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Reflexiones sobre las relaciones entre
cantares de gestae historia
‘or Jean Prappier
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Al esforzarme por ordenar algunas reflexiones acerca de tas
felaciones entre cantares de gestae historia no me jacto —ni
mucho menos— de renovar una cuestisn tan vasta, ean compli
an discutida y todavia tan lejos de estar resuelta, si es que
1a vez habri de estatlo. Tampoco trataré de esbozar una
sintesis provisional de la misma. Ya tendré ocasién de indica las
razones de ello, pero no es ése mi propésico esencial, Antes bien
quisiera recordar que las relaciones de historia y cancares de gesta
tno 4 confunden con el problema de los o que nose limiean
a €l, que su examen, conduce al descubrimicnto de diversos
aspectos ¢ inclusive de aspectos opuestos, pues si, a mi parecer,
se puede y st debe admicir que en gean medida Ia creacién y
cl desarrollo de la materia épica ha tenido efecto en un movi-
miento de Ia historia a la leyenda, también se comprueba a veces
tun movimiento inverso que va de Ia leyenda a la historia. ‘A mi
juicio, Ia comparacién de esos movimiencos contrarios —por lo
‘menos a juzgat por los ejemplos que he escogido (me abstengo de
toda genecalizacién)— permite descubrie inseructivas analogiss,
y hasta paralelismos, en ef modo en que el cantar de gests Ina
sacado partido de la hiscoria contra la
que esta fSrmula no resulte demasiado parad6jica—
en diferentes momentos de una crea
en un 430 como en el ott0, Ia nocién misma de
desempetiado su papel en vireud de una ciertainspi
cierta ideologia, de un cierto aree. La esperanza de ayudar a
precisar esta nocién y su papel establecerd un nexo, sin duda
coria misma —siempre
lohahechoa2 EPOPEYA E HISTORIA
demasiado subjetivo, entre los cuatro puntos siguientes: 1) la
hiscoria en el espiritu de los traveros o verdad poética; 2)el cliché
épico y la historia; 3) la crOnica, fuente del cantar de gesta; 4)
cantar de gesta actualidad histérica ol anacronismo consciente.
*
* *
Es excesivo el erédico que se les da alos aurores de cancares de
sesta si se les reconoce una personalidad literaria»? No tendria
ningtin sentido responder a esa pregunta con una respuesta glo-
bal, afirmativa 0 negativa. A este respecto, como a ottos, cada
cantar de gesta representa un caso particular, Entiendo aqui por
‘personalidad literaria» —sin que el anonimato cambie en abso-
Tuto la cuestién— el sentimiento que experimentaba un trovero 0
un juglar-crovero al componer un obra original clevindose por
encima de las preocupaciones inmediata de su profesign y, més
atin, el hecho mismo de su calenco. Se juzgaré acerca de su
«personalidad liceraria» segsin las pruebas de su poema y no de sus
declaraciones, que, en vex de traducie una incencién sincera de
obrar mejor o de otra manera que sus cofrades, pueden no ser otra
cosa que mera publicidad. Una vez dicho esto, ninguna ci
que yo sepa, pone en tela de juicio la «personalidad liera
correspondiente al autor del Roland de Oxford; sin embargo, la
admiracién por esta obra maestra desembocaria en injusticia si
relegara alos otros troveros de gesta ala categoria de artesanos, ya
buenos, ya malos, ya mediacres, pero todos sometidls por igual a
las exigencias de ia recicacinépicay de oficio del juglae. No me
parece convenience negar «personalidad literaria» —estoes, al fin
yal eabo, Ia calidad del poeta—al autor de la Chanson de Guilaume,
al de Girart de Rousilon, al de Couronnement de Louis (que precisa
mente al comienzo de su cantat, que anuncia como «bueno, cortés
y agradabler, se ocupa de distinguirse del «juglar villano»), €
inclusive al de Raoul! de Cambrai, al de Garin le Lorrain, y sin que esca
tenumeracién sea forzosamente exhaustiva, Me permito insist,
con el pensamienco puesto sobre codo en el reciente estudio de
Jean Rychner sobre el arte de los juglares!, en que, si bien algunas
ae sus aseveracionesprecen dicate en el deal los echs
‘que ha descrito y clasificado, asi como las interpretaciones que de
