Professional Documents
Culture Documents
NOVENTA
Diciembre, 2000
LA MICROEMPRESA EN NICARAGUA EN LA DÉCADA DE 1990
Índice de contenido
página
INTRODUCCIÓN 01
PRINCIPALES RASGOS DEL MERCADO DE TRABAJO 03
Resultados globales de la Inserción Laboral 03
La Participación Laboral 04
Características de los Puestos de Trabajo 06
1.1. Características de las Personas Ocupadas 12
IDENTIFICACIÓN DE LOS ESTRATOS PRODUCTIVOS 15
Precisión y Ampliación de las Actividades de Baja Productividad 15
La estratificación de las Actividades en Pequeña Escala 18
La Propuesta Operativa 20
Creación de Algunas Variables de Asignación 26
Período de Análisis y Fuentes de Información 28
LA SEGMENTACIÓN DEL MERCADO DE TRABAJO 29
La Estructura Global 30
Perfil de los Puestos de Trabajo 32
El Perfil de las Personas 35
PAPEL DE LA MICRO Y PEQUEÑA EMPRESA NO AGRÍCOLA 39
Magnitud y Composición de las Micro y Pequeñas empresas no agríco- 41
las
El Perfil de los Trabajadores de las Micro y Pequeñas Empresas 43
Las características de los puestos de trabajo 43
Las características de las personas 53
CONCLUSIONES 64
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 67
Anexo A: Ramas de Actividad clasificadas como Modernas 70
Anexo B: Agrupamiento de Ramas de Actividad 72
Anexo C: Cuadros Estadísticos de los Estratos Productivos 74
Anexo D: Una exploración de las operaciones de los micronegocios
INTRODUCCIÓN
Las últimas estimaciones disponibles para Nicaragua, que se refieren al año 1997 y al ám-
bito urbano, señalan que el 60% de los ocupados urbanos se ubicaba en el sector informal, bastan-
te por encima de la media regional del 47% (CEPAL, 1999). Otras estimaciones recientes (Rocha
y Terán, 1998), obtienen que el sector informal representaba el 66% del empleo no agrícola en
1993, cuando en 1985 alcanzaba tan solo al 45%. Análisis previos sobre la evolución en los años
ochenta se encuentra en Chamorro, Chaves y Membreño (1991).
La segmentación del mercado de trabajo urbano en dos estratos a saber, uno formal y otro
informal, utilizando encuestas de hogares tiene una larga tradición. La Organización Internacio-
nal del Trabajo (OIT), a través de su desaparecido Programa Regional del Empleo para América
Latina y el Caribe (PREALC), fue pionera en este tipo de trabajos desde el decenio de los años
setenta (Tokman, 1987; Mezzera, 1990), aunque su enfoque no sea el único existente.1 El análisis
que se realiza en este documento sigue también la tradición del PREALC, pero lo amplía para
incorporar elementos de otros enfoques que permitan avanzar en la estratificación de las activida-
des en pequeña escala. Ello significa que se considera al sector informal con un sector productivo
no agrícola y de pequeña escala, caracterizado por una reducida dotación de capital humano y
físico y por el empleo de técnicas administrativas muy primitivas, todo lo cual se traduce en una
baja productividad y consecuentemente bajos ingresos. No obstante, se reconoce que las reformas
económicas, el proceso de globalización y el desarrollo tecnológico han aumentado la heteroge-
neidad de la producción en pequeña escala y han permitido el desarrollo de una franja de micro-
negocios de gran dinamismo y potencialidad.
Así, aunque la existencia de sectores informales con altos ingresos no es nueva y ya desde
hace mucho tiempo se abandonó la informalidad como una forma de reetiquetar la pobreza, a una
década de reformas económicas se empieza a plantear el surgimiento de una franja del sector in-
formal más vinculado con los sectores dinámicos dentro del proceso de globalización. Este estra-
to tendría mayores posibilidades de crecimiento y desarrollo y en esa dirección se tornaría en me-
1
Raczynski (1977) realiza un primer intento de sistematización de los distintos enfoques emergentes. Cartaya (1987) sintetizan
los distintos enfoques desarrollados en los ochenta. Esfuerzos de sistematización posteriores se encuentran en Pérez-Sainz (1991)
y Portes y Schauffer (1993). Trabajos dentro de algunas de esas orientaciones se encuentran en FLACSO (1988), y Pérez - Sainz
(1991, 1996.) discute desarrollos interpretativos más recientes.
jor candidato de las políticas de apoyo productivo. En simultáneo, sectores de la pequeña empresa
estarían viviendo un proceso de informalización por la generalización de las relaciones de sub-
contratación. Identificar y caracterizar distintos estratos productivos dentro de lo que empieza a
denominar como neoinformalidad (Pérez-Sainz, 1996), a partir de las encuestas de hogares como
fuente primaria de información, es el objetivo del presente trabajo.
∗
Juan Diego Trejos Solórzano
∗
Trabajo realizado para PROMICRO/OIT. Se agradece la asistencia de Inés Sáenz en el procesamiento de la Encuesta Nacional
de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida de 1998, y de Luis A. Oviedo en la sistematización de la información. También se
agradece la colaboración del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua por suministrar la base de
datos de esta encuesta, información que sirve de base a este informe.
El análisis del mercado de trabajo a partir de encuestas de medición de niveles de vida plantea
características particulares que hay que tener presente y que dificultan su comparación con otras
encuestas especializadas en el tema laboral, como, por ejemplo las encuestas, periódicas o conti-
nuas, de empleo y desempleo. La distribución de la muestra a través de varios meses permite
medir las formas de empleo estacional y ocasional, en tanto que la medición y compatibilización
de la información referida a gastos e ingresos facilita la identificación de actividades productivas
generadoras de ingresos. Por el contrario, la indagación menos precisa sobre la realización efec-
tiva de trabajo puede contrarrestar las ganancias previas. Por otra parte, los menores tamaños
muestrales y el gran volumen de información a recolectar pueden restarle precisión a las estima-
ciones.
La edad de partida para medir la participación laboral, es otro elemento que agrega discre-
pancias entre ambos tipos de fuentes. La encuesta de medición de niveles de vida investiga la
participación laboral a partir de los seis años de edad en tanto que las encuestas de empleo y des-
empleo tienden a delimitar la población activa a partir de rangos etarios superiores. La edad de
corte tradicional en Nicaragua ha sido a partir de los diez años de edad, y la recomendada interna-
cionalmente es a partir de los quince años. Teniendo presentes estas posibles limitaciones, a con-
tinuación se presentará una caracterización del mercado de trabajo nicaragüense a finales del de-
cenio de los noventa y considerando a la población de diez o más años de edad.2 En el análisis
posterior sobre la producción en pequeña escala, se ampliará el rango de edad para incorporar el
trabajo infantil.3
La Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida (conocida como ENMV´98)
estima la población nicaragüense en cerca de 4,8 millones de personas, hacia mediados de 1998.4
El 72% de los habitantes (3,4 millones) tienen diez o más años de edad, y, de ellos, algo más de la
mitad componen la fuerza de trabajo o población económicamente activa (1,9 millones de perso-
nas ó 55% de la población de 10 ó más años). El desempleo abierto afecta al 12% de la fuerza de
trabajo, de manera que la población activa ocupada se ubica en torno a los 1,7 millones de nicara-
güenses.
2
En este trabajo no se avanza en la comparación con otras fuentes o encuestas por lo que algunas de las limitaciones señaladas
pierden relevancia.
3
Las características generales de la encuesta y sus principales resultados pueden consultarse en INEC (2000).
4
La recolección de la información se realizó entre el 15 de abril y el 31 de agosto de 1998.
Cuadro 1
Nicaragua: Condición de actividad de la población de 10 o más años de edad. 1998
(Cifras absolutas en miles y tasas en porcentajes)
Población Total 4.808 2.355 2.453 2.620 1.238 1.381 2.189 1.117 1.072
Menores de 10 años 1.368 681 687 683 342 341 686 339 346
De 10 o más años 3.440 1.674 1.766 1.937 897 1.040 1.503 778 725
Población Activa 1.880 1.232 648 1.063 609 454 817 624 194
Ocupados 1.662 1.101 561 916 524 391 746 577 169
Desocupados 218 131 87 147 84 63 71 47 24
Población Inactiva 1.560 442 1.118 874 288 586 686 154 531
1
Tasa Bruta de Participación 39 52 26 41 49 33 37 56 18
2
Tasa Neta de Participación 55 74 37 55 68 44 54 80 27
3
Tasa de Ocupación 48 66 32 47 58 38 50 74 23
4
Tasa de Desempleo abierto 12 11 13 14 14 14 9 7 13
El cuadro 2 busca ofrecer alguna información sobre los determinantes de la incorporación por
sexo y zona de residencia, concentrándose en las tasas netas de participación. Estas tasas se han
calculado tanto cuando la población se mide desde los seis años de edad como cuando se hace a
partir de los diez años, y con el fin de mostrar el peso del trabajo infantil. La menor participación
de los niños hace que la tasa se reduzca del 55% al 49% cuando la población de referencia se am-
plía hasta los seis años, aunque sin modificar las relaciones por zona o sexo. Ello se debe a que la
participación de la población infantil (de seis a nueve años) aunque presente no parece importante
pues representa apenas al 4% de ese grupo etario. No obstante, cabe destacar que esta participa-
ción es mayor entre los hombres y en la zona rural. Este patrón de incorporación, como se verá
posteriormente, se asocia con el trabajo agrícola, reservorio del trabajo infantil-juvenil.
Cuadro 2
Nicaragua: Tasas de Participación Laboral de la población de 6 o más años de edad. 1998
(Población activa como porcentaje de la población en edad de trabajar)
Promedio
Población de 6 o más años 48 64 32 48 59 38 47 70 23
Población de 10 o más años 55 74 37 55 68 44 54 80 27
Edad
De 6 a 9 años 4 5 2 2 3 1 6 8 4
De 10 a 14 años 19 28 10 12 14 10 27 43 10
De 15 a 24 años 54 77 31 50 66 36 59 90 25
De 25 a 49 años 74 95 56 79 95 66 67 94 40
De 50 o más años 54 77 31 53 74 38 54 81 21
1/
Educación
Analfabeta 54 81 28 54 71 42 55 84 21
Primaria Incompleta 48 67 29 45 56 34 51 76 24
Primaria Completa 57 77 40 56 72 41 60 83 36
Secundaria Incompleta 54 74 37 54 70 40 54 85 27
Secundaria Completa 72 84 63 71 82 63 76 93 66
Técnica 80 94 72 80 96 72 78 88 73
Superior 79 86 71 79 85 72 84 100 63
1/
Relación con Jefe
Jefe 83 91 61 82 91 65 84 92 49
Cónyuge 42 84 39 54 89 51 29 75 27
Otro 46 62 29 43 53 33 50 72 23
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Este patrón de incorporación de las mujeres está asociado tanto a factores de demanda de
trabajo como a factores de oferta. Por el lado de la demanda es claro que las actividades agríco-
las, dominantes en el ámbito rural generan menores oportunidades de empleo en esa zona y desin-
centivan la participación femenina. Por el lado de la oferta, es igualmente claro que la mayor
calificación y las mayores responsabilidades en el mantenimiento del núcleo familiar presionan
por una mayor inserción. A mayor educación, mayores son las posibilidades de inserción, en par-
ticular entre las mujeres. Así, mientras que los hombres no muestran grandes diferencias en sus
tasas de participación una vez que completaron la primaria, para las mujeres, el concluir la secun-
daria, independiente de la zona de residencia, les permite casi duplicar su participación laboral.5
Las mayores responsabilidades dentro del hogar también obligan a insertarse para generar
los recursos que demanda el hogar. Así, cuando se tiene la jefatura del hogar, la participación es
casi el doble de cuando la persona no tiene obligaciones aparentes dentro del hogar (otro miem-
bro) y en una situación intermedia se sitúa cuando se tiene el papel de cónyuge. Este último pa-
trón se reproduce claramente tanto en hombres como en mujeres y con independencia de la zona
de residencia.
Poniendo la atención en la población activa efectivamente ocupada, es posible analizar las carac-
terísticas que tienen los distintos empleos generados en términos de su peso relativo, nivel de las
remuneraciones y jornadas de trabajo.6
Un rasgo distintivo del mercado de trabajo nicaragüense es el peso del sector agrícola como em-
pleador, aunque no alcanza las dimensiones del caso guatemalteco (40% del empleo total). Mien-
tras que en países de la zona como Costa Rica y Panamá, el empleo agrícola no supera al 20% del
empleo total, en Nicaragua representa un 36%, lo que determina una menor terciarización de su
mercado de trabajo a pesar del gran peso que tiene su población urbana (ver cuadro 3). Dentro de
este sector, la producción de café y otras frutas aporta apenas un 11% del empleo agrícola y la
producción de cereales un 61%, lo cual parece sugerir que no es un sector productivo muy diver-
sificado y en ese sentido muy vulnerable. Aunque se presentan diferencias en su interior, la cali-
dad del empleo es reducida, tanto por la presencia de remuneraciones por debajo de la media na-
cional, como por la extensión de las jornadas de trabajo que sugieren una alta incidencia del sub-
empleo. Un mejoramiento de la calidad del empleo pasa entonces por mejorar las condiciones
laborales de este sector.
