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POR
CLAUDIO MARCO
CONTEMPORÁNEO
ENSAYO EXTENSO
ANDES
LA VIGILIA (1)
registrada bajo esa tecnología que rechazó Baudelaire y vindicó Walter Benjamin. Aquí
están plasmadas sobre el vidrio. Estas fotografías también son algo más. Son un río,
muchos ríos, los ríos que tanto muerto arrastraron y aún arrastran sus corrientes. Pero no
hay cadáver, no hay cuerpo, no hay sujeto. Solamente la prenda, el objeto que lo
devuelve sin el ser y que lo convierte en una entidad de la memoria. Tuvieron vientre,
blanco, la gorra azul engañan con el colorido y con la sensación acuática que los
Dolente
LA VIGILIA (2)
Los Columbarios están vacíos. Los muertos, lo que quedaba de ellos: ceniza o hueso,
eternidad. El Cementerio Central quedó así disponible para los propósitos urbanos que
vetaron el uso funerario de un espacio sagrado para los dolientes, pero que estaba fuera
columbarios sin el ritual que los justificaban comenzaron su deterioro, botín para la
sentenciada demolición. A la muerte que allí habitaba, le vino una muerte más, ruinosa
y desolada. Entonces tanta tumba abandonada en contraste con tanto muerto sin tumba:-
Un intento de dialogar con las múltiples apreciaciones acerca del Arte Contemporáneo,
incita a generar un punto de vista partiendo del clásico método de inquirir por el asunto
pregunta está resuelta y todo el preguntar quiere dejarse como una inquietud del pasado.
Arriesga quien pregunta, arriesga quien contesta y los conceptos alarman porque
suscitan la polémica.
un pasado del cual se libera, para potenciar una conciencia de temporalidad que pone
sello a lo que genera y a su vez se abre a lo por venir, le da opción y libertad, por que
no puede, ni bebe anular el futuro. Desde la comodidad de una apreciación así, las
expresiones y formulaciones respaldadas por un saber o por el obrar mismo del artista,
se disponen sobre seguro como la voluntaria que conoce el pulso de quien arroja la daga
derivamos rasgos y matices sobre los cuales identificamos vertientes y tendencias que
disolución de las fronteras para desacralizar la gran obra y dar fin a su privilegio.
pues también acaece el derrumbe de la ventaja espacial museal para darle cabida al
afuera; exterioridad que rebasa todo límite, hidra que extiende sus ramajes incluso más
allá del escenario urbano al acudir a territorios impensados para el arte. Se abre por
ante nuestros ojos era elemental o preso en la obediencia de las formas. No hay ya el
estética clásica, no se reconoce tampoco un modelo cultural único: cada grupo social se
informado frente a la decisión del artista con el lenguaje y los formatos de su obra. Un
seguir su olfato creativo, les atormentaba el temor a quedar por fuera de las tendencias
que ilusionaron y rindieron culto a las abstracciones. Con cierta sombra vergonzante se
con las nuevas dimensiones y los alcances de una obra que como la de Francis Bacon,
Wilfredo Lamn o Roberto Matta, incitaban a explorar lo que la figuración posibilita en
en los desafíos del color como acontece en las insinuaciones figurativas del pop.
Convicciones como las de Luis Caballero, Oscar Jaramillo, Germán Londoño muestran
discurso - tan reclamado por tendencias inclinadas al puro decir- no agota empero su
brillante contemporaneidad y vale por eso, volver la mirada hacia las apuntaciones de
Martín Heidegger que discurre su meditar frente a lo grandemente trivial para dilucidar
como, el acontecimiento esencial se revela en las cosas mismas, puestas así en su ser, tal
permite retomar en la figura, el más allá de las formas, los símbolos que de ella
emergen; allí aflora un universo que contiene lo que se ve o lo que requiere descifrarse
desde la reflexión, o en las alusiones con las cuales se compromete: los entornos de un
Toda creación hace parte del espíritu de la época, esa disposición creativa se le nombra
tal como se define un determinado período social y político, o al menos así ocurrió,
hasta que lo contemporáneo irrumpe, ya no desde una dadiva de la época, sino como
una separación del orden social y político. Lo hace, asumiendo el fin, la muerte de todo
código instaurado por la modernidad: muere ahora también el hombre, muere el reino de
la forma y muere el arte mismo. Esa tajante ruptura libra al arte de cualquier fidelidad,
incluso le libera de escuelas, movimientos, tendencias y lo pone ante la tarea de
resolver la necesidad estética desde las respuestas- que pueden prescindir de cualquier
sujeto-objeto, la muerte del primero, la destrucción del segundo, para posibilitar un acto
mediador.
