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La edad de oro

Introducción

Según los tiempos en los que estamos viviendo,


podemos ver que la época de la juventud es exaltada
desmedidamente a costa de las demás etapas de la vida. Tal
vez, como dice el verso: “juventud, divino tesoro”. Fíjense:
los mejores trabajos, los mejores rostros, las mejores
oportunidades, los mejores puestos son reservados para la
gente joven.

Pero el problema radica en que la juventud es apreciada


únicamente en términos del potencial, de la belleza y fuerza
físicas, que se encuentran en su punto máximo durante esta
edad. Por el contrario, la infancia, la edad adulta y la vejez-
principalmente ésta- no son tan bien vistas como ser joven.
Gerente joven, maestro joven, pastor joven, presidente
joven, etc. se oyen atractivos.

Honestamente, debemos reconocer que muy dentro de


nosotros existe un miedo y una resistencia a dejar esta etapa
joven de la vida: son pocos los adultos a quienes no les da
pena decir su edad. Es más, es considerado una falta de
educación preguntarle su edad a una persona que ya no se ve
joven. Lo curioso es que nos olvidamos que cuando éramos
niños y adolescentes queríamos que la gente pensara que
teníamos mayor edad de la que realmente teníamos. En
términos sencillos, nos resistimos a dejar de ser jóvenes. Tan
es así que a los ancianos ahora se les conoce como los
jóvenes de la tercera edad; se dicen frases “como el alma
siempre es joven”, “joven de corazón”, “juventud
acumulada” etc., como un intento de quedarnos al menos
con algo de la juventud.

Esta resistencia a dejar la juventud se observa:

• en el aumento impresionante de cirugías plásticas y


reconstructiva tanto en hombres y mujeres: vean a los
artistas (rostros estirados, pero se tienen que cubrir el
cuello para tapar las arrugas)

• la propagación de cada vez más productos cosméticos


rejuvenecedores, o que detienen el envejecimiento.

• las actividades en la iglesia: semana de la juventud (¿de


la senectud?), ¿campamento de ancianos?

• cuando apreciamos un cumplido que nos dice que nos


vemos más joven. A nadie le haría gracia que le dijeran:
¡qué viejo ya te ves!

Una amiga dice muy atinadamente que ante el


envejecimiento, sólo tenemos dos opciones: aceptarlo o
morirse joven. En la carrera contra el tiempo y sus efectos
en nuestro cuerpo todos somos perdedores. Ante esta actitud
negativa frente a la vejez, necesitamos mirar con atención lo
que dice la Palabra de Dios al respecto. ¿Qué dice la Biblia
ante el envejecimiento?
I. Dios es el dador de vida

Escondes tu rostro, se turban; Les quitas el


hálito, dejan de ser, Y vuelven al polvo. (Sal.
104:29)

La Biblia enseña claramente que los años de la vida, y


por consiguiente, vivir una larga vida es un don de Dios.
Sólo él es quien nos preserva o retira el aliento de vida.

Tendemos a dar por sentado que tenemos derecho a la


vida y nos olvidamos con facilidad que es sólo por el amor y
la gracia de Dios que podemos disfrutar de lo que hay en
esta vida. Lamentaciones 3:22 nos recuerda que es por la
misericordia de Jehová que no hemos sido consumidos, ya
que nunca decaen sus misericordias.

Este sencillo principio tiene muchas implicaciones. Por


ejemplo, mucha gente tiene un miedo oculto de llegar a
viejo, pues sólo se piensa en las dificultades que una persona
anciana tiene que enfrentar, principalmente la salud; sin
embargo, como la vida es un regalo de Dios, llegar a la etapa
de la vejez debería ser vista como la buena, agradable y
perfecta voluntad de Dios para quien llega a ella. Una
persona decía: es triste llegar a viejo, pero es más triste
no llegar.

Si uno llega a la vejez, es porque Dios en su gracia y en


su sabiduría lo ha conservado hasta este tiempo.
Recordemos que nada de lo que Dios hace es sin sentido, sin
propósito; y llegar a la vejez también está lleno de
significado, aun cuando haya situaciones que la hagan
parecer complicada.

Entonces, debemos acercarnos a la vejez con gratitud,


no con temor; con esperanza, no con desesperación, con
confianza en el Señor, no en nuestra capacidad económica o
de nuestros hijos para mantenernos.

II. Envejeer y morir como consecuencia del pecado

Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta


que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste
tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
(Gén 3:19)

Envejecer y morir nos recuerdan el juicio de Dios por el


pecado. Uno de los efectos del pecado es el desgaste de
nuestra salud y vida física. Las arrugas, el debilitamiento
físico, la enfermedad, el cansancio, nos debe hacer pensar en
el juicio de Dios por la desobediencia y el pecado.

