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REFLEXIONES PREVIAS
Frente a estas preguntas hay que afirmar ante todo que el Principio y Fundamento
está concebido en una perspectiva claramente cristiana. «Aunque pueda ser acomodado a la
pura razón, San Ignacio escribió el Principio y Fundamento, como todo el resto de los
Ejercicios, para hombres de fe y en una perspectiva de fe»1.
«Hoy se impone ver en ese “Dios nuestro Señor” del Fundamento a Jesús resucitado, en
posesión del Señorío universal. Esta es la teología del Nuevo Testamento, y muy
formalmente la de San Pablo: «todo fue creado por él y para é» (Col 1, 16)…El hombre
encuentra la razón de ser de su existencia en su relación con Jesús Señor, vive en
movimiento hacia Cristo glorificado».2
hacía oración cada día a las tres personas distintamente y que Dios le representó en el
entendimiento «con grande alegría espiritual el modo con que había criado el mundo…».
Durante ese período «muchas veces y por mucho tiempo, estando en oración, veía con los
ojos interiores la humanidad de Cristo… esto vio en Manresa muchas veces: si dijese veinte
o cuarenta, no se atrevería a juzgar que era mentira» 4. Como fruto de estas gracias se le
abrieron los ojos del entendimiento, «entendiendo y conociendo muchas cosas», dejó los
extremos que antes tenía y comprendió que hacía mucho fruto en el trato con la gente.
¿Qué mejor manera de considerar el fin del hombre, su relación con Dios, con los
demás y con la creación entera, que volviendo nuestra mirada a la persona de Jesús de
Nazaret? La carta a los Hebreos nos exhorta a que «corramos con fortaleza la carrera que
tenemos por delante, fijando nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es
quien la perfecciona» (Heb 12, 2).
Por su parte el Concilio Vaticano II ofrece una motivación similar con estas
consideraciones:
«En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado…
Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor,
manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su
vocación. Con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con
manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó
con corazón de hombre»5.
«El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana. Asistió a las bodas
de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores. Reveló el amor del
Padre y la excelsa vocación del hombre evocando las relaciones más comunes de la vida
social y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria corriente»6.
Si juzgas provechoso dedica, pues, toda esta semana, a una contemplación global de
la vida de Jesús: mira al hombre que dio cumplimiento cabal al proyecto creador, en quien
la creación llegó a su cumbre al realizar con plenitud en sí mismo, por primera vez, el
designio inicial de Dios: «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Proponemos
una contemplación en la forma como la enseña San Ignacio para la segunda Semana: ver
las personas, oír lo que hablan, mirar lo que hacen y después reflectir, para sacar algún
provecho.
FIN QUE SE PRETENDE
4
Autobiografía, 29.
5
Gaudium et Spes, 22.
6
Gaudium et Spes, 32.
3
A diferencia de quien hace los Ejercicios por primera vez, nosotros nos disponemos
a repetirlos a fondo en la vida ordinaria, para lo cual no es inapropiado que traigamos a este
momento experiencias y opciones que ya forman parte de nuestra vida espiritual como fruto
de Ejercicios anteriores y que pueden enriquecer y consolidar las consideraciones del
Principio y Fundamento.
que están ya dorados para la siega”» (Jn 4,35); y que aferrados por el Espíritu, vivamos
personalmente el oficio de consolador que el Señor resucitado viene a ejercitar, a la manera
como unos amigos suelen consolar a otros (EE. 224)
Sobre estos diversos puntos, deberíamos verdaderamente aprovechar el año jubilar para
examinar nuestra manera de vivir y poner los medios para vivir a fondo el carisma recibido
de nuestros Fundadores: en nuestra oración apostólica, alimentada por la Eucaristía, en
nuestro celo misionero, en nuestro ministerio de ayuda espiritual a las personas. Las
Provincias y regiones podrán acentuar uno u otro aspecto más pertinente dentro de su
contexto apostólico; pero que todas participen en este examen e intensificación de nuestra
fidelidad al llamamiento acogido por Ignacio, Francisco Javier y Pedro Fabro»8.
Vamos, pues, a meditar el Principio y Fundamento como miembros de una Orden
que en la pedagogía de los Ejercicios descubre a un «Jesús [que] nos invita a ver en su vida
terrena el modelo de la misión de la Compañía: predicar en pobreza, estar libres de ataduras
familiares, ser obedientes a la voluntad divina, tomar parte en su combate contra el pecado
con una generosidad total»9.
TEXTO IGNACIANO
«El
hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y,
mediante esto, salvar su alma».
En esta guía presentaremos el tema de la alabanza y gloria de Dios y en la siguiente
lo referente a la reverencia y al servicio. Proponemos contemplar globalmente la vida de
Jesús: verlo, escuchar lo que dice, mirar lo que hace…
ofrece el poder y la gloria de los reinos de este mundo: «adora al Señor tu Dios, y sírvele
solo a él» (Lc 4, 8).
Sus milagros son para manifestar la gloria del Padre, que quiere vida en abundancia
para el hombre. Por eso la enfermedad de Lázaro no es para muerte, sino para que por ella
se manifieste la gloria de Dios. Y a Marta le advierte; «¿No te dije que si crees verás la
gloria de Dios»? (Jn 11, 40).
