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¿CREYERON EN EL ALMA

INMORTAL LOS PRIMEROS


CRISTIANOS?
Por el Ing°. Mario A Olcese Sanguineti
e-mail:molceses@hotmail.com
El cielo no es nuestro Destino

La mayoría de las iglesias cristianas enseña que el destino o


paradero final del creyente cristiano es el cielo. La Iglesia Católica,
por ejemplo, enseña que los muertos en Cristo están ahora en el
cielo con Jesús. Aun los “evangélicos” enseñan lo mismo al entonar
himnos en ese sentido.

Es cierto que los creyentes en Cristo tendremos un cuerpo


glorificado al resucitar---no al morir--- con el cual podremos vivir
para siempre con el Padre y Su Hijo Jesús. Sin embargo, Jesús
nunca enseñó que nuestro paradero final y permanente será el
cielo. Aún Jesús mismo no ha subido al cielo para permanecer allí
permanentemente, pues dijo que volvería nuevamente a la
tierra para restaurar todas las cosas (Hechos 3:19-21). Sí, ahora
Jesús permanece en el cielo hasta los tiempos de la restauración de
todas las cosas de que hablaron los santos profetas de Dios. No hay
testimonio bíblico que sustente la hipótesis de una “estadía
eterna en los cielos” de Cristo y su iglesia.

Abraham: El Padre de la Fe

Es interesante lo que dijo Pablo a los Gálatas: “De modo que los
de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (3:9).
¿Ha notado usted lo interesantes que son estas palabras de Pablo?

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Él dice que los cristianos y Abraham serán bendecidos con lo
mismo, idénticamente. Pablo NO dice que una será la bendición
de Abraham, y otra, la de los cristianos. Lo que el apóstol
verdaderamente afirma es que todos los creyentes en Cristo serán
bendecidos con el creyente Abraham. Sí, Abraham creyó en la
buena nueva de Dios referente a un Salvador, y que, a través de él,
todas las naciones serían benditas (Gálatas 3:8).

Millones de Cristianos creen que irán al cielo para morar con Dios
y Cristo por la eternidad. Pero si esto es cierto, entonces Abraham
tuvo que haber creído en lo mismo, puesto que él y los creyentes
cristianos recibirán lo mismo. Pero: ¿Creyó Abraham que iría al
cielo para estar con Dios? La verdad es que no encontramos
ninguna evidencia bíblica para tal esperanza. Lo que sí hemos
encontrado en la historia de Abraham, es que a él Dios le prometió
otra cosa, y por extensión, a todos los creyentes. Veamos la
sorprendente promesa que millones de Cristianos ignoran, debido
a que no leen su ‘Biblia’ con atención. Está en Génesis 12:1,2 donde
se lee: “...vete de tu tierra (Ur) y de tu parentela, y de la
casa de tu padre, A LA TIERRA QUE TE MOSTRARÉ. Y
haré de ti una nación grande y te bendeciré, y
engrandeceré tu nombre, y serás bendición”. Este pasaje
tiene relación directa con Gálatas 3:9, pues Abraham sería
bendición---¿para quién? ¡Para los de la fe! No se nos dice que la
bendición de Abraham sería sólo para una raza, la semita, sino
para todos los fieles en general. Esto es sumamente importante.

En Génesis 13:14,15 encontramos la promesa claramente expresada


con estas palabras: “Y Jehová dijo a Abraham, después que
Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el
lugar que estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al
occidente. Porque toda la tierra QUE VES, la daré a ti y a
tu descendencia PARA SIEMPRE”. ¿Hay algo en esta
promesa en el sentido que Abraham iría al cielo después de morir,
o en la segunda venida de Cristo? Pues no, Dios nunca le dijo a

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Abraham que mirara al cielo, sino hacia los cuatro puntos
cardinales de la tierra (norte, sur, este y oeste). Su herencia sería
esta tierra misma, y con él, su misma descendencia física y
espiritual.

En Génesis 15:18 Dios le especifica a Abraham cuál sería la parte de


la tierra que le tocaría recibir, y en donde residiría con su
descendencia física y espiritual. El texto dice: “En aquel día hizo
Jehová un pacto con Abraham diciendo: A tu
descendencia daré ESTA TIERRA, desde el río de Egipto
hasta el río grande, el rió Eufrates.” Notemos nuevamente
que para nada Dios le menciona a Abraham el cielo, sino “la tierra
prometida”, la tierra de Canaán. Queda demostrado, por tanto, que
Dios no le prometió el cielo a Abraham sino la tierra---¡ esta misma
tierra!.

Tanto en Génesis 13:14,15 como en Génesis 15:18 se nos informa


que la singular descendencia de Abraham también recibirá la tierra
prometida como herencia. Pues bien: ¿Quién es esa singular
descendencia de Abraham? La respuesta nos la da el mismo
apóstol Pablo, cuando al escribirles a los gálatas, les dice: “Ahora
bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su
simiente (descendencia). No dice: Y a sus simientes,
como si hablase de muchos, sino de uno: Y a tu simiente,
la cual es Cristo. Y si vosotros sois de Cristo (cristianos),
ciertamente linaje (descendencia) de Abraham sois, y
herederos según la promesa” (Gálatas 3:16,29). ¿Se da
cuenta del significado de todo esto? Abraham, Cristo, y los fieles
creyentes de todas las épocas, y naciones, recibirán la tierra como
herencia. Nosotros, los no judíos, nos convertimos en “judíos
espirituales” a través de la fe en Cristo. Nos convertimos en
hijos de Abraham, y hermanos del judío Jesucristo (Gálatas
3:7). Nos constituimos en herederos de nuestro padre como hijos
legales y reconocidos. Sí, nuestra fe nos da ese derecho de filiación
con el padre Abraham---¡Y con Dios el Padre! (Romanos 8:15-17).

