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PATRIA, PUEBLO Y PERÓN: LA CONTRACULTURA PERONISTA

Julián Otal Landi


I. S. P. Joaquín V. González
tantomonta_81@hotmail.com

Finalizando la década del 20 y a principios de la siguiente la elite (la porteña


principalmente), que había disfrutado de su momento potencial durante la belle époque
de aquellos “locos años veinte” , entraba en su ocaso cultural (cultura en el sentido de
un conjunto de valores y conductas que dan cuenta de una determinada visión y
concepción de la realidad) percibiéndose un notable estancamiento en esta elite propia
del novecientos, heredera de la generación del ochenta (ROMERO, J. L. 1973). El
proceso de modernización provocó cambios en las experiencias y los comportamientos
sociales que se dieron implícitamente en tiempos de la primer posguerra incidiendo
notoriamente: hago referencia del desarrollo tecnológico, el crecimiento de la
población y su nuevo perfil demográfico, la movilidad social, el avance feminista, la
aparición de la juventud como actor social definido, la extensión de nuevas modas
(como el jazz o el tango) que la alejan de los clásicos europeos. La modernización
acelerada es inquietante y las novedades y modificaciones sociales y tecnológicas no
dan tregua: las novedades se hacían eco.
La crisis mundial de 1929 también puso en jaque al imperialismo británico y el
empuje estadounidense empezó a imponer su presión sobre todo los ordenes,
impregnando a toda la sociedad con su american way life, acelerado por una nueva
cultura de consumo masiva, que emergería durante los años posteriores. Por entonces,
Estados Unidos hizo hincapié en un orden panamericano donde pueda ejercer una
incorporación de líder –guía indiscutido. En 1929 llegaba al país Waldo Frank, quien
fue recibido por el presidente Yrigoyen, y saludado por Alfredo Palacios, en
representación de la Unión Latinoamericana, como por la SADE, y el grupo, que
posteriormente por idea de Frank y siguiendo su orientación cultural, conformarían Sur.
“Algunos (entre los que me cuento) le debemos a Frank el haber vuelto la mirada hacia el
Norte de nuestro mundo nuevo. Hasta entonces, salvo raras excepciones –pienso en
Sarmiento- la teníamos continuamente fija en Europa”, recordaba Victoria Ocampo
(WARLEY 1985). En Argentina, donde las bases de la cultura elevada fueron tomadas
directamente de Europa, ahora bajo este período de crisis que la asolaba con la
amenaza fascista y bolchevique instauraba en estas minorías selectas nacionales, “un
horror al vacío” (debido al aislamiento que acontecía), y a su vez a perder su sustento
estructural por parte de los sectores dominantes. Esta encrucijada cultural persuadió a
los intelectuales a considerar la problemática de la integración cultural americana,
mientras se buscaban las raíces y valores al “ser nacional”.En efecto, la revista Sur
cumplía con la necesidad de tender puentes entre América y Europa, apuntando a ser
americanista sin distinguir la latina de la sajona, así como también haciendo caso
omiso a las desigualdades políticas y sociales. Victoria Ocampo, como representante de
la cultura elevada nacional, consideraba que había que defender el buen gusto y las
buenas costumbres más allá de toda situación. Su revista adhería a un
panamericanismo que carecía de una visión crítica porque no era algo que le
incumbiera a los intelectuales. Les servía de referencia el libro La traición de los
intelectuales de Julien Benda. Éste afirmaba: “(...) a fines del siglo XIX se produjo un
cambio capital: los intelectuales se dedican a hacerle el juego a las pasiones políticas. Los que
eran un freno al realismo de los pueblos, se convirtieron en sus estimuladores. Este trastorno
en el funcionamiento se podía, hasta el último siglo, discernir ahí otra esencialmente distinta y
que, en cierta medida, le servía de freno: quiero hablar de esa clase de individuos a quienes yo
llamaría intelectuales (clercs), designando con tal nombre a todos aquellos cuya actividad,
en sustancia, no persigue fines prácticos, pero que, al solicitar su alegría para el ejercicio del
arte, o de la ciencia, o de la especulación metafísica, en suma, para la posesión de un bien no
temporal, dicen en cierto modo: “Mi reino no es de este mundo”(BENDA 1974) .
No obstante, el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la entrada en la contienda
por parte de Estados Unidos influyó notablemente sobre los posesores de la “cultura
elevada”, que a su vez no dejó de sacar los ojos sobre los acontecimientos que sacudían
a Europa, que imponía una visión críptica con el avance fascista y su totalitarismo que
amenazaba las libertades individuales. En síntesis, la cultura tradicional elitista, de su
característica fe en el progreso heredada del siglo XIX, adoptando el positivismo;
pasaba a una visión pesimista y plena de incertidumbre, producto de la primer
posguerra y agravada por el crack mundial del ’29. Luego de las consecuencias de la
Guerra Civil Española y la cruenta Segunda Guerra Mundial, obligaron a tomar
posiciones político –sociales a favor del liberalismo, que privilegiaba a las oligarquías.
Los tiempos nuevos significaron una amenaza para el mundo de las artes y la
inteligencia. Porque su principal consecuencia fue el avance de las masas, como nuevo
factor de poder.
Uno de los primeros en dar la señal de alarma fue Ortega y Gasset en La Rebelión
de las masas, donde le advertía a las “minorías selectas” que el ámbito cultural había
dejado de ser una comarca pacífica y neutral y que su salvación dependía de la elite,
guardiana de los bienes largamente atesorados, cuya misión debía lanzarse a una lucha
abierta contra el avance barbárico y corruptor de las masas.
