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Co n ó c e t e a Ti M i s m o :

Formando una Identidad Bíblica y Veraz

Durante los años de la pubertad y la adolescencia, los jóvenes experimentan cambios y confusión en la
transición de niño a adulto. Mucho de este proceso consiste en descubrir quiénes son en realidad y
quiénes quieren llegar a ser. El temperamento innato y la personalidad propias del adolescente, así como
las experiencias vividas, los amigos, la familia, los maestros, los medios, y ojalá que también la iglesia,
contribuyen a la formación de la identidad de una persona. La meta de esta
serie de estudios es ayudar a los jóvenes a formar una percepción bíblica y La meta de esta
veraz de ellos mismos y de su propio valor. serie de estudios
El mundo y la gente que nos rodea nos valora y define por lo que podemos
es ayudar a los
ofrecer: si somos ricos, nuestro valor e identidad recaen en nuestro dinero; jóvenes a formar
si somos bien parecidos, recae en nuestra apariencia; si somos inteligentes, una percepción
rápidos o fuertes, recae en nuestras habilidades. Desgraciadamente, aun en bíblica y veraz de
las iglesias, valoramos a la gente de acuerdo a su apariencia o por lo que ellos mismos y de
pueden ofrecer. Esta equivocación es devastadora en dos sentidos. su propio valor en
Primero, perpetúa la mentira de que nuestro valor proviene de lo que
el contexto de su
podemos ofrecer. Aquellos que son dotados o bien parecidos pueden
fácilmente depender de sí mismos en lugar de depender de Cristo para relación con Dios y
encontrar su identidad y valor, y pueden tener un sentir exagerado de su con las otras
propia importancia; mientras que aquellos que parecen menos dotados o no personas.
tan agraciados, luchan con su autoestima creyendo que tienen menos valor.
En segundo lugar, perpetúa la creencia de que lo que haces determina lo que eres, que es contraria a la
percepción bíblica, de que lo que eres determina lo que haces. Satanás utiliza esta mentira para estorbar
a los cristianos a alcanzar la libertad en Cristo y la madurez espiritual.

Aunque dentro de la iglesia frecuentemente actuamos de la misma manera que lo hace el mundo,
cuando enseñamos a los jóvenes acerca de la autoestima o de la identidad y valor personal,
generalmente decimos que estos deberían provenir solamente de nuestra relación con Dios en lugar de
basarse en la opinión de los que nos rodean. Pero al estar convencidos de que lo que hacemos
determina lo que somos, el saber que cometemos pecados se nos hace difícil de sentirnos bien con
nosotros mismos con base solamente en el amor que Dios nos tiene y nos desmoralizamos aún más. O,
en el caso de la gente que ya tiene una percepción exagerada de su propio valor, les reafirma que Dios
les ama porque ellos son gente muy especial.

¿Cómo podemos ayudar a los jóvenes a descubrir una perspectiva adecuada y balanceada de su
identidad y su valor? Ayudándoles a formar una identidad bíblica y veraz en el contexto de su relación
con Dios y con las otras personas.

Sabemos que antes de crear a la humanidad, Dios estaba


completo, y era amor, porque tiene relaciones consigo mismo.
Su misma identidad proviene de esas relaciones: no puede
haber Padre sin un Hijo, ni Hijo sin un Padre, y el Espíritu no
puede existir sin ser espíritu de alguien. Parte de lo que
significa que los seres humanos estemos hechos a la imagen
de Dios está en que nuestra identidad también deriva de las
relaciones: de nuestra relación con Dios y nuestras relaciones
con los demás. Al igual que la gente no puede saber cómo
luce, hasta que se mira en un espejo, Dios y las otras
personas son espejos en los que debemos mirar para conocer
acerca de nosotros mismos.
Pero, ¿qué hay de las mentiras que la gente que nos rodea dice acerca de nosotros, cuando dicen que
no tenemos valor o somos insignificantes, a menos que produzcamos o generemos lo que ellos quieren
de nosotros? Bueno, al igual que el resto de la hermosa creación de Dios, esta forma de aprendizaje
sobre nosotros mismos está dañada por la caída en pecado de Adán. El
pecado en la vida de otras personas, ocasiona que se distorsione la manera
de percibir y reflejar nuestra imagen. Por ejemplo, una persona
manipuladora o abusiva hará sentir a otros que no valen o son
insignificantes sin la base en el valor real de aquel que hacen objeto de su
abuso. Mientras que un padre o abuelo orgulloso puede sobreestimar los
talentos o virtudes de su prole, y dar lugar, por ejemplo, a muchachos
mimados y vanagloriosos que piensen que están llenos de talentos y
virtudes. Con muchísima frecuencia, lo que la gente refleja de nosotros tiene
mucho más que ver con lo que ellos piensan de sí mismos o lo que están
viviendo en ese momento, que con quienes somos realmente. Un padre alcohólico puede provocar que
su hijo piense que si fuera más obediente o si peleara menos con sus hermanos su padre dejaría de
beber, pero es claro para las otras personas que la forma de beber del padre no depende del
comportamiento de un niño.

