extienden a lo largo de dos años. Don Atanasio Pérez de Rivera,
comisionado del Santo Oficio, acusa a Jacinto de Fuensaldaña, Gobernador de
Sinaloa, de haber hecho proposiciones heréticas. La defensa de este hombre
va estar acompañada de nuevas acusaciones, de reiteradas formulaciones del
Santo Oficio.131 A las proposiciones heréticas la siguen las blasfemias y otras
acusaciones que son posibles ubicar en el inventario ficticio del Santo Oficio.
Estos hombres de la Inquisición que llegan a Sinaloa quieren extender
sólo la vocación de la vigilancia. Aunque no lo manifiestan a los pobladores, su

se atestigua en el ramo de inquisición bajo el apelativo de “solicitantes”, y si bien no son


abundantes muchos solicitantes nunca quedaron registrados en la historia por falta de
personas que se atrevieran a acusarlos”. “La religiosa real y la inventada: diálogo entre dos
modelos discursivos”, Historia y grafía, México, Revista de Historia de la UIA, Núm., 14, 2000,
p. 202.
130
AGN, Ramo I, Legajo 29, No. 55.
131
AGN, RI, Vol. 707, Exp. 2, Fs. 454-466.

51
ejercicio lo afianzan por medio de un plan en donde los mecanismos de control
les asegurarán la pertinencia moral de los pobladores. La crueldad se sustituye
por una vigilancia sutil que a veces se diferencia a los excesos con los que
habían sometido y castigado a los habitantes de otros lugares.
Por ejemplo a la capital de la Nueva España, lugar en el que a la
Inquisición no le faltarán adeptos que la mitifiquen, adeptos que se diseminen
y se conviertan en un rumor abarcador en los diversos puntos de toda la Nueva
España. Esto se comprueba por el tumulto de las mentalidades atemorizadas
que va más allá del simple teatro del temor. Se habla de crueldades que se ven
y se viven; se habla de hogueras, de mujeres quemadas por convivir sus días
con el diablo. Las crueldades de la Santa Inquisición son las suficientes para
construir el tratado de brutalidad de una institución que se encarga de vigilar y
de castigar.

ENTRE GENTES LAS MÁS BÁRBARAS Y FIERAS

Si en algunas ocasiones Culiacán es el punto de referencia donde desahoga la


nostalgia Bernardo de Balbuena, en descripciones futuras, esta provincia y
algunos lugares colindantes, serán las tierras habitadas por bestias, por fieras
terribles a las que urge redimir por medio de la religión y la palabra divina. El
remedio ante las amenazas de estas fieras serán las formas discursivas
persuasivas que generen en estos hombres (o fieras) nuevas conductas, el
motor humano que extinga las formas amorales con las que hasta ese
momento han llevado a cabo su vida.
Andrés Pérez de Ribas es el gran observador de estas provincias. Esa
capacidad de análisis estaría orientada hacia el descubrimiento —de una
manera a veces denigratoria— de los rasgos distintivos de los otros, de los
lugareños de Sinaloa. Pérez de Ribas es el joven sacerdote cordobés de 26
años de edad, de noble y posiblemente acaudalada familia, inteligente,
preparado y emprendedor, que será reclutado por las huestes ignacianas en el
año de 1602. Al término de 1604 estará cabalgando junto con el Padre
Cristóbal de Villalta y el capitán Diego Martínez de Hurdaide, rumbo a la

52
provincia de Sinaloa, la más remota de la Nueva España, reino que aún no
conocía sus límites por la parte norte.132
Al llegar a la provincia de Sinaloa, el joven sacerdote por supuesto que
no busca complementarse con los lugareños, su misión –según su discurso por
lo menos– es acercarlos a la historia, a la bondad del alma y al diálogo con
Dios. Esto lo muestra en su obra Los triunfos de Nuestra Santa Fe entre las
gentes más bárbaras y fieras de nuestro Orbe publicada por vez primera en
1645. Pérez de Ribas describe los conflictos bélicos, los vicios, los extremos
sanguinarios a los que llegan estas gentes. Sus palabras son innegablemente
reveladoras:

cuando habían alcanzado alguna victoria, o cortado cabeza de algún


enemigo, eso les bastaba para celebrar, juntándose a la borrachera y
baile general, a son de grandes tambores, que sonaba y se oía a una
legua, y en este baile entraban las mujeres, y se celebraba de esta
suerte. la cabeza o cabellera del enemigo muerto, u otro miembro, u
otro miembro, como pie, o brazo, se ponía en una hasta en medio de la
plaza y en rededor se hazia baile, acompañada de algazara bárbara, y
baldones al enemigo muerto, y catores que refería la victoria; de fuerte,
que todo estava manifestado un infierno, con cafilas de demonios, que
son los que gobernaban estas gentes.133

Al igual que algunos otros cronistas, el jesuita cordobés adapta su obra a


las peticiones de la Corona. Pérez de Ribas así lo sabe: la información que se
recaba sirve para mantener el control administrativo y político del espacio
colonial. Sus textos al igual que el de otros cronistas de la Colonia fueron
“elaborados como respuesta al mandato de la escritura, constituyeron en el
nivel de lo imaginario, un territorio: diseñaron un espacio de acuerdo con
parámetros occidentales y colonizaron idiomas y memorias… el deseo de una
mirada, a través del mandato de escritura, los parámetros descriptivos que esa
mirada prescribe, la necesidad de hacer cercano aquello que es lejano”.134

132
Betancurt Ignacio, “Prólogo” a la obra de Andrés Pérez de Ribas, Historia de los triunfos de
Nuestra Santa Fe entre gentes las más bárbaras y fieras del nuevo Orbe, México, Siglo XXI
Editores, 1992, p. XIII.
133
Andrés Pérez de Ribas, óp. cit. p. 26.
134
Elena Altuna, “Contra toda mudanza: descripción y memoria de lo notable en textos
coloniales del siglo XVI”, en Tópicos del seminario 5, México, Benemérita Universidad de
Puebla, 2001, p. 145-146.

53
Pérez de Rivas elabora un discurso occidentalizante,135 cargado de
rasgos “hagiográficos”, que son pilar de la retórica cristiana y que hoy se tiende
a menospreciar o pasar por alto. Sin embargo, si suprimimos todos esos rasgos
no podremos entender cómo estas referencias repetitivas a lo “maravillosos
cristiano”, desempeñan un papel fundamental con respecto al texto entero,
función de organización del relato.136

EL DISCURSO DISEMINADO

Con Hernán Cortés, Pérez de Ribas se representaba un mundo que trataba de


descifrar una especialidad circunscrita a la escritura. “El conquistador reflejaba
en esas líneas un doble problema, intuyendo a la vez la doble necesidad del
escritor americano; habilidad para sintetizar en la escritura la vasta realidad de
América y poder de convicción para hacerla creíble y verosímil”.137 A esa
representación la antecedían, por supuesto, códigos de censura, ideologías

135
“Los discursos colonialistas son aquellos que construyen la identidad del colonizado desde
la lógica del colonizador. Como ejemplo de estos discursos tenemos los siguientes: el discurso
machista que dice lo que es la mujer; el discurso pedagógico que dice lo que es el niño; el
discurso antropológico que dice lo que es primitivo; etc. Y todo esto sin permitir que de quien se
habla diga quien es. Todos estos discursos colonizan la alteridad desde la mismidad.” Guy
Rozat, América imperio del demonio, Cuentos y recuentos, México, Universidad
Iberoamericana, 1995, p. 8.
136
Guy Rozat, op. cit., p. 63, 71. “En el intertexto occidental, casi desde sus orígenes, el
ordenamiento discursivo del espacio se constituye no sobre elementos de lo real concreto sino
sobre un eje de cualidad moral. Para la gente de la polis griega, humanas son las ciudades,
humanos son los campos cultivados y todas las obras y realizaciones del hombre sedentario.
No es una casualidad que la ciencia occidental hará de la revolución neolítica el principio de
toda civilización posible. Más allá de los campos cultivados empieza la tierra de nadie, donde
deambulan porqueros, vaqueros, recolectores y carboneros y un conjunto de forajidos, peligro
potencial para la polis. En su descripción del mundo, Heródoto muestra perfectamente esa
degradación de la calidad de lo humano, a medida que en su relato pone en juego a gente
lejana de la patria griega. Más allá de lo griego como más allá de los últimos campos, de la
polis, empieza el desierto con sus sinónimos: salvaje, lejanía, soledad. No hay una oposición
clara entre polis y desierto, sino que insensiblemente se pasa de uno a otro, de la misma
manera que se pasa de uno a otro, de la misma manera que se pasa de hombres a salvajes. El
espacio no es homogéneo. Por ello no puede ser asimilado a nuestro espacio geográfico,
homogéneo y por lo tanto medible y representado matemáticamente. El espacio es aquí, ante
todo una categoría moral. Incluso para Heródoto, la calidad de lo humano en la misma Ática
empieza a degradarse, más aún cuando él considera con cierta superficialidad a cierta polis de
la Beocia vecina, y ni hablar de las regiones bárbaras donde vive esa gente que no habla
griego. El trabajo de ordenamiento del mundo que realiza Heródoto nos puede servir de guía,
por que el método que aplica para relatar el mundo a los griegos seguirá practicándose hasta
bien entrada la modernidad, cada vez que los occidentales intentan ordenar discursivamente el
mundo”, p. 71.
137
Alicia Llarena, Espacio, identidad y literatura en Hispanoamérica, Culiacán, Ediciones
Universidad Autónoma de Sinaloa, 2007, p.113

54
impositivas y reglas, reglas que, por supuesto, en muchas ocasiones estos
escritores las transgredieron. Sin embargo debemos aclarar que el canon de la
crónica no era el único aposento que tenía la palabra escrita.
Nueva España en el siglo XVII no era país de imprentas ni de libros. Lo
que se imprimía era por lujo o por necesidad. Las ciencias, las artes, eran
modestas como para cumplir el cometido de ser publicadas. Las letras eran
ejercicio efímero, ya fuera verbal o manuscrito. De los sermones se puede decir
que producían efectos semejantes a los de los bestsellers de los tiempos
modernos. Lo sacro cobraba efecto de drama y de dimensión sentimental. En
esta época, sólo los clérigos poderosos imprimían algunos de sus sermones.
Sin embargo esto no detenía la posibilidad de expansión de la palabra
escrita por medio de formas de oralidad. Sobraban misas y ocasiones de
oratoria; había muchas tertulias. Se cuenta que entre los letrados corrían
muchos recados y cartas que pasaban de mano en mano por los diversos
grupos y capillas. “Y la teología, así como los asuntos eclesiásticos, muchas
veces hablaba de otras cosas, de modo que defender un santo o un finísimo
matiz de un dogma o episodio sacro, representaba frecuentemente algún
movimiento audaz en el ajedrez político novohispano, en el que todos se
andaban peleando y conjuraban, pero aparentemente nada se movía”.138
Estos discursos orales y el discurso en manuscrito, son los que se
desplegaban por las provincias de la Nueva España, sobre todo en el siglo
XVII. Entre la oralidad y la permanencia, el manuscrito sería grafía mutante,
secreto compartible a partir de afinidades sociales; sería el espejo en donde la
memoria adelgazaba su capacidad y lo canjeaba por la fortaleza individualizada
de la escritura; grafía desdibujada del libro, testimonio del robo de la oralidad
inasible. Si Emerson decía que todo terminaba en un libro, es inevitable
adjudicar mucha de la sustancia testimonial de la Nueva España y, por
supuesto de Sinaloa, al manuscrito.139 Si no todo es manuscrito, casi todo lo
es.
Por eso no era de extrañarse que entre los escritores, en un país
antilibresco, un impreso perturbaba una opinión, de modo que había que
examinarlo con absoluta y reiterada sospecha, sobre todo en el barroco,

138
José Joaquín Blanco, op. cit. p. 81.
139
La imprenta llega hasta 1823 a Sinaloa, todo es manuscrito durante la Colonia.

55
cuando tantas exorbitantes metáforas resultarían heréticas en una lectura
literal, también aquí, el Santo Oficio utilizó sobre todo la prudencia, y prefirió
prácticas dilatorias a prohibiciones definitivas. En general intimidaba a los más
y a muy pocos llegó a ejecutar con su célebre crueldad.140
A esta práctica de intimidación podemos agregarle la reiterada
sospecha hacia ciertos escritores, ya que el oficio de ellos estaba muy
vinculado al uso político del mensaje artístico; frecuente en el mensaje de la
Colonia, como obviamente se desprende de su estructura moral y económica.
“La capital razón de su supremacía se debió a la paradoja de que sus
miembros fueran los únicos ejercitantes de la letra en un medio desguarnecido
de letras, los dueños de la escritura en una sociedad analfabeta y porque
coherentemente procedieron a sacralizarla dentro de la tendencia
gramatológica constituyente de la cultura europea”.141

MAJESTADES

En aquella tercera década del siglo XVII, los franciscanos, después de tener la
primacía religiosa, fueron desplazados por los jesuitas en la conducción del
Santo Oficio. En la provincia de Culiacán, siendo notario del Santo Oficio el
padre Lorenzo de Figueroa, le tocó al misionero Hernando Villafañe ocupar el
cargo de comisario. El Tribunal se conformó además de otros dos misioneros:
Juan de Cárdenas, justicia real de la provincia menor del reino de la Nueva
Galicia y Roque de Cervantes, alcalde mayor de Culiacán.142 Estos eran los
hombres que infundían a la convivencia una fragata de desconfianza que
recorría las calles, los mismos hombres que le dijeron a Juan de San Diego que
pregonara el edicto, que lo dijera, quizá en voz alta, para que no hubiera
ninguna duda de que una presencia divina o de poder político se manifestaba
en la tierra de una manera irrevocable.
¿Por qué hacer caso de ese llamado? ¿Había necesidad de temer en un
territorio donde el cántico del infierno y del paraíso ya estaban bien definidos
por la misma naturaleza? Esa disquisición les fue seguramente muy débil a los
140
José Joaquín Blanco, óp. cit. p. 271.
141
Ángel Rama, óp. cit., p. 33.
142
Rafael Valdez Aguilar, Op. cit., p. 118.

56
hombres y a las mujeres, quienes se dejaron arrastrar como si las palabras
fueran el llamado a un acto de purificación o una prevención a la catástrofe.

POR QUE TENÍAN MIEDO TODOS ASISTIERON

Por que tenían miedo todos asistieron. El coro de la voz se extendió en la


pequeña Villa. Por lo menos eso se dejó sentir en los días que un cúmulo de
hombres y mujeres se enfilaban a la puerta del comisario y del alcalde mayor.
La respuesta de todos era una ritualización que no evocaba ninguna festividad.
La palabra cobraba una capacidad de leve destrucción, en caso de infringir
normas, o de dique que buscaba parar tempestades. Acusar o autoacusarse,
eran las estratagemas que permitían el perdón o la disminución de cualquier
tipo de condena. Condenas que eran más amenazas que realidades palpables.
Más allá del temor, también es importante señalar, que este ambiente
oscuro, generado por las nuevas disposiciones del Santo Oficio, sirvió para
avivar de nuevo rencillas y realizar estocadas a enemigos por medio de
venganzas delatoras. Lo peor era el silencio, callar ante la posibilidad de que
los hombres cometieran alguna herejía.
En el edicto parecía que estaban escritos de manera potencial todos los
nombres. A pesar de no señalar a nadie, se podía visualizar que el edicto
exteriorizaba la vida de todos. Un escrito revelaba conductas y entablaba
diálogos secretos entre los vecinos de la Villa.143 La privacidad y el acto público
se dibujaban y adquirían nuevos rasgos y valores en el tiempo y en la
espacialidad hasta entonces no suscitados.144
En la Villa de Culiacán, “bien a bien no se sabía qué cosa era herejía”,
inclusive, en general, entre los novohispanos que estaban tan lejos y tan
ignorantes de los enemigos de Roma, una idea luterana o calvinista apenas si
les surgiría por adivinación. Seguramente por ello, los calificadores del Santo
Oficio mostraron suma prudencia: hubo pocos ajusticiados por causas

143
Para darnos cuenta de la importancia que tienen los edictos, los textos de inquisición en la
conformación de un sistema de un sistema político, revisar el trabajo de Monelisa Lina Pérez
Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México a través de los papeles de
inquisición, México, COLMEX, 2005.
144
Michel de Certeau, Op. cit, 203.

57
heréticas: Sabían que trataban con una sociedad inocente e ignorante, que si
se equivocaba no era por mala fe, y con penas menores se regresaba al
camino ortodoxo.145
Los autos de fe de 1627, realizados en la Villa de Culiacán, fomentaron
un ambiente de tensión; testigos, denunciantes, denunciados, se confundían
bajo la oscuridad de la vigilancia. Si decimos que “toda la población adulta
desfiló ante la comisión interrogadora”,146 durante los días transcurridos de
marzo y abril de 1627 es imposible no dar crédito a lo que se esconde detrás
del ejercicio discursivo del poder. Abril fue como el poema de T.S. Eliot, el más
terrible de los meses, sin embargo algunos de estos casos se extendieron
hasta el 18 de agosto del mismo año, día que se dictaminó en México el
resultado de las averiguaciones.
Los 53 casos de denuncias y autodenuncias que se dieron en ese año,
tuvieron que ver en su mayoría con el ejercicio de la brujería147, la hechicería o
bien el curanderismo. Se habla de un negro esclavo que tenía pacto con el
demonio,148 se dio cuenta de testimonios contra diferentes personas por
realizar hechicerías con hierbas y animales, hombres poseídos, transgresores
de la ley divina por utilizar palabras malsonantes,149 hombres que tenían un
diablo por consejero, cartas dudosas, hombres que se enseñorean por adivinar
el futuro.
En la provincia de Sinaloa, también se documentaron algunos casos que
tenían que ver con supersticiones, usos de yerbas y de polvos mágicos. Estos
casos es imposible verlos en una sola delimitación ideológica y cultural; sus

145
José Joaquín Blanco, óp. cit., p. 270.
146
Rafael Valdez Aguilar, Ibíd., pp. 43-44.
147
Según una serie de estudios recientes la han despojado de los atributos que provocaron el
terror en ciertas zonas rurales durante los siglos XV al XVIII en Europa Occidental y las
colonias americanas. “Las primeras cifras ofrecidas sobre la cruzada contra las brujas hacían
referencias a varios millones de ejecuciones; estas cifras suscitaron la alarma y la polémica,
pues, de confirmarse aquellos cálculos se habría tratado de la más sangrienta represión de una
secta, herejía o movimiento popular. Sin embargo las investigaciones recientes han reducido
drásticamente el número de los ejecutados, quedando entre los 150,000 y los 250,000”. Rafael
Martín Soto, óp. cit. p. 38.
148
Vol. 360, exp. 145, F. 453 segunda parte.
149
Catálogo de fuentes documentales para la historia de Sinaloa, Culiacán, El Colegio de
Sinaloa, 2001, Tomo II.

