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Cristo: UNICO SENTIDO

Todos hemos tenido vaivenes en nuestras vidas, momentos donde buscar a Dios era la
última opción, donde le dábamos valor a otras cosas, pero finalmente lo que quedaba en
nosotros era el sabor amargo del vacío de no tener nuestra vida completa. Y entre esos
vaivenes podemos encontrar como nuestra vida encuentra sentido en la presencia de Dios
y en obedecerle.
Quizás hoy entre los que estamos nuestra realidad ha sido como lo presenta Cristo en esta
parábola, que se encuentra en Mateo 21:28-32
Mateo 21:28-32 "Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al
primero le dijo: "Hijo, vete hoy a trabajar en mi viña".
Respondiendo él, dijo: "¡No quiero!" Pero después, arrepentido, fue.
Y acercándose al otro le dijo lo mismo; y respondiendo él, dijo: "Sí, señor, voy". Pero no
fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?
Dijeron ellos:
--El primero.
Jesús les dijo:
--De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de
Dios,
porque vino a vosotros Juan en camino de justicia y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y las rameras le creyeron. Pero vosotros, aunque visteis esto, no os
arrepentisteis después para creerle.

Este evangelio nos presenta una dimensión ilógica para nosotros, donde los publicanos y
las rameras van delante hacia el Reino de Dios, esa dimensión que presenta lo inesperado
de la lógica divina. Una lógica que nos pone en el plano de una profunda necesidad, donde
todo es para nosotros imposible de lograr sin Dios.
“La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano todos tienen su
propia esfera, pero para esto no tienen ningún poder. Pueden producir una corrección
externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes
de la vida. Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de
que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo.” CC 17
Debemos ir a Dios, aún cuando en alguna parte de nuestros caminos le hemos dicho a Dios
que no queríamos participar de su programa divino, cuando como el hijo pródigo,
abandonamos el hogar del padre y decidimos hacer nuestras opciones como primordiales.
Dios ve nuestra realidad, nuestra necesidad profunda, y quiere intervenir, en nuestras
vidas, quiere ser el factor activo de poder, donde el hombre caído es regenerado por el
poder recreador de Dios.
“El poder regenerador que ningún ojo humano puede ver, engendra una vida nueva en el
alma; crea un nuevo ser conforme a la imagen de Dios. Aunque la obra del Espíritu es
silenciosa e imperceptible, sus efectos son manifiestos. Cuando el corazón ha sido
renovado por el Espíritu de Dios, el hecho se manifiesta en la vida. Al paso que no
podemos hacer nada para cambiar nuestro corazón, ni para ponernos en armonía con
Dios, al paso que no debemos confiar para nada en nosotros ni en nuestras buenas obras,
nuestras vidas han de revelar si la gracia de Dios mora en nosotros. Se notará un cambio en
el carácter, en las costumbres y ocupaciones. La diferencia será muy clara e inequívoca
entre lo que han sido y lo que son. El carácter se da a conocer, no por las obras buenas o
malas que de vez en cuando se ejecutan, sino por la tendencia de las palabras y de los actos
en la vida diaria.”CC 57
Este poder puede restaurar un publicano como Mateo, una ramera como Rahab, un
asesino como Moisés, puede restaurarme a mí, a vos, puede generar un cambio que nada
humanamente puede lograr
Y el escándalo del evangelio, es que el Rey del universo, Señor de Señores, se hizo hombre
y padeció lo que merecíamos nosotros.
Filipenses 2:5-11 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la
tierra, y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Sentir lo mismo que motivó a Cristo a entregarse, a abandonar su esencia, su autoridad, su


