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GUÍA No.

11

SEGUNDA SEMANA: EJERCICIO DEL LLAMAMIENTO DEL REY

III. LA RESPUESTA

REFLEXIONES PREVIAS

La parábola y su aplicación a Cristo nuestro Señor y a su llamamiento ¿han


desencadenado en ti el deseo de abrirte a la totalidad de la experiencia cristiana: el
seguimiento de Jesús?

• ¿Comprendes mejor que la misión de Jesús solo tiene razón de ser desde la adhesión
a su persona? ¿Es Jesús – aquel en quien y por quien el servicio de la fe y la
promoción de la justicia se hacen realidad –, el que en efecto va centrando
progresivamente tus intereses y tus opciones?

• ¿Sientes ahora tu bautismo y tu confirmación, y por tanto tu consagración religiosa,


como regalos del amor misericordioso de Dios? ¿Comprendes que eres un don de
Dios para su pueblo? ¿Experimentas que, siendo objeto de su espléndida
misericordia mediante el perdón de tus pecados, eres ahora invitado a hacerte sujeto
de misericordia con Jesús y como Jesús, Sacramento de la misericordia del Padre?

• ¿Estás dispuesto a someter a un discernimiento permanente la imagen de Jesús que


te has formado y que transmites a los demás?

FIN QUE SE PRETENDE

El ejercicio del llamamiento del Rey nos conduce ahora a preguntarnos cuál es
la medida concreta de nuestra presteza y generosidad para cumplir la voluntad de
Jesucristo nuestro Señor, su proyecto a favor de los hombres (cf EE 91).

Esa respuesta solo podremos darla ofreciéndonos. Y no como un mero ejercicio de


evaluación más o menos moral de actitudes, para sacar luego algunas conclusiones o
propósitos de orden práctico. La lógica interna de la oblación es el descubrimiento
entusiasta del reinado de Dios: «por el reino de los cielos». Jesús afirma que sus discípulos,
tras haber encontrado el tesoro oculto del reino de Dios, no pueden hacer existencialmente
otra cosa que venderlo todo y seguirle.

«El don del reino que se aproxima los fascina tanto, los anima de tal forma, que abandonan
todo con alegría y desprendimiento: no pueden volver a su vida matrimonial (cf Lc 14, 26;
18, 29); no pueden poner su corazón en las riquezas (cf Mc 10, 21; Mt 19, 21; Lc 18, 22);
no pueden volver a preocuparse de su propia subsistencia (cf Mc 8, 34; Mt 16, 24; Lc 9,
2

23). Se trata de un no-poder existencial: en este sentido son verdaderos “eunucos”. Existen
tales hombres, dice Jesús… En el grupo de los discípulos de Jesús hay algunos que han
experimentado esto como una exigencia soberana de la gracia de Dios que les invita:
«hemos abandonado todo y te hemos seguido» (Mt 19, 27)1.

En realidad, los Ejercicios son todo lo contrario de un itinerario racional o


voluntarista. La voluntad juega, sí, un papel importante, pero junto con las otras
dimensiones de la persona. Lo definitivo para San Ignacio son los deseos que llegan a
convertirse en afectos: y en un afecto central que integra y da sentido dinámico a los
demás. Es ese afecto el que nos apremia a salir de nosotros mismos y a ofrecernos.

Algo más, Ignacio es serio y tajante cuando se trata de definirse ante Dios nuestro
Señor. Por eso despliega la respuesta en dos posibilidades interrelacionadas: en la una
apunta a todo nuestro pasado y a nuestro presente más inmediato; en la otra, a nuestro
futuro. Uno podría afirmar que con miras a la elección, los Ejercicios nos van apretando las
clavijas y cerrándonos las posibles vías de escape.

GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR

La gracia que quiero: «para que no sea sordo a su llamamiento, mas presto y
diligente para cumplir su santísima voluntad» (EE 91,4). Somos invitados a acentuar
en la petición el deseo de un amor apasionado que nos impulse a una oblación
propia de quienes «más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su rey
eterno y Señor universal» (EE 97-98).