extremos que suprimen nuestro miedo a lo sublime; hace posible la cercanía y esa
aproximación- que al igual es tan insondable como toda lejanía- nos enfrenta al hecho
artístico, a su presencia desafiante. El reto que nos exige nos incita a decodificarlo y
motiva nuestro esfuerzo para aceptarlo allí dónde ha sido redimensionado, más allá de
intocable. En esta acordada burla del espacio o en el arrojo al caos del afuera, aparece,
que hace a la cotidianidad otorga su secreto, cualidad de la cual sigue gozando la obra
bien a los saberes que por naturaleza tiene cada individuo para estimular su
disponibilidad , para enfrentar lo que allí está como un posible relato-¿metarelato?- que
según señala el dedo, sino que se abre el elemento comunicativo en donde no hay una
universo que se desprende del hecho artístico, cuyo propósito, está basado en el
exploración que continúa frente al efecto del espectador, ante él lo puesto en escena
aparición instantánea. Todo está ahí. Nada está ahí. El registro es la arqueología
intencionalidad o reflexión.
Todo lo anterior no debe llevar a esa confusión dónde presuntamente aparece una
búsqueda cuyo hallazgo resuelve el destino de la obra, no equiparable por esto mismo
de la Naranja Mecánica.
Lo artístico es una incisión, extracción más bien a la mutante torre de Babel que detiene,
congela, evidencia, una manifestación de las múltiples realidades puestas bajo el efecto
hecho que se instala o bien una realidad propia o bien un llamado de atención que nos
interpretaciones. Y estamos ahí como en la imagen que describió Antonin Artaud para
dar cuenta de la muerte de las formas y dar mejor prioridad a las señales.
LA VIGILIA (3)
personas que arrojaron al río; son los recuerdos de quienes el río nunca devolvió-. Una
conmoción de la tragedia que cada objeto relata. El hombre al cual pertenece cada
objeto, más bien su ausencia, demanda el por qué aceptamos tanta inhumanidad. A la
sala entran y salen los pueblerinos; los que han quedado y sobrevivido, los que partieron
y volvieron, los que huyeron y a pesar de la amenaza o lo perdido, retornan. No sólo son
asisten son padres, madres, cónyuge, hijo, hermana, amigo de quien está representado
Dolore
LA VIGILIA (4)
La iconografía de los cargueros del siglo XIX, el trasporte centrado en el cuerpo como
medio, fuerza y voluntad; el oficio de cargar y ser cargador con las literas y silletas,
vuelven en la serie de grabados que, ahora los representa trasportando los miles de
supresión del otro. En la simbología allí implícita, los cargadores recogen a los muertos
no encontrados y los llevan a los 8957 nichos vacíos que, en otros tiempos, alojaron
Dolente
ENTRE LAS SEÑAS
Precisamos ahora un referente para rastrear las apariciones del arte contemporáneo.
legado y respuesta con nuestro acontecer histórico. Aún respira cerca a nuestro oído los
ecos de la ultima versión, en número la 42; algo de los efectos de su discusión nos pisan
los talones. De ayer casi, fue el despliegue que lo anunciaba como el mayor evento
pregonó el matiz que puso nombre a la orientación y donde se puede intuir una alusión
que puede, o debe ser, el conjunto y el resultado del transitar de los procesos de
curadoría que, en las regiones, convocaron una lectura sobre los comportamientos y
trazos culturales; acuerdo en cuyo consenso se reta el ingenio de los artistas para
resolver temáticas que deben verterse a una propuesta estética, quizás incómodas,
autocríticas frente a que es eso de ser curador y hacer curaduría. Todo este despliegue
arte que se abrió paso conservando una postura estética autoprotegida ante los asaltos de
la representación de esas figuras que se distorsionaban para dejar emerger una crítica
ocre que desacralizaba y anunciaba la catástrofe por venir, contenían demasiada libertad
arte ascendente en la escala de valores regida por un pasado acaso ya raído y fuera de
lugar.
