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Debemos aprovechar nuestras faltas para aumentar la

devoción a la Santísima Virgen.

1. María es refugio de pecadores y puerta para los náufragos.


Decía San Bernardo: “María tiene más deseo de ayudarnos que
nosotros de ser ayudados por ella”.

Pero algunos se imaginan que por ser tan pecadores ya no tienen


derecho a las predilecciones de la Madre de Dios, y San Francisco
de Sales les recuerda: “Ni siquiera la muchedumbre de nuestros
pecados le impide a María Santísima ayudarnos, porque Ella es
madre de misericordia, y la misericordia no se ejercita sino cuando
hay miserables para socorrer. Así como una madre muy caritativa
no le tiene asco a las llagas y heridas de su hijo y las lava y les
hace las curaciones con todo cariño, por más fétidas que estén, así
la Madre Celestial no nos abandona cuando acudimos a Ella,
aunque sea muy grande la fetidez de los pecados que en nosotros
tiene que ayudar a curar. Por eso Santa Gertrudis vio que la Virgen
María cobija bajo su manto también a pecadores muy llenos de
llagas espirituales”.

Y sigue diciendo San Francisco de Sales: “La Santísima Virgen ha


sido siempre la Estrella del mar que guía a los navegantes para
que no se vayan a hundir entre los peligros y escollos del mar tan
agitado de esta vida. Ella es El Puerto Seguro que defiende
contra las tempestades de nuestras pasiones y malas
inclinaciones. En el corazón amable de María logramos obtener lo
que los marineros logran en un buen puerto después de una
pavorosa tempestad: reparar las averías de nuestras naves”.

Y escribiendo a Santa Juana de Chantal dice el amable San


Francisco de Sales: “Yo me imagino que cuando la pecadora del
Evangelio se convirtió. Nuestro Señor la encomendó a la madre
santísima para que Ella la fuera guiando hacia la santidad. Y que
con las palabras y ejemplos de la purísima Virgen María, el alma
de Magdalena que antes era como un vaso ennegrecido y lleno de
toda clase de basuras, se fue convirtiendo en un vaso de cristal,
todo resplandeciente. Y me imagino también que eso mismo le va
a suceder al alma de cada uno de nosotros si aceptamos lo que
Jesús quiere, o sea que nos confiemos a los cuidados maternales
de la Santísima Virgen. ella puede transformar a la más
archipecadora de las Magdalenas en la más admirable de las
penitentes. Dejemos que obre ese milagro en nuestra pobre alma”.

“Jesús es el Mediador ante el Padre, pero ha querido que la


Virgen María sea nuestra Mediadora ante Él. Si el exceso de
nuestras miserias nos llena de pavor para presentarnos ante Dios,
digámosle a María que nos presente Ella que es tan
extremadamente compasiva. Sus manos de madre tratan con más
bondad a los que somos más débiles y más enfermos del alma”. Si
en el día del juicio el Señor nos pregunta:

- ¿Tienes un abogado que te defienda?.

Le podremos decir emocionados:

- Sí Señor, mi abogado es ... una abogada, tu Madre Santísima


que es también mía, por bondad tuya.

¿Y nos podrá condenar Jesús si la Madre que Él tanto ama,


intercede por nosotros?.

No conviene que el hombre esté solo.


Cuando Dios creó al primer hombre, exclamó: “No conviene que
el hombre esté solo”. Le daré una compañera semejante a él. Y
formó a la mujer para colaborarle. El hombre necesita siempre la
presencia amable y bondadosa de la mujer: de la madre, de la
hermana, de la esposa, de la hija, de las mujeres de buena
voluntad que tanto ayudan a que la vida sea más feliz. Y en la vida
espiritual sigue Dios diciendo siempre: “No conviene que el ser
humano esté solo. Le daré una gran colaboradora”. Y nos
presenta a su Madre Santísima para que nos acompañe, nos
defienda y nos consuele y anime en el difícil y peligroso camino de
la vida.

Los títulos de San Bernardo.


Entre los grandes Santos quizás ninguno tan enamorado de la
Madre Celestial como San Bernardo, y quizás ninguno que le haya
dado tantos títulos como él. Recordemos algunos de los bellos
nombres que este maravilloso doctor de la Iglesia le dio a Nuestra
Señora: “Oh María, tú eres el canal, el acueducto, por donde nos
llegan todas las bendiciones que Dios nos manda desde el Cielo.
Tú eres La Escala Misteriosa por donde suben nuestras peticiones
hacia Dios y por donde nos llegan las respuestas tan generosas de
Nuestro Señor. Tú eres La Puerta del Cielo que nos va a permitir
llegar hasta el Trono del Dios Altísimo. Tú eres Refugio de
Pecadores, donde hallan defensa y protección los que se sienten
tan manchados. Nuestra vida es como una débil navecilla batida
por los huracanes y amenazada por las olas de las contrariedades,
pero Tú eres La Capitana que la va guiando hasta llevarla al
Puerto de la Salvación. Cobijados bajo tu manto lograremos llegar
a la gloria a pesar de todos los piratas y a pesar de todas las
tempestades”.

