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José Ma. Rambla, S.J.

DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES A LA PEDAGOGA IGNACIANA

Introducción

Antes de exponer la pedagogía de los Ejercicios en la medida que


inspira nuestra pedagogía, conviene adelantar estas consideraciones.

1. Dice Karl Rahner que todo jesuita cuando hace alguna actividad
apostólica, está dando Ejercicios1. Esto puede probarse con la historia del nacimiento
de la pedagogía de los colegios de jesuitas. En los primeros centros educativos de la
Compañìa de Jesús no se usaba una pedagogía determinada. Los jesuitas se servían
de aquella manera de formarse que habían experimentado en su misma formación
humana y espiritual. Esta era la manera de educar de los Ejercicios espirituales. Poco
a poco, este modo de formar fue elaborándose, pero aun así no se alejó de las líneas
más características de dichos Ejercicios.

2. Los Ejercicios Espirituales son la obra pedagógica más estructurada


de Ignacio. Sin embargo, no son la única muestra de su capacidad pedagógica,
porque Ignacio fue él mismo educador constante a lo largo de su vida.

* Su misma Autobiografía nos ofrece claros testimonios de cómo formaba


personas: mujeres y hombres a través de catequesis y sencillas
conversaciones espirituales; aprovechando los encuentros informales como las
1
Cfr. Karl Rahner, Palabras de Ignacio de Loyola a un
jesuita de hoy, en: Ignacio de Loyola, Sal Terrae, Santander,
p. 15.
1
1
comidas introducía temas de reflexión dtiles para la vida de los comensales;
unía y agrupaba colaboradores después de haber ayudado a un cambio de
vida en profundidad, etc.

* La correspondencia del santo presenta una riqueza inmensa de elementos


pedagógicos: captación de la situación real de cada persona, apoyo para sacar
el m<ximo provecho de cada uno, evitar abstracciones estJriles y tratar de
responder a los problemas verdaderos de cada uno, ofrecimiento de recursos
para el progreso personal, respeto sumo a la libertad de cada uno, insistencia
pedagógica junto con adaptación a los ritmos de cada persona, relación
humana afectuosa y firmeza en los principios, etc.

* Las Constituciones (partes 30 y 40) nos ofrecen todo un tratado de formación


tanto espiritual como humana. En la formación espiritual: partir de una
experiencia intensa personal de fe, combinar el cultivo interior con las pr<cticas
exteriores que consolidan y comprueban las convicciones personales,
acomodación a la situación de cada persona, integración de todas las
dimensiones del ser humano, atención al entorno material, acompaZamiento
personal, etc. En la formación intelectual: mJtodo, dedicación seria al estudio,
unión de fe y cultura, motivación altruista del estudio, ejercicios pr<cticos, etc.

3. Hemos visto en la exposición anterior cómo Ignacio fue formado por


Dios. Sin embargo, el SeZor se sirvió de mediaciones para la transformación de
QZigo en Ignacio. Una de estas mediaciones fue el mJtodo que recibió primero en
Montserrat al contacto con la "devotio moderna" y, m<s tarde, en ParRs, donde se
formó segdn el "modus parisiensis". En estos centros de formación espiritual
(Montserrat) y de formación intelectual (ParRs), Ignacio pudo hacer muy buen acopio
de recursos para sus Ejercicios Espirituales. El "Ejercitatorio de la vida espiritual" del
Abad de Montserrat, GarcRa JimJnez de Cisneros le ayudó a comprender la vida
espiritual como un itinerario, le proporcionó modos variados de oración y recursos
para realizar las distintas formas de examen y en definitiva le puso en contacto con la
rica tradición espiritual mon<stica y medieval. Por otro lado, el "modus parisiensis"
introdujo a Ignacio en un mJtodo de aprendizaje mediante el ejercicio repetido, la
revisión de lo realizado, la integración de todas las facultades, la gradación en las
materias y la división de los alumnos en clases, etc. Junto a estas dos ayudas de gran
peso, Ignacio fue asimilando a lo largo de los aZos y en sus incansables recorridos,
numerosos recursos que le ayudaron a perfeccionar su experiencia espiritual y el
mJtodo de los Ejercicios. Porque Jstos, en "su substancia", segdn Diego LaRnez2, se
realizaron en Manresa, pero, como atestigua Jerónimo Nadal, "acabados los estudios,
reunió aquellas primeras notas de los ejercicios, aZadió muchas cosas y lo reelaboró
todo"3.

4. Sin embargo, antes de entrar en la presentacción de la pedagogRa


de los Ejercicios, deteng<monos a contemplar dos im<genes ilustrativas de la
2
Carta del Padre Lainez a Juan Alfonso de Polanco, 16 de
junio de 1547, n. 12 (FN, I, 82).
3
ApologRa de los Ejercicios (FN, I, 318).
2
1
naturaleza de los Ejercicios.

La primera: QZigo de Loyola, completamente solo en la cueva de


Manresa, ora, hace penitencia y va escuchando lo que el espRritu susurra en su
corazón. La segunda: El cuadro de alguno de los primeros ejercitantes, pongamos por
caso Pierre Favre. Se halla encerrado en un apartamento de ParRs, tambiJn
completamente solo, entregado a la oración, a la penitencia, a la lectura de libros
espirituales y recogido para captar y descifrar todo lo que pasa por su espRritu. De
vez en cuando, una vez al dRa, Ignacio le visita para escuchar de Jl mismo cómo vive
la experiencia y para ofrecerle algunas orientaciones para llevar adelante la
experiencia espiritual. En las dos escenas vemos una persona sola dedicada a una
intensa actividad personal, espiritual.

