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Las causales por las que un periodista puede argumentar la aplicación de la Cláusula de
Conciencia son:
A) Cambio notable de la línea editorial o deontológica del medio en el que trabaja que
afecte directa y gravemente la libertad de conciencia del periodista.
C) Afectación moral por la alteración de una nota propia que vaya a difundirse con su
autoría. Las modificaciones realizadas en los procesos de edición, los cambios de
sentido del artículo o la sustitución de firma son situaciones abarcadas por esta
disposición. El periodista puede exigir que se le retire su nombre en el caso de que el
sentido del artículo haya sido modificado notablemente o que se hayan omitido aquellos
elementos que daban el sentido original de la nota, en forma deliberada. El ejercicio de
este derecho reconoce la potestad del editor de modificar una nota, según su criterio y
buena fe y siempre que ello no implique que incurra en las causales antes mencionadas.
En este supuesto, no deberá incluirse la firma del autor original. También el periodista
puede invocar este derecho cuando esté en riesgo su integridad física, moral o laboral.
F) Violación del secreto de fuente. Ante el pedido de sus jefes y siempre que se
garantice por los superiores la preservación del pacto de confidencialidad solicitado
oportunamente, un periodista debe informarles cuáles son las fuentes consultadas para
una nota. El secreto de fuente debe ser respetado por el periodista y por los editores del
medio; en caso de estar amenazado, el periodista puede apelar a esta cláusula para evitar
que se violente ese acuerdo.
ARTÍCULO 4: Aplicación
A) El periodista que vea agraviada su conciencia por alguna de las causales citadas
puede exigir individualmente ante las autoridades de la empresa una instancia de
mediación para hacer valer su objeción. De ninguna manera por ese reclamo el
periodista puede recibir algún tipo de represalia por parte de sus empleadores, ya sea
salarial o en cuanto a las tareas que venía realizando previamente. Cualquier medida
coercitiva de ese tipo puede ser entendida por el periodista como una injuria laboral
grave, recibiendo la compensación indemnizatoria establecida por el Estatuto del
Periodista. En caso de que exista una comisión gremial interna en dicha empresa, el
periodista puede canalizar esa demanda a través de sus representantes sindicales.
F) Ninguna persona que sea citada como testigo en las demandas judiciales generadas
por presuntas violaciones a la Cláusula de Conciencia y que trabaje en las empresas en
cuestión será pasible de sanciones o castigos de ningún tipo por parte de los
empleadores y gozará de la una protección indemnizatoria similar a la que establece el
Estatuto del Periodista para los despidos sin causa de los representantes sindicales
internos. Esta protección especial durará hasta un año después de que el juicio haya
concluido y tenga sentencia definitiva, con autoridad de cosa juzgada.
CONTEXTO:
En ese plano debe entenderse que los medios estatales no deben ser considerados como
usinas de propaganda gubernamental. Y los medios privados no pueden ser entendidos
sólo desde la lógica de los intereses económicos, corporativos o de cualquier índole. En
ambos casos se debe priorizar el derecho del público a tener una información veraz y
completa de los hechos que suceden. Y el derecho del periodista a cumplir con ese
mandato social que la ciudadanía ha depositado en su trabajo.
También, como se citará más adelante, resulta imposible pensar en que el único resorte
aplicable para la Cláusula de Conciencia sea la posibilidad del periodista de
considerarse despedido sin causa. En un país donde el índice de desempleo entre los
trabajadores de prensa es muy alto y donde las condiciones de flexibilización laboral en
el sector constituyen un agravante a esa situación, una normativa que sólo establezca esa
variable extrema se vuelve una encrucijada para el periodista que quiera hacer valer su
derecho a la protección de su conciencia.
Por ello, esta iniciativa plantea instancias intermedias en aquellos casos donde las
situaciones puedan ser salvables. De esa manera, el periodista no perdería su fuente
laboral y la sociedad podría conservar su derecho a mantenerse informado de manera
más fehaciente.
