You are on page 1of 3

¿Cómo transformar los problemas en bendiciones?

Rebeca se dejó caer en la silla cuando el médico le dijo que,


progresivamente, perdería la vista. “Esa degeneración del sistema visual, no
tiene cura”, le explicó con la frialdad de quien manera muchos casos así todo
el día.
Si algo amaba esta joven mujer, era disfrutar de todo cuanto le
rodeaban: un atardecer junto a la playa, una soleada mañana desde su
casita de campo y hasta la figura de los mimos que en un parque cercano a
su trabajo, imitaban el caminar de los transeúntes para ganarse unas
monedas.
Allí estaba, frente a la posibilidad de quedar ciega. Sintió que el
mundo se derrumbaba bajo sus pies.
Su esposo quedó atónito cuando la vio llegar a casa en un mar de
lágrimas, sin querer hablar. “Déjame sola”, le dijo y cerró la puerta tras de si.
Rebeca se aisló por un tiempo; un día, sin embargo, recordó que
había creído en un Dios de poder. Clamó a Él. Lo hizo con desesperación
pero luego con esperanza. No cesaba de hacerlo. Acompañaba sus oraciones
de clases de lenguaje Brayle para ciegos, que tomaba los sábados en la
tarde.
Dios obró sanidad en su vida. Aún ve, aunque con ayuda de lentes,
pero aún así, el glaucomatólogo no puedo menos que admitir que se trataba
de un milagro.
Hoy dedica su tiempo a enseñar a invidentes. Un problema, que ella
creyó sin solución se transformó en bendición y oportunidad de ayudar a
otros, gracias a la intervención de Dios. ¡Él transforma nuestros problemas
en bendición!
¿Qué manejo le damos a los problemas?
Todos los seres humanos nos vemos inmersos en dificultades: unas
generadas por nuestra insensatez, imprudencia o impulsividad, y otras, fruto
de factores externos. Procuramos resolver los obstáculos en nuestras fuerzas
y nos encontramos—para sorpresa y a la vez frustración--, que los problemas
se agravan antes que resolverse.
Muy a pesar nuestro, quisiéramos alejar de nuestros pensamientos
esa situación, pero sigue latente y mortificándonos. Aun cuando el asunto
nos da vueltas en la cabeza, no encontramos forma de salir del callejón en
que se ha convertido ese inconveniente. Si compartimos nuestra
preocupación con alguien más, terminará agigantándolo con sus
comentarios negativos y ensombrecedores.
Terminamos dimensionando aquél inconveniente. Lo tornamos
enorme, sin que lo sea. Agobiados, lo más probable es que nos dejemos
arrastrar por las circunstancias.
¿Hay forma de cambiar el panorama? Sin duda que sí, pero todo
depende de la actitud que asumamos. Si hay una actitud de fe, saldremos
victoriosos; si por el contrario, confesamos derrota, ruina y fracaso, jamás
podremos sacar el “virus de los problemas” de nuestra vida, hogar, trabajo e
incluso, iglesia.
Enfrentando los problemas
Si preguntamos a dios cuál es su voluntad cuando atravesamos
problemas, nos responderá categóricamente que su propósito es que los
enfrentemos y no que salgamos corriendo, con lo que además de
permanecer allí, lo más probable es que las dificultades adquieran una
nueva dimensiones y terminen por complicarse.
Si tenemos fe en nuestro amado Padre celestial, podremos abordar
cualquier inconveniente con el convencimiento de que alcanzaremos la
victoria. ¿De qué manera? Obrando como Abraham quien creyó en Dios. Él
estaba convencido—como debemos estarlo nosotros—que el Señor “… crea
cosas nuevas de la nada.”(Romanos 4:17 b. Nueva Traducción
Viviente)
En todo el proceso debemos evaluar si con los labios confesamos fe
negativa , es decir, “No se puede”, “Imposible”, “No resultará”; o por el
contrario, una fe positiva que profesa: “Con ayuda de Dios este problema se
puede resolver”.
Si encontramos que hay una actitud que proclama fracaso en medio
