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Testimonio

esta terminando la carrera de Ciencias de la Educación en la UCA. Es catequista desde hace 4 años, y ejerció en el colegio San Antonio
(en San Antonio de Areco) a donde viajaba 2 días por semana. Hace un año y medio tomó una decisión importante para su vida: entrar al
seminario, lo va hacer el 19 de marzo. Este es su testimonio...
" Muchas personas me preguntan qué es lo que me pasó para que decidiese entrar al seminario y esperan que les cuente algún hecho
asombroso, una visión o un milagro. Pero mi historia no tiene mucho de eso sino que más bien se trata de algo común y corriente.
Si bien yo había ido a un colegio católico donde recibí bastante formación religiosa, por distintas circunstancias duras de la vida comencé
a perder mi fe y llegué a estar muy convencido de que no creía en ningún Dios. Pero gracias a que Dios si creía en mí tuve la oportunidad
de acercarme a él, primero mediante un cenáculo, después por un círculo y principalmente gracias a un montón de amigos que fueron eco
de lo que Dios quería decirme. Y fue esa voz de Dios la que fue colmando mi vacío y que empezó a darme una nueva vida, que si bien en
muchos aspectos asustaba un poco prometía ser muy grande. Y finalmente decidí volver a confiar en Jesús, volver a vivir en su Iglesia,
que ahora era también mía. Entonces entre en un grupo misionero, asistía en algunos retiros y daba una mano en lo que podía.
Pero por debajo de eso, y cada vez de una forma más fuerte y constante había algo adentro que me llamaba a encontrarme más con Jesús.
Fue ahí cuando se me ocurrió la idea de ser cura, idea que obviamente rechace enseguida diciendo que eso no era para mí. Pero como la
idea seguía en mi cabeza pensé que Dios me exigía ser sacerdote, y me sentía obligado, con miedo y descontento. Por suerte hubo gente
que me ayudo a ver que Dios no me obligaba a nada. Por ese tiempo la idea desapareció un poco, estuve de novio durante dos años y
después de un año de haber cortado reapareció.
Pero está vez era diferente. Dios no me exigía nada, sino que yo desde lo profundo del corazón me planteaba: “si te duele tanto ver que
otros sufren, si ves todo lo bueno que podes hacer por los demás entregando tan poco y si además eso te hace tan feliz ¿porqué no lo
haces por entero, todo el tiempo, para todos?” Creo que era un momento en el que me sabía en las manos de Dios, sabía que me amaba y
estaba seguro que podía entregarle mi vida para que él hiciese algo grande de ella poniéndola al servicio de los demás.
También sabía que podía casarme y ser un cristiano comprometido y hacer todo eso, pero aún así quería consagrarme de esa forma. Jesús
me llamaba a dejarlo todo de esa manera, no porque fuese mejor ni más santa sino porque él sabía que era la forma en que yo podía dar lo
mejor de mí. Y fue así como empecé a pensarlo, con un poco de miedo. Después de un tiempo comencé a hablarlo con un sacerdote que
me acompañaba y después de algunos meses, estando en el monasterio de La Trapa fui y le pregunte a este sacerdote: “¿por qué Dios no
me dice que quiere que haga así yo lo hago y listo? Y él me dijo que Dios no me iba a decir nada, que se trataba de ver si yo quería o no
ser sacerdote, porque Dios no me obligaba sino que me daba libertad. Fue entonces cuando, después de pensarlo y rezarlo, me dije que sí
y le dije si a Dios, “esto es lo que quiero para mi vida”. Sé que son muchas cosas las que dejo pero confío en que es más lo que gano, son
muchos los sueños que tenía y que tengo, pero por sobre todos esos sueños y deseos esta el de ser capaz de dejar de lado los míos para
intentar cumplir los de aquellos que no pueden cumplir los suyos. Por eso quiero entregarle mi vida a Jesús para que él la haga semejante
a la suya.
Me siento claramente reflejado en el pasaje donde Ana dice que así como Dios le concedió el hijo que tanto le rogó, ahora ella de la
misma manera se lo cede a él consagrándolo al templo (1 Sam 1). Creo que Dios me a dado una vida tan plena y feliz como en su
momento le rogué, que ahora me surge desde lo profundo devolvérsela. Y a un año y medio de haber tomando la decisión, después de
estar mucho tiempo con Jesús y a un mes y medio de entrar al seminario estoy seguro de que es lo que quiero porque, como dice el
profeta Jeremías,: “me sedujiste Señor y me dejé seducir”.

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