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Reinventar la ciudadanía: ¿se puede innovar en democracia?

, Innosfera
en Bilbao

Esta tarde participo en una nueva edición de Innosfera dedicada al tema "Reinventar la
ciudadanía: ¿se puede innovar en democracia?". En esta ocasión nos reuniremos en
Bilbao, en concreto a las 19 h en Eutokia, y participaré con Borja Lastra y Julen Iturbe,
moderados por Ismael Peña-López. Javier Velilla, María Jesús Alonso y Roberto
Carreras son los organizadores de este evento de innovación que nace de la iniciativa de
la UOC

Ismael Peña ha introducido ya el diálogo, y lanzado una serie de preguntas sobre las que
girarán nuestras intervenciones iniciales y el debate posterior.

Dado que el tono de Innosfera suele generalmente ser positivo, propositivo,


constructivo, optimista… me he auto-otorgado el papel de centrar el debate en los
aspectos terrenales, en aquello que conocemos como realidad, de forma que las
propuestas que se debatan entre, al menos, en el ámbito de lo potencialmente posible.

No se trata de hacer de abogado del diablo: Richard Stallman afirmaba en una


conferencia que ser abogado del diablo es la mayor de las estupideces, ya que uno acaba
defendiendo con tesón lo que uno no cree. Se trata, en cambio, de trazar una línea
continua entre el futuro de lo posible y el presente de lo tangible.

Para ello, se han listado una serie de cuestiones abiertas que versan alrededor de lo que
es la democracia aquí y ahora, a saber:

 Los procesos o estadios de la decisión colectiva: información sobre una


realidad sobre la que se quiere tratar; deliberación y argumentación sobre
las distintas opciones posibles; formación de las propias preferencias y
negociación para alcanzar el consenso; explicitación de preferencias y
voto de una opción; rendición de cuentas al final del proceso de
implantación de la decisión tomada (estos estadios se han definido de
varias formas según el autor consultado: esta es solamente una propuesta
que intenta conciliar distintas aproximaciones).
 Los actores de la decisión colectiva: ciudadanos y acción política no
organizada; partidos, sindicatos y otras instituciones de acción política
organizada; gobiernos, instituciones representativas y otras instituciones
democráticas (parlamento, senado, tribunales, etc.)(como ocurre con los
estadios, podemos complicar el número de actores cuanto se quiera: esta
es, pues, solamente una propuesta que tiende a la simplificación).

En mi opinión, este es el tablero de juego. Cualquier propuesta de futuro tiene que


jugarse en este tablero, aunque sea para romperlo y cambiar las reglas del juego. No
vale, por ejemplo, hablar de acabar con los partidos e implantar la democracia directa
sin tener en cuenta los costes de esta para el ciudadano.
En este contexto, propongo la siguiente lista de preguntas a la mesa. No tanto para que
se respondan una por una, sino para apuntar algunas cuestiones abiertas que puedan
ayudar a iniciar el debate ...
Julen Iturbe ya comenzó la reflexión con dos posts: Algunas ideas para oxigenarme en
Innosfera, y Reinventar la ciudadanía en Innosfera. Plantea una visión crítica a causa de
la brecha entre capacidad tecnológica y cultura política; los riesgos de la teatralización o
espectacularización de nuestras vidas cotidianas y nuestra participación política; y de las
nuevas capacidades de control ciudadano por parte de los poderes tradicionales o por
nuevas y viejas formas de biopolítica.

Por mi parte estas son algunas de las ideas que quiero plantear (en cursiva las preguntas
iniciales de Ismael Peña):

Este cuestionario debería conformar el programa electoral (y el ideario) de cualquier


formación política (o sindical o ciudadana). Más allá de ejes ideológicos en muchos
casos ya trasnochados o abandonados en las prácticas políticas, respuestas claras a estas
preguntas deberían permitir 1) entender la verdadera ideología contemporánea de los
políticos y sus organizaciones (y no la que ocultan tras ciertas etiquetas) así como 2) su
conocimiento real sobre el funcionamiento de las sociedades que pretenden gobernar.

Por estadio de la acción democrática:

• Información: ¿tenemos más información que antes? ¿es de más calidad? ¿la cantidad
nos hace más difícil distinguir lo relevante de lo trivial? ¿es la difusión de información
realmente más plural? ¿podemos mandar nuestro mensaje y que sea oído? ¿Qué sea
escuchado?

Si algo caracteriza el nuevo escenario informativo es la lógica de la abundancia.


Tenemos más información, más de más calidad, y más de menos calidad. Por tanto, el
valor intrínseco de una unidad de información se reduce al tiempo que aumenta la
importancia de la captación de atención. Aunque esta argumentación es ya vieja y
suficientemente conocida la realidad es que buena parte de los debates públicos a que
asistimos olvidan esta realidad.

El resultado de este proceso es un aumento de la complejidad y diversidad de los


procesos de generación, transmisión y manejo de la información. Y de este modo el
diablo está, más que nunca, en los detalles. La educación de la ciudadanía, un uso
inteligente de la tecnología que soporta el proceso de comunicación, un enfoque
incluyente o excluyente … todos estos factores determinarán el resultado final. Es una
evolución en que las herramientas, la tecnología, no determinan por si mismas el
resultado final.

