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Al ser el hombre una criatura única se ha encargado desde sus inicios por
“ascender”. Un ascenso que lo distingue ante el resto de las especies por ser
cargada de razón y emoción.
Sin embargo, hace dos millones de años fue cuando se dio la máxima
proximidad de un hombre, con el Australopithecus. Al parecer medía en
promedio un metro con veinte centímetros, probablemente un carnívoro,
caminaba en posición erguida y contaba con un cerebro más grande. Éste ya
elaboraba herramientas rudimentarias de piedra cuyos cantos afilaba a base de
golpes, y posteriormente, realizó un acto provisorio de preparar y guardar
guijas para utilizar en un futuro. Todavía en esta época no éramos hombres; un
millar de años más tarde lo seríamos.
Para la segunda glaciación es decir, hace doscientos mil años, había aparecido
ya el hombre Neandertal, con un cerebro más grande. Se destacaría en la
fabricación de nuevas clases de armas como el lanzador de venablos, el
bastón, el arpón y los instrumentos de pedernal. Esta especie, habiendo
sobrevivido a la tercera y última glaciación, contaba ya con una flexibilidad
mental para reconocer los inventos y convertirlos en propiedad de la
comunidad. La mejor alternativa en la caza era la de perseguir a los rebaños,
adoptar sus hábitos, y anticiparse a sus muy secuenciales migraciones.
Esta forma de vida trashumante sólo la conserva un reducido grupo humano en
la actualidad, los lapones, que viven al extremo norte de Escandinavia.
El encanto del arte rupestre llegaría hace treinta mil años. Era en el fondo de
las cuevas donde el hombre desataba su imaginación y plasmaba todas sus
imágenes proyectadas en su cerebro y las llevaba a la piedra. Era este artista,
el Homo sapiens. Pudo en esta oscuridad, plasmar todo lo que podía concretar
en su imaginación. Es aquí cuando nuestra especie prevé el ascenso del
hombre, ya que su ensanchamiento imaginativo se ve cada vez más realizado
en su evolución cultural.
Estos vestigios nos comunican que la visión del hombre siempre ha estado
latente en este mundo. La riqueza de sus facultades siempre le hizo
proyectarse hacia algo más grande, más ambicioso, hacia algo más
sustentable, a ese algo, que siempre está en ascenso.