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Tesoro: ¡El fatalismo! ¡Orar o no orar!

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Actualmente, muchas personas tienen la idea de que todo lo que pasa es por voluntad de Dios,
según lo cual lo mejor es resignarnos. "No hay nada que podamos hacer al respecto, de modo que
debemos aceptar los acontecimientos en forma pasiva." Esa actitud recibe el nombre de
"fatalismo".
Cuando un "fatalista" fracasa en algún proyecto o tarea, en vez de levantarse y continuar
luchando y orando fervientemente para que Dios cambie las cosas y le ayude a alcanzar el éxito,
deja de luchar y acepta mansamente la derrota, diciendo: "Dios lo habrá querido". Ocurra lo que
ocurra, sencillamente lo acepta y se resigna.
¡Cuando lleguemos al Cielo, descubriremos que muchos de los males que ocurrieron no fueron
culpa de Dios, y ni siquiera del Diablo, sino que fueron culpa nuestra por no haber orado! ¡Cuando
oramos ocurre algo y se producen cambios! ¡Porque Dios responde a la oración! El profeta Isaías
dijo que a Israel le sobrevenían muchos males porque "nadie hay que se despierte para invocar el
nombre del Señor" (Isaías 64:7). ¡Si las oraciones ejercen influencia y cambian las cosas, quiere
decir que cuando las cosas no cambian es culpa nuestra por no haber orado! ¡De modo que es
nuestra obligación orar!
Ahora bien, es cierto que hay veces en que la voluntad de Dios con respecto a ciertas cosas
está determinada de antemano y no podemos cambiarla. En ese caso, debemos someternos a Su
voluntad. ¡Pero no siempre es así! ¡En muchas ocasiones, dejar de luchar o dejar de creer en algo
no es someterse! ¡Más bien es tener poca fe y poca convicción y determinación para luchar por
nuestras creencias o por algo que nos hace una gran falta! Es el caso de los siguientes relatos:
¡INSISTE!
Dijo entonces Jesús a sus discípulos: "Supongan que alguien tiene un amigo y va a su casa a
medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, que un amigo mío ha venido de viaje y no
tengo qué darle de comer.
"¿Creen que al oírlo, el otro responderá desde dentro: ¡No me molestes, la puerta está cerrada
y mis niños ya están conmigo en la cama, no puedo levantarme a dártelos!? Les aseguro que
aunque no se levante por ser su amigo, sin embargo se levantará por su importunidad y le dará lo
que necesita!
"Por tanto les digo: Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá." (Lucas 11:5-
10)
Enseñanza: Si tenemos verdadera necesidad de algo, si estamos obedeciendo a Dios y
sabemos que Dios quiere que lo tengamos, o si le pedimos que nos ayude a tener éxito en alguna
tarea muy importante, ¡entonces debemos orar pidiéndolo! (Ver 1Juan 5:14-15.) ¡Insiste! ¡Insiste en
que Dios te ayude o te dé lo que necesitas, y lo hará! ¡"Busca y hallarás", y si el Señor no responde
enseguida a tus oraciones, no te des por vencido! ¡Sigue llamando a las puertas del Cielo con tus
oraciones y "se te abrirán"!
¡ORA Y NO TE DES POR VENCIDO!
Luego Jesús les contó a Sus discípulos una parábola sobre la necesidad de continuar orando y
no darse por vencidos. Les dijo: "Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni tenía
consideración por hombre alguno. Una viuda venía a él continuamente diciendo: ¡Hazme justicia
ante mi adversario!
"Por un tiempo él se negó, pero finalmente pensó: ¡Aunque ni temo a Dios ni contemplo a
hombre alguno, debido a que esta viuda insiste en molestarme, le haré justicia, no sea que
viniendo de continuo me agote la paciencia!"