58
efectos y su construcción son multidimensionales, podrían vincularse, incluso, a
posibles procesos de sincretismo150 muy comunes en el siglo XVII.
Ya hemos dicho que todos estos casos están relacionados con el temor
que tenía a la palabra el Santo Oficio y con la necesidad de un mecanismo de
control. Este Tribunal crea un conjunto de discursos y genera a la vez una serie
de conductas y tendencias discursivas. Aquí se centrará una de las claves para
entender las relaciones la relación que tiene la sociedad con el tribunal
inquisitorial.
Aquella cita a la que convocó el Santo Oficio por medio de la voz de
Juan de San Diego se desprendía de la palabra escrita. Aquellas palabras eran
un discurso que partía de un Tribunal que llegaba de tiempos y lugares lejanos.
Un discurso que era gestado por hombres sin rostro, anónimos y poderosos, y
que en Culiacán, de manera sorpresiva, era temido. Las reglas, los mandatos y
las prohibiciones que habían quedado plasmadas en un documento, eran
anunciados por medio de un hombre. Lo que él repetía era un discurso que se
diseminaba en actos, en un conjunto de asimilaciones, en un conjunto de
discursos con los que los habitantes asentían a la manera de un gran coro.151

OTRAS REPUESTAS A LA INQUISICIÓN, OTRAS LATITUDES

Nueva España se inventaba como un espejo de los ideales peninsulares. Sus


territorios serán imanes, entidades que se sueñan y que después se inventan –
antes de inventariarse— en el imaginario colectivo. La mentalidad de los
hombres que llegan, construida entre el vértigo medieval y el renacentista, es
variada y tiene las más diversas secuelas de crueldad o de filantropía.

150
Serge Gruzinzki, Op. cit.., pp. 252-253. “El sincretismo puede definirse como un proceso de
encuentro, de integración o fusión, a nivel de las creencias, de los mitos y de los ritos y en
general de todo tipo de representación (danza, música, arte, etc.), de rasgos culturales de
diferente origen. Durante mucho tiempo, el estudio del sincretismo se redujo al campo de la
etnología y de la antropología religiosa, pero recientemente los historiadores se han interesado
en este fenómeno como lo han hecho los historiadores de la antigüedad y del cristianismo
primitivo… se impone profundizar el estudio con un análisis interno y dinámico que permita
precisar la estructura del sincretismo y su lógica interna”.
151
Muchos de estos aspectos que tienen que ver con la palabra escrita y su relación con la
oralidad y el habla, los ha estudiado Paul Ricoeur en la primera etapa de su obra. Partiendo de
las herencias griegas de Platón y Aristóteles, Ricoeur entiende el concepto de discurso como
una dialéctica del acontecimiento y el sentido. Teoría de la interpretación Discurso y excedente
de sentido, México, Siglo XXI Editores-Universidad Iberoamericana, 2006.

59
Por Nueva España caminan muchos mundos, evocaciones que se
reconstruyen con el paso turbio de los conquistadores o de los misioneros que
ofrecen una supuesta salvación a los indígenas. Las provincias son la colonia
fragmentada en una pirámide de control político y religioso. Las fronteras se
ensanchan, recogen los ecos de las posibles noticias de puntos cardinales
habitados o habitables. La división de estos mundos adquiere un carácter
polifónico en todos los sentidos.
¿En este rompecabezas de las regiones qué papel juega la Inquisición?
Hay un momento en el que el conquistador tiene un mandato por parte de la
Península. Un primer momento hecho de “tajo, sangre y cruz” en el que se
juega la vida a cambio de conquistar lo antes no visto. A cambio de eso, el
conquistador acata órdenes o traiciona cuando es necesario. Vulnera, asesina
y tritura símbolos. Para pulir sus crueldades está el disfraz de la misión
cristiana.
El coro de ese primer momento se amplía con franciscanos, dominicos,
negociantes, ricos y fracasados. Incluso se dice que en ese primer momento
aparecen todo tipo de artistas del espectáculo. El mismo Cortés no es
descortés con titiriteros, músicos y bailarines conocidos, como Alonso Ortiz,
que lo acompañan a la expedición de Hibuera. Es seguro que también
aparecieran en el viaje del conquistador, acróbatas, volatineros y toda clase de
artistas callejeros quienes a mitad del camino, entre artistas y merolicos, tenían
como lejano antecedente la juglería medieval.152
Los textos inquisitoriales no nos hablan de una Nueva España
homogénea, sino más bien de un mundo en el que las creencias, las
respuestas pueden variar de un espacio a otro, Los respuestas discursivas a la
Inquisición en mucho participan en la generación de características espaciales
y de región. La disidencia y la rebeldía al poder virreinal, no las marcará, por
obligación, la lejanía con la capital de la Nueva España.
En Zacatecas, por ejemplo, donde se inicia el camino a tierra adentro,
hay algunos habitantes que hacen caso omiso a la vigilancia de la Inquisición.
Diego de Herrera y Pedro de Alvarado, sacerdotes encargados en 1624 de la

152
Maya Ramos Smith, op. cit., p. 143.

60
iglesia de San Agustín,153 llegarán a extremos de conductas. En los papeles
inquisitoriales hay varias anécdotas que pueden ilustrar la conducta que
predominaba en Zacatecas. Por ejemplo Diego de Herrera llega a asegurar
que, según un concilio, la fornicación no es pecado mortal. Se que al final me
alzare y la ocasión será para brindar con los buenos amigos

En una ocasión, unas mujeres indígenas llegan a la iglesia; llevan con


ellas un niño a punto de morir, para que no muriese sin recibir bautismo. El
sacristán se encuentra solo y toca las campanas para llamar a Herrera y a
Alvarado. Estos llegan airados y vociferando por haberse visto molestados. La
primera respuesta de Herrera es que no importa en lo mínimo que murieran
niños sin bautizar, “que por su cuenta corría”. Esta acusación no era la primera
que se les hacía a estos hombres. Sus deslices, sus sobresaltos, sobre todo
los de Herrera, no eran nuevos ni recientes, en buena parte de Zacatecas
sabían que habían hablado en forma sumamente irrespetuosa contra el obispo,
al que le negaba cualquier tipo de autoridad y la validez de sus censuras
eclesiásticas.
Herrera propiciaba el escándalo, solía entremeterse en peleas y todo
tipo de riñas; era todo un aficionado a las disputas y los chismes, estos los
generalizaba a diestra y siniestra. Imitaba la letra ajena y solía mandar escritos
anónimos propiciando discordias entre la gente más entrañable del lugar. Esto
no era todo, Herrera era un fanático de los juegos de azar, de las trampas y de
las peleas, llega a agredir a las mujeres con sus propios zapatos.
Su bravuconería no tenía límites. No había poder eclesiástico que
pudiera controlarlo. Al oficiar misa no ponía reparos en relucir sus bienes
materiales, se colgaba en las manos una cantidad burda de sortijas. Según él,
nadie, ni el Papa ni el rey, podría quitarle el curato de Zacatecas. En estos

153
El templo de San Agustín en Zacatecas data del año de 1576, año en el que arriba la orden
agustiniana a esta ciudad. Con la instauración de las Leyes de Reforma el lugar tendrá
diversos usos: será cantina, billar, vecindario. En 1948 iniciaron las obras de de recuperación
del exconvento, obras que concluyeron en 1968. Por cierto, el 4 de diciembre de 2006, se
encontraron en este lugar 10 osamentas humanas entre ellas dos infantiles. Gerardo Flores,
La Jornada, 5 de diciembre del 2006.

61
personajes denominados por el Santo Oficio: herejes, astutos y ateos, no hay
un peso en el temor a Dios que les impida escupir y gritar las blasfemias.154
Solange Alberro, en su ensayo Zacatecas, Zona frontera según los
documentos inquisitoriales, siglos XVI y XVII, explica que este relajamiento se
debió principalmente a la lejanía de estas tierras. Esta situación no puede ser
aplicable a todas las situaciones que se viven en la Nueva España; hay
ciudades en donde la lejanía a la capital no va a ser impedimento para temer al
Santo Oficio. Por paradójico que parezca, en la Villa de Culiacán, la conducta
de los habitantes tendrá un eco de mesura al llamado de la Inquisición, que sin
tener grandes mecanismos institucionales, logra que acaten su llamado y
ejerza su dominio.
Sobre esto hay diversas opiniones. Por ejemplo Pérez Marchand
sostiene que las deficiencias de la vigilancia del Santo Oficio no encuentran su
causa única en las dilatadas distancias que deben salvar sus edictos, estas
deficiencias tendrán su causa mayor en la incompetencia y en la ignorancia, “la
indiferencia de algunos funcionarios y la desorganización que de modo gradual
le invadía”.155
Alberro sienta las bases de su análisis en los espacios como entidades
relativas. Quizá valga la pena volver a los hombres acusados, a los hombres
que manifestaron por medio de la palabra sus temores, a los que hicieron de su
defensa un discurso que se convirtió en reflexión, volver a las respuestas
discursivas para poder darle una mayor solidez al análisis de los casos de la
Inquisición en las diferentes regiones de la Nueva España. Los discursos
también generan los espacios, marcan los rasgos sustanciales que definen
pequeñas y grandes regiones.

154
“Aquí tenemos la primera originalidad de la zona: la distancia, el alejamiento geográfico, el
alejamiento en una estefa infinita facilitaban los relajamientos, los deslices, prácticamente
asegurados de verse impunes. Ya hemos visto como todos los sectores de la sociedad parecen
afectados por esta situación. Pero es significativo que las notabilidades y los eclesiásticos
ostenten actitudes descaradas de irreverencia y soberbia”. Solange Alberro, Zacatecas, Zona
frontera según los documentos inquisitoriales, siglo XVI y XVII, México, p. 151.
155
Monelisa Lina Pérez Marchand, op. cit p. 110.

62
LAS RESPUESTAS DISCURSIVAS EN LA HISTORIOGRAFÍA

Diremos una vez más, que el siglo XVII estará señalado por el discurso
diseminado, por ese conjunto de edictos que se lanzan, entre la oralidad y la
escritura, y las respuestas que estos tienen. Hablamos del discurso diseminado
también por las regiones que se expanden hacia el norte, a donde se llevan
noticias imaginadas, pero de las cuales se sustraen nuevas noticias, más
reales y más descarnadas a veces.
La Inquisición habla, hace un llamado. La escritura se vuelve en parte su
peregrinar. El atuendo de su amenaza. No sólo se prohíbe la herejía, también
se censuran danzas como Moros y cristianos o representaciones de la Pasión
de Cristo, o cualquier tipo de representaciones o de discurso ritualizado que
pueda alterar los símbolos religiosos. Si hemos de ver el peregrinar de esos
discursos, veremos también el fermento lingüístico de cómo terminan los
discursos que a veces son orales; tanto el edicto, como la respuesta a la
Inquisición, que después se transforma en texto inquisitorial.
En el caso de estos ejemplos, ¿podríamos hablar de elementos que
tendrían que ver con la cultura hegemónica y la cultura subalterna? Carlo
Ginzburg en su libro El queso y los gusanos nos trataba de presentar el
espacio en el que se desarrollaba una cultura como un lugar en permanente
conflicto y dinamismo. Ahí se encontraban la cultura hegemónica y la cultura
subalterna. La relación de ambas estaría marcada por la circularidad, por el
constante intercambio de elementos, motivos y configuraciones culturales.156
Ginzburg nos remite a la forma en que los hombres se relacionan y se
retroalimentan con los textos; el ejemplo de Ginzburg es un caso inquisitorial.
Sin embargo, en el proceso de lectura de edictos y respuestas
discursivas, nos remitiríamos a una forma diferente de ver estas dos entidades.
Los hombres leen ese discurso inquisitorial no por placer sino por obligación, el
aliento de este tipo de discursos es la cultura pedagógica del dominio moral por
medio del temor; la letra es un mecanismo de cálculo. Las respuestas
discursivas exaltan el temor y muchas veces la coincidencia entre los
elementos que conforman una cultura.

156
Carl Ginzburg, El queso y los gusanos, México, Editorial Océano.

63
Si a los hombres los vemos a través de sus respuestas, es casi un
hecho que también a través de ellas estemos viendo el espacio que los
hombres van generando. La voz que acusa, delata, exige perdón, contribuye a
la invención de un entorno que se transforma por medio de la palabra.
La Inquisición es dominante sólo en un sentido del uso de su persuasión,
tiene muchas diferencias hacia los valores, símbolos, rasgos de la cultura
dominante y también de las culturas subalternas. Más que hablar de ella en un
término de cultura dominante, hablaríamos de ella, siguiendo a Ginzburg, como
propulsora de una cultura impuesta, una cultura hegemónica e institucional.
Por medio del edicto se pretende censurar. La censura será, como
ejercicio de lectura, un recordatorio. “El censor nos refresca la memoria de
cómo deben ser las cosas. Un recordar en su nivel más elemental: recordar los
contornos y los requerimientos del orden; una llamada de atención para que no
perdamos de vista las direcciones e intenciones-más no los objetivos- del
discurso hegemónico. Una de las primeras herramientas con que cuenta todo
orden hegemónico—del tipo que sea—es la censura. La censura es no
obstante, algo más que una herramienta—vuelta institución en un territorio. Un
territorio en el que los individuos tienen como misión detectar y evitar posibles
brotes de desmesura, identificado como el mal y que, para ello, se proponen
atacar directamente el agente maligno, a través de una férrea disciplina.
Aunque con ello arrastre al cuerpo e incluso termine por estimularlo a mayores
disidencias”.
Lo que dijo el negro Juan de San Diego, aquel lejano marzo de 1627, o
el edicto que quedó en la iglesia de la plaza de la Villa de Culiacán, eran
señales que censuraban actos, que advertían la excomunión de las personas
que cometieran los actos heréticos. Si hemos de hacer caso al
empequeñecimiento del hombre ante esta nueva angustia de ser vigilado,
diremos que el hombre establece una nueva causa de ordenamiento de sus
discursos, practica los nuevos discursos que le empiezan a acondicionar un
nuevo entorno. Un hombre nuevo en un espacio nuevo, no un hombre que
responde a partir de las condiciones del espacio.
A esto habremos de agregar lo que se ha dicho hasta la saciedad; que
hay grandes cambios en lo estructural en el siglo XVII, sin embargo no se
deben solamente a aquello del asomo virreinal y religioso. Muchas de las

64
categorías del siglo XVII no sólo se inventan por un decreto de hombres que se
mueven a lo largo y ancho de la Nueva España. También se darán por
discursos en el ámbito literario, imaginativo y por las respuestas que se dan a
la Inquisición.
En la Villa de Culiacán, un conjunto de hombres y mujeres responden al
llamado de la Inquisición. En Zacatecas la Inquisición genera diferencias. En el
centro de la Nueva España se presentan una serie de personajes que llevan
más allá de lo normado sus respuestas discursivas. Las regiones se mueven a
partir de sus discursos.

LOS DISCURSOS DE LA VILLA DE CULIACÁN

Por ejemplo, el discurso que inventa a la provincia de Culiacán se elabora


desde diversos momentos. Nos podemos trasladar al siglo XVI, cuando llegan
los primeros hombres a la Villa. Aún sin ser la tierra prometida, los primeros
documentos que se escribieron sobre Culiacán constituyen un reforzamiento
muy común en aquellos años, el que construyen los españoles al sentirse los
hombres elegidos para habitar esas tierras. Hombres y mujeres exentos de
pecado, puros y limpios, con todos los atributos de Dios para salvar al mundo.
Por las venas de ellos no corre mala sangre, están “limpios de toda mala
raza, de moros y judíos”, y sobre todo no aparecen en las grescas del Santo
Oficio. El discurso encumbra a los elegidos y oscurece cualquier bondad del
otro. Esas primeras crónicas, constituyen una versión de la verdad y de la
mentira de los primeros hombres que llegaron a Sinaloa. Crónicas
testimoniales, en donde el discurso se unifica en la extensión de la salvación,
en el efecto racional de los ganadores de una conquista.157
A estas formas de discurso, se suma la visión canónica de las obras de
petición, los discursos providenciales de Andrés Pérez de Ribas y Alvar Núñez
Cabeza de Vaca. Pero es en los textos inquisitoriales de 1627, donde
encontramos un discurso que se disemina y se pluraliza en múltiples
direcciones. Un discurso, que a pesar de sus respuestas unificadas en coro,

157
Antonio Nakayama, óp. cit., p. 22.

65
confirma las más diversas formas de pensar y de sentir (y de asentir) de una
sociedad, una sociedad que se expande, por medio de su voz, no sólo en la
Villa de Culiacán, sino a lo largo y ancho de la nueva España.