Con la irrupción de la masificación, la cultura elevada se sentía sumamente
amenazada (lo que caracteriza a la época de un notable escepticismo y visión
apocalíptica) pues había cesado de ser una comarca pacífica y neutral, y su salvación
dependía de la elite. Esa era una de las principal misiones que encaraba Sur, y su
desafío es la de conseguir un compromiso fraternal entre las minorías selectas. La
revista desde un comienzo adhería a la preocupación de Ortega. En la crítica del libro,
publicada en el número 2, el filósofo Francisco Romero advertía: “El hombre-masa, al
pasar al primer plano histórico, impone su torpeza, su mediocridad, y la civilización de
Occidente corre peligro de fracasar asfixiada por esta invasión vertical de bárbaros que se
regodean con los productos y bienes de la cultura, pero que ignoran o desprecian la íntima
esencia de esa cultura, sus principios supremos, las virtudes cardinales sobre las que
reposa”(ROMERO, F. 1931). La “usurpación” a la que hace alusión Romero, es una de
las causas de la reciente gravitación de las masas en el campo cultural, debido a que se
ha puesto de manifiesto a través del aumento constante de “bienes de consumo” cuyo
aspecto guarda superficial analogía con la apariencia de las obras de arte tradicionales,
“pero cuyo carácter responde a la existencia de un público vasto e indiscriminado que
demanda productos intrascendentes y perecederos, de escasa o ninguna significación poética e
imbuidos de funciones puramente serviles, ya sea como meros pasatiempos o como vehículos
de evasión de una vida, pasiva, sedentaria y monótona” (REST 2006).
La apertura de un vasto mercado consumidor, integrado por una mayoría aplastante
de la población total, cuya apetencia se vuelca hacia los más variados artículos
ofertados (artefactos, objetos culturales, ideas, programas políticos) se vincula con el
ascenso de las masas como nuevo sujeto activo político. En el país, 1930 constituye
para las masas un punto de quiebre de una fuerte y original tradición cultural popular
(que reúne expresiones tales como el tango, la literatura folletinesca, el sainete), y el
surgimiento de nuevas formas o su masificación (el cine, los teatros independientes,
etc.) Estas novedades se pueden leer a través de un amplio proceso por el cual, la
concentración poblacional en las grandes urbes, constituyó un fuerte detonante que
provocó modificaciones en el estilo de vida de la sociedad.
Se puede considerar que el autentico sujeto de la transformación política, social y
cultural de los años siguientes, es el movimiento nacional de las masas. Es evidente
dilucidar, entonces, la falta de comprensión de las minorías selectas, ajenas a cualquier
movimiento multitudinario y a un modo de gobierno que sea distinto al proyecto de
país oligárquico generado en el 80. Los primeros indicios de esta ceguera antipopular
frente a la realidad es la falta de reconocimiento del peso político de una nueva parte
de la población que emergió después de la primera gestión radical (1916 –1922) por
parte de nacionalistas y liberales. Por devaneos aristocratizantes y elitistas unos; por
dogmatismo ideológico los otros, ambos ignoraban y desdeñaban a las masas.
Esa amenaza bárbara que incidía y ponía en peligro a la cultura occidental en
Europa fue explorada sus consecuencias por parte de viajeros que alertaban la
decadencia del orden liberal. Tanto Perón como sus adversarios estuvieron atentos a los
acontecimientos, pero tomaron caminos distintos. El coronel a través de su exploración
en Europa, comprendió inmediatamente que el ascenso inevitable de las mayorías
tendría que ser organizado por un orden que le de racionalidad al movimiento social, y
su estrategia fue construir un bloque de poder desde su cargo de Secretario de trabajo y
previsión social. Mientras él consideraba que lo ideal era huir hacia delante, dándole
coherencia a la masificación; para la oposición, desde sus distintas posturas,
consideraban que era necesario un orden sistemático que mantenga el status quo social.
Sólo así podemos concebir la conformación de la Unión Democrática que nucleaba a
partidos tan disímiles como radicales, conservadores y comunistas. Para Perón, “la
masa es el instrumento de acción dentro de la política. Para conducirla tenemos que empezar
por conocerla; conocerla, prepararla y organizarla. (...) El conocimiento de este instrumento
presupone, en primer lugar, que el conductor que va a conducir la masa sepa perfectamente
bien cuáles son los factores que influyen en ella, cómo esa masa reacciona, cuál es el medio
habitual de esa masa, dónde incide la acción de esa masa en conjunto o para cada una de sus
partes. (...) El político debe saber perfectamente cuál será la reacción de la masa, porque el
juego, dentro de la conducción de la masa, es siempre un juego de acciones y reacciones; vale
decir que el conductor, no solamente debe conducir la masa por donde él quiere, sino que
también debe considerar lo que la masa quiere”(PERÓN 1952). Mientras que por el otro
lado, tanto del nacionalismo oligárquico y liberal, como por parte de la izquierda
pseudo marxista, sólo veían amenaza y desorden, civilización y barbarie. Así, Américo
Ghioldi, en su libro panfletario Alpargatas y libros en la historia argentina (1946)
decía: “Viendo moverse en la historia argentina a esas masas que surgen, que se transforman
en proletariado, que participan en la guerra civil, que se agitan en montoneras, que son gente
de los caudillos nos acercamos a la presencia de los dos elementos que son trama de la
historia, que luchan entre sí y forjan jornadas apasionantes y dramáticas: la vitalidad
primitiva, el instinto, la fuerza toda del primitivo que es lo próximo o lo cercano a la
animalidad, y el ideal de la cultura, los progresos de la inteligencia, la presencia del libro, los
movimientos esclarecidos, las acciones dirigidas por el juicio y el pensamiento”. Con el
advenimiento del peronismo, sólo se observaba la proclama de Sarmiento desde su
libro Facundo, y veían en Perón y a sus seguidores, el retorno del tirano sanguinario
que encarnó Juan Manuel de Rosas en el siglo XIX, así como también lo habían visto
en Yrigoyen anteriormente.
Lo importante de este bosquejo histórico es el prejuicio clasista que se remitía a un
ideario cultivado en el siglo XIX, de una mentalidad que aglutinaba y relacionaba lo
cultural y social con una forma de gobierno liberal tradicional, en tanto que por el lado
izquierdista que, si bien cuestionaban ese modo de gobierno, creía imprescindible en
un ideario para adquirir esa cultura elevada y poder transmitirla a las masas para
constituir un pueblo instruido.