5
La caída en la participación de la población con secundaria incompleta tiene su origen al efecto que se produce al medir la acti-
vidad económica a partir de edades tan bajas. Muchos de los que tienen secundaria incompleta son jóvenes que aún se encuentran
estudiando.
6
No fue posible considerar la cesantía como indicador de subutilización de la mano de obra pues la encuesta no permite identifi-
car las características ocupacionales de su último empleo.
Cuadro 3
Nicaragua: Estructura del Empleo por rama de actividad. 1998
(Población ocupada de 10 o más años de edad)
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida
de 1998 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República de
Nicaragua.
trial más diversificada, dan cuenta del 6% del empleo nacional, 60% del empleo industrial, y ma-
nifiestan una calidad del empleo similar a la media nacional.
El resto de los sectores productores de servicios aportan en conjunto un tercio del empleo
total. En su interior existe una amplia heterogeneidad que va de los sectores con empleo más
calificado y de mejor calidad (como los servicios básicos, servicios a las empresas y servicios
estatales y sociales), hasta los servicios a las personas que muestran las condiciones más desfavo-
rables. Los tres primeros servicios señalados, que tienen un alto componente estatal, aportan el
18% del empleo total, sus retribuciones laborales son por lo menos un 20% mayores al promedio,
aunque muestran una amplia dispersión en cuanto a jornadas de trabajo. Al otro extremo están
los servicios a las personas que aportan un 8% del empleo nacional. Las remuneraciones son tan
bajas como las de la agricultura y por debajo de las de la industria de la confección, asociadas
también probablemente con alto subempleo aunque altas jornadas, sugiriendo también la fuerte
presencia de trabajo independiente y baja productividad. En una situación intermedia se encuen-
tran los servicios de reparación y en situación mejor los servicios turísticos, que, de paso, tienen
un alto protagonismo en el empleo total (6%).
Cuando se observa la estructura de ocupaciones, se pueden identificar tres grandes bloques (cua-
dro 4). En la parte superior de la estructura, que representa un 13% del empleo total, se ubican las
ocupaciones de cuello blanco o técnico- administrativas y donde el 65% de ellas corresponde a
profesionales y técnicos. Son puestos que demandan de una mayor educación formal y conse-
cuentemente se asocian con las mayores remuneraciones. Estas remuneraciones se corresponden
con el grado de responsabilidad y calificación de las ocupaciones. Así, mientras que los directo-
res y gerentes ganan cuatro veces la media nacional, los empleados de oficina reciben una remu-
neración similar al promedio de los trabajadores.
Cuadro 4
Nicaragua: Estructura del Empleo por grupo ocupacional. 1998
(Población ocupada de 10 o más años de edad)
1/ Ingreso laboral en la ocupación principal en cordobas corrientes por mes. Excluye trabajadores sin
ingreso.
2/ Ingreso promedio nacional = 100%.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida
de 1998 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República de
Cerca de un tercio del empleo total lo realizan los trabajadores en forma independiente,
particularmente bajo la forma de trabajador por cuenta propia. Estos últimos representan el 27%
del empleo total y el 87% del trabajo independiente. Aunque pueden conformar un grupo muy
heterogéneo, en promedio registra ingresos que representan el 92% del promedio nacional. Parte
de este resultado descansa en el hecho de que no prevalecen las menores jornadas de trabajo. Los
trabajadores independientes que utilizan mano de obra asalariada, esto es, los patronos, son un
grupo reducido pues representan apenas el 4% del empleo nacional. Sin embargo, sus ingresos
son casi cuatro veces mayores que el promedio nacional. Su poco peso, junto al de los asalaria-
dos, sugiere una estructura productiva donde predominan los establecimientos de pequeña escala
y el autoempleo.
El cuadro 5 incorpora también información sobre el empleo por tamaño del establecimiento y
permite corroborar la presunción sobre el papel de la producción en pequeña escala. Dos de cada
tres trabajadores labora en micronegocios (67%), esto es, establecimientos que cuentan de 1 a 5
trabajadores. Si a ellos le agregamos los que se insertan en pequeños negocios, de 6 a 10 trabaja-
dores, tenemos que el 76% de los trabajadores están en establecimientos de no más de 10 trabaja-
dores y que el 83% de los trabajadores lo hace en establecimientos de pequeña escala (de 1 a 30
trabajadores). Cabe señalar que se está hablando de establecimientos y no de empresas necesa-
riamente y que se están incorporando también las actividades agrícolas y estatales.
Cuadro 5
Nicaragua: Estructura del empleo por categoría ocupacional y tamaño del establecimiento. 1998
(Población ocupada de 10 ó más años de edad)
1/ Ingreso laboral en la ocupación principal en córdobas corrientes por mes. Excluye trabajadores sin ingreso.
2/ Ingreso promedio nacional = 100%.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida
de 1998 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Los datos también muestran cómo las condiciones laborales mejoran conforme se pasa a
establecimientos de mayor tamaño, pues las remuneraciones son mayores. Estos resultados sugie-
ren que un mejoramiento en las condiciones laborales de la población nicaragüense pasa por me-
jorar la calidad del empleo del sector agrícola y de la producción en general en pequeña escala.
La encuesta también permite conocer las características de las personas que efectivamente consi-
guieron trabajo y sus condiciones laborales. Esta información aparece resumida en el cuadro 6.
Los datos del cuadro 6 muestran que las mujeres representan cerca de un tercio del total de perso-
nas ocupadas y ostentan jornadas de trabajo completas aunque menores. Donde presentan mayo-
res divergencias en cuanto a las remuneraciones, estas son un 20% inferiores al promedio nacio-
nal y representan tan solo el 73% de la remuneración media que tienen los hombres. Esta brecha
de ingresos es bastante amplia y aunque tiene parte de su explicación en las diferentes jornadas,
muestra también posibles problemas de discriminación salarial y formas diferenciales de inser-
ción laboral, con predominio entre ellas del autoempleo.
La edad de las personas es una buena proxi de su experiencia laboral. Los datos del cuadro 6
muestran como las condiciones laborales mejoran cuando aumenta la edad de la persona. A ma-
yor edad junto a una mayor experiencia, mayores posibilidades de acumulación. El empleo juve-
nil (de 10 a 14 años) representa el 6% del empleo total y sus remuneraciones apenas corresponden
al 25% del promedio nacional. Ello corrobora el hecho de que el trabajo de los menores puede
acompañarse de altos grados de explotación económica.
El resto de los trabajadores jóvenes (de 15 a 24 años), que representan el 27% del empleo
total, mejoran sus condiciones laborales pero se mantienen por debajo de la media nacional con
remuneraciones inferiores en un 42%. Cuando adquieren edades plenamente activas y mayor
experiencia (de 25 a 49 años), sus condiciones laborales tienden a estar por encima del promedio
nacional en cuanto a remuneraciones y con baja incidencia del subempleo.
Cuadro 6
Nicaragua: Estructura del empleo según características de las personas. 1998
(Población ocupada de 10 o más años de edad)
1/ Ingreso laboral en la ocupación principal en córdobas corrientes por mes. Excluye trabajadores sin ingreso.
2/ Ingreso promedio nacional = 100%.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida
de 1998 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Al otro extremo de la pirámide educativa, los trabajadores que tienen algún grado aproba-
do de educación superior, cuyo número es reducido pues no supera al 6% del empleo total, osten-
tan remuneraciones que son más de tres veces el promedio nacional. En un mercado de trabajo
donde predomina el trabajo no calificado, también posibilita el disfrute de buenas condiciones
laborales para aquellos que han completado la educación secundaria y, sobre todo, para los que
tienen formación técnica, que representan el 6% y el 4% respectivamente del total de ocupados
del país.
La zona de residencia determina las opciones laborales disponibles y aporta también un perfil
determinado de la mano de obra disponible. Por ello, las zonas rurales y las regiones de base más
rural y por ende agrícola, muestran las menores remuneraciones y los mayores grados de subutili-
zación de su mano de obra. Por el contrario, la región metropolitana y la zona urbana reflejan las
mejores condiciones laborales, con las remuneraciones mayores, en ambos casos sin mayores di-
ferencias en cuanto a jornadas se trata. Así, la zona urbana, que alberga al 55% de la población
ocupada, ofrece remuneraciones que superan en promedio en un 24% la media nacional. Del
mismo modo, la región metropolitana, agrupa al 27% de los ocupados y sus remuneraciones son
un 49% superiores, como promedio, a la media nacional.
7
Esta sección se basa en Trejos (2000).
8
Es bastante aceptada la necesidad de utilizar estrategias mixtas de encuestas de hogares y de encuestas de establecimientos para
identificar y caracterizar este segmento productivo (PREALC, 1986).
9
En Panamá los empleados del Gobierno se asimilan directamente con establecimientos de 50 ó más empleados, por lo que su
exclusión del sector informal es automática. En otros países, como Costa Rica, Guatemala e incluso Nicaragua, se insiste más en
el tamaño del establecimiento que en el de la empresa o institución, por lo que suelen aparecer empleados públicos en estableci-
mientos de todo tamaño y su exclusión explícita es necesaria.
Tamaño del establecimiento: Con base en la evidencia sobre cambios en la relación capi-
tal-trabajo de los establecimientos a partir de aquellos con cinco trabajadores, se generalizó el
criterio de identificar al sector informal utilizando el tamaño del establecimiento en términos del
número de trabajadores (Mezzera, 1990; Mezzera y Christen, 1997). Ello llevó a la incorporación
en las encuestas de hogares de una pregunta sobre el tamaño del establecimiento, aunque se man-
tiene confusión o desacuerdo sobre dónde realizar el corte. Por ejemplo, hasta el Panorama Labo-
ral de 1998 (OIT, 1998), la OIT hablaba de menos de cinco trabajadores (de 1 a 4) en tanto que
para su último informe (OIT, 1999), al igual que la CEPAL (1999), utiliza de 1 a 5 empleados.
Ambas agencias incrementan el tamaño hasta 10 (o menos de 10 empleados), según la disponibi-
lidad de información. En esta aproximación tradicional, el uso de uno u otro límite no es despre-
ciable en cuanto a la magnitud del sector al que se arriba.
Aquí surgen varios elementos que deben especificarse. Por una parte, la asimilación entre
producción en pequeña escala e informalidad no es automática, sobre todo si se tiene presente que
se indaga por el tamaño del establecimiento y no de la empresa. Además, la descentralización de
actividades dentro del paradigma de la especialización flexible que reemplaza poco a poco al for-
dismo, hace cada vez menos válida esa asimilación (Weller, 1998a). Asimismo, la irrupción de
nuevas tecnologías y en particular de la microelectrónica permite el desarrollo de actividades de
alta base tecnológica pero con reducido personal. Entonces, dentro de los establecimientos pe-
queños pueden coexistir actividades formales e informales.
Ocupación: La práctica común al respecto ha sido excluir como parte del sector informal
a los trabajadores por cuenta propia que desempeñan ocupaciones técnicas o profesionales y en
algunos casos gerenciales o administrativas (CEPAL, 1998). La idea es excluir, entre otros, a los
10
La encuesta EMNV 98 pregunta el número de trabajadores por rangos (ver cuadro 5). En ese sentido, no se puede hacer el
corte en 4 trabajadores sino en 5 para el micronegocio. También para pequeña empresa, no existe un corte en 20 trabajadores.
Para no limitar demasiado el rango de la pequeña empresa se ha optado por realizar el corte en 30 trabajadores y definir la peque-
ña empresa de 6 a 30 trabajadores y no en 19/20, como se hizo para el caso costarricense y el panameño.
La estrategia que se sigue es mantener la exclusión del sector de baja productividad de los
que desempeñan ocupaciones técnico-profesionales, agregando también la exclusión de los gra-
duados universitarios, con el fin de no considerar como parte del sector de baja productividad a
aquellos que reportan desempeñar ocupaciones gerenciales o de otra índole. Esto se hace tanto
para los trabajadores por cuenta propia como para los patronos y los asalariados. En cuanto a los
asalariados, aunque el riesgo que se corre es el estar incorporando trabajadores en situación de
subempleo por saturación del mercado de profesionales, lo que se busca es identificar las ocupa-
ciones que pueden estar siendo desempeñadas por los graduados universitarios, sobre todo en
micronegocios de base tecnológica. La identificación de trabajadores no calificados en activida-
des que laboran con estos profesionales se hará, como se explicará más adelante, con la identifi-
cación de ramas productivas modernas.
En los párrafos anteriores se ha delineado la estrategia seguida para separar las actividades de baja
productividad de las actividades moderna, esto es, la estrategia para precisar mejor la medición de
Estos estratos debían cumplir dos condiciones: una, que ofrecieran agrupaciones con ma-
yor homogeneidad interna y mayor diferenciación entre ellas; otra, que llevasen a tamaños relati-
vos con un número suficiente de casos para que las encuestas de hogares puedan decir algo esta-
dísticamente significativo de cada uno. Las variables sugeridas para realizar la separación fueron
el ingreso, el acceso al seguro de salud y las horas trabajadas como “proxi” de las condiciones de
trabajo. Los problemas a resolver entonces giran en torno a la búsqueda de criterios y variables
alternativas, la asociación de los trabajadores con los establecimientos, la falta de respuesta en
variables clave como ingreso, y la posible confusión o superposición entre informalidad y preca-
riedad laboral.
