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Reflexiones II sobre algunos párrafos del libro de

Karol

Hoy decidí agregar algo para continuar con nuestras


reflexiones acerca de este bello y profundo libro.

En el Capítulo “La persona y el Amor”, pag. 130, dice:

Con todo, el amor en el sentido psicológico ha de estar en


el hombre subordinado al amor en el sentido moral, so pena
de no llegar a integrarse. En definitiva, no puede en el amor
haber plenitud psicológica sin plenitud moral. Allí donde la
situación (las situaciones) a la (o a las) que no puede
reducirse, no es (o no son) psicológicamente “madura” (o
“maduras”) o “completa” (o “completas”) más que si el amor
alcanza su valor moral.

En donde yo me pregunto cual es el significado de la


palabra “maduro”... o que se quiere expresar al decir
“completa”.

A mi juicio el entendimiento “completo” de algo puede llevar


a su comprensión y, dado esto, es posible que pudiera
hablarse de una opinión “madura”.

Un ejemplo extremadamente trivial es que aprendemos las


tablas de multiplicar como pequeños loros y hasta podemos
recibir galardones en competencias escolares... pero creo
que pocas personas realmente “comprenden” que una
multiplicación es el resultado de sumas consecutivas y, aun
mas complicado, que una división es el resultado de restas
sucesivas... Será que mis maestros no me lo enseñaron Pero
alguna vez, ya en la universidad, entendí lo de la
multiplicación y sólo años después “tuve el tiempo” de tratar
de entender la división... y cuando lo hice me sentí
literalmente iluminado... (en sicología le llaman a ésto la
vivencia del ¡ Ah..!) que implica una vivencia emocional
“agregada” al entendimiento intelectual.

Aclaro que nadie me explicó eso en ninguna escuéla... fué


por mi propia inquietud.

Perdón por tan trivial digresión.

A lo que quiero llamar tu atención es al hecho de que


usamos palabras y conocimientos que “sabemos” pero que
no necesariamente comprendemos y, apoyando e
interpretando a Karol, que usa como sinónimos “maduro” y
“completo”, diría que solo es maduro o completo lo que se
comprende... es decir no lo que se “sabe”, sin haberlo
comprendido.

Por otro lado, todos creemos “saber” lo que significa (lo que
Karol quiere decir) por la palabra “moral”, palabra acerca de
la cual hay complejos tratados filosóficos a través de la
historia y que, normalmente se interpreta sólo al nivel
interpersonal dentro de una sociedad dada... con el efecto de
que lo que es moral en una cultura es profundamente inmoral
en otra o, en su caso, resulta hasta amoral. En otras
palabras, nuestro conocimiento no es “maduro” ni “completo”.

Y, todavía por otro lado, dado que la “moral” es una


manifestación de sí mismo (o parte de...en nuestro caso) en
la relación humana, es evidente que aquí aplican también los
conceptos “maduro” y “completo”, en su caso, o uno más
profundo, que sería “iluminado” por la comprensión.

Bién, hablo de “comprensión” una palabra usada como


usamos “sentido común”, que califico de ser el mejor, pero de
que es el menos común de los sentidos... así que sigo
cayendo en lo que considero el hecho de que,
superficialmente, usamos palabras que no comprendemos.

La anotación que hice al leer el libro fue: “lo que implica la


conciencia de las propias motivaciones, así como de las del
otro.”

A partir de la página 139, con respecto a la “reciprocidad”


expresa:

Surge aquí, una vez más, el problema que hemos


examinado más arriba: los valores sexuales que, bajo sus
diversas formas, constituyen, por así decirlo, un catalizador
del erotismo sensual y afectivo, han de estar asociados en la
convivencia y en la voluntad del sujeto a la actitud adoptada
respecto al valor de la persona. Sólo entonces puede ya
tratarse de la unión de las personas y de su pertenencia
recíproca.... y ... no puede ocultarse el egoísmo- -de los
sentidos o de los sentimientos—mas que un cierto tiempo.
Disimulándolos en los repliegues de una ficción llamada—con
una buena fe aparente--- “amor”. (Y sigue con las
consecuencias de esto, muy variadas por cierto). Y, en el
párrafo después del siguiente agrega:

El amor matrimonial consiste en el don de la persona y en


su aceptación. A esto se añade el “misterio” de la
reciprocidad: la aceptación ha de ser al mismo tiempo don, y
el don de aceptación.