De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más


mozo, te ceñías, é ibas donde querías; mas
cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te
ceñirá otro, y te llevará á donde no quieras. (Jn.
21:18)

Una limitación de la vejez es la dependencia de los


demás. Y es aquí donde Dios nos llama a amarlos y
servirlos.
III. Dios honra la vejez

Estuve mirando hasta que fueron puestos unos


tronos y se sentó un Anciano de días. Su vestido
era blanco como la nieve; el pelo de su cabeza,
como lana limpia; su trono, llama de fuego, y
fuego ardiente las ruedas del mismo. 10 Un río
de fuego procedía y salía de delante de él; miles
de miles lo servían, y millones de millones
estaban delante de él. (Dan. 7:9)

El Señor mismo usa la figura de un anciano para


referirse a sí mismo, como el eterno, por su autoridad.
Vemos a Dios usando mucha figuras para darse a conocer:
león, águila, padre, pastor, guerrero, pero también como un
anciano. No se avergüenza en usar esta figura.

Delante de las canas te levantarás, y honrarás


el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor:
Yo Jehová. (Lv. 19:32)

Contrario a nuestros días, la edad avanzada es de alta


estima a los ojos de Dios. Debemos mostrar respeto y honrar
a los ancianos. Los hijos debemos seguir obedeciendo el
mandamiento de honrarlos, no sólo escuchando sus
consejos, siguiendo sus amonestaciones, sino también
manifestando un cuidado sacrificial como el que ellos
mismos tuvieron de nosotros cuando nosotros éramos
dependientes de ellos. Este respeto y cuidado que Dios nos
exige a los hijos tendrá un impacto profundo en la actitud
que tendrán nuestros propios hijos hacia nosotros si
llegamos a la vejez; nuestra forma de tratar a nuestros padres
mayores servirá de ejemplo para ellos.

Debemos honrarlos, respetarlos y demostrarles afecto.


Una manera práctica es escucharlos recordar sus éxitos y
glorias del pasado, que para muchos de nosotros es pesado y
cansado.

IV. La vejez es tiempo de oportunidades

Aun en la vejez fructificarán; Estarán


vigorosos y verdes para anunciar que Jehová mi
fortaleza es recto. Y que en él no hay injusticia.
(Sal. 92:14)

Estos textos nos dejan ver que la vejez es también una


edad oportuna para dar testimonio del Señor, de su bondad
en todos nuestros años vividos. Imaginémonos que hermoso
es escuchar a una persona hablar de la fidelidad de Dios a lo
largo de toda una vida. Hay en la Biblia unos salmos en los
que parece que se trata meramente de una síntesis de la
historia de los israelitas. Sin embargo, tenemos en esos
pasajes un auténtico ejemplo de escuchar cómo Dios ha sido
fiel en el pasado para inyectarnos ánimo y esperanza para
confiar mañana en el mismo Dios. Y los ancianos tienen esa
hermosa oportunidad de compartir todos esos años de luchas
al lado del Señor.

La vejez también es una oportunidad para experimentar


grandes frutos y grandes logros espirituales; no sólo por lo
que ha sucedido en el pasado, sino por el reto que tienen
enfrente. Es un tiempo para seguir desarrollando confianza y
esperanza en el Señor, ahora, ante el enemigo final que es la
muerte.

Mozo fuí, y he envejecido, Y no he visto justo


desamparado, Ni su simiente que mendigue pan.
(Sal. 37:25)

¿Cuál es la solución - no el remedio - de Dios para


encarar con esperanza la vejez? Los creyentes contamos con
la promesa de que recibiremos cuerpos renovados,
transformados, a prueba del tiempo. La resurrección ilustra
la consumación de nuestra salvación mediante un cuerpo
glorificado.

Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se


levantará sobre el polvo, 26 y que después de
deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a
Dios. 27 Lo veré por mí mismo; mis ojos lo
verán, no los de otro. (Job 19:25-27)

Conclusión

Debemos prepararnos para la vejez

Considera al íntegro y mira al justo, porque


hay un final dichoso para el hombre de paz. (Sal
37:37)

Una vida de honra en la vejez se encuentra al final de


una vida temerosa de Dios.
No dejes que la emoción de la juventud haga
olvidarte de tu Creador, sino hónralo en tu
juventud antes de que te hagas viejo y ya la vida
no sea tan placentera. (Ecl. 12:1)

Una juventud temerosa de Dios conduce a una vejez


que aunque con muchas limitaciones se disfruta debido a
una vida gozosa en el Señor

Enséñanos de tal modo á contar nuestros días,


Que traigamos al corazón sabiduría. (Sal. 90:12)

Debemos vivir de tal manera que a medida que


crecemos en edad vayamos desarrollando un corazón lleno
de sabiduría; sabiduría que se obtiene al vivir de acuerdo
con la Palabra de Dios.

¿Cómo te estás preparando para llegar la vejez? ¿O


crees que estás demasiado joven como para pensar en ella?

¿Estás creciendo en sabiduría? ¿Te estás convirtiendo


en un experto en vencer tus tentaciones más frecuentes? ¿En
qué estás invirtiendo tu tiempo, tus energías: en el servicio a
Dios y a los demás? ¿O estás viviendo egoístamente para tu
comodidad y bienestar?

¿Te has arrepentido de tus pecados y tienes una relación


personal con Dios a través de Jesucristo?

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