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Tratamiento inicial
Por lo general, se administra inmediatamente un comprimido masticable de aspirina. Esta terapia
aumenta las probabilidades de supervivencia al reducir el coágulo en la arteria coronaria. Debido
a que la disminución del trabajo del corazón también contribuye a limitar la lesión, se administra
un betabloqueador para retardar la frecuencia cardíaca y, al mismo tiempo, conseguir que el
corazón tenga que esforzarse menos para bombear la sangre hacia todo el organismo.
A menudo, se suministra oxígeno a través de una máscara o de un tubo con los extremos
introducidos en las ventanas nasales. Esta terapia aumenta la presión del oxígeno en la sangre,
lo cual proporciona más oxígeno al corazón y permite que la lesión del tejido cardíaco se limite lo
máximo posible.
Si se elimina la obstrucción de la arteria coronaria rápidamente, se puede salvar el tejido
cardíaco. Para lograr este objetivo a menudo se intenta la disolución de los coágulos sanguíneos
en una arteria mediante un tratamiento trombolítico; éste comprende la utilización de fármacos
como la estreptoquinasa, la uroquinasa o el activador tisular del plasminógeno. Para ser
eficaces, los fármacos deben administrarse por vía intravenosa dentro de las primeras 6 horas
desde el inicio de los síntomas de infarto. Después de este tiempo, algunas lesiones ya son
permanentes, por lo que la reperfusión de la arteria probablemente ya no sea útil. El tratamiento
precoz aumenta el flujo de sangre en el 60 al 80 por ciento de los casos y permite que la lesión
del tejido cardíaco sea mínima. La aspirina, que evita que las plaquetas formen coágulos
sanguíneos, o la heparina, que también interrumpe la coagulación, pueden aumentar la eficacia
del tratamiento trombolítico.
Debido a que la terapia trombolítica puede causar hemorragias, generalmente no se administra a
las personas que tienen hemorragia gastrointestinal, hipertensión grave, un ictus reciente o a las
que se han sometido a una operación quirúrgica durante el mes previo al infarto. La gente de
edad avanzada que no padece ninguna de estas afecciones también pueden someterse con
seguridad a este tratamiento.
Algunos centros especializados en el tratamiento cardiovascular utilizan la angioplastia o la
cirugía de derivación (bypass) de las arterias coronarias inmediatamente después del infarto, en
lugar de administrar fármacos trombolíticos.
Si los fármacos utilizados para aumentar el flujo sanguíneo de las arterias coronarias no alivian
también el dolor y el malestar del paciente, se inyecta morfina. Este fármaco tiene un efecto
calmante y reduce el trabajo del corazón. La nitroglicerina puede calmar el dolor al reducir el
trabajo del corazón; por lo general, en un primer momento se administra por vía intravenosa.
Tratamiento posterior
Debido a que la excitación, el esfuerzo físico y el malestar emocional someten el corazón al
estrés y lo hacen trabajar más intensamente, la persona que acaba de tener un infarto debería
guardar cama en una habitación tranquila durante algunos días. Las visitas suelen limitarse a
miembros de la familia y amigos íntimos. Se puede ver la televisión siempre y cuando los
programas no causen estrés. Dado que fumar es el principal factor de riesgo para la enfermedad
de las arterias coronarias y el infarto, en casi todos los hospitales está prohibido fumar y
especialmente en las unidades coronarias. Además, un infarto es una razón convincente para
abandonar este hábito.
Los enemas intestinales y los laxantes suaves pueden utilizarse para evitar el estreñimiento. Si
la persona no puede orinar o bien debe controlarse la cantidad de orina producida, se utiliza una
sonda vesical.
El nerviosismo y la depresión son frecuentes tras un infarto. Debido a que un gran nerviosismo
puede aumentar la actividad del corazón, puede administrarse un tranquilizante ligero. Para
hacer frente a una depresión ligera y a una negación de la enfermedad, que son frecuentes tras
sufrir un infarto, conviene que los pacientes y sus familiares y amigos hablen de todo lo que les
preocupe con los médicos, el personal de enfermería y los asistentes sociales.
Los fármacos denominados inhibidores de la enzima conversora de la angiotensina (ECA) pueden
reducir el aumento de tamaño del corazón en muchos pacientes que sufren un infarto. Por
consiguiente, estos medicamentos se administran sistemáticamente a los pacientes pocos días
después del infarto.
Pronóstico y prevención
Las personas que sobreviven algunos días tras un infarto, por lo general, pueden esperar un
completo restablecimiento, aunque un 10 por ciento fallecerán antes de transcurrido un año. Las
muertes se producen, habitualmente, en los primeros 3 o 4 meses, típicamente en pacientes que
continúan teniendo angina de pecho, arritmias ventriculares e insuficiencia cardíaca.
Para valorar si una persona tendrá más trastornos cardíacos en el futuro o si necesitará un
tratamiento adicional, se pueden llevar a cabo ciertas pruebas. Por ejemplo, puede utilizarse un
monitor Holter para registrar un ECG durante 24 horas, con lo que el médico podrá detectar si se
producen arritmias o episodios de isquemia silenciosa. Una prueba de esfuerzo (en la que el
paciente corre sobre una cinta móvil mientras se registra un ECG) antes o poco después del alta
del hospital puede contribuir a determinar el estado del corazón tras el infarto y si la isquemia
continúa. Si estas pruebas revelan la presencia de arritmias o isquemia, es recomendable un
tratamiento farmacológico. Si la isquemia persiste, puede realizarse una arteriografía coronaria
para evaluar la posibilidad de una angioplastia o de una operación de derivación (bypass) para
restablecer el flujo sanguíneo al corazón.
Tras un infarto de miocardio, muchos médicos recomiendan tomar un comprimido de aspirina
infantil, la mitad de un comprimido para adultos o un comprimido completo para adultos. Debido a
que la aspirina evita que las plaquetas formen coágulos, reduce también el riesgo de muerte y el
riesgo de un segundo infarto en un 15 a un 30 por ciento. Las personas con alergia a la aspirina
pueden tomar ticlopidina. Así mismo, se prescriben betabloqueadores porque disminuyen el
riesgo de muerte en un 25 por ciento. Cuanto más grave es el infarto, más beneficios se
obtendrán de la administración de estos fármacos. Sin embargo, algunas personas no toleran los
efectos secundarios y tampoco se obtienen efectos beneficiosos en todos los casos.
Rehabilitación