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ANEXO No.

(GUÍA No. 15)


LA CONTEMPLACIÓN Y LA EXÉGESIS BÍBLICA

Texto de Mario Gutiérrez Jaramillo, S.J.

1. Armonía entre la exégesis y el Misterio de la Encarnación

Con ocasión del centenario de la Encíclica Providentissimus Deus (PD) de


León XIII y del cincuentenario de la Encíclica Divino afflante Spiritu (DAS) de Pío XII, el
Papa Juan Pablo II tuvo un discurso sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia, el 23 de
abril de 1993. Aprovecha afirmaciones fundamentales de León XIII y de Pío XII y de la
Constitución sobre la Divina revelación del Concilio Vaticano II (DV), para mostrar la
relación íntima entre la exégesis católica y el Misterio de la Encarnación. Nos interesa
destacar las líneas fundamentales.

«Al igual que la Palabra sustancial de Dios se hizo semejante a los seres
humanos, excepto en el pecado, así las palabras de Dios expresadas en lenguas humanas se
han hecho en todo semejantes al lenguaje humano, excepto en el error»1

La puesta por escrito de las palabras de Dios, gracias a la inspiración,


constituyó un primer paso hacia la encarnación del Verbo de Dios. Estas palabras escritas
representaban un medio estable de comunicación y comunión entre el pueblo elegido y su
Señor. Por su aspecto profético hicieron posible el reconocimiento del cumplimiento del
designio divino, cuando «el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn 1, 14).
Después de la glorificación de Jesús, su paso entre nosotros queda testimoniado establemente
por sus palabras escritas.

En correspondencia con esta armonía entre exégesis y Encarnación del Verbo,


la Encíclica Divino afflante Spiritu recomendó el estudio de los géneros literarios utilizados
en los libros de la Escritura. Lo presenta como parte esencial de la misión del exegeta (cf EB
560) y con la intencionalidad de comprender el sentido de los textos con la máxima exactitud
y precisión, en su contexto cultural e histórico.

Con esta seria recomendación queda excluida la tendencia a creer que, siendo
Dios el ser absoluto, cada una de sus palabras tiene un valor asimismo absoluto,

1
DAS. En Enchiridion biblicum – EB – 559; cf DV 13.
independiente de todos los condicionamientos del lenguaje humano. Según esta orientación,
el estudiar estos condicionamientos sería relativizar el alcance de las palabras.

La tendencia así enunciada llevaría a un rechazo de los misterios de la


inspiración escriturística y de la Encarnación, ateniéndose a una noción falsa del ser absoluto.
El Dios de la Biblia no es un Ser absoluto que, aplastando todo lo que toca, anula las
diferencias y todos los matices. Es más bien el Dios, que ha creado la maravillosa variedad de
los seres de cada especie (cf Gn 1); el Dios que no anula las diferencias, sino que las respeta
y valora (cf l Co 12, 18.24.28). Cuando se expresa en lenguaje humano no da a cada
expresión un valor uniforme, sino que emplea todos los matices posibles con una gran
flexibilidad, aceptando también sus limitaciones. Este hecho es el que da complejidad a la
labor exegética, y simultáneamente la hace necesaria y apasionante, con el aporte de
investigaciones lingüísticas, literarias y hermenéuticas, y de otras ciencias como la psicología
y la sociología.

Ahora bien, la atención de los intérpretes de la Biblia no ha de limitarse a los


aspectos humanos de los textos, sino que ha de colaborar en captar la palabra de Dios en
ellos. Se requiere un trabajo intelectual, sostenido por un impulso espiritual. Al fin y al cabo
el autor de los libros bíblicos es el Espíritu Santo y se requiere una docilidad a Él, dentro de
la fidelidad a la Iglesia, a la que han sido confiados los textos para alimento de la fe y guía de
la vida de caridad. No se trata, pues, de reducir el trabajo de investigación a la satisfacción
de la curiosidad de los implicados en él. La fidelidad a la Iglesia es introducirse en la
corriente de la gran Tradición, bajo la guía del Magisterio. En esa corriente se han reconocido
los escritos canónicos, como palabra de Dios dirigida a su pueblo. Jamás ha cesado la
meditación sobre ellos y el descubrimiento de su riqueza inagotable (cf DV 12)2.

