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Para tratar este tema tan amplio, quizás sería mejor estudiarlo por
épocas, siempre sólo a vista de pájaro, establecer un catálogo de los artistas
que tomaron temas bíblicos, y dar a conocer sus obras. Pero este catálogo no
ofrecería mucho sin conocer los factores sociales, históricos, espirituales y
económicos de la época en que actuaron los artistas, lo que se manifiesta en
las formas y también en el mensaje de sus obras. Además, tendríamos que
conocer la relación personal del autor con la Biblia; qué es lo que ha querido
expresar con el tema bíblico, y por qué quería expresarlo justamente con lo
escogido y no con otro. ¿Lo hizo por devoción o por estar al servicio de una
religión? ¿Le gustó el tema por las posibilidades que ofrece desde el punto de
vista decorativo, lírico o épico? ¿Por qué lo sentía más adecuado para expresar
su mensaje actual al público de su época en esa forma?

El tema es bastante complejo y se complica cada vez más. Se


transforma en un conjunto tan amplio de preguntas, que no se puede aclarar;
por lo tanto, es imposible tratar este tema con exactitud científica. Sólo se
pueden ofrecer algunas señales como orientación.

Ante todo, debemos definir si la Biblia ha tenido algún modo de enfocar


el arte.

Se sabe que el Antiguo Testamento es una colección de diferentes obras


literarias, formadas en distintas épocas y circunstancias, que abarca más de
mil años. Por lo tanto, no puede tener un solo modo de ver. Reconoce el arte,
mientras esté al servicio de la religión, como forma de expresar la fe, la
adoración y la gratitud del creyente hacia el Dios Único. Pero cuando el arte
está al servicio de otros dioses o cultos, es idolatría o, en el mejor de los casos,
vanidad.

En el Nuevo Testamento no hay opinión alguna sobre las artes. Jesús no


hablaba sobre el arte, y los Evangelios no comunican definiciones o
manifestaciones estéticas ni artísticas. Cuando el Apóstol Pablo menciona en
Atenas que "su corazón está lleno de dolor mirando la ciudad repleta de
ídolos", ni siquiera le surge la pregunta si las estatuas son bellas o no; la
cuestión es si son ídolos o no. El modo de ver bíblico es el opuesto al griego.
Este último buscaba la belleza en el arte, mientras la Biblia buscaba el
contenido ético. Eso no significa que el arte sea siempre "vanidad". Puede ser
valioso, si está al servicio de la ética monoteísta.

El hombre medieval consideraba la Biblia como su pan cotidiano. Los


sacerdotes la leían de textos manuscritos. A los reyes, príncipes y nobles, a
personas instruidas, se la leían en voz alta de códigos ricamente decorados, y
al pueblo se la pintaban o grababan en la "Biblia de los Pobres", o en las
paredes de los templos. La "Biblia de los Pobres" es la representación de las
historias de la Biblia en pinturas para analfabetos, en que se omite, consciente-
mente, la comunicación de conceptos abstractos o de largos párrafos de
lectura, y se grafican las principales verdades e ideas de la Sagrada Escritura
en imágenes. La pared de la iglesia o los iconos sirven la misma finalidad.

En el templo, que era el centro de la vida del hombre medieval, en la


liturgia y apoyada por las imágenes "sacras", se repitió anualmente el drama
de la vida y de la muerte de Jesús, y así lo conocía el creyente. A veces se
organizaban también ceremonias y festivales dramatizados del mismo tema,
en los primeros tiempos en las iglesias, y más tarde, enriquecidos por
elementos folclóricos, también en otros lugares.

Estas representaciones se desarrollaban cada vez más veces fuera de las


iglesias. Así surgieron los dramas y misterios sacramentales muy divulgados
en la Edad Media. Es el género más característico y más colectivo de la
literatura medieval. Su escenario estaba dividido en tres partes: cielo, tierra e
infierno y eran representadas por cofradías. Fue así como la Biblia salió de la
iglesia y ocupó su lugar en las plazas, frente a las catedrales góticas
ornamentadas con sus santos esculpidos, pero también con monstruos
apocalípticos y folclóricos. Aparecen en ellos los temas bíblicos más cono-
cidos: el sacrificio de Isaac, la historia de David, la Anunciación, el
Nacimiento de Jesús, la Pasión, etc. Según pasó el tiempo, quedó el tema pero
el estilo cambió y se volvió cada vez más laico.

Se desarrolló un proceso lento de laicización, que se refleja en el nuevo


estilo del Renacimiento, en que el artista muestra más interés por lo natural y
por lo humano, que por lo trascendental o sacro. Podemos decir, pensando en
Rafael, que comienza a ser válido el ideal grecorromano de la belleza. En esta
nueva época de la historia cultural, los temas bíblicos se consideran como
tesoro para todos, pero su elaboración y adaptación dependían de la aptitud,
talento y personalidad de cada artista. Quien tuvo la posibilidad de ver en el
Museo de Bellas Artes en Viena la famosa obra de Andrea del Sarto "María
llorando a su hijo Jesús", que es la presentación conmovedora del dolor
materno, y cerca, una obra de Rafael, "La Madonna", llena de donaire, de una
gracia pueril, se da cuenta con facilidad de qué importancia tiene la
personalidad del artista también en los temas bíblicos.