Suplicar al Padre un amor preferencial por Jesús, una fascinación que nos lleve a no
poder hacer existencialmente otra cosa que abandonarlo todo por el reino y su justicia. Esa
es la oblación más preciosa, que coloca el corazón donde hemos puesto nuestro tesoro. Es
la gracia de una experiencia tal de la prioridad del reino de Dios, que transforma
interiormente y compromete todos los niveles de la persona.

TEXTO IGNACIANO

La primera forma de respuesta es ofrecer «todas sus persona al trabajo» (EE 96).
Respuesta lógica de todos los que tengan juicio y razón. Pero no es una lógica conceptual,
sino la propia de quien ha sido seducido por Aquel que lo ha llamado: «porque el amor de
Cristo nos apremia» (2 Co 5, 14). Semejante al fuego que devora a Jeremías y no le deja
escapatoria: «Señor, tú me engañaste, y yo me dejé engañar; eras más fuerte, y me
venciste…si digo: “no pensaré más en el Señor, no volveré a hablar en su nombre”,
entonces tu palabra en mi interior se convierte en fuego que devora, que me cala hasta los
huesos. Trato de contenerla pero no puedo» (Jer 20, 7 y 9).

1
SCHILLEBEECKX, EDWARD, El celibato ministerial, Reflexión crítica. Sígueme, 1968, pp. 24-28.
3

La opción a la que somos invitados reasume la globalidad y universalidad de la


utopía o plan de Dios sobre mí y sobre el mundo. Observar la contundencia del texto:
«todos…todas las personas».

La segunda forma de respuesta es de los “que más se querrán afectar y señalar”.


Este “más” es abierto en un dinamismo progresivo; implica una gracia que seguirá
creciendo a lo largo del proceso restante de los Ejercicios. Por eso la ofrenda a la que
invitan estas palabras no va a ser consumada en este ejercicio; la experiencia del encuentro
con los misterios de la vida de Jesús nos irá gradualmente comprometiendo más y más, y la
voluntad del Señor se irá expresando más clara y concretamente a lo largo de la segunda
Semana. Por eso la oblación, radical en su intención: «quiero y deseo y es mi intención
deliberada…de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza así actual
como espiritual», es muy humilde en su formulación: «sólo que sea vuestro mayor servicio
y alabanza»…«queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y
estado» (EE 98).

De este modo, el llamamiento universal se irá transformando, mediante el


discernimiento, en un amor discreto (“discreta caridad”). El Señor me irá a mostrando cuál
es su voluntad concreta aquí y ahora para mí. Es lo que tendré que encontrar en la elección
a través de un amor total pero discerniente en lo concreto de mi respuesta a Dios. El
coloquio de la oblación está apoyado en mi posibilidad real, en mis deseos ardientes, en mi
determinación deliberada, pero sobre todo en el llamamiento que me hace el Señor, que es
quien «me elige y me recibe».

San Ignacio dejó un ejemplo muy concreto en su propio itinerario espiritual: «había
determinado, después que fuere sacerdote, estar un año sin decir misa, preparándose y
rogando a la Virgen que le quisiese poner con su Hijo» 2. Fue finalmente, en la capilla de la
Storta, haciendo oración, cuando «sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que
Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto»3. Esta
seguridad de haber sido elegido y recibido, lo acompañará en adelante y servirá de criterio
para elecciones posteriores, como leemos en el Diario Espiritual:

«Al preparar del altar, veniendo en pensamiento Jesú, un moverme a seguirle, pareciéndome
internamente, seyendo él la cabeza (o caudillo) de la Compañía, ser mayor argumento para
ir en toda pobreza que todas otras razones…pareciendo una confirmación, aunque no
recibiese consolaciones sobre esto, y pareciéndome en alguna manera ser obra de la
santísima Trinidad el mostrarse o el sentirse de Jesú, veniendo en memoria cuando el Padre
me puso con el Hijo»4.

