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AMBIENTAL 2003
• Conferencias Magistrales:
o "Astronomía y Medio Ambiente" - José Luis Muiños.
o "Ética y Ambiente" - Héctor Padrón.
o "La Situación Actual de Residuos Peligrosos en la Argentina" - Alberto
Capra.
Al respecto destacamos que las ponencias fueron presentadas en forma oral y de pósters
con la siguiente distribución por líneas o ejes:
LÍNEA PONENCIA ORAL PONENCIA EN
POSTERS
CONTAMINACIÓN 23 8
EDUCACIÓN Y GESTIÓN 14 10
RECURSOS NATURALES 9 17
ECOSISTEMAS Y BIODIVERSIDAD 1 11
RIESGOS AMBIENTALES 5 -
IMPACTO AMBIENTAL 7 3
SALUD Y AMBIENTE 1 6
TOTAL 61 55
Otro punto a destacar refiere a la vasta gama de temas trabajados en general, que
muestra la amplitud de temáticas que involucran a lo ambiental. Sin embargo, se rescata
como constante la perspectiva disciplinar de los abordajes; siendo minoritarios los
trabajos que presentaron una óptica interdisciplinaria y holista. Esto lleva a plantear la
urgencia de modificar esta situación a través de la integración de equipos de
investigación entre distintas unidades académicas intra e inter universidades.
Se destaca la presentación de algunos trabajos que mostraron exitosas acciones de
transferencia al medio, producto de la articulación con organismos educativos a partir
del abordaje conjunto de problemáticas ambientales locales compartidas que resultaron
disparadores de experiencias educativas. También se escucharon trabajos que
contemplaron la articulación con el medio socio-productivo.
Pese a ello, no resultó ser una pauta típica la presentación de trabajos con acciones
concretas de transferencia y/o propuestas tendientes a resolver los temas trabajados.
Es de destacar que las ponencias presentadas recuperan un elemento común, cuál es que
uno de los factores de prácticas no sustentables de manejo de recursos del ambiente, es
atribuible a que la problemática ambiental está instalada en el discurso de dirigentes
políticos, ONGs, empresas y otros actores de la Sociedad Civil, no así en sus conductas
o comportamientos cotidianos. Se realizan foros internacionales, se firman cartas de
intención pero no se revierten conductas.
No hay una clara voluntad política de asignarle a lo ambiental la significación que por si
tiene. Esto se refleja en la ausencia de una política ambiental concebida con una política
de estado, articulada con una planificación que contemple no sólo los instrumentos
legales para su implementación, sino además los recursos humanos y financieros para la
capacitación y monitoreo de todo emprendimiento que comprometa lo ambiental.
Entendemos que los métodos punitivos ante prácticas que atenten contra el ambiente,
debieran ir cediendo espacio a aquellos basados en una apelación a la conciencia
ambiental, lograda a través de un proceso educativo formal e informal. Proceso que de
ser exitosos operará como el más seguro garante de la tan declamada y
excepcionalmente practicada sustentabilidad ambiental.
Se acordó que es imperativo caminar hacia un paradigma que priorice al ser humano,
parte importante del ambiente. Esto requiere un cambio ético profundo y una crítica al
paradigma tecnocrático, que nos lleve hacia la idea de la transformación del ser humano
como tal y su respeto como fin último de todo accionar. Se dejó explícito que tal postura
de ninguna manera supone invalidar los logros que el avance tecnológico han
significado en el mejoramiento de la calidad de vida. Para alcanzar este fin es necesario
una fuerte apuesta a la Educación Ambiental y el cultivo de la virtud de la sobriedad
antes que el exacerbado consumo.
Conferencias Magistrales:
Presentación.
El Dr. José Luis Muiños Haro del Real Instituto y Observatorio de la Armada Plaza de
las Marinas, San Fernando. ESPAÑA expuso la conferencia:
Esta temática abordada por el Dr. Muiños constituyó un a novedad para los asistentes
por lo atípico e instructivo al considerar el cielo en su estado natural noche como un
recurso para la investigación y principalmente por que no se había considerado en los
anteriores Congresos ambientales llevados a cabo por PRODEA.
Preliminar
Uno de los rasgos que caracterizan nuestra situación actual es el de una peculiar
demanda ética, expresada, en algunas circunstancias, con diversos tonos de urgencia.
