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Régimen político

Definición:
DEFINICIÓN. Por r. político se entiende el conjunto de las instituciones
que regulan la lucha por el poder y el ejercicio del poder y de los valores
que animan la vida de tales instituciones.
Las instituciones por un lado constituyen la estructura organizativa del
poder político, que selecciona a la clase dirigente y asigna a los diversos
individuos comprometidos en la lucha política su papel. Por otro lado las
instituciones son normas y procedimientos que garantizan la repetición
constante de determinados comportamientos y hacen de tal modo posible
el desempeño regular y ordenado de la lucha por el poder y del ejercicio
del poder y de las actividades sociales vinculadas a este último.
Naturalmente la estructura del régimen, es decir el modo de organización
y de selección de la clase dirigente, condiciona el modo de formación de
la voluntad política. En consecuencia el empleo de ciertas instituciones,
es decir el empleo de determinados medios para la formación de las
decisiones políticas condiciona los fines que pueden ser perseguidos: la
elección de un régimen implica ya en términos generales la elección de
determinados valores. El nexo entre estructura del régimen y valores se
entiende, sin embargo, en el sentido de que la elección de un régimen
implica de por sí límites a la libertad de acción del gobierno y en
consecuencia la elección de una política fundamental, cuyas expresiones
históricas pueden ser (y de hecho lo son) sensiblemente contrastantes
entre sí, si bien orientadas por los mismos principios generales. Como lo
demuestra el ejemplo de Gran Bretaña, la izquierda y la derecha,
alternándose regularmente en el poder, imprimen al gobierno cada vez
una dirección política compatible no obstante con el mantenimiento del
régimen.
II. LA TIPOLOGÍA DE LOS REGÍMENES POLÍTICOS. Hasta una época
relativamente reciente se hizo uso de una tipología de los r. políticos
heredada de Aristóteles, la cual distinguía la monarquía, o bien el
gobierno de uno solo, la aristocracia, o bien el gobierno de pocos, la
democracia, o bien el gobierno de todos. A cada una de estas formas
puras, según Aristóteles, corresponde una forma corrupta: la tiranía, la
oligarquía, la demagogia. En las formas puras el gobierno es
administrado en interés general, en las corruptas en interés de quien
detenta el poder. El criterio sobre el que se funda esta clasificación (el
número de los gobernantes) es totalmente inadecuado para captar en su
esencia la variedad de los r. políticos. Aun cuando la investigación de
Aristóteles está dirigida constantemente a destacar las condiciones reales
de las que dependen las diferencias entre los diversos regímenes y aun
cuando los resultados de tal investigación contienen a menudo intuiciones
en última instancia de carácter sociológico, el criterio sobre el que se
funda su clasificación de las formas de gobierno no tiene en cuenta el
hecho, demostrado por la teoría de la clase política, de que el gobierno
siempre es detentado por pocos. En efecto, en el régimen monárquico y
en el tiránico nunca es una persona sola quien detenta el poder, sino un
grupo. Así, en el régimen democrático que tenga dimensiones más
amplias que las de la ciudad-estado, no es el pueblo quien gobierna sino
sus representantes.
Montesquieu se aleja de la clasificación tradicional porque funda la
distinción entre república, monarquía y despotismo no únicamente en un
criterio numérico, sino en la combinación de dos criterios que él define
como "naturaleza" y "principio" del gobierno. La naturaleza del gobierno
depende del número de detentadores del poder (en la república todo el
pueblo o una parte de él detenta el poder, en la monarquía y en el
despotismo el poder está en manos de uno solo) y del modo de ejercicio
del poder (en la monarquía el soberano gobierna sobre la base de leyes
fijas y estables, en el despotismo gobierna sin leyes y sin reglas). El
principio del gobierno es la actitud que anima al pueblo en su existencia
concreta. La república se funda en la virtud, la monarquía en el honor, el
despotismo en el miedo. De este modo Montesquieu trata de identificar el
nexo que subsiste entre los diversos r. políticos y su base social.
Justamente a través del camino indicado por Montesquieu, es decir del
estudio de las condiciones en las que se desarrolla la vida política, es
posible llegar a elaborar una tipología de los r. políticos con base en
factores que influyen de manera decisiva sobre su estructura y
funcionamiento.El enfoque sociológico ha contribuido, en efecto, a fundar
sobre una base científica más sólida la clasificación de los r. políticos que
durante mucho tiempo extrajo sus criterios principalmente de los
aspectos formales de las instituciones políticas. El límite fundamental de
la clasificación aristotélica y de sus variantes todavía hoy difundidas