En la etapa de la cultura popular iniciada en el 43 y consolidada en el lapso 1946
–1955, podemos distinguir dos formas diversas: la primera se evidencia dentro de la
convivencia ciudadana, donde aparecen nuevas pautas de asociación colectiva, tanto en
la vida laboral (agremiación masiva) como en la política (manifestaciones
multitudinarias, sobre todo a partir de las conmemoraciones del 17 de octubre) y en las
diversiones. Los bailes de carnaval, así como las competencias deportivas en estadios
repletos (auge del fútbol, boxeo y turismo carretera), los torneos populares Evita, las
confiterías y los cines colmados, etc. Debemos destacar la apertura de un turismo
social argentino, estimulado por los beneficios que otorgaban los sindicatos, además
del mejoramiento del estándar de vida que obtuvieron los trabajadores que le
permitieron acceder a una amplia oferta, relacionadas al ocio y tiempo libre. Romano
destaca la reestructuración en las relaciones personales que impactan dentro de la
sociedad: “El deterioro de los signos exteriores de pertenencia o jerarquía enferma a
muchachos, que sólo atinan a escudarse en la sobriedad, el saco, la corbata, cierto modales, si
bien la situación desborda y están obligados a alternar con los “cabecitas” en diferentes sitios
y ambientes antes exclusivistas o poco menos. En Plaza Italia y adyacencias, principalmente
servidoras domésticas y conscriptos, pero también peones, guardas, obreros, etc., configuran
nuevos hábitos de consumo como el “veinte y veinte” (precio de una porción de pizza y de un
vaso de vino), que se convierte inclusive en título de una columna periodística, o la moda
“divito” (pantalón de tiro alto, con muchos ojales, tiradores anchos, zapatos vistosos o de
colores combinados, muy llamativos, al igual que las camisas, peinado “a la cachetada”). Los
recién llegados a la ciudad habitan departamentos baratos o casas de inquilinato; se hacían
en una pieza hasta que surgen las primeras villas de emergencia que el gobierno popular trata
de paliar con la edificación de monobloques, los cuales modifican el aspecto de ciertas zonas
suburbanas”(ROMANO 1973).
La otra forma de la cultura popular proviene de la selección y especial lectura de
los mensajes recibidos a través de los medios de comunicación masivos: diarios y
revistas, libros de quiosco, radio, cine, teatro, salas de espectáculo. Tal actitud encierra
nuevas exigencias que los intelectuales y artistas vinculados con los medios van a
satisfacer; en consecuencia, su labor se diferenciará con la que le incumbe a los
intelectuales tradicionales, de estirpe liberal principalmente, debido al menosprecio
que les genera la cultura de masas, además de no concebir la labor social como su
principal función; de hecho, como mencionamos anteriormente, la suya es la de actuar
como células defensivas de la alta cultura; como sostenimiento de pequeños pero
selectivos espacios de la “intelligentzia” (según definición jauretchiana) en un mundo
que ven precipitarse ante la barbarie.
No podemos aludir a una conjunción coherente que de forma a una cultura
peronista más que la asociación vaga ligada obligadamente con lo popular. No se
encuentran intelectuales orgánicos, debido a la desconfianza que tenía Perón hacia
ellos, además también conspiró su afán de “organizarlo todo” ya que Perón intentó
organizar a los pocos intelectuales que adhirieron a su gobierno con poco éxito
(PLOTKIN 2007). Estos factores lo detallaremos más adelante.
Los intelectuales que se adhirieron al movimiento peronista, fueron afines a una
tradición nacionalista, al criollismo, vinculados al lenguaje popular, el sainete, en
síntesis: artistas populares, mientras que otros, salvo excepciones, pertenecen a una
intelectualidad de segunda línea, no porque sean considerados mediocres, sino porque
estuvieron marginados o se abstuvieron de adherirse a los círculos de escritores de
elite, consagrados por la crítica y reconocidos internacionalmente. Entre otros se
destacan Scalabrini Ortiz; Luis María Albamonte (Américo Barrios) premiado en 1936
por el diario La Prensa; Roberto Tamango; Ernesto Palacio; Arturo Cancela; Alberto
Vacarezza; Arturo Jauretche; Homero Guglielmini; Armando Cascella; Manuel Gálvez;
Rafael Jijena Sánchez; Luis Cané, León Benarós; Leopoldo Marechal; Julia Prilustky
Farni; Manuel Ugarte; Carlos Astrada; Jorge del Río; Leonardo Castellani; Ramón
Doll; Juan Carlos Giacobbe; José Imbelloni; Enrique Santos Discépolo; Homero
Manzi; Cátulo Castillo; José Gobello; Hugo del Carril; Tita Merello; María Granata;
Jorge Newton; Enrique Pavón Pereyra; José María Rosa; Fermín Chávez; etc.
Algunos de los artistas llegaron a convertirse en auténticos ídolos populares; en
algo muy distinto de los que se prefabricaron después del 55 bajo el control de las
empresas de publicidad, cuyos grupos de decisión residen en el exterior y cuyos
intereses son multinaciones (ROMANO 1973). Un caso ejemplar es el de la TV, que
era controlada por la Secretaría de Prensa y Difusión hasta 1955, y caería luego bajo
dominio de monopolios que bajo intereses foráneos, aprovechando la apertura de los
mercados de consumo masivo, para dirigir nuevos estilos de consumo, una especie de
“cocacolización de la sociedad”, además de intervenir y deformar la opinión pública:
así el canal 9 respondería a los dictados de la Nacional Broadcasting Co. (NBC); el
canal 11 a los de la American Broadcasting Co. (ABC) y el 13 a los de la Columbia
Broadcasting System (CBS), merced a una desnacionalizadora campaña de
privatización. Otro caso ejemplificador, es el de los grandes mercados editoriales, que
ya se habían gestado durante los años peronistas, que fueron los verdaderos
beneficiarios del llamado Boom latinoamericano de la década posterior, donde los
escritores adquieren mayor conciencia profesional, con la categoría cuantitativa del
best seller.
Es complicado establecer una descripción coherente y satisfactoria que permita
definir una cultura peronista, así como también sería arbitrario descubrir la cultura
popular. En realidad, se podría decir que la cultura peronista se intentó amalgamar con
la popular, dándole una organización ideológica que no contradiga la doctrina
justicialista. Eduardo Romano la encuentra como un resultado del procesamiento de
“una cultura original por parte de las masas urbanas industriales, resultado de síntesis
inéditas entre lo autóctono más arcaico y los medios de comunicación más modernos”
(ROMANO 1973). Esta formación fue la consagración de enlaces y rupturas que se
habían iniciado con la revolución del 43: no hay que olvidar las contradicciones que se
ejercieron sobre todo al comienzo del golpe militar que nucleaba diversos intereses.