Ahora bien, podemos preguntarnos si este hecho pertenece exclusivamente a nuestro
tiempo o si, por el contrario, se podría reconocer el mismo fenómeno en una historia
relativamente reciente a partir, precisamente, del descubrimiento de la imprenta. Niklas
Luhmann
señala que -según la segunda alternativa propuesta- es posible hallar una demanda ética
y una respuesta correspondiente hacia las últimas décadas del siglo XVI en adelante. A
primera vista, el hecho presenta una cierta regularidad: (1) hacia fines del s. XVI se
asiste a la gran difusión del neoestoicismo (Justus Lipsius); (2) entre 1670-1690
aparecen las éticas de grandes moralistas como B. Gracián, B. Pascal y La
Rochefocuauld; (3) en el s.XVIII se yergue el pensamiento arquitectónico de I. Kant y
la fundación trascendental de la ética, por otra parte en Inglaterra Bentham propone los
primeros cálculos utilitaristas, en Francia Sade ofrece su conocida caracterización
contrapuesta de vicios y virtudes; (4) hacia 1880 G. Simmel y el neokantismo
promueven una atención renovada hacia lo ético; (5) el siglo XX ha manifestado -sobre
todo después de la segunda guerra mundial una demanda de nuestro tiempo un estado
de conciencia crítico en el sentido histórico-sistemático de la cuestión ética y,
correlativamente, una muestra
de salud
filosófica; (3) una interpretación que destaca el síntoma de una crisis de las
denominadas éticas tradicionales ante la realidad y significación de problemas inéditos
que plantean las diversas tecnociencias actuales; (4) en este sentido y en el escenario del
pensamiento ético europeo la experiencia de un babelismo en los lenguajes de las éticas
que, a su vez, transitan distintas opciones tales como las de la reabilitación de la
filosofía práctica, el neoaristotelesimo, el cuasi aristotelismo, la ética del discurso, las
éticas utilitaristas, contractualistas, comunitaristas, la metaética, la dirección de las
éticas aplicadas entre las que se destacan la bioética y la ética ecológica. El catálogo
podría enriquecerse con otras menciones pero, en todo caso, la impresión final sería la
misma, a saber: la de pasear la mirada por un vasto, complejo y muy diverso mercado
de propuestas éticas, donde se experimentaría el profundo malestar de un relativismo
que ninguna de las ofertas éticas logra superar
. Por otro lado, también desde el punto de vista teórico, se reitera la dificultad manifiesta
que tendrían los sistemas éticos para integrar en sus paradigmas la novedad que traen
consigo determinadas acciones humanas que se inscriben en nuevas planificaciones,
programas, modelos, todos los cuales no hallan una medida común en una historia
reciente y cuyos efectos se proyectan en el futuro más inmediato con una ambigüedad
que no permite excluir un razonable temor.
. Lo que describe el prestigioso filósofo de las ciencias italiano es que oscilamos entre el
optimismo sin crítica y el pesimismo sin reservas ante el hecho de las ciencias y las
tecnologías en la figura que ambas ostentan en la cultura actual. Si esto es así, entonces
el hecho de las ciencias y las tecnologías ni siquiera ha sido rozado por el pensar.
En otro sentido, conviene recordar aquí para una conciencia cada vez más
difundida de la necesidad y de la bondad intrínsecas del método científico, que dicha
necesidad y virtud se justifican absolutamente dentro del marco de los protocolos de las
ciencias y de las tecnologías; pero conviene recordar, también, que con la misma
pulcritud y rigor metodológicos, una persona puede fabricar una droga contra un
determinado tipo de cáncer o una bomba biológica que elimina a los seres humanos
dejando intactas las construcciones y las instalaciones estratégicas que pasarán a ser
ocupadas y utilizadas por quienes lanzaron dicha bomba. Esto significa, por lo menos,
que el método, tanto en las ciencias cuanto en las tecnologías, no puede evitar la
ambigüedad de los usos humanos que se den a determinados productos científicos o
tecnológicos que obedecen a diversas intenciones en cada caso.