AsR comprendemos mejor lo que el mismo Ignacio nos narra sobre unos
Ejercicios que Jl daba a distintas peronas, pero por separado: "Daba ejercicios
espirituales a diferentes personas al mismo tiempo; uno de ellos estaba en Santa
MarRa la Mayor y otro en Puente Sixto"4.

Porque los Ejercicios Espirituales son una experiencia absolutamente


personal. En ella, contenido (materia, ideas, etc.) y mJtodo se enlazan en una unión
inseparable. Sus rasgos m<s fundamentales han marcado durante siglos el modo de
hacer de la educación de la CompaZRa de Jesds y, aun hoy, forman el patrimonio de
las orientaciones educativas de los centros de la CompaZRa de Jesds.

Veamos, pues, las lRneas m<s fuertes de los Ejercicios para


comprender mejor la pedagogRa ignaciana de nuestros centros5.

4
AutobiografRa, 98.
5
Algunos estudios m<s recientes: Joseph Thomas, Le Secret
des jJsuites. Les Exercices spirituels, DesclJe de Brouwer,
Paris, 1984; Maurizio Costa, Appunti intorno alle linee
fondamentali della pedagogia della Compagni di Gesj, Centrum
Ignatianum Spiritualitatis, Roma, 1987; Bernard Pardonnat,
Enseigner et apprendre selon la pJdagogie des jJsuites, Lumen
Vitae, 1990, pp. 141-151; Ralph Metts, Ignatius knew, Jesuit
Secondary Education Association, Washington, 1995.
3
1
1. "El drama de la vocación,
el drama de la elección" (Henri BrJmond)

Ignacio de Loyola presenta asR el fin de los Ejercicios Espirituales:

Todo modo de preparar y disponer el <nima para quitar de sR todas las


afecciones desordenadas y, despuJs de quitadas, para buscar y hallar la
voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del <nima6.

Como en otras ocasiones semejantes, tambiJn ahora unas palabras del


agudo historiador del sentimiento religioso nos sirven de marco. Porque, en efecto, los
Ejercicios ignacianos no son ni conferencias, ni instrucciones morales, sino un
"drama", una acción. En Jsta se realiza un encuentro de la persona con Dios que
llama ("vocación") para alcanzar la meta de una respuesta personal a dicha llamada
("elección"). Por tanto, "el drama de la vocación y el drama de la elección"7.

Ignacio, en los Ejercicios, sin abandonar su visión teocJntrica del


mundo, empieza poniendo a la persona humana en su centro de atención. El
"Principio y Fundamento" de toda la experiencia es el hombre "en situación" tratando
de orientar su vida con todo lo suyo8 hacia Dios e intentando liberarse de todo lo que
puede dificultar esta lRnea de vida hacia el SeZor. La terminologRa ignaciana es
elocuente: "el que hace los ejercicios", "la persona que se ejercita"...

Esta experiencia es estrictamente personal. Es decir, radica en el centro


de la persona -su corazón, los afectos: "quitar de si todas las afecciones
desordenadas". Y es una transformación que se ordena hacia una mayor lucidez,
conocer lo que Dios pide de uno: "buscar y hallar la voluntad divina". Finalmente, la
6
EE, 1.
7
S. Ignace et les Exercices, La Vie Spirituelle SupplJment,
20, 1929, pp. 85-87.
8
Cfr. Joseph Thomas, op. cit.: L'homme en situation, pp.
55-60.
4
1
actividad del ejercitante tiende a una praxis concreta, es decir, hacerse disponible a la
acción de Dios: "la disposición de su vida".

Experiencia personal, experiencia desde el centro mismo de la


persona..., pero experiencia centrada en Dios: "que el mismo Criador se comunique";
que quien da los Ejerciicios "deje inmediate obrar al Criador con la criatura y a la
criatura con su Criador y SeZor".

AsR, pues, una intensa actividad personal que coge toda la persona
desde su mismo centro -su corazón, sus afectos, sus actitudes- y todo polarizado en
Dios que da consistencia a todo y es la plenitud de la existencia humana -para
Ignacio, "salvar el <nima"- constituye el meollo de la experiencia de los Ejercicios y
tambiJn de la pedagogRa de inspiración ignaciana.

Segdn esta pedagogRa, toda la educación culmina en la "vocación" y la


"elección".

a) La "vocación". La acción o drama de la educación tiene como objetivo


descubrir, mediante el cambio personal que se va produciendo, la propia
identidad (quiJn soy yo, cu<les son mis posibilidades, cu<l es mi lugar en la
sociedad, etc.) es decir la "vocación" personal.

b) La "elección". Este desvelamiento de la propia "vocación" ha de llevar a una


decisión o compromiso de vida, que suele ser el final de los estudios
secundarios ("elección").

c) Una relación de fe. Si el proceso educativo se hace desde una perspectiva


de fe, esta "vocación" se vive como una llamada personal de Dios y la decisión
como una respuesta creyente ("elección") que es concreción de la alianza.

