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ahora más bajas tasas de formación de capital.1 Otra opción habría sido
que los mercados emergentes reduzcan sus ahorros en favor de
mayores niveles de consumo acorde con sus ahora más elevados niveles
de vida. Si esto hubiera sido conveniente depende de cómo uno
interprete esos altos índices de ahorro, una vez más particularmente en
Asia, y, específicamente, si uno los ve como una consecuencia no
buscada del subdesarrollo financiero y otras distorsiones locales o como
que reflejan las preferencias intrínsecas de los hogares y las empresas,
en cuyo caso no existen fundamentos obvios para intervenir en el orden
público. Uno puede hacerse las mismas preguntas sobre el
comportamiento del sector público. ¿Son inteligentes los gobiernos al
cancelar la deuda y acumular reservas en un esfuerzo por blindar sus
economías contra los disturbios financieros externos? o ¿estarían mejor
aconsejados si dedicaran recursos adicionales a la inversión pública en
el área de la educación, la salud pública, la seguridad social y la
infraestructura física? ¿Serían superiores estos usos de los recursos del
sector público a la acumulación de reservas a la luz de los costos de
esterilización y el riesgo de pérdida de capitales en los saldos en
dólares?
La otra pregunta es si este modelo de co-dependencia global
podría terminar mal – en otras palabras, si los desequilibrios globales
podrían desenvolverse de un modo desordenado y perjudicial – y cuál
sería el impacto en los mercados emergentes. Más precisamente,
existen dos preguntas. Primero, ¿cuál es probabilidad de una corrección
desordenada del déficit de la cuenta corriente estadounidense? Y,
segundo, ¿cuál sería el impacto en los mercados emergentes? Mientras
la primera de estas preguntas ya es objeto de una amplia literatura, la
segunda ha recibido menos atención.2 Por lo tanto, en este capítulo nos
concentraremos en ella.
Nosotros sostenemos que, a diferencia de las recientes crisis, es
probable que el impacto sobre los mercados emergentes de una
corrección desordenada de los desequilibrios globales fluya más
inmediatamente a través del comercio en lugar de hacerlo por los
canales financieros. Esto se parece a la situación vigente antes de las
últimas décadas que estaba marcada por el crecimiento explosivo de los
flujos de capital; con anterioridad a las últimas décadas los efectos de
los términos del intercambio y los multiplicadores comerciales eran las
principales avenidas a través de las cuales los acontecimientos de los
países desarrollados afectaban al mundo en vías de desarrollo. Es
probable que lo mismo suceda hoy. A su vez, esto repercute en el modo
en el que los mercados emergentes deberían prepararse para una
1
En un lenguaje más técnico, la cuestión es si una mayor inversión se hubiera simplemente
desvanecido en una relación capital/producción más incremental.
2
Dos excepciones son Goldstein (2005) y Banco Mundial (2005a).
3
Ver también Clarida (2005) y Backus y Lambert (2005).
En otras palabras, si el ajuste comienza ahora, la caída del 20% del dólar
puede extenderse durante varios años. Cuanto más se demore, mayor
será la caída necesaria del dólar, y mayor se torna la posibilidad de que
este cambio en los precios relativos sea rápido una vez que comience. Y
cuanto mayor y más rápido sea el ajuste, tanto más negativos serán los
efectos.
El peor escenario es aquel en el que el ajuste se demora hasta que
las finanzas externas se agoten abruptamente, forzando, a su vez, a que
el déficit de la cueta corriente estadounidense se elimine de golpe. El
resultado sería, entonces, una compresión muy aguda de la demanda
estadounidense y mundial. Esta consecuencia, por sí misma, no resulta
polémica, debido a la hipótesis de restricción abrupta de las finanzas
externas. Si la afluencia de capitales hacia los Estados Unidos
disminuye un 7% del PBI porque se agotan las finanzas externas,
entonces la cuenta corriente debe, por definición de la balanza de
pagos, equilibrarse inmediatamente. El efecto del impacto debe ser una
baja del 7% en la demanda estadounidenses y, específicamente, en la
demanda neta de importaciones. Una disminución del 7% en la
demanda de los EE.UU. es una fórmula para que caiga la producción
global en el orden del 7% del PBI estadounidense, extendiéndose
igualmente a otras cosas, incluso la acumulación de inventarios. Los
efectos posteriores podrían entonces empeorar el impacto en la
producción y el empleo.
El mecanismo que produce estos efectos no es un misterio. Una
caída del 7% en las compras externas netas de activos en dólares
provocará una baja del dólar. Hará que los precios de los activos
denominados en dólares bajen –en forma equivalente, sus rendimientos
subirán, eliminando el Interrogante de Greenspan. Estos son dos lados
de la misma moneda: un dólar decreciente y tasas de interés
estadounidenses más altas van de la mano por paridad de intereses. En
la medida en que un dólar en baja implique inflación importada, la
Reserva Federal también se verá obligada a elevar las tasas antes de lo
esperado. Estas mayores tasas de interés desalentarán el consumo
privado al aumentar el costo del crédito al consumo y limitar el alza de
los precios inmobiliarios que ha sostenido la riqueza neta de la unidad
familiar en ausencia de ahorro personal positivo. Asimismo,
desalentarán la inversión al crecer el costo del capital. El hecho de que
las tasas de interés estadounidenses hayan subido recientemente con
respecto a las tasas de interés extranjeras es por lo menos
superficialmente compatible con la noción de que el mercado adjudica
una creciente probabilidad a este escenario.8
Una objeción en cuanto a este negro panorama es que la
producción y el empleo en los EE.UU. pueden sostenerse si las
8
Obstfeld (2005) proporciona un análisis basado en tasas de interés reales y los rendimientos de los
bonos indexados por inflación.