Cabe advertir que un aspecto decisivo de nuestra situación actual referida a las
tecnociencias y sus efectos, depende del carácter operatorio tanto de las ciencias cuanto
de las técnicas modernas. Este hecho ha sido estudiado en el detalle por el Prof. Jean
Ladrière quien ha señalado cinco rasgos homólogos comunes a ambos subsistemas
. A este análisis estructural del celebrado profesor de filosofía de las ciencias belga, hay
que añadir una observación también suya respeto del carácter inevitablemente ambiguo
de las tecnociencias ya que, por una parte, éstas declaran que se hallan al servicio de un
conjunto importante de necesidades naturales, primarias y reales del hombre, mientras
que; por otra parte, en el momento actual, es evidente que las tecnociencias tienden a
crear necesidades artificiales que corresponden a su tendencia autonómica. En efecto,
como explica Jean Ladrière, “ya no es más el sistema de necesidades humanas naturales
el que gobierna el desarrollo tecnológico, sino que es el desarrollo tecnológico mismo el
que gobierna el sistema de las necesidades. Este momento parece haber sido alcanzado
con la tecnología contemporánea. Lo que es muy significativo es que se ve aparecer
ahora lo que se podrían llamar técnicas especulativas, es decir técnicas de alguna
manera gratuitas, que no se justifican ya por verdaderas necesidades, sino que
corresponden a una especie de motivación lúdica y, quizá, a la pasión de ensayarlo
todo”
Veamos esto mismo más de cerca, para la tradición del pensamiento moderno, al menos,
el imperativo ético queda formulado de manera trascendental por las célebres máximas
del pensamiento ético de I. Kant, particularmente en la máxima -la segunda- que
concierne a la entidad intangible de la persona humana que dice: “obra de tal modo que
uses siempre a la humanidad, tanto en tu persona cuanto en la de cualquier otro, siempre
como un fin, nunca como un medio”. Kant ha subrayado el carácter telético de la
persona humana en todos los casos y, por lo mismo, ha señalado la ilicitud de
mediatizar la realidad de la persona, sea la del propio yo, sea la de los otros, a través de
algún dispositivo manipulatorio en que el se produzca la abolición del ser fin que,
justamente, constituye a la persona. Por el contrario, el nuevo imperativo que
promueven las tecnociencias desconoce la realidad y las exigencias ontológicas de la
persona y, por tanto, del orden mismo de lo humano, porque su principio no es el ser
sino, ante todo, la acción. Una acción de tal manera crispada sobre su propio hacer que
no reconozca otro límite que este hacer mismo. Dicho con otras palabras: hacer todo lo
que es posible hacer tecnocientíficamente. Así, el hacer se ve atraído por la fuerza
irresistible y siempre nueva de lo posible, un posible in-definido, es decir un posible sin
fin que urge a una acción también sin fin. Tal como explica el filósofo belga de la
tecnociencia Gibert Hottois, el nuevo imperativo tecnocientífico posee tres rasgos
característicos: (1) es anético; (2) es no- ontológico; (3) es no-discursivo
. Es anético porque propone hacer todo lo que es posible hacer, efectuar todas las
experiencias, impulsar todas las investigaciones. Se trata, en suma, de una acción que
sólo acepta el límite de su propio hacer. Esto es así, independientemente de las normas
legales, que como resulta evidente históricamente, siempre llegan después de los
resultados problemáticos de este hacer tecnocientífico bajo las condiciones enunciadas;
esto es así, con perfecta indiferencia por los principios y las normas éticas que este
hacer tecnocientífico considera en su precedencia como verdaderos e intolerables
obstáculos a los diversos modos de ser del progreso tecnocientífico. Nada ético podría
detener el progreso de un hacer que nutre sólo de sí mismo, y todas las consideraciones
que se pudieran efectuar al respecto -en esta óptica- aparecerían como impertinentes.
Es no-ontológico porque para este nuevo imperativo no existen los límites recios de la
realidad que, de una manera u otra, se imponen al hombre y éste debe tener en cuenta.
El hacer propio de las tecnociencias “no encuentra nunca al ente”, porque acoge en
plenitud un rasgo propio del objeto matemático que es, justamente, ser construido,
nunca dado a la manera en la que se dan los objetos naturales de las ciencias de la
naturaleza. De tal manera, epistemológicamente el objeto matemático se propone como
el paradigma de la re-construcción científico tecnológica de la realidad y, entonces,
incluso la realidad natural se convierte en lo que Husserl denominaba “una
multiplicidad matemática”
a es sobre la
naturaleza del hombre convirtiendo a éste en objeto de una voluntad de poder cada vez
más autonómica y más anónima. Es lo que en términos precisos hay que llamar
reificación de lo humano. Volveremos sobre este punto más adelante.
Lo que ocurre es que las biotecnologías no operan fuera del hombre a fin de
mejorar la perfomance de algunos instrumentos, sino a los usuarios de éstos
. Ha sido el mérito de Hans Jonas el señalar, con una claridad extrema, la gravedad y la
novedad del problema planteado: el deslizamiento ilegítimo de la idea de un progreso
tecnocientífico que se ordena a mejorar las condiciones materiales de la vida del
hombre, hacia la idea de la transformación del hombre mismo
: “[…] en su esencia, en su substancia, el hombre tal como ha sido creado, sea que haya
salido de la voluntad creadora divina, sea que haya resultado del azar de la evolución,
no tiene necesidad de ser mejorado. Cada uno puede desarrollar las posibilidades más
profundas de su ser. Pero no es preciso tratar de superar eso, ya que el hombre es
insuperable”. Aquí conviene recordar un pensamiento profundo y pertinente de B.