En todo este "drama" es patente el papel fundamental que desempeZan


la libertad y el deseo. La libertad, porque la lucidez, requerida para el conocimiento
propio y la vocación personal, pide sujetos libres de condicionamientos que puedan
ponerse con mirada limpia, es decir corazón limpio, ante la verdadera realidad de si
mismos en la circunstancia concreta de su vida. Libertad tambiJn necesaria para dar
la respuesta consiguiente a la vocación ya dilucidada. En cuanto al deseo, es
importante tanto para emprender la larga andadura de una experiencia que
compromete toda la persona, como para abrirse a la decisión de vida con la cual
culminan los Ejercicios Espirituales. Por esto Ignacio predispone a los Ejercicios con
estas palabras:

Al que recibe los ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande <nimo
y liberalidad con su Criador y SeZor, ofreciJndole todo su querer y libertad, para
que su divina majestad, asR de su persona como de todo lo que tiene, se sirva
conforme a su santRsima voluntad9.

9
EE, 5.
5
1
Al terminar esta aproximación al conjunto de los Ejercicios, recojamos
algunas conclusiones relacionadas con la educación. En primer lugar, "los Ejercicios
Espirituales m<s que tener una pedagogRa, son una pedagogRa. Son, de hecho, una
pedagogRa de la experiencia personal espiritual"10. Lo mismo cabe decir de la
educación, m<s que contener una pedagogRa es toda ella misma una pedagogRa, es
decir una "drama" o acción continuada que se sirve de determinados medios o
recursos pedagógicos. Adem<s, la educación es un descubrimiento y desarrollo de la
identidad del educando, ya que la voluntad de Dios coincide con la profunda verdad
de cada uno. Dios se halla en el origen de lo que somos en lo m<s hondo de nuestro
ser. Finalmente, puesto que nuestra identidad y la capacidad de disponer plenamente
de nosotros mismos est<n envueltos y limitados por multitud de condicionantes que
tienen en nuestros afectos su aliado, el trabajo de la educación, como el de los
Ejercicios espirituales, es una tarea de liberación de la propia libertad (en lenguaje
ignaciano, "quitar de si todas las afecciones desordenadas").

10
M. Costa, op. cit., p. 5.
6
1
2. PedagogRa de los Ejercicios Espirituales

La substancia de la experiencia se realiza mediante una serie de


orientaciones que constituyen el mJtodo o pedagogía de los Ejercicios.

a) Los "ejercicios" de los Ejercicios

Los Ejercicios son "ejercicios" o pr<cticas que realiza el ejercitante. Sin


embargo, estas pr<cticas o ejercicios son de una inmensa variedad y esto constituye
una de las grandes virtualidades de los Ejercicios. Porque ponen en acción toda la
persona y las distintas posibilidades de la actividad humana. De este modo, mediante
un ejercicio repetido, la persona que se ejercita se "pone en forma" o se va
transformando. Ignacio cita, al comenzar el libro, pr<cticas de oración y de examen, y
aZade "y otras espirituales operaciones"11. Istas van siendo declaradas a lo largo del
texto a medida que se proponen distintas etapas o "semanas" de la experiencia. Se
propondr<: lectura, penitencia, participación en la liturgia, lucha contra las
inclinaciones desordenadas, templanza en la comida y control del sueZo, ritmo
adecuado a los distintos "ejercicios", concentración y recogimiento durante el dRa,
control de los sentidos, atención a los sentimientos y pensamientos e interpretación
de los mismos, etc.
Toda la persona y todo el campo de su actividad interior y exterior se ponen en juego
para realizar una experinecia integral que ayude a "ordenar su vida".

Ignacio es muy consciente de que la transformación de la persona no se


realiza sólo mediante el conocimiento y las ideas, sino que requiere ejercicio repetido,
porque Jste resulta apoyo imprescindible. El "modus parisiensis", con su insistencia (a
veces, hasta la exageración) en el "ejercicio", sin duda dejó profunda huella en el

11
EE, 1.
7
1
sentido pr<ctico de Ignacio en orden a modelar personas12.

La tradición de nuestros colegios ha ido desarrollando a travJs de los


siglos este aspecto activo de la educación. Dos exponentes de ello los tenemos en el
"teatro jesuRtico" y en las Congregaciones Marianas (actualmente Comunidades de
Vida Cristiana). El teatro, con la mdsica y la danza, ha sido durante siglos un
vehRculo de formación humana, artRstica, religiosa y moral. Las Congregaciones
Marianas, ofrecidas a la participación libre de los alumnos, eran escuela pr<ctica de
formación comunitaria (y, hasta cierto punto, democr<tica), de apostolado y acción
social.

Dos observaciones se imponen para precisar el sentido de estas


pr<cticas. En primer lugar, la insistencia ignaciana en el recurso a ejercicios y
pr<cticas sencillas tiene su dltima justificación en su concepción de Dios. Dios, aun
siendo un ser que lo trasciende todo, es para Ignacio el Dios presente en todas las
cosas y el Dios que "trabaja" en todo13. De aquR que el ejercitante, o el educando en
nuestro caso, al poner por obra determinados ejercicios concretos no hace otra cosa
que reconocer, de hecho, la trascendencia de toda realidad, integrada en la totalidad
de un mundo donde Dios se hace presente. Al mismo tiempo, su acción es
cooperación libre con la acción de Dios que "trabaja y labora por mi en todas las
cosas criadas"14.