Para evitar la asociación unívoca entre producción y pequeña escala e informalidad o baja produc-
tividad y avanzar en la asociación de trabajadores con sus establecimientos, se procedió a revisar
la clasificación de actividades económicas a cuatro dígitos (CIIU revisión 3 a cuatro dígitos) y a
seleccionar ramas que podrían considerarse modernas por una serie de características como las
siguientes.
• Requieren una gran cantidad de capital financiero para operar: como el comercio mayorista.
• Requieren una dotación de capital físico muy elevada para operar: como la producción y dis-
tribución de electricidad, gas y agua.
• Requieren de un alto capital humano para desempeñar la actividad: como los servicios técni-
co-profesionales y sociales, entre otros.
• Enfrentan requisitos legales indispensables para operar que los sacan de la esfera informal:
como las ventas de medicinas (farmacias), de combustible (las estaciones gasolineras), los es-
tablecimientos financieros, etc.
• Existe escasa heterogeneidad tecnológica en su interior por lo que no coexisten establecimien-
tos con tamaños y productividades muy dispares. Por este último criterio no se intenta identi-
ficar ramas modernas dentro del sector manufacturero.
Con este procedimiento se identificaron 82 ramas productivas que se clasifican directamente co-
mo modernas. Todos los trabajadores dentro de ellas pertenecen entonces a empresas modernas.
En el anexo A se listan las ramas seleccionadas como modernas. Estas ramas representaron en
1998 el 17% del empleo total y el 26% del empleo no agrícola de Nicaragua. Cabe señalar que
mucho de este empleo corresponde también e empleados públicos que tienden a excluirse de las
actividades de baja productividad por la vía de otros criterios.
Una vez separadas las ramas modernas, el resto de las ramas no agrícolas se descomponen en un
estrato moderno y tres estratos de baja productividad. En la línea de lo propuesto por Briones
(1998), Van Hemelryck (1993), CEPAL (1997b) y Tapia (1997) y siguiendo la metodología pro-
puesta por Trejos (1999), se identifican tres estratos de baja productividad, aunque siguiendo en
este caso criterios diferenciados según el tamaño y la organización del establecimiento de la si-
guiente manera11.
11
El servicio doméstico, que no es parte de la micro o pequeña empresa, se considera perteneciente al estrato de subsistencia.
12
Se considera el autoempleo con independencia del número de trabajadores que informan tener. En las encuestas de Guatemala
y de Nicaragua, un reducido número de trabajadores por cuenta propia señala tener más de 5 trabajadores e incluso más de 10 en
algunos casos.
La separación por estratos, propuesta aquí, privilegia, para los trabajadores independientes, el
ingreso obtenido en su ocupación principal. Como lo que interesa es si tiene ingresos que les
permitan generar ahorros y retribuir su fuerza de trabajo, se considera el ingreso total con inde-
pendencia de las horas trabajadas. También se realiza una distinción entre patronos y cuenta pro-
pia y por tamaño del establecimiento. Como variable auxiliar se utilizan el grupo ocupacional y
el nivel de educación. Los problemas básicos aquí son establecer los límites de cada estrato y
manejar los ingresos no reportados.
Para establecer los límites se utilizó inicialmente, como en el resto de los estudios del
área, el salario mínimo minimórum (SM) vigente en el mercado de trabajo nicaragüense como
indicador del costo de oportunidad del trabajador independiente. Este salario corresponde al es-
tablecido para las ocupaciones agrícolas y su selección se basa en varias razones. En primer lugar,
la estructura de salarios mínimos en Nicaragua es compleja, con salarios diferenciados por activi-
dades y ocupaciones. Por otra parte, el uso de otro salario mínimo demandaría estimar promedios
que para que tengan sentido deberían ponderarse por una estructura ocupacional que no se cono-
ce. Finalmente, la subestimación de los ingresos que normalmente acompañan las encuestas a los
hogares, y que adquieren magnitudes significativas en el caso de los trabajadores independientes,
aconsejan utilizar una norma más bien modesta, que de paso posibilita arribar a estratos con sufi-
ciente número de observaciones.
Este criterio hubo que modificarse ligeramente ya que el salario mínimo se encontraba
muy desfasado con relación a los ingresos laborales efectivos. En efecto, mientras que el ingreso
laboral en la ocupación principal duplicaba al salario mínimo como promedio en Costa Rica, Pa-
namá y Guatemala, en Nicaragua más que cuadruplicaba al salario mínimo. Del mismo modo, si
la atención se ponía en el salario medio del trabajador no agrícola no calificado (sin primaria
completa), los tres países señalados mostraban un salario medio apenas cerca del 44% superior al
mínimo minimórum, en tanto que para Nicaragua prácticamente triplicaba al salario mínimo.
tizar la conformación de estratos diferenciados entre sí y con suficiente tamaño para tener repre-
sentación estadística.13 Los criterios seguidos fueron entonces:
Patronos
4. Microempresa moderna
• En rama moderna.
• En rama no moderna con ingreso mayor o igual a 4 SM.
• Profesional, técnico o graduado universitario en rama no moderna con ingreso mayor o
igual a 3 SM y menor a 4 SM.
7. Microempresa de subsistencia
• No profesional, técnico o graduado universitario en rama no moderna con ingreso menor a
1 SM.
8. Moderno
13
Una tercera parte de los trabajadores no agrícolas tienen salarios inferiores al salario mínimo, un 71% no superan los dos sala-
rios mínimos, un 82% se encuentran por debajo de tres salarios mínimos y sólo un 8% supera los cuatro salarios mínimos.
14
Se refiere al salario mínimo y que corresponde a 600 córdobas por mes.
• En rama moderna.
• En rama no moderna con ingreso mayor o igual a 4 SM.
• Profesional, técnico o graduado universitario en rama no moderna con ingreso mayor o
igual a 3 SM y menor a 4 SM.
9. De acumulación ampliada
• No profesional, técnico o graduado universitario en rama no moderna con ingreso mayor o
igual a 3 SM y menor a 4 SM.
• Profesional, técnico o graduado universitario en rama no moderna con ingreso menor a 3
SM.
11. De subsistencia
• No profesional, técnico o graduado universitario en rama no moderna con ingreso menor a
1 SM.
Obsérvese que para la pequeña empresa no se define el estrato de subsistencia por considerarlo
una situación poco probable y con mayor probabilidad de confundirlo con situaciones de preca-
riedad laboral. El segundo problema a resolver tiene que ver con la no respuesta de los ingresos
provenientes de la renta empresarial. En el caso nicaragüense, aunque la encuesta muestra una
reducida no respuesta en la mayoría de las preguntas y ello es también así para los ingresos, estos
casos están presentes y se aislaron y trataron inicialmente como una categoría independiente, pero
asociada a los estratos de baja productividad, que se ha denominado estrato no bien identificado
(E.N.B.I). Con ello es posible reconstruir el empleo por tamaño del establecimiento y para los
estratos de baja productividad. Los resultados encontrados señalan que solo en el caso del auto-
empleo aparecieron unos pocos casos (0,3% de los trabajadores por cuenta propia en actividades
no agrícolas). Ante su reducido número se decidió integrarlos al estrato de subsistencia. El ar-
gumento seguido aquí es que al no estarse considerando los trabajadores independientes de mayor
calificación (profesionales, técnicos o graduados universitarios), lo más probable sería que el no
reporte de ingresos tenga una causa en la imposibilidad de establecer el monto respectivo, por la
ausencia de procedimientos mínimos de contabilidad, que por el fin de no reportar la presencia de
elevados ingresos.
Para los trabajadores asalariados, se distinguió entre empleados del gobierno, asalariados de em-
presas privadas, y el servicio doméstico.15 Para los asalariados de la empresa privada, pese a po-
15
La encuesta EMNV 98 no permite identificar directamente ni a los empleados públicos ni al servicio doméstico. Esta separa-
ción se realizó controlando por rama de actividad.
derse contar con una aproximación de la variable de aseguramiento, se utilizaron como variables
de asignación adicionales al monto del salario, la ocupación y la educación formal de las perso-
nas, y en menor medida las jornadas realizadas. Con la ocupación se busca distinguir tanto a los
profesionales y técnicos como aquellas ocupaciones de tipo administrativo-gerencial que implican
ya una detallada división del trabajo en el establecimiento. La hipótesis detrás de ello es que,
cuanto más informal es el establecimiento, más escasa es la división interna del trabajo, y será
entonces mínima la posibilidad de encontrar trabajadores que desempeñen exclusivamente fun-
ciones administrativas. Los criterios específicos seguidos fueron:
En los casos de asalariados del sector privado con ingresos no reportados pero con información
sobre el tamaño del establecimiento, la jornada y la ocupación, se asignaron al tamaño respectivo
y al estrato de baja productividad manteniendo la categoría “E.N.B.I.”. Al igual que para los tra-
bajadores independientes, su número no resultó significativo (0,0% en la pequeña empresa y 0,2%
en la microempresa) y se agregó al estrato de subsistencia, para simplificar el manejo y presenta-
ción de la información.
Servicio doméstico
Empleados estatales
Comprende la totalidad de los empleados del gobierno y se identifican como parte de las activi-
dades modernas y con independencia del tamaño del establecimiento.
Categoría ocupacional: la categoría ocupacional no distingue entre los asalariados privados, los
empleados públicos y aquellos que se desempeñan en oficios domésticos.
− Empleados públicos: en el caso del empleo público, este se aproximó considerando las ramas
de actividad que son de la esfera exclusiva o casi exclusiva del sector público, previa consulta
con funcionarios del INEC. Aunque con este procedimiento se realiza solo una aproximación
del empleo público, sí se logra aislar al grueso de este, y de esa forma sus principales caracterís-
ticas. Las ramas incorporadas (CIIU, revisión 3) son: 4010 a 4100, 6411, 6420, 6511, 8511,
9800, 8010, 8021, 8122, 7511 a 7530.
Subempleo: para el análisis de la calidad del empleo generado por cada estrato, mas no para la
asignación de los trabajadores a cada estrato, se construyó un indicador sobre el grado de subutili-
zación de la mano de obra, identificando a los trabajadores en situación de subempleo. Estos co-
rresponden a aquellos que sufren subempleo visible o invisible definidos de la siguiente manera.
- Subempleo visible: ocupados que laboran menos de 40 horas por semana (considerando
todas las ocupaciones), de manera involuntaria (desean trabajar más horas para obtener ingreso
adicional) y por razones económicas (baja en la demanda, falta financiamiento o falta de trabajo).
16
Recuérdese sin embargo que subsisten diferencias con la aproximación tradicional al excluir ramas modernas y patronos y
asalariados privados de microempresas profesionales, técnicos o graduados universitarios. Simulaciones realizadas sugieren que el
empleo en el sector informal no agrícola se reduce un 10% con estos criterios adicionales.
Diagrama 1
Nicaragua: Estructura del mercado de trabajo según segmento, tamaño y estrato productivo. 1998
Comerciales
16%
AGRÍCOLA
36%
Tradicional
20%
Estatal
EMPLEO 9%
TOTAL Moderno
27% Mediana y Gran Empresa 8%
100%
Pequeña Empresa 4%
Privado Microempresa 3%
18% Cuenta Propia 4%
NO AGRÍCOLA
64%
Pequeña Empresa Acumulación Ampliada 1%
4% Acumulación Simple 3%
El cuadro 7, que complementa el diagrama anterior, muestra la composición del mercado de tra-
bajo de Nicaragua en 1998. Como se indicó, cerca de dos millones de personas (1,7 millones)
conforman la población ocupada en 1998. El 36% se ocupa en actividades agrícolas, y de ellos
menos de la mitad (44%) está vinculado a actividades agrícolas comerciales. Ello significa que el
64% de los ocupados (1,1 millones de personas) se desempeñan en trabajos no agrícolas. Dentro
de ellos, 623 mil de trabajadores se identifican como laborando en actividades productivas de baja
productividad y pequeña escala. Esto equivale al 37% del empleo total del país y al 58% del em-
pleo no agrícola. El 90% de los ocupados en las actividades de baja productividad (561 mil per-
sonas) se ubican en el sector informal. Los ocupados en el sector informal representan entonces
el 33% del empleo total del país y el 52% del empleo no agrícola.
Cabe destacar también que un 42% del empleo no agrícola se ubica entonces en estable-
cimientos, públicos y privados, que se pueden considerar modernos. Dentro de ellos, el empleo
generado por el sector público, tal como ha sido estimado para este trabajo, representa el 34% del
empleo moderno, lo que equivale al 14% del empleo no agrícola y al 9% del empleo total del pa-
ís. El sector privado aporta entonces el 66% restante y, dentro de él, la mediana y gran empresa
(de 31 o más trabajadores) es responsable del 43% del empleo privado moderno (29% del empleo
moderno total).
17
Con el fin de aprovechar la información sobre trabajo infantil-juvenil, a partir de esta sección se trabajará con la población
ocupada de seis o más años. Cabe señalar que ello no genera mayores cambios ni en magnitud ni en la composición de la pobla-
ción ocupada por segmento y estrato.
18
Recuérdese que el servicio doméstico se considera una actividad de subsistencia.
