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1. Contexto de la discusión
Bradol se pregunta:
¿Hasta qué punto resulta beneficioso para las poblaciones sometidas a actos
de violencia masiva, la proliferación de las llamadas guerras justas y el
entusiasmo que en estos últimos tiempos suscitan los valores éticos y
morales? más allá del discurso del «derecho de ingerencia» y de la lucha
contra el «Mal», en realidad ¿cuál ha sido la verdadera reacción internacional
ante las más serias crisis humanitarias de los últimos cinco años? (Weissman,
2004:19) 2
1
Estos, entre otros apartes se discuten en Jiménez, S et al. (2006). Cooperación Internacional y Desplazamiento Forzado.
Escuela Latinoamericana de Cooperación y Desarrollo y Universidad de San Buenaventura de Cartagena.
2
Esta pregunta resalta la preocupación frente al débil ejercicio en la práctica de las recomendaciones de la Constitución
mundial (Carta de San Francisco o Carta Naciones Unidas) que prohíbe el uso de la fuerza para dirimir las controversias
entre Estados (art. 2.4) y que ya en el 1928 el Pacto Brian Kellog decretaba la renuncia a la guerra.
3
Forsythe (2000:179) se refiere al concepto “emergencia compleja” como aquel termino impreciso para
Más allá de estos llamados de atención, lo que se está poniendo en juego es el peso y
valor político de la ayuda humanitaria. En estos términos de denuncia de despolitización
de lo humanitario se manifestó Sadako Ogata 4, al señalar que:
aludir a situaciones en donde las autoridades formales o regulares niegan la existencia de un conflicto
armado dentro del marco del derecho internacional, pero en donde a pesar de ello, los civiles se
encuentran en gran necesidad y el orden público se encuentra alterado.
4
Alta Comisionada de las naciones Unidas para los Refugiados, en la conferencia internacional
para la protección de víctimas de la guerra. Ginebra, 31 de agosto de 1993.
Fisas (2004) recuerda que la acción humanitaria no es nada sin acción política y sin una
idea de justicia. En ese sentido pasaremos a plantear que implicaciones tiene la
intervención de la ayuda en crisis humanitarias respecto a la protección de derechos
fundamentales; a través de dos ejes de discusión: las implicaciones éticas de la
intervención humanitaria y los límites y alcances de la noción de sociedad civil global.
Así la idea de un principio moral supone la existencia de un algo antes de, previo al
sujeto y a la acción colectiva, una condición a priori. Esta posición coincide con la visión
de las tendencias realistas que defienden la existencia de lo real ( de una ley natural) en
el espacio de la interacción humana (en términos de Arendt, de acción no mediada, no
por la sobrevivencia, ni por los objetos), y que en tanto tal, tales principios se
entenderán de alcance y validez universal.
La otra posición, la de la ética aplicada, o la de la ética en la práctica (el
pragmatismo) desestima la existencia de normas preexistentes a la acción y la
interacción concreta. En ese sentido se asumen los criterios morales como procesos de
construcción sobre las prácticas sociales concretas.
Para no atraparnos en las discusiones dicotómicas en donde se asume una y otra
postura, y mejor dedicarnos a explorar los límites de posibilidades de cada concepción
sobre un tópico concreto, paso a discutir estas diversas posiciones y su contradicciones
aplicadas a la atención de crisis humanitarias en Estados y sociedades que no se pueden
caracterizar como ejemplos integrales de modernidad política.
Hoffmann (1981: 189) plantea la necesidad de acomodar la gran diversidad de
valores existente en la sociedades del mundo, dentro de una acción moral en asuntos
políticos internacionales (como los derechos humanos) que ponga en contraste tanto lo
cosmopolita como lo interestatal. En términos de relaciones internacionales este autor
define esta postura como el juego entre las normas morales y las realidades políticas.
Hasta este punto podemos advertir entonces una primera posible contradicción o
tensión dada la coexistencia de enfoques en la discusión sobre el humanitarismo, pues
por un lado los acuerdos internacionales sobre la protección de los derechos humanos, se
conciben desde una perspectiva realista en donde estos principios se asume que operan
como leyes naturales de alcance universal; y al mismo tiempo la posibilidad de su
realización queda abierta a las distintas probabilidades y limitaciones, desde las distintas
prácticas y arreglos institucionales al resguardo de cada sociedad o Estado nacional; lo
que contradice a su vez su aspiración de universalización.