• Deliberación, argumentación: ¿es la red una gran ágora global? ¿nos cerramos en
grupos estancos generando cámaras de resonancia? ¿Quién pone sobre la mesa los
temas de debate, quién crea la agenda política?

De nuevo ambos escenarios son reales: los foros de algunos medios de comunicación o
partidos políticos parecen una caja de resonancia de ciertas consignas mientras que otras
iniciativas ciudadanas (desde un blog personal a wikileaks) acogen la participación de
personas con diferentes perspectivas ideológicas pero a las que unen objetivos (más o
menos temporales o permanentes) comunes.
• Formación de preferencias, negociación: ¿hay más o menos participación? ¿es de
mejor calidad o de peor calidad? ¿prima lo fácil contra el compromiso?

En términos cuantitativos, y volviendo a la dualidad que comentaba antes, aumenta


mucho más la participación de peor calidad (sin entrar ahora en el debate sobre como
definir la calidad) y prima lo fácil. Pero al tiempo, la participación de mayor calidad y
compromiso también aumenta de forma radical respecto al escenario "analógico". Esta
situación genera el reto de que la participación más relevante sea capaz de hacerse
visible y genere agenda en medio de un océano de participación irrelevante.

• Explicitación de preferencias, sufragio: ¿hacia una democracia más participativa?


¿tenemos tiempo para una democracia deliberativa? ¿para una democracia directa?
¿tenemos la capacidad – información, conocimientos específicos – para poder
participar con criterio?

Potencialmente la respuesta sería afirmativa. En la práctica si la ciudadanía no


desarrolla una serie de competencias comunicativas y relacionales ("digitales") y una
cultura política que le lleve a adoptar un papel más activo (y especialmente pro-activo
de modo que, además de la crítica, se involucre en nuevas propuestas y proyectos)
podemos movernos hacia un escenario de menor participación efectiva.

Sobre la cuestión del tiempo es perfectamente válida la idea del "cognitive surplus", de
Clay Shirky. Como en su momento explicó Jimmy Wales ante la pregunta irónica de
una presentadora de televisión tenemos un excedente de tiempo (que dedicamos a ocio
pasivo) y cognitivo que podemos canalizar hacia proyectos de interés como la wikipedia
(en lugar de, por ejemplo, ver televisión).

En todo caso no creo que el escenario de futuro sea de democracia directa por varias
razones:

- los nuevos modelos de convivencia y los nuevos espacios públicos (híbridos entre los
territorios geográficos y las redes digitales) admiten mayores niveles de diversidad. Ya
no se trata de estar de acuerdo en todo o de que solo se haga lo que desea una mayoría;
podemos convivir dentro de la discrepancia. No existe una necesidad universal de de
decisiones democráticas; parte de nuestras vidas puede basarse en decisiones autónomas
de individuos y/o colectivos.

- los ciudadanos siguen realizando un análisis coste-beneficio al comparar participación


directa con la elección de un representante. La verdadera diferencia es que, al
diversificarse los modos de toma de decisiones y de representación, surgen nuevas
oportunidades. Los ciudadanos pueden otorgarle autoridad a nuevos actores y las
decisiones suceden cada vez más fuera de los canales formales y oficiales.

• Rendición de cuentas: ¿es vinculante la información que tenemos con las acciones de
gobierno? ¿es vinculante la queja, la manifestación virtual con las acciones de
gobierno? ¿es el open government o el open data un capricho tecnológico o una
necesidad? ¿es una moda o una forma de recuperar parte del poder cedido a los
gobiernos? ¿es el open government o el open data una rendición de cuentas o una
cortina de humo?
No existen en estos momentos mecanismos que conecten el debate ciudadano y la
formación de opinión en canales informales (especialmente digitales) con la acción de
gobierno o la rendición de cuentas. Es evidente que debemos empezar a construir esos
mecanismos.

Los datos abiertos son un requisito, una necesidad, pero no una solución por si mismos.
Si el debate y la toma de decisiones se asientan sobre información y ésta se construye
sobre datos es claro que solo si tenemos datos abiertos (y no solo información o
conocimiento abiertos) podremos abrir esos procesos.

Pero los datos abiertos pueden convertirse en cortinas de humo que dificulten más que
faciliten la transparencia si:
1) no son verdaderamente abiertos al no cumplir estándares o no ser completos; de este
modo serían inutilizables (o solo con un coste muy elevado).
2) no existe una ciudadanía empoderada que tome un papel activo en la explotación de
esos datos para proporcionar múltiples análisis e interpretaciones. Esta "ciudadanía"
engloba individuos, colectivos de todo tipo, empresas, instituciones, investigadores etc.
3) las administraciones públicas no introducen en sus organizaciones y mecanismos los
"resultados" del uso de los datos abiertos por la ciudadanía (mejoras en sus
procedimientos; nuevos servicios; reconocimiento y corrección de fallos …).

