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Existe, no cabe duda, un momento en que no se puede más. Uno desespera, se mesa los
cabellos: “¡No entiendo por qué las cosas no están funcionando! ¡Todo está planeado, y
nada sale bien!” Hombres y mujeres de todas las edades pasan por este instante, se
sienten fracasados, incomprendidos, ya en sus relaciones personales, ya en su ámbito de
trabajo o de estudio. ¿Qué pasa? Piénselo un momento. No se sorprenda si descubre
que, en el centro de aquello que le aqueja, hay un conflicto de comunicación. Al menos
el 90% de nuestros problemas involucran de alguna manera una falla en la
comunicación. ¿Cómo sé qué está pasando? ¿Qué está mal? ¿Cómo lo resuelvo?
Atentos, querida lectora, querido lector: la vida puede y debe ser más tranquila. Sólo
hace falta dedicarle a nuestra comunicación un poco de tiempo.
El ser humano no puede evitar comunicarse: todo contacto suyo con otro ser
animado implica comunicación, estando dormidos o despiertos, incluso cuando no nos
queremos comunicar. El proceso es inevitable, irreversible y continuo, pero no siempre
sale bien. ¡Y queremos que salga bien! De nada sirven las grandes ideas si no las
comunicamos bien. Nuestro éxito en cualquier campo depende en buena medida de la
calidad de nuestra comunicación. Es por eso que queremos que sea completa, clara,
precisa, directa y oportuna. Si no es completa, sus omisiones pueden ser letales. Lo
mismo ocurre cuando es borrosa o inoportuna. Hacerla directa nos ayudará a evitar
modificaciones en su paso, como si jugáramos teléfono descompuesto.
Agrego aquí una nota: entre el 60 y el 80% de lo que decimos no está en las
palabras. Está en el tono, el volumen, el movimiento, el gesto, el uso del espacio.
También ahí existe la interferencia. Pensemos no sólo en el contenido, sino también en
cómo decimos las cosas.
¿Qué debo hacer si sufro de alguno de estos? Lo primero, por supuesto, es localizar mi
problema: tengo que pensar objetivamente y decidir cuál de estos ruidos está ocurriendo
y dónde reside. ¿Hablo claro, con suficiente volumen, en las condiciones adecuadas?
¿Me están escuchando? ¿Uso el lenguaje apropiado? ¡Recuerde que el mensaje, entre
más sencillo, mejor! Piense en su interlocutor.
Cuando paso a la práctica, debo hacer dos cosas. La primera será arreglar el
problema y la segunda aplicar lo que aprendí. Los humanos nos comunicamos todo el
tiempo, pero la comunicación que crece en efectividad es aquella que se ejerce con
plena conciencia. Habrá que pensar antes de actuar y hablar siempre de la manera más
eficaz para la situación.
Epígrafe:
“El camino más transitado en la conquista de los avances de la raza humana es el de la
comunicación”
Cajas de texto:
“Quien entiende las palabras entiende los hechos.” Marco Terencio Varrón, político
romano, siglo III a. C.