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Bien, quiero que se fijen en lo siguiente: Nos dice que Él llevó nuestras enfermedades y
sufrió nuestros dolores; fue herido por nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados.
Fueron nuestras ansiedades y enfermedades las que le trajeron los latigazos. A pesar de
que todo tenía que ver con nosotros, aun así, Él sufrió por ello. Él tomó nuestro lugar.
De hecho, miremos el versículo 6 de Isaías 53: “Todos nosotros nos descarriamos como
ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos
nosotros.” Este pasaje nos incluye a todos. Nadie queda exento, ya que todos hemos
pecado y Dios cargó en su Hijo Jesús, el pecado de cada uno de nosotros.
Isaías 53:7, “Angustiado Él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al
matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.”
Esto nos habla de cuando Jesús se encontraba ante Poncio Pilato y los judió le estaban
acusando falsamente. Jesús enmudeció de tal manera que la Biblia declara que Pilato
estaba maravillado ante el silencio de Jesús. El no contestó ni una palabra.
Yo no recuerdo la última vez que uno de mis hijos quiso tomar el castigo de uno de sus
hermanos, diciéndome, “ Papá, corrígeme a mí en vez de a mí hermano. Castígame a mí
en vez de castigar a mi hermana.” No, de hecho lo opuesto es verdad, “¡Él lo hizo! ¡Es
culpa de ella! ¡Ella lo empezó; él lo empezo. No es justo! ¡Pero si yo no hice nada!”
¿Acaso habrá un padre que puede relacionarse con palabras como estas?
Sin embargo, Jesús no abrió la boca. Él pudo haber dicho, “¡Ella lo hizo! ¡Él lo hizo!
¡Esto no es justo! ¡Pero si yo no hice nada! Más no dijo ni una palabra. Nosotros fuimos
las ovejas descarriadas, pero él fue el cordero inmolado. El castigo y la pena de nuestro
pecado cayó sobre Él. La condición de la humanidad era tan desesperada, la raiz del
pecado tan profunda, y la distancia entre Dios y la raza humana tan grande, que
unicamente la muerte del Hijo de Dios pudo remediar tal situación.
Cuando yo era un niño de más o menos siete años de edad, me monté en mi bicicleta para
ir a una pequeña galería comercial en el centro de mi pueblo. En esa galería, había una
sección de joyería. Yo había ahorrado mi dinero y quería comprarle algo a mi madre, ya
que ella cumplía años al día siguiente. Al mirar en la vitrina, ví un prendedor con
diamantes de imitación, que seguramente era algo de lo más feo, pero a mí me parecía
muy bonito y quise comprarsela. Creo que era una araña o algo parecido y le dije a la
dependienta, “yo quiero eso.” La mujer lo sacó y lo puso sobre el mostrador mientras
que yo sacaba todo el dinero que había ahorrado. Ella empezó a contar todas las monedas
de mi hucha y me dijo, “lo siento hijo, pero no tienes suficiente para poder pagar esto.”
Todavía me acuerdo de lo anodado que quedé, porque era todo lo que tenía, sin embargo
no era suficiente. Te quiero decir que todas tus obras buenas no son suficiente para
redimir tu alma. Y no importa cuanto hayas sacrificado personalmente, esos sacrificios
jamás podrán comprar la salvación. Los ritos religiosos y las ceremonias, sin importar la
sinceridad de la persona que los practica, nunca pueden cambiar un corazón humano.
Todos los esfuerzos de toda la humanidad a lo largo de la historia no son más que unas
cuantas monedas al compararlos con esa deuda tan grande que todos cargamos.
Vamos a mirar un pasaje en Gálatas 2:20, donde encontraremos una verdad maravillosa.
Dado el hecho que nosotros no podíamos pagar el precio de nuestra deuda, Él lo hizo,
sufriendo en nuestro lugar. Esto es el corazón del Evangelio. San Pablo escribe lo
siguiente: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí.
Ahora bien, es interesante que Pablo escribió “con Cristo estoy juntamente crucificado”,
ya que ni estaba presente en la crucifixión de Jesucristo. Nunca le tocó ver a Jesús
durante los días que caminó sobre la tierra. Pablo vino después, y aun así él declara, “con
Cristo estoy juntamente crucificado.” Pero la Biblia no solo habla de ser crucificados con
Cristo, sino también menciona el morir con Cristo, el ser resucitado con Cristo, el vivir
con Cristo, y que nuestra vida está escondida en Cristo. ¿Qué significa todo esto?