Un solemne desafío.
San Bernardo pronunció un desafío que se ha hecho famoso: “Que
no vuelva a alabar tu misericordia oh Virgen Santísima, quien te
haya invocado en sus momentos difíciles y Tú le hayas fallado en
ayudarle. Pero antes perecerán cielos y tierra que María deje de
socorrer a quien acude con confianza a implorar su protección”.

2. María, nueva Ester, salva a los condenados a muerte.


Narra el Libro Santo que cuando el impío ministro Amán se
propuso exterminar al pueblo de Dios, la reina Ester intercedió ante
el Rey y por los ruegos de la reina los condenados a muerte se
libraron de la sentencia que había sido decretada contra ellos. Y la
Iglesia Católica ha vistos siempre en Ester una figura de la
Santísima Virgen, porque nuestra Reina del Cielo vive
intercediendo ante su hijo, Rey del Universo, para que no caigan
sobre nosotros los castigos y condenas que merecemos por
nuestros pecados.

Su oficio principal: Los Santos dicen que el oficio principal de la


Virgen María en el Cielo es conseguir para nosotros los pecadores,
la misericordia del buen Dios, y que así, como en los gobiernos
hay ministro de economía y ministro de agricultura, etc., que así
también en el Cielo a Nuestra Señora se le ha concedido un
Ministerio: el Ministerio de la Misericordia, el oficio de ayudar a
los pobres pecadores. Y que mientras más grande sea la miseria
de un débil pecador, mayor derecho tiene a acudir al Corazón
misericordioso de la Madre del Redentor.

San Francisco de Sales afirma: “Nada es tan agradable a un


corazón extremadamente generoso como poder ayudar a alguien
que se encuentre en la más extrema miseria”. En esto se pueden
repetir las palabras del Salmo 41: “Un abismo llama a otro
abismo”.

”Cuanto más bondadosa es una persona más inclinación tiene a


ayudar a los necesitados. ¿Y qué corazón de madre podrá haber
más generosos que el Corazón de la Virgen María?. ¿Y quién más
necesitado de ayuda que un pecador manchado y herido por sus
culpas?. Aquí había que preguntarse, ¿quién recibe más alegría, si
la Madre brindando todas las ayudas que se le piden, y muchas
más, o los miserables necesitados recibiendo tan enormes y
oportunas ayudas llegadas del Cielo?. Y se cumple una vez más lo
que Jesús dijo: “Hay más alegría en dar que en recibir”. Nuestra
Señora, la Reina del Cielo siente más alegría en poder ayudarnos,
que nosotros en ser ayudados por Ella. Lo cual es mucho decir,
porque las alegrías que sus ayudas nos proporcionan son muy
grandes”.

La madre del Cordero.


Cuando Jesús, el Hijo de Dios, apareció en el mundo para
salvarnos, se hizo dar un nombre muy especial: “Cordero de
Dios”. El cordero no ataca ni ofende; no patea ni da cornadas, no
muerde ni asusta a nadie. El cordero es todo mansedumbre y
sencillez. El cordero era la víctima que en la antigüedad ofrecía
cada uno a Dios para pedirle perdón por los pecados. Y Jesús
demostró ser un cordero tan manso y bondadoso, que el Evangelio
dice: “Cuando una lámpara se estaba apagando, no la acababa
de apagar (sino que trataba de encenderla otra vez) y cuando
una caña estaba semipartida no la acababa de partir (sino que
la enderezaba para que pudiera seguir creciendo)”.

De tal madre, tal Hijo: María es la madre del Cordero que ha


venido a quitar nuestros pecados. ¿De quién habrá aprendido
Jesús como hombre muchísimas de sus actuaciones tan
extraordinariamente bondadosas y llenas de amabilidad?. ¿No
habrá sido en los ejemplos y palabras de su Santísima Madre?. Si
el Hijo decía que Él no había venido a buscar Santos sino
pecadores, y que como medido prefiere a los enfermos del alma
para curarlos, ¿qué no dirá su Santa Madre?. también Ella nos
busca como la más Santa Enfermera, para curarnos de todos los
males del alma.

San Francisco de Sales, recordando las recomendaciones de San


Bernardo y de Santa Brígida, exclama: “Pecador, quien quiera que
seas, aunque tuvieras ya un pie en el abismo, y la desesperación
amanece llevarte a la perdición, mira a María, piensa en su
bondad, encomiéndate a su misericordia, y recobrarás la paz y
lograrás conseguir tu conversión”. Si tienes un sincero deseo de
conversión y de abandonar el pecado, y coloca toda tu confianza
en la ayuda de la Madre del Redentor, lograrás tu salvación.