Al mirar las obras de Miguel Ángel, en Italia, se llega a la misma


conclusión. Compárese las "Pietá" de su juventud, cuando las Madonnas eran
todavía jóvenes, bellas y llenas de felicidad con la Pietá Rondanini, que
personifica la tragedia y los sufrimientos de la madre. El tema es el mismo,
pero en el primero está presente el artista de David, joven y triunfante, y en el
segundo el anciano, huraño y cavilante, quien está escribiendo las confesiones
conmovedoras de su vejez.

El tema bíblico puede expresar el mensaje actual del artista. En la sala


Brueghel del Museo de Bellas Artes de Viena, hay dos obras del artista: "La
Torre de Babel", una obra relativamente pequeña pero grandiosa, y el
"Calvario" o "El Asesinato de los niños". Ambas representan temas bíblicos,
pero la segunda, al evocar la memoria de la matanza de los niños de Belén en
la época de Heredes (Mateo 2.16), se convierte en memorial a los niños
asesinados en Flandes, con lo cual se transforma la pintura en un sumario
contra los nuevos asesinos de niños, contra los españoles.

Varias pinturas de Brueghel tienen doble contenido: uno bíblico y otro


político de su época. Al mirar una pintura, no es necesario conocer su fondo
histórico. Puede gustarnos e impresionarnos de todos modos. Pero el gozo de
una obra artística es más profundo si conocemos sus entretelones. Nosotros tal
vez tengamos que buscarlos hoy, pero para los contemporáneos eran
conocidos y el artista los tomó en consideración al transmitir su mensaje.

Podríamos mencionar a casi todos los grandes pintores del mundo,


presentar sus obras y comprobar lo antedicho. La extensión de este libro no
permite ampliar este tema. Así, mencionamos sólo un artista más, Poussin,
uno de los más ilustres pintores franceses y uno de los grandes maestros del
clasicismo. En el Louvre se encuentran muchas de sus pinturas. Tomemos
como ejemplo dos de ellas: una lleva el título "La inspiración poética" y la
otra "La Sagrada Familia". La primera está basada en un tema de la Antigüe-
dad, la otra en un tema bíblico. En el centro de la primera está Apolo y en la
segunda María con el Niño Jesús. Ambas son características de su autor; en
ambas hay una majestuosidad tranquilizadora; esta majestuosidad no hace
diferencia entre las dos obras desde el punto de vista del tema. Se aprecia que
el pintor no hacía sus obras con diferentes grados de devoción, sino que ambas
con la misma afición artística. Esta es la época del clasicismo, en que la
escena bíblica está colocada en el mismo pedestal que las representaciones de
la mitología antigua. Eso demuestra que los temas bíblicos no significan más
que cualquier otro tema artístico.

Siguiendo con las pinturas de Poussin, la atmósfera del "Rapto de las


Sabinas" (tema antiguo) no es diferente que la del tema pintado a base de la
Biblia (I Sam. 5), que representa el espanto de los filisteos castigados con
tumores, tras haber capturado el Arca Santa. Tampoco hay diferencia en el
estilo de la pintura que presenta a Cristo muerto, quien yace frente a las
mujeres enlutadas, y aquel Narciso dormido frente a la ninfa que lo ama, que
es un tema, predilecto tomado de Ovidio, uno de los favoritos de los pintores
del siglo XVII.

En otra de las artes, la literatura, surge la pregunta: ¿existe una


transformación de los temas bíblicos también en temas netamente literarios?
La respuesta es un categórico sí, pero hay que agregar que no se puede evaluar
de la misma manera la literatura de diferentes países y de diferentes épocas.
Las ideas, los temas y las formas de expresión de un país, en una época
definida, no pueden ser iguales a las ideas, temas y formas de otros países;
siempre hay modificaciones y diferencias. Hubo épocas en que la literatura, en
general, tuvo un carácter religioso o, por lo menos, devoto, lo que hizo
proliferar las adaptaciones y representaciones de los temas bíblicos. En otras,
hubo un cierto distanciamiento de la Biblia, lo que no significa que no se
hubieran tratado estos temas, pero su elección dependía siempre de diferentes
factores externos y, aun más, de la personalidad y del grado de identificación
del escritor o del poeta con la Biblia.

Muchos expertos han subrayado la importancia de la Biblia para el


desarrollo de la lengua y literatura nacionales, que en conjunto forman la
literatura universal. La Biblia misma, como literatura, es uno de 1os grandes
monumentos de la humanidad y su influencia sobre la literatura es realmente
incalculable. No podemos extendernos sobre este tema tan amplio, pero no
queremos dejar de mencionar por lo menos una obra, que tiene quizás el
carácter más bíblico de la literatura universal: j  j de John
Millón.