Nos demuestra que lo que Cristo hizo, lo hizo como sustituto tuyo, como representante
tuyo. A los ojos de Dios, tú estabas colgando sobre la cruz. A los ojos de Dios, a tí te
azotaron y te abatieron; fuiste tú el que moriste. Cristo hizo todo eso como tú
representante.
Adán, quien fue el padre de toda la raza humana, lo echó todo a perder. Dios había creado
a Adán a Su imagen y semejanza y le había dado el dominio sobre toda la tierra.
Él dijo, “ Cualquier arbol del huerto...puedes comer del arbol de la vida...todo te
pertenece.” “Sólo una cosa”, le dijo Dios a Adán, “El arbol del conocimiento del bien y el
mal, ese arbol es exclusivamente Mío. Yo soy el que decide lo que es bueno y malo. El
día que comas de ese arbol, ciertamente morirás.” Después de esto, la serpiente se acerca
a la mujer y le dice, “Oye, ¿acaso dijo Dios que no deberías comer esto? Dios sabe que si
comes, serás como Él. Seréis dioses, conociendo lo bueno y lo mal.” Y fue entonces que
Adán tomó la decisión y dijo, “Dios, yo ya no quiero estar bajo tu gobierno. Yo no quiero
que me digas lo que es bueno y lo que es malo. Yo quiero decidir eso por mi mismo.”
Esto es como el joven adolescente que ya piensa saber más que su padre. El ya no quiere
seguir las reglas de su papá. Claro está que quiere que su padre le siga alimentando, y que
le de alojamiento y dinero para gastar, pero ya no quiere obedecer a su papá. Entonces el
padre le tiene que decir, “Mira, si quieres seguir viviendo en mi casa, tendrás que seguir
mis reglas.” Aun así, hay veces que el hijo sigue en rebeldía tras rebeldía y llega el
momento en que el padre le tiene que decir, aun sin querer hacerlo, “hijo, tienes que irte
de mi casa.” Y fue precisamente eso lo que tuvo que hacer Dios con Adán.
Lo echó del huerto. Adán no quiso estar bajo el gobierno de Dios, y ese día, la Biblia nos
dice que Adán murió. El murió espiritualmente hablando y quedó separado de Dios.
Y es en este punto donde nosotros quedamos afectados por lo que Adán hizo. La Biblia
nos dice en Romanos, el capítulo 5, “por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado al muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, pór cuanto
todos pecaron.” Nosotros heredamos la naturaleza pecaminosa que Adán recibió al
transgredir contra Dios. Es algo que llegó a toda la raza humana. Y no sólo eso, sino que
hemos seguido en sus pasos, porque la Biblia declara que “todos hemos pecados y
estamos destuidos de la gloria de Dios.” Literalmente, nuestro pecado nos ha separado de
una relación con Dios. Sin embargo, Dios tuvo un plan y ese plan era el enviar otro Adán.
La Biblia nos enseña que Cristo es el último Adán, y ese Adán vino a deshacer lo que el
primer Adán había hecho. Jesucristo vino a este mundo y nació de una virgen. Él era el
Hijo de Dios. Él vivió una vida sin mancha y sin pecado. Él levantó al quebrantado, sanó
al enfermo, dió esperanza al desahuciado. Pero después fue asido por manos iniquas,
azotado sin misericordia, y finalmente crucificado. Mas Él lo hizo por tí. Él tomó tu
lugar. Dios derramó la plena medida de us ira y su castigo contra el pecado, y Jesús
apuró el vaso hasta las heces. Él lo hizo en tú lugar.
Le quiero decir amigo, que yo fuí el que estaba acostado sobre el altar del juicio,
amarrado por la cuerdas del pecado siendo total y absolutamente culpable. El puñal de la
destrucción y la separación eterna estaba levantado sobre mi cuerpo, a punto de ser
hundido en mi corazón. De repente hubo un ruido en el zarzal y se encontró un sustituto.