66
CAPÍTULO III.
UN EDICTO, PROCLAMAS Y PAPELES

Casi un mes después del inicio del movimiento de Independencia, el 13 de


octubre de 1810, se coloca en la catedral metropolitana el edicto de
excomunión del cura Miguel Hidalgo y Costilla. Al líder insurgente se le acusa
de los delitos de herejía, de negar la perpetua virginidad de María, de ver la
polución y la fornicación como efecto necesario y natural, además de haber
caído en la “contradicción monstruosa” de alarmar a los pueblos para la
sedición, con el nombre y la devoción de María Santísima de Guadalupe y
Felipe VII. El edicto es el centro de muchos discursos insurgentes y
antiinsurgentes que surgirán después; el edicto llega a muchas regiones y
conforma un nuevo diálogo que se va testificar ahora en escritura.

UN SIGLO PARTIDO EN DOS

Durante varios siglos, los edictos de fe se adelantaron a la delación de


hombres. En estos textos se hacía mención de hombres y mujeres
excomulgables ante cualquier acto herético, de perdición o de pecado.
Hombres sin rostros, sin nombre, aparecían en estos textos que se difundían a
lo largo y a lo ancho de la Nueva España. A aquellos textos, que presentaban
los discursos del Santo Oficio, los hombres respondían de diversas formas de
oralidad.
Al siglo XVIII se arriba sin novedad. El flujo del siglo barroco se sigue
extendiendo por un tiempo más. “No termina en Nueva España con la llegada
de la centuria decimoctava, sino que se prolonga en ésta, y no sólo al
comenzar, sino que la ocupa en la mayor parte de su desarrollo”.158
Hay quienes dividen el siglo en dos para efecto de organización y de
análisis. Una primera parte pertenece a un siglo XVII que no ha dejado de estar
presente, una segunda parte mira hacia el futuro y tiende puentes a las
transformaciones que serán claves para el México independentista. Pérez-

158
Manrique Jorge Alberto, “Del barroco a la ilustración”, en Historia General de México,
México, Colegio de México, 2000, p. 482.

67
Marchand, desde los textos inquisitoriales, así lo ve. Para ella, este tipo de
textos no son moldes registrados en una sola linealidad discursiva. Los textos
de Inquisición esconden hallazgos en su fraseología, que condensa algunas
transformaciones del siglo XVIII, sobre todo a partir de 1756.159
Esta atribución de una temporalidad demediada se condensa en muchas
disciplinas científicas y artísticas. Por ejemplo, si ciframos nuestra atención en
la arquitectura, nos dará muchas señales el trabajo realizado por Jerónimo
Balbás,160 quien partir de 1718 dotará a la catedral metropolitana de tres
grandes altares: el del paredón, el ciprés y el retablo de los reyes. A partir de
ese momento se inicia la modalidad barroca propia de mediados del siglo XVIII.
En cuanto a obras de ciencia podemos decir que éstas no faltarán en la
primera mitad del siglo, sin embargo, estas aportaciones serán sólo limitadas
en comparación de las obras filosóficas y políticas. Será a partir de 1765
cuando aparezca una cantidad muy amplia de libros de medicina que llegan a
dar un giro a los trabajos de la salud de la época. En cuanto a otras áreas,
podemos mencionar la particularidad del viaje que realizan por diversas
provincias de la Nueva España unos generales franceses, ya que tienen a su
disposición unos libros de matemáticas. Estos hombres visitan Veracruz,
California y finalizan su destino en Sinaloa.161
La ciencia se expande a tierras que poco a poco se van haciendo más
accesibles y comunicadas. En mucho ayuda el empuje que tiene la geografía,
la tecnología de los mares y sus nuevas aportaciones. Con ello se puede decir
que el Siglo de las Luces es también el siglo de la ampliación de las fronteras
en lo que serían las últimas décadas del virreinato.
Ante la avanzada de los ingleses y los franceses en los océanos Pacífico
y Atlántico, los novohispanos habían decidido blindar la parte norte sembrando
presidios militares, misiones de religiosos, haciendas y nuevos poblados. El
gobierno no desiste en tomar por su cuenta las exploraciones de altura con el

159
Monelisa Pérez Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México, México,
Colegio de México, 2005, p. 152.
160
Jerónimo de Balbás fue un arquitecto y escultor español, introductor de uno de los
elementos más característicos del barroco mexicano: el estípite. Se cree que nació en Zamora,
alrededor de 1660, llegó a México en 1718 y empezó a trabajar en su obra cumbre, el retablo
de los reyes de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Murió en 1748. Ernesto de la
Torre Villar, Ilustradores de libros, México, Universidad Nacional Autónoma de México, p. 23.
161
AGN, RI, Vol. 1042, f. 205.

68
fin de reconocer las costas del noroeste, de ahí que una gran cantidad de
viajes científicos, traerán nuevas notas de conocimiento de cómo estaba
conformado el mapa de la Nueva España.
“En 1779 Miguel Constanzó diseña un plano para señalar las divisiones
políticas del virreinato y las nuevas demarcaciones de la parte norte, llamadas
provincias internas.” Entre correcciones a los lineamientos geográficos del
pasado y la estructura sociopolítica que quiere emerger en la Nueva España,
‘estos planos y cartas por primera vez mostraron a los novohispanos la
extensión grandiosa que había alcanzado el territorio de su patria.”162
La inventiva criolla adquiere poco a poco un grado de suministración de
independencia frente a los hombres de la península. No es un azar que los
primeros autores del mapa general de Nueva España fuera gente criolla, como
Carlos Sigüenza y Góngora y José Antonio Alzate. También fueron criollos
quienes suministraron a Alejandro de Humboldt163 la información más
actualizada para componer el atlas de la Nueva España, esa Nueva España
que ya se había transformado en 1803, año en que visitó Humboldt, lleno de
asombro, sus principales regiones, el norte minero y los impresionantes
monumentos del centro del país.

REFORMAS BORBÓNICAS Y SANTO OFICIO

Las reformas borbónicas164 fueron, en parte, el impulso que ayudó a estas


transformaciones. Los Borbones fortalecieron la jurisdicción real a expensas de
la Iglesia y, sobre todo, de la Inquisición. La desaparición de este Tribunal se
162
Enrique Florescano, Historia de las historias de la nación mexicana, México, Taurus, 2002,
p. 271-272.
163
Alejandro Humbolt, nació en Berlín (14-09-1769) hombre de ciencia y gran humanista,
naturalista, geólogo, explorador, sismólogo, vulcanista. Entre sus grandes obras destaca
Ensayo político sobre el reino de la Nueva España publicada en 1822. Murió en Berlín en 1859.
José N. Uturriaga de la Fuente, Anecdotario de viajeros extranjeros en México, siglo XVI-XX,
México, Fondo de Cultura Económica, 1988, p.117.
164
Fueron una serie de cambios económicos, políticos y administrativos, introducidos por los
monarcas Borbones en la Corona española, especialmente por Carlos III. “La principal
dirección de las reformas borbónicas en la Nueva España fue la reestructura de las finanzas
públicas. Se instalaron tanto un nuevo sistema fiscal como monopolios de estado. Además un
sistema geopolítico, las intendencias, se puso en marcha. Moldeado como su homónimo en
España, éste tendía hasta la descentralización y hacia un laissez-faire limitado.” Liliana Álvarez
de Testa, Ilustración, Educación e Independencia. Las ideas de José Joaquín Fernández de
Lizardi, México, UNAM, 1994, p. 23.

69
empezó a considerar desde el reinado de Carlos III.165 Con plena conciencia y
objetivos muy definidos, el monarca y su hijo Carlos IV se ocuparon muy
enteramente en delimitar el papel de la Iglesia, como lo demuestran algunas
cédulas reales, órdenes expedidas por el llamado “gabinete volteriano de
Carlos III”, tendentes a frenar la ingerencia eclesiástica en materia de de
prohibición de libros y pernición de comedias. Entre las medidas adaptadas por
Carlos III destacó la Cédula Real166 promulgada en 1768, que limitaba
considerablemente la libertad de acción del Santo Oficio con respecto a la
prohibición de libros.
Esta limitación a la censura de libros, por supuesto que no fue lo mismo
en lo que se refiere a las artes escénicas. El año de 1765 fue decisiva la
prohibición de representar autos sacramentales, promulgada por Carlos III,
como parte de una serie de medidas para desterrar la superstición y
desacralización y reformar las manifestaciones teatrales. El gran florecimiento
de ciclos dramáticos trajo como consecuencia la más abierta condena de la
iglesia, condena que inauguraría una época de gran persecución. A esto
contribuyó en gran medida, la enemistad de la iglesia con la Ilustración.
“Mientras esta condenaba en nombre de la propiedad, la modernidad y la
razón, la iglesia lo hacía en nombre de la moral.”167
Sin embargo estos rasgos de censura no demeritarían, para muchos
historiadores, la nueva apertura de las reformas borbónicas. El liberal José
María Vigil,168 un siglo más tarde apuntaría: “Efecto natural de extremar la
intensidad del mal y determinar en igual proporción la necesidad del remedio.
El advenimiento de la dinastía borbónica al trono español trajo consigo ideas
más levantadas que hicieron concebir esperanzas de reformas efectivas. Los

165
Carlos III (Madrid, 20 de enero de 1716-Ibid, 14 de diciembre de 1788) gran impulsor de
transformaciones en la Nueva España. Conde Fernán Núñez, Vida de Carlos III, Madrid,
Librería de los bibliófilos, 1898 (Biblioteca Cervantes Virtual).
166
La Real Cédula era una orden razonada expedida por el rey de España entre los siglos XV-
XIX. Su contenido resolvía algún conflicto de relevancia jurídica, establecía alguna pauta de
conducta legal, creaba alguna institución, nombraba algún cargo real, otorgaba un derecho
personal o colectivo u ordenaba alguna acción concreta.
167
Maya Ramos Smith, Censura y teatro novohispano (1539-1822), México, CNCA, 1998, p.
138.
168
A José María Vigil se le considera uno de los más ilustres liberales. Colaborador de la obra
México a través de los siglos, nace en Jalisco en 1829 y muere en la Ciudad de México en
1909.

70
hombres de estado pudieron ya expresarse con más libertad.”169 Se
reconocería que si hubo una modernización en la vida intelectual mexicana,
tuvo lugar, en general, con la cooperación entusiasta de las autoridades
virreinales. El modernismo operó independientemente del estado español, las
autoridades lo alentaron activamente al apoyar nuevos fundamentos y cátedras
educativas.
Los Borbones retomarán para sí el centro, al enfrentarse a uno de los
grupos religiosos que más impedían gobernar: los jesuitas. Se puede decir que
el conflicto tuvo sobre todo orientaciones políticas: “un poder se deshizo de
otro”. Por supuesto que hubo respuestas a esos ataques; aunque sin violencia,
protestaron alumnos, amigos, feligreses y socios de los propios jesuitas.170 En
el marco de estos aspavientos políticos, hubo algunos jesuitas, grandes
jesuitas que, a pesar de su gran contribución, tuvieron que dejar la Nueva
España.
En el centro de los exiliados jesuitas estará presente la figura de
Francisco Xavier Clavijero,171 autor de la obra Historia Antigua de México.
Clavijero pertenecería a esa generación de jesuitas que a mediados del siglo
XVIII ya habían aprendido a ver a México con una nueva medida de orgullo y
de cariño. Su sueño del imperio jesuítico universal, construido principalmente
con su preponderancia en las aristocracias y en las cortes, y por su
abanderamiento de las causas de popularidad, se vio infinitamente
pospuesto.172
Carlos III, el reformador, murió en 1788. Los poderes de la Inquisición
quedarían muy disminuidos. La voz popular diría: “un capuchino vio bajar a los
infiernos el alma de Carlos III”. Al sustituirlo, Carlos IV y sus ministros, las
reformas debían seguir su desarrollo; sin embargo eso no fue así, después de
1789 se empezó a dar marcha atrás a tales reformas. La Revolución francesa,
en términos de ideas, parecía querer llenarlo todo, viviéndose en Europa un
momento histórico similar al del siglo XVI, cuando el surgimiento del
169
Vigil José María, “La reforma”, en Vicente Riva Palacio (Coord.), México a través de los
siglos, Editorial Cumbre, 1975, Tomo V, p. XV.
170
José Joaquín Blanco, Esplendores y miserias de los criollos. La literatura en la Nueva
España/2, México, Cal y Arena, 1999, p.169.
171
Francisco Xavier Clavijero nace en México en 1731 y muere en Italia en 1787. J. Jesús
Gómez Fregoso, Francisco Xavier Clavijero, ilustre universitario constructor de la patria,
México, Universidad Iberoamericana-Iteso, 2004.
172
José Joaquín Blanco, op. cit., p. 169.

71
protestantismo frenó la libertad de las monarquías renacentistas, obligándolas
a recrudecer la censura y a reforzar sus mecanismos.
A pesar de sus esfuerzos, el Santo Oficio novohispano ya no lograría
reponerse ni recuperar el formidable poder, el prestigio y las armas de las que
gozara antes. Pero, a pesar de todo, el Tribunal molesta, amonesta, persigue;
está ahí como un mecanismo anquilosado, viejo, que insiste en palpitar a pesar
de los tiempos. En un edicto publicado en 1783, la moral de la Inquisición
quiere aún acendrar las conductas de los hombres, al decir que “hemos llegado
a estos tiempos en que seducidos los hombres de la lozanía y frondosidad de
esta mala semilla, ya encontrados con la novedad, están tan distantes de
conocer y precaver el daño, que no solamente sufren indolentes, sino es que
culpan al diligente padre de familia que trata de arrancarlas.”
Este temor ante los nuevos tiempos que corren dejará un sello mayor a
partir del año de 1794, año en que se intensifica el temor y el desasosiego que
sobrecoge al Santo Oficio, “a vista de tanto motivos como ha producido este
siglo”, “esta época funesta en que los destemplados ecos de la libertad han
llegado hasta las provincias unidas.” La preocupación aparece para la Iglesia y
la Inquisición una y otra vez, a la manera de un tema sinfónico, en estos,
“infelices tiempos en que, lo que no se atrevía a proferir el impío sino allá en el
secreto, en lo más profundo de su corazón, lo gritan, lo publican y lo dan a leer
a todo el mundo los que se precian de Philosophos.”173
Reajustes económicos, políticos y literarios, se empeñan en orientar una
Nueva España que no tiene vuelta atrás. Un argumento rector, pregunta qué
fueron realmente las reformas borbónicas y, al cabo, responde: un proyecto
que, en el mejor de los casos, puede ser descrito como una forma de
modernización defensiva. Los políticos borbónicos sólo intentaron salvaguardar
las colonias españolas de la explotación directa de los mercaderes de
Inglaterra y Francia, de modo que sus reformas fueron, puede decirse,
meramente “cosméticas”, a consecuencia del duelo que se entabló entre la
vieja y la nueva aristocracias españolas, un proceso en el que ambas
desplegaron enorme fuerza y capacidad opositora en detrimento, al fin de
cuentas, del conjunto imperial.

173
Monelisa Lina Pérez Marchamd, Op. Cit. p 166.

72
UN PUÑADO DE LIBROS FRANCESES

Al hablar del siglo XVIII, un puñado de nuevos libros franceses con ideas
liberales causa interés y revuelo a los inquisidores. Las luces de la censura
enfocan a las luces intelectuales a partir de la octava década de ese siglo. Por
lo regular, la aparición de una obra en los edictos “corría frecuentemente unos
años después de haber sido publicada”; su aparición en la censura significaba
que la obra había logrado circular considerablemente, “y al mismo tiempo, que
había alcanzado las manos de un individuo todavía presionado por la tradición,
quien, sobrecogido de escrúpulos, la denunciaba al Santo Oficio”.174
Sin embargo el trabajo del Santo Oficio era obvio que no habría de
alcanzar todos los territorios de Nueva España. Aunque la Inquisición haya
puesto en alerta todas sus estructuras represivas, y tomado providencias para
que las ideas heréticas provenientes de Europa no llegaran a la Nueva España,
fue imposible lograrlo. “Pese a los embates inquisitoriales, la infiltración de las
ideas de la ilustración se acentúa cada día más a través de personalidades
cívicas y eclesiásticas importantes que simpatizaban con ellas. El Santo Oficio
no logró inhibir la lectura de obras estigmatizadas en el índex. Voltaire,
Rousseau, Diderot y muchos pensadores más fueron devorados con avidez en
colegios, seminarios, curatos, carteles y despachos de abogados, por los más
tarde escritores e ideólogos involucrados en el conflicto armado de 1810”.175
En un edicto del 13 de marzo de 1790, se prohíben todos aquellos
escritos “que por su naturaleza son sediciosos, los que establecen la
independencia a las legítimas potestades, los que inducen a sacudir el yugo de
subordinación y sujeción a los monarcas, los que tratan de la igualdad
francesa.” Así es, Francia es el país al que se sigue, punta de lanza de las
ideas políticas y filosóficas. El entusiasmo de eso que significa Francia en
aquel momento se traduce en los libros franceses que llegan a estas tierras. En
los registros de la época amplia circulación de los libros franceses, pero no así
de los ingleses, y mucho menos de los norteamericanos. Aquellos aparecen en
cantidad muy discreta, estos muy escasamente aparecen.

174
Ibíd., p. 152.
175
Magnus Chabaud, Teatro mexicano. Historia y dramaturgia, XII escenificaciones de la
Independencia; México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995, p. 14.

