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Quinta Cruzada

La Quinta Cruzada (1217–1221) fue un intento de retomar


Jerusalén y el resto de Tierra Santa derrotando en primer
lugar al poderoso estado Ayubí de Egipto.

Llamada a la Cruzada
En primavera de 1213 el Papa Inocencio III promulgó la bula
papal Quia maior, llamando a toda la cristiandad a unirse en
una nueva Cruzada. Inicialmente, los reyes europeos,
ocupados con sus propias luchas no acudieron a esta llamada.
Además el propio Inocencio, dados los antecedentes de la
fracasada Segunda Cruzada prefirió atraerse para esta causa a
la baja nobleza, caballeros y población en general. En el
Concilio de Letrán de 1215 se trató el tema de la recuperación
de la Tierra Santa, entre otros asuntos. Inocencio pretendía
que la Cruzada estuviera dirigida por el poder papal, para
evitar las desviaciones de la Cuarta Cruzada

La cruzada no tuvo gran predicamento entre los caballeros


franceses, ocupados como estaban en su propia Cruzada
Albigense, no así en Alemania, donde el propio emperador
Federico II acabó por intentar unirse a la Cruzada, lo que
seguramente iba en contra de los deseos de Inocencio,
teniendo en cuenta que precisamente este monarca era el
gran enemigo del poder papal. El conflicto finalizó con la
muerte de Inocencio en 1216. Su sucesor Honorio III impidió
que Federico se uniera a la Cruzada, pero si permitió que lo
hicieran Leopoldo VI de Austria y Andrés II de Hungría al
mando del ejército cruzado

Campaña

Caballeros de la quinta cruzada arriban al fuerte de Damieta


Llegaron a Acre en 1217 donde se unieron a Juan de Brienne
regidor del Reino de Jerusalén, Hugo I de Chipre y el príncipe
Bohemundo IV de Antioquía para combatir a los Ayubitas en
Siria. En 1218 llegó un nuevo ejército al mando de Oliver de
Colonia, que junto con Leopoldo y Juan de Brienne, decidió
atacar finalmente el puerto egipcio de Damieta. El sitio fue
largo y duro, y costó la vida de muchos cruzados y
musulmanes, entre ellos el propio Sultán al-Adel, pero
finalmente se logró tomar la plaza en 1219. Acto seguido,
comenzaron las disputas entre los cristianos por el control de
la ciudad. Estas disputas y la falta de ayuda por parte del
emperador alemán, retrasaron la continuación de la campaña
hasta 1221, año en que los cruzados marchan al sur hacia El
Cairo. Para entonces, el nuevo Sultán al-Kamil había
reorganizado sus fuerzas, lo que, unido a las inundaciones del
Nilo que diezmaron al ejército cruzado en su marcha hacia el
Sur, acabó con la definitiva derrota cristiana y su posterior
rendición.

Resultado
Los términos de esta rendición supusieron la vuelta de
Damietta a manos de Al-Kamil, quien acepto un acuerdo de
paz de ocho años de duración. Fue por tanto una cruzada
inútil, que apenas alteró el equilibrio de poder entre cristianos
y musulmanes

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