Jesucristo, el Hijo de Dios, fue sacrificado en mi lugar y yo quedé libre. Nuestro castigo
fue derramado sobre Él. Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros
dolores; fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos curados. Su misma alma se convirtió en
una ofrenda por el pecado. Él experimentó una agonía absoluta cuando todo el cielo
enmudeció y su Padre Celestial le dió las espaldas. Pero querido amigo, en el libro de
Dios, fuí yo el quien fue crucificado. Mi deuda se canceló. Mi vida fue tomada y ya no
vivo yo, mas Cristo vive en mi.
No sólo murió por nosotros, sino que hizo otra cosa muy sorprendente. Miremos el
noveno capítulo del libro de Hebreos. Es en el libro de Hebreos donde se cuenta como
Moisés hizo el Tabernáculo en el desierto de acuerdo con los planes que Dios le había
dado. En realidad, era una copia de algo que ya existía en el cielo. En el tabernáculo del
desierto, sacrificaban animales y con su sangre, cubrían los pecados del pueblo. Además,
Moisés tomaba una porción de la sangre y salpicaba el tabernáculo, los utensílios, el
pueblo y el libro. Sin embargo, esa sangre no tenía el poder para limpiar el pueblo de su
pecado ni cambiar el corazón humano. Para eso, se precisaba un sacrificio mayor que el
de un animal.
Hebreos 9:22, “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento
de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales
fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que
estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en
el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.”
Estimado amigo, la Biblia nos dice en Efesios 1:6, “...con lo cual nos hizo aceptos en el
Amado.” Yo tengo acceso a la misma presencia de Dios. Jesús fue allí por nosotros. Y
reitero, no se debe a algo que yo o tú hayamos hecho. Todo esto está basado unicamente
en la virtud de lo que Él hizo por nosotros.
Todo esto me hace pensar varias cosas. Numero uno, me hace considerar lo horripilante
que es el pecado. Si precisó la muerte sangrienta y horrenda del Hijo de Dios, puro y sin
mancha, para hacer expiación por el pecado, entonces el pecado debe ser cosa terrible, y
sin embargo lo miramos como cosa con el cual jugar.¡ Que horrible tiene que ser el
pecado, cuando nada menos que la muerte violenta del ser más puro del universo fue
necesario para expiarlo! Causó la separación entre Él y su Padre. Estando sobre la cruz el
clamò, “Mi Dios, Mi Dios, ¿por qué me has desamparado?” Esa palabra “desamparar”,
tiene el significado de abandonar total y completamente. ¡Que terrible tiene que ser el
pecado!
También me hace pensar del gran amor que Dios debe tener para nosotros como para
poder pagar tal precio increíble. ¡Cuanto te valora Dios. Es una maravilla!
Hace tiempo, nos llegó un invitado especial para predicar en nuestra iglesia. Después de
su intervención, le dimos una ofrenda como solemos hacer con todos los invitados que
vienen a ministrar. Al dia siguiente, íbamos a salir juntos así que fui al hotel a recogerlo.
Subí a su cuarto y empezamos a hablar. El empezó a llorar y dijo, “estoy atónito. No
puedo creer el valor que han puesto sobre mi ministerio. Gracias por valorarme tanto
como para darme una ofrenda como esta.”
Te quiero decir que Dios te valoró infinítamente más que eso. A los ojos de Dios, eres esa
perla de gran precio por el cual vendió todo para comparla. No fuiste redimido con cosas
corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo. ¡Hombre, eres de
mucho valor!
La próxima cosa en la cual pienso es la fe que Dios tiene en su pueblo. Él permitió que su
Hijo, Jesucristo, muriese, sin tener ninguna garantía que lo aceptáramos.
Él nos creo como agentes con libre albedrío. Él, sabiendo que teníamos la habilidad de
rechazar lo que Él había hecho, permitió aun así, que Cristo muriese. Él tiene confianza
en tí. Él cree que tú recibirás lo que Él te ha ofrecido.
Todo esto me lleva a pensar en lo siguiente: que la vida es mucho más fuerte que la
muerte. Sabes, la muerte se apoderó de nuestro Señor, pero no pudo sujetarlo. Al tercer
dia, Él resucito victoriosamente de la tumba, se deshizo de los grillos de la muerte y dijo,
“No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que
vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”
La muerte ya no tiene dominio sobre Él. Aun como creyentes podemos clamar, “O
muerte ¿donde está tu aguijón? O tumba ¿donde está tu victoria? La vida es más fuerte
que la muerte.