Aquí mi único comentario, el que puse en el libro es “¿? “

¿Qué quiere decir con don y qué con “persona”?... algo que
ya hice notar ántes y que espero encontrar más adelante. Por
otro lado, en el contexto general, sí puedo comentar algo, en
lenguaje coloquial: Ya que yo soy nada menos que “Don
Salvador”, mas vale que no me quieras ver la cara... y, en su
caso es don chava o Doña Ana... o cualquier don nadie el que
se expresa de esa manera. Aunque, ademas, Don Pedro
tiene el don.

No es un chistorete, sigue siendo una reflexión acerca de


las palabras, porque un poco después dice:

... el hombre posee esa facultad de dar y de aceptar


propia del amor cuando su actitud respecto a la mujer se
inspira en el valor personal de ésta, e inversamente...

... Sólo la mujer que “tiene conciencia” de su valor personal


propio y del hombre a quien se entrega es capaz de darse
verdaderamente y visceversa. La conciencia del valor del don
despierta una necesidad de reconocimiento y el deseo de dar
en retorno no menos que lo que se ha recibido. También por
esto se ve cuán indispendable es para el amor matrimonial
comprender la estructura interna de la amistad.

Aquí hay, a mi juicio, mucho en que pensar:

¿ que constituye el “valor personal propio y del otro”?

la “necesidad de reconocimiento” que es una actitud


universal, en artistas, políticos, etc. es algo que resulta
diferente a la luz de la conciencia de dicho valor? Y... en ese
caso el que es conciente, de qué es conciente? En la mayoría
de los matrimonios de lo que se tiene “conciencia” es de la
ausencia de valor de la persona elegida (... era muy joven,
no sabía lo que hacía o “me casaron”, etc.)

Aunque, por otro lado, entiendo que Karol habla a quienes


tienen una búsqueda interior (y sólo a ellos, porque los demás
jamás leerán su libro)... aun así, para mí hay algo en que
pensar:

Todos tenemos un amor propio del que se deriva nuestra


sensación del “valor personal”, autoestima, “sentimiento de
sí”, etc. pero que, en el contexto de ese párrafo parece
significar el misterioso “don de sí mismo”, en donde la
necesidad de “reconocimiento” tiene una connotación de una
profundidad fuera del alcance de la vida común. Esto porque
es esperar reconocimiento de algo que NO se percibe
“concientemente” dados los valores con los que medimos
nuestro propio valor, valores extrínsecos a nuestro ser,
valores enajenados, agregaría, sino mas bien otros valores
que difícilmente se pueden cultivar por falta de tiempo ante
las demandas de la vida exterior, y por la dificultad intrínseca
de saber hasta cómo planteárselos.

Acerca del Capítulo 14 omito opiniones porque, entiendo la


dirección, pero no me resulta claro el modo de exposición, por
ello cito algo del 15, p. 147:

Sólo el conocimiento de la verdad sobre la persona hace


posible el compromiso de la libertad respecto de ella. El amor
consiste en el “compromiso de la libertad”: es un don de sí
mismo, y darse significa precisamente “limitar su libertad en
provecho del otro”.

Y... el hombre desea el amor verdadero, porque


únicamente sobre la base de la verdad es posible un
compromiso auténtico de la libertad. La voluntad es libre, y al
mismo tiempo “debe” buscar el bien que corresponde a su
naturaleza; “es libre en la búsqueda y en la elección, PERO
NO ES LIBRE de la necesidad de buscar y elegir...
Estos dos párrafos ameritan tanto análisis que acabo de
decidir hacer solo unos comentarios breves, más a modo de
pregunta, a reserva de regresar a ellos más adelante. De otra
manera este escrito se prolongaría demasiado.

Respecto al “conocimiento de la verdad sobre la persona”


me limito a sugerir que uno de los pasos que implica es una
observación imparcial, es decir, observación sin reacciones
emocionales o juicios respecto a él o ella (cuando son
proclives al rechazo, lo cual no es poco usual)... y dicha
observación “imparcial” implica otra observación imparcial
respecto a las propias reacciones de rechazo, basadas en “mi
necesidad de reconocimiento, sentimiento de mí mismo o
autoestima”, cuya base de sustentación puede o no ser
“verdadera”.