Sólo así podemos entender medidas tales como la Circular de la Dirección General de
Correos y Telégrafos del 10 de junio de 1943, que les recordaba a las radiodifusoras
disposiciones vigentes en cuanto a la publicidad y a la difusión de versiones engañosas;
evitar las modalidades lingüísticas nativas, como el voseo: “Evitar el uso de modismos
que bastardeen el idioma y en particular lo relacionado con la comicidad de bajo tono que se
respalda en remedos de otros idiomas, equívocos, exclamaciones airadas, voces destempladas,
etc.” Tales medidas emprendidas por facciones del nacionalismo oligárquico, fueron
bien recibidas por parte de grupos liberales (La Nación respaldaba las medidas),
conservadores y eclesiásticos. Empero, la hegemonización cultural que emprendió el
peronismo absorbió un lenguaje popular, pues era su principal herramienta de
comunicación para acceder fácilmente a las bases populares, donde residía su poder.
Perón explotó los recursos de su oratoria con fraseologías simples y amenas, (muchas
inspiradas de los discursos que había ejercido FORJA, tomando por ejemplo
denominaciones creadas por Jauretche como “vendepatrias” o “cipayos”) manteniendo
un equilibrio entre la cautela discursiva, que lo constituía en el guía y padre ejemplar
recompensador por momentos, (...Imitemos el ejemplo / de este valor argentino... o
Mañana es San Perón, después de cada concentración multitudinaria que constituía la
ceremonia habitual entre el pueblo y el líder), y el primero inter paris en otros (El
primer trabajador o Juan Pueblo y Juan Perón). Como menciona el sociólogo Horacio
González, Perón toma la retórica clásica y al mismo tiempo intenta presentarla a la luz
del Viejo Vizcacha, de cierta fraseología del Martín Fierro (GONZÁLEZ 2007a). A su
vez, su discurso se diferenciaba del que ejerció su mujer, Eva Duarte de Perón, oradora
mucho más enérgica y pasional, cuyos discursos eran verdaderamente incendiarios. Se
podría decir que Evita representaba la voz popular, lleno de sentimiento y agresividad
social (encerraba a todo enemigo de Perón, como enemigo de la patria, dentro de la
oligarquía y el imperialismo), en tanto Perón encarnó una voz mediadora y
conciliadora por momentos, y unánime y directriz por otros, situándose como un
termómetro que regulaba la tensión y el clamor popular de acuerdo la situación. Esa
versatilidad en el discurso de Perón se destacó como una característica innata: “... las
ideas del general Perón resultan tan bien definidas como plenas de sentido. Bien definidas
porque, además de constituir objetivos concretos, ante cada auditorio las expresa poniéndolas
al alcance de la respectiva mentalidad ambiente. Al descamisado le da el trato de compañero;
al mentor le habla como colega; al militar, en el lenguaje de los camaradas; al sacerdote,
como guía; al burócrata, en calidad de funcionario; al hombre de campo, en gaucho; al
diplomático, con la mayor claridad; a los jóvenes, dándoles ejemplo, en un palabra, va
revelándose a cada paso como el político que es...”(CIRIA 1983). El peronismo creó un
lenguaje político capaz de dar expresión pública a la experiencia privada de los
sectores populares, lo que Raymond Williams ha denominado “estructura del sentir”,
cuya referencia remite a as tensiones y desplazamientos que eluden una expresión
ideológica formal y sin embargo definen una cualidad particular de experiencia y
relaciones sociales: “El poder del peronismo radicó en dar expresión pública a lo que era
vivido como experiencia privada”(MARTUCCELLI –SVAMPA 1997).
Siguiendo los conceptos que trabajó Raymond Williams se podría aducir, a su vez,
que el peronismo adoptó una hegemonía cultural alternativa, a partir de oficializar y
hacer propio una serie de significados y valores que eran propias de las clases
populares, además de alentar nuevas prácticas, relaciones y tipos de relaciones de
carácter emergente que se concibieron a partir del avance en la democratización de las
relaciones sociales con el mejoramiento en la accesibilidad y mayor participación
cultural de las clases bajas (WILLIAMS 1997). Un ejemplo del desarrollo de la
hegemonización cultural del peronismo es cuando se incorporó como lectura escolar
obligatoria La razón de mi vida, que significaba algo más que un simple folletín
propagandístico, mezcla de misticismo y del desarrollo de “la misa hereje del
peronismo” (GONZÁLEZ 2007b), constituía la perfecta síntesis que evidenciaba el
sentir popular (en la cual los valores superan y apartan al enjambre teórico, fino y
racionalista de la cultura dominante) y la adhesión partidaria hacia un régimen que se
presentaba a imagen y semejanza del pueblo; de hecho, en el libro Evita se reconoce
como una persona que forma parte del pueblo (“hablo y siento como ellos, con sencillez y
con franqueza llana y a veces dura, pero siempre leal”) pero que cuenta con el privilegio
de ser además la intermediaria entre el líder y ellos. No muy lejano se encuentra la
apreciación de Evita en el capítulo “Me resigné a ser víctima” de la que tenía el típico
obrero que se encontraba desvinculado frente a las posturas de los teóricos marxistas:
“La lectura de la prensa que ellos difundían me llevó a la conclusión de que la injusticia
social de mi Patria sólo podría ser aniquilada por una revolución; pero me resultaba
imposible aceptarla como una revolución internacional venida desde afuera y creada por
hombres extraños a nuestra manera de ser y de pensar. Yo sólo podía concebir soluciones
caseras, resolviendo problemas a la vista, soluciones simples y no complicadas teorías
económicas; en fin, soluciones patrióticas, nacionales como el propio pueblo que debían
redimir”(PERÓN, E. 1951: 29)
En síntesis, la cultura popular era la mejor herramienta para apelar a la adherencia
de las masas, y adoctrinarlas simultáneamente. En cuanto a la falta de referentes
intelectuales dentro del movimiento, podemos responder, como primer factor, el
“antiintelectualismo” como tendencia muy acentuada dentro del peronismo (asimismo
en sus discursos, Perón mantenía un continuo descreimiento de los intelectuales; a su
vez que siempre destacó que “más importante que decir, es hacer”), por otro lado, el
mundo intelectual mantuvo su celoso resguardo de su libertad política y cultural con
ciertos factores característicos mencionados anteriormente. La Universidad y la
sociedad intelectual, fueron áreas de oposición militante y creciente, sobre todo a partir
de los excesos de peronización nacional que se dio junto con la caída de la bonanza
económica, empezándose a vislumbrar durante el segundo gobierno. Sin embargo, se
ensayaron intentos por parte de algunos intelectuales peronistas de buscar definiciones