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consiste en basar la distinción entre las diversas formas que la lucha por
el poder asume sobre la estructura del régimen y no viceversa. En
realidad la estructura del régimen no representa un dato último según el
cual sea posible explicar el proceso político. El criterio pertinente que
permite destacar los caracteres esenciales de los r. políticos e indicar sus
tipos fundamentales está representado por la forma de la lucha política.
Las diferencias entre los diversos tipos de régimen son imputadas en
consecuencia a los diversos modos de conquistar y de mantener el poder,
los cuales dependen de las condiciones sociales y políticas de la lucha por
el poder. Los cambios en la forma del régimen derivan por lo tanto de un
cambio producido en las condiciones internas e internacionales de la
lucha política.
III. EL CRITERIO DEL MATERIALISMO HISTÓRICO. El materialismo
histórico, en la medida en que explica el nexo de condicionamiento que
liga la superestructura política a la estructura social ofrece el criterio más
general de clasificación de los r. políticos, cuyos tipos fundamentales
corresponden a las diversas fases de la evolución del modo de
producción. Si examinamos las relaciones que subsisten entre sociedad
civil y estado o, más en particular, entre un régimen y su base social,
parece indudable que entre los dos factores subsiste una relación de
condicionamiento recíproco. Sin embargo, sobre la base del materialismo
histórico pareciera poder afirmarse que el dato social representado por la
evolución del modo de producción constituye la variable independiente,
aun cuando, como veremos, el dato político representado por el estado
está dotado de una relativa autonomía.
Examinemos ahora los tipos fundamentales de r. político que pueden
identificarse según este criterio de análisis. Mientas que en la comunidad
primitiva, donde el individuo no estaba aún constituido como entidad
autónoma, la propia comunidad se presentaba como la primera fuerza
productiva, el modo de producción antiguo, sobre esta base, transformó
a los esclavos en medios de producción e hizo de la relación patrón-
esclavo la relación social dominante. En esta fase de desarrollo del modo
de producción se consolidaron las desigualdades sociales y se formaron
contradicciones tan profundas en el seno de la sociedad que esta última,
para mantenerse, debió producir una organización, dotada de una
relativa autonomía, con la tarea específica de regular los conflictos

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sociales. Así nació una primera forma embrionaria de estado. Las
relaciones entre los hombres formaban una trama dentro de los
restringidos confines del proceso de reproducción de la vida, es decir de
la ciudad-estado. Y también allí donde se alcanzaron elevadas formas de
convivencia política, como en Atenas, la democracia permaneció limitada
al sutil estrato de los hombres libres, los cuales, gracias al trabajo de los
esclavos, podían ocuparse directamente y con asiduidad de la cosa
pública.
Para explicar la particularidad del desarrollo histórico de las instituciones
de China, India y Egipto respecto de las de Occidente Marx introdujo la
categoría del modo de producción asiático, cuyas células básicas eran
comunidades de aldeas autosuficientes, que se basaban en una
estructura productiva mixta de carácter agrícola y artesanal. La
propiedad privada del suelo no logró afirmarse. El gobierno central se
apropiaba de gran parte del producto excedente y, como contrapartida,
proveía a la defensa de las comunidades y a la realización de imponentes
obras públicas (vías de comunicación y sobre todo sistemas de irrigación
indispensables para el cultivo de la tierra), tareas que sólo un fuerte
aparato burocrático estatal podía asumir. Todas estas características
explicarían la tradicional inmovilidad de las sociedades orientales, cuyo
aspecto fundamental era la subordinación de la masa de los súbditos al
poder central. De aquí el nombre de despotismo oriental con el cual es
definido el r. político que corresponde al modo de producción asiático.
En el modo de producción feudal, como en los dos tipos precedentes,
domina el cultivo de la tierra, a la cual sin embargo están encadenados
los siervos de la gleba. El papel de clase dominante de la nobleza, se
basa en la propiedad inmobiliaria. En la ciudad, donde se desarrolla el
artesanado y el comercio, se forman las corporaciones, cuya organización
análoga a la existente en el campo, se funda en la división entre
maestros, mozos y aprendices. Las instituciones políticas
correspondientes a esta estructura social fueron las monarquías feudales,
los señoríos y las comunas libres
Por fin la producción capitalista abrió el camino a la revolución industrial,
la cual sustituyendo progresivamente las manufacturas por las fábricas,
hizo emerger a la clase obrera. Aparece así por primera vez el trabajador
libre como figura social dominante, a quien corresponde el trabajo