poder, y ser siervo, se traduce en acción, en sentir lo mismo que Él, y querer vivir de esa
manera. Cristo finalmente encuentra lugar en nosotros para repetir su SACRIFICIO.
“Cada acto de sacrificio personal por el bien de otros robustece el espíritu de caridad en el
corazón y lo une más fuertemente al Redentor del mundo, quien, "siendo él rico, por
vuestra causa se hizo pobre, para que vosotros, por medio de su pobreza, llegaseis a ser
ricos' (2 Corintios 8: 9 ). Y solamente cuando cumplimos así el designio que Dios tenía al
crearnos, puede la vida ser una bendición para nosotros.”CC 79
Si nuestra vida no es transformada, si no podemos dar lugar a Dios para poder ser
cambiados, finalmente estaremos cerrando las puertas de ese Reino de Dios que ha
descendido.
“El Salvador dijo: "A menos que el hombre naciere de nuevo", a menos que reciba un
corazón nuevo, nuevos deseos, designios y móviles que lo guíen a una nueva vida, "no
puede ver el reino de Dios" (S. Juan 3: 3). La idea de que solamente es necesario
desarrollar lo bueno que existe en el hombre por naturaleza, es un engaño fatal. "El
hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las
puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente" (1 Corintios 2: 14).”CC 17
Jesús dijo en el comienzo de su ministerio:
Marcos 1:15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio.

Todo el cielo está pendiente de lo que sucede en la tierra, y desean ayudarnos a que
tengamos ese encuentro personal con Cristo.
Tenemos que creer que no existen caminos alternativos para la vida, Jesús el camino, la
verdad y la vida, sólo Él, nadie más.
“El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor más fuerte que la muerte.
Al dar a su Hijo nos ha vertido todo el cielo en un don. La vida, la muerte y la intercesión
del Salvador, el ministerio de los ángeles, la imploración del Espíritu Santo, el Padre que
obra sobre todo y por todo, el interés incesante de los seres celestiales: todos están
empeñados en la redención del hombre.” CC 20

Imaginemos esa escena: El cielo reunido, preocupado para que encontremos el sentido de
la vida en Cristo, para que nos involucremos con su amor, para que conozcamos aún en
este mundo de pecado, el inmerecido amor de Dios.
Y no sólo quiere el Dios del universo que conozcamos su amor, sino que seamos sus
amigos, sus confidentes, en fin que seamos como él.
Sólo nos pide que confiemos en su sabiduría, en su amor, en que lo que nos pide es
razonable.

Silencio es lo que se escucha muchas veces en nuestras vidas, porque no hemos querido
unirnos a Dios en su poder. Y nuestras vidas carecen de sentido entonces. Y vemos las
cosas como un absurdo que no tiene fin.
Y ya puede ser que venir a la casa de Dios pueda ser una carga, o una rutina, un sinsentido
que nos lleva la vida actual.
Friedrich Nietzsche, filósofo existencialista alemán, escribe de un hombre lunático que se
lanza a un mercado de un pueblo medieval, salta a los escalones de la catedral y luego grita
ante la multitud:

-¡Quiero una misa de réquiem! ¡Quiero una misa de


réquiem! ¡Quiero una misa de réquiem!
-¿Quién ha muerto? -preguntó la gente.
-¡Dios ha muerto! -respondió el lunático.
Y cuando la multitud se mofó del que parecía ser un absurdo anuncio sobre la muerte de
Dios, el lunático dijo en respuesta:
-Si Dios no está muerto, por qué entonces las iglesias
se han convertido en funerarias?

De lo que Nietzsche debió percatarse es de que Dios


no es el que está muerto, sino Su pueblo.

La Biblia nos cuenta esta situación en el mensaje a las iglesias del Apocalipsis.
Apocalipsis 3:14-17 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el
testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y
no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.

