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Las políticas culturales son un tópico de debate relativamente reciente, y el término puede
utilizarse para otros momentos históricos sólo con resguardos. Es importante destacar el interés
por lo cultural desde los primeros gobiernos patrios a partir de la Revolución de Mayo de 1810,
creando nuevas instituciones, nacionalizando otras creadas en ámbitos provinciales o privados,
y redeñniendo las provenientes del período colonial, con el acento puesto en Buenos Aires y con
una perspectiva centralista.
Con la independencia y la construcción del Estado nacional, durante el siglo xix y la primera
mitad del siglo XX pueden señalarse diversas acciones que van a sentar importantes bases de la
institucionalidad cultural hasta nuestros días5 (tanto en
lo que hace a los aspectos organizativos como en lo que refiere a los normativos) con cambios
en algunos casos y cristalizaciones en otros. Numerosas bibliotecas, archivos, museos, teatros,
escuelas, universidades, academias, dan cuenta de este movimiento, orientado por una
concepción de la cultura ilustrada, elitista y eurocéntrica. Por lo ya anotado y también por la
convocatoria e inserción de científicos, intelectuales y artistas provenientes de Europa, la
provisión de materiales y de profesores, la institución de becas para estudiar en el extranjero, la
enseñanza ocupó un lugar muy relevante.
Menguados los enfrentamientos entre caudillos regionales y aprobada la primera Constitución
Nacional (1853), se avanzó en la unificación del país y los procesos de organización y de
modernización. La cultura, entendida como bellas artes y conocimientos, fue factor de interés y
difusión6, pero la clave de este momento fue combatir la ignorancia y el salvajismo mediante la
educación, de lo que dan cuenta dos iniciativas legislativas definitorias para el futuro del país y
sus habitantes: la _de creación-de- la- Comisión -Nacional Protectora de Bibliotecas Populares
CONABIP7 (L.419/1870), y la Ley de Educación común, laica y obligatoria (L.1.420/1882). Esta
última expresa las perspectivas de la nueva Generación del 8o' que abrazó un liberalismo
positivista y conformó un campo intelectual con escritores y público lector. A partir de la
democratización y la modernización se multiplicaron las escuelas por todo el país, se tendió a
consolidar los tres niveles de instrucción, se impulsó la "enseñanza patriótica", y se unificó a
una población diversa dentro de la "argentinidad".
Con los gobiernos radicales (1916/1930), se produjo una inflexión cuestionadora del
positivismo y del dilema "civilización o barbarie", que tendió a recuperar desde el nacionalismo
la figura del gaucho, manteniendo una visión de la cultura como bellas artes y patrimonio8. Los
desarrollos comerciales y populares del teatro (saínete), la música (tango), el radioteatro, la
industria editorial, el cine, no fueron acompañados por políticas desde el Estado. Si en cambio
lo hicieron los gobiernos conservadores y nacionalistas (1930/1943) que en tiempos de
dictadura, atentos a su convocatoria masiva, establecieron los "delitos de imprenta" (1932.) y
dictaron el Reglamento de Radiocomunicación (1933) con un fuerte control central. Con
posterioridad se produjo la creación del primer área centralizada de cultura, la Comisión
Nacional de Cultura9 (1935), y de Ia Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares
Históricos (1940), que da cuenta de la importancia concedida al patrimonio y a la memoria.
Con los gobiernos peronistas (1943A955) se producen importantes cambios relacionados con su
orientación nacionalista, católica y popular. La nueva Constitución Nacional (1949) establece
los derechos de la educación y de la cultura, que son entendidas como un bien común, orientado
al pueblo, y al que deben acceder las mayorías gratuitamente, para alcanzar
la""jíisticialdcill""l07 Algo simillr"bcíirre"co~nlaInfoFmacTóñ que es considerada un bien de
interés público, donde debe intervenir activamente el Estado. Así se promulgó la Ley de
Radiodifusión (L.14.241/1953) fomentando las obras argentinas, y la censura acompañó el
reemplazó de la prensa opositora por otra oficialista. También se apoyó al cine nacional al
disponer la obligatoriedad de su exhibición en salas y limitar los estrenos extranjeros
(L.12.999/1947 y L.13.651/1949) y al crear el Festival de Cine de Mar del Plata (1954). La
intervención de la universidad y el despido de profesores favoreció la migración de intelectuales
hacia la creciente industria editorial (Losada, Peuser, Emecé, Sudamericana, El Ateneo).
Luego del derrocamiento de Perón, con la Revolución Libertadora (1955) y el desarrollismo, se
produjo un acentuado proceso de internacionalización en las artes y de creación de