En segundo lugar, lo que caracteriza la pedagogRa ignaciana no son


tanto las actividades, identificables exteriormente, cuanto la din<mica y el proceso
interno que dirige la selección y modo de realizar las distintas pr<cticas. Cuando esto
12
El "modus parisiensis" empleaba "una especie de gimnasia
del espRritu que pone en acción, en el proceso de la educación,
todos los recursos y todas las facultades de la persona humana"
(Gabriel Codina, Aux sources de la pJdagogie des jJsuites: le
"modus parisiensis", Institutum historicum S.I., Roma, 1968, p.
111). RespondRa al lema "usus, non praecepta". Las
exageraciones de esta predilección por la pr<ctica fueron
ridiculizadas aceradamente, entre otros, por Juan Luis Vives
(cfr. Codina, op. cit., p. 115). Sin embargo, el "modus
parisiensis", en la enseZanza de la gram<tica y humanidades era
completado con el "modus italicus" de clases magistrales. Cfr.
Miquel Batllori, La Ratio Studiorum nella formazione della
coscienza cattolica moderna, en: Cultura e Finanze. Studi sulla
Storia dei Gesuiti da S. Ignazio al Vaticano II, Edizioni di
Storia e Letteratura, Roma, 1983, 175-184.
13
En un elogio sepulcral, escrito con motivo del primer
centenario de la aprobación canónica de la CompaZRa de Jesds
(Amberes, 1640), se resume asR la espiritualidad o imagen de
Dios de Ignacio de Loyola: "Non coerceri maximo, contineri
tamen a minimo divinum est" (Dios no es abarcado por lo m<s
grande, sin embargo cabe en lo m<s pequeZo).
14
EE, 236.
8
1
no se tiene en cuenta (cosa que desgraciadamente ocurre con fecuencia), se falsea
tanto la naturaleza de los Ejercicios Espirituales como la educación de inspiración
ignaciana. Esto ocurre cuando, por ejemplo, se absolutizan los temas que se tratan o
los recursos para hacer la oración y las pr<cticas educativas, cuando se considera el
silencio o el clima de aislamiento o de concentración como un valor en si mismos,
cuando es el ejercitante o educando quien ha de adaptarse al ejercitador o educador.

b) Cristo, clave de la pedagogRa ignaciana

Como acabamos de exponer, las actividades de los Ejercicios no tienen


sentido en si mismas, m<s bien estan dirigidas hacia el fin de la transformación
personal en orden a conocer la voluntad de Dios y hacerse disponible a ella. Para
esto hay que seguir un proceso gradual: conversión y seguimiento de Cristo. El SeZor
Jesds es el centro de todos los Ejercicios, "camino, verdad y vida" (Juan 14, 6). Por
consiguiente, el evangelio es el libro fundamental del ejercitante. En cambio, el libro
de los Ejercicios es el "manual" de la persona que los da. En este librito se hallan las
orientaciones que la persona que los da ha de impartir al ejercitante para que vaya
realizando, con la gracia, la asimilación pesonal del evangelio. Ignacio propone un
itinerario de cuatro "semanas" (perRodos desiguales, pero que en conjunto suman
unos 30 dRas):

la primera...consideración y contemplación de los pecados; la segunda es la


vida de Cristo nuestro SeZor; la tercera, la pasión de Cristo nuestro SeZor; la
cuarta, la resurrección y la ascensión15.

La teologRa paulina, que considera a Cristo como AquJl en quien todo


tiene su consistencia (cfr. Colosenses 1, 15-20), llena todos los Ejercicios: Cristo es la
clave de bóveda por la cual se sostiene el edificio de los Ejercicios. Del mismo modo
es quien ilumina y mueve la vida del ejercitante dentro de los Ejercicios para, luego,
ser tambiJn luz y fuerza en su vida en medio de la sociedad.

La relación personal con Jesds tiene tal centralidad en la espiritualidad


ignaciana que la Congregación General 34 ha declarado primera caracterRstica de la
vida del jesuita el "amor personal a Jesucristo"16.

Por esto la pedagogRa ignaciana est< imbuida de cristocentrismo:

1. "Este es el hombre". Estas paradógicas palabras del evangelio de Juan (19,


5), donde Jesds desvalido y humillado es presentado como imagen de
verdadera humanidad y senda de humanización, sintetizan la manera
15
EE, 4.
16
Decreto 26: CaracterRsticas de nuestro modo de proceder,
nn. 3-5.
9
1
ignaciana de contemplar a Jesds y el rol que le atribuye en los Ejercicios
Espirituales. En efecto, para Ignacio, Jesds representa el ideal humano
supremo, en un mundo de mal (alejamiento del amor y fratricidio), porque pasó
haciendo el bien:

* Su existencia es el gran salto del amor: de Criador es venido a


hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal17.

* Su vida es solidaridad con los m<s pobres: nacido en suma pobreza...


trabajos de hambre, de sed, de calor y de frio, de injurias y afrentas18.

* Su destino es la suerte de los pobres, pero en bien de todos: para


morir en cruz; y todo esto por mR19.

Jesds nos da la medida de lo humano, ser personas para los dem<s. La


referencia de los Ejercicios Espirituales a Jl seZala ya un itinerario de
transformación, que lo es de humanización.