Para la elaboración de esta propuesta se tuvieron en cuenta no sólo los marcos legales
que existen en el país en materia laboral y de libertad de expresión, sino también lo
aportado por los Tratados Internacionales incorporados a la Constitución Nacional, el
aporte de especialistas en la materia, bibliografía específica, proyecto de normativas de
legisladores nacionales, antecedentes internacionales y otras documentaciones y aportes
propios de FOPEA a partir de su experiencia en sus ocho años de existencia y de la
información suministrada sobre situaciones de atropello a la libertad de conciencia de
los periodistas en toda la Argentina.
Con todo ello se analizó cuáles deberían ser las causales por las que un periodista podría
exigir el cumplimiento de la Cláusula de Conciencia frente a algún tipo de presunto
atropello por parte de sus empleadores, sean estos estatales o privados. El cambio
sustancial en la línea editorial del medio, ya sea en materia deontológica o ideológica,
objeciones de conciencia por cuestiones éticas en el contenido o el enfoque en los
artículos y notas periodísticas que le asignen; el violentamiento de los derechos morales
sobre las obras ya sea en los procesos de edición, en los cambios de sentido del artículo
o en la sustitución de firma y la atribución de un escrito que no es propio, son los puntos
comunes que existen en legislaciones de diferentes lugares del mundo. A todos ellos,
esta iniciativa quiere agregar como causal de aplicación de la Cláusula de Conciencia la
modificación de la situación laboral del periodista, atribuyéndole tareas que no hacen a
su función como tal, como por ejemplo la venta de avisos publicitarios o la publicación
de publicidad encubierta. Todos estos hechos deslegitiman la función del trabajador de
prensa e hipotecan su credibilidad, principal eslabón de su vínculo con la sociedad.
Sería fundamental, además, que los medios de comunicación tengan un Código de Ética
autogestionado y con participación de los periodistas en su redacción, y que estas
normativas sean de conocimiento de todo el público, para que éste pueda ejercer un
control “fiscalizador” sobre su cumplimiento. La figura del “ombudsman” o “defensor
de la audiencia” en el interior de los medios, pueden ser un instrumento importante para
vehiculizar esas demandas o para corregir conductas que se aparten de esos postulados
deontológicos. Las experiencias en la materia en la Argentina son muy escasas y
constituirían un gran avance en la relación de los medios con la ciudadanía, en su
responsabilidad social y en el compromiso informativo de la búsqueda de la verdad.
FUNDAMENTOS:
La Cláusula de Conciencia viene a resguardar no sólo los derechos individuales del
periodista en torno a cuestiones éticas o ideológicas frente a determinadas exigencias de
su empleador. También busca proteger el derecho de todos los ciudadanos a recibir una
información “veraz y adecuada”, tal como sostiene la Constitución de la Nación
Argentina cuando habla de determinados derechos de los ciudadanos.
Para ello es necesario entender el rol social que cumplen los medios de comunicación y
los periodistas en la construcción de ciudadanía.
Pero también existen marcos referenciales teóricos que abordan ese vínculo entre la
función del periodista y la demanda de acceso a la información por parte de la
sociedad. El especialista Carlos Soria (en su texto “Más allá del capitalismo
informativo” - Lección Inaugural del Curso 1987-1988 de la Facultad de Ciencias de la
Información de la Universidad de Navarra) cita a J. L. Martínez Albertos, ("Formación
del periodista" en 'Boletín Informativo Fundación Juan March'): “la comunicación
social, dadas sus características, requiere procesos y fases de más o menos complejidad
—desde poner en forma los mensajes hasta producir los medios informativos o
comunicar la información-, que escapan generalmente a las posibilidades reales del
público. Lo normal será, por eso, que el público carezca de tiempo, organización,
medios materiales, o capacidad adecuada para ejercitar dos de las tres facultades que
integran el derecho a la información: la facultad de investigar y la facultad de difundir
información. La plenitud, por tanto, del derecho a la información del público sólo se
alcanza por mediación de las organizaciones informativas y de los profesionales de la
información. Y así esta idea de mediación, de intermediación natural, permite hablar de
una delegación tácita del ejercicio de las facultades de investigar y difundir, y abre la
vía para la adecuada construcción del deber profesional de informar”.