73
Ya en los años de Independencia, las noticias desde Europa no tardan
en llegar. Los más avezados en asuntos de política se enteran de los avatares
de los napoleones, de los altibajos que dejan las secuelas de la Revolución
francesa. Nuevos textos marginales se dan a conocer. Los discursos, cartas y
sermones referentes a la invasión napoleónica en España, son naturalmente,
buena parte de los textos que así mismo recoge el Santo Oficio, celoso de
legitimidades políticas y defensor de gobiernos tradicionales, aunque a veces
siga procesos e incaute textos por los más peregrinos motivos.
Si hemos de hablar de edictos de Inquisición, durante las últimas dos
décadas del siglo XVIII y la primera década del siglo XIX, diremos que al temor
que suscitan las nuevas ideas de la Ilustración, se unen los temores que
causan las danzas y el uso del cuerpo para cualquier evento rituario que no
convenga al Santo Oficio. Uniéndose a un afán insistente de censura, el Virrey
Marquina prohibió en México, en bando del 15 de diciembre de 1802, “el
perniciosos y deshonesto baile nombrado El jarabe gatuno”. Baile muy
conocido que habían llevado a Cuba presidiarios de México.176 El baile del
Jarabe Gatuno tiene tal repercusión en los últimos años de la Nueva España
que el edicto de prohibición del baile se distribuye en varias provincias, entre
ellas Sinaloa.
Las escenificaciones de obras teatrales, también sufren la censura
inquisitorial. Obras como El falso profeta Mahoma de Francisco de Rojas177, La
pérdida de España de Eusebio Vela,178 entre muchas más, son condenadas
por el Santo Oficio. Los límites estaban guiados ahora por nuevos asideros que
relacionaban a la religión con la política. “El Santo Oficio se basaba en un
discurso religioso recibido y dogmático, en estrecha relación de la palabra
divina y, por ende, con los dictámenes de la fe, de los cuales se nutría y a los
que se remitía. De Dios emanaba su validez y universalidad, de las que
devenía su autoridad normativa y sancionadora que precisaba y fijaba el
pecado.
Por otra parte, se conjugaba en esta potestad eclesiástica el discurso
político con las leyes avaladas por un soberano y hechas por el hombre, que

176
Pedro Henríquez Ureña, Obra Crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 732.
177
AGN, RI, Edictos, Vol. 2, f. 28.
178
Biblioteca Municipal de Madrid.

74
definían el delito. Se daba así una combinación de pecados y delitos en los que
se incorporaban los fines deseados por ambos modos de pensar: la felicidad
humana que conducía a la salvación eterna y el bienestar del estado, que
llevaba la paz y el orden.”

EDICTOS EN LAS REGIONES

El rostro de los edictos de fe se había presentado con un rostro impersonal. Al


arribo del siglo XIX hay nuevos edictos que particularizan nombres, pecados y
castigos, textos en los que se refiere la excomunión de hombres, en especial,
por haber burlado las normas de la Santa Fe católica. Edictos con nombre, con
rostro, hechos para que una profusión de lectores condene un acto y delate a
un culpable.
En las provincias de la Nueva España se mueven algunos edictos. Su
arribo a Sinaloa, por ejemplo, no es producto de la casualidad. Los viajes en
mar han evitado el aislamiento. Por el aumento de la población
comprobaríamos que llegar es más fácil que salir. La Inquisición, ya
envejecida., es insistente en esta región. Aparecen solicitantes, blasfemos,
denunciados y denunciantes, además de confesores de mujeres que no son la
congratulación del Tribunal. Parece que el tiempo no ha contribuido a las
transformaciones y que las permanencias y los conservadurismos son los
rasgos que más campean en la región.
Un edicto que cobrará importancia durante los años del conflicto
insurgente, será el edicto que se refiere a la excomunión de Miguel Hidalgo. La
importancia de este edicto radica en el impulso irreversible que empezó a
tomar el movimiento independentista en los diferentes sectores de la sociedad.
El edicto que condena al cura Hidalgo se extiende a lo largo y ancho de la
Nueva España, el cura es un perseguido, un hombre que crea confusiones a la
religión y al que se le nombra como un presagio de todas las calamidades. El
Santo Oficio se siente todavía fortalecido, detenta un poder que aún tiene
arraigo entre algunos hombres, o más bien dicho busca que no se adelante su
muerte definitiva.

75
Las noticias de la Independencia asoman con avidez. Entretejen una
serie de registros de que algunos hombres quieren cambiar las cosas. El cura
Hidalgo será nota viva, historia palpitante en los diversos sectores. En Sinaloa,
el movimiento independentista es limitado. José María González Hermosillo
intenta ser el artífice de las maniobras de Miguel Hidalgo. La misión de
Hermosillo es propiciar y propagar la insurrección en la intendencia de Arizpe.
La insurrección tiene brotes en algunos lugares, pero en realidad es muy poco
lo que se logra.
Sergio Ortega nos cuenta que “las fuerza insurgentes ocuparon El
Rosario el 24 de diciembre de 1810 y saquearon la real caja al vencer a las
fuerzas realistas comandadas por el coronel Pedro de Villaescusa. Luego
avanzaron hacia el norte con la intención de tomar Cósala y en el trayecto
recibieron la adhesión de los mulatos del presidio de Mazatlán. González
Hermosillo atacó San Ignacio Piaxtla el 7 de febrero de 1811, pero fue
totalmente derrotado por las fuerzas realistas al mando del brigadier Alejandro
García Conde, intendente de Arizpe. González Hermosillo volvió con los restos
de su tropa a Guadalajara”.179
La épica de la insurrección insurgente en Sinaloa no se inserta en el
mapa de las transformaciones, si es que las hubo. A pesar de que el
movimiento promovido primero por Hidalgo y después por Morelos,
trasformaría los conflictos locales en algo que pareció después ser un conflicto
nacional. Sinaloa quedaría suelto en el mapa de las provincias que
conformarían la futura nación; entre papeles y pequeñas hazañas, Sinaloa vive
una Independencia de la que sólo se escuchan los ecos.

UN EDICTO Y UN NOMBRE

La moribunda Inquisición reaccionó ante estos dos elementos claves de la


época: los papeles y los libros y el impacto de un movimiento que se
consideraba cosa turbia. En buena medida, en el edicto inquisitorial contra
Miguel Hidalgo se pueden observar muchos de los elementos en donde

179
Sergio Ortega, Breve historia de Sinaloa, México, El Colegio de México, 1999, p. 155.

76
confluyen una estela de contrincantes políticos e ideológicos, de formas de ver
el mundo tan diversas que, en el futuro, chocarán, se reconciliarán o cambiarán
de acuerdo al lugar o la época en que se viva. Santidad y pecado,
conservadores y liberales, centro e izquierda, serán términos que se moverán
en un sinfín de ocasiones. El cetro de la divinidad será el cetro de la
conveniencia.
Hidalgo era el acusado y perseguido, el impulsor de herejías, el que
consideraba que Dios no castigaba, el hombre que practicaba la negación del
credo de la virginidad de María, el hombre que creía en la fornicación y que
negaba el infierno y a Jesucristo y tantas cosas más. Era también hombre del
papel y el hombre de la desmitificación adelantada. Al recuperar algunos
aspectos presentes en el documento inquisitorial, no es posible dejar de ver
muchas de las grandes paradojas que se presentarán en siglo XVIII. Si
tomamos en cuenta muchos de los discursos que aún se generaban desde el
poder civil, eclesiástico o bien desde el Tribunal de la Inquisitorial, no podemos
negar que en la Nueva España, el siglo XVIII, cuya ilustración empezó a darse
bien a bien hasta las últimas décadas, no era menos supersticioso y crédulo
que el anterior.
Al explicar algunas coincidencias entre la Ilustración francesa y la
nuestra sólo encontraremos que termina en una revolución. En la Nueva
España no se cambian ideas de fondo, sólo se divulgan instrumentos, métodos
y conocimientos útiles, no se quiere innovar, sino mejorar el orden y la vida
pública. Nuestra ilustración es católica e hispanista, no protestante, deísta ni
atea. Aquí comienza cuando allá está terminando.
Como sugiere José Joaquín Blanco, en Europa el Siglo de las Luces es
el anterior a la Revolución francesa: 1680-1789; aquí sólo dura medio siglo:
1760-1810. Y ni siquiera pasamos de las primeras luces: el buen sentido, una
visión más pragmática de los asuntos y negocios humanos, el deseo de
expresión clara, la realización de mejoras materiales en la producción y la
organización. No se llegó a la violencia intelectual de los enciclopedistas y sólo
hasta la segunda mitad del siglo siguiente se pudo –rara vez o con enorme

77
escándalo—discutir sobre la existencia de dios o mofarse intelectualmente de
la religión y de los curas y frailes.”180

PEQUEÑA EDUCACIÓN SENTIMENTAL DE HIDALGO

Una breve biografía nos dirá que Miguel Hidalgo y Costilla nació el 8 de mayo
de 1753 en Valladolid. Que desde joven pensó en ser sacerdote y lo lograría
con creces y con escándalo. Que al cumplir los 20 años de edad llegaría al
Colegio de San Nicolás donde empezaría como profesor y terminaría como
rector. Que a pesar de ser un personaje admirado, lo obligarían a renunciar del
Colegio de San Nicolás, debido a su forma de pensar. Como castigo le
destinarían un olvidado curato en Colima. Después, es mandado al pequeño
pueblo de San Felipe, donde conoce a Ignacio Allende con el que se reúne
para compartir afinidades ideológicas.
El cura Hidalgo, lo sabemos, se formó en el retablo intelectual de los
escritores franceses de la Ilustración; incluso se llegó a hablar, durante una
estancia sacerdotal en San Felipe, que su casa era la “Francia chiquita”. Lugar
donde se escucha música, se lee, se escribe, se hace teatro y se empiezan a
difundir una serie de ideas libertarias respaldadas en las obras de Rousseau,
Moliere, Racine, Cicerón, Clavijero y por toda esa biblioteca clandestina que
era su adoración intelectual.
Una excelente descripción nos arroja que “todo el mundo sabía, en el
pueblo de Dolores, que el cura Hidalgo tenía la mala costumbre de leer
mientras caminaba por las calles, las grandes alas del sombrero entre el sol y
las páginas, y que de puro milagro no lo atropellaban los caballos o la
Inquisición, porque más peligroso que leer era leer lo que leía.”181 Su fama de
persona abierta y de impulsor de ideas liberales rápidamente fue conocida por
el Virrey y por el Santo Oficio que se dedicó a reunir pruebas en su contra.
En 1808, a la caída de Felipe VII, la inquietud y los aires de
Independencia se inician entre los criollos y algunos españoles. Hidalgo, junto
con Allende, Ignacio y Mariano Abasolo se unen y planean fechas de

180
José Joaquín Blanco, op. cit., pp. 250-251.
181
Eduardo Galeano, Memoria del fuego, México, Siglo XXI Editores, p. 122.

78
levantamiento en armas. La conjura será descubierta, sin embargo Hidalgo,
Allende, Abasolo y Aldama deciden adelantar sus planes sin un programa bien
definido.
Hidalgo parte a Dolores. Recorre Atotonilco, Celaya, Salamanca,
Irapuato, Guanajuato. En menos de 15 días logra reunir un conglomerado
enardecido e indisciplinado. Usa el estandarte de la virgen de Guadalupe y la
consigna: “Viva Fernando VII”. Así inicia la marcha hacia Guanajuato, donde el
cura Hidalgo ya goza de una gran popularidad. A pesar de su liderazgo, no
supo dirigir combates. En Celaya es nombrado Capitán General. Al tomar
Guanajuato su ejército crece, nombra autoridades y se dirige hacia Querétaro.
Cruza Toluca y llega hasta Cuajimalpa decidido a atacar México, sin embargo
opta por la retirada.
Durante su regreso es derrotado por las tropas realistas de Calleja. A
pesar de todo, Hidalgo es recibido con entusiasmo en Guadalajara. Desde ahí
sigue impulsando la abolición de la esclavitud, la igualdad social. Calleja
después de reconquistar Celaya, Salamanca, Irapuato y Guanajuato, se dirige
a Guadalajara. Hidalgo, al llegar a Zacatecas, fue desposeído del mando
supremo y es acusado de las derrotas insurgentes. Después siguen las
derrotas e Hidalgo es sometido a un juicio civil y eclesiástico. En los dos se le
encuentra culpable: hereje, traidor al rey y a la patria, rebelde contra las
disposiciones del Santo Oficio. El 30 de julio de 1811 sería pasado por las
armas.

HIDALGO ENTRE LOS PERSEGUIDOS

La historia del cura Hidalgo se cuenta fácil. A pesar de su liderazgo y de la


historia que lo suma y lo consuma, es una más de las historias de los
perseguidos de la época que no está lejos de los esquemas de persecución y
de acoso que sufren otros personajes rebeldes de la época. Hidalgo, como a
tantos otros hombres, se le suma lo que escribe, lo que lee, lo que creen y lo
que piensa.
Pablo González Casanova diría que “aunque modernos e ilustrados
convivieron a partir de la última década del siglo XVIII, los primeros, fueron

79
quienes, en forma exclusiva, llevaron a cabo la renovación filosófica de la
Nueva España en el siglo XVIII; quienes atacaron la temática y los métodos de
sus maestros; quienes escribieron sobre física, botánica, matemáticas,
geología, etcétera. Los ilustrados del siglo XVIII, si alguna vez estuvieron en las
universidad y en los colegios —perseguidos por la autoridad—no nos han
dejado más huella de su vida que un proceso.182
Es claro que la huella del líder independentista fue más allá de un simple
proceso. De Hidalgo se hizo un personaje, reducto de hazañas, algunas
verificables otras distorsionadas.

EL EDICTO

El edicto inquisitorial contra Hidalgo falseaba muchas cosas. La Inquisición se


limitaba a la observación, esa observación que fabricaba personajes heréticos
y diabólicos por medio de sus lineamientos. Los inquisidores acusaban de
herejía y apostasía contra la fe católica a Hidalgo, sin embargo si revisamos las
adjetivaciones utilizadas en el texto nos daremos cuenta que el texto está
plagado de acusaciones sin fundamento.
El movimiento de Inquisición trae entre otras cosas el aumento de
publicaciones, el surgimiento de una gran cantidad de textos que avalan o
están en contra del movimiento. El discurso que se diseminaba en oralidad aún
está presente, sin embargo, la letra escrita será ahora la forma de transmisión
de los mensajes Insurgentes o contrainsurgentes, el revuelo que causa todo
tipo de edictos, proclamas, diatribas y artículos periodísticos lo ha sintetizado
de manera excelente Francois Xavier Guerra en su artículo El escrito de la
revolución y la revolución del escrito.
Ahí nos dice el prolífico historiador que “el levantamiento de Hidalgo
responde a una multitud de textos impresos no sólo en gacetas, sino también
en una muchedumbre de folletos y publicaciones periódicas. Toda clase de
corporaciones y de particulares, civiles y eclesiásticos, condenan y polemizan
con los insurgentes. Títulos como Cartilla de párrocos, compuesta por un

182
Pablo González Casanova, El misoneísmo y la modernidad cristiano en el siglo XVIII,
México, Colegio de México, 1948, p. 20-21.

80
americano para instrucción de sus feligreses, sobre los errores, absurdos y
herejías manifiestas que comprende el manifiesto publicado por el apóstata y
traidor Miguel Hidalgo Costilla, o El anti-Hidalgo. Cartas de un Doctor
americano al Br. Miguel hidalgo y Costilla. Ex-cura de Dolores, ex-sacerdote de
Cristo, ex-cristiano, ex –americano, ex-hombre y generalísimo capataz de
salteadores y asesinos.183
Hidalgo es el tema en el que se centra una lucha por el poder, como
nunca, a partir de la escritura, de la que surge el nuevo periodismo que se
escritura en novelas y narraciones, que inventarán a la ciudad decimonónica de
lo que sería el México moderno.184
La guerra de Independencia sería también una guerra de palabras, una
guerra de palabras que se encargaría también de definir un nuevo espacio
público estrechamente vinculado a la producción, circulación y producción
escrita. En palabras de Roger Chartier, este nuevo espacio público, siempre
encontrará resistencias de las autoridades. Si nos remitimos a otros países,
veremos que este espacio público primero se desarrollará a largo plazo desde
la Inglaterra del siglo XVII y hasta Francia y otros países europeos del siglo
XVIII, y más tarde, en el siglo XIX, conquistará América.185
Las acusaciones a Hidalgo, sobre cuestiones de fe y moral, habían
empezado en 1800. Su condición de libre pensador ya se había extendido por
algunos lugares. Ésta le había traído una buena cantidad de seguidores y una
no menor cantidad de enemigos. Pero sería hasta iniciada la insurrección, con
la publicación del edicto, cuando iniciarían las acusaciones oficiales del
Tribunal de Inquisición contra Hidalgo, contra el hombre “sedicioso, cismático y
hereje formal por las doce proposiciones, que habéis proferido, y procurado
enseñar a otros; y han sido la regla constante de vuestras conversaciones y
conducta”.
Si es por la dispersión de las creencias hay muchos a quien señalar. Sin
embargo Hidalgo es el representante típico de las clases profesionales
mexicanas, perteneciente a un grupo que se puede denominar la “burguesía
183
Guerra Francoise Xavier, “Escrito de la revolución y la revolución del escrito”, en Marta
Terán, José Antonio Rosales (Editores), Las guerras de Independencia en la América
española, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2002, p. 139.
184
Vicente Quirarte, Elogio de la calle, Biografía literaria de la ciudad de México, México, Cal y
Arena, 2004, 720 pp.
185
Roger Chartier, Cultura escrita, México, Fondo de Cultura Económica, p. 87.

