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Presentación
Los conflictos armados internos – CAI, como categoría agrupadora del tipo de
conflictos bélicos mas generalizados desde los inicios de la guerra fría hasta nuestros
días1, son escenarios sobre los cuales se ha venido desarrollando una batería
conceptual y una compleja institucionalidad para poder hacer gestión, intervención y
resolución de los mismos. Este proceso derivado en el surgimiento y la aplicación
hegemónica de un conjunto de tecnologías políticas2 que esconden debates centrales
para la recomposición de lo político que en primer lugar es el origen común a todos
estos conflictos.
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Los conflictos internos como categoría de análisis son una expresión de posguerra (segunda guerra
mundial), que en la historia más reciente son llamadas “emergencias complejas. Este tipo de
manifestaciones, contrario a las aspiraciones de la constitución de Naciones Unidas, distan de favorecer la
idea de la consolidación del proyecto de paz global. De hecho, este tipo de fenómenos ha aumentado de
cinco por año en la década de los años ochenta, a más de 40 en la actualidad. Forsythe (2000:179) se
refiere al concepto “emergencia compleja” como aquel termino impreciso para aludir a situaciones en
donde las autoridades formales o regulares niegan la existencia de un conflicto armado dentro del marco
del derecho internacional, pero en donde a pesar de ello, los civiles se encuentran en gran necesidad y el
orden público se encuentra alterado.
2
Entiendo por tecnología política, el proceso tendiente a estandarizar, normalizar, seccionar y transferir
principios, prácticas y programas para atender una emergencia compleja y de crisis social e institucional,
en donde la política es reducida a meros criterios de gobernabilidad, se asume el saber experto y la
superioridad técnica sólo como auto referencia a sus propios mecanismos de expansión; hecho que
finalmente desemboca en el estado de post política, el cual permite responder a la complejidad de los
fenómenos sólo por vía del reemplazo de un paquete tecnológico por otro, sin que esto implique
deliberación pública o discusión política.
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En adelante cada que aparezca la referencia a Víctimas Sobrevivientes estoy aludiendo la situación de
desprotección de mujeres y hombres que sufrieron la aplicación sistemática de violencia generalizada de
manera continua dentro de los conflictos armados de larga duración. Me restrinjo a mi conocimiento de
los casos latinoamericanos de Colombia, Guatemala y Perú, pero también considero extensible la
reflexión a la situación de las víctimas de conflictos como los de Uganda, Sri Lanka, Sierra Leona entre
otros del cercano oriente y el África subsahariana.
Desarrollo
El campo de problematización de los CAI esta atravesado por varios ejes de discusión
teórica, iniciando por las crisis de la democracia liberal y con ella el problema de la
ciudadanía y el ejercicio de derechos, sobre todo respecto a la tutela de los derechos
humanos y del derecho internacional humanitario; pero cada vez, los preceptos de la
justicia transicional ocupan mas espacio en este campo.
fase. Por ende, hay una marcada ausencia de juicios internacionales, las transiciones
se consideran arreglos locales y de soberanía exclusiva del gobierno. Aquí se
manifiesta la tensión entre castigo y amnistía, la consolidación de la democracia por
medio de perdones incondicionales a los violadores de los derechos humanos, se
negociaron los derechos de las víctimas a la justicia, a la verdad y a la reparación. De
la justicia penal individualizada y el castigo retributivo de la etapa anterior se dio paso
a una concepción alternativa de política criminal: el modelo restaurativo, que le
apuesta a una retórica de la reconciliación y del perdón entre víctimas y victimarios, a
la reincorporación comunitaria de los criminales, éstas como estrategias de
consolidación del Estado-Nación Democrático.
Pero tal vez la mayor limitación de la tendencia actual a privilegiar este estándar
universal ahistórico de solución de conflictos armados, es el dominio exclusivo y
excluyente de los principios del liberalismo para atender fenómenos que como
veremos escapan a muchos de los preceptos de esta ideología política. Para mostrar
dichos límites asumimos la discusión de sobre la paz liberal y la crítica feminista al
sentido de lo público y por extensión de lo político en el liberalismo.
De esta manera, las implicaciones de la gestión de la paz vía liberalización del Estado,
acarrea varias complicaciones: el desequilibrio en la aplicación de recursos para
favorecer unos procesos sobre otros (generalmente los asociados a la liberación en
detrimento a los de estabilización social); el uso, cada vez mas común, de la fuerza
para la implantación del consenso; la cuestionada eficacia de los distintos actores
(sobre todo los internacionales) en el desempeño de todos los cometidos necesarios
para aplicar las reformas; el desconocimiento de las capacidades locales y del sentido
emancipatorio de la construcción de procesos de paz, mas civilistas y menos
militaristas.
