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Reflexiones ante la C.G 35

En mi opinión tres nuevas realidades ponen a la próxima Congregación General


en un contexto muy novedoso con respecto al pasado: 1) La evidente
implantación de una era de postcristiandad, 2) la globalización como hecho
totalizador mundial, y 3) el cambio(numérico y cualitativo) del cuerpo apostólico
de la Compañía de Jesús.

Ciertamente es importante la elección del nuevo P. General, pero el hecho de


que nos encontramos en un mundo profundamente distinto y seamos un sujeto
apostólico muy diverso del tradicional, son claves para discernir la encarnación
hoy de nuestra identidad fundamental como Compañía de Jesús, identidad que
se mantiene en el tiempo en la medida que responde de diversa manera a los
tiempos y lugares diversos.

1- Era de postcritiandad

La cristiandad como realidad histórico-cultural se implantó principalmente en


Europa y marcó de manera decisiva durante no menos de un milenio la vida
social, religiosa y política de este continente y a partir de ahí, del resto de la
humanidad. Se nacía en cristiandad, se vivía en cristiandad, se pensaba en
cristiandad y se moría en cristiandad. Aun los que la rechazaban vivían en un
mundo marcado por esta realidad dominante.
Para la primera comunidad cristiana-judía, y para el apóstol Pedro como su
cabeza, el ser cristiano era inseparable del judaismo fiel a la ley mosaica y no
les era imaginable la posibilidad de cristianismo para un no judío( Ver Hechos 9
y 10). De la misma manera tendemos a identificar cristianismo con “cristiandad”
y tenemos la tentación de luchar contra la desaparición de ésta creyendo que
defendemos la esencia de la fe en Jesucristo. Nos cuesta imaginar un Pablo
contemporáneo a nosotros para quien liberarse de la ley mosaica (hoy del
cascarón de la cristiandad) es indispensable para vivir la liberación de Cristo
(Carta a los Gálatas). En la evidente agonía de la cristiandad en Europa (con
cristianos en minoría) y sus efectos mundiales hay que discernir y evitar la
tentación de sentirnos en la obligación de defender el cascaron socio-cultural de
la cristiandad, y hacernos defensores también de chocantes acciones
anticristianas y antihumanas hechas en el marco de esa cristiandad a lo largo de
mil años y más. No olvidemos que sociológicamente pertenecemos al estamento
clerical con natural tendencia a creer que su misión es salvar a la cristiandad.
Este no es un problema aislado, ni aislable de lo que le pasa a la jerarquía
católica y al clero en su comprensión de la Iglesia y sus retos actuales.

La Compañía de Jesús se fundó para llevar a la gente la experiencia


personalizada de la vida de Dios-Amor, tal como se nos revela y comunica en
Jesús. Al mismo tiempo, y de manera inseparable, hacer las obras de justicia y
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de caridad que son inseparables de la vivencia cristiana y del amor de Dios que
lleva a defender la vida y la dignidad de todos los seres humanos.

Ya entrados en el siglo XXI el mundo está marcado por la revolución


tecnológico-económica de corte capitalista que modela todas las dimensiones de
la vida que, explícita o implícitamente, impulsa una antropología de
emancipación y un racionalismo instrumental consumista que vive en un
“individualismo posesivo” como horizonte y ansia de su realización. Este mundo
tiende a hacer de Dios un ser ausente y superfluo. Ello no quiere decir que la
condición humana, que asume con entusiasmo el individualismo consumista y el
rechazo de toda realidad metahistórica, no tenga sed al mismo tiempo del Dios-
Amor que nos comunica Jesús.

La Compañía de Jesús tiene que entenderse a sí misma dentro de la Iglesia


cuya misión es transmitir el mensaje de Jesús a las nuevas generaciones para lo
cual tiene que relativizar su propio pasado de cristiandad, discernir los ídolos del
economismo consumista, la mutilada racionalidad, autosuficiente y atea y la
absolutización de los grandes sistemas de poder económico-político que tienden
a crear y manipular los “deseos” humanos para someterlos a sus intereses. Los
medios de comunicación, sea al servicio del consumismo o de proyectos
políticos totalitarios (Goebels…), tienen una inmensa capacidad de manipulación
de los “deseos” humanos para la domesticación y sumisión. Está en juego la
verdadera trascendencia del Dios-Amor encarnado en Jesús que no se deja
domesticar por los sistemas, sino que alimenta la trascendencia de cada
persona.