En las mismas calles donde había llanto y luto, ahora había cánticos y regocijo.
Y te digo, cuando Cristo fue crucificado, el mensaje que fue transmitido a los discípulos
fue “Cristo derrotado.” El mensaje que se comunicó al mundo fue, “Cristo derrotado..”
Nuestro futuro era uno sin esperanza, sin luz, sin ayuda. Pero al tercer dia, esa neblina
infernal fue disipada por un viento celestial y nuestro Salvador resucitó de la tumba y de
repente el mensaje completo se transmitió, “¡Cristo ha derrotado a la muerte!
¡Cristo ha derrotado a Satanás! ¡Cristo ha derrotado al pecado! ¡Que gran diferencia! La
vida es más fuerte que la muerte.
La próxima cosa en la cual pienso es en lo que Cristo nos provee por medio de su muerte,
siempre y cuando estamos intentando apropiarnos de ella. Numero uno, el murió para
reestablecer una relación quebrantada entre la humanidad caida y un Dios Justo. Esa es la
cosa más importante. Sin embargo, allí no acaba todo, aunque hay aquellos que están
viviendo como si eso fuese todo lo que les es disponible. Es como casarte con una
persona y decirle, “bueno, legalmente ya estamos casados y tenemos una relación.
Hablaré contigo dentro de unos años.” Algunos al entregarse al Señor, es como si
dijesen, “bien, mi nombre está escrito en el libro de la vida. Eso es algo seguro. Te veré
en el cielo. No me molestes, estoy ocupado.” Y luego siguen viviendo, haciendo su
propia cosa. Pero amigo, Jesucristo murió para llevarnos a una relación con Dios, y esa
relación necesita ser cultivada y profundizada.
Luego pienso en el lugar donde nos dice que fue castigo por nuestra paz. Eso cubre
nuestra paz mental, tanto en el pasado, como en el presente, como en el futuro. Mucha
gente no encuentra la paz porque son atormentados dia y noche por las cosas vergonzosas
que hicieron en el pasado. Cada uno de nosotros tenemos cosas en nuestro pasado de los
cuales nos avergonzamos. Unicamente la sange de Cristo puede callar una consciencia
culpable. La paz de Dios nos puede librar de la vergüenza del pasado. También nos
puede librar de la ansiedad del presente, como también del temor al futuro. Demos
gracias a Dios por su paz.
De acuerdo con el capítulo 53 de Isaías y otros muchos versículos del Nuevo Testamento,
la sanidad para nuestros cuerpos está incluido en Su Redención. Fue una redención
completa, para el hombre completo. Isaías 53:5 dice, “....y por su llaga fuimos nosotros
curados.” ¿Estoy intentando apropiarme de esas cosas?
Amigo, yo era ese mendigo, sentado al lado del camino, ciego y en la ruina total, cuando
Jesús pasó a mi lado y abrió mis ojos. ¿Como no podría seguirle? ¿Como podría seguir
viviendo una vida egoista y no vivir por Él? Èl tomó mi lugar. Él fue castigado por tí. La
ira de Dios fue derramado sobre su Hijo, quien estuvo en tú lugar. ¿Que harás con su gran
sacrifició? ¿Lo recibirás? ¿ te apartarás de él? La Salvación es algo que Dios nos ofrece
gratuitamente. La Biblia dice que si creyeres en tu corazón que Dios levantó a Cristo de
los muertos, y si con la boca lo confesares como Señor, serás salvo.
Y eso no está hablando del asociarte con una organización religiosa, ni el practicar un
ritual vacio. Tiene que ver con una relación con Dios. Yo siempre estaré agradecido por
un niño de 12 años que se acercó a mí un dia en el parque y me habló del Salvador.
Hasta ese momento, nadie jamás me había hablado de Jesús, pero allí me encontré,
siendo alcohólico, mi mente desecha por las drogas, y Dios envía un niño de 12 años a mi
vida. Él me contó de un Salvador vivo. Después de un proceso de tiempo, yo vine a
Cristo y mi vida entera dio un giro total. Y te quiero decir hoy, que Cristo puede cambiar
tu mundo.
Lo que Cristo hizo, lo hizo por tí mi amigo. Lo que Cristo sufrió. lo sufrió por ti...en tu
lugar.