Adicionalmente a esta aporía, aparece las decisiones basadas en un cierta
economía moral de los valores o principios sobre los cuales de plantea el discurso de los
derechos humanos. Hoffmann (1981: 196) destaca las dificultades derivadas de una
falsa coherencia en la acción humanitaria producida por el desequilibrio entre la
economía de los valores, en donde unos valores son sobredimensionados y valorados por
encima de otros. Esta desbalance en la valoración de los principios éticos termina
generando la concentración de acciones o la visibilización de un tipo de problemáticas en
detrimento de otras. Este es el caso en donde por ejemplo se asume que la atención de
emergencia es la prioridad fundamental y se descuida los procesos de transición hacia la
El concepto de sociedad civil global no puede discutirse sin considerar los principios del
cosmopolitismo donde ésta se inscribe. Shaw define esta tendencia como una nueva
teoría global caracterizada por: 1. El énfasis en las relaciones sociales en vez de
relaciones interestatales, en un contexto de mucho mas amplio alcance en términos de
las relaciones de política global. Esta política global esta definida por una sociedad civil
incrementalmente globalizada, dadas su propias dinámicas económicas y culturales y no
por los procesos interestatales. 2. Esta teoría global concibe a los Estados de manera
diferente en los siguientes sentidos: El punto de partida son las relaciones globales y no
las intraestatales, sobre todo cuando las instituciones estatales tienen a globalizarse en
el mismo sentido. En este orden de ideas, la globalización no es algo que le sucede al
Estado – Nación, en la consideración general sobre la reducción de poder económico y
social; al contrario, este proceso se entiende como un serie de cambios en el poder
estatal en donde éste es constituido y constituyente. Así, las estructuras estatales
globales formadas, son causa y efecto de los desarrollos globales. 3. La crisis de la
política global debe ser vista, no tanto como crisis de las relaciones interestatales, sino
como una crisis global, que esta estructurada por la interacción entre el Estado y la
sociedad, y constituida por los medios masivos y otras instituciones de la denominada
sociedad civil al tiempo que de los propios Estados. (Shaw, 1999: 230,231)
En síntesis, el cosmopolitismo supone un inevitable crisis de la idea de Estado –
Nación. En tendemos crisis en referencia a Palti, cuando a firma que la naturaleza de la
crisis debe entenderse en dos sentidos: el primero, como una mutación grave, el
momento decisivo de un asunto de importancia, en donde se combinarían una dimensión
temporal (un momento de reflexión) con un tipo de operación intelectual (la de
establecer una distinción). Las crisis ordenan, establecen hitos, dan forma y sentido al
devenir temporal. El segundo, la crisis así producida no basta con verificarla solamente
por la dislocación objetiva de un determinado horizonte de pensamiento, lo que siempre
deja las puertas abiertas a su abandono total (con lo que ya no podría hablarse de una
crisis, sino simplemente de un cambio de posturas o de perspectiva). Aquella tiene
también un componente subjetivo. Es decir, una auténtica crisis conceptual sólo se
produce cuando se admite una determinada tradición como históricamente
(objetivamente) desecha y no obstante, se persiste en ella, puesto que ninguna otra
aparece como mas aceptable o menos problemática. Lo que define a una crisis
conceptual es que se instala en un terreno inhabitable, pero que tampoco es traspasable.
(Palti, 2005: 27).
De esta manera, el cosmopolitismo y con él, la idea de la sociedad civil global, se
presenta como la crisis del Estado – Nación, pero como veremos mas adelante, dicha
crisis no supone el que el cosmopolitismo pueda superar este concepto, es decir, la
pretensión cosmopolita puede ser el límite del Estado - Nación pero no su fin, al menos
no aun.
Apoyados en el marco de interpretación anterior, veamos cuáles son esos límites
de la noción de la sociedad civil global en el debate humanitario que hace que el
cosmopolitismo no puede librarse de las fronteras marcadas por las ideas de soberanía y
ciudadanía nacionalista.