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Somos herederos de Dios por ser sus hijos adoptivos. Y Dios nos
ha prometido darnos ¡EL MUNDO VENIDERO DE JUSTICIA!

¿Hay algún texto bíblico que nos diga que Cristo heredará el
mundo? Sí, en Romanos 4:13 donde dice: “Porque no por la ley
fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa que
sería HEREDERO DEL MUNDO, sino por la justicia de la
fe.” ¿Se da cuenta? Jesús será el heredero del mundo en la “Era
Venidera”. Si él, como nuestro hermano mayor, recibirá la tierra
como herencia: ¿No participaremos con él de la misma herencia
por ser sus hermanos, e hijos del mismo Padre? (Ver Romanos
8:17).

La Influencia de Platón

Es lamentable que los creyentes hayan olvidado esta promesa de


Dios reemplazándola con una esperanza etérea que es ajena a la
Biblia. La Biblia NO enseña que al morir iremos a vivir en el cielo
para estar con la Deidad. Esa creencia provino de los llamados
gnósticos (una secta híbrida del judaísmo y del helenismo de los
primeros dos siglos de la Era Cristiana). Sin duda Platón (427-347
A.C) inspiró a los gnósticos en la creencia de un “alma inmortal”
que abandona el cuerpo en ocasión de la muerte física. Platón, el
filósofo Griego no cristiano, creyó y enseñó que el hombre tiene un
alma inherentemente inmortal que sobrevive a la muerte física. Se
sabe que Platón influyó sobre los Padres de la Iglesia como
Orígenes. También influenció sobre Agustín de Hipona,
principal teólogo del catolicismo (Siglo IV). En la Edad Media el
platonismo estuvo en pleno auge en el cristianismo Latino. Platón,
a su vez, estuvo influenciado por los Misterios Órficos y de los
conceptos pitagóricos y zoroastrianos.

El Testimonio Apostólico

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Nuestra pregunta es: ¿Platón o Cristo? Nosotros preferimos a
Cristo y a su evangelio de la inmortalidad condicional, es decir, que
ésta se gana bajo ciertas condiciones y exigencias. Jesús enseñó
que la vida eterna sería para el “siglo venidero” (Lucas 18:30). Y
Pablo dice que la inmortalidad se gana perseverando en el bien
hacer (Romanos 2:6,7). Si ya tenemos la inmortalidad, ¿por qué
hay que esperarla hasta el siglo venidero? Y si los muertos siguen
vivos en el cielo, ¿para que predicar la resurrección de los muertos?
Hay algo que no anda bien con la teología católica, obviamente.

San Juan coincide con Pablo cuando escribió: “Amados, ahora


somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser (inmortales); pero sabemos que cuando él
se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es”. (1 Juan 3:2). Aquí Juan dice que
veremos a Jesús tal como él es (inmortal, glorioso) cuando él se
manifieste, y cuando seamos semejantes a él. Además, observemos
que no será cuando nosotros muramos que le veremos tal como él
es, sino cuando él se manifieste personalmente en su segunda
venida. Aquí Juan no está pensando de la vida futura como lo
piensan muchos católicos, sino como lo enseñó Jesús. En ninguna
parte de la Biblia encontramos que seremos semejantes a Cristo
cuando abandone, nuestra supuesta alma inmortal, nuestros
cuerpos muertos. Lo que se dice es que Cristo se manifestará a los
suyos al volver al mundo, y les dará la inmortalidad esperada (Ver
1 Corintios 15:51-54).

Según la enseñanza paulina, todos los cristianos---de todas las


épocas--- recibirán la inmortalidad JUNTOS (simultáneamente)
al volver Jesús en persona (ver 1 Tesalonicenses 4:13-17). Sin
embargo, la teología católica afirma que la glorificación ocurre
progresivamente, a medida que los cristianos vayan muriendo.
Para el catolicismo, el cielo va recibiendo a los creyentes de a
pocos, no de golpe todos juntos. Pero el fiel Job no creería en dicha
exégesis católica si viviera hoy. Y es que él dijo: “Yo sé que mi

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Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo; y
después de desecha esta mi piel, EN MI CARNE (no dice:
“en mi alma inmortal”) he de ver a Dios; al cual veré por
mi mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi
corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27).

Los Padres Apostólicos

Los Padres Apostólicos fueron: Clemente de Roma, Ignacio de


Antioquia, Hermas de Roma, Policarpo de Esmirna, y Papías. Estos
caminaron de la mano con el último de los apóstoles y abarca desde
el año 100-155 D.C.

Clemente de Roma, quien muriera en el año 100 D.C en el


tercer año de Trajano, y contemporáneo con el apóstol Juan,
creyó que el hombre no tiene una inmortalidad innata ni que
existía un tormento eterno. En su Primera Epístola de
Clemente a los Corintios, capítulo 35, él dice que la
inmortalidad será uno de los DONES gloriosos de Dios a los
redimidos. “La vida en inmortalidad”, como lo dice él, es un
regalo de Dios para los justos. Y “es preparado para los que le
esperan”. También Clemente enseñó que los impíos tampoco
poseen inmortalidad por naturaleza o que lo obtendrían para
siempre. Además sostuvo que la muerte es la cesación de la vida.
Dijo además que los impíos perecerían, serán destruidos y cesarán
de existir (Obra citada de Clemente, caps. 12,39,51,55).

La opinión del Anglicano Constable, después de examinar esta


cita de Clemente a los
corintios en 1866 es: “No hay duda de los puntos de vista de
Clemente sobre el castigo futuro. Por su silencio y por sus
palabras él no dice qué era eso. Con él no había inmortalidad
para ninguno sino para los redimidos de Cristo. Vida eterna era,
con él, para aquellos que la usarán para la gloria del Dador. Para
todos los demás había, después de la resurrección y el juicio, la

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sentencia de la segunda muerte, la pérdida de la existencia para
siempre” (Constable, obra citada sobre su sumario de la
obra de Clemente, p.170).