Por agente:

• Ciudadanos: ¿estamos en mano de unos ilustrados digitales (goverati)? ¿qué


capacidad tenemos para actuar dentro del sistema? ¿qué capacidad tenemos para
cambiar el sistema? ¿tenemos más libertad o estamos más vigilados que nunca?
¿compromiso con ideas/ideologías o implicación en causas puntuales? ¿lo digital nos
hace más globales o nos hace más locales? ¿qué impacto tiene la acción cívica online?
¿es substituto o complemento de la offline? ¿es la participación online un placebo para
activistas de salón?

Sobre esta reunión ya reflexiona en mi post/video sobre Libertades en la Sociedad Red.


En síntesis, surgen nuevas élites que en ocasiones tienen la tentación de querer
reemplazar a las anteriores (y aún activas) élites "analógicas" pero sin modificar el
aparato que sustenta el sistema.

En todo caso, son procesos emergentes y aún muy nuevos en que las predicciones están
destinadas a equivocarse en su mayoría. Así por ejemplo en el debate Todorov vs.
Shirky parece que el reciente caso de Túnez puede aportar un cambio de tendencia o
hacer más evidente algo que hasta ahora era poco visible (que el activismo online
también es útil en los regímenes dictatoriales). Pero también podría ser la excepción a
un patrón de creciente control ciudadano por parte de las dictaduras gracias a la
tecnología digital.

• Partidos: ¿es posible una acción política organizada fuera de los partidos? ¿tiene
impacto una acción política organizada fuera de los partidos que sustentan a los
gobiernos? ¿Hemos cambiado unos líderes tradicionales por otros digitales? ¿sigue
siendo necesaria la participación política organizada? ¿a quién representan los líderes
digitales?
Existe un peligro claro en la idea de "líder digital" dado que colocamos los medios antes
que los fines. A no ser que el adjetivo "digital" se tome en un sentido no instrumental,
como indicador de nuevas prácticas y culturas. Algo así sucede ya cuando hablamos en
educación de "competencias digitales" y nos estamos refiriendo a aspectos
comunicativos y relacionales además de tecnológicos.

La política basada en partidos tiene una enorme fuerza y capacidad de control en


nuestras sociedades. No parece que este modelo se vaya a venir abajo por las formas
emergentes de organización política y social, pero si que cada vez más tienen que
escuchar y negociar con ellas. Observamos constantemente el intento de utilización que
hace la política tradicional de las organizaciones, valores y debates "digitales". Es
evidente que la primera intención de los políticos es apropiarse de lo nuevo en su
beneficio para que en realidad nada cambie. Pero una vez pasada esta primera fase y
cuando poco a poco se vayan dando cuenta de la inutilidad de su deseo, entraremos en
un periodo de negociación de nuevos modelos entre lo viejo y lo nuevo (entendido aquí
en términos de valores y no de analógico vs. digital).

El futuro dependerá de la capacidad de las estructuras convencionales de adaptarse. Si


no lo hacen les surgirán nuevos "Obamas" o "Tea Parties" (como a los partidos
demócrata, al menos en la campaña electoral, y republicano, al menos en los dos
últimos años, en EEUU).

• Gobiernos e instituciones: ¿qué papel les queda a los gobiernos en una era de
abundancia de información y posibilidad real de voto electrónico? ¿son los gobiernos
innecesarios/inoperantes en una red global que trasciende jurisdicciones? ¿está lo
local disociado de lo global? ¿cuál es el papel de los gobiernos en casar lo local con lo
global? ¿Son nuestros intermediarios/representantes gente capaz de transmitir la voz
de abajo arriba? ¿Son nuestros intermediarios/representantes gente capaz de explicar
lo que ocurre de arriba abajo?

Los gobiernos deberían aprender de la transformación que están sufriendo las empresas
que pasan de ser estructuras cerradas pensadas para la eficiencia a convertirse en
plataformas que facilitan procesos de innovación abierta. En el caso de los gobiernos, su
papel como controladores de la ciudadanía y como tomadores de decisiones es cada vez
más innecesario, si alguna vez lo fue. En cambio, la creciente complejidad del mundo
en que vivimos hace cada vez más necesaria la existencia de estructuras que favorezcan
la creación de información y conocimiento, su distribución y uso abiertos y el diálogo y
debate para la negociación y toma de decisiones. En todos estos procesos el papel
protagonista lo tiene la ciudadanía, pero son los gobiernos los que pueden, al menos en
parte, generar las condiciones que los faciliten.

La cuestión de lo local y lo global nos enfrenta a los cambios que se suceden en las
escalas espaciales y temporales significativas y como operan. Antes lo local era
relevante en ciertas cuestiones y lo global en otros. Ahora en la mayor parte de debates
ambas escalas son relevantes generando una nueva realidad aparentemente paradójica.
Como buena parte de nuestras estructuras de gobierno tienen un componente espacial se
enfrentan al problema de que las escalas para las que estaban diseñadas originalmente
ya no son operativas (por ejemplo los límites administrativos de una ciudad) o no son
las únicas relevantes (por ejemplo la economía de un territorio)

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