2. Los sentidos de la Escritura

Partimos de la conclusión de las ciencias modernas del lenguaje y de las


actuales hermenéuticas filosóficas: los textos escritos poseen una variedad de sentidos
(polisemia). Recojamos los aspectos generales sobre los sentidos de la Escritura:

2. 1 Sentido literal

Ciertamente no se debe confundir con el sentido “literalista”, el que dan las


palabras mismas. A éste se adhieren los fundamentalistas, es decir aquellos que interpretan la
Biblia al pie de la letra. En consecuencia no basta traducir el texto palabra por palabra para
obtener el sentido literal. Es necesario comprenderlo, según las convenciones literarias de su
tiempo.

Algunos ejemplos ayudan a entender un poco más: un texto metafórico, por


ejemplo: “Tened ceñida la cintura” (Lc 12, 36). El sentido literal no es el que resulta de una

2
Cf JUAN PABLO II. Discurso sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia. 23 de abril de 1993. En L
´Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española. 30 de abril de 1993, pp. 5 y 6.
comprensión palabra por palabra, sino el que constituye el sentido metafórico de los
términos: “Tened una actitud de disponibilidad”.
Si se trata de un relato, el sentido literal no comporta necesariamente la
afirmación de que los hechos narrados se han producido efectivamente, pues un relato puede
no pertenecer al género histórico, sino ser una obra de imaginación.

El sentido literal de la Escritura es aquel que ha sido expresado directamente


por los autores humanos, como fruto de la inspiración. Por lo tanto es también un sentido
querido por Dios, autor principal. ¿Cómo se lo puede discernir? Por un análisis preciso del
texto, situado en un contexto literario e histórico, utilizando todas las posibilidades para este
efecto y especialmente por el estudio de los géneros literarios antiguos.

En general el sentido literal de un texto es único. Pero éste no puede referirse


como un principio absoluto, pues puede suceder que un autor humano quiera referirse al
mismo tiempo a varios niveles de realidad. En poesía es frecuente y el evangelio de Juan
ofrece numerosos ejemplos de esta situación. La inspiración bíblica acepta esta posibilidad de
la psicología y del lenguaje humano. Es típico el caso de la palabra de Caifás en Jn. 11, 50.
Es ambivalente: expresa a la vez un cálculo político y una revelación divina. Ambos aspectos
son puestos en evidencia por el contexto y pertenecen al sentido literal.

Es preciso prestar atención al sentido dinámico de muchos textos. Tenemos el


caso de los salmos reales. Su sentido literal no se limita a las circunstancias históricas de su
producción, sino que el salmista evoca a la vez una institución concreta y una visión ideal de
la realeza, según el designio de Dios. No puede quedarse la exégesis, en consecuencia, en los
aspectos históricos concretos, sino que el intérprete debe esta atento a percibir las extensiones
del texto.

Una corriente hermenéuticas moderna ha subrayado la diferencia de situación


que afecta a la palabra humana puesta por escrito. Un texto escrito tiene la capacidad de ser
situado en nuevas circunstancias, que iluminan de modo diferente, añadiendo a su sentido
determinaciones nuevas. Este hecho se ve de un modo muy especial en los textos bíblicos
reconocidos como Palabra de Dios. La comunidad los ha conservado precisamente por su
convicción de que son textos que siguen siendo portadores de luz y de vida para las
generaciones venideras. El sentido literal está desde el comienzo abierto a desarrollos
ulteriores, que se producen gracias a “relecturas” en contextos nuevos.

De lo anterior no se concluye que se pueda atribuir a un texto bíblico cualquier


sentido, interpretándolo de modo subjetivo. Al contrario, es preciso rechazar como no
auténtica toda interpretación heterogénea (distinta) del sentido expresado por los autores
humanos en su texto escrito. Admitir tales sentidos heterogéneos equivaldría a cortar el
mensaje bíblico de su raíz, que es la Palabra de Dios comunicada históricamente, y a abrir la
puerta a un subjetivismo incontrolable.