Ignacio de Antioquia, presumiblemente el siguiente en tiempo


entre los Padres Apostólicos, también llamado Teóforo (107
D.C), Obispo de Antioquia y quien también sufrió el martirio al ser
lanzado a las bestias en el Anfiteatro Flaviano, en la Segunda mitad
del reinado de Trajano (98-117 D.C). Escribió La Epístola a los
Efesios, y en esta carta él habla de que Cristo “fue ungido de
modo que pueda soplar inmortalidad a su iglesia.” En el capítulo
18 habla de “la provisión de la cruz como un don a nosotros de
salvación y vida eterna”, En su capítulo 20 se refiere “al pan de
vida, el cual es la medicina de la inmortalidad, y el antídoto para
prevenirnos de morir, pero que causa que podamos vivir para
siempre en Jesucristo” (Ibid, Cap.XX). De modo que al escribir a
los efesios, Ignacio sostiene que la “inmortalidad” y “la vida
eterna” para los justos son los exactos contrarios al “perecimiento”
de los impíos.

La Epístola a los Magnesianos de Ignacio, habla de Cristo


como “la constante fuente de nuestra vida” (capítulo i). Dice que
Dios nos ha puesto por delante de nosotros la vida y la muerte, y
que cada uno irá hacia su propio lugar (capítulo v). Si Cristo no
nos recompensa, dijo, cesaremos de ser (capítulo x). En la
Epístola a los Tratianos, habla de Cristo como nuestra
esperanza de la resurrección, y dice que creyendo en su muerte,
podemos escapar de la muerte (En la introducción, Capitulo
II). También les dice que “Después nos levantará de la muerte,
quienes creemos en Él por Cristo Jesús” (capítulo ix).

Ignacio al escribir su Epístola a los Romanos, enseña que la


resurrección sigue al sueño de la muerte (capítulo iv). Y en su
Epístola a Policarpo, obispo de Esmirna, le dice en el Capítulo
II: “Sé sobrio como un atleta de Dios, el precio puesto delante de ti

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es la inmortalidad y vida eterna de las cuales también has sido
persuadido”. (capítulo II). También es interesante lo que le dice
en el capítulo vi sobre “dormir juntos” y “despertar juntos”. En
ninguna de sus epístolas mencionadas, y las que no hemos
mencionado, por falta de espacio, Ignacio sugiere alguna idea de un
alma inmortal inherente en el hombre.

En cuanto a la DIDACHE o LA ENSEÑANZA DE LOS DOCE


APÓSTOLES, habla de “los dos senderos o caminos, uno de vida
y otro de muerte”. Para los buenos es el de la vida, para los impíos
es el de la muerte. Los buenos irán a la resurrección y al reino
eterno en la segunda venida, y los malos a la destrucción final. En
esta obra no hay nada que se asemeje ni remotamente a la innata
inmortalidad del alma, ni en palabra ni en pensamiento.

El Pastor de Hermas (154 D.C), una colección popular de


instrucciones alegóricas---cinco así llamadas visiones, doce
mandamientos, y diez similitudes o parábolas, que estuvo en
circulación en los siglos II, III, y IV. Esta obra fue mencionada por
anti y post escritores nicenos de la iglesia cristiana. También fue
leída en las adoraciones públicas en las iglesias. En esta famosa
obra se enseña sobre “el camino de vida” y “el camino de muerte”.
A los justos que viven en Dios son destinados a la vida eterna, o
vida en el mundo venidero. Los impíos serán destinados a la
muerte, perderán la vida, y posterior destrucción. También se dice
que “benditos son aquellos que practican la justicia, porque nunca
serán destruidos por Dios para la vida eterna” (Pastor de
Hermas, Visión II, Cap.iii). “Y aquellos que oyen y guardan
los mandamientos, vivirán para Dios” (Ibid Cap.ii). También
nos habla de “los elegidos de Dios para vida eterna” (Ibid,
cap.iii). En el Pastor de Hermas no encontramos la enseñanza de
un alma inmortal inherente en el hombre. Veamos lo que dice el
Pastor de Hermas, en el capítulo vii: “Sólo aquellos que temen al
Señor y guardan sus mandamientos tienen vida eterna con Dios
(o “vivirán para siempre”, según la tradición de Dressel); pero

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aquellos que no guardan sus mandamientos, no hay vida en
ellos.” (Pastor de Hermas, mandamiento vii). “Teman a Aquel
que tiene todo poder, ambos de salvar y destruir, y guarden sus
mandamientos, y ustedes vivirán para Dios.” (Ibid, cap.ii).

El Testimonio de Policarpo, el venerable Padre Apostólico del


155 D.C, y discípulo del apóstol Juan según Ireneo, Tertuliano y
Eusebio, es interesante. Antes de morir en el martirio manifestó
creer en la resurrección del alma, como del cuerpo. De varios
escritos de Policarpo, sólo uno ha sido preservado---su corta
epístola a los Filipenses. En él nos dice: “Trabajen juntos unos
con otros; esfuércense juntos en compañía; sufran juntos;
duerman juntos (en muerte); levántense juntos (en la
resurrección), como los mayordomos, y asociados, y siervos de
Dios” (La epístola de Policarpo a los Filipenses, cap.vi). “Si le
agradamos a él en este mundo presente, recibiremos también el
mundo futuro...nos levantará nuevamente de la muerte...y
reinaremos también con él” (ibid, cap.v).