Servicio Doméstico 94 6 9 15 17
A-.N.B.E. 1 0
1/ De 31 o más trabajadores.
2/ De 6 a 30 trabajadores
3/ De 2 a 5 trabajadores con empleo asalariado.
4/ Incluye al Servicio Doméstico como actividad de subsistencia.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Esto significa que las actividades en pequeña escala modernas (pequeñas o micronegocios,
incluyendo el autoempleo) aportan en conjunto más de la mitad del empleo privado moderno
(57%), lo que equivale al 37% del empleo moderno total.
Como punto de partida para analizar las características de los distintos estratos de las micro y pe-
queñas empresas de baja productividad, se presenta una comparación con los distintos estratos
productivos, incluyendo las actividades de origen agropecuario y los sectores modernos. Siguien-
do a Weller (1997b), es posible identificar y diferenciar, utilizando las encuestas a hogares, carac-
terísticas asociadas a los puestos de trabajo de aquellas asociadas con las personas que los desem-
peñan. Partiendo de las características de los puestos de trabajo, el cuadro 8 recoge un conjunto
de indicadores en esa dirección y para los distintos estratos productivos.
Con relación a los puestos de trabajo, los puestos remunerados bajo una relación de de-
pendencia salarial son menos frecuentes entre las actividades de baja productividad, aunque por
encima de la media del sector agrícola. Un 44% de los trabajadores en los estratos de baja pro-
ductividad están incorporados bajo una relación de dependencia salarial, lo que evidencia el gran
protagonismo del trabajo independiente, en particular del autoempleo, responsable del 53% del
empleo en los sectores de baja productividad. La incidencia del trabajo asalariado depende cla-
ramente del tamaño del establecimiento y dentro de las actividades informales, de la composición
por tamaño y tipo de inserción. Por ello es de esperar que, en la pequeña empresa, su presencia
sea mayor que en el sector informal, por el peso del autoempleo en este último, y que en la mi-
croempresa muestre un promedio por encima del sector informal.
Teniendo esto presente, en las actividades de baja productividad, la presencia del empleo
asalariado parece aumentar conforme menos productivo es el establecimiento. Aunque este resul-
tado puede surgir de la aproximación metodológica seguida, sugiere que, dentro de los estableci-
mientos de baja productividad, los menos productivos son los más grandes en términos relativos;
esto es, que estaríamos ante la posible presencia de situaciones de sobreempleo. Este resultado
también surge del hecho de que el autoempleo tiene un mejor perfil de productividad que la mi-
croempresa, esto es, que tiene relativamente más presencia en las actividades de acumulación,
simple y ampliada, y que el servicio doméstico se clasifica como de subsistencia
Los sectores productivos donde se concentran los puestos generados por los distintos es-
tratos muestra que los sectores de baja productividad tienen también una mayor presencia dentro
de la producción de bienes secundarios (industria manufacturera y construcción), en especial entre
la pequeña y la microempresa. Aunque la presencia del sector público reduce el peso del empleo
en los sectores secundarios dentro de las actividades modernas, dentro de las actividades privadas
modernas, la producción secundaria alcanza cierto peso, especialmente dentro de la mediana y
gran empresa.
Total Ocupados 53 49 48 56 9 76
Actividades No Agrícolas 60 22 49 64 13 84
Pequeña Empresa 93 54 50 33 7 87
De Acumulación Ampliada 99 57 41 50 31 88
De Acumulación Simple 92 54 52 29 1 87
Sector Informal 39 20 48 35 1 77
De Acumulación Ampliada 19 16 47 81 5 69
De Acumulación Simple 24 26 50 46 0 86
1
De Subsistencia 53 17 48 20 0 73
Microempresas 89 39 51 35 0 84
De Acumulación Ampliada 85 44 59 74 0 94
De Acumulación Simple 81 42 53 42 0 87
De Subsistencia 97 35 47 18 0 79
Cuentapropismo o autoempleo 0 17 44 38 1 72
De Acumulación Ampliada 0 9 43 86 6 62
De Acumulación Simple 0 19 48 48 0 85
De Subsistencia 0 20 41 16 0 64
Nota: Mediana y gran empresa (de 31 o más trabajadores), pequeña empresa (de 6 a 30 trabajadores), microempresas (de 2 a 5 trabajadores).
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Las jornadas de trabajo no reflejan diferencias marcadas entre los distintos estratos pro-
ductivos. Las actividades de baja productividad muestran en promedio jornadas de trabajo simi-
lares a la media nacional, siendo ligeramente mayor en los establecimientos de acumulación sim-
ple, reflejando ciertos problemas de productividad que se tratan de compensar por la vía de más
CUADERNO DE TRABAJO No.8 32
LA MICROEMPRESA EN NICARAGUA EN LA DÉCADA DE 1990
Los ingresos derivados del trabajo (ingreso de la ocupación principal) reflejan necesaria-
mente las diferencias en las jornadas y los diferenciales de productividad y acusan una amplia
disparidad. Ahora bien, como las jornadas de trabajo no son tan dispares, los ingresos estarán
reflejando en mayor medida los diferenciales de productividad. Tomando como punto de referen-
cia el ingreso medio de los trabajadores en actividades modernas no agrícolas, los ingresos recibi-
dos por las actividades de baja productividad representan apenas cerca de un tercio (34%) del
ingreso medio de las actividades modernas, y son incluso similares a los percibidos por los traba-
jadores del agro. No obstante, dentro de las actividades productivas de baja productividad se pre-
sentan amplias variaciones que van desde ingresos que se aproximan al 86% de los modernos
para los trabajadores por cuenta propia de las actividades de acumulación ampliada, hasta ingre-
sos que representan apenas un 16% del ingreso medio de los trabajadores del sector moderno,
como es el caso de los trabajadores por cuenta propia en actividades de subsistencia. Incluso las
servidoras domésticas muestran una mejor situación remunerativa (25% del ingreso de las activi-
dades modernas).
El cuadro 8 incorpora dos indicadores adicionales sobre las características de los puestos
de trabajo. El primero se refiere a la importancia de trabajo calificado, aproximado por la presen-
cia de ocupaciones técnico-profesionales. Como ya se ha indicado, solo el 9% del empleo del
país se ubica en este tipo de puestos, puestos que tienen una amplia concentración en las activida-
des modernas, particularmente las estatales. El segundo indicador se refiere a la incidencia del
empleo pleno, es decir, libre de subempleo. Según las definiciones seguidas de subempleo, tres
de cada cuatro ocupados se califican como no subempleados. La importancia relativa del empleo
pleno tiende a ser menor en las actividades de baja productividad, aunque superior a la situación
en el agro, y tiende a reducirse conforme se pasa a estratos de menor productividad, con excep-
ción del autoempleo. En este tipo de actividades, el empleo libre de subempleo es menor en las
actividades de acumulación ampliada comparadas con las de acumulación simple, lo que hace,
gracias a su protagonismo en el empleo, que este patrón se reproduzca para el conjunto de activi-
dades de baja productividad. En todo caso, resulta importante resaltar que el subempleo no es un
fenómeno asociado exclusivamente con los sectores de baja productividad y tiende a reflejar tam-
bién situaciones de precariedad laboral en los sectores modernos.
Pasando la atención a las características de las personas, el cuadro 9 incorpora una serie de indi-
cadores sobre sus características sociodemográficas. La presencia de mujeres es el primer rasgo
distintivo. El sector agrícola no es un campo propicio para el empleo femenino ya que ahí solo
corresponden al 10% de los ocupados. Ellas se ven relegadas principalmente a las actividades no
agrícolas, donde laboran el 89% de las mujeres incorporadas al mercado de trabajo. Dentro de
este tipo de actividades no agrícolas, tanto en el sector moderno, especialmente del sector público,
como en el de baja productividad como conjunto muestran una amplia presencia de trabajadoras
aunque la relación es mayor en las actividades de baja productividad.
Dentro de estas actividades, el 54% de los ocupados son mujeres. Esta proporción casi
duplica la media nacional, de modo que las actividades de baja productividad absorben el 59% de
las mujeres incorporadas al mercado de trabajo nicaragüense. Además, y fuera del protagonismo
esperado dentro del servicio doméstico, dentro del sector de baja productividad, el peso del traba-
jo femenino aumenta al pasar a estratos de menor productividad, hasta el punto de representar el
69% del autoempleo de subsistencia. Podría señalarse entonces que en los reducidos ingresos de
las actividades de subsistencia confluyen tres factores potenciales: menores jornadas, reducida
productividad y discriminación salarial contra las mujeres.
La edad media de los trabajadores no muestra mayores diferencias entre los estratos pro-
ductivos, de modo que la media nacional de 33 años casi se reproduce entre las actividades mo-
dernas y las de baja productividad. Cuando la atención se pone en los estratos de baja productivi-
dad, se observa que la edad media de los trabajadores se mantiene en todos estratos, aunque se
observan cambios dentro de los distintos tipos de establecimientos. En la pequeña empresa, por
ejemplo, el predominio del trabajo asalariado baja la edad media de sus trabajadores, en tanto
que, en la microempresa, el peso del trabajador independiente actúa en dirección contraria. Por
otra parte, la edad no parece asociarse con el grado de productividad. Así, mientras que, en las
micro y pequeñas empresas, la edad sí se reduce al reducirse la productividad, en el autoempleo
sucede lo contrario.
Asociado con la edad media de los ocupados está el tema del trabajo infantil-juvenil (de 6
a 14 años). Como se ha señalado, un 7% de los ocupados se ubican en ese tramo etario y tienen
una mayor incidencia en las actividades agrícolas. Ahí se emplean dos de cada tres trabajadores
infantil-juveniles. Dentro de los estratos de baja productividad, la incidencia del trabajo infantil-
juvenil se encuentra por debajo del promedio nacional, concentrando el tercio restante de estos
trabajadores, de modo que resulta casi inexistente entre las actividades modernas. Como este
trabajo tiene mayoritariamente la forma de trabajo familiar, dentro de las actividades de baja pro-
ductividad tiende a crecer su presencia entre los establecimientos de menor productividad y sobre
todo en el autoempleo de subsistencia.
Total Ocupados 34 33 5 41 43 55 8 7
Actividades Agrícolas 10 31 3 43 68 17 8 13
Comerciales 12 33 3 49 65 23 11 6
Tradicionales 9 30 2 39 71 12 7 19
Actividades No Agrícolas 47 34 7 40 28 76 8 4
Actividades Modernas 38 35 9 45 18 81 8 1
Actividades Estatales 51 35 10 40 17 80 9 0
Actividades Privadas 31 35 8 48 19 82 7 1
Mediana y Gran Empresa 32 32 8 43 23 79 6 1
Pequeña Empresa Moderna 21 34 9 46 15 90 5 1
Microempresa Moderna 28 34 8 47 21 83 8 0
Cuentapropismo o autoempleo moderno 42 40 7 59 12 80 14 1
Pequeña Empresa 18 28 6 33 30 77 9 5
De Acumulación Ampliada 11 30 8 35 30 79 5 3
De Acumulación Simple 20 28 6 32 29 76 10 6
Sector Informal 58 34 5 36 36 72 7 7
De Acumulación Ampliada 44 31 8 31 7 82 7 7
De Acumulación Simple 46 36 5 49 27 76 7 6
De Subsistencia 1 69 33 4 30 49 67 7 8
Microempresas 28 30 6 40 37 76 8 4
De Acumulación Ampliada 16 35 6 56 23 72 8 0
De Acumulación Simple 20 32 6 52 35 72 7 1
De Subsistencia 37 27 5 26 42 81 8 9
Cuentapropismo o autoempleo 61 36 5 38 29 74 7 9
De Acumulación Ampliada 52 30 8 24 3 84 7 8
De Acumulación Simple 57 38 5 48 23 77 6 8
De Subsistencia 69 37 4 34 48 65 9 10
Servicio Doméstico 90 31 4 25 56 61 5 5
Nota: Mediana y gran empresa (de 31 o más trabajadores), pequeña empresa (de 6 a 30 trabajadores), microempresas (de 2 a 5 trabajadores).
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadística y Censos de la República de Nicaragua.
La educación formal de los trabajadores también presenta diferencias por estratos en la di-
rección esperada. Para una educación de solo cinco años como promedio entre los trabajadores
nicaragüenses, los años de educación aprobados por los trabajadores del campo (de apenas tres
años como promedio) son inferiores a los de las actividades no agrícolas de baja productividad
(cinco años como promedio), y dentro de estos últimos, los niveles educativos descienden cuando
se pasa a estratos de menor productividad y establecimientos de menor complejidad. Así, los
trabajadores del estrato de acumulación ampliada poseen ocho años de educación formal, en tanto
que los trabajadores del estrato de subsistencia se aproximan a los niveles educativos de los traba-
jadores agrícolas (cuatro años). Como era de esperar, los trabajadores de las actividades moder-
nas muestran los mayores niveles educativos y, dentro de ellos, los trabajadores estatales son los
que ostentan el perfil educativo superior. En todo caso, la reducida educación formal de los traba-
jadores de los estratos de baja productividad, se traduce en una limitante importante para mejorar
la productividad del sector y en un desafío para los esfuerzos de capacitación por emprender.
