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Un solemne desafío.
San Bernardo pronunció un desafío que se ha hecho famoso: “Que
no vuelva a alabar tu misericordia oh Virgen Santísima, quien te
haya invocado en sus momentos difíciles y Tú le hayas fallado en
ayudarle. Pero antes perecerán cielos y tierra que María deje de
socorrer a quien acude con confianza a implorar su protección”.
Como Ruth. Cuenta el Libro Santo que Ruth iba después de los
segadores en el campo, recogiendo las espigas que a éstos se le
caían o se les quedaban sin recoger. Y de aquí concluye San
Francisco de Sales que ese es un bello oficio de la Madre
Celestial: ir después de los predicadores y educadores recogiendo
aquellas almas que ellos no lograron llevar al granero del Cielo:
aquellos pecadores más débiles, más mal inclinados y en mayor
peligro de perderse. Ah, si Judas hubiera pedido a María su
intercesión, habría vuelto a ser admitido otra vez como amigo de
Cristo. Aquel no lo quiso hacer, pero yo miserable pecador que
tanto he ofendido a Nuestro Señor, si quiero encomendarme a la
Madre Santa para que me obtenga de Jesús su perdón y la eterna
salvación.