Con Richmond
Con Paris
A este respecto Phillips (1992) y Young (1990), nos recuerdan una serie de críticas
profundas a las nociones o categorías fundantes del liberalismo, con énfasis en las que
En este sentido las víctimas aparecen dominados por la situación se ser - estar
desplazados del poder ejercer esta idea universal y homogénea de la ciudadanía
liberal, que a pesar de estar dentro del mismo territorio, sufren del estado de exiliado,
en la medida que el exilio supone la suspensión temporal de la ciudadanía por la
pérdida del cumplimiento de la promesa de la soberanía, que interpretando a
Agamben, significa un estar afuera, en condición de excepción.
La necesidad de este reflexión crítica sobre los preceptos que subyacen a los procesos
de transición y que tienen efectos profundos en la protección de los derechos
humanos de las víctimas de conflictos armados o de regímenes autoritarios; se
justifica plenamente dada la naturalización que ha hecho de la democracia de
mercado como garantía para la plena realización de tales derechos. Hurrell (281) nos
recuerda como en las Américas, después de la superación de los gobiernos
dictatoriales (militares o civiles) y de la consolidación gradual de regímenes
democráticos, la región sigue siendo testigo de la manera continuada en que se violan
los derechos humanos; lo que demuestra que mejoras en el desarrollo y el
establecimiento de democracias electorales de corte liberal no son la garantía que
suponíamos.
De allí que Hurrell (282) sugiere que se hace necesario desarrollar esfuerzos
internacionales para promover y proteger los derechos humanos, sin tener que apelar
a la mediación de las nociones de democracia y liberalismo económico; pues los
derechos humanos deben ser una prioridad en si mismos y no subordinada a otras
categorías que han asumido todo el protagonismo en el discurso de la globalización
neo – liberal. Este autor considera que las ventajas de esta aproximación es que se
podría construir un mejor balance entre la protección de los derechos humanos por un
lado; y por otro, se avanzaría en darle espacio legítimo a las miradas variadas y
diversas del problema.
En verdad esto hace parte de una larga práctica de las ciencias sociales por ignorar
las emociones como parte de las relaciones sociales y del sentido de la acción humana
(Harkin, 2003; Jimeno, 2004; Lutz, 1988). Práctica que se deriva del desprecio o la
despolitización de lo privado como aquello ajeno al interés común, aquello separado
de la civilidad ciudadana (Pateman, 1995; Okin, 1996).
Pero para evitar el uso maniqueo de este tipo de reconocimiento, y complementar sus
alcance para un proceso de transición que conecte el reconocimiento al resarcimiento,
asumo la propuesta de Fraser sobre la necesidad de aparejar el reconocimiento a la
redistribución. En términos del reconocimiento es muy importante su postura sobre
evitar la reificación como reconocimiento sólo otorgado como respuesta a una casilla
identitaria donde típicamente se encapsulan a las víctimas desde el discurso
institucional, al tiempo que ellas también asumen esta postura de adscripción a
identidades fijas para poder acceder a los recursos mínimos que son entregados a
través de los sistemas de administración de poblaciones.
Fraser (2001:8) advierte como este modelo de identidad contiene algunas problemas
acerca de los verdaderos efectos psicológicos del racismo, el sexismo, la colonización,
y de imperialismo cultural. Sin embargo, es deficiente, por lo menos en dos aspectos
importantes. En primer lugar, se tiende a reificar las identidades de los grupos para
ocultar los ejes transversales de subordinación. Como resultado de ello, a menudo se
reciclan estereotipos sobre los grupos, mientras que se promueve el separatismo y las
formas represivas del comunitarismo. En segundo lugar, el modelo de reconocimiento
por vía de la identidad trata la falta de reconocimiento como un modo de daño
cultural aislado. Como resultado de ello, se oscurece su relación con la mala
distribución.
De esta manera, Foucault y Ranciére puede ser útiles para entender este modo de
reconocimiento que cuestiona Fraser y que a mi modo de ver responde a la relación
derivada del gesto maniqueo de inclusión/exclusión cuando de sujetos históricamente
excluidos se trata. En primer lugar con Foucault se puede observar el gesto inclusivo,
pues este sujeto masificado (las víctimas sobrevivientes), hecho población, sólo
adquiere estatus a través del conjunto de aparatos específicos como tecnologías de
gobierno y del desarrollo de una serie de saberes administrativos derivados de ellos,
que permite que las víctimas sean incluidas como poblaciones a administrar (Foucault,
1979: 195).