Hay que notar que la opción por las injurias, vituperios y toda pobreza actual no se
hace por sí misma, ni simplemente por un deseo de “imitar las virtudes” de Jesús pobre y
humillado, sino por una adhesión a la persona misma del Señor, en vista del reino, de su
servicio y sus exigencias: «sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza». Resuena de
nuevo el Principio y Fundamento: «es menester hacernos indiferentes a todas las cosas
2
Autobiografía, n.96.
3
Autobiografía, ib.
4
Diario Espiritual, 23 de febrero de 1544, nn.66-67.
4

criadas»: salud o enfermedad, riqueza o pobreza, honor, o deshonor, vida larga o corta
«solamente deseando y eligiendo lo que más conduce para el fin que somos criados» (EE
23). En actitud de querer solo «vuestro mayor servicio y alabanza»; «con todo acatamiento
y reverencia a lo que “vuestra santísima majestad” quiera de mí».

En la respuesta todavía no hay una “elección” de estado de vida o de algún tipo


concreto de compromiso apostólico. En la escala de la generosidad enunciada en el texto,
optamos por el grado más excelente rompiendo con el propio amor carnal (terrestre) y
mundano (riqueza, honor, poder, comodidades, salud); renunciamos a vivir según los
criterios y esquemas de este mundo para ser transformados por la nueva manera de pensar y
de vivir (cf Ro 12, 2), por el espíritu del sermón del monte y las bienaventuranzas.

FUENTES DE ORACION PARA LA SEMANA

Textos bíblicos

Ro 12, 2: no vivan ya según loa criterios del tiempo presente…cambien su manera de


pensar
Flp 1, 9-11: pido en mi oración que su amor siga creciendo más y más…para que sepan
escoger lo mejor
1 Jn 3, 16: conocemos lo que es el amor porque Jesucristo dio su vida por nosotros, también
nosotros debemos darla por nuestros hermanos

Puede ayudarnos especialmente en la preparación y en la formulación de la ofrenda,


el texto de San Pablo a los Filipenses:

«Pero todo esto, que antes valía tanto para mí, ahora, a causa de Cristo, lo tengo por algo
sin valor. Aún más, a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a
Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a
cambio de ganarlo a él y encontrarme unido a él; no con una justicia propia, adquirida por
medio de la ley, sino con la justicia que se adquiere por la fe en Cristo, la que da Dios con
base en la fe. Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la
solidaridad en sus sufrimientos; haciéndome semejante a él en su muerte, espero llegar a la
resurrección de los muertos»5.

No se debe tener en menos la primera ofrenda, de «los que tuvieren juicio y razón»,
al compararla con la oblación de mayor estima y momento, porque ésta no puede darse
auténticamente si no ha sido precedida por aquella. Si no recorro el camino de mi ofrenda
para el trabajo, con la que inicio globalmente el seguimiento de Jesús, no pasaré nunca
consistentemente a la generosidad de la segunda respuesta, con la que asumo en particular y
gozosamente las implicaciones históricas del servicio del Reino.