Pascal: “[…] Trabajemos por pensar bien, he ahí el principio de la moral”
Frente a este cuadro de situación caben, en opinión del Prof Jesús Ballesteros,
tres actitudes posibles: (1) la del nihilismo decadente según el cual no hay ninguna
perspectiva válida de cambio social, a causa de un análisis que parte de la
postmodernidad y de una cierta exégesis que se hace sobre ella (Lyotard); (2) la de la
reducción más o menos drástica del número de hombres sobre la tierra, a través de dos
movimientos del sentimiento no sólo contrarios sino superpuestos de modo tal que el
primero oculte el segundo: en efecto, por un lado, se propone el amor a la naturaleza y,
por otro, el odio al hombre, juzgado como el causante exclusivo del desorden natural
(Gauchet y, en otro sentido la deep ecology); (3) la posición que acepta que el hombre
pertenece a la naturaleza, aunque no queda limitado totalmente por ella ya que,
ciertamente, es persona humana en la totalidad rica y diversa de sus derechos y en la
exigencia ineliminable de sus deberes graves, entre los cuales se cuentan los deberes
que tiene en su relación con el ambiente.
Si como queda claro, los seres humanos somos responsables de graves de daños y aun
catástrofes que afectan el ambiente, esto significa que somos responsables de una
política de administración que una solidariamente el respeto por las cosas naturales, el
respeto por las personas humanas y un manera de planificar y realizar el desarrollo
centrada en los verdaderos bienes de la persona, entre los cuales hay que destacar el
significado preciso y precioso del sentido de los límites. Para que estas afirmaciones no
sean interpretadas de una manera abstracta, creemos que conviene discernir y re-valorar,
por lo menos, dos paradigmas vastamente difundidos en la cultura tecnocientífica de
nuestra época: (1) el del antropocentrismo tecnocrático; (2) el del biologismo.
Una naturaleza esclava en relación con un hombre que se concibe a sí mismo como
déspota de la naturaleza. Para hacer posible una cultura de la riqueza bajo la forma del
capital económico financiero, hay que revalorizar el trabajo productivo y elaborar una
antropología del hombre trabajador/consumidor como los modos de ser que agotan su
naturaleza. Saint Simon en 1817 corona esta mentalidad tecnocrática elogiando las
virtudes del “ejército industrial” como la clave del progreso social presente y futuro. El
sistema industrial -dice este teórico- será capaz de terminar con el hambre y aun con la
miseria, pese al aumento de la población. Más aún, todos los miembros de la sociedad
industrial serán cooperadores, no súbditos. Esta ideología del desarrollo industrial llega
hasta H. Marcuse, quien llega a pensar que por esta vía será eliminada la escasez.
Por otro lado, los bienes naturales son devaluados en razón de que se los cree
abundantes y son considerados bienes libres en términos económicos. Las cosas que
adquieren valor, entonces, son las mercancías, y el modelo de hombre más valioso, en
consecuencia, es el mercader. Las personas interesan en cuanto pueden ser clientes,
consumidores o bien productores, o ambas cosas a la vez. En esta óptica los problemas
éticos no existen, sólo existen los problemas tecnocientíficos y los problemas
económicos que surgen del mercado. El informe de G. Brundtland, nuestro futuro
común, forma parte de esta concepción, ya que juzga que el sur es el principal
responsable de la contaminación a causa de su pobreza y su tecnología obsoleta. En el
mismo sentido James Lovelock, autor de la hipótesis Gaia, atribuye todos los problemas
ecológicos a la explotación arcaica del sur subdesarrollado.
Esta posición tecnocrática puede ser calificada como una verdadera barbarie a
causa de su aberrante exclusión antropológico-social para todos los pueblos que no sean
desarrollados del norte y de occidente. Sigue siendo una barbarie cuando, firme en su
autosuficiencia tecnológica, reduce los problemas éticos que comporta la crisis
ambiental a exclusivos problemas tecnocientíficos.
Con Malthus se pasa del optimismo tecnocrático que considera que los recursos
naturales son ilimitados y la tecnología siempre exitosa, al pesimismo que sostiene que
la producción industrial será incapaz de satisfacer las necesidades de una población
humana siempre en aumento. En suma: la capacidad germinativa de la naturaleza es
inferior a la capacidad germinativa tecnológica. De allí concluye la ley de los
rendimientos decrecientes de la tierra. La riqueza por medio del trabajo humano y el
comercio -piensa Malthus- tampoco remediará nada. Se trata, obviamente, de una
visión homeostática. Aquí se reencuentra el pesimismo de J. Locke, y en todo caso el
homo faber, el productor, ha sido substituido por el homo laborans, el consumidor,
alguien que se considera será incapaz de hallar su propio sustento.