Soria también cita a Benito Jaén ("El secreto profesional de los periodistas", en 'Boletín
Informativo Fundación Juan March') y dice: Los profesionales de la información "son
los delegados del público para la delicada misión de administrar el poder de informar"
(59). Martínez Albertos califica al informador profesional como "administrador y
gerente" del derecho humano a la información”.
Soria concluye: “La información es, así, un acto de justicia por un doble título. Al
investigar y difundir información, se da a cada uno lo suyo. Pero, además, es un acto de
justicia porque al investigar y difundir información se está cumpliendo el mandato
general y tácito de la comunidad. De esta forma, y a partir de esta doble raíz, la
actuación informativa profesional —no hay que olvidar que todo derecho origina un
deber, y todo mandato aceptado también— se hace paradigmática por referencia a un
deber: el deber profesional de informar. Es verdad que el público —titular del derecho a
la información- puede y debe participar como hombre y como ciudadano en la actividad
informativa. Pero otra cosa bien distinta es ejercitar las facultades de investigar y
difundir información a título de experto, de modo habitual, con un determinado nivel de
idoneidad y competencia. Con otras palabras: cosa bien distinta es actuar en el campo
informativo como hombre o como ciudadano, que hacerlo cumpliendo libremente el
deber de informar”.
Según el especialista Mariano Román “el periodista debe lograr un equilibrio entre la
necesaria libertad e independencia en el ejercicio de su profesión, y las limitaciones que
surgen como consecuencia de ser un empleado de una empresa informativa. Así, cobra
vital importancia la necesidad de contar con una herramienta fundamental como la
cláusula de conciencia. La finalidad de este instrumento no sólo es la de resguardar la
independencia del periodista ante algún cambio en la línea editorial del medio que lo
emplea, sino que también se erige como garantía de una opinión pública libre”.
Román enumera entre las causales para apelar a la cláusula de conciencia la posibilidad
de que “la línea editorial o la orientación ideológica del medio haya cambiado
notoriamente, de forma tal que el periodista se considere afectado negativamente en su
ideología o en su dignidad profesional”. Como también cuando se vean afectados los
derechos morales de los periodistas sobre sus obras: “Esto significa que puede ser
invocada cuando una nota haya sido modificada por editores y jefes --suprimiéndoles
pasajes o cambiando la idea central-- pudiendo el profesional negarse a que figure su
nombre como autor. También, cuando un superior decida suprimir la firma como forma
de castigo o presión, siempre y cuando ésta figurara de manera habitual. Asimismo, en
virtud de esta cláusula, el periodista no estará obligado a realizar o firmar artículos que
vayan contra su propia conciencia o violen normas éticas de la profesión”.
El especialista también sostiene que: “En nuestro país no hay un cuerpo legal que
contenga ni regule el ejercicio de esta herramienta jurídica, ni tampoco está enumerada
de manera taxativa en el Estatuto del Periodista Profesional. La jurisprudencia en la
materia es escasa y es la doctrina la que marca el camino para la interpretación de los
casos que se plantean en el fuero laboral. Ésta entiende que el artículo 39°[ii] del
Estatuto define específicamente las causales de despido sin obligación de indemnizar y,
como la cláusula de conciencia no se enmarca entre esas causas, su invocación para
rescindir el vinculo laboral resultaría en una indemnización para el periodista”.
Por su parte, el especialista Miguel Rodríguez Villafañe sostiene que “la llamada
‘Cláusula de Conciencia’ tiene su justificación en la particularidad de la función del
periodista profesional y la necesidad de evitar condicionamientos que violenten la tarea,
en razón y con motivo de la relación de dependencia laboral. Busca tutelar la dignidad,
la calidad profesional, la ideología y las convicciones éticas o creencias de los
informadores”.