2. 2 Sentido espiritual
La heterogeneidad de que se ha hablado no se entiende tan estrechamente que
se cierre el paso a todo perfeccionamiento superior. El acontecimiento histórico radicalmente
nuevo del Misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de él ilumina de un
modo nuevo los textos antiguos y les hacen sufrir una mutación de sentido. Claro está que
este cambio supone en el intérprete una apertura al sentido dinámico de los textos, de que se
ha hablado anteriormente.

Estos son los casos en que se habla de “sentido espiritual”. Éste es, en
consecuencia, según la fe cristiana, el sentido expresado por los textos bíblicos, cuando se los
lee bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del Misterio pascual de Cristo y de la
vida nueva que proviene de él. Es un contexto que existe de hecho y es reconocido por el
Nuevo Testamento como el cumplimiento de las Escrituras. Es el contexto de la vida en el
Espíritu. Me atrevo a insinuar que este es el sentido que busca el que hace la experiencia de
los Ejercicios ignacianos.

Esta lectura a la luz del Misterio pascual y de la vida nueva que fluye de él es
el caso habitual en los textos del Nuevo Testamento. Ahora bien, en el Antiguo Testamento
los textos tienen en numerosos casos un sentido religioso y espiritual, en los que la fe
cristiana reconoce una relación anticipada con la vida nueva traída por Cristo.

En el sentido espiritual existe una relación necesaria y directa con el sentido


literal. Es una relación de continuidad y conformidad. Y ésta se requiere para que se pueda
hablar de “cumplimiento” de la Escritura. Pero también es necesario que haya un pasaje a un
nivel superior de realidad.

Aquí es preciso advertir que el sentido espiritual no ha de confundirse con las


interpretaciones subjetivas, fruto de la imaginación o de la especulación intelectual. Siempre
se ha de conservar la relación del texto con el acontecimiento pascual y su inagotable
fecundidad, Existe, entonces, una relación de tres niveles de realidad: el texto bíblico, el
Misterio pascual y las circunstancias presentes de la vida en el Espíritu.

2. 3 Sentido pleno

Es una categoría relativamente reciente que suscita discusiones. El “sentido


pleno” (sensus plenior) es un sentido profundo del texto, querido por Dios, pero no
claramente expresado por el autor humano. Se descubre su existencia en un texto bíblico,
cuando se lo estudia a la luz de otros textos bíblicos que lo utilizan, o en su relación con el
desarrollo interno de la revelación.

Se trata, pues, del significado que un autor bíblico atribuye a un texto anterior,
cuando lo vuelve a emplear en un contexto que le confiere un sentido literal nuevo; o bien de
un significado que una tradición literal auténtica o una definición conciliar dan a un texto de
la Biblia.

Ejemplos: a) El contexto de Mt 1, 23 da un sentido pleno al oráculo de Is 7,14


sobre la almah que concebirá. La traducción de los LXX utiliza el término parthenos =
virgen («La virgen concebirá»). b) La doctrina patrística y conciliar sobre la Trinidad
expresa el sentido pleno de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre Dios Padre, Hijo y
Espíritu. c) La definición del pecado original del Concilio de Trento proporciona el sentido
pleno de la enseñanza de Pablo en Rm 5, 12-21 a propósito de las consecuencias del pecado
de Adán para la humanidad.

¿Y si falta ese control o por un texto bíblico explícito o por una tradición
doctrinal auténtica? En este caso el recurso a un pretendido sentido pleno podría conducir a
interpretaciones sin validez alguna.

En definitiva se puede considerar el “sentido pleno”, como otro modo de


designar el sentido espiritual de un texto bíblico, en el caso en que el sentido espiritual se
distingue del sentido literal. El Espíritu Santo, autor principal de la Biblia, puede guiar al
autor humano en la elección de sus expresiones de tal modo que ellas afirmen una verdad de
la cual él no percibe toda su profundidad3.

3. Los Evangelios no son “Historia”

Recordemos que los Evangelios no son historia en el sentido estricto de la


palabra. Sus autores no tuvieron la intención de escribir sus “memorias”. La finalidad de ellos
es ofrecer una auténtica catequesis: a partir de diversos acontecimientos (y por encima de
todo el de la salvación en Cristo) anuncian un mensaje de vida y proponen las enseñanzas
que éste conlleva.