81
provinciana”. Hamnett nos explica que la recuperación burocrática del estado
español absolutista ocurrida después de 1770, además del creciente monopolio
de los cargos principales de la Iglesia y el Estado por peninsulares recién
llegado, enfrentó y frustró a las clases profesionales coloniales. En esta
inconformidad sobre los cargos que hubo en México, al final del periodo
Borbón, se encuentra el origen de la disidencia política de la “burguesía
provinciana” y, a fin de cuentas, su presteza para inflamar el descontento de las
clases humildes contra los europeos.186
Hidalgo por supuesto es de ellos. Será el caso del personaje de la
disidencia, al que le cuelgan todo tipo de pecados los opositores ante el riesgo
de perder sus intereses. Hidalgo será el hombre de ideas y de una forma de
vida que caricaturiza el Santo Oficio hasta llegar a considerarlo algo por demás
monstruoso y deleznable. Ante esa satanización de la diversidad de creencias,
es válido recordar las palabras de González Casanova: “La Inquisición es un
supuesto de la cultura española y no se le puede entender si no se advierte
que es una burocracia más que una filosofía. La represión administrativa y
física que ejerce es quizá de menor significado que la represión ideológica,
ética y metafísica. Una y otra se compenetran sin embargo en tal forma que
hacen de ella la institución judicial de la fe y la filosofía católica durante el
despotismo.”187

EDICTOS Y MÁS EDICTOS

Casi toda la retórica discursiva de los edictos de la Inquisición está empecinada


en reclamar aquello que le arrebata, en reclamar a aquellas conductas
discursivas que han tomado la determinación de probar y aprobar qué es
actuar de manera independiente. Estas actitudes generan entre los seres
humanos una nueva forma de conformar los espacios, formas que a un
Tribunal como el del Santo Oficio no le agradan del todo. No está de más decir
que esto tiene consecuencias en esa opinión pública que se desarrolla en el

186
B. R. Hamnett, Raíces de la insurgencia en México, México, Fondo de Cultura Económica,
1986, p. 25.
187
Pablo González Casanova, La literatura perseguida en la crisis de la Colonia, México, SEP,
1986, p. 119.

82
café, en el salón, en el club o bien, en lugares más informales como la plaza
pública o los jardines,188 sobre todo al finalizar el siglo XVIII.
A finales del siglo XVIII, los curas (como lo hacen hoy en día) se
encargaban de vociferar contra los bailes de moda. Condenaban
especialmente aquellos que al presentarse en el escenario propiciaban la
imitación y eran, por supuesto, un mal ejemplo. Hasta se llegan a publicar
avisos métricos contra algunos de los vicios más comunes. Un ejemplo
publicado en Puebla en 1790 diría así:

Una escuela fundó el diablo


Para propagar su reyno
En donde cursan las gentes
Baile y canto deshonesto
(…)

Juntos hombres y mujeres


En desordenado encuentro
Ostentan de habilidades
Torpísimos desaciertos
En menuet y en contradanza,
En segundillas y juegos
De ocasiones execrables
Retozos y manoceos189

En el siglo XVIII, se siguen publicando edictos de fe como los publicados


en los años de 1627, 1634, 1688 y 1696. Pero la especificación de algunas
obras prohibidas de origen francés es por demás clara. Entre ellas se menciona
el Eusebio de Montesquieu, Emilio o la educación de Rousseau, los cuentos y
novelas de Voltaire. La Inquisición además enjuicia, por cuenta propia, las
obras de Milton, Pope, Blutler, Grecourt, la Bruyere, Fenelon. Los calificadores
les colocan epítetos a los autores de estas obras, tales como: “un aborto del

188
Roger Chartier, “Cultura…”, Op. cit., p. 173.
189
Maya Ramos Smith, Op. cit., p. 112.

83
abismo; porque era un malicioso tejido de perniciosas sátiras contra los
católicos, al modo que don Quijote lo es contra los caballeros andantes.”190
Ante los conflictos religiosos y políticos que se presentan en la mitad del
siglo XVIII, es válido mencionar cómo el humor toma carta de naturaleza
privilegiada en muchos de los textos que se condenan y se produce en esa
época. La palabra de Dios se presta a la jocosidad, se mezcla con los chistes o
se corrompe191. La sátira192 será el género diferencial. Una de las cosas que
distingue y le da importancia al siglo XVIII, es la forma en que se somete la
polémica a la burla, a la ironía y a una especie de escepticismo.
La sátira hace de la polémica un juego, le quita seriedad, y disfraza la
tragedia implícita mediante la ironía y el escepticismo burlesco.”193 La sátira
será además propiciadora de ruptura entre religiosos, políticos y escritores. La
sátira también es condenada por el Santo Oficio. Un edicto de 1783 prohíbe
una obra que ridiculiza a un supuesto enemigo del Santo Oficio. Moral del
diablo intenta ridiculizar a Voltaire y a otros conocidos herejes. El texto
inquisitorial diría que el de esta obra era un “medio muy impropio y generoso
para refutar los errores de los herejes, que pueden beber en él, fácilmente los
incautos y sencillos.”194

RADIOGRAFÍA DEL PAPEL O EL HOMBRE DE LA CONTRADICCIÓN


MONSTRUOSA

El 13 de octubre de 1810, casi un mes después del Grito de Dolores, se coloca


el edicto de excomunión en la Catedral Metropolitana. El movimiento de
insurrección ya se había extendido por muchas regiones. Por un primer
momento fue benéfico que el gobierno central estuviera en desorganización.
Esta desorganización impidió que hubiera de manera inmediata un descalabro
de los militares al levantamiento de Hidalgo. El apoyo a la insurrección se
190
AGN, RI, T. 1327, ff. 1-11.
191
Pablo González Casanova, Op. cit. p. 55.
192
Sátira se define como composición poética u otro escrito cuyo objeto es censurar acremente
o poner en ridículo a alguien o algo. Diccionario de la Real Academia Española.
193
Pablo González Casanova, Op. cit. p. 77.
194
AGN, RI, Edictos, T II, f. 39.

84
propagaría a una velocidad alarmante. Por lo pronto, los comerciantes, los
inversionistas, los dueños de propiedades y los empleados de la burocracia,
quedarían aislados y sin posibilidad de recibir ayuda inmediata.
El edicto inquisitorial se desplegaría a lo largo de muchas provincias.
Hidalgo se entera rápidamente de las acusaciones y en un manifiesto que
dirige a sus seguidores se defiende: “la cosa más interesante, más sagrada, y
para mí la más amable; de la Religión Santa, de la fe sobrenatural que recibí en
el bautismo. Os juro desde luego, amados conciudadanos míos, que jamás me
he apartado ni en un ápice de la creencia de la Santa Iglesia Católica, Jamás e
dudado íntimamente convencido de la inhabilidad de sus dogmas y estoy
pronto a derramar mi sangre en defensa de todos y cada uno de ellos.”
Al referirse a las autoridades diría que “los opresores no tienen armas, ni
gente, para obligarnos con la fuerza a seguir con la horrorosa esclavitud a que
nos tenían condenados. ¿Pues qué recurso les quedaba? Valerse de toda
especie de medios por injustos, ilícitos, y torpes que fuesen, con tal que
condujeran a sostener su despotismo y la opresión de la América: abandonan
hasta la última reliquia de honradez y hombría de bien, se prostituyen las
autoridades más recomendables, fulminan excomuniones, que nadie mejor que
ellas saben, no tienen fuerza alguna; procuran amedrentar a los incautos y
aterrorizar a los ignorantes, para que espantados con el nombre del anatema,
teman donde no hay motivo que temer”.195
El hombre de “la contradicción monstruosa”, como le llamaba el Santo
Oficio, por propiciar la insurrección, enarbolar el símbolo de la virgen y
exclamar a fuente abierta: “Viva Felipe VII”, se adueñó de símbolos religiosos
que dieron a su movimiento una ideología unificadora. Por medio de ellos sería
capaz de atraer numerosas personas de grupos dispares de la sociedad. No es
extraño que el Santo Oficio acuñara frases como la de la “contradicción
monstruosa” ya que, las pretensiones legitimas de su liderazgo clerical estaban
amenazando seriamente toda la base moral del gobierno colonial. La
movilización de los grupos oprimidos amenazaba la estructura interna de la
Colonia. Esto, lo sabemos, trajo como consecuencia la contramovilización, el
realineamiento detrás de la causa realista. Querían derrocar al hombre que

195
Josef Saraniana, Teología en América Latina, 1999, Barcelona, Editorial Terra, p. 197.

85
acompañado de un rey y una virgen196 —que según el Santo Oficio no les
pertenecía—, quería cambiar a la Nueva España.
En su texto La prosa de la contrainsurgencia, Guha nos hablaba de un
discurso primario que tenía sin excepción un carácter oficial, en el sentido
amplio del término. Era un discurso proveniente tanto de burócratas, soldados,
detectives y demás personas directamente empleadas por el gobierno, como
de aquéllos pertenecientes al sector no oficial, como colonos, misioneros, co-
merciantes, técnicos, etc., entre los blancos, y terratenientes, prestamistas. A
este discurso le seguía a cierta distancia uno secundario que abría “la
perspectiva de transformar un acontecimiento en historia, en la percepción no
sólo de los que están afuera sino también de los participantes.”197
Los movimientos de independencia se esmeran por romper
completamente los restos del consenso popular o de la pasividad ante las
autoridades. En este sentido, la Independencia es primordialmente un
problema político y secundariamente militar, el análisis de Guha resalta la
primacía del aspecto político. Afirma que, aparte de lo grande que sea el efecto
militar de la insurgencia, a final de cuentas el poder civil debe prevalecer en la
contrarrevolución, la cual sólo de un modo temporal debe quedar bajo la
dirección de oficiales del ejército, que casi nunca estarán capacitados para
enfrentar el difícil proceso de la reconstrucción política.
En el caso de los discursos y la prosa que se generan en el conflicto de
Independencia, podemos decir que son propiciadoras de un conflicto discursivo
de resistencias. Sabemos por supuesto que el movimiento insurgente está
antecedido por toda una serie de proclamas, además de la lectura de textos de
la Ilustración, sin, nuestra atención en un momento de nuestra historia en el
que se pasa, como diría un historiador, Del sermón al discurso cívico.198

196
B. M. Hamnett, “A demás resulta difícil describir el culto guadalupano como heterodoxo a
subversivo en sí mismo. Este culto tenía plena sanción papal: el Papa Benedicto XVI había
nombrado en 1754 Patrona de la Nueva España a la virgen de Guadalupe. Demasiado se ha
exagerado la supuesta rivalidad entre un culto mestizo guadalupano y una virgen de los
remedios española. Cierto es que el rey Francisco Venegas respondió a la adopción por los
revolucionarios del estandarte guadalupano en 1810, colocando a la virgen de los remedios al
frente de la causa realista.
197
Ranajit Guja, “La prosa de la contrainsurgencia”, Las voces de la historia y otros estudios
subalternos, Barcelona, Editorial Crítica, 2002, p.
198
Carlos Herrerón Peredo, Del sermón al discurso cívico, México, Colegio de México-Colegio
de Michoacán, 2003.

86
Sabemos que el gran movimiento de insurgentes nacería con el grito de
Independencia. Esta arenga no era por supuesto improvisada, salía de la boca
de un predicador de años. Varios de los discursos insurgentes tendrían un
significado de singular importancia. Serían conmemorativos e iniciadores del
movimiento mismo. Se inicia el mismo culto a estos héroes en la misma guerra
que habían desatado, guerra en donde se convierten en perseguidos y
persecutores de una nueva nación y un nuevo personaje que construyen de la
noche a la mañana.
Hidalgo se hace inmediatamente de adeptos, pero también de discursos
que parecen reclamarle esa condición herética que le ha fabricado el Santo
Oficio. Gracias a la excelente compilación de documentos de Erick Van Young
sabemos de muchos fragmentos discursivos de las reacciones ante las
hazañas del cura. Algún hombre diría que Miguel Hidalgo era un castigo de
Dios ante las disensiones religiosas que se estaban presentando en la Nueva
España; algún otro soltaba una arenga a favor de Fernando VII y recomendaba
que se abandonara a los insurgentes y que se fortaleciera la relación entre
españoles en bien de la religión.
Muchas voces cuestionan, se adhieren al temor que causan los
insurgentes. Un sermón dicho por el padre Antonio Camacho, analiza la forma
en que los rebeldes encabezados por Hidalgo han transformado su fidelidad al
rey Fernando VII, a una devoción a la virgen de Guadalupe y, a la vez se
lamenta, de las exageradas muertes de españoles europeos en México por los
insurgentes. El debate se expande y se mueve hacia los derechos
eclesiásticos, una carta pastoral de 1811 haría una por demás interesante
disquisición para esclarecer que el poder eclesiástico no se debe oponer al
poder civil, y recomienda que después que el primero ha destituido algunas de
sus investiduras, por faltas graves en algunos de sus miembros, le imponga
todo el rigor de las leyes civiles.199
También los recursos distintivos del antes y el después del movimiento
independentista no se cansan de establecer comparaciones, muchos quieren
ver en el pasado la arcadia perdida. El paraíso que no se recuperará. Se
compara la opulencia que existía, supuestamente, antes del 15 de diciembre de

199
Eric Van Young, Colección Documental sobre la Independencia Mexicana, México,
Universidad Iberoamericana, 1998, pp. 211-217.

87
1810, con lo que la guerra ha provocado y se les pide a los rebeldes que pidan
perdón ante la virgen de Guadalupe para que vuelvan los buenos tiempos.
Por supuesto, que en una primera instancia, se difunde la prosa
antiinsurgente. Cobra medida de reclamo la apelación ante el caos. En mucho
se aprovecha la falta de dirección de la insurgencia mexicana, de la falta de sus
objetivos claros que dificultan una victoria decisiva. Esto puede también ser
resultado del hecho que las metas políticas de Hidalgo no quedaran bien
definidas en términos políticos. Dado que la insurrección inicial fue derrotada
por el ejército realista a los seis meses de su estallido, es probable que en este
breve lapso, en que ocurrió la campaña militar, la derrota, la huida, el liderazgo
revolucionario no haya podido crear algún problema político claro. La
consecuencia de esto fue que gran parte de las censuras tempranas que se
hacen al movimiento de Hidalgo se centran en su simbolismo religioso y en su
carácter poco disciplinado.200

MIGUEL HIDALGO, EL DOCUMENTO

El 27 de octubre de 1810, Ixtlahuaca, el poblado más importante del valle de


Toluca, le abrió las puertas a Miguel Hidalgo. Fue recibido “con pompa
extraordinaria por el cura del lugar y por los principales vecinos de ahí.” Según
consta en la historia, se produjo un molesto incidente en ese lugar cuando el
cura de Jocotitlán, Don José Ignacio Muñiz,201 en plena fiesta, mostró los
edictos de Abad y Queipo202 del Arzobispo y de la Inquisición, los dos últimos

200
José M. de la Fuente, Hidalgo Íntimo: apuntes para una biografía del Benemérito cura,
Guanajuato, Archivo general de gobierno de Guanajuato, 2003, p. 79.
201
La historia rescata al padre Muñiz por la entrega de estos documentos.
202
Manuel Abad Queipo nace en 1751 en Villarpedre, Grandas de Salime, Asturias y muere
confinado en el convento de Sisla de los padres jerónimos de Toledo en 1825. Religioso
asturiano que ejerció en México y llegó a ser ministro de España. Después de estudiar en
Cataluña para sacerdote fue destinado a América. Allí fue elegido obispo de Valladolid, en el
estado mexicano de Michoacán. Propuso diversas reformas en la administración para evitar la
insurrección de los nativos, mostró ante Fernando VII (1814) su desacuerdo con la actuación
del virrey Calleja, lo que le valió ser acusado de traición por el Santo Oficio, pues propugnó
ante la regencia una legislación agraria que permitiese el reparto a los indios de tierras
realengas y su acceso al cultivo de los latifundios. En 1816 fue nombrado Ministro de Gracia y
Justicia por Fernando VII, aunque sólo ocupó su cargo durante tres días, ya que fue destituido.
Tras producirse el levantamiento y haber criticado la actuación española tuvo que afrontar
varias acusaciones ante la Inquisición en España, a pesar de su postura contraria a la
sublevación y de haber excomulgado al insurgente Miguel Hidalgo. Finalmente, fue absuelto de

88
posiblemente desconocidos para la mayoría de los jefes insurgentes. Allí
mismo, dentro de la iglesia los hicieron pedazos y los pisotearon exclamando:
“Cuarenta excomuniones que el Tribunal fulmine, entre nosotros viene quien
las absuelva”, y alguien oyó a Hidalgo decir esta frase en la que parece
condensarse su creciente nacionalismo: “No habrá inquisidor gachupín, ni
arzobispo gachupín ni virrey gachupín, ni rey gachupín, ni santo gachupín”.203
De los errores y pecados que le marca el documento inquisitorial, el cura
Hidalgo tiene respuestas, tiene defensas. Las más significativas son las que se
producen en el manifiesto en donde propone la creación del congreso nacional.
Ahí se defiende de las tenebrosas acusaciones de incredulidad de Dios y del
Infierno, de la admiración de Lutero y de otras cosas más. En el manifiesto el
cura responde:

Se me acusa de que niego la existencia del Infierno, y un poco antes se


me hace cargo de haber asentado que algún pontífice de los
canonizados por santo está en este lugar. ¿Cómo, pues, concordar que
un pontífice está en el Infierno, negando la existencia de éste? Se me
imputa también el haber negado la autenticidad de los Sagrados Libros,
y se me acusa de seguir los perversos dogmas de Lutero. Si Lutero
deduce sus errores de los libros que cree inspirados por Dios, ¿cómo el
que niega esta inspiración sostendrá los suyos deducidos de los
mismos libros que tiene por fabulosos? Del mismo modo son todas las
acusaciones. ¿Os persuadiríais, americanos, que un tribunal tan
respetable y cuyo instituto es el más santo, se dejase arrastrar del amor
del paisanaje hasta prostituir su honor y su reputación? Estad ciertos,
amados conciudadanos míos, que si no hubiese emprendido libertar
nuestro reino de los grandes males que le oprimían y de los muchos
mayores que le amenazaban y que por instantes iban a caer sobre él,
jamás hubiera sido yo acusado de hereje. Todos mis delitos traen su
origen del deseo de vuestra felicitad. Si éste no me hubiese hecho
tomar las armas, yo disfrutaría una vida dulce, suave y tranquila; yo
pasaría por verdadero católico, como lo soy y me lisonjeo de serlo;
jamás habría habido quien se atreviese a denigrarme con la infame nota
de la herejía.204

la acusación de traición a la corona. En 1820 fue presidente de México Tortosa, aunque ocupó
el cargo de manera informal durante el Trienio Liberal, ya que no recibió el cetro del rey. En
1823, perseguido, de nuevo, por los absolutistas, fue recluido en el monasterio toledano de
Sisla, donde pasó sus dos últimos años de vida y donde falleció antes de cumplir la condena de
100 años que le había sido impuesta. Fernando Benítez, El peso de la noche. Nueva España
de la edad de plata a la edad de fuego, México, Nueva Era, 1996, p 53.
47 Demetrio Ramos Pérez, Historia General de España y América, Madrid, Editorial Riap, 1992.
204
Margarita Moreno Bonnet, “De la crisis del modelo borbónico al establecimiento de la
República Federal”, Enciclopedia Parlamentaria de México, México.