De otra manera, diría que para que alguien pueda ver y con
ello “conocer la verdad sobre la {otra} persona”, existe el
prerrequisito evidente de que sea capaz de verla “con verdad”
y no a través de “su” interpretación”... lo que implica el ser
conciente de la propia verdad, cuyo contenido podría ser lo
que Karol llama “el don de sí mismo” (sic)

Creo que eso está sustentado en la frase “porque


únicamente sobre la base de la verdad es posible un
compromiso auténtico de libertad”

Y, fundamentando mi frase introductoria a estos párrafos,


sin haber llegado a ninguna conclusión respecto al tema
anterior, debo abordar otro no menos complejo:

Es obvio que la libertad a la que se refiere Karol es a algo


totalmente fuera del uso que se da a esa palabra,
cotidianamente, y, para complicar las cosas, habla de un
compromiso auténtico de libertad que es una expresión
emitida en un contexto muy por encima de aquel en que
estamos acostumbrados a escuchar.

Por otro lado, ambos términos (verdad y libertad), aun


referidos al “mundo interior” resultan enigmáticos, en la
medida en que involucré otro término de significado
impreciso: “mundo interior”... término que me parece implícito,
en la medida en que Karol diferencia las motivaciones
egoístas de las del “don de sí” o hasta de “la persona
humana” en la frase con la que di término a las primeras
reflexiones.

Para empezar a cerrar estas reflexiones cito un último


párrafo de Karol, final del Cap.15, p 152:

El amor es realmente el más alto valor moral. Pero es


importante que se sepa transportar sus dimensiones a lo
cotidiano. Y ahí es donde surge el problema de la educación
del amor.

Acabo de releer estas reflexiones y me parece que es tanta


la profundidad de lo expresado que invitan no a escribir
sesudas reflexiones sino a hacer profundas reflexiones
acerca del significado oculto detrás de las palabras,
reflexiones llevadas a la cotidianidad ya que en toda
interpretación el eje está determinado por la manera en que
cada quien interpreta.

Por otro lado, es sólo en el intento de comprender, a través


del estudio, la discusión y la reflexión en donde puede ser
posible “madurar” las semillas sembradas por Karol y tal vez
lleguemos a comprender lo que dice en la p. 153:

Y descubriremos ahí también la accion de la Gracia,


participación escondida del Creador invisible que, siendo Él
mismo como es amor, tiene el poder –a condición de que los
hombres colaboren—de formar todo amor, hasta aquel que se
apega a los valores del sexo y el cuerpo.

... y aquí, a mi modo de ver, lo importante es descubrir o


investigar qué significa colaborar con Él--- que es lo que debo
hacer para lograrlo ¿??... y, más importante aún: COMO...

Esta vez, por una lectura que le pedí a Anita (que leía uno
de sus correos de Catholic Net, si recuerdo bien,) incluiré, por
sus interese compartidos un párrafo que me pareció de cierta
manera afin con los temas tratados aquí:

Dios nos pide en primer lugar un cambio de mentalidad. Con


frecuencia nuestra mente, nuestra inteligencia, nuestra razón
están prisioneras de lo material, de lo cotidiano, de lo
intrascendente, de lo inmediato. Parecemos ciudadanos de
una tierra sin horizontes y sin futuro. Nos parecemos a aquel
hombre rico que, tras una buena cosecha, se construye unos
grandes graneros y se invita a sí mismo a vivir bien (Lc 12,
16-21). ¡Cómo necesitamos levantar nuestra mirada a la
eternidad, dar prioridad a lo espiritual, apreciar más las
realidades importantes de la vida como la fe, la familia, la
amistad! No nos resulta fácil esta liberación, porque además
vivimos en una sociedad que sólo nos habla de bienestar, de
comodidad, de éxito, de eficacia. Sin embargo, con los días y
con los años vamos saboreando el sabor amargo de una vida
que se encierra sobre sí misma sin horizontes y sin futuro.

... y cierro con una cita del libro de Karol:

Pero ya se ve desde ahora que la educación del amor


implica una serie de actos, en su mayor parte interiores,
aunque exteriormente expresables, que emanan de la
persona.

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