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asalariado como relación social dominante. En estas condiciones se hace
posible la democracia representativa. Este tipo de régimen no puede
funcionar y mantenerse en una sociedad (cuya base humana y territorial
sea más amplia que la de la ciudad-estado) sin un cierto grado de
industrialización, es decir sin condiciones sociales que hagan posible la
participación política. El desarrollo de la revolución industrial, liberando al
individuo del dominio de las instituciones tradicionales (los monarcas, la
nobleza feudal, las iglesias...) que tendían a aislarlo del resto de la
sociedad, transformó profundamente las relaciones políticas y sociales. La
democracia representativa nación cuando, primero la burguesía, luego
todo el pueblo, tomaron conciencia de ser los protagonistas del desarrollo
social y pretendieron influir en él, participando en el control del poder.
Sin embargo, la democracia representativa no fue en todas partes el
régimen que acompañó al desarrollo industrial. Uno de los resultados
históricos más relevante de los regímenes fascistas, por ejemplo, fue el
de barrer con los residuos feudales que impedían a la industrialización y a
sus consecuencias políticas afirmarse plenamente. Por otra parte, el
socialismo en la versión rusa o china parece ser el r. político más apto
para ejecutar la industrialización rápida y forzada de un país atrasado. La
participación política, que en ambos regímenes, cada uno por caminos
diversos y con fines diferentes, es obtenida predominantemente
mediante la movilización desde arriba, parece constituir sin embargo la
base para el desarrollo de formas de organización política más
democráticas.
IV. EL CRITERIO DE LA RAZÓN DE ESTADO. Pero el estudio de la
estructura social, o mejor dicho del modo de producción que caracteriza a
una determinada sociedad, no agota el conjunto de los factores que
ejercen una influencia inmediata sobre el funcionamiento real de los r.
políticos y que concurren en consecuencia a explicar su estructura. La
fisonomía que asumen las organizaciones estatales particulares depende
también del sistema de los estados, es decir del orden de las relaciones
internacionales de poder, que constituye el sector donde se manifiesta
con máximo relieve el carácter relativamente autónomo de la vida política
respecto de la evolución del modo de producción.
En general la anarquía internacional y el consecuente peligro de guerra
constante, al cual están expuestos todos los estados, tiende a determinar