89
Desde antes, se venía dando una guerra extraña en las gacetas y en los
diarios, que por cierto, empezaban a circular en mayor cantidad. Antes del
grito, por ejemplo, Hidalgo y Costilla y Abad y Queipo, pertenecían al mismo
movimiento renovador del país que empezaba a cambiar de nombre y que
empezaban a llamarlo ya México.
Al ver toda la arenga de discursos en los que se habían metido, nadie se
imaginaría al ver a los señores y a los exiliados, a los clérigos y a los laicos
juntamente entrometidos en tales debates académicos, que iniciarían el peor
periodo de la cultura mexicana, generalmente presidido por los generalotes en
sus continuos golpes de estado. Quizá en pocas épocas hubo mayor optimismo
nacionalista entre los intelectuales mexicanos como en la última década del
siglo XVIII, cuando todo parecía despertar del letargo de la cortesía ignorante y
de la administración inepta.
Ahora bastaba leer un poco de lo que decía Queipo, de su viejo
compañero Hidalgo, para darse cuenta del giro que habían tomado las cosas.
Los discursos de estos estaban lejos de cualquier orientación racional y no
reparaban en la condición y en la magnitud de los significados de odio que
pudieran despertar:

Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla —decía Queipo— en


dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las
veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea
maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno
o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o
sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda
sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro,
que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente
y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus
narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en
su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus
manos y en sus dedos.

Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en


todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en
sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en
las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y
articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta
de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente,
con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos
los poderes que en él se mueven, se levante contra él.

90
Al referirnos en los capítulos anteriores a los edictos de Inquisición,
hacíamos mención que estos generan una serie de respuestas discursivas. El
siglo XVII, esas respuestas quedaban diseminadas en la oralidad. El siglo
XVIII, se transforman en muchos sentidos en el eco de las ideas que se
vuelven escritura. Sigue habiendo edictos de fe, sigue habiendo una serie de
discursos diseminados en la oralidad, sin embargo se generan nuevas
respuestas que despiden a la Inquisición y que, abren paso, en medio de la
confusión y del caos, a una nueva etapa de lo que sería México.

91
CAPÍTULO IV.
LA REBELIÓN DISCURSIVA O LOS SILENCIOS QUE HABLAN

Está en pleno inicio la Independencia. José Jesús Hidalgo y Costilla deciden


arrancar el edicto de excomunión del cura Hidalgo que se encuentra situado en
la puerta de la iglesia de Pánuco. Los silencios hablan, una rebelión discursiva
sin palabras decide enfrentarse al Santo Oficio. En un mundo de escritos, el
discurso se vuelve un síndrome de mudez o también de diálogo en el que los
desacuerdos se extreman y desencadenan el odio. En pleno signo XIX, las
respuestas a los edictos de Inquisición siguen, de una manera más vertiginosa
y más ágil.

UN EDICTO EN PÁNUCO

Las hojas amarillentas quedaron colocadas en la puerta de la iglesia de


Pánuco;205 a muy buena altura para que fueran leídas. Aunque la noticia ya se
sabía de voces, que un tal Miguel Hidalgo andaba causando estragos en el
bajío, y que había ya sumergido en una pequeña guerra a las localidades del
norte, los que pegaron el edicto en aquel lugar, pensaron que no estaba de
más dejarlo ahí, sobre todo, para que se supiera lo que era el tal Hidalgo: un
hereje, un vicioso, un exaltador de la fornicación, un hijo de Lutero y un sinfín
de cosas más; un hombre que a los ojos de Dios y de los hombres puros era un
verdadero escándalo.
La iglesia de Pánuco se había empezado a construir en 1785. Era un
espacio que causaba orgullo a los pueblerinos. Ahí yacían los proyectos
vivientes de un Marqués206 que alguna vez llegó a estas tierras. Dicen que este
hombre pensaba construir la iglesia más grande de la región, pero todo quedó
en preámbulo, en cimientos, en huellas que quedaron como contornos de una

205
Pánuco. Localidad perteneciente al municipio de Concordia. Desde el siglo XVI era un
importante pueblo minero que era conocido también como las betas de Pánuco; en un principio
su explotación estuvo a cargo del capitán Francisco Ibarra, quien falleció el 17 de agosto de
1575 en el mineral.
206
A mediados del siglo XVIII se estableció en la región el acaudalado minero Francisco Xavier
Vizcarra, quien recibió el nombre de marqués de Pánuco debido a los resultados de su
actividad minera iniciada en las entonces llamadas betas de Pánuco. Iracema Enríquez Reyes,
“Historia de una gran fortuna. Francisco Javier Vizcarra”, en Concordia. Encuentro con la
historia… op.cit. P. 50-51.

92
pequeña Iglesia de adobe con la que se tuvieron que conformar los lugareños
de este pueblo minero.207
Al parecer, aquí no hay inquietud por eso que se dice. Sí hay noticias de
alguna que otra batalla, inclusive, alguna escaramuza pequeña que llegó a
Pánuco por lo que tuvo que cerrar la iglesia, pero de ahí a que tengan que
cambiar su mundo, tal vez parezca una realidad difícil de asumir. Respecto al
edicto, alguna voz recomienda que no se arranque, que no se quite, que se
respete por que así lo manda Dios.
Alguien deletrea, complementando la voz del otro: “que no se rasgue, ni
cancele bajo de la pena de excomunión mayor, y de quinientos pesos aplicados
para gastos del Santo Oficio, y demás, que imponen el derecho canónico, y
bulas apostólicas contra los fautores de herejes; y declaramos incursos en el
crimen de fautoría y en las sobre dichas penas a todas las personas sin
excepción, que aprueben vuestra sedición, reciban vuestras proclama se
mantengan vuestro trato, y correspondencia epistolar, y os presten cualquiera
género de ayuda, o favor, y a los que no denuncien, y no obliguen a denunciar,
a los que favorezcan, vuestras ideas revolucionarias, y de cualesquiera modo
las promuevan, y propaguen, pues todas se dirigen a derrocar el trono, y el
altar”.
Algún otro, después de una lectura ágil, sobrellevada con lo que ya le
habían contado “cometió el atentado de arrancar públicamente, con violencia y
escándalo de la puerta de la iglesia, el edicto con que el Santo Oficio
excomulgaba al principal autor de la rebelión, Miguel Hidalgo y Costilla.”208
Arrancar el documento. Borrar el significado. Aniquilar el insulto.
Censurar a lo que censura. Callar a la historia y darle continuidad. ¿A poco
tantas cosas pueden suponer un documento que se arranca del lugar en donde
ha sido colocado? Digamos que los hombres que lo arrancaron estaban lejos
de concretar algún tipo de idea libertaria que enarbolara Hidalgo. Digamos que
lo sabían, que se disgustaron y que reaccionaron con ira. Digamos que lo
arrancaron y punto. Que así es la historia y punto.

207
Agustín Velázquez Soto,”El arte religioso en el municipio de Concordia”, en José María
Figueroa, Gilberto López Alanís (Coord.), Concordia encuentro con la historia, Culiacán,
Gobierno del Estado de Sinaloa-Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, p. 43-44.
208
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Sección de Fondos especiales, Ramo Civil, C 24-
11-39.

93
Eso de arrancar edictos no era cosa nueva, lo habían practicado algunos
hombres desahuciados y algunos rebeldes, incluso algunos hombres de poder.
La ofensa de los tribunales, lo podemos suponer, era grande, muy grande. Se
dice que el mismo Felipe V arrancó uno de los edictos de Inquisición durante
su periodo de reinado en el siglo XVIII. ¿A qué se puede atribuir esta condición
de pequeña rebelión en los hombres? ¿Por qué se puede realizar un acto de
este tipo? Los poderes de la escritura “expuesta” son uno de los instrumentos
utilizados por los poderes y las élites para anunciar su dominación y producir
todo tipo de adhesión.209 Los seres humanos a veces no soportan eso.

RESPONDER AL EDICTO

Al final del siglo XVIII, las respuestas discursivas a la Inquisición se seguirán


presentando. En el anecdotario de acusados y perseguidos habrá un poco más
de papel y de escritura. Si dijimos con anterioridad que los espacios de
sociabilidad en algunas ciudades traen nuevas formas de convivencia,
podemos decir que los hombres acusados por la Inquisición, se transforman en
viajeros, en hombres que ocultan y que fragmentan su vida en diferentes
regiones de la Nueva España. La persecución no sólo es un referente de
búsqueda del Santo Oficio; es algo que forma parte también de la vida de
muchos hombres.
Quizá la más emblemática y a la vez extraordinaria de estas vidas es la
de José Antonio Rojas.210 La respuesta de Rojas a la Inquisición es la evasión
y la burla. Rojas será siempre el perseguido por el Santo Oficio de la
Inquisición. Se cuenta que estaba cumpliendo una condena, cuando escapó de
sus guardianes para emprender una larga fuga a Norteamérica. Desde ahí

209
Aquí tendríamos que agregar que también las formas de escritura pública llegarán a ser un
rasgo muy interesante entre los desheredados y en la cultura popular. Aunque en tiempos muy
posteriores a nuestro tema, hay que recordar el excelente cuento de Julio Cortazar, Graffiti, en
donde las imágenes se convierten en símbolos de muchas manifestaciones. “Ante la censura
de la palabra, la imagen ocupa su lugar, aunque de manera desplazada, para intentar zafarse,
por unos instantes del blanco de la censura.” María Isabel Filinich, La voz y la mirada, México,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla-Universidad Iberoamericana-Plaza Janés, 1997,
p. 80.
210
El gran legado de José Antonio Rojas está presente en su obra Cartas biográficas y
filosóficas de un materialista,

94
empezó a metrallar con sus escritos a estas regiones coloniales. Los elementos
de la realidad y las actitudes del Santo Oficio, le dan pie a “una serie de
razonamientos incendiarios, y a infinitas burlas novelescas contra la sociedad
de su tiempo.”211
La autobiografía de Rojas representará una de las mejores defensas a
los ataques de la Inquisición y de la sociedad, eminentemente conservadora,
de su tiempo. A sus hipócritas y envejecidos jueces que se han encargado de
torturar su vida así responde: “Ese hipócrita envenenado que a trueque de
mitrar sacrificará cuanto su negro corazón encuentre. Lo dicho. Nada temo a
sus anatemas, nada sus amenazas, nada sus huecos y pomposos edictos, ni
que rematando sus iniquidades, en estatua me queme. Nada debe temer quien
se halla cubierto con la égida de unas sabias leyes, y protegido por un pueblo
sabio y poderoso”.212
Antonio Rojas se volvería por medio de sus escritos un problema que la
Nueva España no podía resolver de manera solitaria. Se cuenta que el virrey
Iturrigaray, pidió al ministro de España que solicitara ante el gobierno
norteamericano que se detuvieran las aventuras y audacias de José Antonio
Rojas. En un edicto publicado el 6 de marzo de 1807, la Inquisición considera
que el perseguido “en sus cartas con la pintura de la libertad que reina en
aquella república, hace odiosa nuestra monarquía y buen gobierno, y copia
contra nuestro Dios las mayores blasfemias, destituyéndole de todos los
soberanos atributos, y burlándose de su omnipotencia, bondad y sabiduría en
los términos más incrédulos. Pero este monstruo es igual que el impío Jasón
en los deseos de introducir a su país la doctrina de los gentiles, de sustituir a
las nuestras las leyes escandalosas.”213
La rebelión discursiva se deja ver en una obra que no se inhibe y que no
se detiene ante el poder inquisitorial, una obra que no admite la censura ni la
autocensura. Heredera de la gran picaresca renacentista y del preámbulo de lo
que será el gran panfleto post insurgente.

211
Pablo González Casanova, La literatura perseguida en la crisis de la Colonia, México, SEP,
1986, p. 111.
212
Rojas José Antonio, “Cartas biográficas y filosóficas de un materialista”, en Dos
revoluciones. México y los Estados Unidos, Coordinado por El Colegio de México, México,
Editorial Jus, 1976, p.92.
213
AGN, RI, T. 1442, f. 78.

95
LLEGAR A PÁNUCO

¿Quién los trajo? Seguramente el último impulso de los viajeros que llegaron
en los primeros años del siglo XIX. Quizá llegaron porque tenían que llegar a
una provincia a la que se traían noticias del centro de la Nueva España. Eran
dos hermanos, José Jesús y Nicolás. El primero tiene alrededor de 40 años, lo
describen como un hombre de regular tamaño, de cara un poco regordeta, ojos
negros y salidos, pelo crespo y con tupé, cutis grasoso, barba cerrada, belludo
de las muñecas.
Los que lo conocieron dicen que hablaba de manera precipitada y
desordenada, que acostumbra revolear la lengua dentro de los dientes,
además llevaba plata en las marquetas. El segundo era menor, se calcula que
tiene de 22 a 24 años. Es alto y fuerte, preparado para cualquier combate,
blanco de cara, pelo crespo, castaño y cortado, cara redonda, ojos medio
azules, barba regular y un modo de andar que dobla el cuerpo para ambos
lados.214
Dicen que los hermanos son parientes del líder insurgente, por lo tanto
su apellido es Hidalgo y Costilla. Cuando su pariente mayor, Miguel Hidalgo, se
encontraba en Guadalajara dio órdenes a José María González Hermosillo215
para que con el grado de coronel combatiera a las fuerzas realistas en Sinaloa.
Ya sabemos lo que pasó, cinco mil hombres en un estado de lo más deplorable
dieron la más deplorable de las luchas.
El hombre de los múltiples nombramientos (Caballero Gran Cruz de la
Militar y Nacional Orden de San Hermenegildo, Mariscal de Campo de los
Ejércitos Nacionales, Gobernador, Comandante General y Jefe Superior

214
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Sección Fondos Especiales, Ramo Civil, C 24-11-
39.
215
El Gral. José María González Hermosillo fue un insurgente mexicano. Nació en Jalostotitlán,
Jalisco. Luchó a las órdenes de Miguel Hidalgo durante la Guerra de Independencia;
combatiendo en la región noroccidental de la República Mexicana. En 1910, Miguel Gómez
Portugal comisionó a González Hermosillo para propagar el movimiento de insurrección.
Hidalgo nombró a González Hermosillo coronel, prometiéndole el grado de brigadier si tomaba
Cósala. José María González Hermosillo insurreccionó los actuales estados de Sinaloa y
Sonora, participando en la batalla de San Ignacio de Piaxtla y la batalla de Real del Rosario. El
31 de octubre de 1819, murió en la batalla del rancho de Baltierra, Jalisco. Juan López, La
insurgencia en Nueva Galicia en algunos documentos, Guadalajara, Ayuntamiento de
Guadalajara, 1984, p. 222.

96
Político de las cuatro Provincias Internas de Occidente), Alejandro García
Conde, derrotó al insurgente en Piaxtla, San Ignacio, el 8 de enero de 1811.216
Los hermanos Hidalgo y Costilla se unieron a la causa insurgente, se
unieron a González Hermosillo pero no sirvieron de mucho. Eso sí, se
movilizaron, se dirigieron hacia San Ignacio con algo de plata y algo de armas
que sustrajeron sin permiso de algún lugar. No sabemos qué pensaron
después de la derrota, cómo reaccionaron ante tamaña apabullada. Seguro
que hubo algo de coraje y de miedo. ¿Era imposible no hacerse esperanzas de
una mejoría económica si se tenía como líder y primo a alguien como Miguel
Hidalgo? Es fácil suponer que Nicolás era más iracundo e incendiario, que no
soportaba que se le hiciera un desplante o que se le insultara en lo más
mínimo. Un poco más callado y más tímido, el menor de los hermanos dejaba
ver que las razones siempre estaban acompañadas de acciones.
A Pánuco no solamente llegó la Independencia convertida en armas y en
guerra rudimentaria, también llegó convertida en palabras. Eso lo saben todos,
sobre todo aquellos que vieron a Nicolás arrancando el edicto Inquisitorial de
excomunión de su pariente don Miguel Hidalgo y Costilla.
Por un tiempo la Iglesia quedó sola. Unos cuantos hombres en
movimiento esperando lo que un marqués les prometió. El mismo Marqués que
había donado tres mil pesos para la iglesia de Rosario,217 otros más para la
iglesia de San Sebastián. Y una cantidad mayor para Copal, lo que llegó hasta
los oídos de Carlos Tercero, quien entre los remolinos de reconocimientos que
le entregó, estaba el título del marquesado de Pánuco y el de vizconde de
Castilla. Con su muerte, ocurrida en 1790, dejó una serie de promesas sueltas
y un conjunto de desavenencias entre sus hijas y sus demás familiares.
Marcelino Fuente era de los hombres que estaba esperando algo en
Pánuco; él no sabe las nuevas, y cree que los insurgentes son invencibles. A él
le tocó combatir antes de la derrota de San Ignacio. “En Cósala yo derroqué a
algunos de los enemigos”. El año nuevo lo recibieron con festejos; pensaron
que la derrota de los realistas en el mineral de Rosario sería la victoria

216
José Manuel Alcocer Bernés, La consumación la Independencia, México, AGN, 2000, p.
209.
217
Rosario, Sinaloa.

97
definitiva por parte de ellos.218 Fuente cree que si hubiera sobrevivido el
marqués todo esto se hubiera evitado.