¿Que nos pasa que hemos perdido el primer amor, que no vemos a Cristo como el centro
de nuestras vidas?
¿A donde queremos llegar por nuestra cuenta, sin tener la guía y protección de Dios en
nuestras vidas?
Como Iglesia, nos reunimos para poder disparar el poder de Dios, como instrumentos para
que se revele su poder en la tierra.
Estar a su servicio es lo que nos dá valor, no es lo que ganamos, ni la cuenta en el banco, o
el auto, o el celular, o la última ropa a la moda. El consumismo genera vacío.
Nada de eso satisface nuestras necesidades, nada de eso nos llena, oigamos lo Dios nos
recomienda consumir:
Apocalipsis 3:18-22 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego,
para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza
de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me
he sentado con mi Padre en su trono.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Esto es la necesidad que tenemos, como personas y como iglesia. Tenemos que entender
que:
“La iglesia de Cristo es el agente elegido por Dios para la salvación de los hombres. Su
misión es extender el Evangelio por todo el mundo. Y la obligación recae sobre todos los
cristianos. Cada uno de nosotros, hasta donde lo permitan sus talentos y oportunidades,
tiene que cumplir con la comisión del Salvador. El amor de Cristo que nos ha sido revelado
nos hace deudores a cuantos no lo conocen. Dios nos dio luz no sólo para nosotros sino
para que la derramemos sobre ellos. “ CC 81
Dios nos promete poder, Dios nos promete su presencia real, tangible, en nuestra realidad
diaria.
Mateo18:20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos.
Dios quiere estar en medio nuestro, pero nosotros queremos su presencia aquí?, No sería
un estorbo para nuestra vida estar siempre cerca de Dios? Si sentimos eso es porque no
hemos dejado nuestra vana manera de vivir.
Para poder participar de plena presencia de Dios tiene que haber abandono en nuestras
vidas: Abandono del pecado.
“Dios no acepta la confesión sin sincero arrepentimiento y reforma. Debe haber un cambio
decidido en la vida; toda cosa que sea ofensiva a Dios debe dejarse. Esto será el resultado
de una verdadera tristeza por el pecado. Se nos presenta claramente la obra que tenemos
que hacer de nuestra parte: "¡Lavaos, limpiaos; apartad la maldad de vuestras obras de
delante de mis ojos; cesad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad lo justo;
socorred al oprimido; mantened el derecho del huérfano defended la causa de la viuda!"
(Isaías 1: 16, 17)” CC 39
Dios quiere liberarnos del castigo, de la culpabilidad, del estrago que causa el pecado en
nuestras vidas.
Dios quiere estar con nosotros, quiere ser Emmanuel en cada uno de nosotros. Y quiere
sustentarnos con su diestra.
2 Crónicas 7:14 Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren,
y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
La oración es el instrumento que tenemos para unir nuestra vida con Dios.

“Tómame ¡oh Señor! como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame
hoy en tu servicio. Mora conmigo y sea toda mi obra hecha en ti". Este es un asunto diario.
Cada mañana conságrate a Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para ponerlos en
práctica o abandonarlos según te lo indicare su providencia. Sea puesta así tu vida en las
manos de Dios y será cada vez mas semejante a la de Cristo.” CC 70

“La oración es una expresión de quiénes somos... Somos un estado incompleto y vivo.
Somos un hueco, un vacío que llama para ser satisfecho y completado. La oración es la
línea de puntos que es completada con comunicación y relación con Cristo. Es acceder a la
plenitud de Dios”
La gloria del Señor que encuentro en la iglesia al adorar es tan consumidora que me llega a
hacer inconsciente de las fallas de la gente que me rodea.
La Iglesia necesita reformarse. Nadie que vea la realidad lo discute. La reforma viene
cuando la adoración se ha terminado y nos movemos del éxtasis subjetivo a la reflexión
objetiva. Una vez que se experimenta al Santo y nuestro corazón arde con su presencia, la
reforma es inevitable. El gusto de su pureza nos hace desear el cuerpo en el cual Él habita
para ser santo y aceptable delante de Dios. Cualquier cosa menos que pureza en su «nuevo
cuerpo» se vuelve intolerable. Isaías fue parte de esta realidad. Asistió al templo para
adorar y se encontró con la gloria de Dios.

Isaías 6:1-7 “El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y
sublime, y sus faldas llenaban el templo.
Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros,
con dos cubrían sus pies y con dos volaban.
Y el uno al otro daba voces diciendo:
"¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos!
¡Toda la tierra está llena de su gloria!"
Los quicios de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó
de humo.
Entonces dije:
"¡Ay de mí que soy muerto!,
porque siendo hombre inmundo de labios
y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos,
han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos".
Y voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano un carbón encendido, tomado
del altar con unas tenazas.
Tocando con él sobre mi boca, dijo:
--He aquí que esto tocó tus labios,
y es quitada tu culpa
y limpio tu pecado.
Después oí la voz del Señor, que decía:
--¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?

Finalmente el encuentro con Dios llena el vacío, da sentido y finalidad a nuestras vidas, y
nos hace responder a su llamado con las palabras de Isaías:
Isaías 6:8 Entonces respondí yo:
--Heme aquí, envíame a mí.
Dame sentido, dame finalidad, enviame a mí. Permitime vivir a tu servicio.

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