La espera dejó puesta la deuda y sólo en la década del cincuenta, con el aporte de
nutren el impulso para abrir el espacio a quienes osan ponerse al día con los pasos, ya
habían hecho historia, escandalizados ahora ante las precipitadas provocaciones que
Los vientos eran favorables para las rupturas, el ambiente auguraba el desocultamiento
y una cierta idealidad dominaba los desafíos estéticos que chocaron con la custodia
oficial del Salón, resistente al abandono de la cautela estatal; guardián de un orden que
fiebre de revoluciones, seductoras del ímpetu juvenil de los sesenta. Lo que arrastró de
frustrante esta actitud política, que se amparó bajo una entronización del Salón, incidió
La entusiasta apertura de la Bienal nace con la convicción de mostrar el más allá de una
modernidad con pasos de cangrejo; en sus visos de retroceso aparecían los temores ante
invitados, sino en aquellos artistas colombianos que encarnaban las expresiones de una
Nacional: Botero, Alcántara, acudieron allí para encontrarse con un aire más liviano en
cristal y dejó correr una tolerancia inesperada para dar paso a una libertad candente que
tocó, con sutil irreverencia, íconos de su cultura: El Gardel en llamas, la Piedra del
Peñol intervenida con una gramática monumental. Con el tardío nombre de Cámara de
Amor - obra hito, incompleta en el envió y en cierto modo dispersa en la memoria de las
de Arte con una propuesta que, sin temor a recurrir a la figuración, conjura la dictadura
que fortalecieron allí sus cimientos, luego, esos nombres responderían, desde la
continuidad de su obra, por la consolidación de un arte con una identidad reconocible y
que configuraba un panorama vital del arte colombiano: Darío Morales, Oscar Muñoz,
en medio de lo que suscitaban el Salón Nacional, las Bienales- Col tejer y Artes
en el letargo, carente de los territorios propicios para exhibir el fragor creativo y a quien
correspondía entregar un arte que, diera cuenta de nuestro ser colectivo y poner en el
escenario nacional, a los exponentes de esa contemporaneidad, la que aún no era, la que
de Arte Moderno.
Norteamérica y aquí se hacían como réplica, eco; postura motivada por el afán de
novedad de algunos artistas. Sin embargo entre lo uno y lo otro, se forjaban las rutas
estética contemporánea- al encuentro con los lenguajes, formatos y los temas de una arte
al menos en lo que tiene que ver con su espíritu descifrable y confrontador frente a la
realidad.
Los tiempos cambian y nos cambia. Y así mientras la historia va sin la prisa que el
vértigo del pensamiento exige, nuestra escena local saltó de la magnanimidad de los
Salones Nacionales iniciales, con los vetos que imponía un poder celoso de las
regionales que van dando forma al Salón Central, produciendo un horizonte más
llegar a esta visión del Salón, muchas corrientes diversas atravesaron el río; en el curso
de los años se vio cercado por manifestaciones que le desafiaban desde una
contemporaneidad más atrevida- las Bienales y los salones ya aludidos- pero además se
virtud de la coherencia de su obra, generaban más ruido que el conjunto de las obras que
mismo.
nacional año 1987. Crucial evolución que altera su historia y modifica su quietud para
propiciar su errancia y en ella las cercanías posibles.
mantener una práctica de autoexamen para superar las agonías que siempre saben
volver, o incluso para tentarse por la posibilidad de auto aniquilarse. Al menos esa fue
afrontar la controversia y las centenares voces que protestan ante el inesperado cambio
de guión en los criterios de selección: los artistas y las obras escogidas, vieron llegar y
hace voz con otras numerosas voces que escribieron su descontento. Turbia felicidad del
acto inconforme.
Al entrar a la última década del siglo y al iniciar el nuevo siglo, se está innegablemente
que depara un porvenir que puede sumar todos los actos creativos de un milenio y a su
vez traspasar un siglo que trampeaba con su imagen global y agredía la filosofía social
como retrospectiva y perspectiva del arte contemporáneo en el cenit ilusorio del año
2000; valido examen en cuanto a las dilucidaciones que se derivaron de los hallazgos y
este esquema de la acción expositiva se basa en la suerte que corre el curador, su perfil -
renuncia a las decisiones unilaterales que ahora son mano extendida, debate consensual
del cual se desprende el criterio y da forma a los contenidos para generar confianza a un
los periodos aquí aludidos, implicaron la participación del sujeto expuesto a la obra de
protagonismo del sujeto en el destino de la obra, incluso desde la aparición del primer
Salón, y así lo pretendía el agitado ministro de educación Jorge Eliecer Gaitán, que
El espectador pasivo es hoy una figura lejana, se pierde en un paisaje borroso donde la
contemplación mina su poder e involucra y reclama la inserción del grupo, de la
para devolver el origen y el lugar oculto en el cual antes no podía estar. El Encuentro
involucran a toda una ciudad, escenario que se riega y disemina por sus múltiples
actores: artistas y comunidad, dan forma a un hecho, a una práctica, a un acto que
adivinar una lectura de esa apuesta, sin azar, sobre las direcciones del arte colombiano y
hacia el encuentro de su ser contemporáneo. Este seguimiento se nos revela, con sus
validarse desde la pregunta inicial de esta reflexión, pregunta que antes de llegar a una
actitud contemporánea.