Ni siquiera la angustiosa perspectiva de su muerte, ante la que se siente fuertemente
agitado y a punto de gritar: «Padre, líbrame de esta angustia» (Jn 12, 27), le aparta de ese
anhelo de dar gloria a su Padre: «pero para esto he venido. Padre, glorifica tu nombre» (Jn
7, 28).
En múltiples pasajes de su Encíclica «Dives in misericordia», Juan Pablo II nos
ofrece a este respecto un riquísimo tema de contemplación: Jesús es el sacramento que nos
revela el esplendor del Padre «rico en misericordia», su gloria:
«Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como “Padre de misericordia” nos permite
“verlo” especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado
en el núcleo de su existencia y de su dignidad»11.
«Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el
mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante que se dirige al hombre y
abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el
contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda “la condición
humana”, histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación la fragilidad del
hombre, bien sea física, bien sea moral»12.
«Hacer presente al Padre en cuanto amor y misericordia es, en la conciencia de Cristo
mismo, la prueba fundamental de su misión de Mesías»13.
«No sólo habla de ella [la misericordia] y la explica usando semejanzas y parábolas, sino
que además, y ante todo, él mismo la encarna y la personifica. El mismo es, en cierto
sentido, la misericordia. A quien la ve y la encuentra en él, Dios se hace concretamente «
visible » como Padre « rico en misericordia»14.
En esta manifestación, con gestos y palabras, del Dios “rico en misericordia”, se
expresa la gloria de Dios: «la gloria de Dios es que el hombre viva; y la vida del hombre
es la visión de Dios» (San Ireneo).
Su vida concluye con aquella maravillosa oración al Padre: «yo te he glorificado
aquí en el mundo, pues he terminado la obra que tú me confiaste» (Jn. 17, 40
Todo eso que Jesús vivió, lo dejó a sus discípulos como componente nuclear del
modo de proceder evangélico: en sus oraciones, ayunos y limosnas, no deberán exhibirse
ante la gente; no habrán de buscar, antes temer, el aplauso humano y los honores del mundo
(cf Mt 6, 1-18; Lc 6, 26). Cuando oren comenzarán pidiendo que el nombre de Dios Padre
sea santificado, que la humanidad lo reconozca y lo proclame como Padre rico en
misericordia. La vida de sus discípulos ha de permitir «que su luz brille delante de la gente,
para que viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo»
11
Dives in misericordia, I, 2.
12
Dives in misericordia, II, 3.
13
Dives in Misericordia, II, 3.
14
Dives in Misericordia, I, 2.
6
SUGERENCIAS PRÁCTICAS
En esta primera contemplación de la persona de Jesús que hace de su vida una
glorificación del Padre, amor que comunica vida, podemos centrar nuestra oración de esta
semana, dejando para la próxima, como ya advertimos, los otros dos aspectos: Jesús
servidor del proyecto del Padre; Jesús obediente a su voluntad.
Después de contemplarlo, reflectir en nosotros mismos para sacar algún provecho:
¿Es nuestra vida hoy -intenciones, actitudes, hechos, palabras -, una manifestación de la
gloria del Padre? ¿Hacemos presente con nuestro actuar la cercanía del Padre, rico en
misericordia, que ofrece a los hombres “vida en plenitud”? ¿Cómo nos comportamos frente
a la gloria y al vano honor del mundo?
Confrontemos nuestra vida con aquellas palabras de las Constituciones en el
Examen Primero y General:
«Como los mundanos que siguen al mundo, aman y buscan con tanta diligencia honores,
fama y estimación de mucho nombre en la tierra, como el mundo les enseña; así los que van
en espíritu y siguen de veras a Cristo nuestro Señor, aman y desean intensamente todo lo
contrario, es a saber, vestirse de la misma vestidura y librea de su Señor por su debido
honor y reverencia…pues la vistió él por nuestro mayor provecho espiritual, dándonos
ejemplo, que en todas cosas a nosotros posibles, mediante su divina gracia, le queramos
imitar y seguir, como sea la vía que lleva los hombres a la vida”»16.
Miembros de una Compañía fundada para la gloria de Dios, preguntémonos cómo
vivimos el ideal que nos trazan las Constituciones:
«Todos se esfuercen de tener la intención recta, no solamente acerca del stado de su vida,
pero aún de todas cosas particulares, siempre pretendiendo en ellas puramente servir y
complacer a la Divina Bondad por Sí mesma, y por el amor y beneficios tan singulares en
que nos previno, más que por temor de penas ni speranza de premios, aunque desto deben
también ayudarse; y sean exhortados a menudo a buscar en todas cosas a Dios nuestro
Señor, apartando cuanto es posible de sí el amor de todas las criaturas, por ponerle en el
Criador dellas, a él en todas amando y a todas en él, conforme a su santísima y divina
voluntad»17.
15
Cf MATEOS, JUAN, S.J. y CAMACHO, FERNANDO, S.J. El Evangelio de Mateo. Lectura comentada.
Ediciones Cristiandad, pp. 58-59.
16
Const., 101.
17
Const., 288.