2. Cristo modelo, no ejemplo. Cristo modelo de una vida humana entendida


desde Jl, de una vida verdaderamente humana. Nuestros documentos nos
dicen que Cristo es "modelo", no un "ejemplo" que haya que reproducir. El
"modelo" en el campo religioso cumple el rol de la palabra, porque "de aquello
que no podemos hablar es mejor callar, pero se trata precisamente de lo que
necesitamos hablar" (Ludwig Witgenstein). El "modelo" ilumina y moviliza,
expresa lo inexpresable en palabras, pero no delimita y cierra el campo del
compromiso personal, sino que abre a la creatividad. Jesds-modelo abre el
educando a una forma de vivir centrada en Dios, en Dios integrador de toda la
realidad mundana, con una apertura solidaria a los dem<s y con preferencia
hacia los m<s pobres, sensible a los problemas deshumanizadores del mundo
-la injusticia en primer lugar- y, consecuentemente, con un compromiso activo
en el mundo por la promoción de la justicia.

3. Educar desde una relación afectiva. Adem<s, la persona de Jesds, en los


Ejercicios y en la educación, polariza las capacidades afectivas de la persona y
de este modo penetra la tarea educativa de una fuerza transformadora
particular, ya que implica al ejercitante o al educando desde el ndcleo de si
mismo y dinamiza poderosamente el proceso de transformación personal.

Recogiendo todavRa otros elementos de esta pedagogRa centrada el


Cristo, podemos destacar los siguientes:

a) Gradualidad. El ideal ignaciano de los Ejercicios es la "cristificación". Ahora


bien, este ideal u objetivo se propone como un proceso o itinerario que se va
recorriendo al ritmo de las etapas o semanas, dentro de las cuales tambiJn se
17
EE, 53.
18
EE, 116.
19
EE, 116.
10
1
seZalan toda una seria de objetivos parciales.

b) PedagogRa existencial. Sin menospreciar de ningdn modo la teorRa, que la


hay y muy honda en los mismos Ejercicios Espirituales, Ignacio ayuda al
ejercitante a realizar la transformación mediante la identificación con un modelo
vivo, Jesds. Por esto el ejecitante ha de "querer" y "pedir":

Conocimiento interno del SeZor, que por mi se ha hecho hombre, para


que m<s le ame y le siga20.

c) Ritmo personal. En el curso de los Ejercicios Espirituales, la persona que


acompaZa al ejercitante se regir< siempre por el ritmo de Jste. De aquR que
experiencia no tenga una duración fija: poco m<s o menos, se acabar<n en
treinta dRas21. La justificación ignaciana es elocuente:

unos son m<s tardos para hallar lo que buscan...; asimismo, como unos
sean m<s diligentes que otros...22.

Todos los Ejercicios Espirituales abundan en orientaciones que ponen de


relieve la necesidad de acomodación a la persona que los hace y a sus ritmos,
dependientes de circunstancias espirituales o de condiciones de edad, salud,
cansancio, etc.

c) Un modo de proceder

La actividad de la persona que hace Ejercicios dirigidos hacia la


realización de una determinada experiencia espiritual recibe el apoyo de una serie de
orientaciones y recursos que constituyen un modo de proceder o mJtodo. Iste se
puede sintetizar en cinco capRtulos.

1) "El fundamento verdadero"

Los Ejercicios no son una actividad subjetivista, sino que tienen el


fundamento sólido de la verdad: la verdad del evangelio y la verdad de la propia vida
y circunstancias personales. El evangelio no se concibe como un relato o un conjunto
de normas de acción, sino como un mensaje contextuado en la vida del ejercitante. De
aquR el "por mR" que acompaZa constantemente las indicaciones sobre la vida y
acción de Jesds: "por mR se hace hombre", "todo esto por mR", "tanta pena que
Cristo pasó por mR"... Por otro lado, es la vida concreta del ejercitante lo que deber<
contrastarse continuamente con el SeZor y con su palabra. Los Ejercicios sólo se
20
EE, 104.
21
EE, 4.
22
EE, 4.
11
1
llevan a cabo convenientemente si la persona que los hace est< bien sujeta a la
realidad de la vida propia con todas sus circunstancias (de ningun modo pueden ser
una evasión al terreno de las puras ideas o sentimientos) y, a la vez, bien atada a la
verdad del evangelio no como una "lectura", sino como "matriz" de la historia actual.
Ignacio dir< que la actividad de los Ejercicios se desarrollar< a partir del "fundamento
verdadero de la historia".

Podemos, pues, decir que los Ejercicios basan su eficacia en el respeto


a una doble verdad: la verdad objetiva del evangelio leido en la situación concreta en
que se halla el ejercitante; la verdad subjetiva del mismo ejercitante, es decir su
estado personal actual. Esto explica la insistencia de la pedagogRa ignaciana en
partir no sólo del evangelio, sino tambiJn de la realidad concreta de la persona que se
ha de formar, que no es sólo su persona (sus posibilidades y limitaciones de todo
orden, sus cualidades y sus defectos, etc.), sino el contexto de su vida (familia,
condiciones sociales y económicas, relaciones y amistades, entorno, etc.).

En coherencia total con la pedagogRa de los Ejercicios Espirituales, el


documento "PedagogRa ignaciana. Un planteamiento pr<ctico" subraya con acierto
estos aspectos del "contexto" del educando que el educador ha de tener muy en
cuenta: el contexto real inmediato de su vida, el contexto socio-económico, polRtico y
cultural, el ambiente institucional del colegio, los conceptos adquiridos previamente
por los mismos educandos23. Todo ello forma parte de la "verdad" sobre la cual se
edifica la educación.