5
Flp 3, 7-11.
5

Otros textos

El reino de Dios es: que fluya como agua la justicia, y la honradez como manantial
inagotable (Am 5, 24).
Hacer justicia todos los días, librar de explotadores a los oprimidos (Jer 21, 11).
Romper las cadenas de la injusticia, y desatar los nudos que aprietan el yugo; dejar libres a
los oprimidos, y acabar con toda tiranía; compartir el pan con el hambriento, y recibir en tu
casa al pobre sin techo; visitar al que no tiene ropa, y no dejar de socorrer a tus semejantes
(Is 58, 6-7).
Hacer justicia al huérfano y al oprimido: ¡que el hombre, hecho de tierra, no vuelva a
sembrar el terror! (Sal 10, 18).
Salvar al pobre que suplica, y al necesitado que no tiene quien le ayude. Tener compasión
de los humildes y salvar la vida de los pobres (Sal 72, 12).
Derribar del trono a los poderosos, y enaltecer a los humildes; colmar de bienes a los
hambrientos y despedir a los ricos con las manos vacías (Lc 1, 52-53).
Amar al Señor con todo el corazón…y al prójimo como a uno mismo. Esto vale más que
todos los holocaustos y no existe mandamiento mayor (Mc 12, 28-34).
No acumular riquezas para sí ni defraudar el pago del obrero (Stg 5, 3; Lc 12, 21).
Hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros (Mt 7, 21).
Aprender lo que significa «misericordia quiero y no sacrificio» (Os 6, 6; Mt 9, 13).
No descuidar lo más importante de la ley: la misericordia, la justicia, la lealtad (Mt 23, 23).
Ser servicial, no tener envidia, no buscar lo de uno ni exasperarse; no llevar cuentas del mal
ni simpatizar con lo injusto. Simpatizar con la verdad (1 Co 13, 4ss).
Ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del
mundo (Stg 1, 27).
Hacer el bien como hombres libres y no usar la libertad como pretexto para la maldad (1 P
2, 24).
No devolver mal por mal ni insulto por insulto; no temer el sufrimiento por causa de la
justicia. Y preferir padecer por obrar bien que por obrar el mal (1 P 3, 9; 14-17).
Pasar de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos (1 Jn 3, 14)6.

SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA

1. Hacer, en forma de repetición, una reflexión sobre el bautismo y la confirmación,


utilizando los textos de los ritos sacramentales. Pregúntate qué significado tienen estos dos
sacramentos para la respuesta que has ido dando al llamamiento del Rey eternal. Pueden
ayudarte aquí la lectura de Romanos (6, 3-13): el bautismo nos vincula al Mesías para una
vida nueva; de Gálatas (3, 23-29): por la adhesión al Mesías somos hijos de Dios y nos
revestimos de Cristo; de Colosenses ( 3, 1-17): si hemos resucitado con Cristo, busquemos
las cosas del cielo, donde está él.

2. Orar sobre los anuncios de la pasión que hace Jesús a sus discípulos. Advertir los
contextos donde lo hace y las diversas respuestas que recibe. ¿Cuál es tu actual respuesta al
Jesús que así te llama a tomar la cruz y seguirlo? Tu respuesta real, no la que “deberías
dar”. Los textos que puedes utilizar son: Mc 8, 31-38; 9, 31-32; 10, 32-34, o los respectivos
paralelos de los sinópticos.

6
DÍEZ ALEGRÍA, JOSÉ MARÍA, Yo creo en la Esperanza. Desclée, 1982, p. 126.
6

3. La cruz es una subversión de los valores corrientes del mundo en que nos movemos. En
este contexto lee la primera Carta a los Corintios (1, 3-23) y verifica hasta qué punto los
criterios de la verdadera sabiduría de Dios que confunde la del mundo son tus propios
criterios y valores. ¿Qué respuesta generan en ti esas palabras de la Escritura?

4. Toma a Mateo (8, 19-22 o Lc 9, 57-62) y a Juan (15, 18-27): anuncio del odio del
mundo y de la ayuda del Espíritu y condiciones para seguir a Jesús. Constata en qué
medida es perentorio y contundente el Evangelio cuando tratamos de decidirnos por el
llamamiento de Cristo. ¿Qué sentimientos y mociones despiertan esas lecturas en tu
corazón, cuando las contextualizas dentro de tu historia actual?

5. Las fórmulas de los votos, primeros y últimos, compendian el sentido y los motivos que
nos indujeron a ofrecernos definitivamente a Jesucristo en la Compañía para servicio de la
Iglesia. Meditándolas despacio podemos renovar nuestra consagración al Señor para vivir
y morir en la Compañía, entendiendo todo según las Constituciones.

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