teóricas sobre la evolución cultural de la nación, como por ejemplo en la obra colectiva
Argentina en marcha (1947), donde se destacan Leopoldo Marechal, Bruno Jacovella y
Carlos Astrada, pero no los podemos definir como verdaderos intelectuales orgánicos,
pues mantenían las mismas incoherencias que los opositores: no intentaron asimilar el
impacto político de las masas como verdadero factor revolucionario, sino que sostienen
el ideario elitista clásico. Por ejemplo, Marechal opina en su ensayo titulado
Proyecciones culturales del momento argentino: “Entre la minoría creadora y la mayoría
asimiladora debe existir, pues, un contacto efectivo y permanente, una relación que
llamaríamos amorosa, gracias a la cual el creador sale de su mundo para trascender a los
otros y lograr su objetivo humano, gracias al cual el asimilador participa de las iluminaciones
que no está en su naturaleza producir”. En realidad, habría que destacar que, los
auténticos intelectuales procreadores del peronismo fueron los principales referentes de
FORJA. Perón asimiló en sus discursos y acciones políticas, numerosas reminiscencias
que fueron inspiradas de esa facción del radicalismo, cuya principal finalidad era la
reivindicación popular y nacional, muy distintas a las de los nacionalistas oligárquicos
y católicos de derecha. Una anécdota de 1943 nos puede servir como ejemplo,
rescatada por René Orsi: “Jauretche había hablado con Perón una mañana sobre las lacras
de la burocracia estatal que obliteraba permanentemente las iniciativas revolucionarias. Al
rato, Perón leyó un discurso dirigiéndose a los empleados y funcionarios de la flamante
Secretaría de Trabajo. Al día siguiente, Arturo notó que ese texto explicitaba todo lo que él le
había manifestado en la citada conversación aunque con mayor precisión y galanura, y
cuando llegó al ministerio y se encontró con Estrada, señalándole el diario que venía leyendo,
le expresó: -“Mirá que papel ridículo estuve haciendo; yo queriéndole enseñar un tema a un
hombre que lo dominaba de antemano”. Fernando se lanzó a reír, entrando en ese instante el
propio Perón, quien, al preguntarle de qué se reía y enterarse de lo que se trataba, también se
echó a reír, con su sonrisa abierta y franca: -“Contáselo”. Y Estrada le explicó a Jauretche:
-“Cuando te fuiste anteayer el coronel me dijo: -ya tengo el discurso para esta tarde”(ORSI
1985:106). Otro dato destacable, es el hecho de que Perón dentro de sus primeras
acciones gubernamentales, realizó la nacionalización de los ferrocarriles. Sin duda,
significó una reivindicación a la prédica que había realizado Raúl Scalabrini Ortiz en
numerosos artículos periodísticos como en sus reconocidos libros: Política británica en
el Río de la Plata e Historia de los ferrocarriles argentinos. El gobierno y los talleres
gráficos de los ferrocarriles celebraron la nacionalización con la distribución de un
lujoso libro donde, remitiéndose a la investigación de Scalabrini, en uno de sus
capítulos refleja la política británica en los ferrocarriles argentinos. En el epígrafe del
mismo se citaba a Scalabrini: “El ferrocarril, con excepción de las vías del Estado, está
fuera del alcance argentino, como si estuviera en la India”(VASALLO ROJAS –MATUS
GUTIERREZ 1947: 391)
Desde el comienzo de su primer gobierno, Perón utilizó muchas características de
la cultura popular, que en poco tiempo adquirió un color partidario al organizarlo con
la doctrina justicialista. En presentación del Primer Plan Quinquenal, se estableció que
la formación cultural sería el resultado de la acción de la tradición nacional, como de la
enseñanza, empleando ambos matices. Por tradición se entendía el folklore; danzas;
efemérides patrias; poesía popular; la familia; la historia; la religión cristiana; y los
idiomas. A su vez, el Estado fomentaría la cultura a través del aumento de las garantías

de la propiedad intelectual como estímulo de la cultura nacional. “Esa conservación de


la cultura popular, esa conservación de la cultura confiada a los museos, a los archivos y a las
bibliotecas, ha de incrementarse en sentido no sospechado. Para el fomento integral de
nuestra cultura, que es la base espiritual de nuestra nación y la base del verdadero sentimiento
popular, tendremos los centros de difusión de Bellas Artes, letras y ciencias; conferencias
radiotelefónicas, centros de investigación científica; literaria, histórica, filosófica, ideológica,
artística y filológica, como así también las academias de ciencias, letras, artes, historia y
lengua, creencias religiosas, literatura popular y tradiciones familiares regionales” (PERÓN
1950).
En la Constitución Nacional de 1949, designa la función de la Universidad, cuyo
principal fin era “que prepare a la juventud para el cultivo de las ciencias al servicio de los
fines espirituales y del engrandecimiento de la Nación y para el ejercicio de las profesiones y
de las artes técnicas en función del bien de la colectividad”. Es conocida, la intervención
del Estado dentro de la Universidad, cuyo hecho más notorio fue la importante
democratización, estableciendo la gratuidad de la enseñanza que aumentó
notablemente el número de inscriptos, aunque el número de egresados no fue de una
proporción esperada. El punto oscuro de la intervención, fue la expulsión y separación
de notables académicos, sumados a los que renunciaron, perturbados por la orientación
que decidió darle el gobierno, además de sentir amenazadas sus libertades ideológicas
(entre de los que se destaca José Luis Romero, fundador de la revista cultural Imago
Mundi, que albergaría a otros ex catedráticos como Francisco Romero, Vicente Fatone,
Roberto Giusti, Jorge Romero Brest, Alberto Salas, Jaime Rest, Tulio Halperín Donghi.
Décadas más tarde su creador, J. L. Romero, confesó que el fin principal “...era una
universidad preparada, una shadow university preparada para reemplazar a la otra (la
peronista, claro)”), que sólo logró exacerbar los ánimos de los universitarios que se
sentían “violados” por la contrarreforma. Al fin que manifestaba la Constitución del
49, le faltó un coherente plan de adoctrinamiento, por lo tanto se mezclaron las
adulaciones al líder con una verdadera cultura nacional. Incluso a nivel historiográfico,
existían conflictos de interpretación, entre el llamado revisionismo histórico con el
tradicional liberal, del cual Perón decidió no apartarse. Lo único que se consiguió fue
una completa incoherencia, cuyo principal obstáculo para obtener una cultura nacional
popular fue la torpeza y el sectarismo partidario que terminó por convertir a buena
parte del alumnado, hacia 1954, en un frente opositor que se formaba a la espera de
cualquier futuro enfrentamiento.