Malthus advirtió, agudamente, la dependencia del hombre respeto de la
naturaleza; advierte nítidamente el carácter limitado de los recursos naturales. Lo que no
resulta necesario en su análisis es su conclusión: los alimentos crecerán en forma
aritmética, mientras que la población humana lo hará en forma geométrica. Esta
pretendida ley está lejos de haber tenido un cumplimiento uniforme. El
neomalthusianismo ha sido criticado, entre otros, H. Arendt, quien juzga que el
consumismo actual puede llevar a la persona humana a una pasividad y esterilidad sin
medida común en la historia reciente y, por así decirlo, a una muerte de la persona
aunque todavía siga respirando y formando parte de nuevas estadísticas. Lo que es
preciso advertir es cómo se pasa del mathusianismo al biologismo y a su tesis: el
hombre es un animal más, sin ninguna diferencia con ellos y, por tanto, sin ningún
privilegio sobre ellos.
La expresión -Deep Ecology- fue creada por Arne Naess, en una conferencia
pronunciada en Bucarest, en 1972, y contrapuesta a la shalow ecology. Todos los
autores que adscriben esta posición coinciden en afirmar que en ella la persona se
disuelve en la naturaleza. Ahora bien, esta disolución no es de ninguna manera
romántica, supone y exige volver al paleolítico, a la caza y la pesca, a fin de que el
hombre pueda convivir con el paradigma de una vida salvaje. Inmediatamente se
propone el concepto de calidad de vida, contrapuesto al de cantidad de vidas humanas, y
se declara que el primero es inversamente proporcional al segundo: cuanto más calidad
menos cantidad. Consecuentemente, desde Naes en adelante se asiste al desfile del
horror en materia de propuestas numéricas para eliminar seres humanos sobre la tierra.
Naes propone reducir la población mundial a un máximo de cien millones; Lovelock
lega a admitir quinientos millones; William Aiken es completamente explícito: “una
mortalidad masiva sería una buena cosa. Nuestro deber es provocarla. El deber de
nuestra especie es eliminar el 90% de sus efectivos”
Más allá de los detalles y matices que introducen los neomalthusianos -P.
Paddock, P. Ehrlich y Garret Hardin-
, los sociobiólogos ( V.R. Potter y E. Odum) la tesis básica sigue siendo la misma: los
seres humanos son extraños sobre la tierra y su número debe ser disminuido
drásticamente y controlado para mantener el equilibrio de la vida salvaje o natural. Esta
posición propone ecologizar la economía, reciclar los residuos, y llevar adelante una
cierta solidaridad con las generaciones futuras. Además proponen -con los que
sobrevivan el proceso de eliminación de seres humanos- usos estéticos y no
exclusivamente económicos de la naturaleza.
, Moscovici
, éste último se opone a la domesticación del hombre (propia del conductismo Skinner),
así como E. O. Wilson, quen se adhiere a la tesis Margaret del mestizaje como medio
para mitigar la violencia, aunque reconoce lo difícil de esta tarea ya que los genes
tienden a conservarse
Por otra parte, sería posible aprender que la tecnocracia hace hincapié en la
producción y en el individualismo; mientras que la sociobiología insiste en una
interpretación determinista con base en algunos genes y, en otro sentido, insiste también
en el uso de las armas. Estas dos posiciones, por encima de sus diferencias, coinciden en
el armamentismo y en el neomalthusianismo. Tecnócratas y socialdarwinistas insisten
conjuntamente, aunque de manera diversa, en el hecho de egoísmo humano como una
realidad inevitable y, además, como fuente de bienes.
Por último, lo que unos y otros podrían aprender de los problemas ecológicos en
curso es, justamente, a escuchar con una mejor y más eficaz atención la demanda no
sólo creciente sino aun dramática de un mayor humanismo, en el sentido de concebir
planificaciones y soluciones que serán inevitablemente tecnocientíficas donde, sin
embargo, el hombre cuente para algo.
Así como para la filosofía realista toda el alma se halla presente a todo el cuerpo,
de manera análoga hay que pensar que la persona se halla totalmente presente en la
realidad de la naturaleza, no fuera de ella en un lugar que no existe en ninguna parte.