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la formación de estructuras políticas autoritarias, las más eficaces para
afrontar la lucha con los otros estados. Pero como los diversos estados no
están expuestos del mismo modo a la presión que las relaciones
internacionales de poder imprimen a la forma del régimen, la diferencia
entre regímenes cuya base social ha alcanzado el mismo estadio de
desarrollo del modo de producción no puede ser explicada sino
recurriendo al diverso papel que el estado desempeña en el sistema
político internacional. Los teóricos de la razón de estado, por ejemplo,
explican el florecimiento de las libertades políticas y del autogobierno
local en Gran Bretaña y en Estados Unidos por la insularidad de estos
estados y el autoritarismo, el militarismo y la centralización que se
desarrollaron, aunque en diversos grados, en Alemania, en Francia y en
Italia por la posición continental de estos estados. El estado continental,
a causa de sus confines terrestres, estaba mucho más expuesto a los
peligros de invasión que el insular, y por lo tanto fue obligado a crear
enormes ejércitos permanentes y un régimen centralizado y autoritario
capaz de realizar una rápida movilización de todos los recursos de la
sociedad. El estado insular, en cambio, protegido por el mar, pudo
asegurar su defensa simplemente recurriendo a la flota y pudo darse un
régimen que dejaba abierto un gran espacio a las libertades individuales
y a las autonomías locales.
En este punto es preciso agregar una consideración ulterior a propósito
de los partidos. En el estado modernos, que se funda en la participación
política de todos los ciudadanos, la sede efectiva del poder es el sistema
de los partidos o el partido único, influidos por el despliegue de las
fuerzas sociales y con el consenso del pueblo. La conducta de los
partidos, como la de los estados, sigue la ley de la búsqueda de la
seguridad y de la fuerza de su poder. La configuración del r. político
dependerá por lo tanto del orden que asuman las relaciones entre
partidos, es decir del sistema de los partidos. Por este motivo los
esquemas de análisis elaborados por la teoría de la razón de estado
fueron extendidos, más o menos conscientemente, a la interpretación de
la conducta de los partidos. Duverger, por ejemplo, subrayó que, para los
fines de la clasificación de los r. políticos, el tipo de sistema de los
partidos tiene mucha más importancia que la fórmula jurídico-
constitucional con la que a menudo son definidos. Uno de los resultados

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más importantes a los que llegó este tipo de análisis fue el
descubrimiento de una profunda semejanza del régimen presidencial de
Estados Unidos y del parlamentario de Gran Bretaña. El bipartidismo
británico permite, en efecto, la elección directa del jefe de gobierno. En
cambio en los regímenes parlamentarios de sistema pluripartidista de la
parte occidental del continente europeo, el jefe del gobierno es designado
por los partidos que se ponen de acuerdo al formar la coalición de
gobierno.
CONCLUSIONES. El materialismo histórico y la razón de estado
constituyen indudablemente los más importantes modelos explicativos
del proceso político y ofrecen en consecuencia criterios válidos para
tipificar los r. políticos. Los dos modelos son considerados a menudo
incompatibles, como las corrientes político-culturales que los produjeron.
Sin embargo pocas consideraciones son suficientes para demostrar, que
si tomados aisladamente no logran explicar un vasto campo de
variabilidad, considerados como complementarios permiten explicar
correlaciones de otra manera inexplicables.
El materialismo histórico, por ejemplo, explica la relación que existe entre
la industrialización y el nacimiento de los modernos estados burocráticos
de dimensiones nacionales. Pero la diferencia entre la estructura rígida y
centralizada de los estados del continente europeo y la elástica y
descentralizada de Gran Bretaña, no puede ser explicada según una
diversa estructura del sistema productivo. Lo que explica tal diferencia es
un factor político (el distinto papel desempeñado por las potencias
continentales respecto de la insular en el sistema de los estado, derivado
del hecho de que las primeras estaban más expuestas que la segunda al
peligro de agresiones) que no tiene una relación directa con la estructura
del sistema productivo.
Este ejemplo parece indicar una fecunda hipótesis de trabajo para llegar
a formular una tipología satisfactoria de los r. políticos. Tal hipótesis se
funda en la complementariedad de los modelos del materialismo histórico
y de la razón de estado, entendidos como partes de una teoría unitaria
del proceso histórico. El materialismo histórico debería ser concebido
como un modelo general capaz de explicar la relación existente entre una
determinada fase de la evolución del modo de producción y la estructura
del r. político solamente dentro de los límites de variación relevantes en

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el modo de producción, mientras que el campo de variabilidad no definido
por el materialismo histórico sería cubierto por la teoría de la razón de
estado entendida como teoría que se funda en el principio de la
autonomía relativa del poder político respecto de la evolución del modo
de producción
[LUCIO LEVI]
Referencia: BOBBIO, Norberto; MATTEUCCI, Nicola y PASQUINO,
Gianfranco: Diccionario de Política. Editorial Siglo Veintiuno Editores.
Décima edición en español. Méx

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