Policarpo, cuando estaba siendo martirizado en una estaca, dijo sus


últimas palabras. En ellas se resume su fe: “Oh Señor
Todopoderoso, el Padre del amado y bendito Jesucristo...te doy
gracias porque me has contado digno de este día y esta hora, de
modo que pueda tener parte en el número de tus mártires, en la
copa de tu Cristo, para la resurrección de vida eterna, ambas
alma y cuerpo, a través de la incorrupción (impartida) por el
Espíritu Santo” (La Epístola Encíclica de la Iglesia de
Esmirna concerniente al martirio del Santo Policarpo,
cap. xiv). No hay nada, pues, que sugiera que Policarpo creyera en
un alma inmortal inherente en el hombre que abandona el cuerpo
en ocasión de la muerte. ¡Y Policarpo fue un discípulo del apóstol
Juan!.

La Creencia de los Apologistas y Polemistas

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Entre los Apologistas (defensores de la fe cristiana) están
Justino Mártir de Samaria, Tatiano de Asiria y entre los
Polemistas están Ireneo de Lyons., Teófilo de Antioquia, ,
Novaciano de Roma, Arnobio de Sica, etc, fueron
condicionalistas. También el grupo de creyentes del periodo
anti-niceno era condicionalista. Este último periodo mencionado se
extiende del año 150 D.C, con Justino Mártir, hasta el año 325
D.C, la fecha del Concilio de Nicea. No obstante, las ideas
platónicas ya estaban en acción en el Primer Siglo de la Era
Cristiana, socavando las enseñanzas literales de la Segunda
Venida personal de Cristo, y la resurrección corporal de
los muertos. Algunos escritos patrísticos reflejan esta ponzoñosa
influencia dentro de la iglesia cristiana. El Dr. John Laidlaw, en
su lectura Cunningham, en la Escuela de la iglesia libre de
Edimburgo, en 1877 declaró: “Gradualmente, en las escuelas
cristianas, la influencia Griega prevaleció, y aun en la iglesia
cristiana la idea de la inmortalidad del alma por largos siglos
tomó el lugar de la doctrina de la Escritura concerniente a la vida
futura”. Es así que en la Edad del Oscurantismo, en los siglos
siguientes (XII-XVI), la influencia neoplatónica ya había penetrado
hondamente en el cristianismo profesante. Es así como
aparecieron las dos corrientes o escuelas del pensamiento, los
proponentes del alma inmortal inherente, y los condicionalistas.
Los católicos, por ejemplo, reflejan el pensamiento de Platón
(neoplatonismo). Pero esta división se remonta mayormente con
los padres post nicenos, cuando prevalecían ambas escuelas del
pensamiento. Sólo la minoría mantuvo la idea condicionalista
(literalista), en tanto que la mayoría de ellos adoptó el nuevo
concepto de la inmortalidad innata.

El apologista y cristiano anti-niceno llamado Justino Mártir


defendió la fe cristiana condicional. Él escribió entre los años 148
D.C y 165 D.C varias defensas o apologías del cristianismo.
Aproximadamente en el año 148 D.C escribe su Diálogo con el
Judío Trypo (un distinguido judío de la época) y su primera

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exposición elaborada sobre su creencia de Cristo como el Mesías
prometido del Antiguo Testamento y sus profecías. Se piensa que
Trypo fue un judío fariseo, y por tanto, un creyente en la
inmortalidad inherente. Ahora bien, Justino Mártir creyó
profundamente en la resurrección, y rechazó aquel cristianismo
que afirmaba que las almas van al cielo en ocasión de la muerte. Él
le dijo a Trypo:

“Si te has encontrado con algunos que se llaman cristianos, pero


que no admiten esta verdad (de la resurrección), y se atreven a
blasfemar al Dios de Abraham, y al Dios de Isaac, y al Dios de
Jacob; diciendo que no hay resurrección de los muertos y que sus
almas, cuando mueran, son tomadas al cielo; no te imagines que
ellos son cristianos” (Justino Mártir. Diálogo con Trypo,
Cap. 80).

En cuanto a Tatiano de Asiria (110-172 D.C), un cristiano


apologista, amigo y correligionario de Justino Mártir, creyó que el
hombre vino a existir de un estado de “no existente”, antes de
nacer. Él dijo que él vino a existir o a ser, a través de la
resurrección, de su estado de “no existencia”, Tatiano afirmó:
“Existiré nuevamente”. También escribió:

“Así como no existía antes de nacer, no supe quien era yo, y sólo
existo y en la materia carnal...cuando nací, después de un estado
de nada. Yo he obtenido a través de mi nacimiento la certeza de
mi existencia; de la misma manera, habiendo nacido, y a través
de la muerte no existiré más, yo he de existir nuevamente...”
(Tatiano, Dirigido a los Griegos, Cap. VI).

También Tatiano creyó no sólo que antes de nacer nada era o no


existía, sino que el alma NO es inmortal inherentemente. Sobre
este asunto él escribió:

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“El alma no es inmortal en sí mismo, o griegos, sino mortal. No
obstante, es posible para él no morir. Sí, verdaderamente, él no
conoce la verdad, muere, y es disuelto con el cuerpo, para recibir
la muerte como castigo en inmortalidad. Pero, nuevamente, si el
alma busca el conocimiento de Dios y la adquiere, no muere,
aunque por un tiempo será disuelta. Intrínsecamente es
oscuridad, y no hay nada luminoso en él y este es el significado de
la declaración: “La oscuridad no comprendió a la luz” (Tatiano,
Dirigido a los Griegos, Cap. XIII).