Siguiendo las formas de los dramas religiosos medievales, la obra trata


la historia cósmica desde la Creación del Mundo y de la rebelión de los
ángeles hasta la venida de Cristo. Incluye aquel momento dramático cuando
Satanás se destruye y de las cenizas del mundo corrupto, Dios crea un nuevo
Cielo y una nueva Tierra, que será el mundo de la justicia, de la paz y del
amor.

El j  j es un puente hacia la época del romanticismo,


cuando varios escritores -como Dante, Goethe, Lamartine, Víctor Hugo, Imre
Madach y otros- intentaron ofrecer un cuadro amplio del destino del hombre y
de la humanidad. Estas obras abarcan todas las épocas, desde la caída del
hombre y su expulsión del paraíso, la rebelión de Satanás y, atravesando las
épocas trágicas del pasado, del presente y del futuro imaginado, confirman su
esperanza en la realización de un mundo mejor. En todas estas obras se puede
encontrar y reconocer el plan bíblico original que es también el proyecto de
Millón. En los dramas religiosos de la Edad Media, aunque hubiesen sufrido
influencias profanas, el tema básico era la salvación del hombre, según el
sentido religioso. Así, el tema básico del j  j es la redención
trascendental del Hombre y de la Humanidad. Pero las obras de los escritores
mencionados, aunque hayan adoptado formas bíblicas, buscan la redención
con un significado profano, dejando atrás lo religioso.

Para conocer mejor este nuevo modo de pensar, vale la pena citar a
Víctor Hugo quien, en la introducción de su c     escribe:
"¿Cuál es la finalidad de un poéme de l'humanité? Expresar el camino de la
humanidad en un ciclo, en un orden cronológico y en todas sus
manifestaciones, narraciones, historia, filosofía, religión, ciencia, que se
amalgaman en un enorme proceso, único y ascendente hacia la Luz."
Pongamos atención a la palabra "luz", que señala que ya estamos después de
la época del lluminismo, pero dentro del esquema bíblico. En lugar del
hombre redimido por Dios entra el hombre redimido por sí mismo. En vez de
la bienaventuranza divina, prevalece la humana. "En la obra -continua Víctor
Hugo² figura el pasado, el presente y como una visión, también el futuro.
Aunque sean diferentes en su forma, incluso también en su contenido, todas
están inspiradas por la misma idea, todas están ligadas por el mismo hito, a
veces desvanecido pero jamás roto, por el hito misterioso y reservado del gran
laberinto humano que es el Progreso. Aquí ya no es la historia bíblica de la
salvación que incorpora en sí misma la historia terrenal de la humanidad, sino
al revés: la historia de la humanidad nueva, que es capaz de salvarse por
medio del progreso y su movimiento permanente hacia la Luz, incluye, como
parte, también la historia bíblica".
Las relaciones entre las creencias y las ciencias han cambiado, como
nos muestran las palabras del gran escritor: "No está prohibido para el escritor,
poeta o filósofo, intentar imitar en el campo social lo que los científicos de la
naturaleza hacen en el campo de la zoología: reconstruir el animal de su
mandíbula o de las huellas de su pata". Lo que él reconstruye es el camino de
la humanidad hacia la Luz y su elevación hacia la autorredención por medio
del progreso. Lo que recoge es una materia prima, apta para ser utilizada a fin
de ilustrar el camino del progreso de la humanidad en forma literaria, que ha
de ser escogida de la historia de toda la humanidad, incluso también de la
Biblia. Para él, la historia bíblica de Lázaro no tiene otro valor, ni mayor ni
menor, citada en su obra "Leyenda de los Siglos", que la historia de Cario
Magno, de Rolando o del romance "El Cid". Podríamos deducir que para
Víctor Hugo la Biblia es la descripción de una época del "Evangelio del
Progreso" desde Eva hasta Jesús.

La Biblia ha ofrecido y sigue ofreciendo inspiración para muchos


escritores de la cultura occidental, aunque ésta se haya transformado cada vez
más en literatura secular. El secreto de su vitalidad es su carácter humanista,
en que no es tanto Dios el actor principal, sino más bien el hombre quien
busca a Dios y, teniendo fe en El, tiene confianza en sí mismo. Esto es lo que
le permite progresar. La Biblia no ha sido enterrada bajo las ruinas del pasado
como gran parte de las obras antiguas, que sobrevivían, en el mejor de los
casos, en las universidades y en círculos culturales específicos, sino que ha
sido considerada y tratada como el "libro de todos" en las culturas
occidentales desde la Edad Media y tras la Reforma hasta nuestros días.

Es primordial el papel del lector y del espectador de las obras de temas


bíblicos. Son ellos quienes encuentran en ella su propio drama, sus propias
alegrías y penas, sus luchas y satisfacciones; sienten que la Biblia habla para
ellos, les transmite su mensaje siempre actual y podían, pueden y podrán
interpretar y amoldar su mensaje a su propia imagen y para satisfacer sus
propias necesidades espirituales.


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