Bajo el Segundo Plan Quinquenal, Perón enuncia los objetivos a lograrse en cuanto
a cultura se entiende. “Nuestra política social tiende, ante todo, a cambiar la concepción
materialista de la vida, en una exaltación de los valores espirituales. Por eso aspiramos a
elevar la cultura social”. Ya abordando la problemática enuncia: “Se quiere, pues, orientar
organizadamente la cultura literaria, tradicional, artística e histórica, para que sea unidad, ya
en gran parte lograda en las conquistas materiales y políticas, obtenga la cohesión particular
que nace de la unidad espiritual del Pueblo. Difícil era lograr esa unidad mientras imperaba
una cultura de clase, reservada a minorías egoístas y fatuas. (...) Como el idioma es uno de los
elementos primarios de la unidad nacional, el Gobierno ha decidido romper los viejos moldes
de un academicismo arcaico... De ahí la creación de la Academia Nacional de la Lengua, que
deberá preparar el diccionario nacional, incluyendo en él las voces propias de las distintas
regiones argentinas, típicas del lenguaje popular cotidiano”.
En tiempos del peronismo, las crónicas costumbristas, las revistas de historieta,
como también la radio con sus populares radioteatros, estaban en auge. Es destacable
dentro de lo que comprende la estructura ideológica, el uso de diversos medios de
comunicación como fin propagandístico que fueron explotados notablemente por el
gobierno peronista. Como menciona Korn, en muchos de esos géneros se empieza a
vislumbrar nuevos tipos sociales, con arraigo en el gusto masivo, que modelan modos
de decir, tics, y situaciones cotidianas (KORN 2007: 21). El peronismo, como se
enuncia en el segundo plan quinquenal, tomará partido y explotará ese tipo de acceso
hacia las masas. La eficacia de dicho material ideológico ya había sido observado por
Gramsci: “(los medios audio-visuales) son un medio de difusión ideológica que tienen una
rapidez, un campo de acción y un impacto emocional mucho más vasto que la comunicación
escrita, pero superficialmente y no en profundidad” (PORTELLI 1973: 25). El uso de
afiches partidarios fue otro elemento innovador y destacable por el gobierno peronista.
La gráfica iconográfica de los mismo remitía, en lugar de una inspiración de la
propaganda fascista según se cree, a las expresiones gráficas acuñadas durante el New
Deal norteamericano, y en cierto grado con las soviéticas revolucionarias (GENÉ
2005). La disposición y rebautización del nombre de las calles y de otros espacios de la
sociedad civil por el de General Perón o Eva Perón, fue otro elemento explotado sobre
todo durante el segundo gobierno, aunque el abuso de dichos elementos aduladores
trajeron luego aparejados reacciones adversas.
Entre otras medidas que ejerció el gobierno peronista como fines culturales,
impartidas la mayoría de veces por intervención directa del Poder Ejecutivo, fueron por
ejemplo, en 1950 decretar la obligatoriedad de ejecutar por lo menos un cincuenta por
ciento de música nacional en radios y lugares de recreación. También recurrió a la
participación de destacar figuras para intervenir e incentivar a nivel cultural: el poeta
Castiñeira de Dios ocupará la titularidad en la Subsecretaria de Cultura y Dirección
General de Cultura y Leopoldo Marechal, la Dirección de Enseñanza Artística. Otros
puestos claves de ésta área fueron ocupadas por Francisco Muñoz Azpiri, redactor de
los monólogos de radio que representaba Evita en sus tiempos de artista, que va a
Dirección de Acción Cultural; y Carlos Suffern al Departamento de Música. La
difusión de artistas promocionados por el gobierno, fueron participando en un show
musical creado por la Subsecretaría de Informaciones que se transmitía por Radio El
Mundo, titulado Estrellas al Mediodía. En el mismo actuaban cuatro cotizadas
orquestas de tango (Carlos Di Sarli, Aníbal Troilo, Ricardo Tanturi y Osvaldo
Fresedo); y ocho de jazz (Héctor, Oscar Alemán, Eduardo Muratore, Raúl Fortunato,
etc.). Actores de relieve en la comedia como Luis Sandrini, Iris Marga y Pringue Farias
o la cupletista española Conchita Piquer, participan en los “sketches”. El final del
programa estaba a cargo de dos poetas de la música ciudadana. Los textos, encerraban
un discurso que resumía toda la finalidad cultural peronista: popular y partidaria, al
punto que estos parecen indivisibles entre sí, estaban escritos y leídos alternativamente
por Cátulo Castillo y Alberto Vaccarezza. La audición era un éxito rotundo.(D’ARINO
ARINGOLI 2006: 232).
Sin embargo, existieron emprendimientos culturales masivos que muchos
detractores evitan recordar para no contradecir sus intervenciones interpretativas. Por
ejemplo, es difícil de calificar de propagandístico un acto promovido por el gobierno, y
conformado por poetas de renombre internacional y muchos de ellos referentes de una
ideología socialista y libertaria. Estamos mencionando la “olvidada” Fiesta de la
Poesía, del 27 de julio de 1947, realizado en Buenos Aires. El encuentro reunió por
primera, y probablemente única, vez en la historia a Pablo Neruda, León Felipe,
Nicolás Guillén y Rafael Alberti quienes recitaron obras personales. Neruda dijo su
Nuevo canto de amor a Stalingrado, León Felipe su Ganarás la luz, el cubano Guillén
su Elegía a García Lorca y Alberti su obra, Madrid, capital de la gloria.(SURRA
2003: 103).
También durante la presidencia de Perón se generaron importantes obras de
infraestructuras cuyo fin era constituir centros de difusión de cultura nacional y
popular. Por ejemplo, se levantó el Complejo Cultural y Teatro San Martín en la
Ciudad de Buenos Aires.