La lora de la jaculatoria. Cuenta San Francisco de Sales que un


misionero enseñó en la selva a una lora a decir: “Ave María”, y
que cuando se acercaban los gavilanes o las águilas con intención
de matarla y destrozarla, la dichosa lora gritaba “Ave María” y que
las feroces aves asesinas se imaginaban que era una persona
humana la que les gritaba, y se alejaban sin hacerle ningún mal. y
de aquí concluye el Santo doctor que nuestra pobre alma, asaltada
tan continuamente por terribles enemigos espirituales, si invoca a
María con fe y devoción, se verá libre de muchísimos y muy graves
peligros de ser herida y destrozada. ¿De verás invocamos a la
Santísima Virgen María en los momentos de tentación y peligro?.

Como Ruth. Cuenta el Libro Santo que Ruth iba después de los
segadores en el campo, recogiendo las espigas que a éstos se le
caían o se les quedaban sin recoger. Y de aquí concluye San
Francisco de Sales que ese es un bello oficio de la Madre
Celestial: ir después de los predicadores y educadores recogiendo
aquellas almas que ellos no lograron llevar al granero del Cielo:
aquellos pecadores más débiles, más mal inclinados y en mayor
peligro de perderse. Ah, si Judas hubiera pedido a María su
intercesión, habría vuelto a ser admitido otra vez como amigo de
Cristo. Aquel no lo quiso hacer, pero yo miserable pecador que
tanto he ofendido a Nuestro Señor, si quiero encomendarme a la
Madre Santa para que me obtenga de Jesús su perdón y la eterna
salvación.

3. ¿Por qué sin motivos, María se compadece más de los que


más cometemos faltas?.
El Hijo de Dios se hizo hombre para salvar a los pecadores. El
Médico Divino descendió desde los cielos a la tierra para curar a
los que tenemos la enfermedad del pecado. Si en Belén nació el
Redentor fue porque necesitaban que Alguien pagara por ellos y
los sacara de la esclavitud de sus faltas.

Una Madre que aprende del Hijo.


En este caso la Madre aprendió del Hijo a preferir a los más
débiles y pecadores. Jesús Médico Divino, buscaba a los que
tenían enferma el alma, y decía que no son los sanos los que
necesitan la ayuda del médico, sino los enfermos. El Redentor
prefería dedicar su trabajo a los que se reconocían pecadores y
necesitados de conversión, y declaraba que Él no había venido a
buscar Santos que ya no necesitaban conversión, sino pecadores
para convertirlos y salvarlos. Y este mismo modo de proceder
respecto a los que tienen enferma el alma lo aprendió María
Santísima de su muy amado Hijo.

Por eso San Bernardo exclamaba: Oh María, tú no dejas nunca de


tender tu mano salvadora al pecador, por más aborrecible y
abominable que éste sea, con tal de que implore tu ayuda. Y lo
sacas del abismo de la desesperación. Bendito mil veces tu Hijo
Jesús que te hizo tan comprensiva y tan amable hasta con los más
miserables y manchados. Oh María, que espere en Ti hasta el
que hasta ahora ha desesperado. No hay pecador tan hundido
en el lodo de sus miserias que si implora tu ayuda no pueda ser
sacado del abismo de su maldad, y reconciliado con el Hijo de
Dios, alcanzado así su perdón y su salvación.

La única forma en que podemos dejar de cometer nuestras


faltas es acudiendo a un Poder infinitamente superior a
nosotros. Y ese poder es Dios. Desde el momento en que
empezamos a recurrir con toda confianza a la bondad y a la
misericordia de Nuestro Señor, desde ese mismo momento
empezamos a recibir fuerzas espirituales que nunca habíamos
tenido. Y el gozo más grande de María Santísima es llevarnos a
quien tiene todos los poderes divinos, a su Hijo Jesucristo, Dios y
Hombre Verdadero “que posee poder y bondad para darnos
muchísimo más de lo que nos atrevemos a pedir o a desear”
(Ef. 3,20).

Un Santo exclamaba: “La enorme cantidad de mis falta me


desesperaría y me desanimaría, si no supiera que hay un Redentor
que ha pagado por mí y que intercede en mi favor”.

Afortunadamente la bondad de Dios nos ha puesto al cuidado de la


más hábil Enfermera Espiritual que existe, la Madre de Jesús. Ella,
como especialista en su profesión sigue cuidadosamente a sus
enfermos después de la curación. Se siente sumamente interesada
en nuestra perseverancia en el bien porque sabe muy bien que las
promesas de Dios se les hacen a todos los que comienzan a
obrar el bien, pero que los premios de los vencedores no se
conceden sino a los que saben perseverar en el bien hasta el fin.
Oh Madre de mi Salvador y Redentor, consígueme de tu Divino
Hijo la gracia de perseverar en el bien hasta el último momento de
mi vida. Amén.

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