de la adversidad, es necesario revisar qué guardamos en el corazón porque
—sin duda—es lo que confesaremos con nuestras palabras.
El Señor Jesús enseñó: “… lo que está en el corazón determina
lo que uno dice. Una personas buena produce cosas buenas del
tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas
del tesoro de su mal corazón. Les digo lo siguiente: el día del juicio
tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho. Las
palabras que digas te absolverán o te condenarán.”(Mateo 12:34-
37. Nueva Traducción Viviente)
Haga ese auto examen con toda honestidad. Probablemente
descubrirá que es usted y nadie más que usted, por su incredulidad, quien
agrava los problemas y no les encuentra solución.
La fe en Dios, un factor decisivo
Dios no quiere que sigamos obrando bajo la óptica de la duda y la
incredulidad, sintiendo cómo luchamos en nuestras fuerzas. No hacemos
más que complicar la situación. Si por el contrario, tenemos fe que para Dios
no hay nada imposible, encontraremos salida al laberinto.
Tenga presente que en medio de la sociedad en la que nos
movemos, gobernada por el escepticismo, usted y yo vamos contra la
corriente cuando andamos en la fe como vía para resolver las dificultades
que nos asaltan con frecuencia.
No se deje arrastrar por la corriente
El mundo en el que usted y yo interactuamos, querrá contagiarnos
de la incredulidad y, lo más probable, es que nos ofrezca soluciones al
margen de Dios. Siempre, inevitablemente, volveremos al punto de partida y
quizá con inconvenientes más grandes. No podemos permitirlo. Es una
decisión individual en la que debe prevalecer nuestra fe.
Sobre este particular el rey Salomón escribió: “Delante de cada
persona hay un camino que parece correcto, pero termina en
muerte.”(Proverbios 16:25, Nueva Traducción Viviente) Aunque la
sociedad nos ofrezca posibilidades para salir de la crisis, el verdadero
camino está en Dios.
Cambie su forma de pensar
Hasta tanto sigamos dimensionando los problemas y dejando de
lado la fe en el dios de poder que nos ayuda a resolver los problemas,
seguiremos perdidos en el laberinto. Es imperativo que transformemos
nuestra forma de pensar y así cambiará nuestra forma de actuar.
El apóstol Pablo fue claro cuando enseñó a los cristianos de Roma
en el primer siglo, y a nosotros hoy: “No imiten las conductas ni las
costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme
en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces
aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es
buena, agradable y perfecta.”(Romanos 12.2, Nueva Traducción
Viviente)
No podemos permitir que nos mueva la duda que prevalece en
nuestra sociedad. Sólo avanzamos en la medida en que permitimos que Dios
transforme nuestra manera de pensar, que alimentemos la fe en el poder de
Dios—que es ilimitado—y nos convenzamos que puede resolver nuestros
problemas.
¡Es tiempo de que se produzca un cambio de 180 grados en el curso
de nuestra vida! Con el acompañamiento de Dios, los tropiezos cotidianos y
que nos roban la paz, pueden transformarse en soluciones y oportunidades
para crecer en las dimensiones, personal y espiritual.
Un paso esencial: reciba a Jesucristo
Jesucristo transforma nuestros problemas en soluciones y
bendiciones. Por eso, es imperativo que lo reciba en su corazón como su
único y suficiente Salvador. Allí donde se encuentra, puede hacerlo. Basta
que le diga: “Señor Jesucristo, te recibo en mi corazón como mi único
y suficiente Salvador. Gracias por morir en la cruz por mis pecados,
perdonarme y abrirme las puertas a una nueva vida. Haz de mi la
persona que tú quieres que yo sea. Inscríbeme en el libro de la vida.
Amén”

You might also like