Además, ratifica esta postura en el rol social que cumplen los periodistas frente a la
ciudadanía y el contrato de lectura basado en la credibilidad que se establece entre
ambos. Dice Rodríguez Villafañe: “Un cambio de concepción o de propuesta
profesional implica una interferencia en la conexión existente entre el informador y el
informado. Ello puede afectar gravemente el concepto que sobre la tarea del periodista
tiene su público lector, oyente o televidente. Además, se suma la violencia moral que
puede sufrir el o la periodista, ante órdenes que no comparte, y que siente que ello
compromete negativamente también su prestigio y conducta personal”.
“La cláusula de conciencia pretende hacer respetar los derechos profesionales esenciales
en la relación de trabajo, ya que el periodista no es un “mercenario de la pluma”, explica
Rodríguez Villafañe. Y agrega: “La institución aparece al ejercer el trabajador de prensa
una verdadera objeción de conciencia, ante el poder de dirección del dueño o de quien
tiene la superioridad de mando, en el medio de difusión en el que recibe un salario por
su tarea. De esta forma, ante un pedido o un cambio de la patronal, que violente, como
se ha expresado, la postura esencial del accionar de la persona de prensa, de no
revertirse lo cuestionado por el periodista, la cláusula permite transformar la situación
en un autodespido remunerado. Esta opción refuerza la independencia del informador,
le permite defender su dignidad y ayuda a la calidad informativa”.
Según Rodríguez Villafañe: “El periodista debe tener la libertad para no escribir una
nota, o no participar en la investigación o producción de un tema, o no firmarla o
hacerlo con seudónimo, en la medida que fundamente sus motivos. Hoy, con el avance
del periodismo en todos los planos, incluido el tecnológico, pasó de ser una cláusula
‘ideológica’ como en sus orígenes, a una cláusula ‘deontológica’. El objetivo, en
cualquier caso, debe ser proteger al periodista”.
La senadora aclara: “Si bien la cláusula de conciencia se presenta como una garantía
individual, no significa que se quiera dar a los profesionales de la información una
mayor o reforzada libertad de expresión”. Y plantea que lo que busca su proyecto de ley
es que se reconozca que: “En la medida en que los profesionales de la información son
el factor fundamental en la producción de información, surge la necesidad de otorgarles
una protección básica. Hay en su trabajo un elemento personal, humano, intelectual, que
el derecho no puede dejar de lado. De modo que la cláusula de conciencia no es sólo un
derecho subjetivo, sino una garantía a la confianza y credibilidad de los medios de
comunicación, en tanto condición fundamental para su prestigio como informadores.
Medios independientes expresan y sirven a la construcción de una opinión pública
vigorosa. La protección de la independencia del profesional de la información
salvaguarda también a la sociedad destinataria de esa información”.
En los fundamentos de ese texto también se cita al especialista Damián Loreti quien
sostiene que “la cláusula de conciencia es la vía legal, según Carlos Soria, por el cual el
periodista puede abandonar en forma voluntaria la empresa, percibiendo igual
indemnización que si hubiera sido despedido injustamente. Esta fórmula legal puede
invocarse en el caso de un cambio notable en el carácter u orientación de la publicación
o programa, si este cambio genera para el periodista una situación susceptible de afectar
su honor, reputación o intereses morales”.
“En tanto y en cuanto el periodista reconozca al público como titular del derecho a la
información, y a la información como un producido intelectual con función social, la
cláusula de conciencia resulta imprescindible para garantizar la independencia de
criterio del profesional en el seguimiento, obtención y tratamiento de la información”,
sostiene el texto de Recalde.
La propuesta de una Cláusula de Conciencia, por lo tanto, debe ser comprendida desde
una óptica que abarque tanto el derecho laboral y personal del periodista como la
defensa de la libertad de expresión, teniendo como sustento el mandato social del
trabajador de prensa en la materia.