Esto significa que, por una parte, la persona no sólo se halla dentro de la naturaleza sino
que, también, depende de ella a través de la multitud de seres y operaciones que la
configuran y realizan; por otra parte, la persona a favor de su espíritu encarnado
trasciende absolutamente la naturaleza a través de las operaciones superiores que
configuran y realizan su vida personal. Ciertamente que esta vida personal significa un
exceso respecto de la realidad de la naturaleza, y que en este sentido la persona es capaz
de producir de manera gratuita una serie de bienes que proceden, en última instancia, de
su capacidad contemplativa y de su capacidad de gozo. La persona sigue siendo humus
y este hecho irrevocable debería movernos a una profunda humildad; pero no menos
cierto que este humus es muy peculiar porque, en efecto, es un humus pensante y, así,
puede responder -vocación- al llamado de cuidar y de hacer crecer todo lo real en la
naturaleza y en los hombres, para bien y perfección de ambos. La diferencia
fenomenológica de la persona respecto de todos los demás seres de la naturaleza es su
intencionalidad y, a causa de ésta, su capacidad para concebir su propia vida personal
como un verdadero proyecto. Esta grandeza incuestionable y la responsabilidad que la
acompaña, van unidas a ciertos minus de la persona humana que conviene recordar
cuando se habla de naturaleza y de ambiente. El hombre en cuanto persona es un ser
héterotrofo dependiente e integrado a la cadena alimentaria; además el hombre es el ser
viviente que nace más inacabado, incompleto y necesitado de una multitud diversa de
cuidados que otros deberán prodigarle generosamente para que pueda ser y crecer. El
hombre es biológicamente inviable y sólo existencialmente viable.
Mientras los animales siguen sus impulsos instintivos como una guía segura de
su acción en la naturaleza, el hombre sólo se halla condicionado por los instintos en su
conducta de un modo no compulsivo y no necesario. Esto tiene una importancia
fundamental, porque en el primer caso el animal vive en los límites férreos y precisos
del presente sucesivo, sin ayer y sin mañana, sin nostalgia y sin angustia; el hombre, en
cambio, anticipa, proyecta su ser en el tiempo y de este modo abre el tiempo y las cosas
solidariamente a la posibilidad de significados inéditos en los que se hace y se des-hace
su destino personal. Sólo el hombre en cuanto persona puede distanciarse de manera
inteligible del imperio inconsulto del presente y, por una parte, hacer memoria y, así,
hacer por lo menos historia; y por otra, hacer memoria del futuro de un tiempo que
todavía no ad-viene pero que, en todo caso, se puede pre-ver, imaginar, planificar y, de
alguna manera, construir precariamente, en las ciencias, las tecnologías o las artes, para
citar sólo algunas acciones posibles.
Sólo la persona se posee a sí misma en su inteligibilidad y su voluntad libre,
experimentándose como fuente de su propia iniciativa intelectual y ética. Sólo la
persona puede ser responsable de sus actos. Sólo la persona humana es, estrictamente,
sujeto de derechos y deberes. Y en nuestro tiempo conviene repetir: sujeto de derechos
para cumplir deberes de la más diversa índole personal y social.
Sólo la persona experimenta su vida personal como una verdadera tensión entre
la dependencia de la naturaleza y el cuidado que debe ejercer sobre ella. No pensamos
lo bastante en que la dimensión excelente de la vida personal entendida y practicada
como cuidado es la medida de nuestra libertad. Y no pensamos, tampoco, que este
cuidado como forma de nuestra existencia personal es debido o responsable, por la
buena razón de que el hombre depende de todos los demás seres de la naturaleza. La
persona depende en totalidad de la naturaleza, incluso de aquellas regiones que él no
puede cuidar a causa de que son vírgenes.
Una ética del ambiente para ser eficaz en todos sus niveles, debe comprometer el
ser y el obrar de la persona a través del ejercicio de virtudes muy importantes como, por
ejemplo, la sobriedad, la solidaridad abierta, la serenidad y la modestia frente al frenesí
de la productividad, el mercado, el consumo, y por último aunque no en último término,
la virtud de la justicia a fin de que los desarrollos tecnocientíficos puedan ser humanos
en el orden de los bienes a los que apuntan y realizan.
7 El pensamiento terapéutico
. Esta tarea de regulación no debería ser confiada solamente a un comité de expertos que
aportaran una solución exclusivamente técnica; en efecto, en esos Comités deberían
estar representadas las voces de todos los interesados y afectados por medio sus
representantes, a fin de discutir y decidir sobre la realización del mayor bine posible. En
este punto es preciso hay que abandonar las ilusiones in- genuas, aquellas que ignoran,
por ejemplo, que el mayor peligro en nuestra sociedad -como señala E. Fromm- no
procede del sádico o del malvado sino, ante todo, “del hombre común con poderes fuera
de lo común”
. Se trata del caso de aquellos hombres que quieren mejorar algún aspecto de la realidad
y, de este modo, hacer o tener lo que quieren a cualquier precio.