Pero la dificultad para vernos claramente en relación con aquellos que nos rodean
no es solo de la reflexión distorsionada que nos dan – hasta en el una casa de los Es difícil para
espejos en una feria es posible decir cuál es el color de tu cabello. Es difícil para nosotros vernos
nosotros vernos claramente, en parte porque en muchos casos no interpretamos claramente, en
bien lo que otros nos están comunicando, o porque no somos capaces, o no parte porque en
queremos vernos a nosotros mismos como realmente somos. Nuestra idea del muchos casos
mundo y de nosotros mismos forma una especie de filtro o lente a través del cual no interpretamos
pasan todas nuestras percepciones. bien lo que otros
nos están
Este filtro ocasiona que tengamos ciertas maneras de percibir nuestras comunicando, o
experiencias en la vida que distorsionan lo que sucede en realidad. Es más fácil porque no
ver esta percepción selectiva en aquellos que nos rodean que en nosotros somos capaces,
mismos. Piensa en alguien que conoces que es completamente ciego a la realidad o no queremos
vernos a
sobre sí mismo, una realidad bien conocida por todos los demás, pero que nadie
nosotros mismos
se atreve a decírsela, porque saben que no sólo no la entendería sino que
como realmente
mencionarlo acarrearía una situación muy desagradable.
somos.

En el estudio enfocamos en cuatro tipos de “filtros”, es decir expectativas que pueden distorsionar
nuestras percepciones: temor al fracaso, al rechazo, al castigo y sentimientos de vergüenza. Desde la
caída, la humanidad ha experimentando estos sentimientos con razón, ya que hemos fracasado y nos
hemos avergonzados al pecar, lo cual nos acarreó el justo rechazo y
castigo de parte de Dios. Pero cuando nacemos de nuevo, todo el
castigo que merecemos es vertido sobre Jesucristo; nuestro fracaso es
remplazado por la perfecta rectitud de Cristo, dejamos de ser
rechazados y somos adoptados para ingresar a la familia de Dios; y no
hay razón para la vergüenza porque ya somos una nueva creación en
Cristo. Cuando podemos, con la ayuda de la Palabra de Dios y del
Espíritu Santo, empezar a vernos de la manera que Dios nos ve,
empezamos a experimentar la sanidad en nuestra manera de vernos, y
en nuestras relaciones con Dios y con los demás. Este puede ser un proceso lento ya que nuestra
manera de pensar y de ver el mundo está profundamente arraigada. Si podemos ayudar a la gente a
verse de la manera que Dios los ve – lejos de Cristo, como una creación de Dios gloriosa pero caída; en
Cristo, como justificados y muy amados — y en tanto que sean todavía jóvenes, cuando estén en el
proceso de formar sus “filtros” y antes de que tengan años de heridas, este proceso puede ser más
rápido y efectivo.
El llegar a estar convencidos de nuestra identidad en Cristo es un paso significativo hacia la madurez y
libertad espiritual. Nos ayuda a ponernos la armadura de Dios que para que podemos hacer frente a las
maquinaciones del diablo, especialmente en su papel de acusador, que utiliza nuestros pecados para
hacernos dudar del amor que Dios nos tiene y de la efectividad del trabajo de santificación de su Espíritu
en nuestras vidas. También fortalece nuestro amor y relación con Dios.

Siempre que estamos inseguros sobre lo que alguien piensa de nosotros, o si pensamos que está
enojado con nosotros, lo evitamos. Pero cuando alguien se preocupa por nosotros, cree en nosotros y
nos anima, queremos pasar tiempo con esa persona. Así es con Dios, cuando lo vemos como
despreocupado o enojado con nosotros y sólo buscando nuestras fallas para castigarnos, lo tratamos de
la misma forma como los paganos a sus “dioses”: con respeto y hasta temor, buscando apaciguarlo con
las cosas que pensamos que quiere –rituales religiosos y ceremonias como ir a la iglesia y tratar de “ser
bueno”. Somos como los israelitas de los que se lamentó el Señor por medio del profeta Isaías, “Este
pueblo me alaba con su boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración
no es mas que un mandato enseñado por hombres.” (Isa. 29:13)

Por toda la Escritura, Dios nos llama, no a conformarnos externamente a un montón de reglas, sino a
entablar una relación intima con él. Una vez que empezamos a comprender la
anchura, la longitud, la altura y la profundidad de su amor por nosotros, queremos
pasar tiempo con él y ser más como él. La gente critica con frecuencia a los jóvenes
por no obedecer todas las reglas o por no dar “buen testimonio”, pero en nuestra
enseñanza a ellos debemos seguir la fuerte exhortación de Jesús a los líderes
religiosos de su tiempo, “¡Ay de vosotros maestros de la ley y fariseos, hipócritas!
Limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de
desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro el vaso y el plato, y así
quedará también por fuera limpio.” (Mt. 23:25,26) En cuanto ayudamos a la gente a
nuestro cargo a “limpiar lo de dentro de su vaso” a través de comunicar claramente
lo que significa nacer de nuevo y cómo es su identidad de hijos adoptivos de Dios,
les ayudamos a acercarse a Dios de corazón. Y de esa relación cercana fluirá el
deseo y el poder para vivir de una manera digna de su identidad. Conocerse tal
como son afectará profundamente la forma en que viven.

Con la percepción adecuada de sí mismos, fundada en cómo los ve Dios, ellos puedan caminar en medio
de los espejos distorsionados en el mundo que les rodea y tratar de discernir la verdad sobre ellos
mismos en las imágenes que ven allí, y también reflejar la perspectiva de Dios a los que les rodean.

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