La Argentina perdió su oportunidad de contar con esta figura tan trascendental en las
democracias modernas cuando se reunió la Asamblea Constituyente de 1994. Sin
embargo, hay diferentes figuras que constituyen un complejo engranaje donde esa
normativa tiene sustento. Desde Pactos Internacionales que tienen rango constitucional
hasta la propia Carta Magna, pasando por el Estatuto del Periodista Profesional. A los
derechos colectivos ya mencionados también se suman los propios del periodista, tanto
en materia profesional como los que atañen a su condición de ciudadano.
Por otro lado, la Convención Americana Sobre Derechos Humanos (suscripta en San
José, Costa Rica, el 22 de noviembre de 1969 y aprobada por la República Argentina
mediante la ley 23.054) también hace hincapié en estos derechos colectivos.
En el segundo punto señala: “Nadie puede ser objeto de medidas restrictivas que puedan
menoscabar la libertad de conservar su religión o sus creencias o de cambiar de religión
o de creencias”.
Y, en el tercero: “La libertad de manifestar la propia religión y las propias creencias está
sujeta únicamente a las limitaciones prescritas por la ley y que sean necesarias para
proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral públicas o los derechos o libertades
de los demás”.
Y en el tercer inciso explica: “No se puede restringir el derecho de expresión por vías o
medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para
periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la difusión
de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación
y la circulación de ideas y opiniones”.
Y en el Artículo 19, “Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones”. Además
expresa “Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende
la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística,
o por cualquier otro procedimiento de su elección. El ejercicio del derecho previsto en
el párrafo 2 de este artículo entraña deberes y responsabilidades especiales. Por
consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones que deberán, sin embargo, estar
expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para: a) asegurar el respeto a los
derechos o a la reputación de los demás; b) la protección de la seguridad nacional, el
orden público o la salud o la moral públicas”.
En cuanto a las vías habituales para que el periodista pueda hacer sus derechos,
generalmente plasmadas en la Justicia laboral, se plantea en esta iniciativa la posibilidad
de recurrir –en caso de que fracasen las instancias de mediación ya citadas- la
posibilidad de recurrir a la acción de amparo, con los plazos establecidos para esta
figura. Como con esta propuesta de ley se defienden derechos fundamentales del
periodista como individuo y profesional y también de todos los ciudadanos se toma
como referencia lo que reza el Artículo 43 de la Constitución de la Nación Argentina:
“Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no
exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades
públicas o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o
amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos
por esta Constitución, un tratado o una ley”.
ANTECEDENTES:
- Los primeros estatutos profesionales del siglo XX como los de Austria (13 de enero
de 1910), de Hungría (28 de marzo de 1914), el Convenio Colectivo de la República de
Weimar de 1926, como así también al contrato colectivo de los periodistas checos de
1927, dan marco al origen de esta figura (Recalde).
- Hay disposiciones de los tribunales de Italia durante los años veinte que abordaron
tangencialmente el tema. Incluso fueron la fuente de inspiración para Francia: allí se
incluyó esta institución en su Código de Trabajo, en 1935. “Esta legislación ha sido la
base para una serie de normativas al respecto, en diversos países y fue incorporada
constitucionalmente por España en su constitución de 1978, en el artículo 20.1.d”,
explica el especialista Miguel Rodríguez Villafañe. - En Francia, la cláusula de
conciencia está incluída en el Estatuto del Periodista, que es de 1935 (y en 1972 lo
extendió a los periodistas free lance que colaboran en un medio). Allí se contempla
también lo que ellos llaman una “cláusula de cesión”, que implica que cuando hay una
venta total o parcial de acciones, se abre un período de 6 meses para que los
trabajadores puedan dejar el medio con una indemnización de despido sin causa, en
desacuerdo con ese traspaso accionario. Si el medio rechaza la apelación a la cláusula
de conciencia, se recurre a una Comisión Arbitral.