. En ese sentido nos parece útil recordar una serie de reglas prudenciales
, las cuales fueron propuestas por el ilustre estudioso italiano F. Bellino, como pautas
orientadoras de una reflexión que intenta asumir el bien práctico del hombre en una
cultura signada por la complejidad. En esta cultura así caracterizada, sería insensato e
imposible renunciar a todos los bienes reales y humanos adquiridos por medios de las
tecnociencias y; por otra parte, sería igualmente insensato no discutir racionalmente la
finalidad del desarrollo tecnocientífico en términos de bien común y bien histórico.
Regla del peso de la prueba: aquel que presenta un nuevo conocimiento científico o
tecnológico y que tenga una empresa industrial u otra, debe demostrar que no causa ni
daños sociales ni daños en el ambiente.
Regla del bien común: la tutela y la realización del bien común tiene precedencia sobre
todo interés particular, sea de individuos o de grupos sociales, en la medida en la que
queden garantizados los derechos que proceden de la dignidad de la persona humana.
Por ejemplo, es un propósito legítimo promover el desarrollo y la consolidación de la
medicina preventiva en primer término y no sólo por razones económicas.
Fue K. R. Popper quien llamó la atención sobre un hecho sólo en apariencia paradójico:
los males más grandes de nuestro tiempo se deben no tanto a la malicia, sino más bien
al entusiasmo ético sin discernimiento y mal encauzado, el de todos aquellos que
quieren mejorar el mundo en el que vivimos sin determinar el precio se va a pagar. Así
escribe Popper: “obra para eliminar males concretos, más que para realizar bienes
abstractos […] Tiende a eliminar miserias concretas con medios directos […] No
permitas que los sueños del mundo perfecto te distraigan y te aparten de las
reivindicaciones de los hombres que sufren aquí y ahora. Nuestros semejantes tienen
derecho a ser ayudados; ninguna generación debe ser sacrificada en bien de
generaciones futuras, en vista de un ideal de felicidad que puede no realizarse nunca
jamás […]
Conferencia.
Ley N° 24.051
I. ASPECTOS GENERALES
• Generación,
• Manipulación
• Transporte,
• Almacenamiento
ü Características
• Derecho Común: Códigos de fondo y leyes que los integran, de aplicación en todo
el territorio (responsabilidad civil y penal)
• No Es De Presupuestos Mínimos: Sancionada antes de la reforma constitucional
de 1994
II. ALCANCE
ü Artículo 1°
o cuando
o cuando
ü Artículo 2°
• Es residuo peligroso todo residuo que pueda causar daño, directa o indirectamente,
a seres vivos o contaminar el suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general.
• En particular serán considerados peligrosas los residuos del Anexo I o los que
posean alguna de las características enumeradas en el Anexo II
Ä los radiactivos y
Ä los derivados de las operaciones normales de los buques los que se regirán por
leyes especiales y convenios internacionales vigentes en la materia
Clase de
las N° de
CARACTERÍSTICAS
Naciones Código
Unidas
Explosivos: por sustancia explosiva o desecho se extiende
toda sustancia o desecho sólido o liquido (o mezcla de
sustancias o desechos) que por si misma es capaz,
1 H1
mediante reacción química de emitir un gas a una
temperatura, presión y velocidad tales que puedan ocasionar
daño a la zona circundante
Líquidos inflamables: por líquidos inflamables se entiende
aquellos líquidos o mezcla de líquidos, o líquidos sólidos en
solución o suspensión (por ejemplo pinturas, barnices lacas,
etcétera, pero sin incluir sustancias o desechos clasificados
de otra manera debido a sus características peligrosas) que
emiten vapores inflamables a temperaturas no mayores de
60,5 grados C, en ensayos con cubeta cerrada, o no mas de
3 H3
65,6 grados C, en cubeta abierta (como los resultados de los
ensayos con cubeta abierta y con cubeta cerrada no son
estrictamente comparables, e incluso los resultados
obtenidos mediante un mismo ensayo a menudo difieren
entre si, la reglamentación que se apartara de las cifras
antes mencionadas para tener en cuenta tales diferencias
seria compatible con el espíritu de esta definición).
Sólidos inflamables: se trata de sólidos o desechos sólidos,
distintos a los clasificados como explosivos, que en las
4.1 H4.1 condiciones prevalecientes durante el transporte son
fácilmente combustibles o pueden causar un incendio o
contribuir al mismo, debido a la fricción.