Presentamos una primera caracterización de sociedad civil según Frost. Este
autor considera que como participante de la sociedad civil global, yo no puedo mas que
profundizar el código ético embebido en dicha práctica. Este autor supone que todos, de
una forma u otra, somos participantes de dicha práctica. Para Frost, la sociedad civil se
puede entender como aquella práctica de gran escala en donde nosotros reclamamos
nuestros derechos individuales y reconocemos los de otros. (Frost, 2001:37)
De nuevo se observa en este tipo de posición, la presencia de un supuesto realista
y en tanto tal, universalista de los valores característicos de los derechos humanos, a
modo de valores naturales, por todos experimentados y compartidos. Esta concepción
supone que todas las sociedades se encuentra en igual nivel de desarrollo respecto a la
idea de las democracias liberales de estirpe anglo – europea. Esto deja por fuera o al
menos no se pregunta, cómo convertir los derechos humanos en práctica subyacente a
valores éticos que no surgen en Estados modernos no liberales.
Otra aproximación al concepto de sociedad civil global es el de Shaw, cuando
afirma que la sociedad civil global existe en la medida en que determinadas conexiones
globales constituyen un marco social en donde individuos alrededor del mundo se
referencian, mas o menos conscientemente, en muchas de sus interacciones e
intercambios. A pesar de que no todas las acciones tienen alcance global, debido a las
fronteras definidas por la nación, la familia, etc; Shaw plantea que estas fronteras son
cada vez mas porosas, debido al incremento de la consciencia de un contexto global, en
donde diferentes campos de acción son definidos. (Shaw, 1999:215).
Aparece aquí otra de las dificultades o limitaciones del poder explicativo de la
idea de sociedad civil global, cual es la suposición de interacciones – no definidas –
conscientes – no demostrables – en un contexto de convergencia. Este tipo de
aproximaciones peca de suposiciones abstractas que distan mucho de poder dar cuenta
de las acciones concretas de los actores sociales y de los alcances globales o no de sus
luchas o demandas.
Para concluir, y sin intentar superar la crisis o limitaciones conceptuales
presentadas, si quiero proponer algunos criterios para ampliar los horizontes de discusión
sobre los derechos humanos en contextos no necesariamente liberales o modernos y
donde existe un precario desarrollo de Estado – Nación, al tiempo que unas débiles
conexiones a la sociedad civil globalizada:
Lo primero que debería tenerse en cuenta, para que exista real conciencia e
interacción entre actores sociales – y con ello el cumplimiento de una primera condición
de una sociedad civil global – es que los actores de dicha sociedad civil deben poder
ejercer intercambios simétricos y democráticos. En otras palabras, debe superarse el
criterio de actor – hegemónico en mucho de los casos – benevolente del norte, que
acude en ayuda de la víctima dis/in_capacitada del sur, en donde los segundos apenas
aparecen como beneficiarios de los programas de asistencia humanitaria de emergencia
o de los procesos de recuperación.
Lo segundo es que muchos de los activistas de derechos humanos en la sociedad
civil global, deberían ampliar su sentido crítico, en donde no sólo observen el
incumplimiento de los valores normativos y universalistas de la ética humanitaria, sino
también den cuenta de la asimetría en la toma de decisiones sobre como enforzar y/o
promover la realización de tales derechos. En otras palabras, la toma de decisiones en
las relaciones interestatales respecto a los acuerdos en derechos humanos también
deben ser objeto de crítica, pues la ausencia de democracia en las relaciones en la
comunidad de naciones, esta a la base de la crisis en el humanitarismo contemporáneo y
opera a su vez como negación del supuesto base de los derechos liberales democráticos
sobre los que esta edificado todo el sistema.
Finalmente, y en un sentido mas pragmatista, la promoción de los derechos
humanos desde la sociedad civil global, debe partir, no de la publicidad o la imposición
de un paquete normativo – universalista, si no del reconocimiento de las practicas
sociales – en sentido plural - sobre las cuales se pueden edificar campos de lucha y
deliberación común alrededor de acuerdos éticos que dignifiquen la condición humana.
Esto puede aumentar la complejidad de la acción humanitaria internacional o global, pero
es la única posibilidad de ir mas allá de aquellas visiones realistas que se conforman con
esperar o suponer – en un sentido profundamente teleológico – que todas las sociedades
terminaran por aceptar un paquete ético normativo que reconoce las aspiraciones anglo
europeas de la modernidad occidental.
La sociedad civil global no sólo es la ampliación de actores, interacciones y
contextos; sino, sobre todo, la inclusión de diversas estructuras valorativas, que deben
afrontar el reto de la deliberación política, sobre el vacío o sobre los límites del espacio
liminal entre el Estado – Nación y la sociedad cosmopolita.
Bibliografía