LA VIGILIA (5)
Con la malicia de la guerra, hombres armados entran por las calles que desembocan al
centro del pueblo, a la plaza indefensa. Lo han hecho numerosas veces. Por esas mismas
calles, con el dolor de la pérdida, hombres, mujeres y niños, entran en esta noche
portando velas, cuya luz desanda y conjura la infamia de la toma. El silencio da grito a
espontáneo ponen, al frente de las fotografías, la vela que no hace el milagro de darle
cuerpo a los objetos que en los paneles y en esa oquedad delatan la ausencia.
Dolente, dolore.
LA VIGILIA 6
El símil del mármol da consistencia a la lápida, no hay un texto que de cuenta del
epitafio, esta función la cumplen las ocho imágenes grabadas que se instalan creando un
cierto relato en torno a los muertos que rescatan la labor del carguero. La concepción
intemperie y resistir por lo menos dos años, tiempo suficiente para recuperar el sentido
ceremonial y permitirle al otro, a quien ha perdido a los suyos, darle nombre y sitio a
Dolente, dolore.
ENTRE LA HOGUERA
Los intervalos narrativos o descriptivos de las obras Rio Abajo de Erika Diettes y Auras
desaparición del sujeto. Del desaparecido queda el objeto, del exhumado la aura. El
objeto devuelve, por la pertenencia, el nombre; la aura da sitio en la tumba vacía, pero
del sujeto, no es la analogía filosófica de la muerte del sujeto, es por el contrario un acto
No vemos allí la insinuante desconfiguración del hombre que asumen muchas de las
tendencias del Arte Contemporáneo, como ocurre en los Alientos de Oscar Muñoz: el
espejismo del sujeto, cuyo reflejo, desaparece por efecto de su aliento y deja que emerja
un rostro, tan efímero, como la disolución del vapor que lo figura. ¿O acaso ese sujeto
perdida?
la tumba vacía. Lo que en la reflexión filosófica: anulación del sujeto o desaparición del
otro, es una interpretación cultural, cita política o juego poético, aquí en nuestro
contexto social y cultural es una devastadora realidad, una cita textual que acusa y
Ante el sentimiento que despierta contemplar estas- que como tantas otras obras
los logros del espíritu- concepto ciertamente decimonónico y alentado por un Hegel que
aún no está enterrado- que la pongan en dialogo consigo misma y frente a la conciencia
de su colectivo social, de tal manera que, asuma para si, la valoración de su realidad y la
conservación de su integridad.
Ante los hechos que retratan la inhumanidad del conflicto, se delata la aceptación de
quienes indiferentes pasan la pagina que nos delata, se acepta la impunidad y se olvida
el pacto que todo presente tiene con la memoria. La indolencia nos margina del rasgo de
contemporaneidad que se supone debe haber alcanzado el mundo moderno, aquel que se
logro exclusivamente político, es así mismo un paso estético que arrastra una larga
estela de creaciones, ellas exaltan la soberanía del individuo y entregan al artista una
enorme responsabilidad moral por el aporte que, debe, y puede hacer en la construcción
Mientras tanto, de espaldas a los alcances que la creación ha tenido, nuestra estructura
devuelve, arrastrada por la corrientes que la llevan Río Abajo. No tendrá tampoco, el
En la consulta historiográfica:
Barney Cabrera, Eugenio, Temas para la Historia del Arte en Colombia. Divulgación
cultural, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1970
Traba, Martha, Historia abierta del arte colombiano. Museo La Tertulia, Cali, 1974
Jaramillo Agudelo Darío, El arte colombiano, una historia contada con la colección del
Banco de la República, Ed Banco de la República, 1977.
Gil Tovar Francisco. El arte colombiano. Bogotá, Plaza y Janés Editores; 1985.
Luis Vidales: I Salón Anual de Artista Colombianos. Revista de las Indias, Bogotá
1940.
Calderón Scharader Camilo, ed.50 Años Salón Nacional de Artistas. Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, 1990.
Roca José Ignacio La monumentación museal, en: POST Reflexiones sobre el último
Salón Nacional, Bogotá, Ministerio de Cultura, Artes Visuales, febrero de 1999