Un 41% de los ocupados tienen el papel de jefe de hogar. El tipo de responsabilidad de-
ntro del hogar, muestra diferencias entre los distintos tipos de actividades. En el agro, debido a
factores culturales y sociales y a la migración de la población más joven, aparecen más ocupados
con la responsabilidad del hogar. Esta mayor incidencia de ocupados con jefatura del hogar se
observa también entre las actividades modernas no agrícolas, en tanto que para las actividades de
baja productividad, este porcentaje es menor a la media nacional y tiende a descender conforme
se baja de estrato productivo, de modo que, en el servicio doméstico y las otras actividades de
subsistencia, se observa la menor presencia de ocupados con jefatura del hogar. La excepción
aquí la dan los autoempleados de acumulación ampliada, quienes manifiestan una escasa presen-
cia de trabajadores a cargo del hogar. La mayor presencia de mujeres y las menores edades ayu-
dan a explicar este patrón.
Son los grupos con mayores diferencias en cuanto a la jefatura y participación femenina,
los que muestran las mayores incidencias de pobreza.19 Estas incidencias, aumentan conforme se
pase a estratos de menor productividad, alcanzando en el sector de subsistencia niveles de pobre-
za cercanos al 50%, aunque por debajo de los observados en el agro. Así, mientras que el 35% de
los ocupados en actividades de baja productividad pertenece a un hogar por debajo de la línea de
pobreza, cifra por debajo de la media nacional (43%), en el caso de los ocupados en los estratos
de subsistencia llegan a representar el 49% de los ocupados. Por el contrario, los trabajadores del
estrato de acumulación ampliada, evidencian incidencias de la pobreza similares, e incluso meno-
res, a las de los trabajadores de los sectores modernos (11%). Aunque la pobreza sigue siendo
mayoritariamente agrícola pues este sector agrupa al 58% de los trabajadores pobres, es claro que,
dentro de las actividades no agrícolas, los sectores de baja productividad son el reservorio de los
grupos pobres. En efecto, el 73% de los trabajadores pobres vinculados en actividades no agríco-
las trabajan en sectores de baja productividad.
Con respecto al lugar de residencia de los trabajadores, un 17% de los trabajadores agríco-
las señalan residir en las zonas urbanas, en tanto que tres cuartos de los trabajadores de las activi-
dades no agrícolas de baja productividad tienen esa área como zona de residencia. Aunque el
peso de la zona urbana se reduce conforme se consideran estratos con menor productividad, la
zona rural no llega a aportar más del 35% de los trabajadores de los sectores de baja productivi-
dad y que corresponde al caso de los trabajadores por cuenta propia del estrato de subsistencia.
Ello muestra que, en el caso nicaragüense, las actividades no agrícolas en las zonas rurales tienen
un menor desarrollo. Ello, sin embargo, no contradice la utilidad de considerar las actividades no
agrícolas como dominio de estudio en lugar del concepto tradicional de urbano, si se quiere una
aprehensión amplia de las actividades en pequeña escala. Al pasar del ámbito urbano al ámbito
no agrícola, se incrementa la población vinculada a las actividades no agrícolas de baja producti-
vidad en un 38%.
19
Estas estimaciones fueron realizadas directamente por el Banco Mundial a partir del concepto de insuficiencia de consumo (ver
Banco Mundial, 1999).
inserción múltiple ni este se asocia claramente con el estrato productivo, aunque sí se reduce al
reducirse el tamaño y complejidad del establecimiento. Llama la atención, no obstante, su pre-
sencia en actividades modernas, particularmente entre los empleados públicos y el autoempleo
moderno. Para los empleados públicos, ingresos relativamente bajos y condiciones laborales más
laxas pueden explicar este resultado.
Aunque el objeto inicial de estudio del presente documento es la microempresa o, más específi-
camente, el micronegocio (microempresa más autoempleo), en la discusión metodológica para
delimitar los distintos estratos productivos se hizo evidente la importancia de ampliar el espectro
de análisis para incorporar a la pequeña empresa. En esta sección entonces se concentrará la
atención en la micro y pequeña empresa en su totalidad. Ello implica que, a diferencia de la sec-
ción previa, se agregarán las actividades modernas en pequeña escala y se excluirá al servicio
doméstico para concentrar la atención solo en los establecimientos productivos en pequeña escala.
El diagrama 2 ejemplifica la forma en que se organiza la información para esta sección.
Diagrama 2
Nicaragua: Estructura del Mercado de Trabajo según tamaño de la empresa y estrato productivo. 1998
Moderno
16%
AGRÍCOLA
36%
Tradicional
20%
EMPLEO
TOTAL
100% Estatal
9%
Mediana y Gran Empresa 8%
NO AGRÍCOLA
64% Moderna 4%
Pequeña Empresa Acumulación Ampliada 1%
7% Acumulación Simple 3%
Servicio Doméstico 94 6 9 10
A-.N.B.E. 1 0
ET=empleo total, ENA=no agrícola, ENAP=empleo no agrícola privado, EMIPE=empleo micro y pequeña empresa,
EMI-PE= empleo dentro de cada tamaño de establecimiento, EME/AUT=microempresa/autoempleo.
Nota: Mediana y gran empresa (de 31 o más trabajadores), pequeña empresa (de 6 a 30 trabajadores), micronegocios (de 1 a 5 trabajadores).
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Por tamaño del establecimiento, dentro de la micro y pequeña empresa no agrícola (MY-
PE), la pequeña empresa aporta solo el 17% del empleo (122 mil ocupados), lo que equivale al
11% del empleo total no agrícola y al 7% del empleo nacional.20 Los micronegocios entonces
20
Como la pequeña empresa se define en forma amplia (hasta 30 trabajadores), su peso puede estar sobredimensionado.
aportan el 83% del empleo dentro de la MYPE, siendo un tercio de este último generado por las
microempresas (189 mil personas) y los dos tercios restantes por el autoempleo (389 mil ocupa-
dos). Así, el autoempleo no agrícola tiene un alto protagonismo en la generación del empleo en el
país. Representa el 56% del empleo entre las MYPE, el 36% del empleo no agrícola total y el
23% del empleo nacional (agrícola más no agrícola).
Por estrato productivo, casi una cuarta parte de los ocupados de las MYPE se encuentran
en establecimientos modernos (171 mil ocupados). Este porcentaje alcanza al 49% en la pequeña
empresa, al 27% en la microempresa y tan solo un 15% entre los autoempleados. Esto significa
que el protagonismo del autoempleo va aparejado de un también predominio de actividades de
baja productividad. Con ello se reduce su perfil de mejor productividad que se había evidenciado
cuando solo se consideraban las actividades de baja productividad. Dicho en otros términos, los
datos corroboran el hecho de que donde existen mayores problemas de productividad es entre el
autoempleo.
Las MYPE de acumulación ampliada, absorben el 13% del empleo del sector (90 mil per-
sonas) y su reducido peso relativo no difiere marcadamente dentro de cada tamaño y tipo de esta-
blecimiento. Sumando ambos estratos, moderno y de acumulación ampliada, se obtiene que el
37% del empleo de las MYPE estaría en establecimientos que muestran el mayor potencial de
expansión futuro. Estos guarismos alcanzan al 59% de los ocupados de la pequeña, el 36% en la
microempresa y el 30% del autoempleo.
Lo anterior significa que casi dos tercios del empleo generado por las MYPE se localiza
en establecimientos de menor productividad y potencialidad (subsistencia y acumulación simple).
En la parte inferior de los estratos productivos, los establecimientos en situación de subsistencia
aportan un 29% del empleo dentro de las MYPE (201 mil ocupados), porcentaje que sube al 35%
dentro de los micronegocios, tanto en la microempresa como en el autoempleo. Por el peso que
tiene el autoempleo en general entre las MYPE, lo anterior significa que el autoempleo de subsis-
tencia aglutina al 67% de todos los ocupados de la MYPE que laboran en establecimientos de
subsistencia. De nuevo, los mayores problemas de productividad, bajos ingresos y pobreza se
concentran en este estrato productivo.
Una de las grandes limitaciones que enfrentan los diseñadores, ejecutores y evaluadores de políti-
cas de apoyo productivo a los sectores más pobres es el hecho de que se desconoce el tamaño de
la población objetivo sobre la que se quiere intervenir. En términos de estos programas, no sólo
es importante el número de trabajadores existentes en estos sectores, sino también la cantidad de
establecimientos involucrados. Con la encuesta de medición de niveles de vida se puede realizar
una estimación de los establecimientos asociándolas con los trabajadores independientes.
presencia de varios trabajadores por cuenta propia, e incluso patronos, dentro de un mismo hogar
y participando en el mismo negocio, hace también prever una tendencia a sobrestimar los estable-
cimientos de baja productividad, sobre todo los del estrato más pequeño. En todo caso y como
primera aproximación a la magnitud de la población objetivo, parece ser este un medio que hace
posible su medición.
Siguiendo estos procedimientos, se ha construido el cuadro 11, que resume las estimacio-
nes sobre los establecimientos y los trabajadores de cada estrato productivo no agrícola y de cada
tamaño utilizado. Según estas estimaciones, para 1998, el número de establecimientos de micros
y pequeñas empresas no agrícolas (modernas y de baja productividad) se aproximaba a las 366
mil unidades productivas que daban empleo a 700 mil trabajadores, incluidos sus patronos. Co-
mo se ha señalado, ello representa el 42% del empleo total del país en ese año y el 65% del em-
pleo no agrícola. Dentro de la micro y pequeña empresa, los establecimientos modernos
representaron el 20% del (74 mil establecimientos) y emplearon 171 mil trabajadores (24% del
total). Esto significa que el 80% de los establecimientos de la micro y pequeña empresa
corresponderían a actividades de baja productividad (292 mil establecimientos) y darían empleo a
529 mil de personas.
Los micronegocios (hasta cinco trabajadores) son los dominantes, aglutinando al 98% de
los establecimientos identificados (359 mil) y empleando al 83% de los trabajadores (578 mil).
Este predominio se mantiene aún dentro de los establecimientos modernos ya que el 96% de ellos
corresponden a micronegocios, con el 65% del empleo moderno. Dentro de los micronegocios, el
autoempleo es el dominante, aportando el 81% de todos los establecimientos de la micro y pe-
queña empresa (82% entre los micronegocios) y el 56% del empleo total (el 67% entre los micro-
negocios) y mantiene este predominio aún entre las actividades modernas. Como era de esperar,
dentro de las actividades de baja productividad, los micronegocios tienen un mayor protagonismo
al representar el 99% de los establecimientos y aportar el 88% del empleo.
Total
Establecimientos 366 74 292 31 132 129
Trabajadores 700 171 529 90 238 201
1
Pequeña Empresa
Establecimientos 7 3 3 1 3
Trabajadores 122 60 62 12 49
2
Micronegocios
Establecimientos 359 70 289 31 129 129
Trabajadores 578 111 468 77 189 201
Microempresa
Establecimientos 63 17 46 6 18 22
Trabajadores 189 52 138 17 55 66
Autoempleo
Establecimientos 296 53 243 25 111 107
Trabajadores 389 59 330 60 134 136
1/ De 6 a 30 trabajadores.
2/ De 1 a 5 trabajadores.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
En los cuadros 8 y 9 se presentaron las principales características de los trabajadores de los secto-
res de baja productividad vis a vis con los insertos en las actividades modernas y las actividades
agrícolas. En las siguientes secciones, la atención se prestará al conjunto de trabajadores incorpo-
rados en actividades no agrícolas de pequeña escala, diferenciando en su interior el estrato pro-
ductivo y el tamaño del establecimiento. Los cuadros siguientes entonces ofrecerán la informa-
ción para este tipo de establecimiento, aunque se incorporan dos filas adicionales. La primera
mostrará el peso relativo que tiene el empleo de las MYPE entre el empleo no agrícola y para
cada variable incorporada. La segunda ofrecerá la estructura del empleo total no agrícola.
Al igual que en las secciones previas, el análisis diferenciará las variables asociadas o que ofrecen
información sobre las características de los puestos de trabajo de aquellas relacionadas directa-
mente con el perfil sociodemográfico de los trabajadores.
Por el protagonismo del autoempleo o cuentapropismo solo el 40% del empleo generado por las
micro y pequeñas empresas constituye trabajo asalariado, y éste representa solo una 43% del em-
pleo asalariado vinculado con las actividades no agrícolas. La importancia del empleo asalariado
se reduce conforme se pasa a estratos de menor productividad, pasando del 57% en el estrato mo-
derno al 31% en el estrato de subsistencia. En la microempresa, el empleo asalariado aumenta en
el estrato de subsistencia, lo que parece mostrar sobreempleo asociado con la baja productivi-
dad,21 en tanto que, en la pequeña empresa, el peso del trabajo asalariado no se asocia con el es-
trato del establecimiento (cuadro 12).
21
Como se ha señalado, en este resultado puede estar influyendo limitaciones de las definiciones seguidas junto al mayor error
muestral que acompaña las estimaciones de los patronos en microempresas por su reducido volumen.