Luego Jesús dijo: "¡Oigan lo que dijo el juez injusto! ¿Y acaso Dios no hará justicia a Su
pueblo, que clama a El día y noche? ¿Acaso lo ignorará? ¡Les digo que no! ¡El le hará justicia, y
rápidamente!" (Lucas 18:1-8)
Enseñanza: A diferencia del juez injusto, el Señor no tiene el corazón duro, ni está poco
dispuesto a ayudarnos, ni lo hace por el simple hecho de que lo molestemos continuamente con
nuestras súplicas lastimeras. ¡Dios quiere darnos lo que necesitamos y lo que sea mejor para
nosotros! Pero muchas veces, El quiere ver si realmente estamos seguros de que lo necesitamos,
y si creemos con sinceridad que nos lo dará. De modo que al no responder inmediatamente, El
pone a prueba nuestra fe y nuestra paciencia. (Véase Hebreos 10:35,36; Salmos 40:1.)
¡VUELVE Y MIRA OTRA VEZ!
Habían pasado tres años y medio desde que el profeta Elías orara para que el Señor enviara
sequía a la tierra de Israel, como castigo por los pecados del pueblo. Y Dios lo había hecho. Por
falta de lluvia la tierra se volvio árida y estéril y hubo gran hambruna. Por otro lado, en la cima del
monte Carmelo, el Señor acababa de realizar un gran milagro para demostrarle a Su pueblo que el
Dios verdadero era El, y no el falso dios Baal. ¡Y la gente creyó en El! La sequía había durado tres
años y medio, hasta que la gente reconoció que Dios era el verdadero. ¡Entonces Elías le pidió al
Señor que enviara lluvia para salvar la tierra y sus vidas!
Por fe, Elías dijo al rey Acab: "Ve, y come y bebe, porque se oye el ruido de una cuantiosa
lluvia." Entonces Elías subió a la cima del monte Carmelo, se postró de rodillas con el rostro en
tierra y oró fervientemente. Luego dijo a su criado: "Ve y mira hacia el mar". Después de mirar, el
criado volvió y le dijo: "No hay nada".
Luego de orar intensamente durante un rato, Elías envió a su criado a echar otro vistazo para
ver si había señales de lluvia, pero una vez más, volvió y le dijo que no había indicios de nubes en
el cielo. Impávido, Elías continuó orando fervientemente, y luego mandó a su criado a mirar otra
vez. Pero volvió por tercera vez con las mismas noticias desalentadoras. ¡No habiá nada!
Siete veces Elías le dijo: "Vuelve y mira otra vez", y finalmente, a la séptima vez, el criado le
dijo: "Pues, hay una nubecilla negra formándose a lo lejos sobre el mar, pero es apenas del tamaño
de un puño, y ..."
Elías se levantó de un salto y le ordenó: "¡Rápido! Ve y dile a Acab: ¡Unce tu carro y desciende
de la montaña antes que te detenga la lluvia!" Mientras su criado bajaba corriendo por las colinas
para advertir a Acab, ¡de pronto las nubes oscurecieron todo el cielo, se desató un temporal y
comenzó a llover con tal fuerza que Acab logró a duras penas llegar de vuelta a la ciudad! (1Reyes
18:41-45)
Enseñanza: En Santiago 5:16-18 se resume la enseñanza de este relato al decir: "¡Oren!...pues
la oración eficaz y ferviente del justo puede mucho! Elías era un hombre sujeto a las mismas
debilidades humanas que nosotros, sin embargo, oró con fervor para que no lloviera, y no llovió en
la tierra durante tres años y medio. Luego oró para que lloviera y los cielos dieron lluvia.
De modo que si tenemos alguna necesidad urgente y sabemos que nuestro corazón es recto
delante del Señor, ¡tendremos fe para pedirle a Dios lo que necesitemos! "Si nuestro corazón no
nos reprende, confianza (¡fe!) tenemos en Dios, y cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de
El, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos lo que es agradable delante de El." ¡Y al
igual que Elías, no debemos perder la fe por el sólo hecho de que no nos responda
inmediatamente! ¡Debemos seguir confiando!
