Professional Documents
Culture Documents
co
Facultad de Ciencias Agropecuarias. A.A. 568. e- mail:
ADMINISTRAR EL MIEDO A LOS TRANSGÉNICOS, A LAS VACAS LOCAS
Y EL CONTROL DE LA AYFOSA OPORTUNIDAD PARA EL DESARROLLO
DEL SECTOR RURAL Y AGROPECUARIO COLOMBIANO
ELKIN ALONSO CORTÉS MARÍN
RESUMEN
En la última década, Colombia, con la adopción del modelo de desarrollo basado en la
internacionalización de su economía- apertura en marcha-, ha creado en el sector
agropecuario una total incertidumbre sobre su viabilidad, paralizando inversiones y
crecimiento. Factores como la competencia internacional, la tasa de cambios, los bajos
precios de los productos de exportación, la caída de los precios internos, el fin de los
precios de sustentación, la reducción de los CERT, la implantación de la franja de
precios, la desaparición de la acción reguladora del IDEMA y otras instituciones, el
desmonte de ayudas y subsidios representan cambios sustanciales en las reglas del juego
que están afectando la participación del sector, en el conjunto de la economía.
Realidades que, igualmente han agudizado el conflicto armado, la recesión y el
desempleo.
El eje de la acción Estatal ha sido jugado en la competitividad, promovida como la
panacea para acceder al mercado mundial, mejorar la eficiencia del aparato productivo y
lograr altos índices de crecimiento económico y como efecto beneficios sociales:
Empleo y mejores niveles de vida. Pero, ante el incumplimiento de esas metas queda
aprovechar la coyuntura sanitaria de las vacas locas y del resurgimiento de la aftosa en
Europa y algunos países suramericanos, y la integración comercial con la comunidad
andina de naciones (CAN). Sin embargo, fincar nuestro desarrollo agropecuario y rural,
únicamente en estas apuestas, sí resultaría una verdadera locura. Lógicamente, habrá
que esperar la certificación de la OLE.
Actualmente, los planes y políticas adoptadas por el Estado no han conducido a una
recuperación de la actividad, ni han creado un ambiente de inversión en el campo que
dinamice la producción, ni han disminuido los riesgos que ella tiene y la baja
rentabilidad que la caracteriza en relación con otras actividades económicas, aunque se
expresan algunas señales que dan lugar para el optimismo. Además, los recursos de
inversión resultan precarios para generar nuevas oportunidades y franquear los bajos
niveles de vida y reconciliar a los colombianos. El país, con Plan de Desarrollo y sin él,
cuenta con una amplia, dispersa e incoherente legislación, regulación, programas,
instrumentos, Instituciones y gestión de las actividades rurales (agrícolas, pecuarias,
forestales, acuícola, recreativas y ambientales), desarrolladas en la última década con la
intencionalidad de alcanzar la equidad, la erradicación de la pobreza y para reducir los
sesgos y los impactos de la apertura, todo esto muestra muy pobres resultados en cifras
y en realizaciones.
A la par que es necesario dilucidar significados, interpretaciones y restricciones, para la
identificación de las soluciones que requiere el desarrollo rural, resulta capital en este
proceso, revalorar la participación conjunta de la formación universitaria en ciencias
agropecuarias y del sistema de ciencia y tecnología.
En consecuencia, se demanda desarrollar una agricultura sustentable a largo plazo y
compatible con el medio ambiente. Ello, apunta por una reevaluación critica del actual
modelo modernizante, teniendo en cuenta que diferentes ofertas tecnológicas -
productivas articuladas a un conjunto diverso de factores socio-económicos y
ambientales, requieren diferentes soluciones tecnológicas. La tecnología es un medio no
un fin, lo que implica afirmar que una misma tecnología aplicada a una realidad
diferente produce resultados, también diferentes.
Por todo lo anterior, se pretende perfilar de forma genérica y condensada la
problemática del sector rural, aún considerando las ventajas sanitarias, espacio donde se
recrean diversas actividades económicas que desbordan las tradicionalmente
denominadas agropecuarias. Paralelamente se lograría socializar esta problemática y las
posibles salidas, entre los miembros de las Facultades de Ciencias Agropecuarias, al
igual que los alcances, implicaciones y riesgos que estos planes y programas tienen para
el desenvolvimiento de la academia.
INTRODUCCIÓN
La Colombia rural, cuya economía estaba basada exclusivamente en el sector
Agropecuario, se ha transformado gradualmente, y no por ello el sector ha dejado de
ocupar un lugar importante en el desarrollo del país y de su economía. Según el
Ministerio de Agricultura, creció durante el año 2000 el 5,36% y aportó el 14 % en la
composición del PIB.