La Compañía de Jesús en América Latina tiene que ser servidora de la


comunicación de la auténtica experiencia de Dios-Amor y, como parte de ello, el
discernimiento de la realidad y promoción de las obras propias de ese amor.
Ello en el ámbito más estructural tiene dos vertientes: 1) la denuncia de la
pobreza, de la exclusión y el subdesarrollo por un lado, y por otro, 2) a
contribución a la construcción de una sociedad de desarrollo humano inclusivo e
integral.
Es más fácil y clara la denuncia que la producción de alternativas.
Me parece que hay dos hechos claros en relación a esas alternativas.
El socialismo estatista de partido único, con monopolio e imposición de toda
iniciativa de pensamiento, educación, empleo… es inaceptable y su fracaso ha
sido experimentado en todos los continentes. Por otra parte, la simple
introducción del capitalismo periférico y dependiente (como sistema económico
y también socio-cultural) es inaceptable. Las sociedades no pueden ser
unidimensionales como una granja animal y necesitan la pluralidad humana con
iniciativa de todos, lo que en economía exige propiedad y mercado para producir
desarrollo. Por otro lado necesita Estado como instrumento del bien común, que
ordena y regula la economía, que vela por las condiciones de la libertad,
dignidad y de cada uno con instituciones públicos solidarias que velan por la
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justicia social y hace que los gobernantes y toda otra forma de poder sean
servidoras de la sociedad.

2- La globalización

Hoy la globalización es un hecho que ha sido implantado por la dinámica


económica (mercado), con los avances tecnológicos y de información.
Impulsada fundamentalmente por el poder económico, mundializa todas las
limitaciones humanas del economicismo capitalista y al mismo tiempo presenta
nuevas posibilidades para la solidaridad y para la defensa y oportunidades de la
dignidad humana.
La Compañía de Jesús nació como cuerpo universal y se hizo presente en el
mundo con la expansión de la conquista europea (Portugal y España) con toda
sus negatividades y ambigüedades. Uso las posibilidades y al mismo tiempo
tomó distancia crítica (S. Francisco Xavier, Ricci y De Nobili, Las Reducciones
del Paraguay…) Hoy también la globalización ofrece nuevas posibilidades y
condiciones a nuestras posibilidades de trabajo. Al mismo tiempo hace reales
nuevos peligros y pone en evidencias nuevas responsabilidades humanas.
Problemas que solo pueden resolverse con una visión y enfoque global en todo
trabajo local.

Mencionemos solo tres aspectos:

1- El modelo capitalista-consumista es insostenible por la escasez de ciertos


recursos claves y porque agrede a la vida en la tierra y agrava su futuro. Hay
recursos básicos (como la energía y el agua) que ya son escasos. Esto lleva a
un conflicto inevitable donde los más fuertes se apropiarán de los bienes
escasos. En los débiles se desarrollarán “deseos” de consumos y de abundancia
como indispensables para su felicitad al tiempo que se cierran las posibilidades
de alcanzarlo.
Por otra parte el ataque de ese modelo a la naturaleza lleva de manera
peligrosamente creciente a la contaminación ambiental, calentamiento,
destrucción de especies, migraciones, etc.
El medio ambiente se convierte así en un tema central de nuestra opción fe-
justicia… Esta realidad llama al redescubrimiento de una relación humana de
mayor armonía y cuidado de la naturaleza en una “nueva civilización”. La
creación de ésta será difícil y conflictiva, como conflictiva fue la creación de una
Europa más equilibrada en la segunda mitad del siglo XX con “bienestar” para
todos, luego de tantas luchas sociales y dos guerras mundiales espantosas.

2- Los temas de la pobreza y de la paz no pueden resolverse sino con una


visión global que afirma una humanidad plural, con diversas razas, culturas,
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religiones y con una nueva comprensión de la dignidad igual de las diferencias


de género.