2) Integración y adaptación

Los Ejercicios tienen muy en cuenta la unidad de la persona que los


hace. No sólo la unidad de cada persona en si misma, sino tambiJn la unidad con el
mundo y el entorno. Y todo, en Dios. Los Ejercicios Espirituales tienen un car<cter
claramente holRstico. En este sentido, su pedagogRa se armoniza con la concepción
"trinitaria" que sostiene Raimon Panikkar: "Dios, el Hombre y el Mundo no son ni uno,
ni dos, ni tres. No hay tres cosas, ni tampoco una sola. Hay una radical relatividad,
una interconexión irreductible... La realidad es trinitaria, no dualista, ni una ni dos.
Sólo negando la dualidad, sin caer en la unidad, podemos aproximarnos
conscientemente a ella"24.

Por un lado, pues, los Ejercicios ponen en movimiento todas las


dimensiones del ser humano: cuerpo y espRritu, sentimiento e inteligencia,
imaginación y reflexión, memoria, entendimiento y voluntad... Todas las capacidades
humanas se movilizan para llegar a suscitar los afectos, a tocar el corazón, donde
todas las vivencias se unifican y la persona cobra una fuerza y dinamismo eficaces.

Por otro lado, el ejercitante ha de tener muy en cuenta su Rntima


relación con su entorno, es decir el mundo que le rodea y del cual forma parte:
23
nn. 38-41.
24
La experiencia de Dios, PPC, Madrid, 1994, pp. 55-56.
12
1
lugares donde hace la oración, entorno de luz o de oscuridad, ambiente frio o c<lido,
soledad, etc. Los Ejercicios distribuyen estas orientaciones en dos series de
"anotaciones" y "adiciones" que pretenden, en gran parte, ayudar a esta integración
plena de las dimensiones de la persona y de Jsta con su entorno. Todo esto hay que
aplicarlo adapt<ndose siempre a la situación personal de cada ejercitante, de modo
que no se le propongan "cosas que no pueda descansadamnente llevar"25.

Con esta integración se consigue que los Ejercicios pasen de ser una
pura actividad mental a ser una "experiencia", es decir algo que "vive" la persona que
los hace. El punto final de la actividad integrada del ejercitante es un cierto grado de
plenitud personal que caracteriza toda experiencia:

En el punto en el cual hallare lo que quiero, ahR me reposarJ, sin tener ansia
de pasar adelante hasta que me satisfaga26.

Hay que poner de relieve que esta indicación sobre la conveniencia de alcanzar una
experiencia espiritual plenificante la hace Ignacio a continuación de haber llamado la
atención sobre la utilidad de buscar la posición corporal conveniente.

Y, este interJs por la experiencia, al servicio de la cual est< la


integración de todo el ser en si mismo y con su entorno, es lo que tambiJn caracteriza
la pedagogRa ignaciana: la experiencia entendida como "cualquier actividad en la
que, junto a un acercamiento cognoscitivo a la realidad de que se trata, el alumno
percibe un sentimiento de naturaleza afectiva"27.

3) Personalización

El car<cter muy "objetivo" de los Ejercicios del que se ha hablado en el


primer apartado ("el fundamento verdadero de la historia"), no implica que los
Ejercicios deriven hacia una fria e impersonal "objetividad". El apartado anterior ya
nos ha hecho prever que son una "experiencia", un "sentir y gustar de las cosas
internamente"28. Lo que pretenden los Ejercicios es que el ejercitante asimile de modo
muy personal el mensaje cristiano, que Jste sea plenamente interiorizado en su
objetiva realidad y su capacidad infinita de novedad.

Cuando se habla de "contenido" de los Ejercicios29, hay que referirse a


25
EE, 18.
26
EE 76.
27
PedagogRa ignaciana. Un planteamiento pr<ctico, n. 43.
28
EE, 2.- Segdn observa acertadamente Parmananda Divarkar,
Ignacio expresa lo personal, aquella parte de nosotros que nos
implica plenamente, con los tJrminos: "interno",
"internamente". Cfr. Op. cit. en 10 parte, p. 57.
29
Ignacio habla de "la materia subyecta" (EE 4) para
indicar que lo que se busca en los Ejercicios no es tanto el
recorrer unos determiandos temas o contenidos cuanto el
13
1
aquello que el ejercitante est< viviendo o experimentando. El "contenido"
comprendido como temas a proponer o mJtodos para la actividad es totalemente
funcional respecto del "verdadero contenido" o materia de los Ejercicios que es lo que
acontece, durante ellos, en cada persona. Como luego se expresó en la educación de
inspiración ignaciana, la persona es la autJntica "materia" de los Ejercicios y la
personalización su objetivo.

Para lograr esta interiorización o personalización, partiendo de aquel


car<cter holRstico descrito, el ejercitante "ejercita", es decir actua de manera viva y
personal. El proceso que Ignacio describe, supone estos pasos:

1. Se parte del "fundamento verdadero de la historia", segdn se ha expuesto.

2. El ejercitante desarrolla sus capacidades: la memoria para recordar la


historia y las circunstancias concretas, la imaginación para implicarse en la
historia, la inteligencia para penetrar m<s hondamente en el sentido, la
voluntad para avivar el deseo, etc. En esta actividad hay que integrar tambiJn
la pasividad: lo que Dios hace m<s all< de los medios y esfuerzos personales...
De aquR que se trate de una "pasiva actividad".