Esa importancia y aporte se ve desdibujada por las dificultades que enfrenta actualmente
el país, las cuales están dimensionadas en gran proporción por la cris is del sector agrario
y rural, y agudizadas a partir de la implementación de la apertura económica como
política estatal. Pero, igualmente es necesario reconocer que, la dimensión de la crisis
no sólo está moldeada por indicadores económicos y sociales; la educación en general y
la formación de los saberes agrarios, con su extensión en ciencia y tecnología,
igualmente son protagonistas.
En general, todos los indicadores del sector rural demuestran bajos niveles de calidad de
vida, situación articulada a los factores de violencia, desempleo, carencia de servicios
básicos (energía, educación, agua potable), tierras, infraestructura y ausencia del estado,
etc. Contrastan tantos desequilibrios, marginalidad, rupturas e injusticia con la
abundancia de recursos naturales (flora, fauna, agua, suelo, costas, minerales), que son
soporte de un desarrollo sostenible.
En este escenario lleno de incertidumbre, la difusión de la enfermedad y el síndrome de
las vacas locas y la aftosa en Europa y el creciente temor a los cultivos transgénicos
pareciera ser la gran oportunidad para el crecimiento del sector agropecuario, si bien de
manera coyuntural, a la vez comienza a configurarse como una ventaja competitiva;
pero, efectivamente con inteligencia de mercados, innovación y ayuda estatal, daría
nuevas opciones, para captar nuevos mercados. Naturalmente, también se debe esperar
que sea otorgada la certificación que declara a Colombia zona libre de aftosa, la O tiene
la palabra. La crisis sanitaria refuerza la apuesta oficial por una reactivación o
recuperación económica dependiente casi, exclusivamente, de la capacidad de exportar
y ampliar los mercados externos.
Es también evidente, no obstante parecer paradójico, como lo señala la Misión de
Ciencia y Tecnología que “Durante las últimas décadas la transformación del sector
agropecuario ha sido, sin duda, significativa. El modelo tradicional de economía dual ha
cedido progresivamente el lugar a una estructura más compleja, con una amplia gama de
tamaños de explotaciones y con fortalecimiento de los predios medianos, orientados
hacia la agricultura moderna”.
Esa importancia de lo rural y agrario (agroalimentario) ha conducido a que distintas
concepciones, disciplinas y profesiones, interpreten, delimiten y construyan una visión
de los procesos y estructuras del espacio rural y de las actividades productivas que allí
hacen su presencia, en particular las agropecuarias, utilizando un lenguaje y
terminología con un arsenal de especificidades y similitudes. Y en ese sentido, se
precisa abordar de manera más sistemática el significado de lo que es el espacio rural y
sus múltiples formas de ocupación. Unas hacen más énfasis en la estructura agraria y el
hábitat, otras en la economía de la producción y modelos de localización productiva
agrícola; otras en el análisis de los componentes físico- naturales y socio-económicas del
paisaje rural.
De ese conjunto diverso de interpretaciones y significados se destaca el término
geografía rural, con una acepción más amplia que lo meramente agrícola, pecuario,
forestal o agropecuario, él mismo incluye las connotaciones ecológicas, técnicas y
socioeconómicas de las actividades agropecuarias en el espacio rural. Concepto que,
igualmente, tiene en cuenta el aspecto humano, haciendo explícito, el papel activo que
desarrollan las comunidades en la construcción del espacio rural; son los hombres los
que forjan, mediante su trabajo, los cambios sustanciales, sean estos positivos o
negativos
La confusión e identificación de lo rural con lo agrario (agropecuario), se perfila como
consecuencia del reconocimiento de que la agricultura- acepción que incluye igualmente
la producción pecuaria y otras actividades conexas- es la principal actividad productiva
que define dinámicas y formas organizativas, sociales, económicas y políticas de los que
habitan y están vinculados a ese entorno. Igualmente apropia de manera diferencial los
factores de producción (tierra, capital, mano de obra); factores que en un mundo global
y altamente competitivo, de manera genérica hacen relevante el acceso al conocimiento
y la incorporación tecnológica de allí derivada, los cuales pueden ser determinantes a la
hora de obtener resultados. Esa identificación conduce a destacar la importancia del
análisis de las particularidades en que se desenvuelven las comunidades rurales y sus
perspectivas de desarrollo, y más en Colombia con un agudo conflicto social como el
presente. Esta superposición se ha visto reflejada en el marco normativo e institucional
que orienta al Sector.