3
Incidencia de la Micro y Pequeña Empresa 100 43 99 65 30 42 72
Micronegocios 55 28 16 100 4 1 95
Moderno 57 38 5 100 18 4 78
De Acumulación Ampliada 36 19 46 100 5 1 95
De Acumulación Simple 64 24 12 100 0 0 100
De Subsistencia 54 31 14 100 0 1 99
Microempresas 13 87 0 100 8 3 89
Moderno 19 81 0 100 30 8 63
De Acumulación Ampliada 15 85 0 100 0 2 98
De Acumulación Simple 19 81 0 100 0 1 99
De Subsistencia 3 97 0 100 0 1 99
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
1 2
Jornada de trabajo Horas promedios
Tamaño y Estrato
Total Parcial Completa Sobrejornada Total Independientes Asalariados Familiares
3
Incidencia de la Micro y Pequeña Empresa 65 74 56 64
Micronegocios 100 40 18 42 47 49 51 35
Moderno 100 33 24 43 52 56 48 36
De Acumulación Ampliada 100 44 16 40 47 48 61 39
De Acumulación Simple 100 35 19 47 50 51 55 35
De Subsistencia 100 47 16 37 43 44 47 30
1/ Parcial (menos de 40 horas), completa (de 40 a 48 horas) y sobrejornada (de 49 y más horas).
2/ Por semana en ocupación principal.
3/ Porcentaje de los ocupados de la micro y pequeña empresa en el total te ocupados no agrícolas de cada tipo de jornada.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadística y Censos de la República de Nicaragua.
Las jornadas parciales no solo tienden a concentrarse entre los trabajadores de las MYPE
ya que el 74% de los que trabajan jornadas parciales laboran en las MYPE, sino que parece típico
de las actividades de subsistencia y acumulación ampliada. La microempresa tiende a apartarse
un poco de este patrón ya que no se muestra dominante en el estrato de acumulación ampliada
sino en el moderno. Algo más de un tercio de los trabajadores de las MYPE laboran menos de 40
horas, y esto es importante incluso entre los establecimientos de mayor productividad. Aunque la
importancia relativa de las jornadas parciales se reduce también conforme se amplía el tamaño del
establecimiento, esta llega a afectar al 53% de los trabajadores por cuenta propia del estrato de
subsistencia. El tema aquí importante es determinar hasta qué punto ello refleja restricciones de
mercado, restricciones en la esfera familiar o decisiones voluntarias por no depender marcada-
mente de los ingresos generados por el negocio. En los dos primeros casos, las actividades de
subsistencia reflejarían situaciones de pobreza, pero no necesariamente en el último.
Las sobrejornadas, por su parte, sin mostrar una concentración entre los trabajadores de las
MYPE, son más comunes en los establecimientos de acumulación, simple y ampliada en la mi-
croempresa y moderno también en el autoempleo. Esto sugiere que parte de la rentabilidad de
estos establecimientos puede estar sustentada en largas jornadas más que en una mayor producti-
vidad, y ello los hace más vulnerables. Por su parte, las jornadas completas, sin ser dominantes
en este tipo de negocios, tienden a ser más frecuentes entre la pequeña empresa y en los estratos
modernos.
Ya se señaló que la producción de bienes secundarios es más importante entre los sectores de baja
productividad que entre los sectores modernos vistos en conjunto. Sin embargo, ello muestra una
visión muy agregada de la estructura productiva. Por eso se ha incorporado el cuadro 14, que
destaca las principales actividades en que se localizan la micro y pequeña empresa. El cuadro
presenta también, al igual que el resto de los cuadros de esta sección, la estructura del empleo no
agrícola en su conjunto y el peso relativo que dentro del empleo de cada rama de actividad tiene
la micro y pequeña empresa.
Iniciando con los bienes secundarios y en particular con la industria manufacturera, la in-
formación incorporada muestra que la incidencia del empleo de la micro y pequeña empresa en
ese sector es reducida y similar al promedio de las actividades no agrícolas, con la excepción de la
reducida industria textil. Solo el 15% del empleo de la MYPE se ubica en la industria, y esta pre-
sencia es mayor en los establecimientos de mayor tamaño pero menor productividad.
Los servicios turísticos aportan un 14% del empleo de las micro y pequeñas empre-
sas y, al igual que los servicios de reparación, que tienen una menor gravitación (6%), con-
centran más del 90% del empleo no agrícola en estas actividades. Los servicios turísticos
tienden a distribuirse con bastante uniformidad, aunque sobresalen un tanto más en los es-
tratos de acumulación ampliada. Por el contrario, los servicios de reparación tienden a te-
ner una mayor presencia entre la pequeña y la microempresa y en los estratos de acumula-
ción, simple y ampliada. Los servicios a las empresas y los sociales aglutinan la mayoría de
los trabajos profesionales y técnicos y, en esa medida, se concentran en los estratos moder-
nos de los distintos tipos de empresas, mientras que los servicios restantes, a las personas y
los básicos (transporte principalmente) aparecen con una reducida presencia en todos los
estratos, con excepción de la microempresa de acumulación simple.
El análisis de los ingresos provenientes del trabajo presenta limitaciones que surgen tanto
de los problemas de captación típicos de este tipo de información como del hecho de ser
considerado como variable de discriminación; por lo tanto, puede tornarse tautológico.
Aquí se ha considerado el ingreso proveniente de la ocupación principal ya que es a partir
de ella que se asignan los trabajadores a los distintos estratos productivos. Teniendo pre-
sente estas limitaciones, el cuadro 15 compara los ingresos laborales de los distintos estra-
tos y formas de inserción de las micro y pequeñas empresas con el ingreso promedio de los
trabajadores de los sectores modernos (incluyendo los que laboran en establecimientos me-
dianos y grandes, públicos y privados).
Cuadro 15
Nicaragua: Ingreso laboral medio de los ocupados en la micro y pequeña empresa no agrícola. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
1 2
Ingreso Laboral Medio Indice de Ingreso Laboral Medio
Tamaño y Estrato 3 3
Total Independientes Asalariados Total Independientes Asalariados
1/ U.S.$ por mes usando tipo de cambio de 10,53 córdobas por dólar. Excluye ocupados con ingreso cero o ignorado.
2/ Indice donde el ingreso promedio en la ocupación principal de los trabajadores en las actividades modernas no agrícolas es 100.
3/ Patronos y trabajadores por cuenta propia.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Estos dos resultados hacen que el ingreso laboral de los trabajadores del estrato mo-
derno supere en promedio a la media de todas las actividades modernas y que los ingresos
Junto con los ingresos laborales, otros elementos completan la caracterización de la calidad
de los empleos generados por las MYPE. El primero de ellos es el subempleo. Siguiendo
las definiciones tradicionales de subempleo presentadas en la sección metodológica, el cua-
dro 16 muestra la incidencia del subempleo, visible e invisible, dentro de la MYPE. Glo-
balmente, las MYPE concentran al 84% de los trabajadores subempleados, aunque en su
interior solo representen una quinta parte del empleo total. El subempleo tiende a ser ma-
yor en las actividades de subsistencia como era de esperar, donde llega a afectar a un tercio
de sus trabajadores. Dentro del estrato de acumulación ampliada, aparece el subempleo con
cierta incidencia. Ello es producto de lo que sucede dentro del autoempleo de acumulación
ampliada, lo cual a su vez está explicado por la concentración que se da ahí del trabajo fa-
miliar no remunerado.
Cuadro 16
Nicaragua: Indicadores sobre la calidad del empleo generado en la micro y pequeña empresa no agrícola. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
Incidencia de la MYPE 1 84 65 50 50 57
Pequeña Empresa 10 7 68 93 72
Moderno 6 5 56 89 43
De Acumulación Ampliada 12 5 72 96 100
De Acumulación Simple 13 10 81 97 100
Micronegocios 22 8 92 98 94
Moderno 16 11 78 95 77
De Acumulación Ampliada 31 7 96 98 100
De Acumulación Simple 14 7 96 100 100
De Subsistencia 30 9 97 99 100
Microempresas 15 8 92 98 94
Moderno 15 8 78 95 77
De Acumulación Ampliada 6 8 96 98 100
De Acumulación Simple 13 7 96 100 100
De Subsistencia 20 8 97 99 100
Cuentapropismo o autoempleo 26 8
Moderno 17 14
De Acumulación Ampliada 38 7
De Acumulación Simple 15 6
De Subsistencia 35 9
1/ Porcentaje de ocupados de la Micro y Pequeña Empresa en el Total de ocupados No agrícolas por tipo de jornada.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Considerando las personas ocupadas en las micro y pequeñas empresas, se analizarán a con-
tinuación sus principales características individuales. Se agrega, al igual que en los cuadros
de la sección previa, dos filas, una conteniendo el peso relativo dentro del empleo no agrí-
cola de las personas con cada característica, y otra mostrando la distribución del empleo
total no agrícola.
Por el contrario, las mujeres que se insertan bajo una relación asalariada se encuen-
tran subrepresentadas en las MYPE ya que ahí se emplean solo el 25% de las mujeres asala-
riadas en actividades no agrícolas. Aunque el empleo femenino asalariado no es abundante
en la micro y pequeña empresa, tiende a ser más intenso en las microempresas, especial-
mente en las actividades de subsistencia, donde llegan a representar el 36% de los asalaria-
dos, y en las MYPE modernas donde representan un cuarto del empleo asalariado (29% en
la microempresa moderna). No obstante, entre los trabajadores independientes, el peso del
trabajo femenino es significativo ya que representan más de la mitad de los que están al
frente de este tipo de establecimientos. Además, su peso se amplía conforme se torna de
menor productividad y menor tamaño el establecimiento. Así, no aparecen mujeres al man-
do de pequeñas empresas, comandan el 25% de las microempresas y representan el 57% de
los autoempleados. Dentro de estos últimos, se constituyen el 71% de los trabajadores por
cuenta propia de subsistencia.
Cuadro 17
Nicaragua: Empleo Femenino en la micro y pequeña empresa no agrícola. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
1 Estructura
Incidencia del Empleo Femenino
Tamaño y Estrato Empleo
Total Independientes Asalariados Familiares Femenino
2
Incidencia de la Micro y Pequeña Empresa 60 100 25 99
Pequeña Empresa 19 0 19 45 8
Moderno 21 0 22 21 4
De Acumulación Ampliada 11 0 11 #DIV/0! 0
De Acumulación Simple 20 0 17 55 3
Micronegocios 48 54 28 61 92
Moderno 35 37 29 60 13
De Acumulación Ampliada 44 32 11 67 11
De Acumulación Simple 46 54 21 51 29
De Subsistencia 58 70 36 62 39
Microempresas 28 25 28 #DIV/0! 17
Moderno 28 23 29 #DIV/0! 5
De Acumulación Ampliada 16 42 11 #DIV/0! 1
De Acumulación Simple 20 18 21 #DIV/0! 4
De Subsistencia 37 44 36 #DIV/0! 8
1/ Empleo famenino como porcentaje del empleo total en cada categoría de cada estrato.
2/ Porcentaje de las mujeres ocupadas de la micro y pequeña empresa en el total de mujeres ocupadas no
agrícolas según cada forma de inserción.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998
del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
La edad de los trabajadores
ello no sorprende el hecho de que los trabajadores independientes aparezcan con mayor
edad que sus contrapartes en relación de dependencia salarial o familiar (41, 30 y 24 años
respectivamente; ver cuadro 18).
Cuadro 18
Nicaragua: Estructura de edad de la población ocupada en la micro y pequeña empresa no agrícola. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
1
Estructura de Edad Edad promedio (años)
Tamaño y Estrato
Total Niños Jóvenes Adultos Mayores Total Independientes Asalariados Familiares
2
Incidencia de la Micro y Pequeña Empresa 65 86 66 60 77
Micronegocios 100 6 21 54 18 35 41 29 24
Moderno 100 1 16 65 18 37 41 32 30
De Acumulación Ampliada 100 7 27 56 11 31 39 35 24
De Acumulación Simple 100 6 18 57 19 36 40 30 26
De Subsistencia 100 9 25 46 20 34 42 26 20
Microempresas 100 3 35 53 10 31 42 29
Moderno 100 0 23 65 12 34 45 32
De Acumulación Ampliada 100 0 20 69 11 35 37 35
De Acumulación Simple 100 1 35 54 11 32 41 30
De Subsistencia 100 9 47 38 7 27 40 26
1/ Niños (de 6 a 14 años), jóvenes (de 15 a 24 años), adultos (de 25 a 49 años), mayores (de 50 o más años).
2/ Porcentaje de los ocupados de la micro y pequeña empresa en el total de ocupados no agrícolas de cada grupo etario.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Los trabajadores en relación de dependencia salarial dentro de las MYPE son más
jóvenes en promedio (30 años) y su experiencia parece reducirse conforme se ubiquen en
estratos de menor productividad, al igual que para los trabajadores familiares. Así, los asa-
lariados en establecimientos de subsistencia tienen una edad menor (26 años), y ello sugiere
que este estrato puede ser una importante puerta de entrada al mercado laboral, en particular
para los jóvenes con reducida educación formal. Son estos trabajadores asalariados y fami-
liares los que explican entonces el mayor peso relativo que tienen los trabajadores jóvenes
en la pequeña empresa y en la microempresa, y ello sí puede estar asociado con la producti-
vidad potencial del establecimiento. En efecto, se puede constatar que en los estableci-
mientos modernos y de acumulación, ampliada y simple, aumenta el protagonismo de los
plenamente activos (adultos de 25 a 49 años). Dentro de los ocupados jóvenes, sin embar-
go, sólo los de menor edad (de 6 a 14 años) están sobrerrepresentados en las MYPE. Así,
aunque el trabajo infantil-juvenil representa solo el 6% de los ocupados dentro de las MY-
PE, en estos establecimientos se localizan el 86% de menores de 15 años que se encuentran
laborando en actividades no agrícolas.