RESPUESTAS RITUALIZADAS

El baile se condena pero no hay condena mayor que no seguirlo bailando. Así
es. Las respuestas discursivas también se ritualizan en expresiones populares
que tienen que ver con el cuerpo y la comparsa de la voz, que canta versos de
una truculenta picardía. El Santo Oficio toma precauciones hasta de los
mismos religiosos presbíteros, ya que a las cuatro o cinco de la mañana les da
por cantar estos ocurrentes versos:

Venga ya, comadre Juana


Déjese de misticismos;
Bailaremos el jarabe
Y perderemos el juicio.
No hay nada que a mí me cuadre
Como este zangoloteo.

Amar con pena y resabio


Es el mayor sacrificio.
Vale más tonto y no sabio
Que amante pero sin juicio.
Para no sentir agravio
Ni agradecer beneficio.

Mire qué bonito pie


Se le mira en el jarabe.
Parece que usted no sabe
Que cuando se zarandea
Me late este corazón
Que a tiempo me pertenece.

Anoche soñaba yo
Que dos negros me mataban
Y eran tus hermosos ojos
Que enojados me miraban.219

218
AGN, RI, Vol. 1290, Exp. 13, Fs. 209-248
219
Anónimo, tomado de Gabriel Zaid, Ómnibus de la poesía mexicana, México, Siglo XXI
Editores, 2002, p. 161.

98
La sensualidad de los bailes de moda no se evade de los lugares
religiosos. También los presbíteros tienen cuerpo y una pequeña prueba de
felicidad que quieren expresar por medio del baile y el canto. En un documento
de 1802 se recoge la confesión de un hombre que a las cuatro o cinco de
mañana oyó clara y distintamente, que en la calle por donde mira la ventana de
su celda, se estaba cantando y tocando en una guitarra el son conocido como
el Jarabe gatuno, en contra de edicto y prohibición del Santo Oficio.220
Los jarabes se convierten así en elementos de identificación popular y a
la vez en resistencia. Entre los mismos independentistas, pasada la primera
década, se insiste en su interpretación. Una anécdota de 1813 cuenta que
durante una boda de la tropa se pidió la interpretación y el baile del famoso
Jarabe gatuno, ante ello “se resistieron los concurrentes diciéndole al canónigo
José Martín Carraquedo que si no estaba excomulgado el jarabe, a lo que este
contestó que no había tal excomunión ni era válida porque era un baile del
pueblo”.221
El edicto y su hegemonía discursiva son burlados por las formas de
diversión por las respuestas ritualizadas que muestran el poderío de muchas
manifestaciones populares. Cabe recordar que la burla y la parodia eran pasos
de la secularización, más que de herejía: los bailadores y cantadores iban a
misa de vez en cuando. La Inquisición al buscar la mesura, reprime lo
desbordado, sin parar mientes que la desmesura permite logros,
descubrimientos, avances, sobre todo cuando esta desmesura es una
resistencia ante la ignominia de algunas conductas de los discursos del poder.
Estas nuevas actitudes no están alejadas de aquella actitud
carnavalesca de la que habló Bajtin, que se define por la excentricidad, la
familiaridad, las desavenencias y la profanación con que se relacionan los
grupos sociales que, en la vida ordinaria, fuera de las fiestas se hallan
distanciados unos de otros, de acuerdo con las jerarquías económico-sociales
estandarizadas por un sistema represivo. El festín carnavalesco propicia la
oportunidad de evadir preocupaciones y ocupaciones de la vida corriente, las
restricciones que la institucionalidad o la oficialidad dictaminan sobre el pueblo,

220
AGN, RI, Vol. 1411, exp. 9, fs. 36-37.
221
AGN, RI, T. 1399.

99
el cual se presenta a obedecer sólo las leyes de la libertad que rigen durante el
carnaval.222
¿Pero qué pasa en el salón, en el abanico del confort que une a las
clases más elevadas y las invita al diálogo y a las pasiones privadas? Una de
las danzas de mayor persecución durante la Independencia fue al vals. Su
introducción en el año de 1810, en los salones como en los teatros causó una
verdadera revolución. Era por supuesto la primera danza de salón; uno más de
los rituales que enmarcaban la polémica de las prohibiciones.
El vals presentaba una pareja estrechamente enlazada y que “ante el
horror de todo tipo de mojigatos, no era practicada por la llamada ínfima plebe
o gente de calor quebrado, sino por las clases altas, en cuyos salones los
jóvenes la ejecutaban ante el beneplácito de sus familias, sus mayores y la
sociedad en general. Pronto, en el escenario, esta nueva danza, que, de
acuerdo con sus detractores, introducía “tocamientos impuros”. Levantó
muchas quejas.

LA GUERRA DE PAPEL Y PAPEL

De la inteligencia de ellos nadie habla, sólo quedan algunos restos de papel.


Cuando les negaron la parentela con el jefe insurgente no dijeron nada, sólo
murmuraron. “Ya se fueron. Están huyendo a la Inquisición.”, Era lo que se
decía de ellos.223 Las respuestas a los discursos inquisitoriales se presentaron
rápido de parte de los dos hermanos, la de la Inquisición también fue algo
precipitada. Al igual que sus parientes, estos reos eran malos y tenían “una
multitud de causas”224 por las cuales acusarlos, sobre todo de ser infidente.
No era algo extraordinario ser infidente, sobre todo si se le tenía
simpatía a la causa insurgente. En muchas regiones de la Nueva España había
hombres pagando años de cárcel por haberse colocado del lado de los
insurgentes, algunos de estos hombres llegaban a pagar hasta diez años de

222
Leise Montiel Spluga, La fette en Amerique Llatine, en América “Cahhiers du Criccal”, París,
Universitte du la Sorbonne, 2000, p. 59.
223
Jesús Amaya Topete, El padre Hidalgo y los suyos, México, Editorial Loan, 1952, p. 203-
208.
224
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Ibid, p.,

100
condena.225 También había mujeres infidentes por haber acompañado a sus
hombres a la lucha, sin embargo con ellas era menos riguroso el poder.226
A los hermanos Hidalgo y Costilla ya se les consideraba hijos de
Pánuco, pero también “los más decididos adictos al partido de la Ynsurrección
y enemigos de nuestra justa causa”. La Inquisición desde sus viejos
documentos ya amenazaba a creyentes y defensores de los herejes porque
ofendían a la Iglesia católica, los hacía sospechosos de opiniones condenadas
y contrarias al dogma, mientras no justificasen la “causa justa”. Sin embargo la
“causa justa” era una expresión que permeaba en ambos bandos de acuerdo al
lugar en donde se estuviera colocado.
Detrás de expresiones como “causa justa”, podían ocultarse una serie de
actitudes y de compromisos bien distintos. La expresión “causa justa” era
acompañada a menudo por otros calificativos “de la nación”, “del rey”. En
algunas relaciones de méritos “nación”, venía antes que “rey” y otras, y en otras
a la inversa. Si hemos de basarnos en las situaciones que se generan durante
la lucha de la Independencia, se podrían establecer, a grandes rasgos, dos
corrientes principales de la denominación “causa justa”: una nos hablaría de un
empuje y una defensa en su dimensión nacional y otra, que sería en su
dimensión tradicionalista.
“La primera corriente remitiría al paradigma del patriotismo
revolucionario: el pueblo en armas, sublevado por su derecho, sublevado por la
defensa de su derecho a disponer de sí mismo, incluida la posibilidad del
cambio de régimen político y de la trasferencia de poder. La segunda remitía al
paradigma del patriotismo contrarevolucionario: el pueblo unido en la defensa
de sus tradiciones y de su monarca.”227 Esa segunda “causa justa” era la que
habían traicionado los hermanos Hidalgo y Costilla según el Santo Oficio.
Por ejemplo, el Obispo Bergosa,228 de Oaxaca, quien llamaría a los
curas para que asumieran el papel dirigente, encabezando la resistencia,
incitaría de esta manera: “si algunos curas malos han dado el mayor impulso a
225
Tomás Esteban es el ejemplo de alguien que fue condenado a una prisión de 10 años. AGN,
Vol. 160, exp. F. 2.
226
Vol. 157, T. 84, f. 450. Este sería el caso del personaje de María Baca.
227
Cristian Demange, Sombras de mayo. Mitos y memorias de la guerra de Independencia,
Madrid, Casa Velázquez, 2007, p.
228
El obispo Bergosa fue obispo de la Diócesis de Oaxaca de 1800 a 1810. Ver María del
Carmen López Ramírez, El Obispo Bergosa y la diócesis de Oaxaca (1800-1810), Madrid,
UNED, 1996.

101
sus armas, salgan en contraposición algunos de nuestros buenos curas, para lo
cual declarando en que debe ser guerra todos debemos ser soldados, permito
y apruebo que los curas y vicarios, que dejando proveído el pasto espiritual de
los curatos, se sientan con valor y fuerzas necesarias, además de excitar y de
animar a los feligreses en tan justa guerra puedan tomar las armas y
capitanearlos”. Para el Obispo el mundo estaba dividido entre buenos y malos,
razón por la que justificaba el combate que favoreciera el triunfo de los
primeros. En su visión del mundo, era válido que los sacerdotes tomaran las
armas para la defensa de la “causa justa”.
Entonces entre los sacerdotes también había buenos y malditos. Ellos
sabían muy bien que tenían que aprovechar el impacto que tenía su discurso
entre la población. Algunos llenos de entusiasmo fraternal o hipócrita,
recomendaban a los feligreses, “amémonos todos tiernamente como hermanos
que somos efectivamente y por unos vínculos más dulces y más estrechos que
los de la carne y la sangre. Estamos unidos por la fe que profesamos, y
formamos un cuerpo místico que es la iglesia y tenemos también un cuerpo
civil.”229
Tan claridosos que eran los libros de la Ilustración, tan claridosa que era
la verdad en el papel y todo se estaba volviendo tan confuso, difícil era ponerse
de acuerdo. La “causa justa” era entonces del que la ganara en sus discursos.
Hidalgo les ganó la virgen y el grito a favor del Rey, la iglesia les ganó el
discurso hegemónico que caminaba desde siglos pasados hasta la boca del
vituperio y del estancamiento. La Inquisición fue la más celosa, la más
propiciadora de este tributo de paridades confusas entre los hombres que
peleaban en la independencia.230
Si revisamos el caso de los hermanos Hidalgo y Costilla y su relación
con el Santo Oficio, nos daremos cuenta de que entre el Tribunal y estos
hombres prevalecen dos edictos que separan al tribunal y a los hombres. Se
hizo mucho papel para tanto silencio y tanta distancia.

229
Ávila Alfredo, “¿Cómo ser infidente sin serlo? El discurso de la Independencia en 1809”, en
Felipe Castro, Marcela Terrazas (Coord.), Disidencia y disidentes en la Historia de México,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003
230
María del Carmen López, óp. cit., p. 123.

102
EL DISCURSO TEATRALIZADO

Los juicios de la Inquisición no siempre estaban guiados por gentes de juicio.


Tenían una serie de pautas definidas que los inquisidores trataban de seguir.
Había sus variantes, claro, pero siempre se volvía al centro desde donde se
encarnaba el dominio del discurso inquisitorial. Ante las acusaciones, muchos
hombres y mujeres asentían, pedían perdón, se veían disminuidos, pero se
liberaban de una batalla de la que sólo les quedaba una pizca de vergüenza y
algo de tranquilidad.
Había otros que respondían, que su inteligencia, su astucia o su
sagacidad, les ponía una carátula de atrevimiento para construir el personaje
en el que se refugiaban. Hubo hombres extraordinarios no porque hubiera
juicios extraordinarios, más bien porque hubo respuestas contundentes que los
hicieron sobresalir. Hubo también hombres que desmintieron una acusación
utilizando recursos de lo más regresivos en términos de orientación de libertad.
Estos fueron hombres hechos de palabras y de un espacio que les permitió
construir un discurso teatralizado.
¿Qué decir ante ese discurso que marcaba el peregrinar lingüístico de
muchos hombres?, ¿qué decir cuando se siente temor? Manuel Ambrosio
Martínez Vea fue de los hombres que respondió a las acusaciones del Santo
Oficio. No se puede saber con certeza si a este hombre se le hizo una
imputación falsa. Sobrevive sólo un escueto pasaje en el que el inquisidor del
Santo Oficio le acusa de realizar proposiciones heréticas en la Villa de
Culiacán. Las acusaciones se presentaron en el año de 1798. Martínez de Vea
se le acusa por delitos que huelen a viejas creencias.231
Hace 170 años, cuando el Santo Oficio había visitado por segunda vez
la Villa de Culiacán, las acusaciones de ese tipo eran una resonancia que se
podía considerar normal. El problema es que parece que siguen siendo
normales después de tanto tiempo. A pesar de que hay casos más interesantes
como el de Francisco Fernández de la Herrán, a quien se le acusa de leer y
comentar a un escritor que probablemente sea Antonio Rojas, parece que el
asunto de las creencias sigue siendo una preocupación.232

231
Vol. 1336, Exp. 9, Fs. 84-100
232
Vol. 1445, Exp. 40, Fs. 239-242.

103
Si decimos que el tiempo que no pasa en la villa y en la vida de Culiacán
es sobre todo por la forma en que responden los hombres. Si hay
teatralizaciones en donde emergen rasgos de un discurso que clama rebeldía
hay otras que representan un afán de conservarse en la misma estela de las
creencias. A Martínez Vea, al hombre al que se le acusó por realizar
proposiciones heréticas, un año después, en Sinaloa, plantaría una disculpa al
Santo Oficio. Se justificaría diciendo que no había hablado nunca con desdén
ni contra la Santa Iglesia Católica; Martínez Vea haría además una
representación para aniquilar toda sospecha de culpa.233
¿Qué se puede decir de la forma en que reaccionan los hombres ante
eventos de esta naturaleza? ¿Qué se puede decir de las instituciones ante la
forma en que continúan actuando después de tanto tiempo de fundadas?

ADIÓS A LAS ARMAS

José de Jesús, por ser el mayor, le dio su primo el buen “destino de


comandante de armas de ese distrito”. Un pequeño tiempo tuvo el dominio del
distrito, después todo pareció volverse humo y muerte. Como muchos hombres
que andaban en la batalla, José de Jesús decidió robar antes de irse a la
batalla. En Pánuco, como buen pueblo minero, había de donde robar, eso lo
dijo el Santo Oficio. A los insurgentes les ayudó con “gruesas sumas de plata
que robó a la negociación de minas perteneciente a los herederos del Marqués
de Pánuco”, no conforme con eso, el señor Hidalgo extrajo metrallas y otros
pertrechos de guerra que facilitó a los malvados que “hicieron guerra en el
pueblo de San Ignacio, persuadiendo igualmente a estos habitantes a que
siguiesen el inicuo partido, haciendo que se les leyese los papeles sediciosos
del principal autor de la rebelión Miguel Hidalgo y Costilla”.
Eso de robar armas, de seducir a los de San Ignacio con las proclamas
de Miguel Hidalgo, fue un tanto inútil. Estos hombres no sólo perdieron sino
que huyeron, se fueron de Pánuco porque las cuentas no les salieron del todo
bien. Es casi seguro que este fue el único conflicto en el que participaron. El

233
Vol. 1384, Exp. 2, Fs. 5-6

104
torbellino de sus vidas se convirtió en una espera después del conflicto armado
de san Ygnacio. Quedaron convertidos en solicitud y papel de la Inquisición.
Cuando le destruyeron la vil gavilla “se fugaron los mencionados Costilla
con intención de reunirse con su pariente Miguel Hidalgo”. A darle las nuevas
de que en el norte se había fracasado en la pequeña encomienda. Iban a
buscar un nuevo regimiento. Los hermanos se enterarían por terceros que eran
buscados por el Santo Oficio, que un edicto ya había quedado pegado en
muchas villas y en muchas ciudades; desde Guadalajara a la Villa de Culiacán
se decía: “En si virtud y justo temor de las resultas que pueden sobrevenir de la
impunidad de sus delitos, he tenido a bien solicitar eficazmente sus personas;
para cuyo efecto suplico a su señoría”.
Haber llegado a Pánuco, a un lugar relativamente lejano, a una región
con las características de muchas regiones de la Colonia, en la que se puede
promover la usurpación de tierras vírgenes sin el menor problema, hubiera sido
algo prodigioso. Jamás pensaron estos hombres, amantes, quizá, de la
libertad, o herederos de la recién construida ilustración, que arrancar un edicto
acabaría llevándolos a un juicio inquisitorial del que sólo quedó un arma regada
en San Ygnacio.
Cuando estos hombres dijeron adiós a las armas, después de la lucha
armada en Sinaloa; después de haber arrancado, el menor de ellos, el edicto
de Inquisición, el registro de sus pasos se esfumó sólo en apariencia. Siguieron
vivos en la polémica de los papeles, en el eco de una hazaña que no permitía
la muerte de la venganza, aunque fuera verbal, aunque ya le hubieran dicho
adiós a las armas. Cuando se enteraron de las noticias de otros lados supieron
que era una más. Las notas que les llegaron de lejos, eran la de una caída
vertiginosa del ejército insurgente, algunas victorias; pero la de ellos era un
simple aliciente de búsqueda, de un lugar lejano llamado Pánuco, que ya les
quedaba bastante lejos.