Mos ha proporconao,consteayen un conjunto id y ona
‘cence, Sin embargo, ain admiriendo, como é mismo hace, que la
‘
CANTARES DE GESTA E HISTORIA 43
técnica de los cantares de gesta estaba somerida a las condiciones
fen que eran declamadas o cancadas en pico, ain acordando que
su estilo presenta en gran parte el carer de un escilo oral, tengo
tis reservas en relaci6na las conclusiones que Jean Rychner extrac
f propésito de Ia «personalidad lieraciam de los aurores.. En
efector si se deja de lado la excepcién inevitable de la Chanson de
Roland, que le parece un «ejemplo atfpico», se niega a ver en el
resto de la produccién épica obras de arte wereadas conscientemen-
feo? Consiclero que el vigor de su demostracién lo ha arrastrado
Teomasiado lejos también a k; por mi parte, no excluria toralmen-
te de la serie al Roland de Oxford. Bs cierto que se crata de la obra
inaestea mas liceraria de la epopeya medieval, pero cambién es
Verdad que no es una obra maescra por milagro y que depencie,
Tambiénella, de una tradicién, como, por lo demas, ha compren~
ido y dicho con acierto Jean Rychner en diversas ocasiones en su
‘bra. Serfa excesive —repico— no extehiler el mérico de una
cconciencia literaria» a otros troveros que el del Roland. No
Gividemos que el are épico no se reducia a un empleo mecinico o
pricticamence improvisado de clichés y férmulas mnemorécnicas
Por importance que fuera su fuicién; implicaba también une
Poncepeién del rema, una dstribuciéa de los episodios, una cierta
conseraceién de los personajes. En resumen, lo que pido es que no
Se alegue el carrer oral del estilo épico —més correcto seria,
iamarle semioral— para rebajar el arte dé los troveros de
festa al nivel, si aa puede decrs, del oficio del jular. Lo que
pido es que no se prohiba suponer que mis de uno de ellos, como
pido obrero de las lecras, se haya reservado un tiempo de medita-
Gibny de trabajo. Ain cuando esos eroveros también faeran
fuglates —lo que seguramente ba ocusrido a menudo, pero no
Slempre—, no tiene nada de inverosimil un desdoblamienro en
“los que, legado el caso, dejara Ia prioridad del poeta, asf como
Gn Maligre —salvando todas las distancias— fue ala vex actor y
gucor. Ni simples arcesanos ni humildes trabajadores asalariados,
tengo la impresin de que los mejores de ellos han sic capaces de
Feflevionar sobre suarte y deaplicarle las reglas y los procedimien-
os con tola Iucidez; y en esos al menos, 1a conciencia de su
“Spetsonalidad lceraria» habri sido lo suficientemente neta como
para que elconferirles una concepcinestética de las relaciones de
th historia y la epopeya no sea demasiado generoso ni demasiado
ami
juicio,
tanto los froveros como los julares,
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44 EPOPEYA E HISTORIA
cuando declaraban que sus cantares eran Ja pura verdad y que
hrabfan tomado sus temas de las crdnicas latinas de Saint-Denis 0
de ottos sitios, lo que se propontan era exalear su mercancia’, de
tal modo que no estamos obligados a tomar sus dichos al pie de la
Tetra, Pero, basta acaso con denunciar su supercherla y explicarla
por una simple tazén de prestigio? Del mismo modo puede
feribuirseles un interés de orden literatio y considerar que, al
presentar su asunto como verdadero, al abstenerse de re
fa invencién y al invocar autoridades ficticias, los troveros y los
juglares se formabans una idea elevada de la majestad de suis temas
también es posible que sus aserciones falaces procedieran de una
tour deprit bastante compleja
‘Después de todo, no se extraviaban por completo y no s
crataban de engatiar a su piblico al apelar a la historia; no estaban
Completamente engafados ni eran simples embauendores, pues
fas leyendas épicas y los cantares de gesta, por fantasiosos que
fueran, conservaban por lo menos trazas ce verdad histérica, Por
débil que fueta, mantenfan un exo con Ia historia, con personajes
histéricos, comenzando pot Carlomagno. En la mente del mis
oscuro de los juglares debia de subsistir asin un confuso ie
to de tal relacién.