En cuanto a Teófilo de Antioquia (muerto en 180 D.C) y sexto


Obispo de Antioquia en 168 D.C, fue discípulo de Policarpo de
Esmirna (discípulo de San Juan apóstol), quien también era
condicionalista. Teófilo no creyó en la inmortalidad del alma, al
sostener que sólo somos inmortalizados por y en Cristo. También
creyó que el hombre no fue creado mortal (esto es, con la certeza
de morir, ni todavía inmortal (esto es, con la certeza de nunca
morir), sino que Dios lo creó capaz para ambos destinos, y dueño
de su propia suerte o destino. Además sostuvo que la pena por el
pecado es terminable---que la pena verdadera del pecado es sin fin
porque es destrucción final, de la cual no hay retorno (Teófilo a
Autolico, Libro I, Cap.i). En su corto capítulo 27 acerca de
“La Naturaleza del Hombre”, Teófilo trata con la naturaleza del
hombre en la creación. Allí él le dice a Autolico lo siguiente:

“Pero alguno nos dirá: ¿Fue el hombre hecho por naturaleza


mortal? Ciertamente no. ¿Fue él, entonces, inmortal? Tampoco
afirmamos eso. Pero alguno dirá: ¿Fue él, entonces, nada?...él fue
por naturaleza ni mortal ni inmortal –pues si Él(Dios) lo hubiera
hecho inmortal desde el principio, Él lo hubiera hecho a él Dios
(“venir a ser Dios”). Nuevamente, si Él (Dios) lo hubiera hecho
mortal, entonces Dios hubiera parecido ser la causa de su muerte.
Entonces, Dios no lo hizo inmortal ni tampoco mortal, pero como
hemos dicho antes (arriba), capaz de ambos; de modo que si él se
inclinase a las dos cosas de la inmortalidad, guardando los

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mandamientos, recibiría como recompensa de Dios la
inmortalidad. Y vendría a ser como Dios; pero sí, por otro lado,
se volviera a las cosas de la muerte, desobedeciendo a Dios, él
mismo sería la causa e su propia muerte.” (Teófilo a Autolico,
Cap. XXVII).

Es interesante oír también lo que nos dice Ireneo (130-202 D.C),


-Obispo de Gaul. Este Padre Anti-Niceno fue condicionalista
como su maestro Policarpo de Esmirna. Su famosa obra
“Contra las Herejías” refuta la falsa “gnosis” (conocimiento). Él
refutó el postulado pagano de la inmortalidad innata del alma,
afirmando que ella se obtendrá por la gracia, majestad, y
poder de Dios y no de nuestra propia naturaleza, pues es
un don o regalo de Dios para los fieles. También sostuvo que los
impíos serán castigados con la completa cesación de su ser o
existencia; y esto resultará en el fin de todo mal. Además decía: Ser
privado de los beneficios de la existencia es el más grande castigo,
y ser privado de él para siempre es sufrir “castigo eterno”.

El historiador de la iglesia cristiana Philip Schaff declaró que


Ireneo fue el representante más importante de la escuela juanina
en la segunda mitad del siglo II, el campeón de la ortodoxia en
contra de la herejía gnóstica, “el más ortodoxo de los padres anti-
nicenos” (ver Historia de a Iglesia Cristiana de Philip
Schaff, Vol. 2, pág. 751).

Ireneo sostuvo, además, que la entera naturaleza humana fue


creada para la inmortalidad, pero era mortal, y que todavía no
poseía la inmortalidad (Ireneo, Contra las Herejías, Libro
IV, cap. 39). Decía que sólo los creyentes recibirán la
inmortalidad (Contra las Herejías, cap.20, sec.2,5,6;
cap.28, sec.2). También dijo que la continuidad eterna del
hombre o la “inmortalización” es “dada” o “impartida” (Contra
las Herejías, cap.34, sec.3). Afirmaba que la inmortalidad se
recibe sólo a través de Cristo (Contra las Herejías, libro V,

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cap.1,Sec 1). Y también Ireneo enseñó la aniquilación total de
todos los impíos.

En cuanto a Lactancio Firmiano (250-330 D.C), un conspicuo


Padre latino, fue una de las luces eminentes del siglo IV. Creyó
también en la inmortalidad condicional, aunque no siempre fue
consistente. Su obra más famosa “Las Instituciones Divinas”
(Divinae Institutiones), la que fue una apología del cristianismo a
hombres de letras. Él escribió en las Instituciones Divinas lo
siguiente:

“Este argumento enseña que el hombre es nacido mortal; pero


que finalmente será inmortal, cuando él empiece a vivir en
conformidad con la voluntad de Dios, esto es, seguir la justicia.”
(cap.v). También afirmó lo siguiente: “Dios busca ser adorado, y
ser honrado por el hombre como un Padre, de modo que él pueda
tener virtud y sabiduría, que sólo produce inmortalidad. Porque
no otro sino Dios mismo es capaz de conferir esa inmortalidad,
debido a que Él sólo la posee, la conferirá al hombre pío...”

Además dijo:

“...nosotros lo adoramos para este fin, para que podamos recibir


inmortalidad como la recompensa de nuestras labores.” (cap v).
“Después de estas cosas Dios va a renovar el mundo, y
transformar a los justos en la forma de ángeles, de modo que,
presentados con la vestimenta de inmortalidad, ellos puedan
servir a Dios para siempre”.

Arnobio de Africa abrazó el cristianismo entre los años 303-


310 D.C. publicó un ataque abierto al paganismo en su obra
“Adversus Gentes” (En Contra de los Paganos). En sus
escritos se ve que Arnobio creía que un “eterno tormento” era un
cuestión de fe cristiana. El alma, creía él, sólo puede ser mortal y
estaba convencido que esta opinión era el punto de vista del

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cristianismo ortodoxo. Su idea del castigo de los malos no se basa
en un tormento eterno en un infierno de fuego literal. Creyó que los
impíos serían “aniquilados” y “dejarán de ser” en “destrucción
eterna” (Arnobio, “En Contra de los Paganos). También
Arnobio se refiere como extravagantes de sí mismos, a quienes
opinan que las almas son inmortales (cap.XV). Luego dice
Arnobio de los tales: “Dejarán a un lado su habitual arrogancia, O
hombres, que claman que Dios es vuestro Padre, y sostienen que
son inmortales, tal como Él es?.... consideren en el silencio de
vuestros pensamientos que somos criaturas igualmente como el
resto, o separados por no una gran diferencia? (cap.xvi).
“Ninguno, sino el Dios Todopoderoso puede preservar las
almas...Él quien solo es inmortal y eterno, y no restringido con
límite de tiempo” (cap. LXII).

