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Personalizar
Todo educador o es animador vocacional o ¿qué hace?. Hay que clarificar cual es el
concepto de persona que tenemos y en consecuencia ver posteriormente cómo educamos
y evangelizamos para conseguir ese tipo de persona y no otro. Si hay un don al comienzo
de la vida del hombre, que lo constituye persona, entonces cada uno será plenamente el
mismo sólo si se realiza en la perspectiva del darse, será feliz a condición de respetar esta
naturaleza suya. Podrá hacer la opción que quiera, pero siempre en la lógica del don; de lo
contrario se convertirá en un ser en contraste consigo mismo.
Nuestra labor no puede consistir en poner en marcha los recursos para que el
muchacho decida lo que nosotros deseamos o pretendemos, sino más bien, ensanchar los
deseos y pretensiones del muchacho para que se descubra en plenitud y poner los medios
para que en cada muchacho se haga posible un dialogo vivo y creciente entre la palabra de
Vida que ya lleva escrita en su interior como proyecto de Dios y su propio proyecto
existencial. Hay que aprender a mirar a cada muchacho como Dios nos mira y ver en su
interior toda la fuerza que Dios ha puesto en cada uno, esa es la semilla que hay que
acompañar y amar para que llegue hasta donde Dios la ha llamado.
Para educar en la vocación no se trata de estar catequizando todo el día, hay que saber
potenciar las habilidades humanas y dones personales como instrumentos importantes
que pueden ir configurando una vocación. Educar, hoy y siempre, es acompañar a alguien
en su camino hacia el misterio de la vida. Deberás conocerte a ti mismo, saber lo que
sabes y lo que desconoces, lo que puedes y no puedes hacer, lo que quieres y lo que no,
porque sólo así podrás superarte. Deberás quererte a ti mismo, valorarte y estimarte, pero
también exigirte.
Hay a menudo un auténtico cisma entre lo que se sabe, lo que se dice y lo que se
vive. El problema de la fragmentación existencial es constantemente señalado como algo
seriamente preocupante en las generaciones actuales. No sé si en nuestros procesos
educativos ponemos suficiente atención por ayudar a unificar a la persona. Se trata de
ayudar a descubrir que la identidad se adquiere en la relación, no en la autoafirmación. Que
es dándose y amando como se "es". Sólo realizando la experiencia se comprende. Integrar
convicciones con la vida diaria. Unificar la vida es el verdadero proceso educativo.
Cuando se vive desde el rol no se puede amar de verdad. Es necesario vivir desde el fondo
de la persona.
Hay que superar los roles preestablecidos y las relaciones oficiales, buscar una
atención personalizada que salga de los esquemas trillados, dando la oportunidad para
encuentros personales entre profesores y alumnos al margen del aula. Potenciar las tutorías
en este sentido. Lo académico se vuelve formativo sólo si está fecundado por una
verdadera relación personal que proporciona confianza, libertad para el intercambio,
capacidad de diálogo…
Estos son los criterios, opciones, horizontes a los que queremos llegar. Nuestra tara es
sembrar (y quizás algunos frutos no nos tocará recogerlos a nosotros), no importa tanto el
resultado final como el trayecto que nos acerca a él. Sobre todo porque en la educación el
trayecto nos construye y nos plenifica al tiempo que construye a los chavales si de verdad
lo vivimos con vocación. Nos deben de mover las ganas de viajar, no las de llegar: «Si
sales para hacer el viaje a Ítaca, debes pedir que el camino sea largo»1. Feliz viaje a todos y
todas. «Que Jesús Maestro forme en todos nosotros verdaderos y válidos educadores»
(Chiara Lubich).
1
Cavafis, “el Viaje a Ítaca”.