3-. Es indispensable entendernos más y más como ciudadanos del mundo y con
una efectiva autoridad mundial por encima de cualquier país que por la fuerza
quiera imponer su hegemonía.
Todo esto tiene a su vez implicaciones organizativas y del modo de ser la
Compañía de Jesús una y universal. Los primeros compañeros optaron por
escoger una autoridad entre ellos para mantenerse unidos en la dispersión
geográfica.

El cuerpo apostólico de la Compañía en esta nueva etapa va a ser más


reducido. Es preferible pensar en no más de 10.000 jesuitas activos, aunque
trabajemos para tener nuevas y numerosas vocaciones. Por otro lado es un
hecho que la “familia ignaciana” es cien veces mayor. En gran parte de las
obras apostólicas los laicos aportan un trabajo fundamental y tienen
responsabilidades decisivas. Ello nos lleva a plantearnos la formación en aquello
que es específico de nuestra misión y la inclusión en una familia ignaciana
apostólica.

La revolución informática y la globalización ofrecen unas posibilidades


extraordinarias para trabajar como grupo. La dificultad mayor la vemos en que
una visión demasiado estrecha, localista y rutinaria (cada quien metido en su
obra) que impide la efectiva unidad con visión global.

3- Compañía de Jesús latinoamericana y mundial

La Compañía de Jesús en América Latina está dividida en numerosas


provincias con visión y compromiso local y nacional y con formas de gobierno de
gran autonomía provincial, sólo dependiente del P. General. La unidad
latinoamericana es un reto para la visión y trabajo de la “familia ignaciana”.
Ayuda mucho a ello que en los trabajos se vuelva una realidad la visión global y
la acción latinoamericana. Vemos avances en todos los sectores (educativo y
social, por ejemplo) y sub-sectores con una creciente visión compartida y con
programas compartidos y de trabajo en red y crecientemente guiados por la
Conferencia de Provinciales.

Es importante que además de la comunicación intrasectorial avancemos en lo


intersectorial, de manera que lo educativo y lo social (por ejemplo) se entiendan
como cuerpos especializados de una misma misión apostólica, que se apoyan
y complementan en toda América Latina y en cada país.

Alianzas Sociales y “familia ignaciana”

En nuestras sociedades además de la división fundamental por la línea de


pobreza y exclusión, tenemos sectores que cada vez más ignoran a los otros y
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se nutren de prejuicios. No parece posible la superación de la pobreza en


democracia y con oportunidades de vida para los hoy excluidos sin una
mentalidad de alianzas entre distintos con beneficios para todos. Aquí la
Compañía de Jesús tiene que jugar un papel decisivo sin dejarse atrapar por la
lógica de la lucha de clases. Su aporte tiene que ayudar a la Iglesia en este
mismo sentido. Alianza entre sectores profesionales y sectores pobres para
potenciar la visión y el poder de ambos en orden a contribuir a una nueva
realidad con verdaderas oportunidades de vida y de dignidad.
La apertura intersectorial (S.J.) y la acción concertada entre diversos
(¿contrapuestos ?) sectores sociales debiera ser un signo claro de la Iglesia y la
Compañía. La labor educativa de la “familia ignaciana llega hoy al millón y medio
de jóvenes (con tendencia a que sean profesionales). Debemos procurar que su
visión sea de alianzas sociales para multiplicar el poder y las capacidades
(espirituales y profesionales) para su vida digna y para la construcción de una
sociedad latinoamericana con peso específico en el mundo. Con la actual
dinámica el lugar latinoamericano en el mundo se debilita y también la capacidad
de generar oportunidades democráticas y sociales de vida digna. En este
sentido hoy estamos más atrás que hace 40 años.
Dados los nuevos medios económicos, tecnológicos, informativos etc. Las
formas de dominación (política, económica y cultural) se vuelven más poderosas
con peligro de volver a las personas en títeres y que estas se refugien en su
mundo privado. La familia ignaciana debe desde su identidad y explicitación
espiritual contribuir a la construcción de lo público como propio y bien común de
la sociedad, rescatándolo tanto de las apropiaciones estatista-partidistas como
de las corporaciones económicas.

Luis Ugalde,s.j.
Caracas 14 de septiembre de 2007

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