Novaciano de Roma (210-280 D.C), prominente presbítero de


Roma, escribió si obra “Tratado Concerniente a la Trinidad”
en 257 D.C aproximadamente. Él escribió de la inmortalidad lo
siguiente:

“Porque Él es incorruptible, Él es luego inmortal; y porque Él es


inmortal, Él es ciertamente incorruptible...la inmortalidad
proviene de la incorrupción, tal como la incorrupción viene de la
inmortalidad.” (Tratado Concerniente a la Trinidad, cap.
IV).

Para Novaciano ningún creyente puede tener la inmortalidad


inherentemente, pues el creía que ésta sólo se obtiene con la
incorrupción en la resurrección. Su posición en cuanto a la
naturaleza del hombre es así:

“Pero porque escogió erróneamente “la mortalidad” recayó sobre


él, porque buscó ser como Dios, bajo la influencia del “consejo
perverso” (Tratado Trinidad, cap.i).

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Resumiendo todo lo expuesto en las páginas anteriores, diremos
que los primeros cristianos entre los años 100-150 D.C eran
condicionalistas (es decir, que creyeron que la inmortalidad se
gana cumpliendo ciertos requisitos o exigencias), y muchos, entre
los años 150-325 D.C (Padres Anti-Nicenos), también los
fueron. Y esto es interesante, pues tenemos las evidencias que
demuestran que los discípulos de los apóstoles NO eran creyentes
en un alma inmortal inherente que abandona el cuerpo en ocasión
de la muerte.

Es histórico sostener, que los cristianos del primer siglo tuvieron


que enfrentar una amenaza del Platonismo. Éste estaba muy bien
representado en los movimientos gnósticos de la época, y que
amenazaban con contaminar la sana doctrina. Ya los apóstoles
Pablo y Juan estuvieron en contra de las enseñanzas gnósticas de
su tiempo. Así, por ejemplo, Pablo dice:

“Oh, Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las


profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la
falsamente llamada ciencia (refiriéndose a los gnósticos), la cual
profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo.
Amén.” (1 Timoteo 6:20,21).

A los colosenses Pablo les dice algo similar, con estas palabras:

“Mirad que nadie os engañe por medio de las filosofías (entre


ellas las de Platón y los gnósticos) y huecas sutilezas, según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del
mundo, y no según Cristo.” (Colosenses 2:8).

Entre las creencias de los llamados “gnósticos” de la época de


Jesús, y me estoy refiriendo a los llamados “gnósticos cristianos”,
era que Cristo no era de carne y huesos, sino que tenía la
“apariencia” de un humano. Para esos creyentes influenciados por
el gnosticismo, la materia era mala y el espíritu bueno. Por tanto,

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era imposible que Jesús---siendo bueno--- tuviera carne como la
nuestra. El apóstol Juan se vio precisado a condenar a estos seudos
cristianos diciendo:

“Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha


venido EN CARNE, no es de Dios; y este es el espíritu del
anticristo...” (1 Juan 4:3).

Muchos cristianos parecen no entender que el cristianismo


primitivo estuvo en contacto con la herejía del paganismo. Y es por
eso que Pablo estaba muy preocupado de que después de su muerte
la herejía corrompiera la sana doctrina. ¡Y así sucedió después de
su muerte!

Los judíos jamás recibieron de Dios y sus profetas alguna


enseñanza de un alma inmortal inherente que abandona el cuerpo
en la muerte. Uno puede examinar todo el Antiguo Testamento, y
jamás encontrará ni la más mínima doctrina al respecto. No
obstante, los judíos aprendieron algunas cosas sobre el alma
inmortal cuando estuvieron cautivos en Egipto. Allí aprendieron
sobre la trasmigración del alma. En Persia aprendieron sobre las
futuras retribuciones. La resurrección del cuerpo y la eterna
recompensa de los justos en el juicio futuro, y el correspondiente
castigo de los impíos. En Grecia, durante el periodo de Alejandro y
sus sucesores, los judíos se pusieron en contacto con la doctrina de
la inmortalidad innata del alma y la retribución futura basada no
en una revelación profesa, sino en una especulación filosófica o
razonamiento. Esto incluía la preexistencia y la trasmigración de
las almas, basados en que el alma es divina, inmortal, y por
naturaleza, eterna; como una especie de una deidad eterna auto
existente. Estas ideas fueron desarrolladas por Platón, repetidas
por Cicerón como derivadas de Platón, puesto que los sistemas
filosóficos de los griegos y romanos eran sustancialmente los
mismos. Este periodo de Alejandro se extiende hasta la época de
Cristo. En este tiempo o época de Cristo, los judíos palestinianos

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contendían con los judíos alejandrinos y su antropología platónica.
En esa época aparece el judío Filo (20 A.C-50 D.C) con sus ideas
extravagantes. Él trajo una “nueva forma” de interpretación de las
Escrituras (“sistema alegórico”) usando la terminología griega
para hablar sobre el origen, naturaleza y destino del hombre a los
judíos. El infierno, traído como un lugar de tormento eterno, no
provino del judaísmo, sino del paganismo. Por eso, no es correcto
afirmar que fue una creencia hebraica, como algunos han
sostenido, sino que muchas ideas antropológicas adoptadas por los
judíos provinieron de Egipto, Babilonia, Persia, y Grecia; donde
estuvieron viviendo los judíos que mencionamos por muchas
generaciones, durante el exilio. Se considera que fue en el periodo
Inter-Testamentario, entre los Macabeos y la época de la
formación del Nuevo Testamento, donde se fue mezclando en el
pensamiento religioso, lo revelado con lo pagano. En este periodo o
era de los macabeos, los fariseos y saduceos se estaban
desarrollando, y las ideas de la inmortalidad inherente del alma, y
del castigo eterno del impío, se estaban imponiendo fuertemente.