El gesto de exclusión se advierte con Ranciére, pues este autor afirma que cuando las
víctimas de una injusticia entran en el tratamiento del daño, generalmente se apela a
nociones como humanidad y derechos; pero la universalidad – como igualdad – no
reside en conceptos invocados de este modo, para poder garantizar dicha igualdad –
en tanto reconocimiento como demostración - hay que preguntarse: qué es lo que
resultad de eso? Es decir, que aparece de su implementación discursiva y práctica
(Ranciére, 2006: 20). En este sentido las víctimas sobrevivientes no son reconocidos
como ciudadanos, no porque no se les reconozca su igualdad al disfrute de derechos
frente a la ley, sino porque no se les reconoce como hablantes, es decir no son
iguales; aquí esta el daño que no se supera por la prestación de servicios
gubernamentales. En otras palabras, el gesto de exclusión aparece porque aún
siendo contados, los víctimas están fuera de cuenta (outcast) (Ranciére, 2006: 21).
Para el primer caso, Barkan (2006: 3), entiende el resarcimiento en dos sentidos:
restaurativa y retributiva. Lo restaurativo se considera voluntario, en última instancia,
cuando las partes persiguen la reconciliación a través de la negociación. En los dos
últimos decenios. E resarcimiento restaurativo incluye la reparación, la restitución de
bienes materiales y culturales e históricos, la presentación de disculpas como una
forma de expiación. El segundo tipo de compensación es retributiva. En contraste con
la restaurativa, las medidas retributivas son activamente definidas, a menudo por una
parte exterior. Algunos ejemplos de la compensación retributiva incluyen juicios
contra las graves violaciones de los derechos humanos (de Nuremberg a Saddam), los
tribunales internacionales, y el establecimiento de la Corte Penal Internacional.
Mas allá de esta clasificación, Barkan esta defendiendo una apuesta que el denomina
una Neo-ilustración (Barkan, 2000:308). La cual está construida sobre el núcleo de
los derechos liberales evolucionados por los valores culturales y sociales que emergen
de las preferencias tradicionales mas locales. Asume que la tensión entre individuo y
grupo debe abordarse en consideración de ambas dimensiones de derecho sin que
una excluya a la otra. Aquí se rechaza la noción de un sistema moral general de
aplicación global y reconoce en cambio que solamente la voluntariedad local de
resolución puede producir soluciones posibles.
Continuando con Barkan (2000), esta nueva condición, más allá de una nueva teoría
de la justicia se asume como una teoría social de lo moral (Social Moral Theory), que
vincula los valores universales con las realidades sociales. Esta precisión tiene
implicaciones importantes en la corrección de exclusiones y violaciones de derechos;
aquí la restitución reemplaza la presunción universal del estándar de justicia con una
justicia negociada entre las partes en conflicto en contextos específicos.
De allí y para concluir, asumo la posición de Fraser (2001: 2) sobre una idea justicia
social ampliada, no reducida a las preguntas por la distribución, sino complementada
con aspectos relacionados con la representación, lo identitario construido no
esteriotipado y la diferencia. La expectativa es logra superar las visiones
Pero dicho esto, también quiero destacar la advertencia de Fraser (2001: 3) cuando
afirma que a pesar que se esperaría que las luchas por el reconocimiento sirvan para
complementar, complejizar y enriquecer las luchas por una redistribución igualitaria;
lo que aparece es que en el contexto de un ascendente neoliberalismo, estas
demandas están sirviendo para desplazar esto último. En este caso, el reciente
aumento de la cultura política se entrelazada con una trágica pérdida. En lugar de
llegar a una más amplia y más rico paradigma que podría abarcar tanto la
redistribución como el reconocimiento, se ha negociado un paradigma truncado por
otro - un economisismo truncado por un culturalismo en igual sentido - El resultado
sería un caso clásico combinado de desarrollo desigual: los notables avances recientes
en el eje de reconocimiento coincidirían con un progreso estancado, si no
directamente con la pérdida en el eje de la redistribución.
Una segunda tensión refiere a las prácticas sociales construidas por comunidades
campesinos, etnias y mujeres; para gestionar la violencia, las cuales están cultural y
territorialmente definidas. A ellos y ellas, la violencia y los mecanismos de transición
desde el sentido de la paz liberal, les produce un ingreso intempestivo y abrupto a un
escenario modernizante de lucha por “derechos” individuales – característicos de la
idea de justicia liberal moderna –, en donde tal escenario, los convierte en sujetos
anómicos y les genera múltiples rompimientos en las estructuras colectivas de
solución de conflictos en el nivel tradicional y comunitario. La tensión aparece - y en
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