¡EL HOMBRE QUE HIZO CAMBIAR DE PARECER A DIOS!
Mientras Moisés se hallaba en la cima del monte Sinaí recibiendo los mandamientos de Dios, el
pueblo había hecho un becerro de oro. Entonces el Señor le dijo a Moisés: "¡Desciende de la
montaña, porque tu pueblo se ha corrompido! Han hecho un becerro de fundición y lo han adorado,
diciendo: ¡Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto!"
"¡Yo he visto a este pueblo que por cierto es un pueblo de dura cerviz! ¡Ahora, pues, déjame
que se encienda mi ira contra ellos y los consuma! ¡Y haré de ti una gran nación!" Pero Moisés
rogó:
"Señor, ¿por qué se ha encendido Tu furor contra Tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto
con gran poder y con mano fuerte?
"¿Por qué dar a los egipcios ocasión de decir: Para mal los sacó, para matarlos en los montes,
y para consumirlos de la faz de la tierra? Oh, Señor, ¡vuélvete del ardor de Tu ira, y arrepiéntete de
destruir a Tu pueblo!" ¡Entonces el Señor se arrepintió de la destrucción que iba a hacer descender
sobre Su pueblo! (Exodo 32:7-14)
Enseñanza: ¡Al igual que Moisés, muchos hombres de fe han orado con fervor y sinceridad, y
en efecto, han hecho que Dios cambiara de parecer! En algunas ocasiones, sus oraciones evitaron
que viniera sobre ellos calamidad, destrucción, o los juicios de Dios. En otras ocasiones, si los
juicios que Dios iba a descargar sobre una nación eran inevitables debido a sus pecados, las
oraciones de hombres piadosos al menos los demoraron. Muchas veces sucedió que reyes buenos
se humillaron e hicieron rogativas a Dios, y los juicios no cayeron durante su reinado. (Véase
2Crónicas 34:23-28.)
RESUMEN FINAL SOBRE EL FATALISMO:
Lo que pone de manifiesto una actitud fatalista es mayormente la poca fe. Si no hacemos más
que "aceptar las cosas" en forma pasiva, demostramos no tener fe para orar y pedirle a Dios que
cambie las cosas. Queda claro que no tenemos una relación estrecha con el Señor a través de la
oración y que no esperamos que nos escuche ni nos responda.
El fatalismo es también una actitud muy perezosa. Mediante la oración y la lucha espiritual se
puede cambiar las cosas, ¡pero esa lucha exige un gran esfuerzo, y muchas personas no están
dispuestas a hacerlo y "levantarse para invocar al Señor" y hacer algo por cambiar las
circunstancias!
Aceptar pasivamente cualquier cosa que nos ocurra y decir que se trata de la "voluntad de
Dios" muchas veces no es más que una justificación y una excusa ideal para quienes no quieren
enfrentarse al hecho de que han fracasado; ya sea por falta de fe, por falta de oración, por no
trabajar con ahínco ni persistir con paciencia, o por lo que fuera.
En muchas ocasiones la voluntad de Dios no está determinada de antemano. Depende mucho
de nosotros. ¡No todo lo que ocurre es siempre "voluntad de Dios" ni lo que Dios quiere! ¡Nuestra
voluntad y nuestras oraciones tienen mucho que ver con lo que Dios permite que nos ocurra! El
Señor dijo incluso en Isaías 45:11: "¡Mandadme acerca de la obra de Mis manos!"
Y tú, ¿oras? ¿Crees que Dios escucha tus oraciones y las responde? Si es así, ten paciencia y
sigue creyendo, ¡sigue luchando hasta alcanzar la victoria! ¡Aunque caigas y fracases, no te des
por vencido! ¡Levántate y sigue luchando! Si la causa por la que luchas y oras es justa, Dios
responderá! ¡Tarde o temprano!
(c) La Familia, 1999

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