En el periodo Inter-Testamentario imperó dos puntos de vista


con respecto a la vida y muerte. Los libros Apócrifos (no
inspirados por Dios) de la época reflejan estas dos corrientes
del pensamiento judío de la época que abarcan desde el 200 A.C
al 150 D.C.

Los que reflejan el pensamiento de la INMORTALIDAD


CONDICIONAL son:

1.- Libro de Tobias (190-170 A.C)


2.- Eclesiástico (180 A.C)
3.- Oráculos Sibilinos Judíos (140 A.C)
4.- Enoc Etiópico (150 A.C-60 D.C)
5.- Enoc Eslavónico (1-50 D.C)
6.- Apocalipsis Siríaco de Baruc (75-78 D.C)
7.- 2 Esdras (90-100 D.C)

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8.- Rollos del Mar Muerto (Esenio)(170 A.C-68 D.C)

Los que reflejan la INMORTALIDAD INHERENTE y el


TORMENTO ETERNO son:

1.- 2 Macabeos (130-125 A.C)


2.- Libro de los Jubileos (153 A.C-105 A.C)
3.- Sabiduría de Salomón (48-40 A.C)
4.- Libro de Judith (10 A.C-1 D.C)
5.- 4 Macabeos (100 A.C-70 D.C)
6.- Filo (20 A.C-50 D.C)
7.- Josefo (77 D.C- 94 D.C)

La filosofía platónica se fue infiltrando en la iglesia del Señor a


través de Filo, quien era el representante de ala Alejandrina de la
iglesia judía. Cuando Roma conquistó a Grecia, las dos naciones
empezaron a mezclarse. Pronto la religión y las filosofías griegas
comenzaron a florecer en Roma, y fueron asimiladas por los
conquistadores. Así, entre los romanos, los platónicos, los
pitagoreanos, los estoicos, los epicurianos, y otros, tuvieron gran
acogida. El romano Cicerón adoptó la idea de la inmortalidad
innata de alma de los filósofos griegos (106-43 D.C). En este
contexto se desarrolló la iglesia de Dios, con ideas populares y
paganas.

Es lamentable que los cristianos de hoy no se percaten del error de


esta doctrina de la inmortalidad innata del hombre. La gran
mayoría de Cristianos no sabe quien fue Platón, el filósofo Griego,
quien creó, basándose en razonamientos personales, la idea del
alma inmortal del hombre. El neoplatosnismo influyó sobre la
iglesia cristiana pervirtiendo la verdad de Dios. Esto ocurre en el
siglo III en adelante. El movimiento Gnóstico decía tener las
respuestas sobre el problema del origen del universo y del mal.
Estos gnósticos tomaron para sí ciertas terminologías bíblicas o del
cristianismo para captar la atención de los cristianos ortodoxos y

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convencerlos para sus filas. Las ideas de los gnósticos habían sido
una mezcla de filosofías paganas, mitologías orientales, de
cábalas judías, y de términos cristianos. Ellos mezclaron la
filosofía esotérica de Egipto con el dualismo común del
zoroastrismo, del viejo babilonialismo, platonismo, y aun de la
cábala judía. También adoptaron el concepto de las sucesivas
emananciones del Ser Absoluto del Brahamismo. También el
gnosticismo adoptó del Budismo la creencia o concepto del
antagonismo del espíritu y la materia y la irrealidad de la
existencia derivada. Además, el gnosticismo adoptó del Budismo la
creencia de un dios en proceso de desarrollo, y almas espirituales
deseando ser liberadas de las ataduras de la materia y alzarse
sobre las cosas del sentido---y finalmente ser reunido con la fuente
de la vida divina. Por eso hay teólogos que han definido el
gnosticismo como la “helenización del cristianismo”.

Los gnósticos hacen una sutil distinción entre el remoto y el


desconocido Ser Supremo, o Gran Dios (el Originador de Todo), y
del “Demiurgo”, que se creía era uno de los “Aeons” (o poderes
autoexistentes) que progresivamente emanaron de Dios y subsisten
en Él. Estos “Aeons” forman “el Pleroma” (plenitud) o el mundo
invisible. Este “Demiurgo” era considerado como el “Dios
Creador”, y como el inmediato originador del mundo visible y el
originador de la materia. El “Demiurgo” ocupaba el lugar
intermedio entre el Dios Supremo y el mundo material. Pero
también decían los gnósticos que este “Demiurgo” estaba en
rebelión contra el Dios Supremo. El “Demiurgo” no era
originalmente malo, sólo limitado o imperfecto. Creían que este
“Demiurgo” creó al hombre, impartiéndole sólo su propio principio
imperfecto y débil---el alma sensual. Sólo el Altísimo y verdadero
Gran Dios podía impartir el alma racional divino. Se creía que este
“Demiurgo” no podía traer a sus criaturas el verdadero
conocimiento de Dios, y era sólo el dios de los judíos, y hasta cierto
punto, del cristianismo. Así Jesús, venido como el Mesías
prometido, sólo pudo preparar el camino de la redención.

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La creencia gnóstica era que el hombre tenía tres elementos y
proporciones variadas: física, espiritual, y carnal. Los
espirituales son como los “Aeones”, y capaces de ser perfectos.
Los físicos tienen la naturaleza del “Demiurgo”, y con cierto poder
para levantarse contra la materia. Los carnales son los que están
bajo el control de la material y destinados a un trágico destino.

