Professional Documents
Culture Documents
lasala@unigre.it
El autor presenta lo que podríamos denominar «las raíces del tronco» de la Ratio Studiorum.
Expone, de modo analítico al principio, para después sacar conclusiones, el influjo que tuvo en el primer grupo
de Compañeros de Jesús el denominado Modus Parisiensis, o, dicho con otros términos, la manera de París. El
método pedagógico utilizado en la Sorbonne, así como también en gran parte en la Universidad de Alcalá de
Henares, a principios del siglo XVI estaba claramente definido. Existía allí una preponderancia del corpus
magistrorum, mientras que en otros Estudios Generales de Europa, como en Bolonia (Italia), prevalecía el
corpus studentium. Con esto, el autor afirma que en la Universidad de París, fuente de método para los jesuitas,
se tenía muy en consideración la estructura de los Colegios estrechamente ligados a la Universidad, y en ellos se
impartían las lectiones y se realizaban las exercitationes; en Italia, sin embargo los maestros leían sus materias en
la Universidad. En la Sorbonne, los estudiantes seguían una férrea disciplina, con un curriculum escolar rígido,
en el que eran colocados los estudiantes según sus capacidades, siendo promovidos a un grado superior después
de un exigente examen. En París, había una enriquecedora relación «maestro-discípulo». En tanto, en otras
universidades, los estudiantes estaban más desligados de sus maestros.
The Author expose that we would nominate «the roots of the tree» of the Ratio Studiorum.
Firstly he wrote by analytical manner and after tray the conclusions about the big influence of the Modus
Parisisensis in the original group of friends whose became suddenly a Society of Jesus. The pedagogical method
which was in use at the Sorbonne, and similarly at the University of Alcalá (Spain), at the beginning of the XVI
Century was certainly defined. In theses universities there was above all the corpus magistrorum, while in the
others European’s Studia Generalia were usually most important the corpus studentium. By that, the Author
attest that in University of Paris, which was a fountain of pedagogical method of the Society of Jesus, it was very
important the connexion between the Colleges and the University. The matters of theological and philosophical
Sciences were done at the Colleges by lectiones and exercitationes. By the opposite, in Italy the teachers made
the school matters at the University. At the Sorbonne, the students were obligated to remain under a strong
discipline, with exigent curriculum, in which each student was collocated according his capacities, being
promoted on the superior grade through one hard examination. At Paris, however, there was a good rapport
between Professors and Students. In the others universities the students generally were away of teachers.
2
1.- Introducción
El Modus Parisiensis, el Modus Italicus y la personalidad de Jerónimo Nadal
Al afrontar este estudio que toca lo más íntimo del método pedagógico de la
Compañía de Jesús, mencionamos y agradecemos los trabajos realizados por G. Codina,
quien, ya en su tesis doctoral en París (Codina 1968: XVI+370), investigó sobre la
repercusión que tuvo el modus parisiensis (la «manera de París») en el modelo pedagógico
seguido por los jesuitas.
Basta leer los primeros documentos de contenido escolar de los jesuitas, para
deducir que ellos sentían una especial simpatía por el método utilizado en la Universidad de
París, el modus parisiensis, dicho también el método more parisiensi, o también, o también
more Academiae parisiensis 1. La adopción del modus parisiensis en los colegios de la
Compañía de Jesús no fue obra de un jesuita aislado, sino de toda la primera generación de
jesuitas. Sin embargo, en su ejecución destacó el P. Jerónimo Nadal (n. 1º agosto 1507, en
Palma de Mallorca [Baleares, España]; + 3 abril 1580, Roma). Causa verdadera admiración la
1
Escribe G. Codina (1968), p. X: «C’est la méthode pédagogique de l’Université de Paris que désormais la
Compagnie de Jesús tout entière fera sienne». El P. Lászlo Luckács, S.I., en su edición del Monumenta
Paedagogica Societatis Iesu ha puesto de relieve el matiz parisino de muchos textos escolásticos utilizados por
los jesuitas.
3
vida y la obra de ese jesuita, hasta hace poco tiempo valorado casi exclusivamente por sus
conferencias espirituales sobre las Constituciones de la Compañía de Jesús. J. Nadal levantó
el primer colegio de la Compañía, en Messina (Sicilia), en 1548, y allí fue aplicado el modus
parisiensis por primera vez entre los jesuitas.2
2
Bibliografía sobre el P. J. Nadal, cfr. Ruiz Jurado, S. I. (2002), v. Nadal, en Diccionario Histórico de la
Compañía de Jesús, III, 2793b – 2796a. Nadal estudió en la universidad de Alcalá de Henares durante los años
1526-1527, en donde tendría encuentros con Ignacio de Loyola, Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de
Bobadilla. Volvió a encontrarse con ellos, y con Francisco de Javier, en la Universidad de París, en 1532.