3. El punto culminante del proceso es "sentir y gustar de las cosas


internamente", porque esto "es de m<s gusto y fruto espiritual", ya que "no el
mucho saber harta y satisface al <nima"30. Por tanto, el riesgo que hay que
soslayar es el de quedarse en el "saber" (a lo cual se llega con relativa rapidez,
facilidad y con frecuente y comprobada estirilidad31), sin llegar al "sentir y
gustar internamente". Para esto, se ha de resistir al "ansia de pasar adelante"
que tan a menudo nos domina cuando, esclavizados por la sobrevaloración de
lo cognoscitivo, con la consecución de conocimientos nos parece que ya
hemos alcanzado lo que pretendRamos. Todo lo contrario, hay que perseverar
en la actividad personal "hasta que me satisfaga"32.

A esta personalización se dirige una serie de formas de oración que


resultado de la experiencia personal del ejercitante.
30
EE, 2. El texto ignaciano dice asR: "la persona que
contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia,
discurriendo y raciocinando por si mismo, y hallando alguna
cosa que haga un poco m<s declarar o sentir la historia, quier
por la raciocinación propia, quier sea en cuanto el
entendimiento es ilucidado por la virtud divina, es de m<s
gusto y fruto espiritual que si el que da los ejercicios
hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia;
porque no el mucho saber harta y satisface al <nima, mas el
sentir y gustar de las cosas internamente".
31
Cfr. P.-H. Kolvenbach, citado por Carlos V<zquez en op.
cit., p. 63: "Hemos comprobado y lamentamos que la mera
adquisición de conocimientos no humaniza necesariamente".
32
EE 76.
14
1
propone Ignacio: "repeticiones" para seguir ahondando en los afectos, "resdmenes"
para retener m<s fuertemente lo visto y sentido, "aplicaciones de sentidos" para
posibilitar a todo nuestro ser impregnarse de la riqueza incomensurable de las
realidades de la fe.

En esta actividad personalizadora se dan la mano experiencia y


reflexión. La reflexión es uno de los elementos que preparan la experiencia, pero Jsta
se halla continuamente sometida a la posterior mirada reflexiva del ejercitante.
Porque, a lo largo de la experiencia tan personal y tan profunda, son muchos los
sentimientos espirituales que se experimentan ("mociones") o las ideas que se
suscitan ("pensamientos").

Estas vivencias van seZalando las actitudes que hay que adoptar para
seguir un itinerario que no lo es de adquisición de conocimientos, sino de
transformación personal. Ahora bien, para reconocer el sentido de dichas vivencias es
necesaria la reflexión del "discernimiento": la capacidad de captar e interpretar la
orientación de los movimientos interiores para reaccionar convenientemente.

En la pedagogRa ignaciana experiencia y reflexión van tambiJn siempre


unidas, de lo contrario la experiencia se convierte en un moverse a ciegas que
produce desgaste y que no aprovecha a la larga, ya que lo experimentado nunca
vuelve a repetirse del mismo modo. Sin embargo, la experiencia es la base de un
trabajo humano y humanizador que no puede quedarse en el plano meramente
noJtico sin las implicaciones bien concretas de la vida humana y social33.

4) "Mucho examinar" o evaluación constante

Para hacer de modo conveniente y provechoso la actividad de los


ejercicios para el progreso de la transformación personal, el ejercitante ha de estar
muy atento a cómo se desenvuelve la experiencia, al modo de realizarla, a la
consecución de los objetivos de las distintas etapas. Por esto una de las
caracterRsticas de los Ejercicios es la permanente vigilancia de los movimientos
interiores, de las reacciones en las distintas vivencias que se tienen, de la manera de
seguir el mJtodo adecuado, etc. Ignacio propone "examen general" sobre la marcha
general de cada dRa de Ejercicios, "examen particular" sobre algun aspecto de las
orientaciones metodológicas, revisión especRfica de las cinco horas de oración
diarias, recogimiento durante el dRa y atención ininterrumpida a los sentimientos y
pensamientos espirituales...

Aquella extraordinaria capacidad de concentración y autoan<lisis de


Ignacio, que record<bamos en la primera parte, se ha convertido en una pedagogRa
33
Creo que, a propósito de esta pedagogRa transformadora,
deberRamos recoger la pregunta que, desde distintos puntos se
nos viene haciendo: )Por quJ no acertamos suficientemente a
educar a los no-pobres para los pobres? Cfr. Carlos V<zquez,
op. cit., p. 48.
15
1
espiritual plasmada en el libro de los Ejercicios. En consecuencia, la evaluación o la
"relectura"34 es un elemento fundamental en el paradigma de la pedagogRa de
nuestros centros.

5) AcompaZamiento personal y di<logo

La experiencia personal de los Ejercicios es a la vez plenamente


individual y acompaZada. Es decir, se realiza con la ayuda de la persona "que da los
ejercicios"35, que hace el rol de guRa de la marcha. Sin embargo, la persona que da
ejercicios sólo acompaZa, ya que de ninguna manera sustituye la actividad y
experiencia plenamente personal del ejercitante -no individualista, pero sR individual
e irrepetible-, y menos adn la iniciativa del EspRritu que "sopla donde quiere" (Juan 3,
8).

