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Sin duda alguna el apóstol Pedro tenía en mente una meta concreta: una generosa
entrada en el reino de nuestro Señor y salvador Jesucristo. En esta ocasión, al
dirigirse a la iglesia cristiana de sus tiempos, el apóstol anima a sus
correligionarios a que cumplan con ciertos requisitos para que así puedan ser
dignos del reino que Dios ha ofrecido a través de Su Palabra. He aquí lo que dice el
apóstol de los requisitos para entrar en el reino de Jesucristo:
“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de
nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: Gracia y
paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como
todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por
medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción
que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda
diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la
piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en
vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento
de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es
ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos,
tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas
cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa
entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré
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de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la
verdad presente”.
Debemos analizar hasta lo más mínimo de la Palabra de Dios para aprender y crecer
hacia la madurez espiritual . Ahora bien, acá Pedro dice que debemos crecer en el
conocimiento de Dios y de Cristo. Esto significa aprender acerca de la voluntad de
Dios y conocer lo que Él espera de nosotros. Pues bien, Pedro les dice a sus
correligionarios que ellos habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia… añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al
conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la
piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Es claro que Pedro
está escribiéndoles a personas que ya huyeron de la corrupción que hay en el mundo a
causa de la concupiscencia. Él no está hablándoles a potenciales creyentes, o a
incrédulos, sino a creyentes que se han purificado de sus pecados, y que viven alejados
de toda contaminación carnal y espiritual, y que han sido santificados. Estas eran
personas que decididamente habían cambiado sus vidas, pero que aún les faltaba
hacer algo más para poder tener amplia y generosa entrada en el reino eterno de
Jesucristo. Así que no sólo basta con haber dejado el mundo y sus pecados, sino que se
requiere PERFECCIONAR nuestra vocación y elección. El Apóstol Pedro habla de
AÑADIR algo más a nuestra separación del mundo para no estancarnos en nuestra fe,
y evitar así quedarnos como bebés espirituales. El busca que llevemos mucho fruto
(versos 8), y que afirmemos nuestra vocación y elección (verso 10),
siendo confirmados en la verdad presente (v. 12).
Enseguida veamos lo que Pedro dice sobre los requisitos que debemos cumplir para
poder ser dignos herederos del reino y de la naturaleza divina:
El comienza diciendo:
Fe: πί
στι
ς
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Por definición, la fe es: “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”
(Heb. 11:1). Es decir, si ya tenemos la certeza de que lo que esperamos se cristalizará
algún día, y tenemos la convicción absoluta de que las cosas que no se ven son
verdaderas, entonces podemos añadir a esta convicción la virtud.
Virtud: ἀρέ
τη
Tiene que ver con la valentía o el valor, es decir, el creyente añade a su fe valentía para
llevar adelante su cometido y así difundir su fe a otros. El apóstol Pablo por eso dice:
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio” (2 Timoteo 1:7).
A la virtud, conocimiento…
Conocimiento: γνῶσι
ς
Dominio propio: ἐ
γκράτ
εια
Paciencia ὑ
πομον
ή
El creyente debe ser paciente y vivir en una espera constante. Es importante añadir la
paciencia a nuestro carácter para no desesperarnos por lo que se espera y no llega y
para soportar los sufrimientos o pruebas que se nos presentan en nuestra carrera
cristiana. Recuerden que la paciencia es un fruto del Espíritu de Dios (Gál. 5:22).
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Santiago dice: “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque
la venida del Señor se acerca” (Santiago 5:8).
A la Paciencia, piedad
Piedad: ε
ὐσέ
βει
α
Afecto fraternal: φι
λαδε
λφί
α
Esto es, afecto fraterno: amor fraterno (bondad), el amor de los hermanos. Y esto es
importante, porque como Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Amar a los hermanos es
fundamental, ¡pero qué desgracia es cuando aparecen "predicadores
cristianos" únicamente para aprovecharse de los demás hermanos para explotarlos
con promesas y esperanzas falsas! Eso es no mostrar amor al prójimo, sino más bien,
avaricia, impiedad, y crueldad. Por eso, los pastores deben dar ejemplo de santidad y
madurez cristianas a toda la feligresía. “Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto
para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en
sujeción con toda honestidad” (1 Tim. 2:3-4).
Amor: ἀγάπη
Definición de ágape:
Conclusión:
Estamos llamados a heredar el reino de Dios para poder recibir la naturaleza divina.
Pero para ello no sólo basta con haber dejado atrás el mundo y sus deseos, sino que se
requiere un constante crecimiento en el conocimiento del Padre y del Hijo, y un
perfeccionamiento de nuestro carácter a través de las virtudes cristianas que hace
mención el apóstol Pedro en ésta, su segunda epístola, y que hemos explicado
brevemente en este estudio. Si usted presta la debida atención a estas pautas
inspiradas por Dios, usted tendrá garantizado el reino de Dios junto con millones de
otros creyentes sinceros y fieles.