En esta perspectiva catequética el mensaje evangélico apunta de un modo


explícito al compromiso, al seguimiento de Cristo por parte de los destinatarios. Así el
Evangelio ilumina y nutre directamente la experiencia de fe de quienes quieren acoger a
Jesucristo y a su Reino.

4. Papel que juega la exégesis en la contemplación

La contemplación nos dispone a acoger el contenido del misterio revelado,


aprendiendo así a establecer una profunda comunión con la realidad que allí se nos ofrece.
Por eso mismo es de mucha importancia que lleguemos a comprender el verdadero contenido
de la Revelación. La exégesis pretende la interpretación exacta de los textos de la Escritura.
Sería temerario prescindir de ella al tratar de proponer el «fundamento verdadero», sólido, de
la verdad revelada, según demanda razonable de San Ignacio (EE 2). En la actualidad la
ciencia exegética ha realizado unos progresos que forman parte ya del patrimonio común,
tanto de la vida de la Iglesia, como de la experiencia de fe de los creyentes.

En consecuencia, al presentar los misterios de la Segunda Semana hay que


evitar, ante todo, limitarse a una interpretación literalista de los textos evangélicos. No es

3
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA. La interpretación de la Biblia en la Iglesia. Roma, 1993. II, B, 1-3.
posible, como se ha indicado en el número 1 de estas notas, caer en el extremo de omitir
toda interpretación, con el propósito de eludir los “errores” interpretativos. En este caso se
corre el peligro o riesgo de inducir al ejercitante a un contacto empobrecedor y quizás falso
con el Cristo de los Evangelios.

Lo que hace falta en este momento es saber ofrecer el verdadero sentido de la


Revelación a través de un lenguaje, un texto, una cultura o una personalidad. Se hace
necesaria una buena exégesis. Para ello es muy adecuado el primer preámbulo de las
contemplaciones ignacianas: la historia. Su propósito es precisamente puntualizar el sólido y
auténtico fundamento de los hechos revelados. En él se ha de explicitar el verdadero sentido
de los misterios propuestos a la contemplación del ejercitante. Este reasumirá luego,
brevemente y por cuenta propia, esa reflexión inicial, para injertar en ella su propio y
personal desarrollo de la contemplación.

5. ¿Qué intencionalidad tienen los relatos de la infancia en los dos primeros capítulos
de Mateo y de Lucas?

Hay que tener en cuenta que en la Iglesia primitiva, a partir del núcleo del
kerigma apostólico, el anuncio del valor soteriológico (salvador) de la muerte y resurrección
del Señor, la proclamación de la “buena noticia” de la salvación venía atribuida a lo que
denominamos ordinariamente “la vida pública” (cfr Hch 1,21).

Posteriormente Mateo y Lucas aportaron todo lo que se convertiría en las


introducciones de los evangelios escritos: los relatos de la infancia y de la “vidas oculta”. Su
intento era redescubrir el arraigo del mensaje de vida en el mismo ser de Cristo, haciéndonos
ver así que, desde que él está entre nosotros y por lo que él es, Cristo constituye ya la vida
misma otorgada a los hombres, la vida eterna que ha entrado en nuestro mundo perecedero.
En otras palabras: «el cumplimiento de todas las promesas».

Pero Mateo y Lucas no logran su propósito a base de afirmaciones explícitas,


discursivas o dogmáticas. Su lenguaje es más oriental y escenográfico; es el mismo de la
Biblia. En la mayoría de los casos recurren a la imagen o al relato concreto para expresar
realidades interiores, espirituales e incluso místicas. Estos dos evangelistas emplean el
midrash, género literario que les permite anunciar el mensaje (de carácter “doctrinal”, no
histórico), a través de una reflexión concreta que, a partir de un mínimo de hechos históricos
(por lo menos el del nacimiento de Jesús), se desarrollará mediante las precisas
correspondencias con las anteriores Escrituras. Así Mateo y Lucas proclaman el
cumplimiento de las promesas en la misma persona de Cristo.

Mario Gutiérrez Jaramillo, S. J.


Profesor en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana

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