En cuanto a la proliferación de publicaciones y radioemisoras, en 1951 por gestión
del Estado se construyó el Canal 7 de televisión, constituyéndose en la primera
televisora de Argentina y Latinoamérica. Durante todo este proceso, como prioridad
para la consolidación y estabilización del orden gubernamental nacional, el peronismo
aglutinó importantes medios de difusión para hegemonizar la opinión pública. Se
destaca el grupo editorial Alea, en cuyos talleres gráficos se imprimían casi todos los
diarios. De ella surgió en 1951 un gran edificio levantado en Bouchard 722, donde se
editarían Democracia (donde Perón publicaría numerosos artículos bajo el seudónimo
de Descartes) y El Laborista. Sus modernas maquinarias instaladas en Bouchard
asimilaban también trabajos para terceros; sus rotativas llegaron a imprimir más de un
centenar de semanarios y quincenarios especializados, y sus plantas editaron toda clase
de folletos, revistas y hojas de propaganda para la Subsecretaría de Informaciones y el
Partido Peronista.(GAMBINI 2006)
Debemos dedicar particular atención a la revista quincenal difundida por la Escuela
Superior Peronista, de gran eficacia entre partidarios y simpatizantes, llamada Mundo
Peronista. En ella además de mencionar las obras gestionadas por el gobierno, se
edifica un culto, que se extiende a gran magnitud con el paso del tiempo, hacia el Líder
y Evita. Es interesante la amplia variedad de merchandising peronista que sugiere una
alta demanda de consumo. Para muchos, el escudo justicialista que llevaban en el ojal,
más que una obligación y muestra de fidelidad, era el símbolo patrio de la Nueva
Argentina. De hecho, el escudo peronista está ampliamente inspirado en el nacional.
Pero además se vendían desde el Departamento de Difusión de la revista numerosos
libros doctrinarios en su distintas variantes de presentación: por ejemplo; La razón de
mi vida en edición de cuero, cartoné y rústica; bustos de Perón y Evita en diversos
tamaños; colección de discos que contenían discursos del Líder y la primera dama;
banderas peronistas, etc.
La revista está dirigida a las clases populares, ¿el fin? Infundir mediante un mensaje
claro la doctrina peronista y el papel que tiene que asumir cada uno dentro de la
sociedad. Mundo Peronista era para toda la familia: una de las secciones iba dirigida a
los chicos: “Nuestro pequeño mundo” contaba con cartas y dibujos enviados a la
editorial, crucigramas infantiles con mensajes ocultos de frases de Perón y Evita, una
historieta cuyo dos protagonistas son dos chicos peronistas (Chispita y Grillito),
cronograma de actividades recreativas... pero lo más destacable son los cuentos que
siempre encerraban mensajes de moralidad y doctrina partidaria. Por ejemplo, uno de
los cuentos titulado “Chocolate” incitaba a que no debían existir diferencias entre los
chicos, menos por cuestiones étnicas: “...en la Nueva Argentina todos los niños son
iguales: el general Perón no quiere diferencias entre sus privilegiados”(fig. 1).
En Mundo Peronista se publican poesías partidarias y se satiriza a la oposición.
Por ejemplo, con humor estereotipa al contrera, que lo encarna un personaje llamado
Don Cangrejo, dibujado por Pum. (fig. 2)
Otra sección paródica se titula Fuerzas de Choque... Fuerzas de Cheque, donde
aparecen oligarcas, radicales y comunistas buscando siempre complotar, alterando el
orden público, la comunidad organizada. Por ejemplo, en una viñeta se ven a dos
opositores dejando una bomba en la entrada de una Unidad Básica, donde se dictará
una conferencia sobre el Segundo Plan Quinquenal. Uno de ellos, asomándose de
costado, mientras que el otro sigilosamente coloca la bomba le dice: -“Apurate Pitoto
que viene la poli...”, mientras que otros pasan simultáneamente en un auto, observando
la acción. El conductor, muy contento, le comenta al acompañante: -“¿Ves? Estas son
las fuerzas de la libertad y del respeto a la ciudadanía... Allá adentro están los salvajes
opresores, la chusma enemiga de la cultura...”(Mundo Peronista Junio 1953)
Es importante destacar que los artículos de Mundo Peronista llevan un discurso
informal que pertenece a la jerga cotidiana, así como la asimilación del idioma
gauchesco en numerosos versos dirigidos hacia la oposición (como es el caso de “Al
compás de vigüela”, fig. 3) así como también los hay de veneración hacia Perón, Evita
y las concentraciones del 17 de octubre o del 1 de mayo, descriptas como verdaderas
fiestas populares realizadas en su mayoría por el poeta Martínez Payva.
La incitación que hace Mundo Peronista a divulgar la revista y hacerla conocer aún
más, es porque además de difundir la doctrina, su carácter moralizante es modificar la
opinión media de la sociedad a partir de la crítica, la sugerencia, burlando, corrigiendo,
renovando, en definitiva, como distinguía Gramsci, introduciendo a nuevos lugares
comunes. A su vez las define a esta clase de revista como “de gran difusión y de ejercer
un influjo profundo. No debe tener <<cara seria>> ni científica ni moralizante, no deben ser
<<filisteas>> y académicas” aunque también dice que no deben parecer “fanáticas o
exageradamente partidarias”: No obstante, considero que Mundo Peronista cumple con
las características de una revista moralizante tal como Gramsci lo entiende, pues en el
imaginario social de este período, el peronismo no se diferenciaba del concepto de
Patria, y uno de los fines del adoctrinamiento peronista era que sus preceptos políticos
e ideológicos desarrollados por Perón formen parte del sentido común popular.
(GRAMSCI, A. 1975: 156).
La instrucción doctrinaria cubría diversos espacios de transmisión cultural e
ideológica. Los manuales escolares estaban ilustrados con retratos y efemérides
peronistas, creando un paralelo con personajes o episodios de la historia patria, dentro
de la que se puede llamar la historia tradicional liberal.(fig. 4-5). Sin embargo, frente a
la exaltación de la obra gubernamental se lo compara con la difusión ideológica del
fascismo y el nazismo (fig. 6), cuando en realidad, se denotan importantes diferencias:
en ningún momento en la difusión del material ideológico se enfatizó en la
construcción de un enemigo común; por el contrario, se aprovechaba en remarcar los
aspectos revolucionarios en la calidad social que había incentivado el justicialismo. A
la hora de las críticas opositoras, como en el ejemplo de Mundo Peronista, se apeló a la
descalificación en forma paródico humorístico. En las aulas se leía como libro de
cabecera La Razón de mi vida de Eva Perón, y además se realizaba el curso escolar de
Cultura Ciudadana, cuya finalidad era difundir la obra del gobierno peronista y su
doctrina. No obstante, el accionar cultural no debe resultar sorpresivo, ya que sus fines
se encontraban implícitos dentro de los objetivos del Plan de Gobierno. El sentido al
que iba dirigido se resumía en tres palabras: Patria, Pueblo y Perón; es decir, ambas
formaban una unidad homogénea, cuya finalidad era enraizar las costumbres
tradicionales, con una filosofía de índole nacional, popular y partidariamente peronista.