Cuando residía, años más tarde, en Palma de Mallorca, J. Nadal recibió una carta de Francisco de Javier, datada
el 15 de enero de 1544, en Cochín (China), la cual le causó fuerte impresión. En marzo de 1548 Nadal, que
había entrado a formar parte de la Compañía de Jesús, navegaba hacia Messina (Sicilia), enviado por Ignacio,
con nueve compañeros (Pedro Canisio entre otros), habiendo sido nombrado Rector del colegio que allí se
fundase. Durante los años 1553-1554, Nadal visitó, como Comisario del General de la Compañía de Jesús,
España y Portugal, con el fin de promulgar las Constituciones de la Compañía de Jesús y organizar los estudios.
Comenta G. Codina (1968), p. XII: «Aucun jésuite de son temps n’a aussi profondément connu la Compagnie
de Jésus que ce chevalier errant que fut Jerónimo Nadal. Aucun autre n’a probablement contribué autant que
lui à fixer dès son origine la méthode pédagogique des jésuites. Ce n’est pas sans motif…que Jerónimo Nadal
devrait être considéré à juste titre comme le fondateur de la pédagogie des jésuites».
4
Sin embargo, París era el centro universitario en donde iban a zambullirse los
estudiantes que formarían la Compañía de Jesús, completando su formación humanística.
Podríamos decir que la Universidad de Alcalá constituyó para ellos una especie de vestíbulo
que les llevó, sin cambios bruscos, hacia la Sorbonne.
escribió Cisneros en las Constitutiones del Colegio de San Ildefonso de Alcalá: «…in hac
Universitate, quae ad imaginem scholae Parisisensis instituta est» 3.
3
Constitutiones Insignis Collegii Sancti Ildefonsi, ac per inde totius almae Complutenses Academiae (Alcalá 1560),
const. XLVI, 37v. Esta edición contiene las Constituciones de 1517, que son una manipulación de las Constituciones
originales de 1510, junto con las Constituciones de los Colegios de Pobres de 1513. Cfr. F. Martín Hernández (1959),
Noticia de los antiguos colegios universitarios españoles, en Salmanticensis, 6, 521-522. Cita Codina (1968) 18.
6
fuertes raíces que hasta mediados del siglo XVI no pudo ser borrado allí el gusto por la
sofistería en la Facultad de Artes.
Según las Constituciones de Cisneros, cada año eran elegidos dos Regentes de
Summulae. Cada candidato tenía que leer, durante uno o dos días consecutivos, dos lecciones
sobre los principios de la Lógica, siguiendo el modo de París, ante un auditorio compuesto
por los futuros estudiantes de esa materia. Habiendo jurado previamente que iban a elegir al
maestro más idóneo, cada uno de los estudiantes, ante una lista, elegía un solo nombre. El
Rector y sus consultores presidían el escrutinio, y proclamaban el vencedor del concurso.
Luego, los estudiantes tenían derecho a escuchar las lecciones de uno de los dos Regentes
durante un mes, y elegían, en consecuencia, de qué maestro iban a ser discípulos. Si al cabo
7
de cierto tiempo, no llegaba a cinco el número de los estudiantes que seguían las lecciones de
un summulista, dicho regente perdía su regencia, declarándose su cátedra vacante durante el
resto del año académico. Esta especie de prerrogativa de los estudiantes tenía lugar también
en París y en Bolonia.
Lo más llamativo sobre del poder de los estudiantes sobre sus profesores eran
las visitas de cátedras, mediante las cuales, los estudiantes controlaban a sus profesores, bajo
la supervisión del Rector, quien cada año nombraba dos Visitadores, elegidos entre los
estudiantes de cada Facultad. En relación con la de Salamanca, la Complutense resultaba
centralista en su gobierno. (Reynier: 1902, 110-111). Pues bien, la Universidad de Alcalá, en
materia de centralismo, se quedaba pequeña ante la de París.
estructura del lenguaje; y, finalmente, la Superior era como un entrenamiento para alcanzar el
dominio de la comunicación en la escritura.
primera hacia la tercera; la manera de París, en este caso concreto, estaba más de acuerdo con
la valoración ignaciana del «magis».
Las lecciones tenían lugar dos horas por la mañana, y una por la tarde; y cada
hora era seguida de los ejercicios necesarios, a base de repeticiones y de cuestiones. A
continuación del almuerzo y de la cena, tenían lugar las repeticiones de lo explicado durante
el día. La asistencia de los estudiantes era controlada, mediante las firmas de los mismos en
unos libros.
Una vez por semana tenía lugar la repetición de lo explicado durante los seis
días anteriores, y una vez cada quincena se realizaban las «disputationes publicae», actividad
que ocupaba la jornada entera.