Los trabajadores de mayor edad (50 o más años) ganan participación en las activida-
des en que pesa más el trabajo independiente, esto es, la microempresa y particularmente el
autoempleo. Ellos también se encuentran sobrerrepresentados en las MYPE, mostrando ser
un sector productivo donde también se concentran los trabajadores de mayor edad. Por
estrato productivo, aunque se muestran en proporción importante en el estrato moderno,
están más concentrados en los estratos de menor productividad, lo que sugiere la presencia
de un grupo que podríamos llamar en situación de marginalidad.
Por tamaño y complejidad del negocio, la experiencia media está determinada por la
composición de su personal. Así, en la pequeña y la microempresa, la experiencia media es
menor que en el autoempleo, y más de la mitad de sus trabajadores indican experiencias
menores a tres años. Este resultado es producto directo de la menor experiencia que mues-
tran los trabajadores dependientes, especialmente asalariados en estos negocios, y ello sin
duda impacta en la productividad del establecimiento pues la incidencia de la menor expe-
riencia aumenta al pasarse a estratos de menor productividad.
Cuadro 19
Nicaragua: Experiencia de la población ocupada en la micro y pequeña empresa no agrícola. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
Micronegocios 100 43 35 22 7 10 4 4
Moderno 100 33 39 27 9 11 5 6
De Acumulación Ampliada 100 36 40 24 8 11 11 4
De Acumulación Simple 100 39 37 25 8 10 4 7
De Subsistencia 100 55 30 15 6 8 3 3
Microempresas 100 52 33 15 6 13 4
Moderno 100 39 41 20 7 14 5
De Acumulación Ampliada 100 25 41 34 11 11 11
De Acumulación Simple 100 50 35 14 5 13 4
De Subsistencia 100 71 22 7 3 9 3
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
La educación formal de los ocupados en las micro y pequeñas empresas no agrícolas, como
primer indicador de la calificación de los ocupados, alcanza una media de seis años en
1998, un año menos que el promedio de los ocupados en actividades no agrícolas. Las dife-
Cuadro 20
Nicaragua: Calificación formal de la población ocupada en la micro y pequeña empresa no agrícola. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
1
Educación Formal Años de Educación Porcentaje con
Tamaño y Estrato Formación
Total Baja Media Alta Total Independientes Asalariados Familiares Analfabetismo
Técnica
2
Incidencia de la Micro y Pequeña Empresa 65 72 68 46 35 73
Micronegocios 100 46 41 13 6 5 6 6 2 14
Moderno 100 32 40 28 8 7 8 6 3 10
De Acumulación Ampliada 100 17 62 21 8 8 6 9 5 5
De Acumulación Simple 100 54 37 8 5 5 6 3 2 14
De Subsistencia 100 58 37 6 5 4 5 4 1 20
Microempresas 100 40 45 15 6 8 6 2 9
Moderno 100 24 42 34 8 9 8 5 5
De Acumulación Ampliada 100 42 46 12 6 10 6 2 11
De Acumulación Simple 100 44 48 7 6 6 6 1 8
De Subsistencia 100 48 44 8 5 6 5 1 13
1/ Baja (menos de primaria completa), media (primaria completa y algo de secundaria), alta (secundaria completa o más).
2/ Porcentaje de los ocupados de la micro y pequeña empresa en el total de ocupados no agrícolas de cada nivel educativo.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
ciable. Un 46% de los trabajadores no agrícolas que tienen educación secundaria completa
o más se ubican en establecimientos de pequeña escala, particularmente en aquellos moder-
nos o de mayor productividad. Ellos, sin embargo, solo representan el 15% del empleo
dentro de las MYPE, corroborando lo señalado en torno a que los problemas de productivi-
dad tienen parte de su origen en el escaso capital humano de esos establecimientos.
cimientos de acumulación simple, y se aproxima a la mitad para los trabajadores en los es-
tratos de subsistencia.
Cuadro 21
Nicaragua: Población ocupada en la micro y pequeña empresa no agrícola según su relación con el hogar. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
2
Incidencia de la Micro y Pequeña Empresa 67 99 43 65 64 66
Micronegocios 42 54 38 100 29 71
Moderno 54 66 41 100 16 84
De Acumulación Ampliada 31 50 58 100 7 93
De Acumulación Simple 49 58 47 100 27 73
De Subsistencia 32 43 25 100 46 54
Microempresas 42 68 38 100 32 68
Moderno 47 74 41 100 21 79
De Acumulación Ampliada 56 47 58 100 23 77
De Acumulación Simple 52 74 47 100 35 65
De Subsistencia 26 44 25 100 42 58
1/ Consumo percápita por debajo de la línea de pobreza, estimada en 4.259 córdobas anual.
2/ Porcentaje de ocupados de la Micro y Pequeña Empresa en el Total de ocupados No agrícolas según jefatura y pobreza.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Por otra parte, un 68% de los trabajadores de la MYPE provenientes de hogares po-
bres está inserto en el autoempleo, y un 41% de todos los trabajadores pobres de la MYPE
participa en el estrato de cuenta propia de subsistencia. Dentro de este estrato emerge en-
tonces un grupo particularmente vulnerable, el de las mujeres en situación de autoempleo,
con la responsabilidad del hogar que le impide trabajar jornadas completas y con reducida
educación formal, que les limita sus posibilidades de mejorar la productividad y, por ende,
sus ingresos.
La distribución geográfica
Cuadro 22
Nicaragua: Lugar de residencia de la población ocupada en la micro y pequeña empresa no agrícola. 1998
(Población ocupada de 6 o más años de edad)
1
Incidencia de la Micro y Pequeña Empresa 66 63 65 62 67 68 64
Micronegocios 76 24 100 34 36 23 6
Moderno 81 19 100 40 33 21 5
De Acumulación Ampliada 82 18 100 39 33 20 8
De Acumulación Simple 76 24 100 35 37 22 6
De Subsistencia 70 30 100 27 39 28 6
Microempresas 78 22 100 34 36 25 6
Moderno 83 17 100 37 35 23 5
De Acumulación Ampliada 72 28 100 24 37 27 12
De Acumulación Simple 72 28 100 36 33 23 7
De Subsistencia 81 19 100 31 37 26 5
1/ Porcentaje de los ocupados de la Micro y Pequeña Empresa en el Total de ocupados No agrícolas según lugar de residencia.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
En términos generales, es claro cómo las zonas más urbanas y metropolitanas, tien-
den a mostrar un mayor peso de los establecimientos de mayor tamaño y productividad,
mostrando la importancia del lado de la demanda para potenciar o tornar rentable la pro-
ducción en pequeña escala.
5. CONCLUSIONES
Como contexto para ubicar la situación de las micro y pequeñas empresas no agríco-
las, y en particular las de baja productividad, se puede destacar que el mercado de trabajo
nicaragüense se caracteriza por mantener una presencia importante de empleo agrícola, una
estructura por actividades y ocupaciones poco diversificada, con bajo peso del empleo asa-
lariado y del empleo calificado. Sí es, por el contrario, significativo el peso de la produc-
ción en pequeña escala en la generación de empleo, ya que los micronegocios dan cuenta de
dos de cada tres empleos existentes hacia finales de los años noventa, y las MYPE, agríco-
las y no agrícolas, aportan el 84% de los puestos de trabajo para el mismo período. El mer-
cado de trabajo también se caracteriza por la existencia de relativamente alto desempleo
abierto, en conjunto con una no tan extensa incidencia del subempleo, tal como ha sido me-
dido en este trabajo.
El análisis desarrollado dejó claro que las MYPE enfrentan los mismos problemas
generales de los establecimientos no agrícolas en cuanto a baja calificación de su mano de
obra, a lo que se le agrega una menor calidad del empleo asalariado en cuanto a acceso a la
seguridad social, la estabilidad laboral y a la organización. Ello permite destacar, por una
parte, cómo el mejoramiento de las condiciones laborales descansa en mucho en el mejora-
miento de las condiciones laborales dentro de las MYPE, y, por otra parte, cómo el mejo-
ramiento de la productividad de estos establecimientos, condición necesaria para mejorar la
calidad del empleo, pasa por un masivo esfuerzo de capacitación de su mano de obra. El
protagonismo de la mujer al frente de las MYPE y la similitud de perfiles de la microem-
presa y el autoempleo son otros de los rasgos de estos establecimientos que surgen del aná-
lisis realizado.
de sus características. Este, sin embargo, es un trabajo que apenas se inicia y que requiere
seguir avanzando en el futuro para perfeccionar la identificación de los distintos estratos
productivos y para ampliar su caracterización. Es entonces necesario depurar aún más los
criterios de estratificación utilizados. Para ello, las encuestas de medición de niveles de
vida ofrecen una cantidad adicional de información que requiere de validación para su pos-
terior incorporación. En particular, estas encuestas han incorporado un módulo sobre los
negocios no agrícolas del hogar que demanda de su validación y explotación posterior. A
partir de este será posible conocer algunos elementos sobre la composición de los gastos, el
monto y composición de los activos y los esfuerzos de inversión recientes. En el anexo D
se incorpora una primera exploración de esa información.
Una segunda área de trabajo futuro tiene que ver con el seguimiento o monitoreo de
las actividades de baja productividad y de las MYPE en general. Una de las limitaciones
metodológicas de los esfuerzos como el presente es que se debe contar con estimaciones
puntuales para derivar conclusiones sobre procesos o tendencias. Al ser sectores tan vulne-
rables, su situación se modifica rápidamente y es necesario e importante entonces hacer un
seguimiento, idealmente anual, de estos estratos. Entonces es necesario que estos esfuerzos
se continúen con cierta regularidad o se apoyen encuestas de hogares periódicas, de menor
cobertura de información pero mayor continuidad para seguir de cerca la evolución del sec-
tor. Adicionalmente, es posible procesar la encuesta de medición de niveles de vida reali-
zada por el INEC en 1993. Con ello se tendrían dos observaciones y se podría avanzar en el
análisis de la dinámica de las MYPE en los noventa. Ello, sin embargo, es insuficiente y
debe complementarse con ejercicios, ya no anuales, de encuestas a las unidades producti-
vas. Solo así se pueden programar adecuadamente las intervenciones de políticas públicas
sobre el sector y de paso se pueden someter a corroboración las distintas hipótesis que sus-
tentan la estratificación aquí desarrollada.
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Banco Mundial. 1995. Informe sobre el desarrollo mundial 1995: El mundo del trabajo en una
economía integrada. Washington, D. C., Estados Unidos: Banco Mundial.
Cartaya, V. F. 1987. “El confuso mundo del sector informal”. En Nueva Sociedad, Nº 90. Reim-
preso en FLACSO (1988).
Chamorro, A., M. Chávez, y M. Membreño. 1991. “El Sector Informal en Nicaragua”. En J. P. Pé-
rez y R. Menjívar, editores, Informalidad Urbana en Centroamérica: Entre la acumulación y la
subsistencia. San José, Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y
Editorial Nueva Sociedad.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 1994. Panorama Social de 1994.
Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 1997a. Panorama Social de
1997. Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 1997b. La brecha de la equidad:
América Latina, el Caribe y la Cumbre Social. Santiago, Chile: Comisión Económica para Améri-
ca Latina y el Caribe.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 1999. Panorama Social de 1998.
Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 2000. La brecha de la equidad:
Una segunda evaluación. Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Funkhouser, E.; Pérez, J.P. 1998. Centroamérica en reestructuración: Mercado laboral y pobreza
en Centroamérica. San José, Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales: FLAC-
SO.
Guasch, J.L. 1999. Labor market reform and job creation: the unfinished agenda in Latin Ameri-
can and Caribbean countries. Directions in Development. Washington, D. C., Estados Unidos:
Banco Mundial.
Herman, B., editor. Papers, Proceedings and Recommendations of the International Seminar on
Informal Sector Employment Statistics, organized by Pakistan/Netherlands Project on Human Re-
source Development. Islamabad: Pakistán.
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. 2000. Encuesta Nacional Sobre Medición de Nivel de
Vida (EMNV 98): Informe General. Managua, Nicaragua: Instituto Nacional de Estadísticas y
Censos.
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. 2000. Encuesta Nacional Sobre Medición de Nivel de
Vida (EMNV 98): Archivo de datos.
Levenson. A. R.; W.F. Maloney. 1998. The Informal Sector, Firm Dynamics, and Institutional
participation. Policy Research Working Paper Nº 1988. Washington, D. C., Estados Unidos: Banco
Mundial.
Lora, E.; G. Márquez. 1998. The employment problem in Latin America: Perceptions and Stylized
Facts. Documento de Trabajo Nº 371. Washington, D. C, Estados Unidos: Oficina del Economista
Jefe, Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Maloney, W. E. 1998. The Structure of Labor Markets in Developing Countries. Policy Research
Working Paper Nº 1940. Washington, D. C., Estados Unidos: Banco Mundial.