La revista oficialista Continente ofrece en uno de sus números un panorama


cultural del que forman parte todos los argentinos, ya que “no se circunscribe, como en
otras épocas, a un limitado sector dentro de la sociedad de la república, sino que de su mérito
participan todos los núcleos de la población, ya que ahora puede hablarse de una cultura del
pueblo.” (Continente Enero 1950). Lo destacable del artículo es el hincapié que se hace
sobre el obrero, que en estos tiempos era sinónimo de pueblo: “En todas esas disciplinas,
como en las musicales y literarias, hay, por sobre todas las cosas, la conciencia de un destino
y una inquebrantable voluntad de trabajo”. Finalmente, cuando menciona el intensivo
labor que desarrolla la Comisión Nacional de Cultura, junto con otros organismos
similares, se vuelve a remarcar el cauce cultural que ha sido elegido, que nace del
espíritu popular: “Antes hallábase limitada a los claustros universitarios y a los salones
opulentos. Hoy tiene por escenario al país entero, que demuestra con ello cuán grande y
fecunda es su transformación cultural”.
El peronismo significó un sentimiento que se relacionó íntimamente con la idea de
Patria. En cada acto se cantaba fervorosamente el Himno Nacional y se continuaba con
la Marcha Peronista. Evita decía: “Sabemos perfectamente que el peronismo no se proclama
ni se aprende; el peronismo se siente y se comprende. La nuestra es una lucha abierta y todos
los argentinos tenemos en ella un puesto. Desgraciado de aquel que no está en ningún
bando”(PERÓN, E. C.1952) Por eso, otros conceptos culturales directamente eran
marginados, por la simple razón de que no cohesionaba con la cultura de masas.
La crítica generalizada de la usurpación y monopolio de los medios de difusión por
parte del peronismo es otra consecuencia implícita dentro del Plan de gobierno. La
justificación que se da es otra concepción de lo que significa libertad de opinión.
Nuevamente notamos una predilección de la libertad colectiva por sobre la individual.
Perón expone a sus simpatizantes:
“(...) Cuando algunos países extranjeros dicen que defienden la libertad de prensa o la
libertad de llegar a las fuentes de información, generalmente están mintiendo a sabiendas:
defienden la posibilidad de disfrazar sus espías y sus agentes de información con el hermoso
manto de periodistas. Son lobos con inocente piel de cordero.
Hablamos de ciertas empresas de información: son lo que podríamos llamar empresas de
deformación.(...)¿Cuál es el mal que ha originado esa deformación informativa y
periodística? El que la verdad, la información y el comentario periodístico estén al servicio de
los intereses materiales y no al servicio de los intereses idealistas y patrióticas del
pueblo”(Mundo Peronista Junio 1953: 3).
A partir del dominio de la estructura ideológica y material ideológico de la
sociedad civil por parte del peronismo se lo llega a calificar o comparar con un “Estado
de excepción”, como lo fue el fascista o el nazi. Pero si es una característica primordial
y común el hecho de que el espectro del fascismo se agitaba con frecuencia con el fin
de frenar el impulso revolucionario de la clase obrera y de las masas populares, en el
caso de las causas del peronismo las diferencias se distinguen notoriamente.
Compararlos es caer en una inversión de relación causa a efecto. Su apelación a las
masas fue una acción generada a medida que iba creando la base de su poder y no
después de haberlo conseguido. El ascenso de Mussolini y Hitler al poder fue en plena
efervescencia política y social, además en ambos casos su trepada no fue gracias al
apoyo popular. Súmase a esto el carácter de la relación entre el Líder y el pueblo. De
hecho George Mosse en su análisis sobre la nacionalización de las masas en Alemania,
comprobó que continuaron siendo testigos mudos y sin capacidad de influir en el curso
inmediato de la política alemana, que fuera dirigida por hombres como Hitler.
(MOSSE 2007: 271) La doctrina fascista y su carácter antipacifista, difícilmente pueda
relacionarse con la búsqueda de una armonía social suscitada en una comunidad
organizada como la que buscara el justicialismo. El afán de cohesión entre lo masivo y
lo partidario es propio de la denominada sacralización de la política y es una
característica del siglo XX. Sin lugar a dudas adquirió notable impulso con el
comunismo, el fascismo y el nazismo; pero no hay que ignorar también el aporte que
realizaron gobiernos democráticos como el estadounidense y el francés (GENTILE
2007: 247). En cuanto a lo que la estructura ideológica se refiere, tanto el nazismo
como el fascismo supusieron una refundación que incluía lo artístico –cultural,
mientras que el peronismo se sumó a las constantes culturales con criterios definidos
dentro de lo que denominamos cultura popular. Frente a la formación de esta
contracultura, las elites culturales buscaron en todo momento, diferenciarse y combatir
la vulgarización. Su defensa la emprendía la SADE, grupos universitarios, miembros
académicos y el grupo de escritores adversos al régimen que encabezaba Victoria
Ocampo en Sur. La batalla que se emprendía era a favor de las libertades individuales,
que a su vez estaba relacionada con el carácter cultural, pues todo ello se ligaba a la
idiosincrasia liberal y al derecho natural que poseían las minorías selectas por sobre las
masas. Sin embargo, el golpe del ’55 no significó el retorno a la practica político
cultural del liberalismo, mientras que lo popular en los ’60 dio paso a una cultura
internacional- popular propio de una apertura consumista global. (ORTIZ 1997)
Fig. 1 Mundo Peronista. n° 84. Abril de 1955. Fig. 2 Mundo Peronista. N° 34. Diciembre de 1952.
Fig. 3 Mundo Peronista. n° 77. Diciembre de 1954. Fig. 4. Obreritos. Texto de 2do. Grado.

Fig. 5. Cajita de música. Texto de 1er Grado Superior.


Fig. 6. Contraste del virtuosismo germano frente al estereotipo judaíco. Libro infantil editado por el
Partido Nazi.
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