En la perspectiva de contribuir a la solución de la crisis, resulta determinante el análisis
del impacto de las respuestas estatales, que reseñe las políticas y los instrumentos
institucionales y sus diferentes programas con los que supuestamente se quiere reactivar
el sector agropecuario y rural, desde una supuesta mirada desde lo rural.
MARCO NORMATIVO E INSTITUCIONAL PARA EL SECTOR
AGROPECUARIO
“En Colombia existe un amplio marco normativo, institucional y planes responsables e
interesados en el desarrollo rural y de las actividades económicas que allí tienen asiento.
En este sentido se pueden destacar: El Plan de Desarrollo Nacional (Decreto 955/2000);
la Ley 41/93, sobre Adecuación de Tierras; la Ley 69/93, sobre Seguro Agropecuario-
Fondo Nacional de Riesgos Agropecuarios; la Ley 70/93, sobre Comunidades Negras;
la Ley 99/93, sobre el Sistema Nacional Ambiental (SINA) y el Ministerio del Medio
Ambiente; la Ley 101/93, Ley General de Desarrollo Agropecuario y Pesquero; la Ley
139/94, sobre el Certificado de Incentivo Forestal; la Ley 160/94, Ley de la Reforma
Agraria en Colombia; la Ley 165/94, que Ratifica el Convenio sobre Diversidad
Biológica; Ley 393, sobre Ordenamiento Territorial y otras”.
Como resumen, de manera rápida se podría listar la agenda legislativa y regulatoria que
durante décadas fijó políticas y directrices en materia fiscal, monetaria, comercial,
financiera y de fomento: Precios mínimos de garantías, franjas de precios, crédito
agrícola, seguros para los agricultores, comercio exterior; convenios de absorción de
cosechas, precios y aranceles; transferencia de tecnología, certificado de reintegro
tributario (CERT), IVA, cuotas de fomento, subsidios, adecuación de tierras, Bolsa
Nacional Agropecuaria, competitividad, Sistema Nacional de Tecnología Agropecuaria,
privatizaciones, fusión y liquidación de instituciones, etc.
Planes, legislación e instituciones que, igualmente han generado políticas y acciones en
el marco de la Modernización Agropecuaria y Rural, que incluye: políticas de ciencia y
tecnología, adecuación de tierras, manejo eficiente del agua, ordenamiento territorial,
reforma agraria, crédito agrario, etc. Propuestas, Planes de Desarrollo tecnológico,
económico-productivo: SINTAP-PRONATTA, Programa de Oferta Agropecuaria
(PROAGRO), Incentivos de Capitalización Rural y Forestal ( ICF), CONIF
(Corporación para la Investigación Forestal), PRAN-FONDEAR, FAG (Fondo de
Garantías Agropecuarias), FAS (Fondo agropecuario de solidaridad), FIA (Fondo de
Incentivos Agropecuarios), PLANTE, Programa Agua, Biodiversidad, Bosques,
Mercados Verdes, Mercados Campesinos, y Producción Más Limpia, etc.; los cuales
señalan acciones estatales y tendencias en el comportamiento de la actividad y de la
oferta y la demanda.
Sin olvidar el enredo semiológico de instituciones directoras, asesoras, investigadoras y
coordinadoras de programas y proyectos: UMATAS, Secretarías de Agriculturas
Departamentales, Consejos Municipales de Desarrollo Rural, INAT, CONSUAT,
IDEAM, FINAGRO, DRI, CORPOICA, INCORA, ICA, CEGA, CIAA (Centro de
Investigaciones y Asesorías Agroindustriales), BANCO AGRARIO, CCI, INCOMEX,
PROEXPOR, BANCOLDEX, INPA, PND-DRI, Redes y Grupos de Solidaridad Social,
de Paz y de Investigación, ONGS, etc.
El país, con Plan de Desarrollo y sin plan, cuenta con una amplia, dispersa e incoherente
legislación, regulación, programas, instrumentos y gestión de las actividades rurales
(agrícolas, pecuarias, forestales, acuícola, recreativas y ambientales), desarrolladas en la
última década con la intencionalidad de alcanzar la equidad, la erradicación de la
pobreza y para reducir los sesgos y los impactos de la apertura, y a pesar de ello muestra
muy pobres resultados en cifras y en hechos. Y lo más grave, a la dirigencia de este país
ni le importa, ni le cabe en la cabeza el sector rural.