Ignacio había llegado a París, en 1528, a sus 37 años de edad, hombre maduro
y probado. Los conflictos con los Provisores diocesanos en Alcalá y en Salamanca, habían
quedado atrás; en la doctrina de Ignacio no se detectaban errores, pero él sentía dentro de su
persona una especie de confusión intelectual que necesitaba ser remediada. Por eso, Ignacio
frecuentó el estudio de Humanidades en el Colegio de Monteagudo, estudiando junto a
escolares adolescentes, pasando luego pasó al Colegio de Santa Bárbara, en donde residían
portugueses y españoles.
Los colegios parisinos dejaron huella positiva en Ignacio de Loyola, y por eso,
al principio, el fundador de la Compañía de Jesús pensó en enviar a sus estudiantes jesuitas a
las Universidades de París y de Roma. Desgraciadamente, la guerra entre el Emperador
Carlos V y Francisco I de Francia obligó a los escolares jesuitas de París a emigrar hacia
Lovaina. Contemporáneamente surgieron colegios para jesuitas en torno a los grandes centros
universitarios, como Coimbra (1542), Lovaina (1542), Colonia (1542) y Valencia (1544).
todo ello, hay que unir el «pensum», o retazo de lengua latina, o griega, que los estudiantes
tenían que aprender de memoria. La figura del «aemulus», o compañero privado en el estudio,
era de capital importancia; pues, de otro modo un estudiante no podía verificar si había
ganado en «fundamento»…Gracias a la emulación de Pedro Fabro, Ignacio de Loyola
consiguió mejorar su calidad académica.
14
Los viejos manuales de la Edad Media fueron sustituidos por autores clásicos,
como Cicerón, César, Virgilio, Horacio, Terencio, Ovidio, Tácito, Salustio, Homero, Sófocles,
Demóstenes. La prelección, inspirada en Quintiliano, fue el recurso pedagógico ideal para
acceder a los textos de autores clásicos. La meta de estos estudios era alcanzar la Elocuencia,
es decir, el arte de expresar públicamente las propias ideas, de tal modo que se comprendiesen
con cierto gusto y facilidad. La Elocuencia abarcaba la vida entera de la persona: el «vir
bonus dicendi peritus» era el modelo humanista. El hombre razonaba y sentía, armonizando
virtud y letras, siguiendo la tradición de los monjes medievales: «scientia et mores, doctrina et
pietas, litterae et virtus».
6. Conclusiones
2ª.- El modus parisiensis era una continua gimnasia del espíritu. Toda
enseñanza de una materia exigía una prelección. Así, en el caso de las reglas gramaticales o
sintácticas, según de qué clase se tratase (ínfima, media o suprema). Es decir, el profesor
exponía dichas reglas, sirviéndose, por ejemplo, de un autor escogido. Seguidamente, los
estudiantes hacían los ejercicios correspondientes, para asimilar la lección, llegando en
definitiva a dominar la lengua latina y la griega. A cada prelección, o lección magistral,
seguían, a lo largo de la semana, las repeticiones. Y luego, las cuestiones, o disputas, que
servían para aclarar los puntos oscuros.
16
3ª.- Para los jesuitas, el modus parisiensis resultaba excelente, pues se trataba
de un modelo pedagógico esencialmente activo, en el que se ponían en juego todas las
capacidades del estudiante, ayudándolo así a su realización personal. Al mismo tiempo, el
plan de estudios era claro, escalonado, y no inducía a confusiones. Si el objetivo primario de
Ignacio fue siempre la ayuda de las almas, eso se traducía, respecto a los estudiantes de fuera,
en enseñarles las letras y buenas costumbres (virtud y letras), lo cual condujo a Ignacio a abrir
los colegios para los externos. Ignacio, en París, volvió a encontrarse con una situación
parecida a como se halló en Barcelona, cuando Isabel Roser le pagó los estudios de latín.
Paciencia y humillación se juntaban en Ignacio; a ellas se fue añadiendo, poco a poco, el
contrapeso de la alegría por los efectos positivos del método parisino.
Referências
Codina, Gabriel (1968), Aux sources de la pédagogie des jésuites: le «modus parisiensis», en Biblioteca Instituti
Historici S.I., vol. XXVIII, Roma: Institutum Historicum S.I., XVI+370 p.
17
Idem (2001), v. Modus parisiensis. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III, 2714-2715.
Idem (2004), El Modus Parisiensis, en Gregorianum, 85/ 1 : 43-64.
De Dainville, Fr. (1940), Le naissance de l’humanisme moderne, Paris.
Lúckas, Lászlo (1965), Monumenta Paedagogica Societatis Iesu, I, Roma.
Idem (1986), Introductio generalis: Ratio atque institutio Studiorum Societatis Iesu (1586, 1591, 1599):
Monumenta Pedagogica Societatis Iesu, V, Romae : nova editio penitus retractata: Monumenta Historica
Societatis Iesu, 129.
Reynier, Gustave (1902), La vie universitaire dans l’Ancienne Espagne, Paris.