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PARA RECORDAR A1: CARLOS FUENTES EN: EL ESPEJO ENTERRADO2

 ¿No es el espejo tanto un reflejo de la realidad como un proyecto de la


imaginación?

 ¿Creías que eras un galán? Mira, en realidad eres un mico.

 Los espejos simbolizan la realidad, el sol, la Tierra y sus cuatro direcciones, la


superficie y la hondura terrenales, y todos los hombres y mujeres que la
habitamos.

 El espejo salva una identidad más preciosa que el oro que los indígenas les
dieron, en canje, a los europeos.

 ¿Ha de morir el grano para que la planta germine?

 El llamado “descubrimiento de América”, cualquiera que sea nuestra posición


ideológica al respecto, fue un gran triunfo de la hipótesis científica sobre la
percepción física.

 ¿Cómo hemos de comprender la denominación “descubrimiento de América”?


¿No son todos los descubrimientos, al cabo, mutuos?

 La hazaña de Cristóbal Colón abrió el telón sobre un inmenso choque de


civilizaciones, una gran epopeya, compasiva a veces, sangrienta otras, pero
siempre conflictiva: la destrucción y creación simultáneas de la cultura del
Nuevo Mundo.

 América fue una vez un continente vacío.

 La humanidad nació del sacrificio.

 Si los dioses se habían sacrificado a fin de que el mundo y la humanidad


existiesen, entonces con más razón la humanidad estaba obligada a arrojarse, de
ser necesario, en las grandes hogueras de la vida y de la muerte.

 La naturaleza merecía tanto amor como temor.

 Quetzalcóalt se convirtió en el héroe moral de la Antigüedad mesoamericana, de


la misma manera que Prometeo fue el héroe del tiempo antiguo de la civilización
mediterránea, su libertador, aun a costa de su propia libertad.

 El arte y la moralidad toltecas le dieron a los aztecas el rostro que buscaban.

1 Recopilación realizada por Nubia Amparo Ortiz Guerrero. Profesora Investigadora Universidad Autónoma de la

Ciudad de México
2 Colección Carlos Fuentes. España , Planeta De Agostini, 1992 p.p. 464
 Y la Malinche parió hablando esta nueva lengua que aprendió de Cortés, la
lengua española, lengua de la rebelión y la esperanza, de la vida y la muerte, que
habría de convertirse en la liga más fuerte entre los descendientes de indios,
europeos y negros en el hemisferio americano.

 Todos luchamos entre lo que es deseable y lo que es posible.

 Todos somos, a veces, personajes épicos como Don Quijote, pero la mayor
parte del tiempo vivimos vidas picarescas como Sancho Panza.

 Todos somos hombres y mujeres de la Mancha.

 Y cuando comprendemos que ninguno de nosotros es puro, que todos somos


reales e ideales, heroicos y absurdos, hechos por partes iguales de deseo y de
imaginación, tanto como de carne y hueso, y que cada uno de nosotros es en
parte cristiano, en parte judío, con algo de moro, mucho de caucásico, de negro,
de indio, sin tener que sacrificar ninguno de nuestros componentes, sólo
entonces entendemos en verdad tanto la grandeza como la servidumbre de
España, su imperio, su Edad de Oro y su inevitable decadencia.

 A España le debíamos todo aquello que la modernidad europea juzgaba


intolerable.

 Una cultura se compone de todos los que la portamos, la conocemos, apreciamos


y aun procuramos enriquecerla y continuarla.

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