Maloney, W.E. 1998. Are Labor Market in Developing Countries Dualistic? Policy Research Wor-
king Paper Nº 1941. Washington, D. C., Estados Unidos: Banco Mundial.
Márquez, G. 1998. El desempleo en América Latina y El Caribe a Mediados de los Años 90. Do-
cumento de Trabajo Nº 377. Washington, D. C., Estados Unidos: Oficina del Economista Jefe,
Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Mezzera, J., y R. Christen. 1997. “Políticas de apoyo a micro y pequeñas empresas”. Boletín Téc-
nico Interamericano de Formación Profesional. Enero-marzo, Nº 138: 79-100.
Oficina Internacional del Trabajo (OIT). 1994. Informa: Panorama Laboral’94 para América Lati-
na y el Caribe. Lima: Perú: Oficina Internacional del Trabajo.
Oficina Internacional del Trabajo (OIT). 1995. Informa: Panorama Laboral’95 para América Lati-
na y el Caribe. Lima: Perú: Oficina Internacional del Trabajo.
Oficina Internacional del Trabajo (OIT). 1996. Informa: Panorama Laboral’96 para América Lati-
na y el Caribe. Lima: Perú: Oficina Internacional del Trabajo.
Oficina Internacional del Trabajo (OIT). 1997. Informa: Panorama Laboral’97 para América Lati-
na y el Caribe. Lima: Perú: Oficina Internacional del Trabajo.
Oficina Internacional del Trabajo (OIT). 1998. Informa: Panorama Laboral’98 para América Lati-
na y el Caribe. Lima: Perú: Oficina Internacional del Trabajo.
Pérez Sainz, J. P. 1991. Informalidad Urbana en América Latina: Enfoques, problemáticas e in-
terrogantes Guatemala, Guatemala: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y
Editorial Nueva Sociedad.
Pérez Sainz, J. P. 1996. Neoinformalidad en Centroamérica. San José, Costa Rica: Facultad Lati-
noamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Portes, A. y R. Schauffler. 1993. “Competing Perspectives on the Latin American Informal Sector”.
Population and Development Review. Vol. 19, Nº 1.
Programa Regional del Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC). 1986. Sistemas de
Información para el análisis del mercado de trabajo. Documento Nº 227. Santiago, Chile:
PREALC/OIT:
Tapia. L. 1997. Políticas de fomento a la microempresa en los noventa. LC/R. 1756. Santiago,
Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Tokman, V. 1987. “El sector informal quince años después”. En El Trimestre Económico, Nº 215.
Van Hemelryck, L. 1993. “La pequeña empresa más allá de las políticas de compensación social
del modelo neocapitalista: el caso chileno”. Proposiciones Nº 23. Santiago, Chile: Ediciones SUR,
octubre, pp. 97-119.
Weller, J. 1998b. Los mercados laborales en América Latina: su evolución en el largo plazo y sus
tendencias recientes. Serie Reformas Económica 11. Santiago, Chile: Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL).
Weller, J. 1997b. Crecimiento, empleo y pobreza: las transformaciones en la estructura del empleo
asalariado y su impacto en la pobreza en los años ochenta e inicios de los noventa. CEPAL, docu-
mento mimeografiado.
ANEXO A
22
Clasificación Industrial Internacional Uniforme de Todas las Actividades Económicas. Revisión 3.
ANEXO B
AGRICULTURA
Cereales
111 Cultivo de cereales y otros cultivos n. c. p.
Café y frutas
113 Cultivo de frutas, nueces, plantas cuyas hojas se utilizan para preparar
bebidas y especias. Café.
Otros productos
112 Cultivo de hortalizas, legumbres especialmente hortícolas y productos de vivero
121 Cría de ganado vacuno y de ovejas, cabras, vacas, caballos, asnos, mulas y
burdéganos; cría de ganado lechero
122 Cría de otros animales, elaboración de productos animales n. c. p.
130 Cultivo de productos agrícolas en combinación con la cría de animales (explotación mixta)
140 Actividades de servicios agrícolas y ganaderos excepto las actividades veterinarias
150 Caza ordinaria y mediante trampas y repoblación de animales de caza, incluso las
actividades de servicios conexas
200 Silvicultura, extracción de madera y actividades de servicios conexas
500 Pesca, explotación de criaderos de peces y granjas piscícolas, actividades de servicios
relacionados con la pesca
INDUSTRIAS Y MINAS
Alimentos y bebidas
1511 a 1554 Elaboración de productos alimenticios y bebidas
Textiles y confección
1711 a 1730 Elaboración de productos textiles
Otras industrias y minas
1810 a 3720, Resto de las industrias
1010 a 1429 Explotación de minas y canteras
CONSTRUCCIÓN
4510 a 4550 Construcción
COMERCIO MINORISTA
Almacenes de vívires
5211 Venta al por menor en almacenes no especializados con surtido compuesto
principalmente de alimentos, bebidas y tabaco
5219 Ventas al por menor de otros productos en almacenes no especializados
5220 Venta al por menor de alimentos, bebidas y tabaco en almacenes especializados
Almacenes especializados
5050 Venta al por menor de combustible para automotores
5231 a 5239 Comercio al por menor de otros productos nuevos en almacenes especializados
5240 Venta al por menor en almacenes de artículos usados
No realizado en almacenes
5251 Venta al por menor en empresas de venta por correo
5252 Venta al por menor en puestos de venta y mercado
5259 Otros tipos de venta por menor no realizada en alimentos
OTROS SERVICIOS
Servicios básicos
4010 a 4030 Suministro de electricidad, gas, vapor y agua caliente
4100 Captación, depuración y distribución de agua
6023 Transporte de carga por carretera
6301 Manipulación de la carga
6302 Almacenamiento y depósito
6303 Otras actividades de transporte complementarias
6411 Actividades postales y de correo
6412 Actividades de correo distintas de las actividades postales nacionales
6420 Telecomunicaciones
Servicios a empresas
5010 Venta de vehículos automotores
5030 Venta de partes, piezas y accesorios de vehículos automotores
9111 Actividades de organizaciones empresariales y de empleadores
5110 a 5190 Comercio al por mayor y en comisión, excepto el comercio de vehículos
6511 a 6599 Intermediación financiera, excepto la financiación de planes de seguros y de pensiones
6601 a 6603 Financiación de planes de seguros y de pensiones
6711 a 6719 Actividades auxiliares de la intermediación financiera
7010 a 7020 Actividades Inmobiliarias
7121 a 7130 Alquiler de otros tipos de maquinaria y equipo
7210 a 7240 Informática y actividades conexas
7290 Otras actividades de informática
7411 a 7499 Otras actividades empresariales
Servicios estatales y sociales
7511 a 7530 Administración pública y defensa, planes de seguridad social
8010 a 8090 Enseñanza
8511 a 8532 Servicios sociales y de salud
9000 Eliminación de desperdicios y aguas residuales, saneamiento
9900 Organizaciones y órganos extraterritoriales
Servicios a personas
9301 a 9309 Otras actividades de servicios
9500 Hogares privados con servicio doméstico
9112 Actividades de organizaciones profesionales
9191 a 9199 Actividades de otras asociaciones
9211 a 9214 Actividades de cinematografía, radio y televisión
9220 Actividades de agencias de noticias
Servicios de reparación
5020 Mantenimiento y reparación de vehículos
5260 Reparación de efectos personales y enseres domésticos
5040 Venta, mantenimiento y reparación de motocicletas
7250 Mantenimiento y reparación de maquinaria de oficina
Servicios turísticos
5510 a 5520 Hoteles y restaurantes
6010 a 6022 Transporte por vía terrestre
6110 a 6120 Transporte por vía acuática
6210 a 6220 Transporte por vía área
6304 Actividades de agencias de viajes y organizadores de viajes
7111 a 7113 Alquiler de maquinaria y equipo sin operarios y de efectos personales
9219 Otras actividades de entretenimiento
9231 a 9233 Actividades de bibliotecas, archivos y museos y otras actividades culturales
9241 Actividades deportivas
9249 Otras actividades de esparcimiento
ANEXO C
CUADROS ESTADÍSTICOS SOBRE LOS ESTRATOS PRODUCTIVOS
1998
ANEXO D
Una exploración de las operaciones de los micronegocios
La EMNV 98 incorpora un módulo sobre los negocios del hogar no agropecuarios, donde se
indaga sobre ingresos, gastos, activos e inversión. El cuadro 23 recoge parte de esa infor-
mación, concentrada en los trabajadores independientes de micronegocios (de 1 a 4 trabaja-
dores) y dueños de negocios familiares.23 La información hay que verla con cuidado y solo
con carácter exploratorio.
Los ingresos brutos del micronegocio se indagan para la última quincena y dentro de
ellos se distinguen las ventas directas, el intercambio y el autosuministro. Los ingresos
brutos, confrontados con los ingresos laborales del cuadro 15, se tornan muy similares,
aunque unos se refieren al mes y otros a la quincena. Ello sugeriría, en un contexto de con-
sistencia completa, que los gastos representan cerca del 50% de las ventas. Por otra parte,
estos ingresos se tornan consistentes con el estrato al que pertenece el establecimiento, au-
mentando conforme aumenta la productividad y complejidad del negocio. Dentro de estos
ingresos, el autosuministro aparece como muy reducido, representando el 5% de los ingre-
sos totales y, aunque aumenta conforme el negocio es de menor productividad, no llega a
superar al 7% de los ingresos totales.
Con relación a los gastos, estos se han transformado también a la quincena, pero no
permiten una comparación directa con los ingresos. La razón de ello, es que se indaga por
los gastos en el último año, pero no fue posible aislar los de la última quincena ni fue facti-
ble conocer cuáles de ellos resultaban asociados solo a algunos meses, para prorratearlos
adecuadamente en un promedio mensual, o quincenal del año. En todo caso, los datos pue-
den resultar de utilidad para tener una primera aproximación a la estructura de costos por
estrato productivo. Tomando los micronegocios en su conjunto, cerca de un tercio del gasto
corresponde a pago de mano de obra, pago de mano de obra que aumenta con el grado de
productividad y, obviamente, dentro de la microempresa. Llama la atención, sin embargo,
que este gasto está presente marginalmente en el autoempleo, donde por definición no debe-
ría existir.
Algo más de un 40% del costo está dado por los insumos y bienes asociados con el
negocio, excepto combustible y servicios básicos (agua, electricidad, comunicaciones). El
peso relativo de este componente aumenta al reducirse la productividad del establecimiento,
sugiriendo el peso de las actividades comerciales en los estratos de menor productividad.
Para el conjunto de micronegocios, el resto de los gastos de producción representa cerca del
20% y adquiere un amplio protagonismo, por el rubro de combustible, en el estrato de acu-
mulación ampliada. Ello sugiere una posible concentración de actividades vinculadas con
el transporte en ese estrato. Finalmente, el pago de impuestos, incluidos pagos a la seguri-
dad social, representa un 1% del costo, y llama la atención que están presentes en todos los
estratos.
23
Eso implica que no se dispone de información para la totalidad de los microempresarios; solo está disponible para el
66% de los micronegocios.
Cuadro 23
Nicaragua: Ingresos, costos, activos e inversión de los micronegocios no agrícolas. 1998
Acumulación Acumulación
Moderno Subsistencia Micronegocios Microempresa Autoempleo
Ampliada Simple
1
INGRESOS
En córdobas 4.542,9 1.564,6 1.155,0 768,1 1.819,6 5.537,9 1.464,0
En U.S. Dólares 431,4 148,6 109,7 72,9 172,8 525,9 139,0
2
GASTOS TOTALES
En córdobas 6.496,9 2.908,8 868,4 565,2 2.191,0 10.868,2 1.361,1
En U.S. Dólares 617,0 276,2 82,5 53,7 208,1 1.032,1 129,3
3
ACTIVOS
En córdobas 17.656,0 16.472,6 4.455,0 2.543,4 7.898,4 17.567,3 6.973,7
En U.S. Dólares 1.676,7 1.564,4 423,1 241,5 750,1 1.668,3 662,3
4
INVERSION
En córdobas 50,0 22,1 3,0 7,3 16,1 103,1 7,8
En U.S. Dólares 4,7 2,1 0,3 0,7 1,5 9,8 0,7
1/ En la última quincena.
2/ Gastos realizados en el último año mensualizados.
3/ Según valor de reposición reportado por los microempresarios.
4/ En el último año.
Fuente: Cálculos del autor con base en la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida 1998 del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos de la República de Nicaragua.
Pasando a los activos, estos se valoran al costo de reposición en opinión de los mi-
croempresarios. Estos muestran un reducido valor ya que no superan los U. S. $ 2000 por
establecimiento, aspecto que puede estar influido por el método de valoración. No obstante
Finalmente, el módulo indaga sobre gasto de inversión fija en el último año. Tam-
bién cuantifica los inventarios, pero no sus cambios, que es lo que correspondería conside-
rar como inversión del año, por lo que no se incluyen en el cuadro. Considerando solo la
inversión en capital fijo (edificios, maquinaria y vehículos), esta resulta prácticamente in-
existente y probablemente concentrada en unos pocos establecimientos, de modo que el
promedio general resulta irrelevante. Aun con estas limitaciones, esta sigue guardando co-
herencia con el estrato productivo al que pertenece el establecimiento, aunque no cabría
esperar inversión en el estrato de subsistencia.