16
Los exportadores de petróleo también dependen ampliamente de los EE.UU. con respecto a su
mercado final, pero ellos constituyen un caso especial.
* Las 12 regiones son Estados Unidos, Japón, Anglosajón (Australia, Canadá, Nueva
Zelanda, Reino Unido), Otro Industrial (Dinamarca, Suecia y Suiza), Grande Euro (Italia,
Francia, Alemania), Pequeña Euro (Austria, Bélgica, Finlandia, Grecia, Irlanda, Países
Bajos, Portugal, España), Este Asiático 1 (Indonesia, Corea, Malasia, Filipinas y
Tailandia), Este Asiático 2 (Hong Kong y Singapur), China, Otros Mercados Emergentes
(Egipto, India, Israel, Marruecos, Pakistán, Sudáfrica y Turquía), América Latina
(Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú) y Productores de Petróleo (Irán, México,
Noruega, Arabia Saudita, Venezuela).
Fuente: FMI, Dirección de Estadísticas Comerciales y Estadísticas Financieras
Internacionales, Washington D.C.
Estados Unidos
caído desde su norma histórica del 22% del PBI al 18%, mientras que los
gastos como porcentaje del PBI se han mantenido invariables. Es
compatible con la observación de que las grandes partidas del lado de
los gastos que siguen avanzando están relacionadas con la asistencia
médica para los ancianos, que constituyen un grupo de presión bien
organizado en condiciones de resistir los recortes.
Lo más importante que los EE.UU. puede hacer para rectificar su
desequilibrio fiscal es permitir que los recortes de impuestos de Bush
expiren. Si los recortes de impuestos caducaron según lo programado
(esto significa, en lo central, que se permitiría que los recortes en las
rentas de capital y los ingresos por dividendos caduquen al final del
2008), se evitaron otros cambios discrecionales en el sistema impositivo,
y se mantuvieron las restricciones a los gastos, el presupuesto unificado
volvería a estabilizarse en el 2010, asumiendo el mantenimiento del
crecimiento económico.20
El impacto en la balanza de pagos sería menos que proporcional .
Este impacto limitado en la cuenta corriente refleja la reducción inducida
en los ahorros privados, ahorros corporativos en particular, mientras el
crecimiento económico se desacelera. Erceg et. al. (2005) encuentran
que una reducción de US$ 1.000 millones en el déficit presupuestario de
los EE.UU. produce una mejora de sólo US$ 200 millones en la cuenta
corriente. Usando datos del panel para un grupo de países industriales,
Chinn e Ito (2005) obtienen una estimación casi idéntica.21 Tales
estimaciones sugieren que reduciendo el déficit presupuestario un 3,5%
del PBI de los EEUU recortaría el déficit en cuenta corriente en un 1% del
PBI como máximo. Este tipo de ajuste relativamente pequeño en la
demanda estadounidense es deseable desde el punto de vista del
crecimiento global con el fin de evitar la recesión. En otras palabras, un
aumento superior en los impuestos destinado a cortar el déficit en de la
cuenta corriente aún más allá en el corto plazo es indeseable. Esto
también implica que la consolidación fiscal en los Estados Unidos, por sí
misma, no obviará la necesidad de depreciar el dólar y de políticas
complementarias en el exterior.
Este escenario también supone la voluntad política de abordar los
problemas fiscales del país. El realismo de esto es cuestionable. Existe
poca presión de los mercados por abordar el tema del déficit
presupuestario en la medida en que las tasas de interés para los bonos
del Tesoro a largo plazo permanezcan estables gracias a las compras de
los bancos centrales extranjeros. Con la próxima llegada de las
elecciones de mitad de año de 2006 y el comienzo de facto de la
20
Si se permite que los recortes de impuestos caduquen, las otras costosas medidas impositivas para las
cuales hay presiones políticas, reforma del Impuesto Mínimo Alternativo, se convertirán luego menos en
menos apremiantes dado que más individuos estarían sujetos al sistema regular de impuestos y entonces no al
IMA.
21
Gruber y Kamin (2005), en contraste, obtienen un coeficiente aún menor, reforzando el punto que
vamos a presentar.
China
22
Al contrario, la Cámara de Representantes en particular se muestra inclinada a extender los recortes
de Bush sobre los dividendos y las ganancias de capital hasta 2010 y a impulsar recortes en el Impuesto
Mínimo Alternativo sin incluir ningún incremento compensatorio en los impuestos para ayudar a pagar la
medida.
Japón
América Latina
4. Conclusión