Sustancias o desechos susceptibles de combustión
espontánea: se trata de sustancias o desechos susceptibles
4.2 H4.2 de calentamiento espontáneo en las condiciones normales
del transporte, o de calentamiento en contacto con el aire, y
que pueden entonces encenderse
Sustancias o desechos que, en contacto con el agua, emiten
gases inflamables: sustancias o desechos que, por reacción
4.3 H4.3
con el agua, son susceptibles de inflamación espontánea o
de emisión de gases inflamables en cantidades peligrosas.
Oxidantes: sustancias o desechos que, sin ser
necesariamente combustibles, pueden, en general, al ceder
5.1 H5.1
oxigeno, causar o favorecer la combustión de otros
materiales.
5.2 H5.2 Peróxidos orgánicos: las sustancias o los desechos
orgánicos que contienen la estructura bivalente -O-O- son
sustancias inestables térmicamente que pueden sufrir una
descomposición autoacelarada extermica.
Tóxicos (venenos) agudos: sustancias o desechos que
pueden causar la muerte o lesiones graves o daños a la
6.1. H6.1
salud humana, si se ingieren o inhalan o entran en contacto
con la piel.
Sustancias infecciosas: sustancias o desechos que
contienen microorganismos viables o sus toxinas, agentes
6.2 H6.2
conocidos o supuestos de enfermedades en los animales o
en el hombre.
Corrosivos: sustancias o desechos que, por acción química,
causan daños graves en los tejidos vivos que tocan o que,
8 H8 en caso de fuga pueden dañar gravemente o hasta destruir
otras mercaderías o los medios de transporte; o pueden
también provocar otros peligros
Liberación de gases tóxicos en contacto con el aire o el
agua: sustancias o desechos que, por reacción con el aire o
9 H10
el agua, pueden emitir gases tóxicos en cantidades
peligrosas.
Sustancias tóxicas (con efectos retardados o crónicos):
sustancias o desechos que, de ser aspirados o ingeridos, o
9 H11
de penetrar en la piel pueden entrañar efectos retardados o
crónicos, incluso la carcinogenia.
Ecotóxicos: sustancias o desechos que, si se liberan, tienen
o pueden tener efectos adversos inmediatos o retardados en
9 H12
el medio ambiente debido a la bioacumulación o los efectos
tóxicos en los sistemas bióticos.
Sustancias que pueden, por algún medio, después de su
eliminación, dar origen a otra sustancia, por ejemplo, un
9 H13
producto de lixiviación, que posee alguna de las
características arriba expuestas.
OPERACIONES DE ELIMINACIÓN
ü Sujetos Generales
• Generador es toda persona física o jurídica que, como resultado de sus actos o de
cualquier proceso, operación o actividad, produzca residuos calificados como
peligrosos... (artículo 14)
Persona física o jurídica cuya acción o proceso lo hace pasible de estar sometido a
la Ley N° 24.051, ya sea porque los residuos que genera están comprendidos en la
identificación de residuos peligrosos o bien por la cantidad generada (Glosario
Anexo I a) Decreto reglamentario 831/93)
Son aquellas en las que se realizan las siguientes operaciones indicadas en el Anexo
III – A “Operaciones de Eliminación” Ley N° 24.051 (Glosario Anexo I a) Decreto
reglamentario 831/93)
ü Sujetos Particulares
• Generador Eventual es toda persona física o jurídica que, como resultado de sus
actos o de cualquier proceso, operación o actividad, produjera residuos calificados
como peligrosos en forma eventual, no programada o accidental... (artículo 14 Decreto
reglamentario 831/93)
y/o
b) acumulación de materiales destinados a cualquiera de las operaciones de
recuperación de recurso, reciclado, regeneración, reutilización directa y otros usos
indicados en la Sección B, ítem R13
ü Transferencia
ü Por el generador
ü En formularios preimpresos
Acompañado de:
ü Hoja de ruta y
ü Plan de contingencia
Procedimiento:
c) Al dorso del Manifiesto constarán nombre o razón social de los Generadores, CUIT,
domicilio y cantidad de residuos estimada a retirar. De estar inscripto como Generador
ante el RN número y año de expediente
d) El Manifiesto firmado por el autorizado se presenta ante el RN más copia en soporte
magnético con los datos del punto c), para control de vigencia del CAA del Operador y
Transportista y registro en SII, insertándose un sello fechador, en el original y las 5
copias, con fecha en la que es retirado por el autorizado. El original del Manifiesto
queda en el RN
Procedimiento Manifiesto Sábana para residuos peligrosos Y1 e Y12 (trapos con tintas)
5. Licencia Especial
Los conductores de vehículos que transporten residuos peligrosos deben poseer una
licencia especial para la conducción de aquellos la que tendrá validez anual artículo 25
inciso e) Decreto reglamentario 831/93
ü Generador
ü Transportista