PANFLETO O DISCURSO EXTREMO

Los límites se tocan pero no se escuchan. Los silencios hablan, también son
discursivos. Esto no lo decimos sólo por el papel que se quedó tirado frente a la

105
puerta de la iglesia de Pánuco o en el bolsón del culpable. Lo digo por que los
hombres de esta historia, más cercanos al presente, después de tanto tiempo
que ha pasado, parece que sienten nostalgia por querer hablar. Hay un rasgo
contradictorio en todo esto o tal vez se trate de una verdadera lógica. El sacro
error de los hombres es creer que todo esto es en serio.
Los hermanos Hidalgo y Costilla ignoraban que muchos años después,
en febrero de 1821, Agustín de Iturbide lograría con el Plan de Iguala la alianza
entre caudillos insurgentes y realistas; con ello consumaría la Independencia
de México. Pero eso no sería todo, el texto reglamentario, que quedó
incorporado a las Bases Constitucionales del Imperio, “señalaba en su punto
17º que los escritores debían hacer un “racional sacrificio del derecho a pensar
y manifestar ideas libremente, no atacando, ni aludiendo, sin previa censura, la
religión católica, la disciplina eclesiástica, la monarquía moderada, la persona
del Emperador, la independencia y la unión”.
Según cuenta Rafael Rojas, “hasta la adopción de la Constitución
republicana y federal de 1824, estas zonas prohibidas fueron la más atacadas
por el periodismo liberal. Es probable, incluso que la prensa de estos años no
fuera originariamente liberal, pero la imposición de temas “tabú” en materias
tan ligadas a la transición política que se vivía, provocó una radicalización del
discurso”.234
La censura continúa, ahora con el nuevo elemento que se impone, que
abre puertas a lo que sería el gran espectáculo de la letra en el periódico, en
los volantes sueltos, el panfleto. Lo que la Independencia había iniciado por
medio de acusaciones que tenían que ver con diablos y santos, ahora se
cargaba de dardos, de esquiladores y estibadores de la lengua, que tenían
para todos y contra todos. Las respuestas inquisitivas de los hombres parecen
ser inmediatos; se busca a quien criticar, sobretodo si el poder ha quedado en
una serie de patanes y traidores.
El panfleto es por excelencia, el discurso que se extrema, la nueva
herramienta que desacraliza. Los panfletistas eran escritores vulgares que, por
lo general, no habían rebasado la instrucción media, una formación

234
Rojas Rafael, “Una maldición silenciada, El panfleto político. Una maldición silenciada”,
Historias Mexicanas, México, Revista de Historia del Colegio de México, COLMEX, Vol. XLVII,
1997, p. 35.

106
autodidacta, adquirían una abigarrada y caprichosa cultura, ajena y
contrapuesta a la que transmitían las instituciones académicas. Los unían
ciertos enunciados políticos básicos, como la defensa a ultranza de la libertad
de expresión, un marcado anticlericalismo, el nacionalismo hispanófobo y un
jacobinismo antiaristocrático que rozaba el imaginario del sansculotte.
Pero los separaban la personalización de las pasiones políticas y una
condición de marginalidad que volvía precario cualquier vínculo gremial. Es
decir, estos escritores rústicos estaban casi siempre ligados a la clientela
política de algún caudillo, a quien debían adular en sus panfletos. Y como estas
clientelas caían rutinariamente en rivalidades, debido a los volubles nexos
carismáticos que las sostenían, los panfletistas se veían envueltos en absurdos
debates de apologías: a la alabanza de algún caudillo le respondía otra del
caudillo rival. El discurso se vuelve una burla bien dosificada, necesaria para
defender y para ofender.

TEXTOS Y ESPACIO

Gracias a Chartier, los libros se deshicieron en nuevos elementos de análisis.


Según el historiador, los escritores no escriben libros, escriben textos.235 Y
estos hombres que escriben los edictos ¿qué escriben? La materialización del
edicto se concibe a partir de un rango espacial que conquista, es su finalidad.
Los hombres que responden esos edictos también conquistan espacios,
muchas veces los borran, tejen redes, o callan, guardan silencio y se van.
¿Qué hubiera pasado si Miguel Hidalgo no responde nada a la
Inquisición? El cura hidalgo se posesionó de su personaje. A la hora del viaje
de la Insurrección tendió una red de discursos por varias de las ciudades y
pueblos que visitó. Sobre la inquisición no puso ningún reparo en advertir:
“Ellos no han venido sino para despojarnos de nuestros bienes, para quitarnos
nuestras tierras, para tenernos siempre avasallados bajo sus pies. Rompamos
americanos estos lazos de ignominia, con que nos han tenido ligados por tanto
tiempo”. El también líder insurgente, Morelos, le haría coro tiempo después: “la

235
Roger Chartier, El mundo como representación, Barcelona, GEDISA, 2005, p.206.

107
Inquisición fue y sigue siéndolo, sinónimo de crueldad y pesquisación profunda;
no tan sólo por el hecho ya realizado; sino también en la intención y en el móvil
de lo no realizado. Por eso esto es una radiografía social, sacada de la
violencia hasta de la tortura física y moral”.236
Las respuestas de estos hombres son el hilo conductor de la forma en
que se va inventando desde adentro una región. Regiones que no son
estáticas, que si quedan algunas veces estáticas es porque los hombres han
cegado su discurso, o bien han ocultado su dialéctica de resistencia la historia
o los discursos oficiales. Regiones espaciales, regiones que a veces se
mueven en un conjunto de redes.

DOS SIGLOS, TODO IGUAL Y DIFERENTE

En 1627, un hombre llamado Juan de San Diego, en una villa lejana, la Villa de
Culiacán, pregonó un edicto de Inquisición. El mandato de aquel hombre se
diseminaba por medio de la oralidad, se buscaba posibles culpables, hombres
que se autodelataran o se delataran, lo que no se valía era el silencio. Todos
aceptan, todos juegan al juego de la prohibición. Las respuestas discursivas se
hunden en el deseo del discurso inquisitorial.
La respuesta es un coro que se unifica. La voz de aquel viejo Juan de
San Diego, se escucha menos fuerte siglos después, la escritura se torna en
una fuente que se dispersa en textos pequeños que se divulgan y conforman
un diálogo más vertiginoso. Duelo de armas, duelo de ideas, duelo de papel,
serán los instrumentos de las máximas de la violencia ideológica que se
empiezan a utilizar. Las respuestas discursivas también diseminan en papel.
Los hombres pueden ser historia, pero también corrigen la historia de
una manera deplorable o razonable antes de volverse escritura. De ellos
digamos que llegaron a Pánuco. Más pobres que lo rico que pensaron volverse
en ese lugar. Pensaron que el prodigio del oro de las minas los ayudaría a

236
Luis González Obregón (Introducción y suplementos) Los procesos militar e inquisitorial del
padre Hidalgo y de otros caudillos insurgentes, México, Ediciones Fuente Cultural, 1887, pp.
12-14.

108
rescatar su situación económica. Llevaron la vida de cualquier lugareño. El
mundo donde se cifraban las ideas, donde se organizaban y se destronaban a
los virreyes estaba muy lejos del lugar a donde habían llegado. Pronto
descubrieron que había forma de sobrevivir en Pánuco. José Jesús era el más
desesperado, el más trabajador, el otro era dado a tirar bravura y a buscar a
quien enfrentarse.
El grito de Independencia los sorprendió en las viejas tierras del
Marqués de Pánuco. En el pueblo había una que otra avalancha de conmoción
violenta que no desequilibraba las labores. Las noticias del cura Hidalgo
llegaban por voz de algunos mercaderes y por una que otro arriero. Pero se
grabaron más esas noticias cuando dejaron ese edicto en la iglesia de Pánuco.
Algunos ya tenían un bando que seguir, a otros no les interesaba. A ellos les
llegó el encargo de unirse a las columnas de González Hermosillo. Su pariente
Hidalgo lo dijo. Sin embargo el más pequeño se embruteció de coraje y arrancó
el edicto que estaba pegado en la puerta de la iglesia. ¡Huyamos a la guerra!
Iban seguros estos hombres.
El Santo Oficio se enteró de que habían arrancado el edicto, aparte de
que andaban de revoltosos con los independientes. Los declararon perniciosos
y malos. En el edicto, fechado el 27 de abril de 1811, que recorrió varias
provincias, se recomendaba la detención de los hermanos Hidalgo y Costilla.
No se sabe si lo leyeron. Probablemente lo hubieran arrancado del lugar o
hubieran exigido al solitario cura del pueblo que lo quitara. Lo cierto es que se
fueron con el juicio abierto, siguiendo los pasos por donde habían pasado
muchos pregoneros, que al igual que el negro Juan de San Diego, diseminaban
un discurso gritando con alta e inteligible voz.

109
CONCLUSIÓN

Por supuesto que los hombres seguirán respondiendo a esos discursos que se
claman hegemónicos. La Inquisición ya no será el Tribunal al que se le
responda. Otras formas de autoridad revalidarán las promulgaciones de la
censura. Lo harán a veces de manera más discreta, otras de una manera más
incisiva. La inquisición seguirá con otro vestuario y los discursos que provocan
esas nuevas formas de prohibición se exacerbarán a lo largo del siglo XIX en el
México moderno. Tirios y troyanos repetirán fórmulas que llevarán a la patria al
borde del abismo. El tiránico péndulo del desacuerdo ideológico desde ese
entonces ya estaba puesto sobre los manteles de la Nación..
La Inquisición no fue la única inductora de la censura durante la Colonia,
pero si tuvo una supremacía a partir del apoyo de la religión. Reveló un historial
propio que se prestaría para las más extremas polémicas posteriores, tomó
radiografías morales mal centradas de los individuos que consideraron
enemigos de la religión, del rey y de Dios. Sus mecanismos de control los
sistematizaron a tal grado que no fue extraño que muchos hombres y mujeres
asumieran conductas en las que se autocensuraran con tal de no recibir ningún
castigo. Llenó muchos de los espacios de la Nueva España por medio de su
pedagogía del miedo. Fue creadora y propiciadora de una serie de respuestas
discursivas.
En este trabajo presenté algunas de esas respuestas discursivas de los
acusados y ofendidos por la Inquisición; respuestas que se extendieron a lo
largo y lo ancho de la Nueva España. Estas respuestas discursivas se dieron
de diversa forma, algunas de ellas fueron de resistencia; rebeliones
discursivas, discursos silenciosos; otras, fueron discursos de aceptación o de
sometimiento. La lista de estas formas discursivas podría ser más extensa, sin
embargo he querido responder a algunas ideas: a) las respuestas discursivas
no siempre generarán con el paso del tiempo propuestas libertarias, a veces
esas respuestas tienen un sentido de regresión; b) con el paso del tiempo las
respuestas discursivas van teniendo respuestas, o contrarespuestas de la
Inquisición que, muchas veces, se vuelven más agresivas, engendrando un
desacuerdo y una serie de discursos extremos que terminarán en violencia
mutuo, aspecto que se vivirá cuando la Inquisición ya se encuentra en su

110
aletargamiento y deja su estafeta de censura a algunos herederos del poder
civil y religioso.
También podemos decir que c) las respuestas discursivas no reflejaban
el temor que se tenía al Santo Oficio por la lejanía o cercanía con la Capital de
la Nueva España. Estas respuestas no estaban condicionadas por la vigilancia
extrema o sutil que realizaba la Inquisición. A partir de esta idea hay formas
para ver con una nueva perspectiva los espacios. Responder era
complementar una alusión o una resistencia ante los discursos hegemónicos
de la Inquisición. Las respuestas discursivas cerraban un circuito, pero
también, en otras ocasiones, lo abrían.
Si hablamos de que la inquisición antes que nada fue una generadora
discursiva, no podemos dejar de remitirnos a los textos que el Santo Oficio
produce y que se vuelven medios para llegar a la sociedad. Sabemos que
quienes escriben los textos de la Inquisición son hombres anónimos refugiados
en un escudo, lo que dicen por medio de sus palabras fue un detonante en la
realización de eventos, de formularios de vida, de revelaciones de muchas
personas.
Esos textos inquisitoriales propinaron la lectura. Al seguir a los hombres
que leyeron estos textos no hemos olvidado aquella clara premisa de Roger
Chartier: “Una historia de la lectura no puede limitarse a la única genealogía de
nuestras formas de leer, en silencio y con los ojos, sino de su tarea en
reencontrar los gestos olvidados, las costumbres desaparecidas”237 y las
respuestas discursivas que se vuelven también historia.
Hay dos elementos que quiero señalar, ya que fungieron como hilos
conductores de este trabajo, uno es el que tiene que ver con la oralidad de los
discursos que se ejemplifican con el pregón que trasmite el negro Juan de San
Diego en la Villa de Culiacán, el otro tiene que ver con la escritura, esa
escritura que se divulga y se extiende como puente entre el hombre letrado y el
hombre común, o bien entre aquello niveles de lo que Ginzburg ha denominado
cultura hegemónica y cultura subalterna238.
En el caso de la oralidad de los discursos, hice hincapié en el aspecto
que tenía que ver con la difusión de ellos. Me interesó, sobre todo, esa idea de

237
Roger Chartier, “El mundo…”, Óp. cit., p. 55.
238
Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, México, Océano, 1997.

111
que los discursos se diseminaban y generaban de manera colectiva la
construcción de un espacio. Si se habla de formas de apropiarse de los
discursos, es innegable que aquí se encuentra una idea de este tipo, sin
embargo en el caso de los discursos inquisitoriales, la respuesta se encuentra
cuando sale de la boca de los lectores de edictos, convertida en temor, odio,
rencor, que se expresa en palabras. El que lee un edicto inquisitorial cuanta a
otro su historia pero sobretodo, cuenta su propia historia sobre lo que le genera
esto.
Sobre el tema de la escritura puse mayor énfasis en la segunda parte de
este trabajo. De ante mano sabemos que los textos de Inquisición son
resultado de toda una serie de acontecimientos orales previo a que se vuelvan
escritura. En el caso de la escritura como tema en este trabajo, quise tomar
como hilo conductor, dos edictos, el primero el edicto de excomunión de Miguel
Hidalgo; segundo, el edicto condenatorio a los hermanos Hidalgo y Costilla.
¿Que me interesó en el caso de la escritura? Me interesó que la época en que
se presenta el tercer capítulo, el periodismo, algunos primeros aires de opinión
pública se empiezan a ejercer de una manera moderna. La escritura, a la par
de la oralidad, se diseminaba también como discurso. Hay todavía un gran
alfabetismo, pero la gran resonancia que empiezan a tener las gacetas y
algunos diarios será fundamental en muchas provincias de la Nueva España.
La gran voz, en ciertos sectores, no parece ser sólo un eco que se
sustrae de un discurso hegemónico aislado como un edicto de inquisición, la
voz pública empieza a ser espejo de la escritura pública, sobre todo en las
ciudades más grandes. Ese discurso escrito también se disemina, no sólo en
oralidad, también en una materialidad que veremos transformado en panfletos
y en alusiones críticas populares, que serán la diversión de clases bajas
después de la independencia. Esa independencia cargada de armas y de
dardos discursivos.
El edicto de excomunión de Miguel Hidalgo es el referente en el que la
Inquisición y las fuerzas realistas cargan sus dardos. Este documento, tal vez el
más leído de los documentos inquisitoriales en la Nueva España, es también el
más acompañado de respuestas discursivas y contrarespuestas de todo tipo.
En medio del caos, todos se empeñan en ser dueños de Dios, de la virgen y de

112
don Fernando VII. Por eso en este capítulo tercero quise incluir algunos
ejemplos de estas respuestas y contrarespuestas al edicto de Hidalgo.
Un elemento que quise utilizar de contraste, de lo que sucedió durante
los conflictos de Independencia en 1810 y 1811, fue el caso de los hermanos
Hidalgo y Costilla, caso que se desarrollo en Pánuco, Sinaloa. ¿Qué sucedió
en realidad con esos hombres? ¿Cuál es el interés de incluirlos? ¿Por qué de
repente parecen estar envueltos en una danza del absurdo? La primera
intensión de incluirlos fue que llevaran una secuencia lógica con los otros
capítulos: a un llamado inquisitorial una respuesta discursiva. Sin embargo me
interesó de estos dos personajes la forma en que realizan su protesta. La de
ellos es una protesta en silencio, es una protesta perdida entre tanto papel y
tanto ruido. Lo de ellos es un silencio que habla239. Si en algún momento
parece que se detiene la historia de ellos y se quiere repetir como un hilo que
no se deja amarrar, es totalmente intencional.
¿Por qué Sinaloa? No sólo por el inevitable azar de vivir allí, también por
que los casos que me sirven de hilo conductor, para implantar algunas
similitudes y algunos contrastes. Lo que sucede en Sinaloa durante el primer
capítulo es algo que sucede en varias partes de la nueva España, sin embargo
las respuestas son diferentes, lo que sucede en el capítulo tres y cuatro
también pueden tomarse elementos de contraste. Las regiones se contrastan,
tienen su equivalencia y sus oposiciones. El tiempo en el que suceden los
acontecimientos también. Los personajes a veces parecen decir ¿Avanzamos o
nos retrasamos? Hacen las pases para preparar el fruto de nuevas mentiras y
de nuevas batallas.
Uno podría pensar que con la llegada del siglo XIX y con la muerte de la
inquisición, estos casos pusieron pies en polvorosa. Pero no, El conflicto sólo
se persigna para limpiar las nuevas armas. Nuevas armas, nuevos
movimientos, nuevos desencuentros serán una dialéctica que no terminará de
bordear toda nuestra historia. Los liberales tomarían años después la estafeta
antiinquisitorial, Guillen Lampert sería para ellos un héroe.
En un principio dije que este trabajo esta lejos de ser una historia de la
Inquisición. Es simplemente una historia de las batallas que tuvieron algunos

239
Peter Burke, Hablar y callar, Barcelona, GEDISA, 1996, p.

113
hombres y mujeres contra la inquisición, hombres y mujeres que utilizaron sus
palabras para tratar de convencer a un Tribunal. Esta es la historia que quise
contar.

114
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