La persona que da los ejercicios no ha de imponer su ritmo y, mucho


menos, sus ideas, sino que ha de adaptarse al ejercitante. Segdn Ignacio, los
Ejercicios "se han de aplicar"36. Es decir, el libro ("libro del maestro") necesita siempre
la mediación del guRa que acomoda a la situación de cada ejercitante lo que se halla
expresado en Jl. De acuerdo con la interpretación de Roland Barthes 37, la persona
que da los Ejercicios Espirituales transforma el sentido "literal" de los mismos en
sentido "sem<ntico" o verdaderamente significativo para el ejercitante.

Su tarea se concreta pr<cticamente en estos puntos:

* "dar ejercicios" o materias y pr<cticas que el ejercitante ha de realizar segdn


su situación personal;

* ofrecer "modo y orden"38, o sea, recursos para hacer bien los distintos
ejercicios;

* explicar cómo discernir vivencias interiores;

* desempeZar una función objetivadora para prevenir o corregir posibles


engaZos en la experiencia intensa y delicada de los Ejercicios.

Se trata, pues, de una tarea importante y delicada, pero tambiJn muy modesta, ya que
ha de quedar siempre en un plano subordinado a la realidad del ejercitante y a la
primacia de la acción divina. Un servicio que es luz que ilumina, pero no deslumbra,
ya que los Ejercicios lo son de cada ejercitante y no de tal o cual "director".

34
Cfr. Joseph Thomas, op. cit., La relecture, pp. 102-107.
35
EE 1. Esta expresión u otras equivalentes aparecen a
menudo en el libro de los Ejercicios Espirituales.
36
EE, 18.
37
Sade, Fourier, Loyola, Paris, 1971.
38
EE 2.
16
1
El medio para realizar este acompaZamiento es el di<logo. De aquR
que el mismo pórtico de los Ejercicios sea una breve, pero enjundiosa, consideración
sobre las condiciones de un di<logo provechoso. Se trata de una invitación realista a
la confianza recRproca de guRa y ejercitante: "Para que asR el que da los ejercicios,
como el que los recibe, m<s se ayuden y se aprovechen..." 39. En efecto, una relación
seriamente personal, en la que se conjugan la transparencia del ejercitante, la
colaboración sencilla y generosa del ejercitador y el sincero respeto de las dos
libertades es una senda humanizadora. Y, lo m<s importante es el protagonismo de la
acción vivificadora del EspRritu que escuchan dócilmente tanto el ejercitante como el
ejercitador en el desempeZo de sus distintos roles40.

En esta concepción ignaciana del acompaZamiento aparece su


perspicacia pedagógica:

a) El educador no fuerza, ni impone, sino que ayuda a crecer a cada uno


desde si mismo, ofreciJndole objetivos y ayudas para conseguirlos. Jam<s le
sustituye.

b) Pero, adem<s, educar es una tarea que hace crecer al educando y al


educador en una relación personal que implica a los dos en lo m<s hondo de
ellos mismos.

39
EE, 22.
40
AquR radica la trascendencia de este fragmento, quiz< "la
perla de los Ejercicios": "en los tales ejercicios
espirituales, m<s conveniente y mucho mejor es, buscando la
divina voluntad, que el mismo Creador y SeZor se comunique a la
su <nima devota, abraz<ndola en su amor y alabanza y
disponiJndola por la vRa que mejor podr< servirle en adelante.
De manera que el que los da no se decante ni incline a la una
parte ni a la otra; mas estando en medio, como un peso, deje
inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con
su Criador y SeZor" (EE, 15).
17
1
Conclusión

Como de los Ejercicios Espirituales, tambiJn se ha dicho de la


pedagogRa ignaciana que apenas tiene elementos originales, es decir, componentes
que no se hallen en otros mJtodos o tradiciones educativas anteriores a Jl41. Sin
embargo, el edificio pedagógico construido con estos materiales es de una
originalidad y fuerza que ha resistido m<s de cuatro siglos y ahora nosotros somos
herederos de este legado.

AsR, pues, los rasgos de la vida y de la pedagogRa de Ignacio de


Loyola que hemos analizado nos situan actualmente a nosotros ante la "utopRa" de
nuestra educación. Como verdadera utopRa, las orientaciones que dirigen nuestros
centros han de movilizarnos para "seguir adelante" (Filipenses, 3, 16), porque la
verdadera utopRa no consiente la inercia y el inmovilismo. En cambio, la utopRa es
un horizonte hacia el cual se dirige nuestra vida y nuestra tarea, una meta no
alcanzada (y quiz< nunca alcanzable). Nuestros pasos, con nuestras dificultades y
limitaciones de todo gJnero han de partir "desde el punto a donde hemos llegado".

Que la persona de Ignacio de Loyola que hasta el fin de su vida se


consideró a si mismo "el peregrino" nos ilumine y nos aliente para tomar las lRneas de
su pedagogRa como la llamada a una larga peregrinación que hemos de recorrer con
<nimo y generosidad, porque se espera mucho de nosotros, pero con realismo y
aceptación de las situaciones y ritmos tan distintos en que nos hallamos. Que lo
podamos, como dirRa Ignacio, "descansadamente llevar".

41
John W. O'Malley, Los primeros jesuitas, Colección
Manresa, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 1995, p. 279.
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