Los Gnósticos pensaban que tenían el conocimiento que los llevaría


a la inmortalidad, pues creían que las almas de los hombres
espirituales son inmortales. Sostenían que su conocimiento
esotérico y su vida ascética los llevaría a la salvación. Para ellos la
redención era la liberación del espíritu de su conexión con la
materia. También el gnosticismo propagó la idea Persa del
dualismo, es decir, creían que el mundo fue originado por dos
principios iguales y eternos, pero distintos y perfectamente
conflictivos. El bien y el mal, el espíritu y la material, luz y
tinieblas. El maniqueísmo propagó esta idea en la iglesia, y ha
hecho del diablo un jefe perpetuo de un reino imperecedero de
pecadores inmortales como él, en un infierno de fuego eterno. Sin
embargo, el cristianismo original fue MONÍSTICO, es decir, que
todo lo que existe fue creado por una fuente u origen singular---el
Absoluto infinito Dios del Antiguo Testamento. San Pablo dice que
sólo Dios tiene inmortalidad (1 Timoteo 6:16). El Monismo
sostiene que llegará el día en que la maldad y el maligno serán
erradicados del universo, quedando el Todopoderoso Dios y los
justos. No obstante, los que creen que el diablo y los malvados irán
al infierno de tormento eternamente, están basándose en el
dualismo Persa, y no en la Biblia.

Los Gnósticos prácticamente sostenían que el espíritu del hombre


espiritual va al Pleroma (la habitación de los “Aeones”), Los
gnósticos valentinianos, en cambio, sostenían que si bien el alma
sobrevive a la muerte física, ésta debe esperar en un lugar
intermedio----una especie de embrión de purgatorio---antes de

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llegar al cielo. La porción material pasa a la destrucción, mientras
que el alma animal se queda con el DEMIURGO en el lugar
intermedio para siempre.

En resumen, los errores de los gnósticos fueron los


siguientes:

1.- Dualismo: La oposición coexistente de dos principios


contrarios y eternos, con la materia considerada como mala, y por
tanto, no creada por el Ser Supremo. Hubo una repugnancia a todo
lo material.

2.- Emanaciones: Relacionado con los Aeones provenientes del


Ser Supremo. En lugar de una creación directa, finalmente la
emanación produjo el mundo.

3.- Demiurgo: El más degradado de los Aeones, identificado con


el Dios de los judíos, y el inspirador del Antiguo Testamento.

4.- Hostilidad hacia el Judaísmo: Jehová fue visto como


maligno, y por ello hostiles al Dios Supremo.

5.- Docetismo: El cuerpo del Mesías sólo tenía la apariencia de


tal, o que fue usado sólo temporalmente.

6.- Rechazo a todo el Antiguo y Nuevo Testamentos,


excepto las epístolas paulinas. Pedro y Santiago considerados
como siervos del “Demiurgo”.

7.- Dieron énfasis a los ritos y pompas ceremoniales.

8.- Aristocracia Arbitraria: El hombre sólo escala en función a


su conocimiento de supuestos “misterios”.

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9.- Fatalismo: La presente condición del hombre no es por su
propia decisión, sino es el resultado del método de su creación. Y
no hay nada que él pueda hacer para liberarse a si mismo.

10.- La materia es inherentemente mala. Se practicaba el


ascetismo.

11.- Incluyó la idea de la redención. Una divina interposición


en el mundo y sus asuntos era, sin embargo, concebida, para
liberarse del dominio del mal.

12.- Cristo degradado: Pusieron a Cristo en la categoría de las


otras criaturas de menor naturaleza.

13.- Trasmigración: Que el alma migra de cuerpo en cuerpo


hasta completar su purificación total. Así, ellos se diferenciaban,
marcadamente con el cristianismo que sostenía la resurrección del
cuerpo.

En los siglos IV y V se presentó la amenaza del Maniqueísmo


en la iglesia Post- Nicena. Los maniqueos eran dualistas, un
movimiento que siguió al gnosticismo. Fue el desarrollo del
gnosticismo con el elemento cristiano reducido al mínimo, y con un
dualismo zoroastriano, acompañado con la adoración de la
naturaleza babilónica, y otros elementos orientales. Su
organización fue jerárquica, con Manes a la cabeza como “un
apóstol de Cristo” y considerado como el Paracleto que
completaría la obra de Cristo: El Papado Maniqueo tuvo su centro
en Babilonia por siglos. Este Manes se rodeó de 12 apóstoles y 70
obispos. Su enseñanza era que el alma pertenece al reino de la luz,
en tanto que el cuerpo al reino de las tinieblas. Sostenían los
maniqueos que Cristo nunca murió pues no tuvo un verdadero
cuerpo. Sostenían que Cristo no tuvo un nacimiento humano, y que
su sufrimiento y muerte fue una verdadera ficción. Creían en la
trasmigración de las almas de los impuros (sucesivas

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reencarnaciones) en los cuerpos de animales u otras cosas hasta
que hayan expiado sus pecados. La reencarnación es rechazada, y
la salvación se obtendrá exterminando los deseos carnales. Su
política era la abstinencia. La existencia del demonio era
considerada como eterna, como la de Dios. El dualismo fue muy
marcado.

Los ritos maniqueístas fueron realizados con gran pompa y


ceremonia. En especial, el bautismo y la comunión, como lo hace la
iglesia Católica. Los elegidos eran un grupo sacerdotal que
practicaban el ascetismo budista, no poseían propiedades, eran
célibes (celibato sacerdotal), se abstenían del vino, no tomaban
la vida animal, y se sujetaban a estrictas regulaciones en su vida.
Insistieron en que eran “el único cristianismo verdadero”,
exaltando el ascetismo, las ceremonias pomposas, y afirmaban que
sus ministros eran intermediarios entre Dios y los hombres, y
enseñaban una especie de purgatorio. En un comienzo Agustín
de Hipona era un maniqueo. Parece que Agustín (Padre y
Teólogo de la Iglesia Católica) arrastró con él la idea maniquea
del alma inmortal.

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