{No ha bastado ese fondo de verdad lejana, sobre el cv Is
jimaginacién de los poetas ejecutaba su bordado para que ris de
uno de ellos se diera cuenta de que la ficcién carolingia no era de la
misma fndole que, por ejemplo, la ficci6n arvitica? En todo caso,
tho se podria despreciar el testimonio tan interesante de Jean
Bodel, probablemente portavoz cle muchos de sus cofrades, en Ia
primera tirada de su Glarson de Sones (final del siglo XID: al
Uistinguir y caracterizar necamente las tres «materias» poéticas de
su époea, juzga que los scuentos de Bretafia» son evanos y
placenterose, es deci, que pertenecen al dominio de lo maravillo-
50 y de Ia ilusién seductora; que «los de Romar —se trata sobre
Todo de romans lamados «antiguose, Thebes, aay Trole— estin
plenos de saber y de experiencia Gago ede sen aprenant y que «los de
Francia» —entiéndase los cantares de gesta son everdaderos»
(oir). Por estos tiltimos se inclina la preferencia de Jean Bodel, tal
‘vex por orgullo nacional (a corona de France dit ere mie avant)
Gereamente debido a la parte de verdad histérica que contienen
de ces trois maleres tenga plus vor ds)
‘Con todo, es evidente que el interés pot la exactitud histérica
no ha desempefiado un papel muy importante en las preocupacio-
CANTARES DE GESTA E HISTORIA. 45
nes de los poetas ni en las de sus oyentes; en caso contrario, por
ignorantes que se los suponga, los autores de cantares de gesta
habrian realizado algiin esfuerz0 para no mezclar pecmanesite-
mente la verdad y Ia leyenda quimérica, para elimina los etrores
‘graves de cronologfa, para consultar més a menudo los anales que
conservaban las bibliotecas de los conventos,o por lo menos para
agree jane clrge y monje.
con propésitos diferentes a los nuestros, J. Bédier redatté un
capitulo divertido y preciso del que resulta que la historicidad de
los cantares de gesta se reduce a muy poco?. Los troveros saben que
un rey de Francia se ha llamado Clodoveo y que ha sido el primer
fey que tecibié el bautismo; saben que Carlos Martel fue el padre
de Pipino, que Pipino fue el padre de Carlomagno, que Carlomag-
rho fue un gran empetador, que tuvo bajo su mano poderosa una
cand de eno cy enimercin a menos, pro
a veces contienen indicaciones correctas, saben que Carlomagno
ilustre emperador de barba florida tuvo sucesores indignos 0
imediocres, varios de los cuales se lamaron Luis, aun cuando n9
hhaya que pedicles que distingan entre los diferentes Luis. Aparen-
temente, en est mina medida pen recordar al autéatico
laume de Toulouse al cantar las hazafias de Guillaume
ange ode Auicharvscamando sobre Ope, o de Gru,
conde de Vienne en la época de Carlos l Calvo, cantando a Girart
«de Roussillon. i ea as
1 ies compara instruc hs de nastos autores con
i del villano que pone en escena un fabliau®: contempla en la
fh de Noxe-Darne de Pisa gleia dels ees ela
con el ded siMirad,Pipinols —aice—, «Miead, Carlomag-
hole, mientras un ladién le corta fa bolsa por decrés. Es una
cormpaacim ecm no lit que copletamentcijuetifends;
sin embargo, conidero sue las autores de cantare de gest
hayan sido W este papanatas y este ingenuo del atrio
libertades que se toman con
iscuibles de une ror igoraniao como signs de una
formacién insuficiente que clérigos y monjes —si se acepta el
punto de vise de Bédietacetea del popel deelesiges 7 monja—
2 stain ds con events. Por qué no habrian
sido los poetas capaces de distinguir nunca entre la verdad hist6-
rica y la verdad poética? O, si se prefiere, gpor qué, al mezclar y al